Impresiones de viaje : escritas por una abuela para sus nietos
Impresiones de viaje : escritas por una abuela para sus nietos Impresiones de viaje : escritas por una abuela para sus nietos
* Impresiones de viaje (escritas por una abuela para sus nietos) prando chismes de tocador a cinco y diez centavos; los hay lindos, lo mismo que collares, pasadores y toda clase de adornos y baratijas curiosas; y las chicas con el surtido de muñecas, de muebles y vajillas para los muñequeros y las cocinitas. en estos mismos almacenes se aprovisionaron los mozos obsequiosos que nos invitaban a su casa, para surtirse de todo lo que necesitaban para el menaje. La vajilla, sobre todo era finísima; toda de cartón, para no tomarse el trabajo de lavarla, pues esto sí no pudieron aprender: todo se les empegotaba y la dejaban con toda la mugre. Al fin, el 20 de julio, fecha clásica para los colombianos, fue de doble fiesta para nosotros. ese día salió el Viejo del hospital, y el mismo día pasaron los médicos la cuenta de la operación: “una picadurita de mosca”: tres mil quinientos dólares, que unidos a los mil del hospital formaban una buena suma, que yo pagué con mucho gusto. Nada le dije al Viejo hasta los ocho días después, cuando estuvo pagada, y me dijo él que por qué no pedía esas cuentas. Yo ya había ido al banco donde teníamos el dinero depositado, y lo retiré para cubrirlas. Al cancelar todo, con gastos de hotel, no nos quedaba sino muy poco de los diez mil pesos que Rafael nos había enviado para el viaje. De manera que tuvimos que economizar para conservar lo indispensable hasta llegar a París, donde podíamos hacernos a créditos. tomás y los hijos, con quienes estábamos en constante comunicación, nos amonestaban para que no nos arrepintiéramos del viaje a europa. A mí, francamente, se me había quitado el entusiasmo con lo que nos pasó en Nueva York, y tenía más deseo de verme de nuevo en mi casa. Algunas tardes iban con Próspero al hotel, escobar y Olano, para tomar el té y jugar tresillo con nosotros, pues estaban muy interesados en aprenderlo. Nos hacían reír contándonos los trabajos que habían pasado aprendiendo a hacerse la comida en Lynbrook, pues todo se les quemaba o les quedaba crudo; y los percances que les habían pasado con el carro, pues se pusieron a manejarlo sin tener patente. A Olano le costó el estreno que lo llevaran dos veces a la Prevención, de donde salió por intervención del cónsul. esto por haber atropellado a un vecino, y luego por haberle casi desbaratado el carro a otro. tuvieron que pagar fuertes multas, aparte de daños y perjuicios. total, que les costó más el caldo que los huevos. el Viejo novelero, sin escarmentar con lo que le había pasado, proyectó paseo en aeroplano por sobre la ciudad; pero yo con mis ruegos lo hice desistir. en no sé qué fecha hubo un gran desfile del ejército. fueron legiones de soldados de * 50
* Isabel Carrasquilla todos los cuerpos con sus respectivos uniformes los que desfilaron hacia River Side. Lo que más me llamó la atención, después de dos artilleros, que llevaban enormes cañones, fue la caballería y la ambulancia. el desfile principió a las nueve de la mañana, cuando pasaron los primeros cuerpos frente al hotel, y a la una no había terminado. Quince días nos estuvimos aún en Nueva York; los empleamos en corresponder las visitas y las atenciones que nos habían hecho. un domingo nos encontrábamos en casa de las García, que vivían cerca a River Side. Había mucho movimiento por las calles; todas las azoteas de los edificios y las ventanas estaban llenas de gente, pues se había anunciado para las cuatro de la tarde la llegada del Gran Zeppelin. Nosotros nos salimos a la orilla del Hudson, para verlo desde allí, pero quedamos defraudados. Por la noche, cuando ya nos estábamos acostando, percibí un ruido especial, distinto al atronador que se sentía siempre por la calle, y al cual ya nos habíamos acostumbrado. Se lo hice notar al Viejo y nos asomamos a las ventanas de la Avenida, porque comprendimos que era la nave que se acercaba. efectivamente, el enorme cigarro se balanceaba por encima de los rascacielos, y se perdió allá lejos. una cosa que me llamó mucho la atención por curiosa y bonita es el baño que les dan en el verano a los niños pobres, en las mismas calles de la ciudad. La policía extiende un tubo de grueso caucho de una esquina a otra, para formar tupia, escogiendo, por supuesto las calles que tengan suficiente declive. Luego conectan las mangueras, y con el chorro van bañando los niños, que saltan, se acuestan y corren, perseguidos por el agua, y llenos de gozo y entusiasmo. Admiten niños desde dos hasta diez años. Como las gentes pobres viven en las buhardillas de los altos edificios, van surgiendo las criaturas como por ensalmo, hasta formar montonera. todos bajan con sus vestidos apropiados y sus caritas resplandecientes de alegría. Los policías juegan con ellos y gozan también como chiquillos. este baño es generalmente entre tres y cuatro de la tarde, las horas de más calor. Nada más higiénico que esta medida que da alivio a estos desheredados, a quienes sus padres quizá no pueden proporcionar el baño, tan necesario en esta estación. Yo me encantaba mirándolos, y aún en la misma calle me demoraba para regocijarme con este simpático espectáculo. La Municipalidad de Nueva York se toma mucho interés por la infancia; fuera de los orfelinatos y casas de maternidad hay en cada barrio un dispensario para niños, al cuidado de un médico que los examina semanalmente, y en donde les son suministrados gratis a sus padres los remedios y la leche que necesitan. * 51
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<strong>Impresiones</strong> <strong>de</strong> <strong>viaje</strong> (<strong>escritas</strong> <strong>por</strong> <strong>una</strong> <strong>abuela</strong> <strong>para</strong> <strong>sus</strong> <strong>nietos</strong>)<br />
prando chismes <strong>de</strong> tocador a cinco y diez centavos; los hay lindos, lo mismo que<br />
collares, pasadores y toda clase <strong>de</strong> adornos y baratijas curiosas; y las chicas con<br />
el surtido <strong>de</strong> muñecas, <strong>de</strong> muebles y vajillas <strong>para</strong> los muñequeros y las cocinitas.<br />
en estos mismos almacenes se aprovisionaron los mozos obsequiosos que nos<br />
invitaban a su casa, <strong>para</strong> surtirse <strong>de</strong> todo lo que necesitaban <strong>para</strong> el menaje. La<br />
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con toda la mugre.<br />
Al fin, el 20 <strong>de</strong> julio, fecha clásica <strong>para</strong> los colombianos, fue <strong>de</strong> doble fiesta<br />
<strong>para</strong> nosotros. ese día salió el Viejo <strong>de</strong>l hospital, y el mismo día pasaron los<br />
médicos la cuenta <strong>de</strong> la operación: “<strong>una</strong> picadurita <strong>de</strong> mosca”: tres mil quinientos<br />
dólares, que unidos a los mil <strong>de</strong>l hospital formaban <strong>una</strong> buena suma, que yo<br />
pagué con mucho gusto. Nada le dije al Viejo hasta los ocho días <strong>de</strong>spués, cuando<br />
estuvo pagada, y me dijo él que <strong>por</strong> qué no pedía esas cuentas. Yo ya había<br />
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cancelar todo, con gastos <strong>de</strong> hotel, no nos quedaba sino muy poco <strong>de</strong> los diez<br />
mil pesos que Rafael nos había enviado <strong>para</strong> el <strong>viaje</strong>. De manera que tuvimos<br />
que economizar <strong>para</strong> conservar lo indispensable hasta llegar a París, don<strong>de</strong><br />
podíamos hacernos a créditos.<br />
tomás y los hijos, con quienes estábamos en constante comunicación, nos<br />
amonestaban <strong>para</strong> que no nos arrepintiéramos <strong>de</strong>l <strong>viaje</strong> a europa. A mí, francamente,<br />
se me había quitado el entusiasmo con lo que nos pasó en Nueva York,<br />
y tenía más <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> verme <strong>de</strong> nuevo en mi casa.<br />
Alg<strong>una</strong>s tar<strong>de</strong>s iban con Próspero al hotel, escobar y Olano, <strong>para</strong> tomar el<br />
té y jugar tresillo con nosotros, pues estaban muy interesados en apren<strong>de</strong>rlo. Nos<br />
hacían reír contándonos los trabajos que habían pasado aprendiendo a hacerse<br />
la comida en Lynbrook, pues todo se les quemaba o les quedaba crudo; y los<br />
percances que les habían pasado con el carro, pues se pusieron a manejarlo sin<br />
tener patente. A Olano le costó el estreno que lo llevaran dos veces a la Prevención,<br />
<strong>de</strong> don<strong>de</strong> salió <strong>por</strong> intervención <strong>de</strong>l cónsul. esto <strong>por</strong> haber atropellado<br />
a un vecino, y luego <strong>por</strong> haberle casi <strong>de</strong>sbaratado el carro a otro. tuvieron que<br />
pagar fuertes multas, aparte <strong>de</strong> daños y perjuicios. total, que les costó más el<br />
caldo que los huevos.<br />
el Viejo novelero, sin escarmentar con lo que le había pasado, proyectó paseo<br />
en aeroplano <strong>por</strong> sobre la ciudad; pero yo con mis ruegos lo hice <strong>de</strong>sistir. en no<br />
sé qué fecha hubo un gran <strong>de</strong>sfile <strong>de</strong>l ejército. fueron legiones <strong>de</strong> soldados <strong>de</strong><br />
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