Impresiones de viaje : escritas por una abuela para sus nietos
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Isabel Carrasquilla<br />
que no sabía otro idioma. A mí me llamaba la atención el modo <strong>de</strong> hablar el<br />
español todas esas gentes, siendo distinguidas. tienen los giros más enrevesados<br />
y arbitrarios, y más modismos que nosotros; el acento es <strong>de</strong>stemplado,<br />
enteramente como los guarneños 22 y los campesinos <strong>de</strong> alg<strong>una</strong>s <strong>de</strong> nuestras<br />
montañas; hablan con <strong>una</strong> lentitud <strong>de</strong>sesperante, especialmente los chilenos,<br />
y cree uno que no van a terminar la frase. Yo recordaba a fanny, que me hacía<br />
tanta “tira<strong>de</strong>ra” <strong>por</strong> mi modo <strong>de</strong> hablar tan <strong>de</strong>spacio; pues, sepan, mis queridos,<br />
que yo era un ferrocarril com<strong>para</strong>da con el modo <strong>de</strong> hablar <strong>de</strong> esos civilizados.<br />
La señora americana, hablando <strong>de</strong> cómo ellos habían aprendido el español y lo<br />
consi<strong>de</strong>raban ya como su idioma nativo, <strong>de</strong>cía que la señora Arango era la que<br />
hablaba el español “con más propiedad y dulzura”. Lo que viene a comprobar<br />
aquello <strong>de</strong> que “en casa <strong>de</strong> ciegos el tuerto es rey”.<br />
todos estos <strong>viaje</strong>ros pasaban el tiempo en juegos y <strong>de</strong><strong>por</strong>tes, y en bañarse<br />
juntos en un gran tanque que el barco tiene en un extremo <strong>de</strong> la cubierta. uno<br />
<strong>de</strong> los bañistas más asiduos era el señor cubano, y siempre que nos acercábamos<br />
Claudino y yo a mirarlos jugar en el baño, nos invitaban, pareciéndoles muy<br />
raro que nosotros no tomáramos parte; pues allí jóvenes y viejos se bañaban<br />
en compañía <strong>de</strong> las jóvenes y señoras <strong>de</strong> edad. Por la noche los viejos eran los<br />
primeros que emprendían el baile. Yo me divertía viendo las viejas, tan pintadas<br />
y engandujadas, 23 creyéndose <strong>una</strong>s sílfi<strong>de</strong>s lozanas y en perpetua juventud,<br />
mostrando <strong>por</strong> <strong>sus</strong> escotes aquellas carnes magras y ajamonadas.<br />
en <strong>una</strong> mañana muy fría, siete días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> nuestra salida <strong>de</strong> Panamá,<br />
tuvimos al frente a la gran metrópoli <strong>de</strong>l dólar. La bruma no <strong>de</strong>jaba ver sino muy<br />
vagamente el panorama. La estatua <strong>de</strong> la Libertad surgía como un fantasma<br />
blanco.<br />
todos los <strong>viaje</strong>ros nos emperejilamos <strong>para</strong> pre<strong>para</strong>rnos al gran <strong>de</strong>sembarco.<br />
Allí hubieran podido uste<strong>de</strong>s ver a los Viejos luciendo el asiento <strong>de</strong>l baúl.<br />
Al bajar la escalera <strong>de</strong>l barco, iba <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> nosotros el matrimonio cubano,<br />
y “vi” que ella, volviendo la cabeza, le dijo airada: “¡tampoco mi’arrempuje!”.<br />
Por lo que colegí que la inglesa hablaba un castellano bastante chabacano.<br />
Salieron a encontrarnos al muelle unos parientes: eduardo Piker y su hija<br />
Aura, recomendados <strong>por</strong> la prima tulia Moreno <strong>de</strong> Piker, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Panamá<br />
22 Gentilicio <strong>de</strong> los propios <strong>de</strong> Guarne, municipio antioqueño que limita con Me<strong>de</strong>llín <strong>por</strong> el oriente.<br />
23 Arregladas, acicaladas.<br />
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