Impresiones de viaje : escritas por una abuela para sus nietos
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<strong>Impresiones</strong> <strong>de</strong> <strong>viaje</strong> (<strong>escritas</strong> <strong>por</strong> <strong>una</strong> <strong>abuela</strong> <strong>para</strong> <strong>sus</strong> <strong>nietos</strong>)<br />
Antes <strong>de</strong> llegar a La Guaira vimos el balneario <strong>de</strong> Macuto, allá entre<br />
palmeras. Pronto estuvimos en el puerto. Nos <strong>de</strong>spedimos <strong>de</strong> los compañeros<br />
venezolanos. el joven <strong>de</strong> Cali se quedó muy triste, <strong>por</strong>que estaba muy prendado<br />
<strong>de</strong> la señorita toledo. Sacaron <strong>de</strong> las bo<strong>de</strong>gas la caja mortuoria con el cadáver<br />
<strong>de</strong> un señor, yerno <strong>de</strong>l cónsul <strong>de</strong> Venezuela en París, que había muerto en Suiza<br />
recientemente. La viuda, muy joven y bonita, había venido muy triste, recluida<br />
en su camarote; pocas veces se había <strong>de</strong>jado ver. Su familia vino a encontrarla.<br />
Quisimos ir a conocer a Caracas, pero el barco no se <strong>de</strong>moraba. fueron a Macuto<br />
mis compañeros; yo no lo hice, <strong>por</strong>que había que caminar un largo trayecto a<br />
pie, y no estaba en condiciones <strong>de</strong> hacerlo.<br />
Contábamos las horas y minutos. Siempre lo mejor <strong>de</strong> un <strong>viaje</strong> es el regreso;<br />
la vuelta a la patria <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un largo <strong>viaje</strong> no hay nada con qué com<strong>para</strong>rla.<br />
La alegría que experimentamos al ver el muelle <strong>de</strong> Puerto Colombia no la puedo<br />
pintar. era <strong>una</strong> impresión <strong>de</strong> alegría mezclada con <strong>sus</strong>to. Por un agente <strong>de</strong> la<br />
compañía fluvial supimos que nuestros hijos habían dado or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> se<strong>para</strong>rnos<br />
camarotes en el va<strong>por</strong> Cisneros, que salía próximamente <strong>de</strong> Barranquilla. Así, no<br />
tuvimos sino un día <strong>de</strong> <strong>de</strong>mora en esa ciudad, el que pasamos muy contentos<br />
en casa <strong>de</strong> nuestros amigos toño y Gabriela Piedrahíta, quienes gentilmente<br />
nos obsequiaron.<br />
Nuestros compañeros <strong>de</strong> va<strong>por</strong> fueron la familia <strong>de</strong>l Dr. Martínez Martín<br />
y su sobrina, con quienes nos habíamos encariñado durante la travesía <strong>de</strong>l mar,<br />
pues es gente muy culta y <strong>de</strong> trato afable y familiar.<br />
Al cuarto día <strong>por</strong> la noche estábamos comiendo, cuando oí voces que me<br />
llamaban <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el río. Volé a la baranda, creyendo que sería otra alucinación<br />
como la <strong>de</strong>l barco. Cuál sería mi sorpresa al ver las barquitas <strong>de</strong> gasolina en que<br />
iban a encontrarnos todos mis hijos, sin faltarme uno, lo mismo que algunos<br />
<strong>de</strong> mis <strong>nietos</strong> y sobrinos. Sólo me faltó tomás, a quien no aguardaba. La dicha<br />
fue tanta, que yo creí que soñaba. Los Jaramillo y Peláez, los sobrinos Arango y<br />
primas Ceballos también habían ido al encuentro <strong>de</strong> nuestros compañeros. el<br />
capitán, muy atento, hizo <strong>para</strong>r el buque y los hizo subir a bordo, y continuar<br />
en el barco hasta que llegamos a Puerto Berrío <strong>una</strong> hora <strong>de</strong>spués. La noche la<br />
pasamos en un continuo re<strong>por</strong>taje. La llegada a Me<strong>de</strong>llín fue el 16 <strong>de</strong> diciembre.<br />
¡Qué aguinaldo tan bueno me mandó el Niño Jesús! traernos sanos y salvos a<br />
nuestra casa, y encontrarlos a todos tan bien.<br />
Nos <strong>de</strong>spedimos con tristeza <strong>de</strong> nuestros queridos compañeros los Jaramillo,<br />
con quienes habíamos convivido en tanta armonía durante cuatro meses.<br />
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