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Impresiones de viaje : escritas por una abuela para sus nietos

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Isabel Carrasquilla<br />

que tanto <strong>de</strong>seaba. Yo quería quedarme en París e ir a Bruselas. el invierno ya<br />

estaba encima; <strong>por</strong> esto era la mayor in<strong>de</strong>cisión, pues aunque teníamos pensado<br />

pasarlo en Málaga, el asunto <strong>de</strong> la crisis aquí nos hacía vacilar. Sofía quería que<br />

nos fuéramos <strong>para</strong> Nueva York. Al fin resolvimos consultarle al médico. Éste dijo<br />

que ni a Claudino ni a Pedro les convenía el invierno; mucho menos en Nueva<br />

York don<strong>de</strong> es tan fuerte; que <strong>de</strong>berían venirse a los trópicos cuanto antes. esta<br />

fue <strong>una</strong> contrariedad, especialmente <strong>para</strong> Sofía, que no se resignaba. Hubo que<br />

hacerle reflexiones <strong>para</strong> que cediera, y el doctor Cardona hasta le pidió excusas<br />

<strong>por</strong> haber sido el consejero. Se le avisó a Próspero, a quien ya se la había escrito<br />

que íbamos a Nueva York.<br />

Se tomaron los pasajes en el va<strong>por</strong> Guadalupe, <strong>de</strong> la marina francesa, el único<br />

gran<strong>de</strong> que salía en ese mes; los mejores ya habían partido.<br />

Los últimos días, que yo consi<strong>de</strong>ré perdidos, los empleamos en visitar fábricas,<br />

talleres <strong>de</strong> modas y almacenes, <strong>para</strong> comprar lo que queríamos traer y hacernos<br />

los vestidos <strong>para</strong> las hijas y también los encargos. Repetidas fueron las visitas a<br />

las modisterías, <strong>para</strong> la prueba <strong>de</strong> los trajes y sombreros. Yo me aburría mucho<br />

con esto tan cansón. es empresa difícil y costosa comprar en París vestidos<br />

hechos sobre medida. Rubén Moreno nos sirvió muy galantemente en esta<br />

ocasión. Nos llevó a varias fábricas y almacenes <strong>para</strong> hacer las compras.<br />

Por la noche hacíamos el Viejo y yo la lista <strong>de</strong> lo que íbamos a comprar, y<br />

<strong>de</strong> los regalos; los solos regalos eran ciento veinte.<br />

Apuntábamos como quien hace examen <strong>de</strong> conciencia y apunta los pecados.<br />

<strong>una</strong> cruz se les pasaba a los que se iban consiguiendo. Había que estudiar el gusto<br />

<strong>de</strong>l obsequiado <strong>para</strong> conseguir el regalo. Cuando todo estuvo listo se procedió<br />

al empaque, capítulo <strong>por</strong> <strong>de</strong>más difícil. Sofía fue la directora y ejecutora <strong>de</strong> este<br />

trabajo, que llevó varios días.<br />

en los últimos días <strong>de</strong> noviembre fue la salida. Sofía y yo fuimos a confesarnos<br />

la víspera, <strong>por</strong> la mañana, y luego salimos en carro a dar un paseo <strong>por</strong><br />

los sitios más bellos <strong>de</strong> París, <strong>para</strong> darle la <strong>de</strong>spedida. Sofía estaba muy triste.<br />

Yo la consolaba diciéndole que ella podría volver, siendo tan joven; que cuántas<br />

señoras <strong>de</strong> aquí habían hecho repetidos <strong>viaje</strong>s; que yo, en cambio, nunca volvería,<br />

pero que esto me tenía sin cuidado. Su tristeza era más <strong>por</strong> el <strong>de</strong>sengaño <strong>de</strong> la<br />

no venida <strong>por</strong> Nueva York. Yo lo sentía también <strong>por</strong> Próspero.<br />

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