Impresiones de viaje : escritas por una abuela para sus nietos

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17.05.2013 Views

* Impresiones de viaje (escritas por una abuela para sus nietos) pendientes. en lo más alto hay un parque llamado de Guillermo tell, donde está el monumento al héroe legendario. un restaurante, también en lo alto, y en el cual estuvimos, tiene un mirador rústico. el panorama contemplado desde allí es precioso: la ciudad, el lago con sus barcos; al otro lado de éste los Alpes de Saboya y el Monte Blanco con su corona de nieve. Se desciende hasta el lago por una carretera escondida entre el bosque. el Hotel Maurice, donde estábamos hospedados, era bonito y bien servido. Por la parte de atrás se ve el lago y el puertecito con sus pequeñas embarcaciones. Hay a la orilla un paseo por donde salimos a caminar para calentarnos. Claudino y Sofía se iban lejos; yo me quedaba sentada en una banca o sobre los escalones de piedra. Me entretenía mirando las barquitas y los cisnes, tan bellos, que nadaban mansos y se acercaba como en busca de comida. Recordé mucho a eduardo, cuando estuvo allá, pues su diversión favorita era remar en el lago. Hubiera deseado saber dónde había vivido. Siempre la madre con el corazón y la mente puestos en los hijos. una noche que regresábamos al hotel salieron a saludarnos un señor y una señora, a quienes habíamos visto en el comedor. era un matrimonio bogotano que temperaba allí con sus niños. Nos dieron recado de dos jóvenes antioqueños que habían ido en solicitud nuestra, y a quienes ellos habían recibido. el señor era cuñado del Dr. Concha. Pensaba luego de reponerse, seguir a Roma para quedarse allá. Ya no recuerdo sus nombres. La señora nos dijo que había tenido curiosidad de saber los nuestros, por haber comprendido que éramos colombianos, y que por la lista del hotel se había impuesto. esa noche estuvimos de tertulia hasta tarde. Hablamos mucho de Colombia y de su pabellón en la exposición de Sevilla. Nos leyeron la revista de la inauguración. A poco tiempo de su llegada a Roma murió el Dr. Concha. Las excursiones en Lausana las habíamos hecho sin el guía, por no haberlo necesitado; pero para la excursión a Ginebra sí lo ocupamos. era, por cierto, un señor culto, inteligente e ilustrado. No echaba discursos aprendidos de memoria, como otros que nos habían tocado. Salimos de Lausana en un barquito pequeño que hacía escala en todos los pueblos de la orilla. De manera que pudimos verlos, así como los castillos, que son varios, y la isletica, tan bella, de Salagnon. el almuerzo lo tomamos en el barco, amenizado por la conversación del guía, que nos contaba cosas referentes a la época de Calvino. Al desembarcar frente a Ginebra, ya no en el lago, sino en el Ródano, lo primero que se ve es el gran puente llamado del Mont Blanc y la isleta donde * 150

* Isabel Carrasquilla está el monumento a Rousseau. el monumento de bronce representa al filósofo con un libro abierto sobre las rodillas. está emplazado en el mismo sitio que ocupaba su casa. Del viejo jardín subsisten algunos árboles. Lo primero que nos llevó el guía a conocer fue el edificio donde se reúne el Consejo de la Liga de las Naciones. Hay a la entrada un monumento alegórico al trabajo. La Sala del Consejo es muy espaciosa, con sus sillones y su plataforma. Me recordó la Sala del Consejo de los Dux, en Venecia, pero no inspira pavor como aquella; antes bien, sugiere ideas optimistas. Allí nos encontramos con algunos turistas argentinos. estuvimos conversando con ellos un rato. Pero... ¡qué léxico aquél! ¡Qué ínfulas se daban! Parecían ellas, sobre todo, presidentas o cosa tal de la Junta Suprema de la Liga. Los empleados, muy atentos, nos mostraron las oficinas, los jardines y el edificio todo. en una iglesia protestante el guía nos indicó una silla, casi al centro del templo, cuidadosamente encerrada por una baranda, donde se sentaba Calvino a dar sus conferencias. Nos llevó al Parque de la Reforma, bonito por cierto. en un extenso muro están esculpidas en alto relieve las figuras de los obispos y de otros personajes que intervinieron en la Reforma. Varios templos conocimos, protestantes todos, que a mí me parecían vacíos y nada me inspiraban. entre ellos, un templo ortodoxo, ruso, muy bello. tiene como cinco torres rematadas en cruz y alumbradas por focos eléctricos. el guía, con el fervor del creyente, ponía ardor y entusiasmo a sus explicaciones. Yo, católica romana, veía y oía todo con curiosidad, pero sin interés ni emoción. Lamentaba interiormente que Suiza, siendo un país tan hermoso y civilizado, que me era tan simpático por recordarme mis montañas antioqueñas, fuese cuna del protestantismo. Recorrimos los almacenes de comercio. tuve necesidad de comprar un “sweater” de lana para ponerme debajo del abrigo, porque el frío me tenía amilanada. Compramos también dos relojes: Sofía uno muy fino, para llevarle de regalo a cierto primo que estaba en Nueva York, a quien ella no quería, ni tenía nada que ver con él. Yo compré otro para llevarle a eduardo. en la tarde dimos un paseo en auto por los alrededores de la ciudad, que son muy pintorescos, parecidos a los de Lausana. Por último anduvimos a pie para ir a conocer la planta para purificar el agua tomada del Ródano, que surte la ciudad. Por medio de tambores o cilindros de metal pasan el agua de unos a otros hasta darla filtrada. Nada entendí de esto. el Viejo sí curioseó y se informó * 151

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<strong>Impresiones</strong> <strong>de</strong> <strong>viaje</strong> (<strong>escritas</strong> <strong>por</strong> <strong>una</strong> <strong>abuela</strong> <strong>para</strong> <strong>sus</strong> <strong>nietos</strong>)<br />

pendientes. en lo más alto hay un parque llamado <strong>de</strong> Guillermo tell, don<strong>de</strong> está<br />

el monumento al héroe legendario. un restaurante, también en lo alto, y en el<br />

cual estuvimos, tiene un mirador rústico. el panorama contemplado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí<br />

es precioso: la ciudad, el lago con <strong>sus</strong> barcos; al otro lado <strong>de</strong> éste los Alpes <strong>de</strong><br />

Saboya y el Monte Blanco con su corona <strong>de</strong> nieve. Se <strong>de</strong>scien<strong>de</strong> hasta el lago<br />

<strong>por</strong> <strong>una</strong> carretera escondida entre el bosque.<br />

el Hotel Maurice, don<strong>de</strong> estábamos hospedados, era bonito y bien servido.<br />

Por la parte <strong>de</strong> atrás se ve el lago y el puertecito con <strong>sus</strong> pequeñas embarcaciones.<br />

Hay a la orilla un paseo <strong>por</strong> don<strong>de</strong> salimos a caminar <strong>para</strong> calentarnos.<br />

Claudino y Sofía se iban lejos; yo me quedaba sentada en <strong>una</strong> banca o sobre los<br />

escalones <strong>de</strong> piedra. Me entretenía mirando las barquitas y los cisnes, tan bellos,<br />

que nadaban mansos y se acercaba como en busca <strong>de</strong> comida. Recordé mucho<br />

a eduardo, cuando estuvo allá, pues su diversión favorita era remar en el lago.<br />

Hubiera <strong>de</strong>seado saber dón<strong>de</strong> había vivido. Siempre la madre con el corazón y<br />

la mente puestos en los hijos.<br />

<strong>una</strong> noche que regresábamos al hotel salieron a saludarnos un señor y <strong>una</strong><br />

señora, a quienes habíamos visto en el comedor. era un matrimonio bogotano<br />

que temperaba allí con <strong>sus</strong> niños. Nos dieron recado <strong>de</strong> dos jóvenes antioqueños<br />

que habían ido en solicitud nuestra, y a quienes ellos habían recibido. el<br />

señor era cuñado <strong>de</strong>l Dr. Concha. Pensaba luego <strong>de</strong> reponerse, seguir a Roma<br />

<strong>para</strong> quedarse allá. Ya no recuerdo <strong>sus</strong> nombres. La señora nos dijo que había<br />

tenido curiosidad <strong>de</strong> saber los nuestros, <strong>por</strong> haber comprendido que éramos<br />

colombianos, y que <strong>por</strong> la lista <strong>de</strong>l hotel se había impuesto. esa noche estuvimos<br />

<strong>de</strong> tertulia hasta tar<strong>de</strong>. Hablamos mucho <strong>de</strong> Colombia y <strong>de</strong> su pabellón en la<br />

exposición <strong>de</strong> Sevilla. Nos leyeron la revista <strong>de</strong> la inauguración. A poco tiempo<br />

<strong>de</strong> su llegada a Roma murió el Dr. Concha.<br />

Las excursiones en Lausana las habíamos hecho sin el guía, <strong>por</strong> no haberlo<br />

necesitado; pero <strong>para</strong> la excursión a Ginebra sí lo ocupamos. era, <strong>por</strong> cierto, un<br />

señor culto, inteligente e ilustrado. No echaba discursos aprendidos <strong>de</strong> memoria,<br />

como otros que nos habían tocado. Salimos <strong>de</strong> Lausana en un barquito pequeño<br />

que hacía escala en todos los pueblos <strong>de</strong> la orilla. De manera que pudimos<br />

verlos, así como los castillos, que son varios, y la isletica, tan bella, <strong>de</strong> Salagnon.<br />

el almuerzo lo tomamos en el barco, amenizado <strong>por</strong> la conversación <strong>de</strong>l guía,<br />

que nos contaba cosas referentes a la época <strong>de</strong> Calvino.<br />

Al <strong>de</strong>sembarcar frente a Ginebra, ya no en el lago, sino en el Ródano, lo<br />

primero que se ve es el gran puente llamado <strong>de</strong>l Mont Blanc y la isleta don<strong>de</strong><br />

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