Impresiones de viaje : escritas por una abuela para sus nietos

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17.05.2013 Views

* Impresiones de viaje (escritas por una abuela para sus nietos) Son en su mayor parte almacenes de modas; toda clase de abrigos y vestidos cuelgan por las perchas, lo mismo que pieles y sombreros. A mediodía vino el chofer a la puerta, con el carro, para la excursión a Menton. Ésta la hicimos por la “Grande Corniche”, que es un camino que sube hasta la montaña, y sigue hasta bajar a Menton. Lo abrió Napoleón para pasar sus ejércitos a Italia. es una verdadera cornisa, como lo dice su nombre. De trecho en trecho tiene como balcones con barandaje, donde se sitúan los turistas para contemplar el paisaje. Se ven unidas como en una sola calle todas las poblaciones situadas a la orilla del mar, que se dilata siempre azul. A la mitad más o menos de la carretera, allá en lo más alto, subsisten restos de una torre llamada de Augusto, del tiempo de los romanos. ¡en dónde no levantaría sus fortalezas este pueblo dominador! Cerca existen unas minas de ágata, que estaban en explotación. Había una venta de objetos labrados de esta piedra, muy bonitos, pero caros: collares, pulseras, ceniceros, etc. de distintos colores; verdes, amarillos, azules y rojos, algunos jaspeados de blanco. Yo compré collares grandes, para Isabel 83 y Adela, 84 y unos ceniceros. Barbarita y Sofía también hicieron su buena provisión. De allí descendimos hasta Menton, pasando por Monte Carlo, Beaulieu, Villefranche, Capi-ferrat. en Montecarlo hicimos alto para ir al gran Casino. Hubo que presentar pasaportes para entrar a los salones de juego. el edificio, sus jardines y sus salones son bellísimos. ustedes los han visto en los álbumes y en el cine. Sofía nos había racionado a cada uno con seis pesos para ensayar la suerte. Cada cual eligió su mesa. Había alrededor de ellas jugadores de todas clases y sexos; los perdedores se iban retirando y dejaban el puesto a los que llegaban. Yo ocupé uno y me fijé cuales eran los jugadores afortunados para hacerme a su lado; pero el “croupier” barría por parejo luego que la bola se paraba. Había, sin embargo, un joven que tenía por delante un buen cerro de fichos. Paula Carrasquilla ofrece en un artículo titulado ‘tipos de Bogotá, el recién llegado de europa’, la descripción de un dandy presumido, vestido a la última moda, que habla con acento francés, evoca París a cada instante, hace alarde de una irreprimible sensación de superioridad, tiene vergüenza de la rusticidad de su familia y desprecia todo lo nacional” (Martínez, 2001: 348-350). 83 Isabel Arango Álvarez, hija de Rafael Arango Carrasquilla y Ana María Álvarez R.; nieta de Isabel y Claudino. 84 Adela Arango Álvarez, hermana de la anterior. * 110

* Isabel Carrasquilla Yo compré los míos y colocaba mi apuesta en los mismos números y colores que él, y la suerte me favoreció: en cada apuesta aumentaba mis fichos hasta formar varias columnas. estaba muy encantada con mis ganancias. Pedro, que ya había perdido todo, se me acercó por detrás y me animaba para que apuntara todo a un solo número, por estar de suerte, y porque el chofer afanaba; pero yo me aferraba más a mi puesto, y no quería separarme ni arriesgarlo todo en una sola parada. Al fin, todos ya “pelados” me rodearon y me apremiaban para que pusiera todo en una sola casilla. Así lo hice, ¡y adiós capital y ganancias! Del despecho casi me tiro de cabeza por la roca escarpada por donde se arrojan los perdedores. Del Casino nos fuimos al restaurante fronterizo a tomar el té, donde estaba toda la “ élite” de la elegancia, sentada ante mesitas, frente al restaurante. Los hombres de frac y con el cabello engomado, y las mujeres vestidas con estudiada elegancia y exageradamente pintadas. Regresamos de noche a Niza. “Mademoiselle Sophie” estaba esos días un poco indispuesta, lo que me tenía intranquila. Me puse a medicinarla por mi cuenta y riesgo, con tan buen éxito, que a los dos días estuvo buena. esto de estar enferma no le impidió pasear día y noche, pues allí también fuimos a los teatros; ni tampoco para apremiarme para que le escribiera a Prosperín, afeándome mi conducta, por ingrata con él y malos tratos. Así, no tuve más remedio que agarrar la pluma y “jalarle parejo” hasta llenar dos pliegos, contándole de todo lo visto y hecho. La muy hipócrita, impaciente por saber de él, quería que yo lo hiciera; pues cuándo ella les iba a escribir a los hombres, ¡“contrimás” a éste, que le era completamente indiferente! también escribí para la casa. total, que empleé una mañana íntegra. en la tarde de ese día llegó el carro para el paseo a Cannes. es muy bonito, también. es lugar de veraneo preferido de los parisienses, y que consideraban entonces como más de moda. todo el camino hasta Niza se puede decir que es una sola calle. tomamos allí el café, que era lo que Barbarita y yo acostumbrábamos, con el indispensable regaño de Sofía, que decía que por eso no comíamos; y que nosotras le decíamos que era de cicatera por no pagarlo. Regresamos a Niza para la comida. Quisimos visitar el Museo Oceanográfico, perteneciente al príncipe del minúsculo estado de Mónaco, que según dicen, es el museo más completo del mundo; pero su Alteza se hallaba de paseo en París, y lo tenía cerrado. fuimos a visitar su palacio, no microscópico como su principado, sino muy grande y suntuoso. * 111

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Isabel Carrasquilla<br />

Yo compré los míos y colocaba mi apuesta en los mismos números y colores<br />

que él, y la suerte me favoreció: en cada apuesta aumentaba mis fichos hasta<br />

formar varias columnas. estaba muy encantada con mis ganancias. Pedro, que<br />

ya había perdido todo, se me acercó <strong>por</strong> <strong>de</strong>trás y me animaba <strong>para</strong> que apuntara<br />

todo a un solo número, <strong>por</strong> estar <strong>de</strong> suerte, y <strong>por</strong>que el chofer afanaba; pero yo<br />

me aferraba más a mi puesto, y no quería se<strong>para</strong>rme ni arriesgarlo todo en <strong>una</strong><br />

sola <strong>para</strong>da. Al fin, todos ya “pelados” me ro<strong>de</strong>aron y me apremiaban <strong>para</strong> que<br />

pusiera todo en <strong>una</strong> sola casilla. Así lo hice, ¡y adiós capital y ganancias! Del<br />

<strong>de</strong>specho casi me tiro <strong>de</strong> cabeza <strong>por</strong> la roca escarpada <strong>por</strong> don<strong>de</strong> se arrojan los<br />

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Del Casino nos fuimos al restaurante fronterizo a tomar el té, don<strong>de</strong> estaba<br />

toda la “ élite” <strong>de</strong> la elegancia, sentada ante mesitas, frente al restaurante. Los<br />

hombres <strong>de</strong> frac y con el cabello engomado, y las mujeres vestidas con estudiada<br />

elegancia y exageradamente pintadas. Regresamos <strong>de</strong> noche a Niza.<br />

“Ma<strong>de</strong>moiselle Sophie” estaba esos días un poco indispuesta, lo que me tenía<br />

intranquila. Me puse a medicinarla <strong>por</strong> mi cuenta y riesgo, con tan buen éxito,<br />

que a los dos días estuvo buena. esto <strong>de</strong> estar enferma no le impidió pasear día<br />

y noche, pues allí también fuimos a los teatros; ni tampoco <strong>para</strong> apremiarme<br />

<strong>para</strong> que le escribiera a Prosperín, afeándome mi conducta, <strong>por</strong> ingrata con él<br />

y malos tratos. Así, no tuve más remedio que agarrar la pluma y “jalarle parejo”<br />

hasta llenar dos pliegos, contándole <strong>de</strong> todo lo visto y hecho. La muy hipócrita,<br />

impaciente <strong>por</strong> saber <strong>de</strong> él, quería que yo lo hiciera; pues cuándo ella les iba a<br />

escribir a los hombres, ¡“contrimás” a éste, que le era completamente indiferente!<br />

también escribí <strong>para</strong> la casa. total, que empleé <strong>una</strong> mañana íntegra.<br />

en la tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> ese día llegó el carro <strong>para</strong> el paseo a Cannes. es muy bonito,<br />

también. es lugar <strong>de</strong> veraneo preferido <strong>de</strong> los parisienses, y que consi<strong>de</strong>raban<br />

entonces como más <strong>de</strong> moda. todo el camino hasta Niza se pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir que es<br />

<strong>una</strong> sola calle. tomamos allí el café, que era lo que Barbarita y yo acostumbrábamos,<br />

con el indispensable regaño <strong>de</strong> Sofía, que <strong>de</strong>cía que <strong>por</strong> eso no comíamos;<br />

y que nosotras le <strong>de</strong>cíamos que era <strong>de</strong> cicatera <strong>por</strong> no pagarlo. Regresamos a<br />

Niza <strong>para</strong> la comida.<br />

Quisimos visitar el Museo Oceanográfico, perteneciente al príncipe <strong>de</strong>l<br />

minúsculo estado <strong>de</strong> Mónaco, que según dicen, es el museo más completo <strong>de</strong>l<br />

mundo; pero su Alteza se hallaba <strong>de</strong> paseo en París, y lo tenía cerrado. fuimos<br />

a visitar su palacio, no microscópico como su principado, sino muy gran<strong>de</strong> y<br />

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