Clásicos ganaderos en Las Ventas: Antonio Pérez de

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CLÁSICOS GANADEROS EN LAS VENTAS
Los ‘apés’ de la corrida de la Prensa de 1968, en la que Miguelín cortó seis orejas.
Antonio Pérez
de San Fernando:
el precursor del toro moderno
La revista Taurodelta estrena en el presente número esta nueva sección,
que pretende glosar los principales hitos de las ganaderías con
más brillante palmarés en nuestra plaza desde el año 1939. Detrás de
este propósito subyace como idea de fondo revindicar al toro bravo en
su amplia genealogía, en su tipo y forma de embestir clásicas de cada
sangre, con la singularidad y el sello propio que los grandes ganaderos
imprimieron a sus vacadas. Se trata de refrescar el pasado para
enriquecer y esclarecer el presente, teniendo en cuenta que éste es
una consecuencia de aquél.
Texto: Joaquín López del Ramo
Fotos: Martín y El Ruedo
Abre esta sección la ganadería de
Antonio Pérez de San Fernando,
y lo hace con merecimientos sobrados.
Por un lado, es la vacada que más
toros ha lidiado en el ruedo venteño a lo
largo de su historia, cosechando además
una gran cantidad de éxitos. Por otro, aspecto
más trascendente, se trata de un
hierro clave en la evolución de la bravura,
ya que fue pionero en la búsqueda de un
toro que no se agotaba en varas y embestía
con entrega, nobleza y duración
en la muleta.
GÉNESIS E IDENTIDAD
Antonio Pérez-Tabernero Sanchón,
personaje de la prolija familia de ganaderos
salmantinos, heredó en 1909 un
lote de la vacada paterna, mezcla de san-
gre vazqueña con goterones de Miura.
Don Antonio se deshizo rápidamente de
aquellas reses y en 1911 compró la ganadería
del portugués Luis de Gama, de
puro origen Murube. Esta elección era
muy significativa, teniendo en cuenta
que los toros de Luis de Gama ya poseían
fama acreditada por ser manejables
para los toreros, dentro del concepto que
tal término tenía en la época. Quizás con
la intención de reforzar las bases de bravura,
don Antonio adquirió en 1916 el semental
Azulejo, del hierro de Fernando
Parladé, y luego, en 1919 y 1920 respectivamente,
adicionó dos lotes de vacas de
Gamero Cívico y Tamarón. Con todo ellos
quedó conformado el mapa genético
de su ganadería.
Don Antonio Pérez-Tabernero cruzó
los ibarreños con los murubes, y de
esta alquimia, en la que se fusionaron las
principales estirpes nacidas de la casta

Antonio Ordóñez toreando al natural al ‘apé’ de su gran éxito en la feria de San isidro de 1952.
Vistahermosa, nacieron los apés, así llamados
en referencia las iniciales A y P
que se entrelazan en su hierro.
Junto al emblema de marca, otra de
las señas de identidad de esta ganadería
es la finca ‘San Fernando’. Esta extraordinaria
dehesa de llano perfil y
riquísima vega, sita en el término de Robliza
de Cojos fue el solar donde don
Antonio modeló sus apés. Allí se rodeó
de sabias gentes de campo, como su histórico
mayoral Severiano García, y configuró
una escenografía de gran vitola
ganadera, con acento externo andaluz,
pero manteniendo el fondo de neto clasicismo
charro. En suma, modeló una
finca de referencia, por la que se pasaron
personajes de todas las esferas, e
hizo de ella el centro neurálgico del
taurinismo durante varias décadas,
pues su enorme conocimiento del toro
lo aunó con un privilegiado sentido comercial.
Curiosamente, las camadas de toros
de ‘San Fernando’, tradicionalmente largas,
no han mostrado un patrón morfológico
muy definido. Unos, los más
hondos, enmorrillados y recogidos de
cuerna, apuntan rasgos murubeños,
mientras que otros, más armados y de
cuarto trasero caído, reflejan la raíz ibarreña
de esta vacada. Pero los apés sí
tienen otros aspectos externos en común,
especialmente su buen tamaño y
astas gruesas desde la mazorca, con escasez
de astifinos. Las capas clásicas son
el negro en sus diferentes matices, el
colorado y el castaño.
A lo largo de los años 10 y 20 del pasado
siglo, con un clarividente sentido,
don Antonio acomodó sus toros a la evolución
de la lidia, que intuyó iba a discurrir
por nuevos cauces: el temple, la sublimación
artística y el toreo en redondo
y de mano baja. Era preciso, pues, un
toro con más duración, con entrega y alegría,
más bravo y noble, es decir, el toro
moderno. Por tanto, bien puede afirmarse
que nuestro protagonista fue un
adelantado a su tiempo y su aportación
ganadera resultó esencial en la tauromaquia
contemporánea.
Este toro de apé comenzó a vislumbrarse
antes de la guerra civil, pero hasta
la postguerra no se produjo la ascensión
definitiva de la ganadería. Bilbao, Valencia,
Barcelona, Salamanca y otras
muchas plazas fueron escenarios triunfales,
tanto antes de la contienda bélica
como después, pero Las Ventas fue el coso
que lanzó los apés al estrellato. Su primer
gran éxito llegó en la excelente novillada
del 23 de julio de 1939, en la que Pepe
Luis Vázquez cortó dos orejas y el ganadero
fue aclamado por el público. Nuestro
hombre lidió aquél año en Las Ventas
varias corridas, y en dos de ellas triunfó
con clamor Marcial Lalanda: el 12 de octubre,
cortando el rabo al toro Palomilla
tras confirmar la alternativa a Manolete,
que dio su primer aldabonazo serio con
Ligero, y el 17 siguiente, festejo de la Prensa,
en el que el maestro de Vaciamadrid
obtuvo las dos orejas de Aseado.
GARANTÍA DE ÉXITO
La figura de Manolete emergió arrolladoramente
desde el mismo momento
de su alternativa, y desde el principio de
su carrera estaría muy unido al nombre
de Antonio Pérez, hasta el punto de ser
la divisa de la que mató mayor número
de toros. De ‘San Fernando’ fue el astado
de su confirmación, por nombre Tejón,
y también llevaba el hierro de AP el
primero al que cortó las dos orejas en Las
Ventas, hecho acontecido el 6 de junio de
1940 en la corrida del Montepío.
La consagración del torero cordobés
llegó en la temporada de 1941 y tuvo dos
episodios clave. El primero fue la faena
Don Antonio Pérez (izquierda) junto al Marqués de la Valdivia y don Livinio Stuyk en la presentación
de la corrida de Beneficencia de 1958
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de dos orejas cuajada a un apé en la corrida
del 3 de abril, y el cenit se produjo
la tarde del 9 de octubre del mismo
año con el toro Soñador, un bravísimo colorado
también de AP, obra cumbre de
quietud, mano baja y ligazón, las tres
aportaciones básicas de Manolete a la
tauromaquia moderna, de esa “unidad
de sistema”, como la definió magistralmente
Pepe Alameda en su obra El Hilo
del Toreo.
No sólo Manolete, sino todas las figuras
de aquellos años verían en la divisa
salmantina una garantía de éxito.
Antonio Bienvenida, novillero aún en
1941, tuvo ocasión de cuajar el 18 de
septiembre de ese año la famosa faena
de los tres pases cambiados al bravo y
noble novillo Naranjito. Los toros de AP
estaban siempre en candelero. Así, Marcial
Lalanda, se despidió del torero en
Madrid el 18 de octubre de 1942 con
una corrida de esta divisa, cortando las
orejas y el rabo de un ejemplar llamado
Bombita.
Manolote volvería a alcanzar un triunfo
clamoroso en la corrida del 22 de junio
1944. Fue una tarde de apés bravos
y boyantes, en la que el Monstruo cortó
tres orejas y salió a hombros junto con
El Estudiante. Los éxitos del tándem
Manuel Rodríguez-AP se sucederían en
numerosas plazas, y su trágica muerte
impidió sin duda otros muchos; incluso
estaba contratado con esta divisa en la
corrida del Montepío de 1947, que finalmente
lidió en solitario y con gran
éxito Antonio Bienvenida. Luis Miguel
Dominguín confirmó la alternativa en
el año 1945 con una corrida de AP. El inteligente
torero actuó en un gran número
de corridas, sobrepasando el centenar
en 1948. El 15 de mayo de ese año
lidió en Las Ventas una gran corrida criada
en los campos de ‘San Fernando’, con
la que salió por la puerta grande. Repitió
el éxito en la feria de San Isidro de
1949, desorejando a Hornero, extraordinario
morlaco del mismo hierro.
Los nombres de Julio Aparicio y Litri
resonaban por todos los rincones taurinos
desde finales de los 40. Aparicio formó
un alboroto el día de su presentación,
19 de junio de 1949, con los novillos de
AP Asturiano (éste sensacional) y Pocapena.
Litri y Aparicio, pareja de moda, torearon
mano a mano en la corrida de la
Prensa (que en esa edición fue una novillada)
el 1 de julio de 1950, frente a un
cuajado lote de apés que no dio juego,
Varios toros de A.P. lucen su cuajo y seriedad en los campos de “San Fernando”.
Magníficas hechuras de uno de los novillos de Antonio Pérez lidiados en la corrida de la Prensa de 1950.
pese a lo cual ambos diestros triunfaron.
Otro de los acontecimientos de aquella
temporada en Las Ventas fue el gran éxito
obtenido por Manolo Vázquez el 11 de
junio al cortar cuatro orejas a dos novillos
de don Antonio, el último de ellos
–Bellotero de nombre– de juego excepcional,
al igual que Desastroso, que
abrió plaza.
Durante los años 50 la presencia de la
ganadería de AP en Madrid fue continua
e intensa, aunque con menor apego de
las máximas figuras. En todo caso, los éxitos
también acompañaron. Así, en el San
Isidro de 1950 destacó el bravo y noble
castaño Volatinero, lidiado por Paquito
Muñoz. En la temporada 1951 brilló el
gran novillo Tallista, que propició un
nuevo triunfo de Manolo Vázquez. Antonio
Ordóñez cortó dos orejas a un apé
en la feria de 1952, lo que lo impulsó hacia
la cumbre. Manolo Vázquez cuajó al
bravo toro Presumido en la feria del 54,
año en el que Rafael Ortega logró un clamoroso
éxito tras matar seis morlacos de
este hierro en la corrida del Montepío. El
16 de mayo de 1955 se lidió otro excelente
encierro, con cinco toros ovacionados
y uno, Diablito, de bandera. El 16
de junio del mismo año Pedrés se consagró
en Las Ventas con el soberbio Modisto.
Cesar Girón, Litri y Curro Girón serían
los grandes triunfadores frente a los
apés en las temporadas que van de 1956
a 1958, y en 1959 se lidia otro toro so-

Pachón, toro triunfador de la feria de San Isidro de 1967, se arranca alegre a la muleta de El Cordobés.
bresaliente: Madroño. Son sólo algunos
ejemplos entresacados de un currículum
amplísimo.
CONTINUIDAD Y
NUEVOS TIEMPOS
En la primavera de 1965 se produjo el
fallecimiento de don Antonio Pérez, y la
vacada se dividió entre sus hijos, pasando
el hierro, la finca ‘San Fernando’
y una cuarta parte de la misma al mayor
de ellos, Antonio Pérez-Tabernero Montalvo,
quien actualmente continúa a su
frente.
Antes de su desaparición, las sabias
manos de don Antonio habían encauzado
de nuevo la ganadería hacia la sen-
da de la regularidad. Perspicaz hasta el
final, bien pudiera decirse que ‘lo dejó
todo preparado’, pues justo desde mediados
de los 60 los apés vuelven a
triunfar a golpe cantado, y con las figuras.
Ahora los nombres son Camino,
Puerta, El Cordobés, Miguelín o Curro Romero,
además de los ya veteranos Aparicio,
Litri o Bienvenida. Con ellos llegará
otra etapa dorada para la divisa de ‘San
Fernando’ en Las Ventas, que se prolonga
hasta finales de los 70.
Recién muerto don Antonio, en el San
Isidro de 1965, sus hijos echan una corrida
que destila calidad, especialmente
los toros Perdiguero, Remedoso y Florido.
Al año siguiente lidian los apés
Curro Romero en su faena al toro Estornino, en la feria de San Isidro de 1966.
mano a mano Antonio Bienvenida y
Curro Romero, y ambos salen por la puerta
grande al formar un lío con Riotinto
y Estornino. La cosa va in crescendo, porque
en la feria de 1967 matan la corrida
Litri, Hernando y El Cordobés, salen a
hombros los dos últimos y el toro Pachón,
al que le corta las orejas Manuel
Benítez, se lleva el premio al más bravo
de San Isidro. La temporada de 1968 registra
dos nuevos triunfos sonados: el de
Manolo Cortés en su excepcional tarde
ante los morlacos Inglés y Quitasueños,
y el de Miguelín, que arrolla en la corrida
de la Prensa cortando seis orejas a los pupilos
de ‘San Fernando’.
Ya en una nueva década, la de los 70,
el toreo va a dar un giro muy importante
que traerá pésimas consecuencias para
el futuro de la ganadería brava: la imposición
progresiva del toro grande y destartalado.
Ello obliga a los ganaderos de
más postín a aumentar el tamaño y modificar
el tipo clásico para seguir lidiando
en las plazas importantes.
Los apés poseen más caja y peso que
otros, por lo que resisten bien la primera
oleada ‘torista’, aunque subidos de
tipo. Vuelven a triunfar en la feria de San
Isidro de 1971, especialmente gracias a
los magníficos Huracán y Cantinero.
Mejor aún se da el ciclo de 1972, gracias
a un excelente lote con dos toros de alta
nota, Sembrador y Manzanito, este último
premiado por el Ayuntamiento de
Madrid. En los años siguientes los de ‘San
Fernando’ dan un juego más irregular,
pero en 1977 aflora de nuevo la bravura
y nobleza en dos notables ejemplares,
Vanidoso y Chilindrón, con los que destapan
el ‘tarro’ Curro Romero y Paula.
Los apés se juegan por última vez hasta
el momento en la feria el año 1978, corrida
en la salta un toro de clara embestida
llamado Lagartijo.
En las últimas décadas las comparecencias
de la ganadería en Las Ventas han
arrojado resultados poco satisfactorios.
No obstante, el actual propietario y sus
hijos, Antonio y Ángel, continúan al pie
del cañón, manteniendo sin cruces la
sangre original, si bien han reducido sus
efectivos y realizado ensayos con sementales
de Domecq en el hierro filial
de Pérez-Angoso. Sabiduría y afición
sin límites se mantienen en ‘San Fernando’
por encima de baches y modas.
Ese es el gran patrimonio de esta mítica
divisa y constituye la base de su proyección
futura.
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