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001-344 Goethe y Schiller.qxd:Maquetación 1 - Tusquets Editores

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ía cortesano el poeta, o se haría genial el príncipe? Al principio<br />

parecía que era el joven duque el que emulaba a su mentor. Se<br />

contaba hasta qué extremos tan perversos había llegado <strong>Goethe</strong><br />

en compañía de su joven duque en cacerías, francachelas y fiestas<br />

campestres en compañía de las bellezas rurales. Se decía que<br />

<strong>Goethe</strong> había convertido aquel lugar de contemplación, aquella<br />

sede de las musas, en el cuartel general de los genios. Lo cierto<br />

es que <strong>Goethe</strong> arrastró tras de sí como una cola de cometa a otros<br />

autores del Sturm und Drang: a Lenz, Klinger, Kaufmann y los hermanos<br />

Stolberg, que entonces todavía eran neófitos en la nueva<br />

fe. Hubo fiestas de las que los filisteos de Weimar seguían hablan -<br />

do aún al cabo de decenios. Según narra Böttiger, «entre otras<br />

cosas se celebraban banquetes en honor del genio, 11 donde los<br />

comensales comenzaban arrojando todos los vasos por la ventana;<br />

en cambio, se usaban como copas un par de sucias urnas funerarias<br />

que se habían extraído de un cercano túmulo antiguo».<br />

Los asistentes competían en gestos y formas de presentarse para<br />

producir efectos inusitados. Lenz hizo de bufón, Klinger dio la<br />

nota devorando un trozo de carne de caballo cruda, Kaufmann<br />

se sentó en la mesa del duque, a pecho descubierto, con el cabello<br />

revuelto y un colosal bastón nudoso. A la señora Von<br />

Stein, los actos de aquellos genios le resultaban muy desagradables,<br />

y, en una carta a su amigo Zimmermann, se quejaba de que<br />

<strong>Goethe</strong> adoptara «una conducta indecorosa, profiriendo maldiciones<br />

con palabras bajas y plebeyas»; de esa manera, añadía,<br />

pervierte incluso al duque, que cae también en tales «modales»<br />

y recientemente ha llegado a decir «que las gentes con buenos<br />

modales [...] no por tenerlos merecen llevar el nombre de un varón<br />

honorable». 12<br />

La noticia de las locuras de Weimar llegó también a oídos de<br />

Klopstock, en Hamburgo. Creyéndose obligado a defender la «república<br />

de los sabios», escribió una carta de exhortación al que,<br />

veinticinco años más joven que él, consideraba como su discípulo<br />

más dotado: «Si el duque sigue bebiendo hasta enfermar, en<br />

lugar de fortalecer su cuerpo, como dice, sucumbirá y no llegará<br />

a viejo...». 13 <strong>Goethe</strong> contestó en tono cortante: «Dispénsenos<br />

en el futuro de tales cartas, querido Klopstock. Usted no nos sir-<br />

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