Contenido - Universidad Leonardo Da Vinci
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PALIMPSESTO<br />
E 032 Invierno 2005 / 2006
Veleño.<br />
pág textos<br />
La conquista del falo: refl exiones sobre<br />
034 la masculinidad :: <strong>Da</strong>niel Gerber<br />
La estructuración psíquica de lo femenino<br />
038 en Freud y en Lacan :: Antonio Bello Quiroz<br />
Cómo pensar la constitución psíquica<br />
062 de la mujer :: José Eduardo Tappan Merino<br />
Freud y lo femenino<br />
080 :: Alfonso Herrera<br />
Vicisitudes de la feminización en la psicosis<br />
100 :: Natalia Pérez Vilar<br />
Andróginos: la perfección fi gurada<br />
114<br />
:: Gerardo Lino
0034<br />
La conquista del falo:<br />
refl exiones sobre<br />
la masculinidad*<br />
D a n i e l G e r b e r<br />
Masculino-femenino: significantes ante<br />
todo, elementos de carácter opositivo,<br />
relativo y diferencial. Nada pueden significar<br />
por sí mismos; sólo su posición en<br />
una estructura, que implica diferentes relaciones,<br />
puede decidir por su sentido.<br />
A partir de Lacan, el psicoanálisis opta por<br />
una definición de los términos en función de<br />
su lugar en una estructura, echando así por<br />
tierra toda pretensión esencialista. Nada se<br />
define por ni se representa por sí mismo. De<br />
este modo, la vieja metafísica de lo idéntico<br />
consigo mismo —metafísica que postula un<br />
principio de identidad según el cual las cosas<br />
poseen una esencia que perdura más allá de<br />
dónde, con quién o con qué estén— sufre<br />
un cuestionamiento radical.<br />
En el campo de la subjetividad, este principio<br />
de identidad —que considera un sujeto<br />
homogéneo, idéntico a sí mismo, un sujeto<br />
que nunca podría ser otro— es puesto en<br />
entredicho por el psicoanálisis, para quien<br />
el sujeto, por definición, está dividido.<br />
Este sujeto dividido con quien el psicoanálisis<br />
opera es aquel que, más allá de su ilusión de<br />
ser siempre el mismo, es otro del que cree:<br />
sujeto dividido en tanto efecto del lenguaje<br />
PALIMPSESTO<br />
que habla en él. El concepto de inconsciente<br />
forjado por Freud es el nombre de esa determinación<br />
del sujeto por el lenguaje.<br />
¿Cómo podría entonces hablarse de identidad,<br />
en cualquier aspecto del que se<br />
trate, incluyendo desde luego la multimencionada<br />
identidad sexual? ¿No resulta<br />
significativo el hecho de que Freud nunca<br />
haya formulado definiciones acabadas de<br />
términos como masculino y femenino,<br />
advertido como estaba del hecho de que<br />
cualquier definición hubiera significado<br />
una racaída en esas concepciones esencialistas<br />
que él mismo puso en entredicho?<br />
Con el psicoanálisis, la idea de identidad se<br />
derrumba con el cuestionamiento del viejo<br />
principio filosófico que la sostiene para<br />
convertirse en un efecto imaginario de determinaciones<br />
simbólicas. Las identidades<br />
pasan a ser meros semblantes, consecuencia<br />
de identificaciones. Éstas llevarán a los<br />
sujetos a posicionarse en el terreno de la<br />
diferencia de los sexos, diferencia que no<br />
depende ni de características anatómicas<br />
ni de un tipo de cultura sino del significante,<br />
entidad esencialmente diferencial.<br />
No hay significante antes de su diferencia<br />
* Presentado en el encuentro “Estudios de masculinidad”, llevado a cabo en la <strong>Universidad</strong> Autónoma Metropolitana,<br />
Unidad Xochimilco, el 13 de noviembre de 1996.
Polonius-D.<br />
Invierno 2005 / 2006 035 E
PALIMPSESTO<br />
con otro sino como consecuencia de ésta.<br />
Así, la diferencia significante es constitutiva<br />
del lenguaje y, por lo tanto, de la cultura.<br />
Diferencia, por otra parte, implica falta:<br />
cada significante sólo puede definirse por<br />
el hecho de no ser el otro, es decir, por lo<br />
que le falta. Desde el momento en que hay<br />
significante hay falta y, por esto mismo,<br />
existe el falo: significante mítico que se inscribe<br />
en el sitio de la diferencia para anularla,<br />
pero también para señalar su lugar.<br />
Determinado por el significante, el sexo es<br />
sección, corte, separación: posicionamiento<br />
respecto del falo, el significante que instaura<br />
el corte. Lo subversivo de la teoría sexual<br />
freudiana es el planteamiento de que la diferencia<br />
sexual no es sancionada por la anatomía,<br />
pero tampoco por la cultura; es establecida<br />
por el significante, esto es, por el falo.<br />
Hombres y mujeres responden a la pregunta<br />
abierta por la diferencia significante asumiendo<br />
imágenes, modelos, estereotipos<br />
que testimonian de su posicionamiento frente<br />
al falo. Por esto, hay una manera de ir más<br />
allá de los equívocos que se generan cuando<br />
se responde a las preguntas acerca de que es<br />
ser hombre o mujer en términos de identidades<br />
específicas: plantear la respuesta en<br />
función del falo, significante de valor fundamental<br />
en tanto puede significar de manera<br />
diferente a las respectivas anatomías posicionando<br />
a los sujetos en lugares diferenciales<br />
como los de hombre o mujer. Se trata de un<br />
posicionar seccionando, cortando: el mismo<br />
vocablo “anatomía” posee, etimológicamente,<br />
la significación de “corte”.<br />
Desde 1923, con su muy controvertido<br />
concepto de “fase fálica”, Freud dejó esta-<br />
E 036 Invierno 2005 / 2006<br />
blecido que el falo debe considerarse como<br />
verdadero operador de ese corte que produce<br />
el sexo, imponiendo desde el orden<br />
simbólico efectos imaginarios específicos.<br />
Para Freud, el falo sólo existe como premisa,<br />
consecuencia específica de una diferencia<br />
que es constitutiva del sexo. Pero “ser el<br />
falo”, es decir, ser aquello que nulificaría la<br />
diferencia —y por lo tanto la falta— será<br />
siempre la “identidad” imposible. Ahora<br />
bien, a falta de serlo, será posible aparentarlo,<br />
hacer semblante de él: tal es la función<br />
de la “mascarada” femenina que está<br />
destinada a provocar el deseo del hombre<br />
conjurando por medio de un cierto ocultamiento<br />
la amenaza de castración que el<br />
encuentro con el otro sexo actualiza.<br />
Sin embargo, más difícil que aparentar ser el<br />
falo resulta tenerlo, meta inalcanzable que se<br />
confundiría con el acceso a una potencia tal<br />
que haga posible un goce no limitado por ley<br />
alguna, sea biológica o simbólica. Aun así, “tener<br />
el falo” es la meta específica de la posición<br />
masculina, el único camino que al hombre le<br />
queda ante, por un lado, la imposibilidad de<br />
serlo, y, por el otro, la feminización a que quedaría<br />
condenado en caso de aparentarlo.<br />
La posesión del atributo anatómico, el<br />
pene, sometido a la inevitabilidad de<br />
la detumescencia cuando se alcanza un<br />
cierto grado de goce, impone al hombre<br />
una exigencia que no opera para quienes<br />
carecen de él: “estar a la altura de”, ¿a la<br />
altura de qué?, precisamente de ser el poseedor<br />
de ese falo omnipotente que aseguraría<br />
un goce absoluto sin límites.<br />
En Las fantasías histéricas y su relación con la<br />
1 S. Freud: Las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad, en Obras completas, Tomo IX. Amorrortu,<br />
Buenos Aires, 1979, p. 141.
isexualidad, Freud señala que “en los varones<br />
[las fantasías son] de naturaleza erótica<br />
o ambiciosa”. 1 Esto se puede vincular con<br />
su afirmación de un texto anterior, Tres<br />
ensayos de teoría sexual, donde señala que la<br />
ambición está dominada por el erotismo<br />
uretral, como lo ilustra el conocido desafío<br />
que el niño dirige a sus congéneres: “a<br />
ver quién orina más lejos”, paradigma de<br />
toda búsqueda de afirmación fálica.<br />
En efecto, llegar lejos, atravesar el espacio,<br />
conquistar títulos, emblemas que en<br />
última instancia pueden ser ofrendas destinadas<br />
a “la dama”, son manifestaciones<br />
de la posición específicamente masculina<br />
respecto del falo: para el varón se trata de<br />
obtener esos emblemas fálicos con los que<br />
podrá “conquistar” a la dama para hacer finalmente<br />
de ella ese falo que a él le falta.<br />
Se habla de “posición masculina” en este<br />
contexto porque en todas las circunstancias<br />
hombre y mujer no son más que significantes<br />
que definen posiciones, posiciones<br />
respecto del falo que no necesariamente<br />
concuerdan en los sujetos —temporaria o<br />
permanentemente— con su sexo biológico.<br />
De este modo, por efecto del significante<br />
fálico, las posiciones de los sujetos en<br />
el plano estrictamente imaginario se distinguen<br />
por el hecho de que mientras la posición<br />
femenina se define como un parecer,<br />
una mascarada destinada a ocultar la falta<br />
para causar así el deseo de su partenaire, la<br />
postura masculina tiene como modo específico<br />
el intento de contrarrestar los efectos<br />
de la castración por medio de la búsqueda<br />
de alcanzar el falo como la vía para adquirir<br />
la convicción de poseerlo, lo que lo haría<br />
no faltante. Mascarada femenina en contraposición<br />
con parada masculina: así se<br />
definen los posicionamientos en el plano<br />
imaginario en relación con el sexo.<br />
PALIMPSESTO<br />
Ahora bien, el falo como tal —como La<br />
mujer, al decir de Lacan— no existe; lo<br />
que existe es sólo la diferencia sexual en<br />
el plano simbólico de la cual el falo no es<br />
sino su metáfora. De ahí que “querer alcanzar”<br />
el falo no puede dejar de conducir<br />
a un impasse que es característico del<br />
erotismo masculino: el hombre no puede<br />
acceder más que a un semblante de falo, lo<br />
que vendrá a determinar que la diferencia<br />
—y por lo tanto la falta— reaparezca una<br />
y otra vez. De este modo, el momento del<br />
encuentro con una mujer será para todo<br />
hombre el de una pregunta: “¿será verdaderamente<br />
ella?”, es decir, “¿será el falo?”<br />
Es la razón por la cual Lacan va a afirmar<br />
que “para un hombre, una mujer es un<br />
síntoma”, esto es, el lugar donde se ubica<br />
lo que obtura la pregunta por lo que<br />
el Otro quiere. En cambio, la posición<br />
específicamente femenina que es la del<br />
interrogante que se dirige a ella misma:<br />
más que “¿qué quiere él?” es “¿qué quiero<br />
yo?” El enigma de lo femenino es enigma,<br />
ante todo, para la mujer misma.<br />
Entonces, la posición específicamente<br />
masculina se define como el interrogante<br />
por el enigma de otro sexo. Su pregunta<br />
es “¿qué quiere ella?” El hombre<br />
quiere saber lo que ella quiere, quiere el<br />
saber siempre imposible sobre el objeto<br />
que puede causar el deseo del Otro<br />
porque para él éste sería el camino para<br />
responder a su falta y hacer del Otro su<br />
falo. Por esto ella encarna su síntoma,<br />
síntoma cuyas manifestaciones diversas,<br />
que pueden abarcar desde la inhibición<br />
sexual hasta el donjuanismo desenfrenado,<br />
revela una imposibilidad insoportable<br />
—la de la posesión en última<br />
instancia del falo— que es inherente a la<br />
posición del varón.<br />
Invierno 2005 / 2006 037 E
0038<br />
La estructuración psíquica<br />
de lo femenino en Freud<br />
y en Lacan<br />
Antonio Bello Quiroz<br />
PALIMPSESTO<br />
Gertrudis-D.
para Gaby, a tus manos<br />
Es por lo que no es por lo que pretende ser deseada al mismo tiempo que amada.<br />
Jacques Lacan<br />
Para un hombre, una mujer, representa la hora de la verdad.<br />
Jacques Lacan<br />
Desde el psicoanálisis, la conformación<br />
de la diferencia sexual está más cerca de<br />
ser un resultado que algo dado o innato,<br />
se trata de una construcción más que una<br />
evidencia centrada en la materialidad del<br />
órgano. Si se toma como punto de partida<br />
para el establecimiento de la diferencia<br />
sexual la propuesta freudiana de<br />
un sujeto originariamente bisexual, con<br />
todo lo complejo que para Freud resulte<br />
la idea misma, 1 es válido suponer la existencia<br />
de un momento de bifurcación en<br />
el desarrollo que inauguraría la distinción<br />
de lo femenino y lo masculino.<br />
En la construcción de la teoría psi-<br />
1 En su trabajo de 1908 sobre “Las fantasías histéricas<br />
y su relación con la bisexualidad” Freud formula que<br />
detrás de los síntomas histéricos siempre hay dos fantasmas<br />
sexuales, uno de carácter masculino y otro de<br />
coanalítica se ha tomado a los llamados<br />
complejo de Edipo y complejo de castración<br />
como núcleo en donde se anudan<br />
los elementos significantes de la<br />
constitución subjetiva. Es a través del<br />
pasaje por este núcleo constitutivo del<br />
ser que se podrán establecer los derroteros<br />
que lleven al sujeto a simbolizar la<br />
diferencia sexual.<br />
En este trabajo se busca comunicar<br />
un ejercicio de lectura sobre el pasaje<br />
que se propone en la estructuración de<br />
la diferencia sexual, en particular de lo<br />
femenino, en principio desde Freud que,<br />
como sabemos, considera que la simbo-<br />
carácter femenino; sin embargo, deja ver más adelante<br />
que lo que en realidad revela este fantasma es el carácter<br />
de bi-goce en la histérica.<br />
ES EN LA PUBERTAD DONDE TOMA PRIMACÍA EL PAPEL DE LOS<br />
GENITALES ENTRE TODAS LAS OTRAS ZONAS<br />
Y FUENTES DISPENSADORAS DE PLACER,<br />
CONSTRIÑENDO DE ESA MANERA AL EROTISMO<br />
A ENTRAR AL SERVICIO DE LA FUNCIÓN<br />
REPRODUCTORA.<br />
Invierno 2005 / 2006 039 E
PALIMPSESTO<br />
lización de la feminidad como posición<br />
subjetiva tiene como resolución de excelencia<br />
al hijo, la maternidad, y más<br />
adelante desde Lacan que propone, de<br />
alguna manera, que la feminidad arriba<br />
gracias a un particular posicionamiento<br />
respecto a la castración, cuyo agente es<br />
el padre, lo que va a expresarse en una<br />
elección de objeto y una identificación<br />
determinada.<br />
I<br />
En su andamiaje teórico más temprano,<br />
a Freud se le impone como significante<br />
fundamental la idea de la bisexualidad<br />
psíquica. Esta noción marca un punto<br />
inaugural del psicoanálisis, a partir de<br />
la cual se sigue por un sinuoso rumbo<br />
que marca el surgimiento y prevalencia<br />
del psicoanálisis y se puede ver de manera<br />
repetitiva a todo lo largo de la obra<br />
freudiana, desde 1908 hasta 1937, con<br />
análisis terminable e interminable, y de<br />
ninguna manera va a quedar fuera de la<br />
lectura de Lacan. Desde este concepto<br />
Freud desprende la idea central de la<br />
existencia de una sola libido: la viril, desde<br />
la cual se inicia el recorrido para que<br />
los sujetos lleguen a participar psíquica<br />
y socialmente de un sexo; este punto<br />
de partida monosexual va más allá de lo<br />
anatomofisiológico, como lo proponía<br />
su amigo Fliess, debido a que lo biológico<br />
se muestra fácilmente incompetente<br />
para dar explicaciones a las abundantes<br />
desviaciones a sus reglas en el ser humano.<br />
Es así como los conceptos de sexo y<br />
de sexualidad en Freud van a referirse<br />
a aspectos bastante más amplios que lo<br />
meramente genital y reproductivo, para<br />
E 040 Invierno 2005 / 2006<br />
dirigirse a sus vertientes psíquica y anímica,<br />
es decir, a la cualidad del sujeto de<br />
estar comandado más por la pulsión y la<br />
libido, antes que por el instinto o cualquier<br />
orden natural o extraterreno.<br />
Otra premisa esencial del psicoanálisis,<br />
que ha sido motivo de incomodidad<br />
y rechazo por parte de la sociedad científica<br />
en general, incluyendo las llamadas<br />
ciencias humanas, es que la sexualidad<br />
está presente desde la más temprana<br />
infancia, contraponiéndose de manera<br />
abierta a la idea imperante en su tiempo<br />
de que la sexualidad aparecía sólo desde<br />
la pubertad. Esta propuesta, formalizada<br />
ya desde 1905 en Tres ensayos de teoría<br />
sexual, 2 viene a cuestionar la idea de una<br />
infancia asexuada e inocente para dirigir<br />
todos los reflectores sobre la sexualidad<br />
infantil en tanto que le reconoce un papel<br />
fundamental en el desarrollo global<br />
del sujeto. Es la puesta en juego de lo<br />
sexual desde temprano lo que permitirá<br />
el establecimiento de un punto de anclaje<br />
a partir del cual más tarde el sujeto<br />
“elegirá” sus objetos amorosos y determinará,<br />
generalmente sin que el sujeto<br />
lo sepa, muchas otras elecciones en diversos<br />
ámbitos de la vida.<br />
Sin embargo, el recorrido por el<br />
proceso de la sexualidad infantil no es<br />
de fácil dilucidación, en tanto que va a<br />
depender de múltiples factores individuales<br />
y contextuales, ninguno de ellos<br />
determinante por sí mismo.<br />
Frente a la extraordinaria diversidad<br />
de elementos co-variantes que inciden en<br />
la constitución subjetiva, hay que tener<br />
en consideración además que el proceso<br />
de desarrollo psicosexual de la infancia,<br />
2 Donde además establece otra premisa igualmente trascendente y por ello de la mayor incomodidad, me refi ero a<br />
la puesta en evidencia de la incompatibilidad entre sujeto y objeto.
en su mayor parte, permanece oculto y<br />
queda en el olvido durante un largo periodo<br />
denominado latente. Olvido con<br />
el que se ve favorecido que se piense<br />
que la sexualidad sólo se expresa desde<br />
la pubertad, dificultando así, incluso en<br />
algunos círculos académicos, que se reconozca<br />
la existencia de la sexualidad infantil.<br />
Freud lamentaba esta pobreza en<br />
lo social que se iba contrastando con los<br />
relatos clínicos de sus pacientes.<br />
No es de ninguna manera válido darse<br />
a pensar que al darle tal importancia a la<br />
sexualidad en la infancia sea en detrimento<br />
de la pubertad; Freud incluso le otorga<br />
a este momento un papel importante en<br />
la configuración psíquica de la sexualidad,<br />
en tanto que reconoce que es en la pubertad<br />
donde toma primacía el papel de<br />
los genitales entre todas las otras zonas y<br />
fuentes dispensadoras de placer, constriñendo<br />
de esa manera al erotismo a entrar<br />
al servicio de la función reproductora.<br />
Así, como se podrá constatar aquí,<br />
para el psicoanálisis el recorrido previo<br />
para llegar a la expresión de la sexualidad<br />
adulta pasa por una serie de vicisitudes.<br />
Recorrido que poco o nada tiene<br />
que ver con cualquier idea evolucionista,<br />
cognitiva o desarrollista de carácter<br />
lineal o discurso de género alguno.<br />
Para la teoría surgida desde Freud,<br />
la fuerza de la pulsión, como conductora<br />
de la vida anímica (de la libido), al principio<br />
se expresa de manera caótica y se<br />
apuntala en lo que tenga disponible. Por<br />
eso, el inicio de la sexualidad infantil está<br />
comandado por pulsiones parciales que<br />
van preponderando según la investidura<br />
de distintas zonas erógenas, las cuales se<br />
apuntalan en las necesidades vitales de<br />
alimentación y excreción, al principio, y<br />
el oído y la vista más tarde.<br />
PALIMPSESTO<br />
Las pulsiones parciales van preponderando<br />
según la investidura de diferentes<br />
periferias del cuerpo que prevalecerán<br />
más tarde como zonas erógenas, de<br />
alguna manera destacándose en principio<br />
aquellas directamente relacionadas con<br />
los cuidados vitales: la oral y la anal, para<br />
más tarde dirigirse a otras zonas. Sólo al<br />
momento de primar los genitales, las pulsiones<br />
parciales se subordinan y orientan<br />
en la consecución de la reproducción.<br />
En los estadios previos a la organización<br />
fálica, no existe propiamente la<br />
diferencia entre femenino y masculino;<br />
desde Freud se formula la diferencia, en<br />
principio, en términos de pasivo y activo<br />
como antecedentes de la diferencia<br />
sexual. Para este momento bien puede<br />
ocurrir que la diferencia anatómica<br />
haya sido descubierta; sin embargo, se<br />
presume que todavía no ha podido tomar<br />
significación psíquica; entonces la<br />
evidencia anatómica se ve disuelta en la<br />
teoría inconsciente (que puede en algunos<br />
casos expresarse conscientemente)<br />
de la existencia universal del pene. En<br />
este sentido, Freud estableció de manera<br />
reiterativa que en el infante la diferencia<br />
anatómica no es en principio una preocupación,<br />
pues atribuye a ambos sexos<br />
idénticos genitales: los masculinos.<br />
Como los niños no necesariamente<br />
alcanzan a entender —psíquicamente—<br />
la diferencia anatómica que se pone en<br />
evidencia, se ven enfrentados a ciertos<br />
enigmas respecto de su propia sexualidad;<br />
para responder exploran su cuerpo<br />
y las distintas sensaciones que de éste<br />
emanan, comparan su cuerpo con el de<br />
sus amigos y sus padres, etcétera.<br />
Estas interrogantes exigen respuestas,<br />
y los niños no tardan en esbozar por ellos<br />
mismos explicaciones que les brinden<br />
Invierno 2005 / 2006 041 E
PALIMPSESTO<br />
sentido, explicaciones a las que Freud denomina<br />
como teorías sexuales infantiles.<br />
Una de las teorías sexuales infantiles<br />
más destacada por Freud en la<br />
configuración sexual de los infantes es<br />
su convicción, ya mencionada, de que<br />
todos los seres humanos poseen pene.<br />
La importancia creciente que empieza<br />
a tener el pene nos revela que los niños<br />
atraviesan por un estadio en que los<br />
genitales juegan un papel central. Esto<br />
abona la llegada de un momento en que<br />
los apuntalamientos parciales de las pulsiones<br />
logran una cierta estabilidad, un<br />
cierto orden dual en donde castrado y<br />
no castrado son las posibilidades de diferenciación,<br />
aunque en pincipio referido,<br />
como se dijo ya, a la existencia sólo de<br />
un sexo válido: el masculino. Es la llamada<br />
etapa fálica, en la que, como su denominación<br />
nos indica, hay un primado<br />
central: el falo. Freud señala que aquí las<br />
pulsiones parciales se subordinan a esta<br />
significación de lo anatómico; así niños y<br />
niñas se subordinan al “primado del falo”<br />
y la pulsión tiende a perseguir la función<br />
reproductiva. En la niña, esta fase sigue<br />
igual camino que en el niño, sirviéndose<br />
de su clítoris como si fuera un pene, por<br />
lo que se considera que el pene (en la<br />
mujer el clítoris) es la zona erógena rectora<br />
y el principal objeto autoerótico.<br />
EN EL TRÁNSITO POR EL COMPLEJO DE EDIPO<br />
EL NIÑO SERÁ DESAFIADO A TRAMITAR LA ENTRADA<br />
DE ESTA TERCERA FIGURA QUE ES EL PADRE Y<br />
REORDENAR SU POSICIÓN RESPECTO AL<br />
OBJETO DE AMOR EN FUNCIÓN DE DOS<br />
POLARIDADES (PADRE O MADRE).<br />
E 042 Invierno 2005 / 2006<br />
Hay que mencionar que Freud en<br />
ocasiones habla de pene y en otras de<br />
falo; ante la carencia de mayor precisión,<br />
es posible pensar que al referirse al<br />
falo, de lo que trata es de recurrir a un<br />
significante que le permita trascender lo<br />
orgánico, dando cuenta de su significado<br />
psíquico. Es desde aquí que se puede dilucidar<br />
la brecha entre el pene y el falo,<br />
entre el órgano y el significante, dado<br />
que si bien la diferencia se apuntala en<br />
lo genital, pronto se diferenciará de ésta,<br />
adquiriendo un carácter simbólico que<br />
porta en sí la diferencia sexual.<br />
Desde el punto de vista de lo anímico,<br />
complementando la descripción de la<br />
lógica de diferenciación sexual, existen<br />
logros nada despreciables. Los principales<br />
giran en torno a la posibilidad de establecer<br />
la separación entre sujeto y objeto,<br />
entre adentro y afuera, yo/no-yo,<br />
que, por otro lado, no podemos asegurar<br />
exista en las demás especies animales.<br />
En este proceso es la madre quien ocupa<br />
una función primordial en tanto que se<br />
constituye como primer objeto de amor.<br />
En esta etapa señalada por Freud, resulta<br />
por demás observable que ella toma<br />
este rol central y luego se va separando<br />
del niño. Tanto en niños como niñas, la<br />
madre deviene como primer objeto de<br />
amor y como tal, imprime su sello en
todas las posteriores elecciones de objeto.<br />
Freud es muy claro al señalar que el<br />
objeto hallado resulta ser casi idéntico al<br />
primer objeto de la pulsión placentera. A<br />
esta etapa primera Freud la denomina ligazón-madre,<br />
y más adelante, en un trabajo<br />
de 1917 denominado “Desarrollo libidinal<br />
y organizaciones sexuales”, señala<br />
que como en cualquiera de los amores<br />
posteriores, no se puede olvidar que si<br />
bien el amor designa el aspecto anímico<br />
de las aspiraciones sexuales, en su base<br />
están los requerimientos pulsionales de<br />
carácter corporal. Así: “Si el pequeño<br />
muestra la más franca curiosidad sexual<br />
hacia su madre, si pide dormir con ella<br />
por las noches, si presiona para asistir<br />
a su toilette o intenta seducirla, como la<br />
madre tan a menudo lo comprueba y lo<br />
cuenta riendo, la naturaleza erótica del<br />
vínculo con la madre queda certificada.”<br />
Sin embargo, cumplido su objetivo,<br />
finalmente este vínculo estrecho con la<br />
madre cede, producto de una constelación<br />
de hechos que se dan en conjunto:<br />
la ambivalencia del vínculo con la madre,<br />
marcada por una sucesión de frustraciones<br />
y la aparición de la ley a través<br />
de la función paterna. Ésta, sin tener<br />
ninguna necesidad de ser ejercida por<br />
el padre biológico, sirve a la separación<br />
entre madre y niño, fundamental para la<br />
construcción de un sujeto (en el sentido<br />
de su ser social) y que marca el arribo<br />
del complejo de Edipo.<br />
Para ambos sexos este paso por el<br />
complejo de Edipo porta en sí logros<br />
esenciales en el camino hacia la conformación<br />
psíquica y la consumación de la<br />
sexualidad genital adulta.<br />
En el tránsito por el complejo de<br />
Edipo, el niño será desafiado a tramitar<br />
la entrada de esta tercera figura que es el<br />
PALIMPSESTO<br />
padre y reordenar su posición respecto al<br />
objeto de amor en función de dos polaridades<br />
(padre o madre). Así, después de<br />
jugar un papel tan central en la primera<br />
infancia, esta alteridad que se introduce<br />
para configurar el núcleo triangulado<br />
del Edipo no puede pasar sin dejar importantes<br />
marcas en el modo en que<br />
los sujetos dispongan a futuro su vida<br />
amorosa. En este proceso se imprimen<br />
diferencias que más tarde tendrán consecuencias<br />
psíquicas según se esté frente<br />
a un niño o a una niña. Al respecto, en<br />
un necesario texto de 1924, denominado<br />
precisamente “El sepultamiento del<br />
complejo de Edipo”, Freud señala sobre<br />
el infante: “Pudo situarse de manera<br />
masculina en el lugar del padre y, como<br />
él, mantener comercio con la madre, a<br />
raíz de lo cual el padre fue sentido pronto<br />
como un obstáculo; o quiso sustituir<br />
a la madre y hacerse amar por el padre,<br />
con lo cual la madre quedó sobrando.”<br />
Como veremos a continuación con<br />
mayor detenimiento, para Freud el complejo<br />
de Edipo tendrá dos metas primordiales:<br />
en primer lugar, abandonar el autoerotismo,<br />
permutar el objeto situado<br />
en el cuerpo propio por un objeto ajeno;<br />
en segundo lugar, unificar los diferentes<br />
objetos de las pulsiones singulares, sustituirlos<br />
por un objeto único.<br />
Resulta factible apreciar en lo que se<br />
lleva de recorrido que, para Freud, la diferencia<br />
anatómica juega un papel relevante<br />
en la constitución psíquica humana; sin<br />
embargo, al mismo tiempo, resulta necesario<br />
destacar la evidencia de que no es<br />
suficiente para determinarla por sí sola.<br />
De esta manera, en síntesis, aunque<br />
la diferencia anatómica sea evidente, en<br />
las primeras etapas de la infancia niños y<br />
niñas recorren idéntico camino, obvian-<br />
Invierno 2005 / 2006 043 E
PALIMPSESTO<br />
do la diferencia anatómica que resulta<br />
evidente y afirmando la existencia universal<br />
del pene. Por otro lado, también<br />
como ya se pudo decir, la niña descubre<br />
prontamente su clítoris, que toma<br />
el lugar del pene dadas las sensaciones<br />
placenteras que obsequia. En opinión de<br />
Freud, el onanismo clitorídeo se transforma<br />
en un obstáculo necesario para el<br />
desarrollo sexual femenino, puesto que<br />
este quehacer sexual tiene un carácter<br />
masculino (al tomar el lugar de pene);<br />
por lo tanto, dice Freud, “hace falta una<br />
oleada represiva en la pubertad para que,<br />
por remoción de esta sexualidad masculina,<br />
surja la mujer”. Dicho de otra manera,<br />
es necesario que la niña resigne esta<br />
zona erógena para encaminarse hacia una<br />
constitución propiamente femenina.<br />
En el tránsito por el Edipo, para la<br />
salida por la feminidad, aparece la primera<br />
dificultad cuando la niña comienza<br />
a atisbar la realidad de su privación anatómica,<br />
hecho que en general atribuye<br />
a una tardanza en el crecimiento de sus<br />
genitales. Pero en algún momento ocurre<br />
que ya no puede sostener su afirmación<br />
de poseer un pene; la explicación<br />
que se ha dado (y que ha defendido con<br />
ahínco) de que es pequeño pero pronto<br />
crecerá, se muestra endeble.<br />
Entendiendo que estos procesos son<br />
inconscientes, en esta fase del proceso<br />
se desarrolla un sentimiento de inferioridad,<br />
que Freud llama de una manera<br />
muy particular, la cual ocasiona descalificativos<br />
y sentencias por parte de grupos<br />
feministas y feministoides; se refiere<br />
a la penisneid: la envidia del pene. Como<br />
3 Devenir de la mujer es una expresión de Serge André,<br />
que menciona: “si no hay un sexo femenino enunciable<br />
como tal, la feminidad no puede concebirse como un<br />
ser sino como un devenir” (el subrayado es del autor).<br />
Cf. André, S. 1995, ¿Qué quiere una mujer?, Siglo XXI,<br />
E 044 Invierno 2005 / 2006<br />
podremos apreciar, esta envidia tiene un<br />
lugar central en el devenir 3 de la sexualidad<br />
femenina. El sentimiento de perjuicio<br />
que conlleva la envidia del pene puede<br />
ser débil y remitir rápidamente, pero<br />
también puede intensificarse, llegando a<br />
sobrepasar los límites propios de la situación.<br />
Entonces, la niñita puede llegar a<br />
desear ser hombre, de modo que, como<br />
señala Freud: “En este lugar se bifurca el<br />
llamado complejo de masculinidad de la<br />
mujer, que eventualmente, si no logra<br />
superarlo pronto, puede deparar grandes<br />
dificultades al prefigurado desarrollo<br />
hacia la feminidad. La esperanza de recibir<br />
alguna vez, a pesar de todo, un pene,<br />
igualándose así al varón, puede conservarse<br />
hasta épocas inverosímilmente tardías<br />
y convertirse en motivo de extrañas<br />
acciones, de otro modo incomprensible.<br />
O bien sobreviene el proceso que me<br />
gustaría designar desmentida, que en la<br />
vida anímica infantil no es raro ni muy<br />
peligroso, pero que en el adulto llevaría<br />
a una psicosis”. [En su extremo] “la niñita<br />
se rehúsa a aceptar el hecho de su castración,<br />
se afirma y acaricia la convicción<br />
de que empero posee un pene, y se ve<br />
compelida a comportarse en lo sucesivo<br />
como si fuera un varón”. 4<br />
Por lo tanto, siguiendo esto, resulta<br />
ser fundamental la renuncia de la niña<br />
a los placeres obtenidos de su pequeño<br />
pene para la aparición de la feminidad.<br />
Freud considera esta remoción, más el<br />
sentimiento de haber sido perjudicada,<br />
como fundamentales para que en un segundo<br />
momento, sea inaugurada la vagina<br />
como zona erógena. Así, es posible<br />
México, 2002. p. 65.<br />
4 Sigmund Freud 1925, “Algunas consecuencias psíquicas<br />
de la diferencia anatómica entre los sexos”,<br />
en Obras completas, Amorrortu. Bs. As., Tomo XIX. pp.<br />
271-272.
decir que la vagina es el final del recorrido<br />
de investiduras que se iniciaron con<br />
la zona erógena de la boca, siguieron con<br />
el ano y el clítoris, para finalmente establecer<br />
a la vagina como zona erógena<br />
rectora, proceso que no puede ser sino<br />
una verdadera conquista.<br />
En condiciones favorables, a decir<br />
de Freud, la niña reprime el complejo de<br />
masculinidad y sucumbe a la envidia del<br />
pene, para llegar a la feminidad acabada.<br />
Freud observa que en esta conjunción de<br />
envidia del pene-aparición de la vaginaremisión<br />
del complejo de masculinidad,<br />
existen tres posibles consecuencias psíquicas,<br />
o posiciones que la niña podría<br />
adoptar. La primera es la explicación de<br />
esta “afrenta a su narcisismo” como un<br />
castigo personal. La segunda posición<br />
posible es responsabilizar a su madre por<br />
no haberla dotado de un pene o haberla<br />
dotado insuficientemente. Y la última,<br />
que tras el descubrimiento de la inferioridad<br />
del clítoris, la niña renuncie tenazmente<br />
a la práctica sexual (onanista), en<br />
cualquier circunstancia.<br />
Este enfrentamiento de la realidad<br />
anatómica, es decir, con la castración,<br />
imprime marcas que matizará diferente<br />
para los sexos la constelación edípica.<br />
Considerando así al complejo de castración<br />
como un punto fundamental en la<br />
salida y sepultamiento del complejo de<br />
Edipo, marcando distancia con la estrcuturación<br />
de la diferencia sexual, podemos<br />
entender que la castración como<br />
fantasma simbólico es una realidad para<br />
la niña: “[...] la niñita acepta la castración<br />
como un hecho consumado, mientras<br />
5 S. Freud (1924), “El sepultamiento del complejo de<br />
Edipo”, en Obras completas, Amorrortu. Bs. As., Tomo<br />
PALIMPSESTO<br />
que el varoncito tiene miedo a la posibilidad<br />
de su consumación”. 5<br />
En el trabajo del maestro vienés<br />
donde desarrolla expresamente sus<br />
ideas sobre las consecuencias psíquicas<br />
de la diferencia anatómica de los sexos,<br />
plantea que en la niña se da una especie<br />
de complejo de Edipo en negativo con<br />
respecto al varón, que gobernaría su<br />
prehistoria edípica, a través de la castración<br />
como hecho (psíquico) consumado:<br />
“De esta manera, el conocimiento de la<br />
diferencia anatómica entre los sexos esfuerza<br />
a la niña pequeña a apartarse de la<br />
masculinidad y del onanismo masculino,<br />
y a encaminarse por nuevas vías que llevan<br />
al despliegue de la feminidad.” 6<br />
Como se aprecia, el aspecto genital<br />
aporta a la niña una realidad a la cual es<br />
necesario que ella otorgue un estatuto<br />
psíquico. Lo que está en juego son las zonas<br />
erógenas y por tanto, la fuente desde<br />
donde se ubicará y apuntalará preferentemente<br />
la pulsión.<br />
Así, es posible destacar que en el<br />
Edipo, como lugar de establecimiento<br />
del punto de anclaje del desarrollo psicosexual<br />
del que Freud nos habla, se enlaza<br />
la vivencia del cuerpo y la falta, la castración.<br />
Que la castración sea “real” en la<br />
niña, que haya operado en su cuerpo, es<br />
para Freud un obstáculo, pues se inscribe<br />
como una dificultad en el advenimiento<br />
de la feminidad que implica reconocer las<br />
propiedades de lo femenino, simbolizado<br />
por la vagina como genital. Ahora bien,<br />
si suponemos como Freud, que la mujer<br />
debe elegir un hombre como objeto y<br />
gozar a través del coito vaginal, aparece<br />
xix, pp. 185-186.<br />
6 Ibid., p. 274.<br />
Invierno 2005 / 2006 045 E
PALIMPSESTO<br />
una segunda dificultad: el objeto. Lo que<br />
obliga a una nueva vuelta.<br />
Veamos: el primer objeto de amor<br />
en la niña, como ya se dijo, es la madre.<br />
Esto quiere decir que la niña expresa todas<br />
sus pulsiones pregenitales hacia ella<br />
con exclusividad, mostrando exactamente<br />
las mismas curiosidades sexuales<br />
que el niño hacia su madre. Esta relación<br />
primaria de objeto, denominada según<br />
se ha mencionado como fase de la ligazón-madre,<br />
tiene una gran importancia<br />
para el desarrollo de la mujer.<br />
Si algo resulta interesante de esta<br />
dinámica amorosa hacia la madre en la<br />
mujer, es la manera en que se ubica en<br />
la dialéctica de la relación de objeto, que<br />
parece mucho más patente que en el<br />
hombre, dado que la niña debe transitar<br />
desde la madre como objeto de amor a<br />
la madre como objeto de identificación.<br />
Esto no sucede en el hombre, pues la<br />
mujer será para él siempre (en términos<br />
teóricos, desde luego) un objeto representado<br />
por sus subrogados.<br />
Ahora bien, el recorrido por el<br />
Edipo en el caso de la niña, iniciado, a<br />
la inversa del niño, es decir, por la evidencia<br />
de la castración, deja una serie<br />
de cuestionamientos para dilucidar de<br />
qué manera la mujer ha de conseguir<br />
una vuelta hacia el objeto heterosexual,<br />
es decir, a ubicar al padre como objeto<br />
de amor, entendiendo que es ésta la mudanza<br />
que debe hacer para no quedar en<br />
un estadio previo de amor homosexual,<br />
cuestión que hace detenerse en los avatares<br />
para deshacerse de la ligazón-madre.<br />
La ligazón-madre es un momento del<br />
desarrollo psicosexual, y como tal, con<br />
diferentes consecuencias, está condenado<br />
E 046 Invierno 2005 / 2006<br />
a irse a pique. Hay varias particularidades<br />
de este vínculo que coadyuvan a extrañarse<br />
de la madre y abre paso al objeto<br />
padre. Freud nos apercibe algunas razones<br />
de desengaño. En su trabajo de 1931,<br />
“Sobre la sexualidad femenina”, señala:<br />
“[la madre] omitió dotar a la niñita con el<br />
único genital correcto, la nutrió de manera<br />
insuficiente, la forzó a compartir con<br />
otro el amor materno, no cumplió todas<br />
las expectativas de amor, y por último, incitó<br />
primero el quehacer sexual propio y<br />
luego lo prohibió”. Sin embargo, parece<br />
fácil dilucidar que la razón de fondo es la<br />
profunda ambivalencia e hiperintensidad<br />
del vínculo. Incluso en esta misma ocasión<br />
y más adelante, expresa que “[...] era preciso<br />
admitir la posibilidad de que cierto<br />
número de personas del sexo femenino<br />
permanecieran atascadas en la ligazónmadre<br />
originaria y nunca produjeran una<br />
vuelta cabal hacia el varón”. 7<br />
Entre las razones citadas, Freud<br />
antepone y destaca la envidia del pene<br />
como una de las más poderosas razones<br />
para que se ponga distancia con respecto<br />
a la ligazón madre: “al final de esta primera<br />
fase de la ligazón-madre emerge<br />
como el más intenso motivo de extrañamiento<br />
de la hija respecto de la madre<br />
el reproche de no haberla dotado de un<br />
genital correcto, vale decir, de haberla<br />
parido mujer”. A esto se viene a añadir<br />
de manera importante el descubrimiento<br />
de la castración materna, la caída de<br />
la madre fálica. Primero como falta anatómica,<br />
en el sentido que la madre es<br />
mujer y tampoco posee un pene. Luego,<br />
en el sentido que busca otros objetos de<br />
gratificación fuera de la hija. Así, dice<br />
Freud, “la muchacha al comienzo consi-<br />
7 S. Freud 1931, “Sobre la sexualidad femenina”, en Obras completas, Amorrortu, Bs. As., Tomo XXI. p. 235-236.
dera la castración como una desventura<br />
personal, sólo poco a poco la extiende a<br />
otras personas del sexo femenino y, por<br />
último, también a la madre”.<br />
La desilusión por la castración de la<br />
madre, además de la culpa de no haberle<br />
dado el sexo válido, ayudan a que el vínculo<br />
con la madre decaiga, abriendo la<br />
escena para que el padre vaya deviniendo<br />
como objeto de amor.<br />
La ligazón-madre imprimirá un sello<br />
en la vida amorosa, que se expresará<br />
también en el vínculo que se establezca<br />
con el padre. Si bien en cierta medida<br />
esta ligazón-madre se va al fundamento<br />
(inconsciente), como nos dice Freud, a<br />
la vez queda como telón de fondo de la<br />
ligazón-padre, y muy probablemente,<br />
de todas las siguientes investiduras de<br />
objeto. “Todo analista ha tomado conocimiento<br />
de mujeres que perseveran con<br />
particular intensidad y tenacidad en su<br />
ligazón-padre y en el deseo de tener un<br />
hijo de él, en que ésta culmina. Hay buenas<br />
razones para suponer que esta fantasía<br />
fue también la fuerza pulsional de su<br />
onanismo infantil, y uno fácilmente recibe<br />
la impresión de hallarse frente a un<br />
hecho elemental, no susceptible de ulterior<br />
resolución, de la vida sexual infantil.<br />
Pero precisamente un análisis de estos<br />
8 S. Freud (1925), “Algunas consecuencias psíquicas<br />
de la diferencia anatómica entre los sexos”, en Obras<br />
PALIMPSESTO<br />
casos, llevado más a fondo, muestra algo<br />
diverso: que el complejo de Edipo tiene<br />
en ellos una larga prehistoria y es, por<br />
así decir, una formación secundaria.” 8<br />
Según Freud, en este camino que<br />
ha de recorrer la mujer para desasirse<br />
del dictamen materno que pesa sobre su<br />
sexualidad, puede contraer una neurosis.<br />
Sin embargo, es de fundamental importancia<br />
para la clínica entender, que aun<br />
cuando el vínculo se mantenga actualizado<br />
en una mujer adulta, en “todos los<br />
casos, las manifestaciones de la reacción<br />
neurótica no están determinadas por el<br />
vínculo presente con la madre actual, sino<br />
por los vínculos infantiles con la imagen<br />
materna del tiempo primordial”.<br />
Hasta aquí tenemos que para la<br />
mujer, desde Freud, que el padre pueda<br />
llegar a ocupar la posición de objeto<br />
de amor es un logro que implica nada<br />
menos que un desasimiento de la ligazón-madre.<br />
Esta transferencia se deja<br />
ver como una formación secundaria<br />
que re-edita el primer vínculo de amor.<br />
Vistas así las cosas, la conformación de<br />
la feminidad requiere el logro de dos tareas<br />
íntimamente relacionadas: que sea<br />
cambiada la zona erógena (del clítoris<br />
a la vagina) y modificado el objeto de<br />
amor (de la madre al padre)<br />
completas, Amorrortu, Bs. As., Tomo XIX, p. 270.<br />
EL PRIMER OBJETO DE AMOR EN LA NIÑA ES LA MADRE.<br />
ESTO QUIERE DECIR QUE LA NIÑA EXPRESA TODAS SUS<br />
PULSIONES PREGENITALES HACIA ELLA CON EXCLUSIVIDAD,<br />
MOSTRANDO EXACTAMENTE<br />
LAS MISMAS CURIOSIDADES SEXUALES<br />
QUE EL NIÑO HACIA SU MADRE.<br />
Invierno de 2005 / 2006 047 E
PALIMPSESTO<br />
HAY DOS FORMAS DE GOCE, ES DECIR, EXISTE UN GOCE<br />
PARTICULAR Y PROPIO DE LO FEMENINO, UN GOCE<br />
SUPLEMENTARIO, EL “GOCE OTRO”, QUE ESTARÍA MÁS ALLÁ<br />
DEL FALO Y QUE SE EXPRESA MARCADO POR EL ENIGMA.<br />
SU CARACTERÍSTICA ES SER INNOMBRABLE,<br />
PUES SI BIEN LAS MUJERES LO EXPERIMENTAN,<br />
NO PUEDEN DECIR NADA DE ÉL.<br />
LO QUE ES COMPRENSIBLE DESDE EL HECHO<br />
DE QUE EL FALO ES EL SIGNIFICANTE DE LA<br />
DIFERENCIA SEXUAL:<br />
¿CÓMO HABLAR DE ALGO SEXUAL<br />
FUERA DE SU REGISTRO?<br />
Sabemos que para que la niña realice<br />
un paso tan relevante durante la etapa de<br />
latencia, como resignar el clítoris en su<br />
calidad de órgano de placer, es necesario<br />
que opere el mecanismo de la represión.<br />
Como hemos visto, en la niña el complejo<br />
de Edipo es una formación secundaria.<br />
La ligazón-madre y las repercusiones del<br />
complejo de castración le preceden y lo<br />
preparan. Esto trae como consecuencia,<br />
en cuanto al nexo entre complejo de<br />
Edipo y complejo de castración, que se<br />
establezca una oposición fundamental<br />
entre los dos sexos. Freud lo señala así:<br />
“Mientras que el complejo de Edipo del<br />
varón se va al fundamento debido al complejo<br />
de castración, el de la niña es posibilitado<br />
e introducido por este último.” 9<br />
9 Ibid., p. 275.<br />
10 El concepto Penisneid es la expresión en alemán de la<br />
“envidia del pene” (penis: pene; neid: envidia).<br />
Se le ha defi nido como un elemento constitutivo de la<br />
E 048 Invierno 2005 / 2006<br />
Es en estas coordenadas que el complejo<br />
de Edipo posibilita a la niña superar<br />
la hostilidad hacia su madre y, además,<br />
darle un significado a la envidia del pene<br />
(penisneid) 10 que vaya más allá del perjuicio.<br />
En cuanto a la hostilidad, parece<br />
evidente que proviene de dos momentos<br />
diferentes, probablemente relacionados.<br />
Uno, preedípico, que versa sobre la responsabilidad<br />
materna en la castración y,<br />
el otro, edípico, en que la hostilidad se<br />
dirige hacia la madre en tanto rival respecto<br />
del amor del padre.<br />
A través del objeto padre, enseña<br />
Freud en el texto que seguimos sobre “Las<br />
consecuencias psíquicas de la diferencia<br />
anatómica de los sexos”: “La muchacha<br />
se desliza —a lo largo de una ecuación<br />
sexualidad femenina; se puede presentar en formas diversas<br />
representadas por el deseo inconsciente de poseer<br />
un pene, lo mismo que el deseo de gozar del pene en el<br />
coito, o, por sustitución, el deseo de tener un hijo.
Claudius-D. Detalle.<br />
PALIMPSESTO<br />
Invierno 2005 / 2006 049 E
PALIMPSESTO<br />
simbólica, diríamos— del pene al hijo; su<br />
complejo de Edipo culmina en el deseo,<br />
alimentado por mucho tiempo, de recibir<br />
como regalo un hijo del padre, parirle un<br />
hijo.” Como se puede apreciar, el deseo<br />
de hijo se inserta gracias a una relación<br />
particular respecto de la castración, conformando<br />
lo que Freud nos señala como<br />
una feminidad acabada. Podemos advertir<br />
que se establece una elección de objeto<br />
heterosexual: “y entonces, siguiendo<br />
una antigua equivalencia simbólica, el<br />
hijo aparece en lugar del pene, así, el antiguo<br />
deseo masculino de poseer el pene<br />
sigue trasluciéndose a través de la feminidad<br />
consumada. Pero quizá debiéramos<br />
ver en este deseo del pene, más bien, un<br />
deseo femenino por excelencia. Con la<br />
transferencia del deseo hijo-pene al padre,<br />
la niña ha ingresado en la situación<br />
del complejo de Edipo”.<br />
Y más adelante nos apercibe de<br />
manera reiterativa sobre las dolorosas<br />
desilusiones con la que está marcada esta<br />
transferencia de mociones amorosas.<br />
En apretada síntesis, podría decirse<br />
que la escena edípica, en Freud, es una<br />
escena triangular, y por lo tanto implica<br />
un llamado a establecer una posición, que<br />
puede ser sintetizada en la ubicación, en<br />
una cierta identificación y una elección<br />
de objeto. Este llamado puede ser resuelto<br />
a través de distintas vías que a su vez<br />
matizarán la subjetividad y proporcionan<br />
la ubicación en una vertiente femenina<br />
o masculina. Freud propone que existen<br />
tres vías como posibles ubicaciones<br />
de la mujer en relación con la pregunta<br />
edípica: “La primera lleva al universal<br />
extrañamiento de la sexualidad […], la<br />
segunda línea, en porfiada autoafirma-<br />
11 S. André 1995, ¿Qué quiere una mujer?, Siglo XXI, México, 2002, p. 65.<br />
E 050 Invierno 2005 / 2006<br />
ción retiene la masculinidad amenazada.<br />
También este ‘complejo de masculinidad’<br />
de la mujer puede terminar en una<br />
elección de objeto homosexual manifiesta.<br />
[…] Sólo un tercer desarrollo,<br />
que implica sin duda rodeos, desemboca<br />
en la final configuración femenina que<br />
toma al padre como objeto y así halla la<br />
forma femenina del complejo de Edipo.”<br />
Las posiciones nos llevarían a pensar la<br />
salida primero por el desinterés por lo<br />
sexual, la segunda vía quedaría ilustrada<br />
en la homosexualidad, que desde luego<br />
va más allá de los factores conductuales.<br />
Por último, la tercera vía le colocaría en<br />
el plano de la maternidad.<br />
La solución por el hijo es la salida<br />
que Freud establece para el enigma de<br />
la constitución psíquica de la mujer es<br />
decir, el maestro vienés ubica en la maternidad<br />
la solución a la psicosexualidad<br />
femenina.<br />
Intentaremos a continuación dar<br />
cuenta de lo que el psicoanálisis lacaniano<br />
pone en juego respecto a la estructuración<br />
psíquica y el logro de la<br />
feminidad. Podemos señalar, aunque sea<br />
a manera de nota al calce, en tanto que<br />
su abordaje requiere de una elaboración<br />
mayor, que, como señala Serge André, en<br />
Freud se suceden dos vías para abordar<br />
la pregunta por la feminidad: “la primera<br />
es la de un innombrable, es decir, un<br />
real que hace un agujero en la palabra;<br />
la segunda, por el contrario, se apoya<br />
sobre lo nombrado: la primacía del falo<br />
que nombra la falta en la castración. 11<br />
Como es posible ver, en la primera parte<br />
de este ejercicio didáctico, desde Freud<br />
seguimos preferentemente esta última<br />
vía, y en lo que sigue podremos apreciar
cómo Lacan da cabida a la primera, el<br />
camino por el goce innombrable.<br />
II<br />
Tomando como punto de partida el<br />
modelo de pensamiento planteado por<br />
Freud, el psicoanalista francés Jacques<br />
Lacan toma los postulados básicos del<br />
psicoanálisis en relación con la conformación<br />
del aparato psíquico. En este sentido,<br />
considera también que la estructuración<br />
psíquica es moldeada fundamentalmente<br />
en la infancia y que está determinada por<br />
el paso que el sujeto realiza por el momento<br />
preedípico y por el complejo de<br />
Edipo y su salida, posibilitando una identificación,<br />
una elección de objeto y una<br />
cierta regulación del deseo.<br />
En este apartado se ensayará un recorrido<br />
—que dista mucho de ser exhaustivo—<br />
por las aportaciones de Lacan<br />
que nos permitan ver cómo se llega al<br />
complejo de Edipo, a una identificación,<br />
a una elección de objeto, al registro simbólico<br />
y la regulación del deseo, como<br />
elementos básicos de la experiencia humana,<br />
y en particular en la constitución<br />
psíquica de lo femenino.<br />
Desde lo preedípico podemos advertir<br />
que Lacan sigue a Freud —no podría<br />
ser de otra manera—, al considerar<br />
que el primer objeto de amor que marca<br />
el proceso de la estructuración psíquica<br />
del niño es la madre. Lacan, sin embargo,<br />
precisa que entiende esta primera<br />
vinculación entre madre e hijo como una<br />
relación fundamentalmente imaginaria,<br />
lo que hace referencia a que en esta relación<br />
el niño vive la ilusión de totalidad,<br />
de síntesis y de semejanza con la madre.<br />
La madre en este momento no es para el<br />
niño completamente un semejante, sino<br />
PALIMPSESTO<br />
Otro; dado que lo único existente para<br />
el niño es el mundo materno, ella representa<br />
su contacto con lo humano, la cultura,<br />
lo simbólico, etc. La madre es todo<br />
lo Otro y aquello que el niño encuentre<br />
en su incipiente mundo será concebido<br />
según la imagen materna. Puestas así<br />
las cosas, la función materna es desde el<br />
comienzo simbólica, aun cuando la relación<br />
con ella sea imaginaria.<br />
La marca que deja en la psiquis este<br />
vínculo con la madre es de tal relevancia<br />
que resulta obligado detenerse en<br />
este momento fundamental. Desde las<br />
observaciones del psicoanálisis se sabe<br />
que los intercambios en esta relación<br />
parten de ciertas expresiones primarias,<br />
muy “primitivas”, inclusive vitales en el<br />
sentido de lo biológico. Partiendo de la<br />
prematuración con que nace el cachorro<br />
humano, como es de esperar, lo primero<br />
que se juega es la supervivencia, puesto<br />
que la indefensión bastante prolongada<br />
del recién nacido hace que su posibilidad<br />
de vivir dependa en gran medida de<br />
los cuidados de Otro, representado por<br />
la madre. Sin embargo, esta relación se<br />
aleja, como ya sabemos desde Freud, de<br />
lo puramente primitivo. Principalmente<br />
por el hecho de que la madre arma y representa<br />
un mundo de relación hacia su<br />
hijo que va más allá de la satisfacción de<br />
necesidades biológicas, y a su vez, el niño<br />
algo más reclama que la madre intenta<br />
colmar. Lo que nos va a proponer Lacan,<br />
es que la necesidad de cualquier índole<br />
que se le presente al niño puede ser satisfecha<br />
por la madre, pero aquello que<br />
se espera apunta más allá y se constituye<br />
en una demanda de amor incondicional<br />
que resulta insaciable, sobrepasando la<br />
voluntad materna; tan sólo por el hecho<br />
muy simple de que la madre puede<br />
Invierno 2005 / 2006 051 E
PALIMPSESTO<br />
estar y en otros momentos no estar. De<br />
esta manera, la estructura de esta relación<br />
imaginaria comienza a mostrar una<br />
cierta inadecuación estructural: lo que<br />
el niño reclama por sobre sus necesidades,<br />
no puede ser satisfecho con ningún<br />
objeto o demostración amorosa. Es esto<br />
lo que Lacan refiere como el salto que<br />
el ser humano hace desde la necesidad a<br />
la demanda, pues lo que el niño demanda<br />
tiene relación con la necesidad y a la<br />
vez con algo más que bien podría leerse<br />
como llamado al deseo materno. Lo que<br />
nos dice la demanda es que se ha abierto<br />
un espacio en la medida en que hay algo<br />
que la madre no da, hay una falta que<br />
marca la primera separación entre madre<br />
e hijo. Esta falta primaria, que Lacan<br />
designa como frustración, inaugura todos<br />
los tipos de vacío que el ser humano<br />
pueda experimentar, todos los tipos de<br />
falta de objeto. Esta falta se incorporará<br />
al psiquismo humano primero imaginariamente,<br />
y se pondrá en acto cada vez<br />
que el niño se enfrente a la ausencia materna,<br />
cuando la madre no pueda descifrar<br />
su llanto, cuando no esté disponible<br />
en cada momento. El niño vivirá la frustración<br />
como un daño imaginario.<br />
Es en virtud de esta inadecuación<br />
estructural que propicia una falta y sus<br />
incidencias sobre el desarrollo psíquico<br />
del niño, que puede abrirse paso al<br />
deseo; en la medida en que la madre<br />
“hace falta”, puede inaugurarse la aspiración<br />
de un espacio más allá de ella. Esta<br />
connotación de la falta, dice Lacan, no<br />
es negativa, sino el propio motor de la<br />
relación del sujeto con el mundo.<br />
12 Al respecto del uso del signifi cante Falo, Lacan aclara<br />
ciertas distinciones que ya estaban implícitas en la<br />
obra de Freud; así, suele reservar el término “pene”<br />
E 052 Invierno 2005 / 2006<br />
Esta escena configura el primer<br />
tiempo de la subjetividad y los primeros<br />
esbozos del orden simbólico. Es el principio<br />
del proceso que habrá de llevar al<br />
complejo de Edipo. Lacan enseña que la<br />
dialéctica de la frustración constituye su<br />
terreno preparatorio, su base y su fundamento,<br />
ubicándose como crucial en el<br />
desarrollo psíquico del niño. Sin embargo,<br />
este momento con todo lo que tiene<br />
de fundamental, es por sí solo insuficiente<br />
para entender la entrada del niño a<br />
la problemática edípica propiamente, y<br />
mucho menos, su salida. Pero sí es fundamental<br />
al permitir una apertura hacia<br />
otros espacios, alejando al niño de quedar<br />
a merced de su primer objeto de amor;<br />
es decir, de quedar totalmente cautivado<br />
y cautivo por el deseo de su madre.<br />
La primera separación entre madre<br />
e hijo, va configurando la posibilidad de<br />
que el niño comience a ser un otro sobre<br />
la ruptura de la ilusión de completud;<br />
así, en sus inconsistencias, al sacar al niño<br />
de la posición únicamente de objeto de<br />
la madre, se establece un espacio entre la<br />
madre y el niño, llamando a ser llenado,<br />
a modo de intercambio. Esto intercambiado<br />
entre ellos es lo que conocemos<br />
con el nombre de falo, 12 presentado en<br />
esta relación como un objeto imaginario.<br />
El falo aparece en este espacio entre,<br />
se nos revela en su intercambio, siempre<br />
está más allá de toda relación, es lo que<br />
se juega en la relación.<br />
El falo es, entonces, la noción que<br />
denota los objetos de intercambio entre<br />
madre y niño. Al existir entre ellos algo<br />
que trasciende su relación directa, el<br />
para el órgano biológico, y “falo” para las funciones<br />
imaginaria y simbólica de ese órgano.
intercambio fálico muestra en el niño la<br />
existencia de un cierto espacio subjetivo.<br />
Cuando ocurre la aparición de este espacio<br />
en que el falo como objeto imaginario<br />
se pone en juego entre la madre y el niño,<br />
estamos frente a un movimiento lógico y<br />
psíquico: el paso de la díada a la tríada.<br />
Como podemos ver, hasta aquí, en el<br />
tránsito que conducirá a la constitución<br />
subjetiva, tenemos tres términos: la función<br />
materna, el niño ya no como organismo<br />
sino como demandante, y el falo<br />
como objeto de intercambio. Esta escena<br />
es lo que Lacan delimita como el primer<br />
momento del Edipo. El niño está capturado<br />
en el mundo del deseo y de él ha<br />
de valerse en su relación con la madre. El<br />
falo se ubica entre el niño y la madre, él<br />
desea que la madre lo desee, lo que Lacan<br />
ha designado como “deseo de deseo”.<br />
En este momento se va desplegando<br />
todo un mundo de relaciones; un mundo<br />
que, sin embargo, funciona con la dialéctica<br />
imaginaria del “o bien o bien”,<br />
en tanto sólo existen dos posibilidades:<br />
la madre está o no está, el falo lo tiene<br />
ella o el niño.<br />
Si las posibilidades en torno a la presencia-ausencia<br />
eran que la madre tuviera<br />
el falo o que el falo lo tuviera el niño,<br />
lo que tenemos aquí es la imagen de la<br />
madre como madre fálica. Sin embargo,<br />
esta imagen no se sostiene, puesto que<br />
en algún momento el niño comienza a<br />
advertir que la madre no tiene el falo<br />
sino que lo desea precisamente porque<br />
ella tampoco lo tiene. Cuando el niño<br />
descubre que la madre es deseante, que<br />
desea más allá de él, cae la madre fálica,<br />
y aparece el fantasma de la penisneid de la<br />
cual ya conocemos la referencia freudiana,<br />
que muestra a una madre carente y<br />
privada de algo que busca fuera.<br />
PALIMPSESTO<br />
Sólo es ante la carencia de la madre<br />
que se abre la posibilidad de que el niño<br />
se ponga en la posición de falo materno.<br />
Mientras el deseo del niño sea ser deseado<br />
por la madre, podrá servirse del falo<br />
como vestimenta para atrapar el deseo<br />
materno, lo que Lacan designa como el<br />
juego del señuelo. En él, señala en el seminario<br />
IV, sobre La relación de objeto, el<br />
niño supone un deseo en la madre: “Lo<br />
que se trata de satisfacer es un deseo en<br />
segundo grado y como es un deseo que<br />
no puede ser satisfecho, sólo se le puede<br />
engañar”; en el intento de satisfacerla,<br />
jugando a hacer de él mismo un objeto<br />
de amor perfecto, a llenar esa falta, ese<br />
espacio que se abre entre ambos y a esta<br />
madre deseante. La posición que el niño<br />
toma para la madre es la de “sustituto,<br />
como compensación, en suma, en una<br />
referencia, sea cual sea, a lo que le falta<br />
esencialmente a la mujer [el falo]”. Con<br />
el juego del señuelo estamos aún en un<br />
terreno mayoritariamente imaginario. Si<br />
bien la introducción en lo imaginario es<br />
fundamental, la dialéctica con la madre<br />
no es suficiente, los términos que esta<br />
relación introduce no son suficientes<br />
por sí mismos. En este sentido, Lacan<br />
nos enseña que no se puede construir<br />
todo el sistema de relaciones del significante<br />
en toda su amplitud con base en el<br />
hecho de que algo a lo que se ama está o<br />
no está. No podemos conformarnos con<br />
dos términos, se necesitan más.<br />
El niño vive y padece esta discordancia,<br />
en ocasiones de manera angustiante<br />
en extremo, que lo lleva necesariamente<br />
a la duda de si podrá o no llenar esa<br />
imagen fálica que la madre pide. En este<br />
sentido, y es importante resaltarlo, será<br />
para el sujeto decisivo que “[...] a la madre<br />
le falta ese falo, que ella misma es<br />
Invierno 2005 / 2006 053 E
PALIMPSESTO<br />
deseante, no sólo de algo distinto de él,<br />
sino simplemente deseante; es decir, que<br />
algo hace mella en su potencia”. 13 En este<br />
sentido y trascendencia es que se destaca<br />
la caída del fantasma tan destacado por<br />
el psicoanálisis de la madre fálica, fantasma<br />
que cae debido a la inadecuación de<br />
la dialéctica de la frustración, y entonces<br />
comienza a esbozarse otro registro de la<br />
falta. Lacan lo plantea de manera relevante<br />
en el mismo seminario sobre la relación<br />
de objeto, muchas páginas adelante:<br />
“Al principio [el niño] se encuentra<br />
capturado en la relación tramposa en la<br />
que de entrada se desarrolla el juego del<br />
falo. Con esto es suficiente para que su<br />
madre y él mantengan un movimiento<br />
progresivo cuyo sentido, su perspectiva<br />
es la identificación perfecta con el objeto<br />
del amor materno. Entonces aparece un<br />
elemento nuevo”. 14<br />
Y ante esto se abre la cuestión fundamental<br />
de si tres términos son suficientes<br />
para la estructuración psíquica.<br />
Al respecto Lacan plantea en este mismo<br />
lugar que el Edipo, desde luego, nos da<br />
tres, pero sin duda implica un cuarto<br />
término, porque el niño ha de franquear<br />
el Edipo. Por lo tanto, aquí ha de intervenir<br />
alguien, y éste es el padre.<br />
Esta intervención de la ley paterna,<br />
en principio por el discurso de la madre,<br />
marca el segundo momento del Edipo<br />
con la instalación de la prohibición del<br />
incesto, estableciendo otro paso más<br />
y contundente en la distancia entre el<br />
niño y la madre. Esta prohibición marca<br />
posiciones para ambos, como navaja de<br />
13 J. Lacan (1956), Seminario IV, La relación de objeto.<br />
IV La dialéctica de la frustración, Paidós, Barcelona,<br />
1994, p. 73.<br />
14 J. Lacan (1956), Ibid., en XVII El signifi cante y el chis-<br />
E 054 Invierno 2005 / 2006<br />
doble filo que impone para el infante el<br />
desalojo definitivo de la posición ideal de<br />
falo materno y la privación de su objeto<br />
de deseo. Para la madre significa sacar al<br />
niño de la posición de falo, denotando<br />
que ahí no saciará sus deseos ni sus anhelos<br />
reivindicativos.<br />
La función paterna se instala a partir<br />
de la decepción fundamental del niño,<br />
ya que él habrá de reconocer que no es<br />
el objeto único de la madre, además,<br />
desde luego, que a la madre le interesa,<br />
de forma más o menos acentuada según<br />
los casos, el falo, que se ubica fuera de<br />
la relación madre-hijo. Quien ejerce esta<br />
función de corte, de sanción, es el padre<br />
simbólico. 15<br />
Este padre simbólico es lo que<br />
Lacan ha designado como significante<br />
del Nombre-del-Padre, que habrá de ser<br />
entendido, como enseña el psicoanalista<br />
francés, como el significante fundamental<br />
que permite que la significación<br />
proceda normalmente, lo cual significa<br />
la prohibición edípica, el “no” del tabú<br />
del incesto.<br />
Este momento fundamental cambia<br />
la posición de la madre para el niño:<br />
ella deja de ser un objeto en tanto imagen,<br />
el Otro que siempre estuvo fuera;<br />
ahora desde el punto de vista del niño<br />
re-establece su lugar, siendo de aquí en<br />
adelante la madre para su hijo un otro,<br />
un semejante. El cambio en la relación<br />
con la madre, tiene un correlato en el<br />
cambio en el estatuto del objeto. Los<br />
objetos de intercambio entre la madre y<br />
el niño paulatinamente pasan de ser ob-<br />
te; p. 300.<br />
15 Es necesario señalar que en el Edipo, para Lacan,<br />
interviene el padre en sus tres registros: simbólico,<br />
imaginario y real.
jetos imaginarios a ostentar la cualidad<br />
de “dones”. La madre que ha caído de la<br />
posición de completud, es ahora alguien<br />
que tiene la posibilidad de dar o negar<br />
objetos con el signo del amor. Que el<br />
don pueda ser negado, es lo que a su vez<br />
posibilita y denota su entrega como símbolo<br />
de amor, pues como señala Lacan:<br />
“No hay don que no esté constituido por<br />
el acto que previamente lo había anulado<br />
o revocado. Sobre este fondo, como<br />
signo de amor, primero anulado para reaparecer<br />
luego como pura presencia, el<br />
don se da o no se da al llamar.” Los objetos,<br />
ahora más que tener un valor por lo<br />
que pudieran ser, pasan a tener valor por<br />
lo que significan, en tanto simbolizan el<br />
amor materno.<br />
Dicho de manera más sencilla, el<br />
paso desde una estructura diádica a una<br />
tríada en que el falo ocupa el tercer lugar,<br />
y luego la entrada del padre simbólico,<br />
es una elaboración psíquica propia<br />
del ser humano. Hecho que marca de<br />
manera significativa el tránsito sinuoso<br />
entre lo preedípico y lo edípico.<br />
PALIMPSESTO<br />
Con la entrada del padre a la escena,<br />
ya tenemos los términos necesarios para<br />
pensar la resolución de la escena edípica,<br />
es decir para su salida, lo que se designa<br />
como tercer momento del Edipo. En<br />
este tiempo lógico ingresa el padre real<br />
(el padre encarnado), y de su función se<br />
espera que lo que el padre ha prometido<br />
lo mantenga y para hacerlo es preciso que<br />
dé una prueba de que lo tiene (el falo).<br />
De esta manera podemos ver que<br />
el padre real, reafirmando al padre simbólico,<br />
sostiene la posición de poseedor<br />
del falo, esto quiere decir, que se incluye<br />
como quien lo usa y por eso es preferido<br />
por la madre. De esta manera, el<br />
padre otorga respuesta a la pregunta por<br />
el deseo materno. La problemática del<br />
segundo momento era “ser o no ser”;<br />
pues bien, ahora se trata de tener o no<br />
tener (el falo).<br />
Sin embargo, para que sea posible<br />
desembocar en todo lo anterior, es necesario<br />
que el padre real tome una posición<br />
y función particular: la de agente de la<br />
castración. Función que, según establece<br />
EL FALO ES LA NOCIÓN QUE DENOTA LOS OBJETOS<br />
DE INTERCAMBIO ENTRE MADRE Y NIÑO. AL EXISTIR ENTRE<br />
ELLOS ALGO QUE TRASCIENDE SU RELACIÓN DIRECTA,<br />
EL INTERCAMBIO FÁLICO MUESTRA EN EL NIÑO<br />
LA EXISTENCIA DE UN CIERTO ESPACIO SUBJETIVO.<br />
CUANDO OCURRE LA APARICIÓN DE ESTE<br />
ESPACIO EN QUE EL FALO COMO OBJETO<br />
IMAGINARIO SE PONE EN JUEGO ENTRE<br />
LA MADRE Y EL NIÑO, ESTAMOS FRENTE A<br />
UN MOVIMIENTO LÓGICO Y PSÍQUICO:<br />
EL PASO DE LA DÍADA A LA TRÍADA.<br />
Invierno 2005 / 2006 055 E
PALIMPSESTO<br />
Lacan, “[...] traslada al plano puramente<br />
imaginario todo lo que está en juego en<br />
relación al falo. Precisamente por este<br />
motivo conviene que el pene real quede<br />
al margen. La intervención del padre introduce<br />
aquí el orden simbólico [...] El<br />
orden simbólico interviene precisamente<br />
en el plano imaginario. La castración<br />
afecta al falo imaginario [...]”. 16<br />
Es a través de la amenaza de castración<br />
que el padre da pruebas de su atribución<br />
fálica, introduciendo un re-ordenamiento<br />
de las posiciones que ya habían<br />
sido reguladas con la prohibición del incesto,<br />
de manera que el estatuto de la falta<br />
se traslada, desde el más allá de la madre<br />
y el niño, hacia el registro simbólico. Este<br />
nuevo estatuto de la falta será vivido como<br />
una deuda simbólica que funciona de manera<br />
diferenciada para niños y niñas.<br />
En esta postura Lacan se va a distanciar<br />
nuevamente, al establecer que la<br />
primera diferencia en como opera la castración<br />
es su posición de entrada o salida<br />
en el complejo de Edipo. La niña entra a la<br />
escena edípica con una relación directa a<br />
la castración, con una puesta en evidencia,<br />
en la medida en que no tiene el falo simbólicamente;<br />
mientras que el niño sale, o<br />
puede salir, en tanto cae presa de la amenaza<br />
de castración. El padre puede privar<br />
en la medida en que lo tiene; pero que lo<br />
tenga, no significa necesariamente que lo<br />
haya tenido siempre, lo que lleva al niño a<br />
pensar que alguien le donó al padre el falo<br />
que hoy detenta y algún día le será donado.<br />
En palabras de Lacan podemos leer, él<br />
al referirse al Edipo en el seminario que<br />
seguimos, que el niño, en tanto que en<br />
la experiencia edípica esencial es privado<br />
16 J. Lacan 1956, Op. cit., p. 229.<br />
E 056 Invierno 2005 / 2006<br />
del objeto por quien lo tiene y sabe que<br />
lo tiene, puede concebir que ese mismo<br />
objeto simbólico le será dado algún día.<br />
Tanto en el caso del niño como en el de<br />
la niña, el padre hace una promesa, que<br />
si bien es distinta para cada uno, para ambos<br />
significa depositar una cierta fe en la<br />
inscripción de la ley. Este momento podría<br />
expresarse como: no soy, no tengo,<br />
entonces qué hacer para tener.<br />
De manera muy general, podría<br />
señalarse que para el niño, la promesa<br />
inconsciente es la de algún día ser el<br />
padre, es decir, quien tenga el falo. Así,<br />
puede identificarse al padre y acceder a<br />
la promesa de que algún día lo detentará,<br />
con el costo de renunciar a la madre<br />
como objeto de amor. Para la niña, por<br />
otro lado y también a nivel inconsciente,<br />
la promesa girará en torno a tener un<br />
hijo del padre, con lo que obtendrá el<br />
falo. De modo que la elección de objeto<br />
consumada conlleva la renuncia al padre<br />
como objeto de amor y la búsqueda del<br />
falo en otros objetos. Para ello, se servirá<br />
de la identificación con la madre, en<br />
tanto la madre ya ha encontrado a quien<br />
dirigirse en la búsqueda.<br />
En el complejo recorrido planteado,<br />
para hablar de la constitución psíquica<br />
de la feminidad, es todavía muy general.<br />
Es por esta razón que vale detenerse en<br />
las particularidades de la salida del complejo<br />
de Edipo en la mujer para desde<br />
ahí describir de manera genérica algunas<br />
de sus consecuencias.<br />
III<br />
Como se ha visto, el recorrido por los<br />
tiempos del Edipo está plagado de di-
ficultades y por tanto resulta complejo<br />
generalizar respecto a las especificidades<br />
de la salida por lo femenino. Sin embargo,<br />
con ciertas limitaciones, es posible<br />
marcar ciertas particularidades, sus elaboraciones<br />
psíquicas y las resonancias<br />
sociales que sobre ellas se imprimen.<br />
Estas condiciones ubican a la niña y luego,<br />
a la mujer, frente a desafíos psíquicos<br />
que parecen serle propios.<br />
Lacan sigue a Freud en lo fundamental<br />
del desarrollo psíquico; de este<br />
modo, la mujer significa su realidad anatómica<br />
como una falta, un no tener. Se<br />
distingue esta experiencia de la del hombre<br />
en tanto la mujer vive su sexualidad<br />
como un estar desprovista de algo, que<br />
tiene un carácter o está en una categoría<br />
deseable. Es decir, la mujer integra primero<br />
la falta, la castración, y luego sus<br />
propiedades sexuales, que deben advenir,<br />
ser conquistadas.<br />
El enunciar la complejidad de la<br />
relación al falo en la mujer, no hace necesariamente<br />
referencia a una dificultad<br />
mayor en la entrada y salida de la escena<br />
edípica femenina. Esto es claro: en tanto<br />
la relación al falo en la mujer adquiere<br />
una complejidad bastante mayor, la llegada<br />
al padre en el complejo de Edipo<br />
de la mujer es mucho más simple. En<br />
la escena edípica de la mujer, se trata<br />
del deslizamiento de un falo que tiene<br />
situado en un imaginario más allá de la<br />
madre, de lo imaginario a lo real; movimiento<br />
que se da por el descubrimiento<br />
gradual de la insatisfacción de la madre<br />
en la relación con su hija. Insatisfacción<br />
que como vimos, no es sin consecuencias<br />
en el psiquismo de la niña, hecho que se<br />
expresa con un fuerte sentimiento de<br />
hostilidad y marcado por los reproches.<br />
Lacan expresa con una palabra el tono<br />
PALIMPSESTO<br />
de esta relación: devastación. Se trata de<br />
una relación que, a decir de Serge André,<br />
“posee todos los rasgos de una relación<br />
pasional cuyos partenaires no logran encontrar<br />
una salida sino en términos de<br />
ruptura”. 17 En este escenario real es en<br />
donde aparece el padre, y es lógico que<br />
la niña se prenda de él en su búsqueda<br />
falicizante. La respuesta paterna hacia la<br />
niña, está dada en la donación: un niño.<br />
Su búsqueda será el falo, donación<br />
que podrá hacerle el padre, en relación<br />
con la falta de órgano real que se ha simbolizado<br />
y se entiende como participación<br />
en un intercambio simbólico centrado en<br />
el pene. Por tanto, “la niña encuentra el<br />
pene real allí donde está, más allá, en<br />
aquel que puede darle un hijo, o sea -nos<br />
dice Freud-, en el padre. Por no tenerlo<br />
como pertenencia, incluso por haber renunciado<br />
a él netamente en este terreno,<br />
podrá tenerlo como don del padre”. Esta<br />
relación del niño al falo es la equivalencia<br />
simbólica a la que Freud se refiere, y que<br />
Lacan enfatiza. Como al buscarlo la niña<br />
renuncia a esta pertenencia (falo), que es<br />
del padre, la mujer se ubica en una dependencia<br />
con relación al hombre, de lo<br />
que le debe ser donado.<br />
Ésta es la salida edípica en la niña, de<br />
esta forma se instalará en la psiquis femenina<br />
la metáfora paterna, y el falo tomará<br />
su lugar como significante nudo de<br />
lo simbólico. Lo particular es que, ante<br />
la ausencia de una amenaza de pérdida,<br />
la niña no estará tan completamente jugada<br />
como el niño en la represión de su<br />
deseo de falo. Su búsqueda estará orientada<br />
a la participación en el intercambio<br />
simbólico y no, como el niño, al intento<br />
de salvaguardar algo preciado, para lo<br />
cual estará dispuesto a hacer sacrificios,<br />
como someterse a una regulación de su<br />
Invierno 2005 / 2006 057 E
PALIMPSESTO<br />
deseo bastante más estricta.<br />
El punto central de la estructuración<br />
psíquica de la mujer en Lacan, pasa<br />
de manera importante por su relación<br />
al falo. Al preguntarnos por la relación<br />
al falo, estamos en la conceptualización<br />
lacaniana de la relación al sexo, a la toma<br />
de posición sexual.<br />
Este establecimiento posicional está,<br />
como hemos dicho, situado en la infancia.<br />
Es una inscripción que desborda lo<br />
biológico y lo psicológico, instaurándose<br />
como una marca esencialmente inconsciente,<br />
resultado de la inscripción en el<br />
discurso. Para ello se ha de haber estado<br />
puesto en referencia al complejo de<br />
castración, este complejo que no implica<br />
necesariamente la castración real, pero<br />
que sin embargo, refiere a la dirección<br />
del deseo, derivada de cada posición.<br />
Por lo tanto, al estar el falo dentro<br />
de un registro simbólico, y respecto<br />
a esta función simbólica del falo, en la<br />
mujer vemos que ella participa en el intercambio<br />
fálico a título de ausencia, en<br />
17 S. André 1995, Op. cit., p. 185.<br />
18 J. Lacan 1956, Op. cit., p. 97.<br />
E 058 Invierno 2005 / 2006<br />
el sentido de que no lo tiene, y su función<br />
es, entonces, encontrarlo y dar lo<br />
que no tiene. Pero en este intercambio<br />
tiene una participación simbólica real.<br />
Es real en el sentido de que su participación<br />
es psíquicamente efectiva, tanto<br />
para ella como para el otro de la relación.<br />
La diferencia entre el niño y la<br />
niña, respecto a esta participación en el<br />
intercambio, refiere a la manera en que<br />
el don se establece. Mientras que para el<br />
niño es necesario que él haga don de lo<br />
que tiene, para la niña es poner en juego<br />
lo que no tiene: “el sujeto femenino es<br />
siempre convocado, cuando el hombre<br />
lo encuentra, a inscribirse en una especie<br />
de reencuentro que le sitúa de entrada<br />
en una posición caracterizada por la<br />
ambigüedad entre las relaciones naturales<br />
y simbólicas”. 18<br />
El sujeto femenino está siempre marcado<br />
por una suerte de rehallazgo, dado<br />
que, para la niña, el fantasma del falo<br />
implica una búsqueda, una falicización.<br />
Al no estar “dotada” de falo, debe encon-<br />
EL OTRO GOCE DE LA MUJER, SE ARTICULA AL OTRO DE UN<br />
MODO MUCHO MÁS DIRECTO QUE EL GOCE FÁLICO<br />
(O DEL SIGNIFICANTE), POR LO CUAL SE LO HA LLAMADO<br />
GOCE DEL OTRO (O DEL CUERPO). ESTO LLEVA<br />
A QUE LO FÁLICO NO SEA NECESARIO NI SUFICIENTE.<br />
EL INTERCAMBIO FÁLICO DE LA MUJER<br />
LA HACE GOZAR Y PARTICIPAR DE MODO<br />
PROVECHOSO DE ÉL. SIN EMBARGO,<br />
LA REPETICIÓN FÁLICA PUEDE SER<br />
UN TANTO MONÓTONA.
trarlo. En la noción misma del rehallazgo<br />
se encierra la idea de la imposibilidad, lo<br />
imposible de saciar. Es ésta su tarea en la<br />
resolución de la escena edípica, aun cuando<br />
no existe la urgencia que en el caso<br />
del varón, pues ella no está amenazada en<br />
esta resolución. La evidencia del constante<br />
fracaso en la tarea de la mujer le lleva<br />
a un cierto rechazo del semblante y a la<br />
convocatoria a un realismo que se expresa<br />
en un llamado permanente a “poner<br />
los pies en la tierra”.<br />
Esta participación de la mujer en el<br />
intercambio fálico permite su entrada en<br />
el complejo de Edipo, en tanto que “la<br />
niña no tiene este falo, es decir, también<br />
porque lo tiene en el plano simbólico,<br />
porque entra en la dialéctica simbólica<br />
de tener o de no tener el falo, así es<br />
como entra en esa relación ordenada y<br />
simbolizada que es la diferenciación de<br />
los sexos, relación interhumana asumida,<br />
disciplinada, tipificada, ordenada<br />
[...]. Esto es lo que quiere decir Freud<br />
cuando escribe que la niña entra en el<br />
complejo de Edipo por medio de lo que<br />
él llama la idea de la castración —precisamente<br />
ésta, que ella no tiene el falo,<br />
pero que no lo tiene simbólicamente,<br />
de modo que puede tenerlo—, mientras<br />
que el niño, así es como sale”. 19 Lo<br />
que nos muestra que la mujer entra en<br />
la escena edípica a resolver su pregunta<br />
por dónde encontrarlo, y entonces debiera<br />
salir con una promesa de poseerlo;<br />
es decir, con una cierta regulación de su<br />
deseo, una suerte de en dónde sí y en<br />
dónde no. Regulación que es lo que conforma<br />
las reglas del súper yo.<br />
Lo interesante de estas afirmaciones,<br />
19 Ibid., p. 155.<br />
PALIMPSESTO<br />
es que ciertamente la mujer y el hombre<br />
no se distinguen por un objeto en particular,<br />
vale decir, algo que sea posible de<br />
detentar u ostentar. En este sentido, la<br />
diferencia, enseña Lacan, no es diferencia<br />
entre hombre y mujer, sino entre hombre<br />
y mujer en virtud de algo tercero.<br />
Ahora bien, el uso simbólico que<br />
la mujer hace del falo tiene sus especificidades.<br />
En Lacan, la cualidad de esta<br />
donación de lo que no tiene, adquiere<br />
una dimensión particular que ha denominado<br />
“la mascarada”, haciendo referencia<br />
a una utilización del falo como<br />
vestimenta.<br />
La falicización que hemos mencionado,<br />
como un paso que la mujer debe<br />
lograr en su referencia al complejo de<br />
castración durante la escena edípica, es<br />
como sabemos, una conquista. El deseo<br />
femenino, instalado quizás desde antes,<br />
con la significación anatómica propia, es<br />
cuestionado por la diferencia anatómica<br />
y la posibilidad con ella establecida de<br />
tener una otra cosa. Ésta es la pregunta<br />
que instala Lacan respecto al deseo<br />
femenino, pues si el falo se conquista,<br />
entonces puede haber una parte de la<br />
mujer que no se encuentre referida a<br />
él. Esto se ha conceptualizado desde el<br />
psicoanálisis como la característica en la<br />
mujer del No-Toda.<br />
La mujer puede estar en un momento<br />
referida a lo fálico, de un modo contingente,<br />
aun cuando pudiera estar en<br />
relación a otra cosa, otro deseo.<br />
Así, si el niño vive la castración<br />
como una amenaza, dado que si bien posee<br />
el órgano representante de la masculinidad,<br />
en cualquier momento podría<br />
Invierno 2005 / 2006 059 E
PALIMPSESTO<br />
perderlo, en manos del agente padre. La<br />
mujer, en cambio, es depositaria de una<br />
castración real (psíquicamente efectiva).<br />
20 Lacan sostiene, por tanto, que no<br />
hay ningún sujeto que pueda escapar de<br />
esta castración, ni siquiera el padre. Sin<br />
embargo, por otro lado sostendrá que<br />
habrá algo más allá de la función fálica,<br />
ya que no estará toda castrada.<br />
Esta posición frente a la castración<br />
abre dos vertientes del goce, uno llamado<br />
precisamente fálico, y otro que<br />
podría decirse goce otro o femenino.<br />
Ante esto, resulta necesario comenzar<br />
por introducir que el goce es permitido,<br />
introducido y existente gracias a nuestra<br />
relación con lo simbólico. La entrada en<br />
lo simbólico en sí misma hace renunciar<br />
al goce, entendiendo que la castración<br />
significa que el goce debe ser rechazado<br />
para poder alcanzarlo en la escala invertida<br />
de la ley del deseo. Esto genera la<br />
ilusión de ser algo alcanzable, y entonces,<br />
al estar referido a una prohibición<br />
con su correspondiente deseo de transgredirla,<br />
el goce se revela en sí mismo,<br />
esencialmente transgresor.<br />
El concepto de “goce” en Lacan se<br />
asemeja al de “libido” en Freud, en el<br />
doble sentido de que es algo así como<br />
una “sustancia corporal”, y en principio<br />
se presenta indiferenciado; es decir, el<br />
goce, como la libido, es esencialmente<br />
fálico. Sin embargo vale destacar que<br />
sólo es en principio; después se puede<br />
apreciar una primera bifurcación entre<br />
actividad y pasividad, lo que posibilita la<br />
hipótesis lacaniana, destacada de alguna<br />
forma por Serge André, 21 de que si bien<br />
20 Jacques-Alain Miller señala que en la mujer la castración<br />
es originaria y, en ese sentido, se puede decir que<br />
la mujer, en tanto que no-toda, está más cerca de lo<br />
E 060 Invierno 2005 / 2006<br />
existe una libido, hay dos formas de goce;<br />
decir, es que existe un goce particular y<br />
propio de lo femenino, un goce suplementario,<br />
el “goce otro”, que estaría más<br />
allá del falo y que se expresa marcado<br />
por el enigma. Su característica es ser<br />
innombrable, pues si bien las mujeres lo<br />
experimentan, no pueden decir nada de<br />
él. Lo que es comprensible desde el hecho<br />
de que el falo es el significante de la<br />
diferencia sexual: ¿cómo hablar de algo<br />
sexual fuera de su registro?<br />
El otro goce de la mujer, se articula<br />
al Otro de un modo mucho más directo<br />
que el goce fálico (o del significante), por<br />
lo cual se lo ha llamado goce del Otro (o<br />
del cuerpo). Esto lleva a que lo fálico no<br />
sea necesario ni suficiente; entonces vale<br />
preguntarse: “¿Qué mujer no ha estado<br />
desilusionada por los efectos de su mascarada?;<br />
el intercambio fálico de la mujer<br />
la hace gozar y participar de modo<br />
provechoso de él. Sin embargo, ante la<br />
posibilidad de esta Otra cosa que aparece,<br />
la repetición fálica puede ser un tanto<br />
monótona. Por esto, la mujer, en su relación<br />
más inmediata hacia el Otro, puede<br />
llamar a la fantasía de la pareja a flexibilizarse,<br />
es decir, remover el automatismo<br />
de su fantasma, puramente fálico.<br />
La relación edípica en la niña apuntará,<br />
al igual que el niño, a regular su relación<br />
de objeto y su identificación, posicionándola<br />
dentro de una estructura.<br />
Ahora bien, más allá de esta estructura<br />
en la que se inscriba, es posible advertir<br />
que la feminidad, como ya se dijo,<br />
se construye a partir de una vivencia de<br />
falta, de carencia fundamental, que en<br />
real. Cf. Miller, Jacques-Alain, De mujeres y semblantes,<br />
Cuadernos del Pasador, Bs. As., 1994, p. 62.<br />
21 S. André, Op. cit., p. 24.
algún sentido es la penisneid, entendida,<br />
como ya se mencionó, como un fantasma<br />
y no como la falta de órgano en lo real.<br />
Además, si luego de la salida del Edipo<br />
su objeto de identificación es la madre,<br />
tenemos que se identifica a un sujeto<br />
igualmente privado de falo. Entonces,<br />
si el sujeto no tiene algo, ¿qué empuja<br />
a su padre, un hombre, que lo tiene, a<br />
desear a la madre? Parece ser que esta<br />
misma condición, el no tener, tiene algo<br />
de lo que la hace ser deseada y amada<br />
por el padre. Hay algo, en esta posición<br />
de privación, que se erige como objeto<br />
de deseo para otro (el padre), de manera<br />
que la niña, a modo de semejanza con<br />
la madre, intentará adivinar en sí misma<br />
este algo deseado, que podría llevarle a<br />
abrir la posibilidad de ese “goce otro”,<br />
en palabras de Lacan, del que ella misma<br />
no sabe.<br />
La falta se inscribirá, por un lado,<br />
como carencia e intento de resarcimiento,<br />
en múltiples objetos, ¿ortopedias? de<br />
su falta. Pero, por otro lado, mostrará<br />
una veta a descubrir, una sospecha secreta<br />
y femenina que no sólo alude a la<br />
posibilidad del llamado goce Otro, sino<br />
también, a que esa falta, ese agujero, es<br />
en sí mismo paradójicamente deseable.<br />
En su constante deseo de resarcir la<br />
falta fálica, la mujer queda en una relación<br />
de dependencia en cuanto a su elec-<br />
22 Ibid., p. 261.<br />
PALIMPSESTO<br />
ción de objeto: ella deseará al hombre<br />
que la desee como su padre deseó a su<br />
madre y buscará, de un modo narcisista,<br />
que su deseo sea saciado en ser amada.<br />
Desde otro punto de vista, podemos pensar<br />
que deseará a quien pueda ocupar la<br />
posición de donante del falo que a ella le<br />
falta, amando a los hombres en tanto donadores<br />
de objetos. He aquí dos aspectos<br />
propios del tono femenino y que sirven<br />
de guía para su deseo y están en la base<br />
de la estructuración psíquica: por una<br />
parte, el narcisismo, propiedad derivada<br />
de la significación que adquiere la falta<br />
en su vertiente identificatoria; por otra,<br />
la dependencia en su objeto de deseo, el<br />
otro debe donar algo, cumplir la promesa<br />
inconsciente de un padre mítico.<br />
La posición femenina, como vemos,<br />
se configura en el plano de lo innombrable,<br />
de lo enigmático, de lo que no<br />
puede ser alcanzado, como metáfora del<br />
Otro. Serge André lo hace reconocer y<br />
menciona de manera muy clara: “[...] la<br />
feminidad no puede alcanzarse o designarse<br />
sino por el sesgo de un semblante.<br />
Ser mujer es, quiérase o no, hacer semblante<br />
de ser mujer. Esta relación no es<br />
lo que se cree con excesiva facilidad, una<br />
coquetería o una mentira. Es en principio<br />
un asunto de estructura puesto que<br />
el lenguaje sitúa a la mujer fuera de lo<br />
que pueda decirse”. 22<br />
Invierno 2005 / 2006 061 E
0062<br />
PALIMPSESTO Ophelia muerta-D.
Cómo pensar la<br />
constitución psíquica<br />
de la mujer<br />
(cuatro obstáculos<br />
epistemológicos y<br />
una hipótesis<br />
desesperada)<br />
J o s é E d u a r d o T a p p a n M e r i n o<br />
INTRODUCCIÓN<br />
EL PROBLEMA DE “CÓMO PENSAR LAS COSAS” HA SIDO CUESTIONADO DESDE LOS ORÍGENES<br />
MISMOS DE LA FILOSOFÍA. SIN EMBARGO, REFLEXIONAMOS MUY POCO SOBRE EL ACTO MISMO<br />
DE PENSAR, LA MANERA EN QUE NOS HACEMOS DE CONOCIMIENTOS, ACEPTAMOS UNA SERIE DE<br />
ARGUMENTOS AL SER PROPUESTOS POR AUTORES A QUIENES SUPONEMOS PRESTIGIO O QUE SUPO-<br />
NEMOS COMO EXPERTOS, SIN DETENERNOS SIQUIERA A CUESTIONAR Y MUCHO MENOS REALIZAR<br />
UN ANÁLISIS MINUCIOSO Y CRÍTICO. EXISTE UN CONJUNTO DE TEMAS SOBRE LOS QUE SE PUEDE<br />
OBSERVAR UNA SERIE DE PROBLEMAS QUE NOS DIFICULTAN LA TAREA DE PENSARLOS ABIERTA Y<br />
TRANQUILAMENTE, YA QUE SE TRATA DE FENÓMENOS SOBRE LOS QUE POR LO GENERAL EXISTEN<br />
MUCHOS PREJUICIOS Y EN OCASIONES UNA ABUNDANTE BIBLIOGRAFÍA, COMO ES EL CASO DE LA<br />
SEXUALIDAD EN GENERAL, PERO ESPECIALMENTE LA CONSTITUCIÓN PSÍQUICA DE LA SEXUALIDAD<br />
DE LA MUJER, ASUNTO DEL QUE ME ENCARGARÉ AHORA, A PARTIR DE UNA DIRECCIÓN ANALÍ-<br />
TICA QUE BUSCA LO QUE GASTON BACHELARD LLAMA LOS OBSTÁCULOS EPISTEMOLÓGICOS. ES<br />
DECIR, INTENTO LOCALIZAR Y ENFRENTAR ESTAS CERTEZAS Y CONVENCIONES CORRIENTES QUE<br />
EN REALIDAD SON OBSTÁCULOS PARA PENSAR LIBRE Y CRÍTICAMENTE UN TEMA. PERO ES NECE-<br />
SARIO PRIMERO MOSTRAR LA RELEVANCIA DE LA DISCUSIÓN DE LAS MANERAS COMO PENSAMOS<br />
LAS COSAS, PORQUE DE ESTO SE DESPRENDE LO QUE SERÁN PARA NOSOTROS LAS COSAS MISMAS.<br />
SE TRATA DE SALIRNOS DEL REALISMO Y EL EMPIRISMO INGENUO, QUE CONSIDERA QUE LO QUE<br />
Invierno 2005 / 2006 063 E
PALIMPSESTO<br />
ESTÁ FRENTE A NOSOTROS, LO QUE PERCIBEN NUESTROS SENTIDOS ES LO REAL, CUANDO LA TA-<br />
REA ES SIMPLEMENTE DESCRIBIRLO, PARA DESPUÉS ENCONTRAR LAS LEYES UNIVERSALES QUE LO<br />
GOBIERNAN Y POR LO TANTO EXPLICAN SU COMPORTAMIENTO.<br />
UN MATEMÁTICO Y FILÓSOFO, ESPECIALIZADO EN FILOSOFÍA DE LA CIENCIA, MORRIS<br />
BERMAN, PROPONE, COMO LO HIZO ALGUNOS AÑOS ANTES LA FILOSOFÍA EXISTENCIAL SARTREA-<br />
NA Y EL PSICOANALISTA INGLÉS BALINT, QUE EXISTE UNA FALLA BÁSICA, UN VACÍO QUE NOS RE-<br />
SULTA TERRIBLE Y DEL QUE NOS FUGAMOS CONSTANTEMENTE, YA QUE RESULTA INSOPORTABLE EL<br />
ENFRENTAMIENTO A ESTE HUECO. SIN EMBARGO, TODA REFERENCIA TIENE QUE VER CON ÉSTE Y DE<br />
ÉL NACEN ENTONCES TODAS LAS CONSTRUCCIONES HUMANAS. “MUCHO DE LO QUE CONOCEMOS<br />
COMO ‘CULTURA’ Y ‘PERSONALIDAD’ EN NUESTRA SOCIEDAD, TIENDEN A CAER DENTRO DE ESTA<br />
CATEGORÍA SUSTITUTIVA, Y ES EN EFECTO EL RESULTADO DE HUIR DEL SILENCIO [Y EL VACÍO].” 1<br />
ES ENTONCES UNA PERSPECTIVA QUE COLOCA AL VACÍO Y AL SILENCIO EN EL CENTRO MISMO<br />
DE LA EXISTENCIA HUMANA. EL NOVELISTA BRITÁNICO JOHN FOWLES LLAMA A ESTE VACÍO EL<br />
“NEMO” Y LO DESCRIBE COMO UN ANTIEGO, UN ESTADO DE SER NADIE. “NADIE QUIERE SER<br />
NADIE”, ESCRIBE FOWLES. “TODOS NUESTROS ACTOS ESTÁN PARCIALMENTE CONCEBIDOS PARA<br />
LLENAR O PARA MARCAR EL VACÍO QUE SENTIMOS EN EL FONDO.” 2 POR ELLO, EL CONOCIMIENTO<br />
HUMANO EN MUCHAS OCASIONES MÁS QUE INTENTAR EXPLICAR UN FENÓMENO, LO QUE HACE<br />
ES CONSTRUIR UNA SUPUESTA EXPLICACIÓN, PARA APACIGUAR LA ANGUSTIA QUE OCASIONA<br />
EL SABER QUE NO SABEMOS. ENTONCES, MUCHAS DE LAS EXPLICACIONES QUE TENEMOS SON<br />
TORPES Y FALACES Y FUNGEN SIMPLEMENTE COMO TAPADERAS FRENTE A LA ANGUSTIA QUE NOS<br />
PRODUCE LA IGNORANCIA.<br />
“NUESTRA VIDA SOCIAL Y POLÍTICA ES TAMBIÉN UNA CHARADA, QUE NOS PIDE TOMAR<br />
EN SERIO LAS ACTIVIDADES SUPLETORIAS. ESTO ES ESPECIALMENTE CIERTO EN EL CASO DE LAS<br />
IDEOLOGÍAS DOMINANTES EN EL MUNDO, QUE SON [...] “RELLENOS DE NEMOS”. 3 LA CULTURA<br />
SE ENCUENTRA REPLETA DE ESTOS RELLENOS, COMO TODOS LOS “ISMOS”, (MATERIALISMOS,<br />
FEMINISMOS, MACHISMOS, CAPITALISMOS) QUE ENRARECEN LA VISIÓN Y DIFICULTAN TODA<br />
APROXIMACIÓN MESURADA Y RIGUROSA A LOS FENÓMENOS, ESPECIALMENTE A LOS DE LA CUL-<br />
TURA. EL ESCÁNDALO, LA TRIVIALIZACIÓN Y LA VULGARIZACIÓN APARECEN COMO RESISTENCIA,<br />
TRATANDO DE MANTENER LAS EMPOBRECIDAS MANERAS DE MIRAR Y COMPRENDER EL MUNDO.<br />
CÓMO PREGUNTARNOS SOBRE LA SEXUALIDAD, SI ÉSTA NOS INQUIETA TANTO, SOBRE LA QUE<br />
EXISTEN INFINIDAD DE PROVERBIOS, SABIDURÍA DE NUESTROS MAYORES, TRADICIONES. CÓMO<br />
PREGUNTARNOS SOBRE ALGO QUE NOS TOCA TAN ÍNTIMAMENTE Y DE LO QUE EN REALIDAD NO<br />
TENEMOS MUCHA DISTANCIA SUBJETIVA.<br />
GEORGE DEVEREUX EN LOS AÑOS SESENTA DEL SIGLO PASADO SE INTERROGÓ SOBRE LAS<br />
MANERAS DE PENSAR LOS FENÓMENOS DE LA CULTURA Y DEL COMPORTAMIENTO HUMANO,<br />
LLEGANDO A LA CONCLUSIÓN DE QUE LA PRETENDIDA NEUTRALIDAD, IMPARCIALIDAD Y ASEPSIA<br />
IDEOLÓGICA DE LOS INVESTIGADORES NO EXISTE, SE TRATA SIMPLEMENTE DE UNA MODA, DE<br />
OTRO “ISMO”: EL POSITIVISMO, EL CIENTIFICISMO. POR ELLO, PARA NO CAER EN UNA MERA<br />
INTELECTUALIZACIÓN, LOS SENTIMIENTOS DE LOS INVESTIGADORES DEBEN SER PUESTOS DIREC-<br />
TAMENTE EN EL MISMO ESCENARIO DE LA INVESTIGACIÓN. DEVEREUX NO PRECONIZA LA ELI-<br />
1 Morris Berman, Cuerpo y espíritu. La historia oculta<br />
de Occidente, Cuatro Vientos, Santiago de Chile, 1992.<br />
E 064 Invierno 2005 / 2006<br />
2 Op. cit., p. 4.<br />
3 Op. cit., p. 5.
PALIMPSESTO<br />
MINACIÓN DE LOS FILTROS TEÓRICOS O METODOLÓGICOS, SÓLO INSISTE EN LA ELIMINACIÓN DE<br />
LA ILUSIÓN DE QUE LA SUBJETIVIDAD DEL INVESTIGADOR DEBA SER SUPRIMIDA, EN POS DE UNA<br />
SUPUESTA OBJETIVIDAD, QUE SE ALCANZA AL NO HACERSE CARGO DE LO QUE EL INVESTIGADOR<br />
SIENTE (CUANDO NO TOMA EN CUENTA ESTOS SENTIMIENTOS, SIMPLEMENTE LOS CALLA, LOS<br />
SILENCIA; PERO NO POR ESTAR AMORDAZADOS DEJAN DE PRESENTARSE EN SUS JUICIOS, IN-<br />
CLUSO DETERMINANDO SUS ANÁLISIS, SÓLO QUE AHORA DE MANERA CLANDESTINA, OCULTA).<br />
BUSCAMOS RESPUESTAS RÁPIDAS SIMPLEMENTE POR NO RESISTIR A LA ANSIEDAD Y A LA ANGUS-<br />
TIA QUE APARECE AL ABANDONAR LAS CERTEZAS, E INCURSIONAR REALMENTE EN UN PROCESO<br />
DE INVESTIGACIÓN, POR LO QUE EL INVESTIGADOR SE VE TENTADO A ESCINDIRSE DE LA PROPIA<br />
INVESTIGACIÓN, JUSTIFICANDO ESTE PROCEDER QUE EN REALIDAD ES UNA COBARDÍA, ALUDIEN-<br />
DO A SUPUESTOS CRITERIOS METODOLÓGICOS, CUANDO EN REALIDAD ES POR EL MIEDO QUE LE<br />
PRODUCEN LAS RESPUESTAS QUE ESTÁ ENCONTRANDO. “CUANTO MAYOR ANSIEDAD OCASIONA<br />
UN FENÓMENO, MENOS CAPAZ PARECE EL HOMBRE DE OBSERVARLO DEBIDAMENTE, DE PENSARLO<br />
OBJETIVAMENTE Y DE CREAR MÉTODOS ADECUADOS PARA DESCRIBIRLO, ENTENDERLO, CONTRO-<br />
LARLO Y PRONOSTICARLO.” 4<br />
SIN EMBARGO EXISTEN ADEMÁS TEMAS QUE SON MUCHO MÁS DIFÍCILES DE SER ESTUDIA-<br />
DOS, PORQUE REPRESENTAN TABÚES SOCIALES: “TODOS LOS HOMBRES TIENEN LAS IDEAS MÁS<br />
TONTAS ACERCA DE LA SEXUALIDAD QUE, DIGAMOS, DE LA COMIDA, SENCILLAMENTE PORQUE EL<br />
HOMBRE SE EMOCIONA MÁS CON LO SEXUAL QUE CON EL ALIMENTO”. 5 ESTO REVELA LA ENOR-<br />
ME DIFICULTAD DE PENSAR Y ESTUDIAR TODO LO CONCERNIENTE A LA SEXUALIDAD.<br />
Cuatro obstáculos<br />
¿Existe algún indicio, rastro o estilo en<br />
la producción de algún objeto manufacturado,<br />
o bien en alguna artesanía o en<br />
alguna obra de arte, que pudiera mostrar<br />
o bien se pueda saber si fue elaborado<br />
por un hombre o por una mujer?<br />
Se dice que la condición de la mujer es<br />
pasiva y el hombre activo; que la mujer<br />
es un continente oscuro; ¿el del hombre<br />
es claro?; que la mujer trata de la otredad;<br />
¿el hombre de la mismidad?; se habla<br />
de la mujer como un más allá; y ¿el<br />
hombre es un más acá?; se dice también<br />
que los hombres piensan de manera distinta<br />
a como lo hace una mujer; que los<br />
hombres son de Marte y las mujeres de<br />
Venus; que los hombres somos racionales<br />
y las mujeres pasionales; sin embar-<br />
4 George Devereux, De la ansiedad al método en las<br />
ciencias del comportamiento, Siglo XXI, México, 1977.<br />
go, la cultura lo que nos ha enseñado es<br />
a pensar que entre hombres y mujeres<br />
existen diferencias que legitiman el status<br />
quo, el stablischmen, con lo que las teorías<br />
sociales y psicológicas no hacen más<br />
que confirmar nuestras suposiciones y<br />
nuestros prejuicios.<br />
Para Gaston Bachelard el conocimiento<br />
filosófico y científico es efecto<br />
de operar un sistema dialéctico, al que<br />
llama “racionalismo aplicado”. No se trata<br />
de una racionalismo abstracto (construido<br />
a partir de teorías y modelos), no se<br />
trata del seguimiento burocrático de un<br />
método, se trata más bien de una actitud<br />
atenta a la realidad para poder preguntarse,<br />
para aprender dialogando con<br />
ella, viendo con claridad los sentimientos<br />
que la experiencia de conocimiento nos<br />
5 Op. cit., p. 28.<br />
Invierno 2005 / 2006 065 E
PALIMPSESTO<br />
suscita, que el tema de investigación nos<br />
provoca, buscando abiertamente una interlocución<br />
que todo investigador debería<br />
realizar con sus propias observaciones<br />
y conjeturas. La realidad para este autor<br />
no es capturada pasivamente a partir de<br />
la experiencia, con lo que abandona toda<br />
forma simplista de empirismo; para él no<br />
hay conocimiento inmediato y no existe<br />
nada dado, todo es construido por la propia<br />
mirada del investigador y delimitado<br />
por sus preguntas. Por eso mismo el psicoanálisis,<br />
la ciencia y la filosofía no son<br />
efecto del mismo tipo de experiencia de<br />
conocimiento, sino de distintas clases de<br />
experiencia instruida: todo dato ha de ser<br />
entendido como un resultado, todo dato<br />
ha sido obtenido bajo la mirada de otro investigador<br />
y su subjetividad se encuentra<br />
depositada en ese dato. No existen datos<br />
o ideas ingenuas, todo informe de investigación<br />
tiene tras de sí un humano, una<br />
subjetividad apostada en cada palabra.<br />
La labor constructiva del pensamiento<br />
consiste para Bachelard, en buena medida,<br />
en la superación de los “obstáculos<br />
epistemológicos” (obstáculo epistemológico<br />
es todo aquello que, en el espíritu<br />
o la razón humana, impide el análisis del<br />
objeto: opiniones, prejuicios, meras percepciones<br />
sensibles del objeto, el juzgar<br />
por las apariencias, o lo inmediato y no<br />
reflexivo, etc.). Por eso, conocer supone<br />
una actitud, misma que debe ser necesariamente<br />
activa, no pasiva ni burocrática,<br />
que avanza en la medida en que va realizando<br />
rupturas epistemológicas, discontinuidades<br />
con los anteriores planos de<br />
conocimiento; se trata de un proceso de<br />
6 Hay que diferenciar entre el criticón, que realiza una<br />
tarea estéril en la que simplemente anima el deseo<br />
de destruir, de la actitud crítica, que supone necesariamente<br />
una distancia frente al fenómeno u objeto<br />
E 066 Invierno 2005 / 2006<br />
ruptura y discontinuidad con lo inmediato<br />
y lo que es de sentido común. En el<br />
plano de la historia de la ciencia, no se<br />
trata entonces de un progreso por acumulación<br />
de continuidades (cosa propia<br />
del conocimiento común). Todo auténtico<br />
conocimiento está constituido por la<br />
negación de todas las “intuiciones perezosas”.<br />
Siempre se parte de conocimientos<br />
anteriores: “Se conoce contra un conocimiento<br />
anterior.” La verdad es un punto<br />
de llegada, pero nunca es saber definitivo<br />
de algo. Por eso hay que hablar de un conocimiento<br />
sólo aproximado, que avanza<br />
a partir de revoluciones y no de gradualistas<br />
evoluciones.<br />
Por ello frente a un tipo de problematizaciones<br />
es conveniente hacer<br />
explícitas las dificultades que entraña<br />
conocerlas; es mejor tomar una actitud<br />
crítica, 6 aunque no sea propositivamente;<br />
es mejor mostrar los inconvenientes<br />
y los obstáculos que surgen en la tarea<br />
de conocer, que sumarnos pasivamente a<br />
la cómoda corriente del sentido común,<br />
llena de aplausos y recompensas de la<br />
comunidad que no fue confrontada.<br />
El primer obstáculo epistemológico<br />
que tenemos que vencer para pensar el<br />
asunto de la diferencia y la constitución<br />
sexual, tiene que ver con la tradición falocéntrica<br />
y machista que se encuentra<br />
subsumida en la cultura; es una perspectiva<br />
que determina nuestros juicios sobre<br />
las cosas y la manera en que pensamos (en<br />
hombres y mujeres), y por lo tanto todas<br />
las áreas de la cultura intervienen de<br />
manera implícita determinando nuestros<br />
esquemas, juicios, perspectivas sobre los<br />
que se desea investigar y sobre lo que se ha dicho del<br />
mismo, para construir, para generar un conocimiento,<br />
por lo que en realidad toda actitud crítica es necesariamente<br />
propositiva.
fenómenos y las relaciones que establecemos,<br />
de manera que se mantiene una larga<br />
hermandad con todas las producciones<br />
humanas. Con lo anterior regresamos a la<br />
pregunta que se hacían los socios lingüistas<br />
Eduard Sapir y Eric Wolf: ¿pensamos<br />
como hablamos o hablamos como pensamos?<br />
Se trataba de averiguar en última<br />
instancia “qué determina a qué”, pregunta<br />
a la que se ofrecen varias respuestas, pero<br />
que en todos los casos nos permite entender<br />
la servidumbre que tiene nuestro<br />
pensamiento del léxico, el idioma, de las<br />
formas del habla, etc. Lo importante de<br />
esta pregunta de los sociolingüistas para<br />
el tema que nos ocupa, es que la propia<br />
actividad de pensar está determinada<br />
por los pre-juicios de la cultura. ¿Podrá<br />
evitarse esto? Es evidente que no, pero<br />
existen muchos procedimientos de los<br />
que podemos echar mano para cerrarle<br />
la puerta a algunos prejuicios. La filosofía<br />
de Friedrich Nietzsche propone un pathos<br />
fundante, en donde la condición humana<br />
es entonces por esencia patológica. Lo que<br />
ocupa a la cultura es que no aparezcan estas<br />
proporciones humanas, les teme. Ese<br />
pathos es en realidad el “nemo”, ese vacío<br />
que nos abisma, ese lugar al que no queremos<br />
mirar para que no nos regrese la<br />
mirada, un hueco que nos da vértigo.<br />
El conjunto de la filosofía de Nietzsche<br />
es, por una parte, una crítica radical a los<br />
fundamentos de la cultura occidental, crítica<br />
que se dirige a la metafísica, la religión<br />
y la moral que han suplantado e invertido<br />
los valores vitales; por ello todo conocimiento<br />
debe superar los obstáculos epistemológicos<br />
propios de la cultura, ya que<br />
además es un producto del resentimiento<br />
contra la vida. Nietzsche es mucho más<br />
que un filósofo, es un perspicaz crítico, un<br />
psicólogo y médico de la cultura, su pen-<br />
PALIMPSESTO<br />
samiento también intenta una superación<br />
de la decadencia de la cultura. La obra más<br />
representativa en este sentido es El nacimiento<br />
de la tragedia en el espíritu de la música<br />
(1872). En este libro examina los aspectos<br />
generales que han dado lugar al nacimiento<br />
de la cultura occidental, a partir de dos<br />
categorías: lo apolíneo y lo dionisiaco. Lo<br />
apolíneo es lo que da lugar a la figura, al<br />
orden, a la medida de la razón; por otro<br />
lado, lo dionisiaco expresa la embriaguez,<br />
la desmesura, la renovación, la fuerza, la<br />
vitalidad, la intuición, el ímpetu por la<br />
vida. Pero la fuerza, la profundidad y la<br />
grandeza del pensamiento y el arte griego<br />
antiguo proceden de la íntima unión de estos<br />
dos aspectos. Esta unidad supuesta en<br />
la Grecia de los siglos VI al III, se romperá a<br />
partir de Sócrates, cuya filosofía es artífice<br />
del sometimiento de la vida a la razón, de<br />
lo dionisiaco a lo apolíneo y, por tanto, de<br />
la disolución de los dos aspectos, ya que en<br />
la cultura antigua ambos eran correlativos.<br />
De ahí surge la base degradada de la cultura<br />
occidental, en la que el mundo real<br />
del devenir aparece entendido en función<br />
de un falso mundo estático y dictado por<br />
leyes racionales, disecado, esquematizado,<br />
que pone a la vida en función de la razón,<br />
en lugar de poner la razón al servicio de<br />
la vida; convierte lo complejo y misterioso<br />
del mundo y del hombre en un simple<br />
modelo, en una tergiversada copia de una<br />
pretendida realidad “más verdadera” que la<br />
propia realidad.<br />
Nietzsche ya había subrayado la importancia<br />
de la propuesta de la dialéctica<br />
de Heráclito en cuanto pone en juego un<br />
gran número de fuerzas, frente a la esquemática<br />
dialéctica hegeliana que hace de la<br />
dialéctica un asunto de contrapartes, de<br />
tesis y antítesis. La dialéctica es mucho<br />
más compleja que eso. Por ello, dice de<br />
Invierno 2005 / 2006 067 E
PALIMPSESTO<br />
sí mismo que hace filosofía con el martillo,<br />
pues ataca los cimientos mismos de la<br />
filosofía que se sustentan en el socratismo<br />
y el platonismo —que además son lo que<br />
podríamos llamar moneda corriente—, a<br />
partir de la cual la virtud se coloca como<br />
cualidad abstracta y se declara que la idea<br />
es lo auténticamente real, contra el instinto,<br />
contra el sentimiento y contra la vida.<br />
Son las ideas, por sí mismas, las que alcanzan<br />
el privilegio de atraer la atención de<br />
los filósofos, lo cual se ejemplifica además<br />
con el cristianismo: la negación de la vida,<br />
el desprecio hacia el cuerpo a partir de la<br />
noción de pecado. Se convierte entonces<br />
el sacrificio en un valor y el placer en algo<br />
moralmente condenable, se legitima el<br />
sacrificio en esta vida por la promesa de<br />
otra mejor.<br />
¿Cómo plantear la constitución de la<br />
sexualidad de la mujer desligando nuestro<br />
ejercicio de análisis de las inercias<br />
históricas y las matrices culturales del<br />
proceso civilizatorio occidental? Existe<br />
infinidad de justificaciones culturales<br />
para legitimar a la mujer por su condición<br />
de otredad.<br />
La tradición judeocristiana coloca a la<br />
mujer como un ser inmoral o, en el mejor<br />
de los casos, como amoral: ¿no es ella la<br />
que ofrece la manzana del árbol del bien y<br />
del mal a Adán? ¿No es la mujer algo impuro,<br />
por lo que se encuentran excluidas<br />
de la mayoría de las religiones? ¿No se<br />
establecen supuestos roles, los propios de<br />
cada género, por los cuales la mujer queda<br />
siempre subordinada? ¿No es siempre<br />
lo dionisiaco un sinónimo de condición<br />
femenina y lo apolíneo de lo masculino?<br />
¿No es lo dionisiaco sinónimo de desmesura,<br />
falta de control, arrebato y enferme-<br />
E 068 Invierno 2005 / 2006<br />
dad en nuestra cultura? ¿No es lo apolíneo<br />
lo socialmente considerado adecuado, sinónimo<br />
de lo sensato, lo prudente, lo razonable<br />
y por lo tanto de lo sano?<br />
Dice José Luis Etcheverry: “Un texto<br />
de Kant sobre [...] los comienzos de la<br />
historia humana.[...] En los comienzos de<br />
la humanidad, el instinto (instint), es voz<br />
de Dios que todos los animales obedecen,<br />
tiene que haber gobernado a la criatura.<br />
Era lo que la llevaba a tomar ciertos alimentos<br />
y le prohibía otros. [...] El rehusamiento<br />
(Weigerung) fue el artificio que<br />
permitió pasar de los estímulos meramente<br />
sentidos a los estímulos ideales, de<br />
los apetitos puramente animales al amor,<br />
y, con este último, del sentimiento de lo<br />
meramente agradable al gusto por la belleza.”<br />
7 Pero el personaje que se encargó<br />
de este proceso de rehusamiento de la ley<br />
divina fue Eva; Adán se encontraba atrapado<br />
en las certezas que gobernaban su<br />
vida, era obediente como el resto de los<br />
animales, de los que en realidad no tenía<br />
ninguna distancia. Es Eva quien decide<br />
preguntarse sobre por qué, si estaban en<br />
el paraíso, existía la prohibición de comer<br />
el fruto del árbol del saber, del bien y del<br />
mal, de la ciencia. Es ella quien encara la<br />
responsabilidad y prueba el fruto, es ella<br />
la desobediente, como no se le olvida a<br />
la Iglesia católica, la cual aún hoy la continúa<br />
castigando por haberse atrevido a<br />
compartir su descubrimiento con Adán,<br />
por lo que tuvieron que ser expulsados<br />
del paraíso, es decir, en términos de<br />
Kant, del reino de los instintos, del reino<br />
animal. Indiscutiblemente la posibilidad<br />
hominizadora del rehusamiento aparece<br />
como parte de la condición de Eva,<br />
mientras que la ciega obediencia, el no<br />
7 José Luis Etcheverry, De la ansiedad al método en las cienciasdel comportamiento. Ed. XXI México. 1977.
preguntarse, es la característica de Adán,<br />
conclusión a la que llegan diferentes pensadores.<br />
Podríamos entonces decir, desde<br />
este mito de fundación de la condición de<br />
género, que es la mujer la portadora de la<br />
pregunta, de la metáfora, de la insurgencia<br />
o del cuestionamiento a la autoridad<br />
y a la ley. Ella sabe que no lo sabe todo,<br />
mientras que el hombre es el respeto y<br />
acatamiento a la ley, es quien se mantiene<br />
en un orden metonímico: lleno de certezas,<br />
no sabe que ignora. Eva sabe que atrás<br />
de todo hay una oscura intención, sobre la<br />
que es posible dirigir la mirada.<br />
En una cita de Nietzsche encontramos<br />
una propuesta en donde existe de<br />
hecho una contraposición entre lo dionisiaco<br />
y lo apolíneo, entre la intuición<br />
y la razón, en donde habla del género<br />
humano, entendido como el conjunto de<br />
los hombres y mujeres. Nos dice: “El impulso<br />
hacia la construcción de metáforas,<br />
ese impulso fundamental del hombre del<br />
que no se puede prescindir ni un solo instante,<br />
pues si así se hiciese se prescindiría<br />
del hombre mismo, no queda en verdad<br />
sujeto y apenas si domado por el hecho<br />
de que sus evanescentes productos, los<br />
conceptos, resulta construido un nuevo<br />
mundo regular rígido que le sirve de<br />
fortaleza. Busca un nuevo campo para su<br />
actividad y otro cauce y lo encuentra en<br />
el mito y, sobre todo, en el arte.” 8<br />
El obstáculo espistemológico tiene<br />
que ver con la superposición de conceptos:<br />
femenino = mujer, masculino =<br />
hombría, sexo = género, diferencia sexual<br />
es la diferencia entre hombres y mujeres.<br />
Cada una de las posiciones supuestamente<br />
es responsable de la parcela de la realidad<br />
de la que da cuenta; en este caso, aparece<br />
8 Friedrich Nietzsche, Sobre verdad y mentira, Tecnos, Madrid, 1990, p. 34.<br />
PALIMPSESTO<br />
el punto de vista de la mujer, como el de<br />
la insurgencia, el que se genera preguntas,<br />
el que cuestiona las certezas y la ley. El<br />
lado hombre de esta historia muestra el<br />
acatamiento de la ley, la perspectiva obediente<br />
y sin cuestionamientos. Esta doble<br />
vertiente puede ser llevada más lejos, hasta<br />
decir que lo femenino tiene que ver con el<br />
acto mismo de fundación de lo humano,<br />
mientras lo masculino representaría el rastro<br />
atávico de nuestra compulsión de someternos<br />
al ciego orden de los instintos,<br />
de evitar toda exploración y mantenernos<br />
bajo el cómodo y tranquilo seguimiento<br />
de la voz de Dios.<br />
El segundo obstáculo epistemológico,<br />
que en realidad es una derivación del<br />
anterior, tiene que ver con las escuelas y<br />
teorías que se construyen alrededor de los<br />
problemas sociales y de la cultura, como<br />
los que atienden a la constitución psíquica<br />
de la sexualidad. Existe una tradición en<br />
el pensamiento que se llama humanista,<br />
la cual no presentaremos ya que conduce,<br />
simplemente, a verificar el esquema axiológico<br />
y teleológico de la cultura occidental:<br />
el hombre es bueno por naturaleza y su<br />
bestialismo es o bien por corrupción o por<br />
la condición de animalidad que aún está<br />
presente en él. La ruptura con esta tradición<br />
del humanismo ha sido protagonizada<br />
por varias plumas, principalmente las de<br />
Marx, Nietzsche y Freud, ya que los tres,<br />
desde tres perspectivas distintas, muestran<br />
la insuficiencia de la noción de lo humano<br />
como algo que se generó de manera<br />
gradual y evolutiva, lo cual había sido el<br />
punto de partida del humanismo y la filosofía<br />
moderna, que sostienen su punto de<br />
vista sobre la crítica al modelo del cogito<br />
cartesiano: “pienso, luego existo”, mos-<br />
Invierno 2005 / 2006 069 E
PALIMPSESTO<br />
trando que el pensamiento se encuentra<br />
totalmente enrarecido, distorsionado,<br />
enmarcado y limitado por sus condiciones<br />
históricas. Marx se opone a la noción clásica<br />
de conciencia, al introducir el concepto<br />
de “falsa conciencia” y de alinenación,<br />
que se inscriben como una falsa manera de<br />
ser en el mundo, al generar necesidades<br />
y valores artificiales a partir de su lugar<br />
en el proceso productivo y del modo de<br />
producción. Freud niega la idea de conciencia<br />
como determinante de la conducta<br />
humana, que está más bien regida por<br />
el inconsciente, por la pulsión, sabiendo<br />
que la conciencia y el pensamiento, al ser<br />
las moradas del yo, tienen la única encomienda<br />
de desangustiarnos, mentirnos,<br />
evitar los conflictos. Finalmente y como<br />
ya hemos visto, Nietzsche denuncia la falsedad<br />
de la filosofía y de la sociedad que<br />
se encuentra sostenida por los valores que<br />
legitiman nuestra condición de sumisión<br />
y de rebaño, además de proponer que el<br />
pathos es lo sustancial de lo humano.<br />
Estos tres pensadores de la ruptura,<br />
llamados por Paul Ricoeur filósofos de<br />
la sospecha en 1965, ya que su actitud<br />
se transforma en un método, sospechan<br />
de todos los valores y consensos sociales,<br />
luchan por arrancar las máscaras de<br />
E 070 Invierno 2005 / 2006<br />
El umbral, fragmento.
PALIMPSESTO<br />
LA TRADICIÓN JUDEOCRISTIANA<br />
COLOCA A LA MUJER COMO<br />
UN SER INMORAL O, EN EL MEJOR<br />
DE LOS CASOS, COMO AMORAL:<br />
¿NO ES ELLA LA QUE OFRECE LA MANZANA<br />
DEL ÁRBOL DEL BIEN Y DEL MAL A ADÁN?<br />
¿NO ES LA MUJER ALGO IMPURO, POR LO QUE<br />
SE ENCUENTRAN EXCLUIDAS DE LA MAYORÍA<br />
DE LAS RELIGIONES? ¿NO SE ESTABLECEN<br />
SUPUESTOS ROLES, LOS PROPIOS DE CADA<br />
GÉNERO, POR LOS CUALES LA MUJER QUEDA<br />
SIEMPRE SUBORDINADA?¿NO ES SIEMPRE<br />
LO DIONISIACO UN SINÓNIMO DE CONDICIÓN<br />
FEMENINA Y LO APOLÍNEO DE LO MASCULINO?<br />
¿NO ES LO DIONISIACO SINÓNIMO DE<br />
DESMESURA, FALTA DE CONTROL, ARREBATO<br />
Y ENFERMEDAD EN NUESTRA CULTURA?<br />
¿NO ES LO APOLÍNEO LO SOCIALMENTE<br />
CONSIDERADO ADECUADO, SINÓNIMO<br />
DE LO SENSATO, LO PRUDENTE,<br />
LO RAZONABLE Y POR LO TANTO DE LO SANO?<br />
Invierno 2005 / 2006 071 E
PALIMPSESTO<br />
la hipocresía, cada uno desde diferentes<br />
posiciones; sus efectos precipitan la crisis<br />
de la filosofía de la modernidad, al desvelar<br />
la insuficiencia de la noción del ser,<br />
del significado de persona y al desvelar los<br />
significados ocultos de la cultura que en<br />
realidad no buscan mejores condiciones<br />
de existencia para los hombres, subrayan<br />
la complicidad implícita y explícita de un<br />
proceder institucional de la filosofía y la<br />
ciencia. Estos autores han señalado que,<br />
más allá de la noción clásica de ser humano<br />
se esconden unos elementos condicionantes,<br />
lo que permite sospechar la<br />
existencia de una falacia que dibuja una<br />
filosofía que no explica nada en realidad,<br />
que lo que busca es legitimar el mismísimo<br />
orden social; también es sospechosa la<br />
noción de conciencia, como si ésta fuera<br />
libre de prejuicios y guiada siempre por<br />
intereses altos de acercarnos a la verdad.<br />
Esto tiene que ver con las formas de conocimiento<br />
que en realidad terminan verificando<br />
los parámetros proporcionados<br />
por la cultura, en la que los seres humanos<br />
somos buenos, siempre alentados por el<br />
deseo de mejorar (eudaimonía).<br />
¿Cuáles son los parámetros para estudiar<br />
lo que es lo masculino y lo que es<br />
lo femenino, hombre y mujer, es decir<br />
sobre lo que entendemos como género?<br />
Estas preguntas, aparentemente abiertas,<br />
encubren en realidad las respuestas que<br />
ya tenemos y que ha generado la cultura<br />
y determinan nuestra manera de ver las<br />
cosas, por lo que encierran un determinismo<br />
sociocultural, en cuanto a que los<br />
papeles que han podido desempeñar las<br />
mujeres a lo largo de la historia han sido<br />
los de madres y de sexo débil, siempre<br />
gobernadas por hombres, como se puede<br />
comprobar en la historia de cualquier<br />
parte del mundo. Incluso si vemos el<br />
E 072 Invierno 2005 / 2006<br />
mundo animal, se confirma esta idea. Sin<br />
embargo, existe en este análisis histórico<br />
un conjunto de fenómenos a los que los<br />
historiadores no han prestado la debida<br />
atención, para tener una idea más clara de<br />
los papeles que realmente han jugado las<br />
mujeres en la historia: primero, desde el<br />
triunfo de la idea de homogenización de<br />
los cultos a partir del cristianismo, con<br />
la intromisión de la Iglesia como institución<br />
y con la seguridad de que las mujeres<br />
eran las portadoras del mal a la humanidad<br />
o simplemente eran las preferidas<br />
del demonio, se legitimó una de las más<br />
sangrientas campañas genocidas, dirigida<br />
a exterminar a todas las mujeres que ocupaban<br />
puestos de responsabilidad, prestigio<br />
o poder comunitario en las diferentes<br />
sociedades europeas. Se trataba de inculcar<br />
el temor a Dios por la vía de la espada,<br />
decapitar y desaparecer las tradiciones y<br />
formas populares que le transferían algún<br />
tipo de poder a las mujeres, dentro de los<br />
sistemas formales e informales. Se trata<br />
de un feminicidio y de una persecución<br />
que han permanecido sin ser denunciados,<br />
sin ser examinados las magnitudes<br />
de estos fenómenos. De lo que estamos<br />
hablando es que las condiciones sociales<br />
en que han vivido las mujeres fueron artificialmente<br />
creadas, por una política de<br />
exterminio continua a lo largo de por lo<br />
menos quinientos años, en donde millares<br />
y quizá millones de mujeres fueron acusadas<br />
de brujería, de tener pactos con el<br />
demonio, de insumisas, de infieles, etc.,<br />
y asesinadas. Por lo cual, al preguntarnos<br />
sobre el papel que tuvieron las mujeres<br />
en la sociedad, no podemos suponer que<br />
se trató de un desarrollo natural, sino de<br />
una guerra en la que diferentes instituciones<br />
sociales han mantenido la supremacía<br />
fálica. Segundo: frente a esta práctica sis-
temática y permanente de persecuciones,<br />
asesinato y castigo, el miedo ha pasado a<br />
ser una constante en la vida de las mujeres:<br />
se les ha enseñado a temer, viven<br />
bajo un temor de siglos que ejerce una<br />
condena clara sobre las posibilidades de<br />
manifestación de su sexualidad, sobre sus<br />
ideas, por lo que se trata de una tradición<br />
social que legitima un tipo de violencia<br />
sexista que deja pocas posibilidades de<br />
expresión a las mujeres. Esto representa<br />
para nuestra investigación un obstáculo<br />
espistemológico, ya que lo que conocemos<br />
de la condición de la mujer ha sido<br />
artificialmente generado, lo que enrarece<br />
cualquier aproximación al adjunto de la<br />
condición de la mujer, que no considera<br />
esta práctica histórica de persecución y<br />
destrucción de las mujeres físicamente y<br />
de lo que es considerado como una cualidad<br />
femenina.<br />
El tercer obstáculo epistemológico<br />
tiene que ver con la tradición biologicista<br />
que introduce <strong>Da</strong>rwin. Será Herbert<br />
Spencer (1820-1903), filósofo evolucionista<br />
inglés, quien la consolida como<br />
propuesta filosófica. A los cuarenta años<br />
concibió un vasto sistema filosófico evolucionista<br />
que integra la propuesta darwiniana<br />
(como evolución efecto de la<br />
selección natural), en el cual desarrolló<br />
la idea de que la evolución, entendida<br />
como concepto unificador, rige toda la<br />
realidad fenoménica, desde el sistema<br />
solar hasta la naturaleza humana, desde<br />
lo inorgánico hasta lo social, desde lo<br />
moral hasta la vida anímica, como formas<br />
que se desarrollan y son sujetas a<br />
la herencia.<br />
Identificó evolución con progreso,<br />
concibió la vida como un ajuste constante<br />
entre el entorno externo y el mundo<br />
interno de cada viviente. Sustenta una<br />
PALIMPSESTO<br />
concepción fenomenológica del conocimiento.<br />
Para realizar su programa, al<br />
que llama sistema de filosofía sintética,<br />
Spencer fue estudiando las diferentes<br />
formas en que la evolución se manifiesta<br />
en la biología, la psicología, la sociología<br />
y la ética, para llegar incluso a afirmar<br />
que las verdades que consideramos a<br />
priori, tales como las leyes matemáticas y<br />
lógicas, las nociones de espacio, tiempo<br />
o causalidad, por ejemplo, así como los<br />
valores morales, son fruto de una herencia<br />
transmitida por nuestros antepasados,<br />
herencia de la especie que va mejorando<br />
en el curso de la evolución, trasladando<br />
la noción de progreso como un asunto<br />
connatural al desarrollo histórico.<br />
Esta percepción de la naturaleza ha<br />
sido conceptualizada como el orden de los<br />
órdenes, como una especie de patrón, de<br />
coordenadas que determinan lo correcto,<br />
frente a las desviaciones que mostrarían<br />
lo incorrecto. De hecho la mayoría de los<br />
parámetros tienden a tomar a la naturaleza<br />
como la medida a ser seguida como ejemplo.<br />
En la naturaleza se presenta el macho<br />
y la hembra, con roles claros y diferenciados.<br />
Por lo tanto, cualquier desviación de<br />
estos parámetros naturales debe ser una<br />
aberración. Entre los mamíferos superiores<br />
encontramos una serie de comportamientos<br />
claramente diferenciados entre<br />
machos y hembras, como el del poder<br />
sobre los recursos, el control de la manada<br />
o el grupo, el de cuidados de los cachorros,<br />
el proveer de alimentos, la defensa,<br />
etc. Esto ha llevado a pensar que el género<br />
determina los papeles y es algo que se produce<br />
de manera espontánea y, por lo tanto,<br />
natural. Implica que todo aquello que<br />
distraiga a los animales de sus “responsabilidades”<br />
y de la sexualidad procreativa es<br />
una aberración, un atentado directo al or-<br />
Invierno 2005 / 2006 073 E
PALIMPSESTO<br />
den, es contranatural. Entonces se crea un<br />
modelo a partir del cual se piensan todas<br />
las cosas, en donde lo adecuado en cuanto<br />
a la materia sexual es que existan macho<br />
y hembra en una relación genital y fundamentalmente<br />
procreativa, cada uno ocupado<br />
de diferentes tareas, familiarmente<br />
necesarias, como si se tratara de un orden<br />
del que los seres humanos no pudieran y<br />
no debieran sustraerse.<br />
Los etólogos muestran este ordenamiento<br />
natural, según el cual las funciones<br />
de cada uno de los miembros de una manada<br />
están determinadas fundamentalmente<br />
por tres elementos: jerarquía, edad y género.<br />
Sin embargo, cuando vemos lo que<br />
se considera como un rol de género, en el<br />
caso de las hembras está principalmente<br />
determinado por su posibilidad genitora,<br />
alrededor de que pueda tener cachorros<br />
y el cuidado que con éstos tiene. Más que<br />
encontrar un rol específico para las hembras<br />
encontramos un papel específico para<br />
las genitoras. En cuanto a los machos, las<br />
observaciones de los etólogos son más<br />
específicas: muestran la importancia que<br />
tienen el poder y la territorialidad. ¿No<br />
están los estudios de los propios etólogos<br />
atravesados por los prejuicios de la cultura?<br />
¿Tienen ellos una correcta y desprejuiciada<br />
visión de la naturaleza sin desnaturalizarla<br />
con sus ideas y conceptos? En las formas familiares<br />
organizadas a partir de un sistema<br />
de harén, las hembras tienen también la encomienda<br />
de proveer de alimentos, como<br />
sucede con los gorilas y los leones.<br />
El psicoanálisis ha incluido parte de<br />
este argumento, ya que piensa que algo<br />
de este código “natural” nos es propio y<br />
lo llama ello, por lo tanto el ello es eso<br />
que en el humano pertenece al reino de<br />
la naturaleza y que nos es filogenéticamente<br />
transmitido. En el aparato psíqui-<br />
E 074 Invierno 2005 / 2006<br />
co el ello tiene un papel fundamental, ya<br />
que se encuentra en la constitución del<br />
psiquismo. El ello es donde surgen los<br />
instintos que una vez desnaturalizados<br />
se transformarán en pulsiones. Pulsión<br />
es el concepto límite entre lo psíquico y<br />
lo somático, entre lo natural y lo construido.<br />
El ello es el reservorio de las pulsiones,<br />
el lugar en donde se cocinan las<br />
pasiones. ¿Qué del ello es sexuado? ¿En<br />
qué medida participa en la diferencia<br />
sexual? ¿En la constitución de la sexualidad?<br />
¿Existe la posibilidad de hablar de<br />
“ellos” masculinos o femeninos?<br />
Existe otra implicación biologicista:<br />
tiene que ver con los órganos genitales.<br />
Se piensa bajo esta perspectiva que la<br />
presencia de cualquiera de ellos tiene<br />
una determinación sobre la sexualidad.<br />
En este sentido, la constitución psíquica<br />
de la mujer se encuentra fuertemente<br />
apuntalada por la falta de pene, según<br />
algunas perspectivas, y por la presencia<br />
de la vagina, según otras propuestas. No<br />
se trata de órganos que apuntalen la diferencia<br />
sexual, sino que determinan la<br />
diferencia sexual, como si algo del órgano<br />
atrapara o dejara de atrapar los procesos<br />
de la subjetividad humana.<br />
Parece innegable que existen diferencias<br />
notables entre machos y hembras, así<br />
como entre hombres y mujeres; lo que<br />
resulta torpe es el intento de definir las<br />
características de unos u otros de manera<br />
desarticulada, estática, sin contemplar al<br />
otro, es decir, como si se pudiera estudiar<br />
a los machos o a las hembras de manera<br />
aislada, como si no se tratara de un asunto<br />
relacionado lo uno con lo otro. El asunto<br />
es además flexible en cuanto formador de<br />
identidades y diferencias entre los sexos,<br />
por lo que buscar ontológicamente la diferencia<br />
sexual en un “ser” de la hembra
y un “ser” del macho, es vano y absurdo.<br />
Las características de género se establecen<br />
a partir de la diferencia, no como características<br />
propias o inmanentes, por lo menos<br />
en lo que a los seres humanos se refiere,<br />
además de que el simplismo de reducir la<br />
condición humana al seguimiento ciego de<br />
un conjunto de leyes de orden biológico,<br />
simplemente confirma la pereza intelectual<br />
de quienes la postulan. Tenemos suficiente<br />
información como para sostener lo que se<br />
ha propuesto desde el siglo XIX y es que lo<br />
humano propiamente dicho, es efecto de<br />
procesos de desnaturalización, en donde el<br />
legado histórico si bien nos determina no<br />
nos esclaviza. Podemos rehusarnos a sus<br />
leyes. Tenemos ejemplos etnográficos e<br />
históricos que muestran una gran gama de<br />
opciones en cuanto a los papeles que desarrollan<br />
hombres y mujeres.<br />
De un gran número de obstáculos<br />
epistemológicos, sólo he dedicado mi<br />
atención a cuatro. De éstos el último es<br />
el psicologismo. Esta perspectiva se ha<br />
construido a partir de reduccionismos,<br />
acartonamientos, propuestas desarticuladas<br />
y argumentos falaces que abundan<br />
en las diferentes “disciplinas psi”. Ésta es<br />
una perspectiva que se permite hacer<br />
generalizaciones con muy pocos argumentos<br />
que las respalden, sin importar<br />
el rigor discursivo ni la validez de los<br />
elementos de juicio. Se trata, por lo general,<br />
de argumentos y teorías de carácter<br />
doctrinario que se aceptan sin mayor<br />
elaboración o discusión crítica, ya que<br />
al argumentar que las raíces son inconscientes,<br />
uno no puede más que creerlo o<br />
no; prácticamente es un asunto de fe.<br />
Bajo esta perspectiva existe una<br />
caja oscura que dispara todas las conductas<br />
humanas, por lo que suponemos<br />
que las personas no son enteramente<br />
PALIMPSESTO<br />
responsables de lo que hacen: son víctimas<br />
de traumas acaecidos en la infancia,<br />
son mártires de familias disfuncionales,<br />
de desórdenes en el desarrollo psicosexual,<br />
etc., etc. Se construyen así,<br />
diversas teorías en medio de la más absoluta<br />
negrura, en donde cabe casi cualquier<br />
tipo de argumentos, que justifican<br />
que el ser humano es en realidad víctima<br />
pasiva de complejas formas familiares.<br />
Se trata de propuestas que además<br />
se autovalidan por descabelladas que<br />
parezcan. Los profesionales de estos<br />
campos, por lo general, no dan cuenta<br />
de su decir, ni del camino que siguen<br />
sus pensamientos, simplemente profieren<br />
juicios universales sobre lo que<br />
está bien y lo que está mal. No se trata<br />
tampoco de comprender, ya que nos<br />
explican eso que supuestamente saben.<br />
Eso estaría del lado de la conciencia, y<br />
estamos hablando de resortes psíquicos<br />
que son inconscientes e incognoscibles<br />
por la conciencia. ¿Como saben ellos<br />
eso? ¿Nosotros no lo sabemos?<br />
Se trata entonces de una perspectiva<br />
sumamente peligrosa, porque se sienten<br />
autorizados a decir prácticamente cualquier<br />
cosa. ¿Quién se atrevería a decirle<br />
al psicólogo que va desnudo? Temiendo<br />
ser el “supuesto tonto” que no alcanza a<br />
apreciar un hermosísimo ropaje que sólo<br />
aprecian los inteligentes y que en realidad<br />
fue realizado por timadores y por el cual<br />
los portadores se encuentran igualmente<br />
engañados. Lo que quiero resaltar es que<br />
se hacen posibles estas ostentaciones, por<br />
la falta de crítica y por la legitimación<br />
casi religiosa que hacen de sí mismos los<br />
psicólogos pertenecientes a las distintas<br />
“doctrinas psi”. Decimos doctrinas, porque<br />
su manera de comportarse es a partir<br />
de juicios prácticamente religiosos que,<br />
Invierno 2005 / 2006 075 E
PALIMPSESTO<br />
como hemos dicho, deben ser aprendidos<br />
sin mayor problematización. Además<br />
existen en la mayoría de las “perspectivas<br />
psi” ritos iniciáticos, generando el sentimiento<br />
de pertenencia. En estas propuestas<br />
se abrogan el conocimiento universal<br />
de lo humano y saben lo que es correcto<br />
para él, lo que es maduro, sano, adecuado,<br />
sensato o razonable, y por supuesto<br />
lo opuesto: lo enfermo, impropio, lo<br />
patológico, lo desadaptado, etc. Se trata<br />
entonces de un supuesto saber sobre un<br />
conjunto de certezas poco cuestionadas,<br />
desconociendo en realidad las raíces de la<br />
subjetividad humana.<br />
La materia prima con la que se edifican<br />
estas propuestas paradigmáticas son<br />
los ideales sociales, los prototipos culturales,<br />
la imaginarización a partir de parámetros<br />
abstractos proyectados sobre los<br />
supuestos objetos de estudio, los valores<br />
morales, estéticos y políticos, las taxonomías<br />
y teleologías sociales, etcétera.<br />
Buscar y encontrar<br />
Según esta manera de mirar y pensar la<br />
condición de lo femenino, la mujer es<br />
una actriz que debe desempeñar adecuadamente<br />
el papel que la sociedad le<br />
exige: en general debe ser pasiva, un<br />
hombre sin pene, una larva que espera<br />
su maduración, es decir su posibilidad<br />
de lograr su ser materno, el cual sería su<br />
meta más alta. Realmente cuando pensamos<br />
en mujeres las pensamos en torno al<br />
asunto de la concepción y el maternaje.<br />
La psicología supone que las maneras<br />
sociales de comportarse y sus papeles se<br />
encuentran psíquicamente determinados,<br />
por lo que existen síndromes que explican<br />
su subordinación, su volubilidad, su<br />
cercanía a los sentimientos por haberse<br />
prohibido el rol dominante y activo que<br />
E 076 Invierno 2005 / 2006<br />
se le permite e insta a que desarrolle el<br />
varón, y se le hace suponer que eso no es<br />
malo, que puede ser desplegada su feminidad<br />
sin que le sea adversa. Como si se le<br />
dijera al esclavo que existen maneras muy<br />
honrosas y autoafirmantes de llevar su esclavitud<br />
decorosamente, donde la emancipación<br />
que busca es por supuesto entendida<br />
como un problema de adaptación.<br />
Además de que los prototipos de lo que<br />
es el género, es decir de lo masculino y lo<br />
femenino, lo que es considerado salud y<br />
enfermedad, son extraídos de la sociedad<br />
occidental del primer mundo.<br />
En este sentido aparecen argumentos<br />
que, por ejemplo, en el proceso del<br />
Edipo, los niños se identifican con la figura<br />
paterna y toman como objeto de<br />
amor a la madre, mientras las niñas se<br />
identifican con la madre y toman como<br />
objeto de amor al padre. Parece un proceso<br />
simple e indiscutible, al no ser que<br />
de entrada ya se encuentran sexuados<br />
hay niños y niñas, por lo que esta manera<br />
simple de entender una teoría profundamente<br />
compleja, en realidad más que<br />
dar cuenta de los resortes de la constitución<br />
sexual, lo ponen como un asunto de<br />
afirmación. La diferencia sexual bajo esa<br />
propuesta —masculino o femenina—<br />
está en el origen del psiquismo, no es el<br />
resultado o el efecto de la operación del<br />
Edipo, sino se encuentra en el mismísimo<br />
origen, en la puerta de entrada al<br />
Edipo. No es tan simple como: los niños<br />
que ya son niños se identifican con el padre<br />
y las niñas con la madre.<br />
Otro botón de muestra del simplismo<br />
se presenta cuando se supone que<br />
los hijos son como plastilina y pueden<br />
ser modelados, son maleables por los<br />
padres. Esto supone que nada de los<br />
propios niños se pone en juego; son bajo
esta perspectiva víctimas de las familias,<br />
productos pasivos de las expectativas,<br />
ideales y acciones de los padres.<br />
La hipótesis desesperada tiene que<br />
ver con la propuesta freudiana del papel<br />
fundamental de la diferenciación y<br />
la identificación en la constitución del<br />
psiquismo. Freud señala que la primera<br />
inscripción, el demiurgo de todos los<br />
rasgos en la constitución del psiquismo,<br />
se trata de un monto de afecto muy alto,<br />
que al no existir defensas ni resistencia,<br />
genera una causa de dolor; este dolor es<br />
el primer registro de mismidad, es este<br />
dolor lo que generará la posibilidad de<br />
futuras inscripciones, es ese dolor lo<br />
que organizará un sistema incipiente<br />
que bascula entre el placer y el displacer.<br />
Sin embargo, ese dolor nos arrancó de<br />
nuestra condición anónima, por lo que<br />
no queda del todo rehusado, rechazado,<br />
abandonado o abolido. El dolor es el<br />
principio, el sentimiento más claro, más<br />
propio, más antiguo, más familiar, por<br />
lo tanto de él guardamos un paradójico<br />
vínculo de cercanía en cuanto a que es<br />
un reducto de mismidad y de odio en<br />
cuanto es crispante y nos lastima.<br />
Después, y como efecto de este cauce<br />
doloroso, aparece el rehusamiento de<br />
un estado de naturaleza, de un bienestar<br />
original, que en realidad sería una diferenciación<br />
propiamente dicha, la constitución<br />
de la diferencia, entre presencia y<br />
ausencia, entre placer y displacer. Es del<br />
orden simbólico, constituido por sistemas<br />
de pares de opuestos. Es un sistema polar<br />
y binario que se emplea para organizar<br />
nuestra subjetividad y que será condición<br />
necesaria para el surgimiento de la operación<br />
del lenguaje, a partir de la cual podemos<br />
entender que Freud proponga que<br />
existe un antes muy arcaico en el que el<br />
PALIMPSESTO<br />
sujeto aún no tiene un “yo”, se encuentra<br />
incluso antes de los procesos de catectización,<br />
es decir de la construcción de una<br />
realidad, de un cuerpo erógeno, de un sí<br />
mismo; éstos son los procesos de identificación,<br />
que orbitarán alrededor de una<br />
diferencia encarnada y caracterizada por<br />
esa dolorosa marca en que se constituye<br />
el ser, en una forma transitiva, ser-siendo,<br />
encontrándose en el placer, en la satisfacción,<br />
en negándose en el displacer.<br />
Estos procesos de identificación ponen<br />
necesariamente en juego otros procesos:<br />
los de diferenciación. ¿En qué consisten<br />
estos procesos? Que por ser familiar y<br />
doloroso es reprimido, transformándose<br />
en un centro de atracción a futuras representaciones<br />
dolorosas o displacenteras,<br />
para construir un lugar que se encuentre<br />
libre de conflictos, por lo que aparecerá<br />
la conciencia, en donde pueda advenir<br />
el yo, moi, ego, y que da lugar a su vez al<br />
proceso de identificación y diferenciación<br />
secundaria ya no con rasgos o fragmentos,<br />
ahora con complejas construcciones,<br />
collages intrincados previamente catectizados,<br />
investidos libidinalmente. Se realiza<br />
una compleja transacción económica de<br />
depósitos, cobro de réditos y quiebras<br />
libidinales, operaciones en las que el yo,<br />
como supuesto socio del ello, comienza a<br />
realizar transferencias para atraer estos recursos<br />
libidinales del ello. Estas operaciones<br />
mucho tienen de fraudulentas, todo<br />
con referencia a la diferencia que ha sido<br />
reprimida. Es evidente que el conjunto de<br />
elementos que se encuentren alrededor<br />
del principio del placer tendrán características<br />
consideradas como identificables a<br />
la satisfacción, al bienestar, mientras que<br />
los elementos que participan en el displacer<br />
serán colocados en el conjunto de los<br />
idealizados como malos, incómodos, insa-<br />
Invierno 2005 / 2006 077 E
PALIMPSESTO<br />
tisfactorios. Sin embargo, aquí comienzan<br />
las particularidades: no todo lo displacentero<br />
para alguien lo es para otro.<br />
Es en este proceso de identificación<br />
y diferenciación en el que las personas<br />
que se encuentran realizando las labores<br />
nutricias, de cuidado, limpieza y cariño<br />
tienen un papel muy importante. En los<br />
procesos de identificación con la sobrevivencia,<br />
el placer y la sexualidad, son muy<br />
importantes, pero Freud nos advierte que<br />
nos identificamos en el primer momento<br />
únicamente a rasgos, no a totalidades.<br />
Éstos son efecto de las construcciones,<br />
edificadas con cada uno de esos rasgos a<br />
manera de ladrillos, es decir con las personas.<br />
El resultado del proceso de identificación<br />
es un collage, un calidoscopio de<br />
retazos, trozos, fragmentos que se realizan<br />
en una etapa muy temprana. Por lo tanto<br />
la identificación construye siempre fenómenos<br />
inéditos, inclasificables, singulares,<br />
característicos de cada una de las personas,<br />
conteniendo elementos y posiciones<br />
E 078 Invierno 2005 / 2006<br />
de la subjetividad que posteriormente<br />
podrán ser entendidos como masculinos<br />
y/o femeninos, sádicos y/o masoquistas,<br />
apolíneos y/o dionisiacos, crueles y/o<br />
comprensivos, activos y/o pasivos.<br />
Lo mismo sucede con “el otro”, con<br />
el partenaire que es construido también<br />
a partir de trozos, fragmentos de identificaciones<br />
y diferenciaciones, como<br />
un rompecabezas. Esta dinámica de<br />
identificación y diferenciación no existe<br />
como proceso terminado, ni como conjunto<br />
finito es más, de hecho se trata de<br />
constelaciones cambiantes sobre bases<br />
estructurales determinadas, donde no<br />
es posible todo, hay límites, reglas en<br />
donde además no podremos caber íntegramente<br />
bajo los parámetros sociales<br />
o culturales que definirán nuestro sexo.<br />
Identificamos el de nuestro partenaire<br />
con base en el mismo proceso que se va<br />
modificando constantemente, en la medida<br />
en que entran más elementos a ser<br />
jugados en la constelación que es la iden-<br />
EL MIEDO HA PASADO A SER UNA CONSTANTE EN LA VIDA<br />
DE LAS MUJERES: SE LES HA ENSEÑADO A TEMER,<br />
VIVEN BAJO UN TEMOR DE SIGLOS QUE EJERCE<br />
UNA CONDENA CLARA SOBRE LAS POSIBILIDADES<br />
DE MANIFESTACIÓN DE SU SEXUALIDAD,<br />
SOBRE SUS IDEAS, POR LO QUE SE TRATA<br />
DE UNA TRADICIÓN SOCIAL QUE LEGITIMA<br />
UN TIPO DE VIOLENCIA SEXISTA<br />
QUE DEJA POCAS POSIBILIDADES<br />
DE EXPRESIÓN A LAS MUJERES.
tidad sexual. Las identificaciones, como<br />
decíamos, no tienen que ver con el ser,<br />
sino con el siendo, con hacer aquello<br />
en donde nos sentimos mejor o menos<br />
incómodos. Ahí encontramos índices y<br />
rastros de las identificaciones que encontramos<br />
en nuestra vida, como si esos<br />
rastros tuvieran que ver con nosotros.<br />
Picasso decía: “yo no busco, ¡encuentro!”<br />
Es exactamente de lo que estamos<br />
hablando, en la constitución de la sexualidad.<br />
Sin embargo, como dije, no todo<br />
es posible, existen límites que nos impiden<br />
y nos limitan. Sólo frente a la prohibición<br />
existe la posibilidad de delimitar<br />
un deseo. Pero podríamos decir que la<br />
manera de habitar el mundo es sexuada,<br />
las relaciones entre esos fragmentos es<br />
sexuada; es decir, la constelación, como<br />
lazo entre los fragmentos, es sexuada.<br />
Lacan veía la sexuación (palabra que<br />
él inventa) como una posición sexuada<br />
frente a las relaciones que se establecen<br />
con el mundo. Esta posición no es efecto<br />
de un proceso de maduración psicosexual<br />
en la que el sujeto es víctima de circunstancias<br />
externas —podía rechazar y/o<br />
rehusar— que generan profundas consecuencias,<br />
como el caso del hombre de<br />
los lobos que rehusara su posición homosexual,<br />
en el plano de la realización genital<br />
y se repliega a una manera de sexualidad<br />
repleta de goce, de insatisfacción, en<br />
la que el placer no es un elemento que rija<br />
esta sexualidad. Por todo ello, los continentes<br />
hombre y mujer, heterosexual y<br />
homosexual, son pobres para dar cuenta<br />
de la diversidad de posiciones sexuales.<br />
No obstante, es necesario recordar que<br />
cada posición implica, no sólo una elec-<br />
PALIMPSESTO<br />
ción sino también la no elección de otras<br />
opciones, una responsabilidad como acto<br />
de verdad frente al deseo.<br />
La sexuación tiene que ver con la<br />
forma y contenido, lo que contiene y lo<br />
que es contenido. Lacan propone que la<br />
imposibilidad de salirse del sentido, de ir<br />
más allá del campo de las significaciones<br />
y del lenguaje es una posición “hombre”,<br />
mientras quien se deja habitar por un instante<br />
en ese lugar que no tiene referencias,<br />
en un lugar que circula alrededor de<br />
la falta, es la posición “mujer”. Según esto<br />
las personas con pene y con vagina, no<br />
pueden estar completamente en el lado<br />
mujer. Eso es como en la producción artística<br />
y en la satisfacción, aparece siempre<br />
irrumpiendo y es efímero. Sin embargo,<br />
existen estructuras que cancelan<br />
estos breves momentos, manteniéndose<br />
en la rigidez de las formas y el lenguaje.<br />
Para confirmarlo es suficiente un<br />
ejemplo, que me comentó un colega<br />
cuando le hablaba del tema de este artículo.<br />
Se trata de una persona transexual<br />
que después de algún tiempo y removidos<br />
los órganos sexuales masculinos, comenzó<br />
una relación con una mujer lesbiana. Al<br />
parecer lograron mantener una relación<br />
de pareja sumamente satisfactoria para<br />
ambos. No podemos, entonces, proponer<br />
que el sexo o género de una persona tiene<br />
que ver con el sexo de su partenaire. Con<br />
lo que más que responder a las preguntas<br />
que se plantearon desde el principio y de<br />
subrayar los obstáculos epistemológicos,<br />
quiero simplemente mostrar que el tema<br />
de la sexualidad femenina, es un asunto<br />
que se encuentra aún muy lejos de permitirnos<br />
tener ideas concluyentes.<br />
Invierno 2005 / 2006 079 E
0080<br />
Freud y lo femenino<br />
Alfonso Herrera<br />
Que lo femenino haya estado presente<br />
desde los primeros tiempos del psicoanálisis,<br />
hace significativa la confidencia<br />
que Freud hiciera a Marie Bonaparte:<br />
“La gran pregunta que nunca ha obtenido<br />
respuesta y que hasta ahora no he sido<br />
capaz de contestar, a pesar de mis treinta<br />
años de investigación del alma femenina<br />
es ésta: ¿qué es lo que desea la mujer?” 1<br />
La traducción al castellano de la monumental<br />
obra de Jones sobre la vida de<br />
Freud plantea un problema de entrada:<br />
“¿Was will das Weib?”, si bien no autoriza<br />
a implicar el deseo de una mujer,<br />
pues Freud no habla de Wunsch (deseo)<br />
y es sabido que en psicoanálisis desear<br />
y querer no designan el mismo campo<br />
semántico. Así, “¿qué es lo que la mujer<br />
quiere?” es la pregunta.<br />
Si se toma al pie de la letra la confesión<br />
hecha a Marie Bonaparte, Freud<br />
asumía que —como el caballero de uno<br />
de sus chistes predilectos— su investigación<br />
sobre lo femenino había “sido<br />
escrita enteramente siguiendo el dictado<br />
de lo inconsciente según el famoso principio<br />
de Itzig el Caballero del Domingo.<br />
—‘Itzig, ¿hacia dónde cabalgas?’. —<br />
‘¿Qué sé yo?, pregúntale al corcel’”. 2<br />
En efecto, “ese caballo de Troya que<br />
la mujer trae para instalar en el centro<br />
del edificio tan bien construido del psicoanálisis,<br />
al punto que se convierte en<br />
una máquina de guerra, sólo puede com-<br />
PALIMPSESTO<br />
prenderse si se resuelve lo que el propio<br />
Freud interpela. Lo que ella pone en peligro<br />
es la identidad del saber analítico<br />
consigo mismo, es decir, su pretensión<br />
de verdad”. 3<br />
Hacia 1905, Freud lamentaba que<br />
la vida amorosa del varón fuera “la única<br />
que se ha hecho asequible a la investigación,<br />
mientras que la de la mujer permanece<br />
envuelta en una oscuridad todavía<br />
impenetrable”. 4<br />
Tres años más tarde, sostendría que<br />
“debido a circunstancias externas e internas<br />
poco propicias, las comunicaciones<br />
que siguen se refieren predominantemente<br />
al desarrollo sexual de uno de<br />
los sexos, a saber, el masculino”. 5<br />
Así, la vía de acceso a lo hasta entonces<br />
inexplorado (la histeria conversiva<br />
de sus primeras comunicaciones<br />
clínicas de 1895), luego de tres décadas<br />
desembocó a un oscuro descampado. No<br />
en balde una de las más célebres metáforas<br />
freudianas sobre lo femenino remite<br />
a una demarcación gnoseológica: “la vida<br />
sexual de la mujer adulta sigue siendo un<br />
dark continent para la psicología”. 6<br />
Es ésta la esencia de la problemática<br />
femenina para el psicoanálisis: se trata de<br />
una jurisdicción donde el saber psicoanalítico<br />
no ha sentado a cabalidad sus reales.<br />
A un público perplejo que hacia 1933<br />
lo escucha disertar sobre la feminidad,<br />
Freud le espeta: “Si ustedes quieren saber
Claudius y el Rey Hamlet.<br />
Invierno 2005 / 2006 081 E
PALIMPSESTO<br />
más acerca de la feminidad, inquieran a<br />
sus propias experiencias de vida, o diríjanse<br />
a los poetas; o aguarden hasta que la<br />
ciencia pueda darles una información más<br />
profunda y mejor entramada.” 7<br />
Así, en la última recta de su vida,<br />
Freud reconocía que lo colegido por el<br />
psicoanálisis sobre la condición femenina<br />
era, simplemente, fragmentario e<br />
incompleto.<br />
La histeria freudiana<br />
Freud hizo una lectura sintomática de lo<br />
femenino aunque sólo fuera por haber<br />
recogido ahí la verdad de una disfunción<br />
corporizada, encarnada: la de la histeria<br />
conversiva.<br />
Estudios sobre la histeria (1895) es un<br />
sintagma que merece una reflexión detenida.<br />
Freud nombra la entidad clínica,<br />
no a las mujeres ahí implicadas; esto es,<br />
subsume la condición subjetiva a un espectro<br />
sintomático determinado. Pero,<br />
¿no es el conjunto de mujeres escuchadas<br />
lo que determina el marco nosológico?<br />
Pues de histeria se puede hablar<br />
sólo en la medida en que una serie de<br />
fenómenos mórbidos concurren en un<br />
campo cuyas coordenadas piden ser teorizadas.<br />
En este caso, parece como si Freud<br />
privilegiara el registro estructural como<br />
causa de lo que sus casos ilustran a manera<br />
de viñetas clínicas probatorias, cuando<br />
lo que está en juego es exactamente<br />
lo inverso: es la histeria como estructura<br />
el efecto de todas y cada una de las historias<br />
clínicas evocadas.<br />
Algo similar ocurre entre la designación<br />
nosológica del cuadro mórbido<br />
(histeria) y la descripción de sus causas:<br />
para Freud, un sujeto histérico padece<br />
de reminiscencias. Claramente, homo-<br />
E 082 Invierno 2005 / 2006<br />
loga la causa (el recuerdo por el que el<br />
padecimiento aflora), con la condición<br />
histérica misma. Dicho de otro modo,<br />
la entidad nosológica (histeria) deviene<br />
nosografía (al describir el padecimiento)<br />
pero… por vía etiológica (la reminiscencia<br />
como fuente).<br />
La cura, por tanto, debe dirigirse<br />
a proveer las vías eferentes adecuadas<br />
para que la nocividad de la reminiscencia<br />
cese.<br />
Examinando el relato de Emma von<br />
N., es claro que para Freud la reminiscencia<br />
determina el complejo sintomático<br />
que obliga a una maniobra terapéutica específica<br />
(la abreacción), repetida cuantas<br />
veces fuera necesario:<br />
… sólo se podía aportarle alivio<br />
dándole la oportunidad de apalabrar<br />
en la hipnosis la reminiscencia que<br />
la estaba martirizando, con todo el<br />
gasto de talante que le correspondía y<br />
sus exteriorizaciones corporales […]<br />
Tras esa purificación en la hipnosis, se<br />
sentía enteramente bien, y presente,<br />
durante algunas horas. Breve tiempo<br />
después irrumpía, según su orden en<br />
la serie, la próxima reminiscencia. 8<br />
Una vez tramitada la reminiscencia es<br />
posible un desmantelamiento general<br />
del cuadro sintomático. Cuantas más<br />
reminiscencias estén estranguladas, más<br />
virulenta es la manifestación mórbida:<br />
Uno aprende entonces a distinguir sin<br />
dificultad entre el reposo anímico por<br />
falta efectiva de toda reminiscencia, y<br />
la tensión y los signos de afecto bajo los<br />
cuales el enfermo busca desmentir, al<br />
servicio de la defensa, la reminiscencia<br />
que aflora. 9
Es evidente que para Freud hay un estricto<br />
nexo causal entre el evento ocasionador<br />
y el fenómeno psicopatológico<br />
de ahí derivado. Su detallada argumentación<br />
en la comunicación que antecede<br />
a sus Estudios sobre la histeria (1895) lo<br />
remarca:<br />
hace una serie de años investigamos,<br />
en las más diversas formas y síntomas<br />
de la histeria, su ocasionamiento: el<br />
proceso en virtud del cual el fenómeno<br />
en cuestión se produjo la primera vez<br />
[...] el nexo causal del trauma psíquico<br />
ocasionador con el fenómeno histérico<br />
no es tal que el trauma, como agent<br />
provocateur, desencadenaría al síntoma,<br />
el cual subsistiría luego, ya devenido<br />
autónomo. Antes bien, debemos<br />
aseverar que el trauma psíquico, o<br />
bien el recuerdo de él, obra al modo<br />
de un cuerpo extraño que aún mucho<br />
tiempo después de su intrusión tiene<br />
que ser considerado como de eficacia<br />
presente [...] Descubrimos, en efecto,<br />
al comienzo para nuestra máxima<br />
sorpresa, que los síntomas histéricos<br />
singulares desaparecían enseguida y sin<br />
retornar cuando se conseguía despertar<br />
con plena luminosidad el recuerdo del<br />
proceso ocasionador, convocando al<br />
mismo tiempo el efecto acompañante<br />
[...] Por inversión del apotegma cessante<br />
causa cessat effectus, tenemos derecho a<br />
concluir de estas observaciones que el<br />
proceso ocasionador produce efectos<br />
de algún modo durante años todavía,<br />
no indirectamente por mediación<br />
de una cadena de eslabones causales<br />
intermedios, sino de manera inmediata<br />
como causa desencadenante, al modo<br />
en que un dolor psíquico recordado<br />
en la conciencia despierta suscita en<br />
PALIMPSESTO<br />
un momento posterior la secreción<br />
lacrimal: el histérico padece por la<br />
mayor parte de reminiscencias. 10<br />
Tan estrecho es el vínculo entre el agente<br />
etiológico activo (la reminiscencia) y<br />
el método terapéutico eficaz (la abreacción),<br />
que Freud se refiere a ambos de<br />
manera indistinta englobándolos bajo el<br />
rubro teoría de la histeria, según se lee<br />
en una carta a Fliess: “Me alegra poder<br />
comunicarte que nuestra teoría de la histeria<br />
(reminiscencia, abreacción, etc.) se<br />
podrá leer el 1° de enero de 1893…” 11<br />
Este largo recuento es para mostrar<br />
cierta inflexibilidad de Freud con sus<br />
pacientes histéricas cuando los síntomas<br />
no cedían a pesar de haber pesquisado<br />
el incidente ocasionador. En efecto, si<br />
la causa de un cúmulo sintomático es la<br />
reminiscencia, una vez que ésta ha sido<br />
abreaccionada deben ceder las manifestaciones<br />
patológicas. Esto es, si la razón<br />
de lo mórbido es un recuerdo y si éste<br />
fue ya tramitado, sería irracional que el<br />
síntoma permaneciera.<br />
Que ignorar la verdad de lo inconsciente<br />
cause enfermedad, valga. Pero<br />
que una vez elucidada dicha verdad, persista<br />
la patología pone en entredicho el<br />
método terapéutico empleado. Antes de<br />
modificar sus presupuestos, Freud optó<br />
por adoptar el lugar de un amo. Júzguese<br />
el siguiente incidente acaecido en el curso<br />
del análisis de Emma von N., relatado<br />
por Freud mismo:<br />
La visité un día mientras almorzaba, y<br />
la sorprendí arrojando algo envuelto en<br />
papel al jardín, donde lo recogían los<br />
hijos del portero. Ante mi pregunta,<br />
confesó que era su pastel (seco), que<br />
cotidianamente solía seguir el mismo<br />
Invierno 2005 / 2006 083 E
PALIMPSESTO<br />
camino. Esto me movió a considerar<br />
los restos de los otros platos, y hallé<br />
que de ellos sobraba más de lo que<br />
podía haber comido. Interpelada por<br />
su poco comer, respondió que no<br />
estaba acostumbrada a tomar más,<br />
y aun le haría daño; sostuvo tener la<br />
misma naturaleza que su difunto padre,<br />
quien igualmente había sido de poco<br />
comer. Cuando le indagué qué bebía,<br />
respondió que sólo toleraba líquidos<br />
densos, como leche, café, chocolate,<br />
etc.; siempre que bebía agua surgente<br />
o mineral se le estropeaba el estómago.<br />
Todo eso llevaba el inequívoco sello<br />
de una elección nerviosa. Le tomé un<br />
análisis de orina y se la halló en exceso<br />
concentrada y sobrecargada de uratos.<br />
Por eso juzgué adecuado indicarle<br />
que bebiera más, y también me<br />
propuse hacerle aumentar la ingesta<br />
de alimento. Si bien no presentaba<br />
una delgadez llamativa, me pareció<br />
que alguna sobrealimentación era<br />
deseable. Cuando en mi siguiente<br />
visita le prescribí un agua alcalina y<br />
le prohibí que hiciera correr al postre<br />
su suerte habitual, su agitación no<br />
fue poca: “Lo haré porque usted me<br />
lo demanda, pero le anticipo que<br />
será para mal, porque mi naturaleza<br />
lo rechaza, y mi padre era igual.” Al<br />
preguntarle en la hipnosis por qué<br />
no podía comer más ni beber agua,<br />
le acudió esta respuesta bastante<br />
hosca: “No sé.” Al día siguiente,<br />
la enfermera me confirmó que la<br />
señora Emmy se había sobrepuesto<br />
a su porción íntegra y había bebido<br />
una copa de agua alcalina. Pero me<br />
refirió haberla hallado luego yacente,<br />
presa de profunda desazón y de muy<br />
mal humor. Se quejaba de unos muy<br />
E 084 Invierno 2005 / 2006<br />
violentos dolores de estómago: “Yo se<br />
lo había dicho. Ahora se han perdido<br />
todos los logros que tanto tiempo y<br />
tantas penas nos llevó conseguir. Me he<br />
arruinado el estómago como siempre<br />
que me alimento en demasía o bebo<br />
agua, y me veré obligada a guardar<br />
una dieta total durante cinco a ocho<br />
días antes que tolere algo.” Le aseguré<br />
que no sería necesaria esa abstinencia,<br />
pues era de todo punto imposible<br />
que el agua le arruinara a uno el<br />
estómago de esa manera; sus dolores<br />
sólo se debían a la angustia con que<br />
había comido y bebido. Era evidente<br />
que no le había causado impresión<br />
alguna con este esclarecimiento, pues<br />
cuando poco después quise dormirla<br />
la hipnosis fracasó por primera vez; y<br />
por la furiosa mirada que me arrojó<br />
supe que estaba en plena rebeldía<br />
y que la situación era muy seria.<br />
Renuncié a la hipnosis, y le dije que<br />
le daba veinticuatro horas para que<br />
reflexionara hasta admitir el punto de<br />
vista de que sus dolores de estómago<br />
sólo se debían a su miedo; pasado<br />
ese plazo yo vendría a preguntarle<br />
si todavía opinaba que uno podía<br />
arruinarse el estómago ocho días<br />
enteros a causa de una copa de agua<br />
mineral y de una frugal comida; en<br />
caso de afirmarlo ella, le rogaría que<br />
partiese. Esta pequeña escena estaba<br />
en agudísimo contraste con nuestras<br />
relaciones de ordinario muy amistosas.<br />
Veinticuatro horas después la encontré<br />
humilde y dócil. Al preguntarle su<br />
opinión sobre el origen de sus dolores<br />
de estómago, respondió, incapaz de<br />
disimular: “Creo que se deben a mi<br />
angustia, pero sólo porque usted lo<br />
dice.” 12
Mucho se ha avanzado en este rubro atinente<br />
a la técnica psicoanalítica. Baste<br />
recordar la sentencia de Lacan que reza:<br />
“no hay en análisis otra resistencia que la<br />
del analista”. 13 Pero seis décadas antes de<br />
este aserto, el fundador del psicoanálisis<br />
entendía de otra manera el ser analista:<br />
sorprende a Emmy tirando un pastel seco<br />
y ella no puede sino confesar su falta. Le<br />
indica beber y comer más a pesar de las<br />
razones que ella aduce y que para Freud<br />
sólo significan el inequívoco sello de una<br />
elección nerviosa. Le prohíbe desechar<br />
el pastel y prescribe como causa de los<br />
dolores gástricos que la paciente acusa la<br />
angustia que acompañó a la ingesta. Pero<br />
cuando ella se niega a ser hipnotizada,<br />
Freud truena y la condiciona (dándole<br />
veinticuatro horas para decidirse): o resigna<br />
sus síntomas o renuncia al analista.<br />
Emmy cede. Acepta beber y comer, se<br />
somete a la hipnosis, se torna humilde<br />
y dócil; lo que no obsta para externar<br />
sus razones: Lo haré porque usted me lo<br />
demanda… [acepto] sólo porque usted<br />
lo dice.<br />
Es evidente que Freud se encuentra<br />
en los primeros tanteos de una técnica<br />
que estaba por ser construida. Influir a<br />
los pacientes es sugestión, no psicoanálisis,<br />
pues —hoy se sabe a cabalidad—,<br />
“el psicoanalista sin duda dirige la cura.<br />
El primer principio de esta cura, el que le<br />
deletrean en primer lugar, y que vuelve a<br />
encontrar en todas partes en su formación<br />
hasta el punto de que se impregna en<br />
él, es que no debe dirigir al paciente”. 14<br />
Emma es complaciente con Freud<br />
y acepta una verdad impuesta: la que el<br />
psicoanálisis de la época exigía como evidencia<br />
probatoria de un incipiente método<br />
terapéutico. La razón de mis dolores<br />
no es la que usted me impone, pero si el<br />
PALIMPSESTO<br />
precio de mi indocilidad es perderlo, sea<br />
entonces lo que usted diga.<br />
Emmy trasmuda la dócil sumisión en<br />
ironía. Dos meses después del incidente<br />
le escribe a Freud: “Como muy bien y<br />
he aumentado mucho de peso. Llevo bebidas<br />
cuarenta botellas de agua mineral.<br />
¿Cree usted que debo continuar así?” 15<br />
Con notable agudeza, Assoun interpreta<br />
el subtexto de este mensaje<br />
así: “¿Qué dosis de saber deberé tragar?<br />
¿Hasta dónde deberé obedecer para que<br />
finalmente sepas... lo que yo quiero?”<br />
Pues: “No soy yo quien aprueba, aunque<br />
diga que sí; no hago más que repercutir<br />
el discurso que emitiste en mi lugar”. 16<br />
Será gracias a Emmy que Freud arribará<br />
a dos claves de la técnica psicoanalítica<br />
aún vigentes. En el transcurso de<br />
una sesión de hipnosis, narra Freud lo<br />
siguiente:<br />
Por algún camino doy en preguntarle<br />
por qué ha tenido dolores de<br />
estómago, y de dónde provienen<br />
[...] Su respuesta, bastante renuente,<br />
fue que no lo sabe. Le doy plazo<br />
hasta mañana para recordarlo. Y hete<br />
aquí que me dice, con expresión de<br />
descontento, que no debo estarle<br />
preguntando siempre de dónde viene<br />
esto y estotro, sino dejarla contar lo<br />
que tiene para decirme. 17<br />
Lo que hoy día se conoce como la regla<br />
fundamental —esto es, que el paciente<br />
diga en asociación libre todo lo que le<br />
pase por la cabeza— y el silencio del<br />
analista (dos prescripciones técnicas fundamentales<br />
en la dirección de una cura),<br />
tienen su punto de partida en esta oposición<br />
de Emmy a una (nueva) imposición<br />
de Freud.<br />
Invierno 2005 / 2006 085 E
PALIMPSESTO<br />
Hoy día es tan importante lo que<br />
un analista dice como aquello que calla.<br />
Decir importa menos que dejar decir y<br />
Emmy supo hacérselo entender al primer<br />
analista.<br />
Así, la incertidumbre expresada<br />
a Marie Bonaparte (“¿qué es lo que la<br />
mujer quiere?”) inquiere también por la<br />
pertinencia del saber analítico frente al<br />
misterio ahí formulado. Cabe, pues, la<br />
pregunta concomitante: ¿se trata de saber<br />
lo que una mujer quiere o de lo que<br />
el psicoanálisis quiere de una mujer (entendida<br />
como el enigmático reservorio<br />
de un saber que no debería ser distónico<br />
al saber analítico.<br />
La mujer en Freud<br />
(las cartas a Fliess)<br />
La edición parcial que Ernst Kriss diera<br />
a conocer en 1950 del intercambio<br />
epistolar que Freud y Fliess sostuvieran<br />
a lo largo de 17 años (1887-1904), llevó<br />
a Jeffrey Moussaieff Masson a proponer<br />
en 1978 una edición completa de ese<br />
epistolario a Anna Freud.<br />
Masson adujo que en las cartas elididas<br />
seguramente había elementos fundamentales<br />
para documentar la historia<br />
del psicoanálisis. La intervención de<br />
K.R. Eissler, amigo y consejero de Anna,<br />
terminaría por persuadirla de la importancia<br />
de una empresa tal.<br />
Wilhelm Fliess sería el tercero de<br />
los corresponsales caros al Freud de finales<br />
del siglo antepasado: los otros dos<br />
habían sido Eduard Silberstein, su gran<br />
amigo de juventud, y Martha Bernays,<br />
su entonces prometida y —a la postre—<br />
esposa.<br />
La correspondencia con Fliess abarca<br />
un periodo esencial en la reflexión freudiana<br />
en el que son forjados conceptos<br />
E 086 Invierno 2005 / 2006<br />
nodales (psicoanálisis, meta-psicología)<br />
y son escritas las tres obras fundamentales<br />
del pensamiento psicoanalítico: La<br />
interpretación de los sueños (1900[1899]),<br />
Psicopatología de la vida cotidiana (1901)<br />
y El chiste y su relación con el inconsciente<br />
(1905). 18<br />
Aún más, en el flujo epistolar con<br />
Fliess, Freud delínea la génesis de cada<br />
una de estas tres obras. Hacia 1887 (año<br />
de inicio de esta correspondencia), Fliess<br />
(con 29 años a la sazón) era un reconocido<br />
otorrinolaringólogo berlinés y Freud<br />
(de 31) era Privatdozent de neuropatología<br />
en Viena.<br />
Aunque Fliess tenía un marcado interés<br />
por la biología (campo en el que<br />
propuso tesis audaces que hoy son consideradas<br />
insostenibles), no se limitaba<br />
a ella. Prueba inequívoca de lo anterior<br />
fue la particular atención que dedicó<br />
a las conjeturas metapsicológicas de<br />
Freud, quien devino el más íntimo entre<br />
sus amigos y privilegiado confidente de<br />
asuntos públicos y privados.<br />
Tan delicados asuntos fueron tratados<br />
en esta correspondencia que en un<br />
primer intercambio epistolar entre Freud<br />
y —la ya para entonces viuda de Fliess—<br />
Ida Bondy, aquél expresa su deseo de que<br />
las cartas no se hagan públicas.<br />
Un tema sensible en el flujo de este<br />
intercambio epistolar es la marcada inclinación<br />
hacia Fliess comandada —como<br />
Freud reconocería más tarde— por mociones<br />
homosexuales. En concordancia<br />
con la tesis sobre la condición bisexual de<br />
todo sujeto, la mujer que en Freud habitaba<br />
emerge con una fuerza asombrosa,<br />
como se intentará ilustrar más adelante.<br />
Varias son las mujeres implicadas<br />
en esta historia: Ida Bondy (mujer<br />
de Fliess), Martha Bernays (esposa de
Freud), Anna Freud y Marie Bonaparte.<br />
La mujer en Freud jugó asimismo su<br />
parte, en abierta complicidad con la que<br />
en Fliess también anidaba.<br />
He aquí un apretado relato de la trama<br />
que estas seis mujeres urdieron:<br />
En diciembre de 1928 (dos meses<br />
después de la muerte de Wilhelm), Ida<br />
Fliess escribió a Freud:<br />
No sé ciertamente si usted me ha de<br />
considerar con derecho a ello, pero<br />
sin embargo [tengo] un pedido que<br />
[yo] ensayaré someterle. Quizá se<br />
encuentre usted en posesión de cartas<br />
que Wilhelm le dirigió antes de la época<br />
de la desavenencia. Probablemente<br />
no han sido destruidas, aunque las<br />
desfavoreciera la pérdida de la íntima<br />
relación con usted, y, si es así: ¿tendría<br />
usted, estimado profesor, la confianza<br />
y la bondad de depositar esas cartas en<br />
mis manos, como en las de aquel, entre<br />
todos los seres humanos, que tiene el<br />
más íntimo interés en ellas? Doy fe que<br />
no persigo con ello ningún otro fin, o,<br />
si hubiera de ser así, las recibiría sólo<br />
en préstamo y por un plazo limitado.<br />
Este deseo me ha franqueado el camino<br />
hasta usted, por largo tiempo cerrado;<br />
me pregunto si [yo] podré recorrerlo de<br />
nuevo para agradecerle cordialmente.<br />
Su devotísima Ida Fliess.<br />
Freud respondió el 7 de diciembre del<br />
mismo año:<br />
Estimada señora: Me apresuro a<br />
responder su carta, aunque hoy<br />
todavía no pueda comunicarle nada<br />
conducente al cumplimiento de su<br />
deseo. Mi recuerdo me dice que<br />
he destruido gran parte de nuestra<br />
PALIMPSESTO<br />
correspondencia en algún momento<br />
posterior a 1904. 19 Pero queda abierta<br />
la posibilidad de que un número<br />
escogido de cartas se haya conservado<br />
y de que una cuidadosa búsqueda en<br />
los lugares donde habito desde hace<br />
37 años las pueda descubrir. Le pido,<br />
pues, que me dé plazo hasta Navidad.<br />
Lo que encuentre, lo he de poner a<br />
disposición de usted sin condición<br />
alguna. Si no encuentro nada, deberá<br />
usted suponer que nada se salvó de<br />
la destrucción. Ciertamente, me<br />
gustaría enterarme también yo de<br />
que mis cartas a su esposo, mi amigo<br />
íntimo durante muchos años, han<br />
tenido un destino que las preserve de<br />
cualquier empleo futuro. Me atengo a<br />
la tácita colaboración impuesta por las<br />
circunstancias. Su devoto Freud.<br />
Freud dice que de encontrar cartas de<br />
Fliess a él dirigidas las devolverá “sin condición<br />
alguna” a la viuda de éste, sin embargo,<br />
atento a la denegación de Ida Fliess<br />
(“no persigo con ello ningún otro fin”,<br />
aclara sin necesidad alguna), la misiva de<br />
respuesta exige un gesto de reciprocidad:<br />
que el “destino” de las cartas que él dirigiera<br />
a Fliess fuera que Ida las preservara<br />
“de cualquier empleo futuro”.<br />
El 30 de diciembre, Freud escribe:<br />
Estimada señora: Hasta hoy no he<br />
encontrado nada y me inclino a suponer<br />
que toda la correspondencia ha sido<br />
destruida. Pero como tampoco he<br />
encontrado otras cosas que ciertamente<br />
quería conservar, como las cartas<br />
de Charcot, no considero el asunto<br />
concluido. Naturalmente, para el caso<br />
en que algo encuentre, mi promesa<br />
Invierno 2005 / 2006 087 E
PALIMPSESTO<br />
sigue en pie. Su devotísimo Freud. 20<br />
“Me deja usted una luz tenue, y sería posible<br />
que un buen día apareciera alguna<br />
que otra carta que la casualidad hubiera<br />
preservado”, responde Ida Fliess a Freud<br />
el 3 de enero de 1929.<br />
La preocupación de Freud sobre el<br />
incierto destino de sus cartas a Fliess<br />
no era gratuito. Era de suponerse que<br />
Ida Fliess las conservaba y, dado el muy<br />
activo papel que ella había jugado en la<br />
ruptura entre los dos amigos, era ingenuo<br />
apostar a que al final primaría la<br />
discreción.<br />
En efecto, indiferente a la propuesta<br />
de Freud para una “tácita colaboración<br />
[entiéndase el discreto manejo de<br />
las cartas que aún existieran] impuesta<br />
por las circunstancias” (de la muerte de<br />
Wilhelm), y contra la petición expresa<br />
de asegurar para esos documentos “un<br />
destino que las preserve de cualquier<br />
empleo futuro”, años después Ida Fliess<br />
vendería al mejor postor las cartas de<br />
Freud que en vida recibiera su marido.<br />
De todo esto sabemos por la princesa<br />
Marie Bonaparte, quien el 30 de diciembre<br />
de 1936 le informa a Freud:<br />
Hoy se me presentó un señor Stahl<br />
de Berlín. Ha obtenido de la viuda de<br />
Fliess las cartas y manuscritos de usted<br />
que se conservaban entre los papeles de<br />
Fliess. La primera intención de la viuda<br />
era donar todo a la Biblioteca Nacional<br />
Prusiana, pero desde que las obras de<br />
usted fueron quemadas en Alemania,<br />
renunció a ello y vendió los manuscritos<br />
a este señor Stahl, que causa una muy<br />
buena impresión personal y que es<br />
escritor y comerciante de objetos de<br />
arte. Dice que ha recibido ofertas en<br />
América por esta colección de escritos<br />
E 088 Invierno 2005 / 2006<br />
de usted, pero antes de resignarse a<br />
ver partir hacia América estos valiosos<br />
documentos, se ha dirigido a mí, y he<br />
resuelto comprarle todo. Con tal de<br />
que esto quede en Europa y en mis<br />
manos, me ha concedido un precio<br />
inferior, 12 000 francos en total por<br />
250 cartas de usted (varias de Breuer)<br />
y esbozos teóricos muy intensos de<br />
su pluma, que al parecer forman la<br />
mayoría. Me alegro de haber podido<br />
hacer esto, porque me pesaría que<br />
todo ello anduviera dando vueltas por<br />
el ancho mundo. Que es de la pluma<br />
de usted, ¡ninguna duda! ¡Conozco su<br />
letra!.<br />
El 3 de enero de 1937, Freud le responde:<br />
Querida Marie: [...] la cuestión de<br />
la correspondencia con Fliess me ha<br />
sacudido. Después de su muerte, la<br />
viuda me pidió que le devolviera las<br />
cartas que él me había dirigido. Se lo<br />
concedí sin condición alguna, pero no<br />
las pude encontrar. Si las he destruido<br />
o si simplemente las he escondido<br />
habilidosamente, todavía hoy no lo<br />
sé. Nuestra correspondencia era la<br />
más íntima que usted pueda imaginar.<br />
Habría sido penoso en extremo que<br />
cayera en manos ajenas [...] Por eso<br />
es un servicio extraordinario que<br />
usted las haya adquirido y haya alejado<br />
todo peligro. Sólo me apena el gasto<br />
en que ha incurrido. ¿Puedo rogarle<br />
participar con la mitad del monto?<br />
Me habría visto obligado a comprar<br />
yo mismo las cartas si este hombre<br />
se hubiera dirigido directamente a<br />
mí. No me gustaría que nada de esto<br />
llegara a conocimiento de la llamada<br />
posteridad [...] Otra vez un sincero
agradecimiento de su Freud.<br />
Como ya se mencionó, Freud concedió<br />
“sin condición alguna” a Ida la devolución<br />
de las cartas que Fliess le había dirigido<br />
(en caso de encontrarlas), confiando que<br />
en reciprocidad ella no haría públicas<br />
las que él mismo había escrito al finado<br />
amigo. Como es obvio, tal confianza no<br />
fue honrada cuando Ida Fliess decidió<br />
lucrar con esos documentos. Con Marie<br />
Bonaparte Freud vuelve a ser claro en<br />
expresar el temor de que las cartas se<br />
hagan públicas. “Nuestra correspondencia<br />
era la más íntima que usted pueda<br />
imaginar [...] No me gustaría que nada<br />
de esto llegara a conocimiento de la llamada<br />
posteridad.”<br />
De nuevo el fantasma aludido en<br />
una carta a Martha Bernays ¡más de medio<br />
siglo atrás!: “He destruido todos mis<br />
escritos correspondientes a los últimos<br />
catorce años, así como cartas, resúmenes<br />
científicos y manuscritos de mis trabajos.<br />
[...] No podría madurar ni morir<br />
sin preocuparme ante la idea de quién se<br />
me meterá en los viejos papeles. [...] En<br />
cuanto a los biógrafos, que se las compongan<br />
como puedan. No hay por qué<br />
facilitárselos tanto [...] ya me divierto<br />
imaginando cómo se van a equivocar. 21<br />
Marie Bonaparte replicaría el 7 de<br />
enero de 1937:<br />
El señor Stahl ha venido recientemente<br />
y me ha entregado la primera parte de<br />
los papeles-Fliess: ensayos científicos<br />
que se encontraban dispersos entre<br />
las cartas de usted, y que él agrupó<br />
por separado. El resto, las cartas<br />
propiamente dichas, que incluyen<br />
de 200 a 250 piezas, sigue todavía en<br />
Alemania, desde donde dentro de<br />
PALIMPSESTO<br />
algunas semanas las hará traer por<br />
alguien a París. Las cartas y manuscritos<br />
me fueron ofrecidos bajo la condición<br />
de que no los vendería, de manera<br />
directa ni indirecta, a la familia Freud,<br />
porque se temía una destrucción de este<br />
material importante para la historia del<br />
psicoanálisis. Esto no habría supuesto<br />
para mí una razón decisiva para no<br />
discutir la cuestión con usted, pero no<br />
le ha de asombrar, porque conoce mis<br />
ideas y sentimientos sobre este punto,<br />
que personalmente tenga un enorme<br />
rechazo a la destrucción de sus cartas<br />
y manuscritos. Usted mismo [...] quizá<br />
no perciba toda su grandeza. Es usted<br />
parte del pensamiento humano como<br />
Platón, digamos, o Goethe. ¿Qué no<br />
habríamos perdido nosotros, pobre<br />
posteridad, si las conversaciones de<br />
Goethe con Eckermann hubieran sido<br />
destruidas, o los diálogos de Platón,<br />
estos últimos por piedad hacia la figura<br />
de Sócrates, digamos, a fin de que la<br />
posteridad no supiera que Sócrates se<br />
había dado a la pederastia con Fedro<br />
o Alcibíades? ¡Es imposible que en<br />
sus cartas haya nada parecido! ¡Nada,<br />
si se lo conoce a usted, que pudiera<br />
empequeñecerlo! Y usted mismo, en<br />
su bello trabajo, ha escrito en contra<br />
de la idealización à tout prix de los<br />
grandes hombres, de las grandes<br />
figuras paternas de la humanidad. ¡Y<br />
si no me equivoco, se perdería algo<br />
de la historia del psicoanálisis, esta<br />
nueva y única ciencia, creación de<br />
usted, que es más importante que<br />
las ideas del propio Platón, si, por<br />
algunas observaciones personales que<br />
estas cartas contuvieran, hubiera de<br />
destruirse todo el material! Mi idea<br />
fue la siguiente: obtener las cartas para<br />
Invierno 2005 / 2006 089 E
PALIMPSESTO<br />
que no fueran publicadas, quien sabe<br />
por quién, y conservarlas durante años,<br />
p.ej., en una biblioteca municipal, en<br />
Ginebra, digamos, donde son menos<br />
de temer los peligros de guerras y<br />
revoluciones, con el mandato de que<br />
no pudieran ser consultadas hasta 80<br />
o 100 años después de la muerte de<br />
usted. ¿Quién podría ser lastimado<br />
entonces, ni aún los miembros de su<br />
familia, no importa lo que hubiera<br />
ahí dentro? Además, no sé lo que ahí<br />
se contiene. No he de leer nada de<br />
sus cartas si ésa es su voluntad. Sólo<br />
una he mirado hoy, que estaba entre<br />
los ensayos, una carta anexa, ¡y no<br />
había nada comprometedor en ella!<br />
¿Recuerda usted verdaderamente<br />
lo que contienen, después de tanto<br />
tiempo? Pero si hasta ha olvidado si<br />
destruyó o escondió las cartas de Fliess<br />
[...] Tiene que haber sido penosísima<br />
la ruptura de esa amistad. Es probable<br />
que se haya expresado usted con toda<br />
libertad sobre mucha gente. Incluso<br />
sobre su familia [...] quizás haya dicho<br />
mucho sobre usted mismo. Por lo<br />
demás, todavía no tengo las cartas, sólo<br />
dentro de algunas semanas las recibiré.<br />
Si usted quiere, a principios de marzo,<br />
durante el viaje que para entonces<br />
haré a Grecia, podría detenerme un<br />
día o dos en Viena para discutir con<br />
usted esta cuestión. Lo amo [...] y lo<br />
venero, por eso le he escrito en este<br />
tono. Marie. [PS:] Quiero adquirir yo<br />
sola las cartas; ¡hablaremos con más<br />
libertad sobre ello!”<br />
El 10 de enero de 1937, Freud respondería:<br />
Me decepciona que mis cartas a Fliess<br />
E 090 Invierno 2005 / 2006<br />
no estén todavía en casa de usted sino<br />
en Berlín [...] me resulta difícil aceptar<br />
sus ideas y las comparaciones que<br />
usted traza. Sólo me digo que dentro<br />
de 80 o 100 años el interés por el<br />
contenido de la correspondencia será<br />
sustancialmente menos que hoy. Desde<br />
luego me parece bien que tampoco<br />
usted lea las cartas, pero no debe creer<br />
que no contienen otra cosa que graves<br />
indiscreciones; dada la naturaleza<br />
tan íntima de nuestro trato, estas<br />
cartas discurren naturalmente sobre<br />
todos los temas posibles, cuestiones<br />
tanto objetivas como personales, y<br />
lo objetivo, que se refiere a todas las<br />
anticipaciones y los caminos errados<br />
del análisis germinal, es en este caso<br />
también genuinamente personal [...]<br />
Por eso me gustaría tanto saber que<br />
el material se encuentra en sus manos<br />
[...] Tomo agradecido su promesa de<br />
venir en marzo a Viena, aunque sea un<br />
par de días. Cordialmente, su Freud.<br />
El 12 de enero de 1937, Marie Bonaparte<br />
tranquilizaba a Freud:<br />
Quiero tranquilizarlo también con<br />
respecto a las cartas a Fliess. Aunque<br />
siguen en Alemania, ya no están<br />
en manos de la “bruja”, sino que<br />
pertenecen al señor Stahl, quien se las<br />
adquirió junto con toda su biblioteca.<br />
Están en su posesión, y una amiga de<br />
él las ha de traer aquí.<br />
Finalmente, el 10 de febrero de 1937<br />
le anuncia a Freud: “Hoy me traerán sus<br />
cartas. Una dama las ha llevado consigo<br />
a Londres, y ahora están en París, y las<br />
recibiré esta noche.” 22<br />
Masson encontró en el escritorio de
Freud (en la que fuera su residencia de<br />
exilio de Maresfield Mardens, Londres),<br />
unos manuscritos fechados el 24 de noviembre<br />
de 1937 y redactados en francés<br />
por Marie Bonaparte, que relatan los<br />
avatares de esta correspondencia:<br />
Cuando escribí a Freud, desde París,<br />
que Ida Fliess había vendido sus cartas y<br />
que yo las había adquirido de Reinhold<br />
Stahl, quedó muy conmovido. Vio en<br />
ello un acto en extremo hostil de la<br />
viuda de Fliess y le alegró saber que las<br />
cartas al menos se encontraban en mis<br />
manos y no viajarían a algún lugar de<br />
América, donde indudablemente se las<br />
habría publicado enseguida [...] Freud<br />
se ofreció a pagar la mitad del precio<br />
de las cartas, a lo que me rehusé.<br />
Después me dijo que sólo había<br />
hecho esta propuesta de compartir el<br />
desembolso porque tenía la seguridad<br />
de que yo no aceptaría un ofrecimiento<br />
de pagarlo todo. En una carta a Freud<br />
le pregunté si estaba autorizada a<br />
leer su correspondencia. Primero<br />
me respondió que prefería que no la<br />
leyese. Pero cuando después, a fines<br />
de febrero o comienzos de marzo de<br />
1937, lo visité en Viena, y él me dijo<br />
que prefería que sus cartas fueran<br />
quemadas, me negué. Le pedí que me<br />
autorizara a leerlas para formarme un<br />
juicio acerca de su carácter, y Freud me<br />
concedió el permiso. “Espero todavía<br />
convencerla para que las destruya”,<br />
me dijo un día. Martin y Anna [Freud]<br />
opinan, como yo, que las cartas deben<br />
ser preservadas para publicarlas más<br />
adelante. Freud, en cambio, me contó,<br />
el 20 de noviembre de 1937, cuando yo<br />
otra vez y desde hacía ya cinco meses<br />
me ocupaba activamente de sus cartas,<br />
PALIMPSESTO<br />
la historia del urogallo: “Un cazador ha<br />
abatido a un urogallo. Pregunta a un<br />
amigo cómo debe prepararlo. El amigo<br />
responde que debe desplumarlo,<br />
eviscerarlo y, después, cavar un<br />
agujero en la tierra. En el agujero, hay<br />
que poner ramas de abeto, depositar<br />
al pájaro sobre ellas, cubrirlo con más<br />
ramas y tapar todo con tierra. —¿Y<br />
después?, pregunta el cazador.<br />
Pasadas dos semanas, lo desentierras.<br />
—¿Y después? — Después lo arrojas<br />
al tacho de basura”. [...] [Freud] me<br />
llamó la atención sobre el hecho de<br />
que faltaban cartas: todas las referidas<br />
a la ruptura con Fliess (Stahl afirma<br />
que quedaron con los expedientes del<br />
proceso judicial), y una acerca de un<br />
sueño que se relacionaba con Martha<br />
Freud. 23<br />
He aquí la referencia al famoso “sueño<br />
perdido” que —a sugerencia de Fliess—<br />
Freud no incluyó en la redacción final de<br />
La interpretación de los sueños (1900[1899]).<br />
Pruebas de esta afirmación pueden rastrearse<br />
en la correspondencia entre los<br />
entonces todavía amigos:<br />
Cordiales gracias por tu bello retrato<br />
[...] Y el mismo agradecimiento,<br />
además, por tu crítica. Sé que has<br />
aceptado una tarea ingrata. Tengo<br />
la razonabilidad de admitir que<br />
necesito de tu cooperación crítica<br />
porque yo mismo he perdido en este<br />
caso el sentimiento de vergüenza<br />
indispensable al autor. El sueño, en<br />
consecuencia, ha sido condenado. Pero<br />
después de pronunciada la sentencia<br />
quiero derramar una lágrima y<br />
confesar que me pesa y que no espero<br />
Invierno 2005 / 2006 091 E
PALIMPSESTO<br />
hallar uno mejor como sustituto. 24<br />
En la carta inmediatamente posterior,<br />
Freud enfatiza: “El duelo por el sueño<br />
perdido no ha terminado todavía”. 25<br />
La peculiar historia sobre la correspondencia<br />
Freud-Fliess puede completarse<br />
con el testimonio de Ernst Jones:<br />
Por suerte ella [Marie Bonaparte] tuvo<br />
el coraje de oponerse a su analista y<br />
maestro, y las depositó [las cartas]<br />
durante el invierno de 1937/38 en<br />
el banco Rothschild de Viena con<br />
el propósito de volver a estudiarlas<br />
tras su regreso en el verano. Cuando<br />
en marzo Hitler invadió Austria,<br />
un banco judío había dejado de ser<br />
seguro, y Marie Bonaparte se apresuró<br />
a dirigirse a Viena, donde, por ser ella<br />
una princesa de Grecia y Dinamarca,<br />
se le permitió, en presencia de la<br />
Gestapo, recoger el contenido de<br />
su cofre. La Gestapo sin duda habría<br />
destruido la correspondencia si la<br />
hubiera descubierto en esa ocasión o<br />
con anterioridad en Berlín. Cuando<br />
Marie Bonaparte, en febrero de 1940<br />
—cuatro meses antes de la invasión<br />
alemana—, debió abandonar París,<br />
depositó los preciosos documentos<br />
en la legación danesa en París. No era<br />
el lugar más seguro; pero gracias al<br />
general Von Choltitz, que desconoció<br />
las órdenes de Hitler en el momento<br />
de la liberación, París y, junto con él,<br />
la legación danesa se salvaron. Después<br />
que las cartas pasaron por todos estos<br />
peligros, debieron enfrentar todavía<br />
las minas del Canal de la Mancha,<br />
y llegaron indemnes a Londres<br />
envueltas en un material impermeable<br />
y capaz de flotar, en previsión de un<br />
naufragio.<br />
E 092 Invierno 2005 / 2006<br />
Finalmente, Marie Bonaparte entregaría<br />
a Anna Freud el total de las cartas a la<br />
muerte de Freud (1939). En 1950 se publicaría<br />
en Londres una edición alemana<br />
titulada Sigmund Freud, Aus den Anfängen<br />
der Psychoanalyse. Briefe an Wilhelm Fliess,<br />
Abhandlungen und Notizen aus den Jahren<br />
1887-1902; figuran como compiladores<br />
Marie Bonaparte (París), Anna Freud<br />
(Londres) y Ernst Kriss (Nueva York). 26<br />
Esta edición parcial contenía 153 de las<br />
283 cartas que se conservan de Freud<br />
a Fliess. 27<br />
Por decisión de Anna Freud, desde<br />
1980, la Library of Congress resguarda<br />
el epistolario completo. Dos años antes<br />
(1978) Anna había confiado a Jeffrey<br />
Moussaieff Masson una edición completa<br />
de la correspondencia. Tras siete años<br />
de intenso trabajo, en 1985 —cien años<br />
después de haber sido escritas— apareció<br />
en Londres la monumental obra titulada<br />
The Complete Letters of Sigmund Freud<br />
to Wilhelm Fliess, 1887-1902.<br />
Esta edición consigna 287 cartas,<br />
de las cuales 283 fueron escritas por<br />
Freud a Fliess y una más (carta 114) a<br />
la mujer de éste, Ida. Tres misivas son de<br />
W. Fliess a Freud (dos fueron localizadas<br />
en el Archivo Fliess de la Biblioteca<br />
Nacional Universitaria de Jerusalén<br />
—cartas 284 y 286— y la otra —carta<br />
282— fue encontrada en el escritorio<br />
que Freud tuviera en su última residencia<br />
de Londres).<br />
Ahora sabemos que el paquete adquirido<br />
por Marie Bonaparte a Reinhold<br />
Stahl estaba conformado por 281 cartas;<br />
dos más fueron proporcionadas<br />
a Masson por Robert Fliess (hijo de<br />
Wilhelm) y por su —para entonces ya<br />
viuda— Eleonora (cartas 36 y 114 respectivamente).
Fliess, el único público<br />
“Un amigo íntimo y un enemigo odiado<br />
fueron siempre los requerimientos<br />
necesarios de mi vida afectiva; siempre<br />
supe crearme a ambos de nuevo, y no<br />
rara vez ese ideal infantil se impuso hasta<br />
el punto de que amigo y enemigo coincidieron<br />
en la misma persona, desde luego<br />
que ya no al mismo tiempo.” 28<br />
Estas palabras ilustran a cabalidad<br />
los avatares de la relación que Freud<br />
sostuvo con Fliess a lo largo de casi dos<br />
décadas.<br />
Como en toda relación amorosa,<br />
lo que fue “néctar y ambrosía” 29 devino<br />
catástrofe subjetiva. Hacia 1904 (año de<br />
la última misiva entre ambos), muy atrás<br />
quedaban los tiempos en que Freud escribía<br />
arrobado: “No es precisamente un<br />
particular favor del destino que disponga<br />
más o menos de cinco horas por año<br />
para intercambiar ideas contigo cuando<br />
difícilmente puedo prescindir de los<br />
otros y tú eres el único otro, el alter.” 30<br />
Primeros tiempos de un enamoramiento<br />
sustentado en la alienación y la<br />
especularidad absolutas: un otro yo era<br />
Fliess para Freud.<br />
Ausencia padecida que se traduce en<br />
incertidumbre sobre la propia condición<br />
es lo que trasluce en más de una carta:<br />
“Cuando pienso en las muchas semanas en<br />
las que me he sentido inseguro de la vida,<br />
mi necesidad de estar de nuevo contigo se<br />
acrecienta mucho.” 31<br />
Si Fliess tardaba en responder, Freud<br />
desesperaba hecho un manojo de nervios:<br />
“Llevo ahora tanto a la espera de noticias,<br />
sin querer responderme lo que en verdad<br />
contiene semejante silencio.” 32<br />
Fliess es para Freud un mensaje cifrado.<br />
Toda clase de conjeturas le acuden<br />
si Fliess no acusa recibo del amor que le<br />
PALIMPSESTO<br />
es dirigido: “Querido hechicero: Pareces<br />
estar enojado si te envuelves en tan celoso<br />
silencio. Tienes razón si estás enojado<br />
por no haberte enviado yo, en una<br />
distracción inconcebible, las pruebas de<br />
galeras anunciadas.” 33<br />
Y el regocijo al menor indicio de<br />
—en su sentido lato— correspondencia:<br />
“Tu carta me ha alegrado de corazón<br />
y me ha hecho lamentar nuevamente lo<br />
que siento como la gran laguna en mi<br />
vida, que no estés visible para mí de otra<br />
manera.” 34<br />
Pero toda constatación es insuficiente<br />
y ningún encuentro mitiga la inminente<br />
—e insoportable— separación:<br />
“No sé cómo conseguiré abstenerme<br />
después nuevamente de ti.” 35<br />
Fliess es la razón de la puesta en letra<br />
freudiana. En ocasiones, le escribe<br />
poco porque sólo para él escribe: “Te escribo<br />
tan poco sólo porque escribo tanto<br />
para ti.” 36<br />
Alter ego, público, lector, amigo,<br />
crítico: Fliess lo era todo: “Estoy infinitamente<br />
complacido de que me regales<br />
un otro, un crítico y lector, y, por añadidura,<br />
de tu calidad. Enteramente sin<br />
público no puedo escribir, pero puedo<br />
conformarme enteramente con escribirlo<br />
sólo para ti.” 37<br />
A Fliess también se le ofrendaba una<br />
fe ciega: “... tú siempre me destruyes la<br />
crítica y, en verdad, te creo todo”. 38<br />
A él dedica su escritura y —si el<br />
destino le fuera favorable— ofrendaría<br />
su descendencia: “Si hubiera sido un hijo<br />
varón, te lo habría anunciado por telégrafo<br />
porque él... habría llevado tu nombre.<br />
Como nació una hijita de nombre Anna,<br />
la noticia les llega con atraso.” 39<br />
Es una mujer (de los hijos, la única<br />
que recogió la antorcha analítica) la que<br />
Invierno 2005 / 2006 093 E
PALIMPSESTO<br />
se interpone en el deseo de Freud: Anna<br />
(que nunca se casaría por estar al lado de<br />
su amado padre) y no Wilhelm.<br />
Pero Freud no desfallece en su querencia:<br />
sólo hacia Fliess propende su<br />
fervor:<br />
Los de tu especie no deberían<br />
extinguirse, mi querido amigo;<br />
nosotros, los demás, tenemos<br />
demasiada necesidad de tus iguales.<br />
Todo te lo debo en consuelo,<br />
comprensión, estímulo en mi soledad,<br />
en contenido de vida, que de ti lo<br />
tomo, y por añadidura en salud, que<br />
ningún otro habría podido devolverme.<br />
En esencia, es por tu ejemplo que<br />
he ganado en lo intelectual la fuerza<br />
de confiar en mis juicios aun en los<br />
puntos en que me dejan solo —es<br />
cierto que tú no—, y que, como tú<br />
lo haces, voy al encuentro, con una<br />
humildad juiciosa, de las dificultades<br />
que el futuro acaso depare. Tú no me<br />
necesitas tanto como yo a ti, y sin<br />
embargo sé que tengo asegurado mi<br />
lugar en tu inclinación. 40<br />
Fliess ofreció una escucha atenta en los<br />
momentos de mayor soledad teórica<br />
para Freud. Varias cartas lo testimonian:<br />
“Aquí estoy bastante solo con la explicación<br />
de las neurosis. Ellos me miran<br />
casi como a un monómano mientras que<br />
yo tengo la clara sensación de haber tocado<br />
uno de los grandes misterios de la<br />
naturaleza.” 41<br />
Fliess fue el privilegiado interlocutor<br />
de Freud en la elucidación de<br />
los más intrincados enigmas psíquicos.<br />
Lacan afirmaba que “la experiencia del<br />
descubrimiento fundamental fue para<br />
Freud un cuestionamiento vivencial de<br />
E 094 Invierno 2005 / 2006<br />
los fundamentos mismos del mundo”. 42<br />
Ni más ni menos.<br />
“En general estoy satisfecho con<br />
mi progreso, pero recibo hostilidades y<br />
vivo en un aislamiento tal como si hubiera<br />
descubierto las mayores verdades.<br />
Nuestro congreso debe servir de genuino<br />
restablecimiento y recreo.” 43 Nuestro<br />
congreso. Así se refería Freud a los encuentros<br />
con Fliess (lo que recuerda la<br />
insigne Academia Española que sólo los<br />
adolescentes Freud y Eduard Silberstein<br />
conformaban; academias y congresos...<br />
de dos): “En los primeros días de septiembre<br />
estaré pues contigo y ya pondré<br />
ojo para que tú, a pesar de toda tu actividad,<br />
muestres plena participación en<br />
el congreso privado.” 44 Congreso que se<br />
tornó imprescindible para la consolidación<br />
de varios de los postulados freudianos<br />
fundamentales: “Todo lo externo es<br />
muy monótono, a menudo desagradable,<br />
y directamente pide ser interrumpido<br />
por un congreso privado.” 45<br />
Claramente, la euforia de Freud por<br />
los “congresos” no era vivida a la par por<br />
Fliess: “Con pesar de que el congreso<br />
no te haya dado lo que a mí, rejuvenecimiento<br />
y nuevos bríos. Desde entonces<br />
estoy en continuada euforia y trabajo<br />
como un joven.” 46<br />
Tampoco el espaciamiento entre un<br />
congreso y otro era subjetivado de la<br />
misma manera por los dos amigos: “Estoy<br />
bastante ensombrecido y sólo puedo decir<br />
que me congratulo por el congreso como<br />
por el saciamiento de hambre y sed.” 47<br />
Así, el fin de un encuentro sólo marcaba<br />
el tiempo de espera por el siguiente:<br />
“Envejezco, pues, en una paciente<br />
espera de ulteriores resultados. Un congreso<br />
sería un bello interludio... pero en<br />
suelo italiano al fin.” 48
Es claro también que a Freud le estorbaban<br />
las respectivas esposas en los<br />
encuentros con Fliess: “Para un congreso<br />
con las dos señoras hace falta calcular<br />
necesariamente más tiempo que si estuviéramos<br />
solos.” 49<br />
En alguna carta, Freud escribe sin<br />
empacho: “¿Dispones del día para un idilio<br />
de dos.” 50<br />
La molestia de Ida Bondy es patente<br />
en algunas misivas: “¿Y tu querida esposa,<br />
que a despecho de todas las influencias<br />
no me ha vuelto la espalda? La vida<br />
sigue siendo muy difícil, ¿no te parece?” 51<br />
“Tu querida Ida debe pasar por alto rápidamente<br />
este pasaje para que las semillas<br />
breuerianas no maduren en ella.” 52<br />
Breuer, el otrora mentor de Freud,<br />
advirtió a Ida Fliess que la relación con<br />
Freud ponía en peligro su matrimonio.<br />
Por la primera de las cartas antecitadas,<br />
se colige que Fliess informó de esto a<br />
Freud (las influencias aludidas son las<br />
semillas breuerianas que en efecto buscaban<br />
lastimar las relaciones de Ida con<br />
Freud, lo que a la postre sucedería):<br />
En absoluto se puede disimular que<br />
nosotros dos nos hemos separado un<br />
poco más. En esto y en aquello noto<br />
la distancia. Así también en el juicio<br />
sobre Breuer. Hace tiempo que yo no<br />
lo desprecio, he sentido su fuerza. Si<br />
para ustedes ha muerto, no deja de<br />
tener su eficacia póstuma. ¿Qué hace<br />
tu esposa si no es llevar a la práctica<br />
en el oscuro mandato la incitación que<br />
Breuer le depositó antaño en el alma<br />
cuando le deseó por su felicidad que<br />
yo no viviera en Berlín porque podía<br />
perturbar su matrimonio? 53<br />
Martha Bernays tenía a veces la enco-<br />
PALIMPSESTO<br />
mienda tácita de tranquilizar las sospechas<br />
de Ida Bondy, según se deduce del<br />
siguiente extracto: “Que Martha me<br />
acompañe para neutralización y solaz de<br />
tu esposa está excluido desdichadamente<br />
por ahora.” 54<br />
Marie Bonaparte aporta un testimonio<br />
interesante sobre las esposas de<br />
Freud y Fliess: “Ida Fliess, ‘una mujer<br />
malévola’ hizo por celos todo lo posible<br />
por enemistar a los dos amigos, mientras<br />
que Martha Freud comprendía bien<br />
que Fliess podía brindar a su esposo algo<br />
muy distinto que ella.” 55<br />
Que Fliess ofrecía a Freud algo distinto<br />
de lo que Martha podía dar, es ratificado<br />
por Freud mismo en una misiva<br />
en la que reprocha a Fliess las reservas<br />
frente al amor que recorría toda la correspondencia<br />
entre ambos:<br />
... no comparto tu desprecio<br />
por la amistad entre hombres,<br />
probablemente porque soy parte<br />
en alto grado. A mí la mujer, como<br />
sabes, nunca me ha sustituido en<br />
la vida al camarada, al amigo. Si la<br />
inclinación masculina de Breuer no<br />
fuera tan retorcida, tan timorata, tan<br />
contradictoria como todo lo anímico<br />
en él, sería un bello ejemplo de las<br />
proezas en que la corriente andrófila<br />
admite sublimación en el hombre. 56<br />
Otra misiva despeja —si la hubiera—<br />
toda duda: “... el intercambio con el<br />
amigo, que un particular costado —tal<br />
vez femenino— exige, nadie me lo sustituye”.<br />
57<br />
Martha no podría sustituirte, es lo<br />
que Freud dice a Fliess con todas las letras.<br />
Y para apuntalar su argumento, arremete<br />
contra Breuer, el gran antecesor de<br />
Invierno 2005 / 2006 095 E
PALIMPSESTO<br />
Fliess en la inclinación afectiva de Freud<br />
por el amigo íntimo y el odiado enemigo<br />
que dice haber necesitado siempre.<br />
Bien sabido es que Breuer había reculado<br />
frente a la audacia especulativa de<br />
Freud (recuérdese el deslinde que lo llevó<br />
a redactar su propia introducción a los<br />
Estudios sobre la histeria (1895) explicitando<br />
las diferencias teóricas con su entonces<br />
protegido. Fliess, en cambio, acogió<br />
favorablemente a quien sin saberlo haría<br />
en el transcurso de sus confidencias su<br />
autoanálisis. De ahí que Fliess fuera para<br />
Freud su único público: “Anoto con diligencia<br />
las curiosidades para exponértelas<br />
en el congreso. Me haces falta como<br />
público.” 58<br />
Acontecida la ruptura, Freud se quejaría<br />
amargamente (tal como lo teorizaría<br />
años después en su Duelo y melancolía)<br />
no sólo de haber perdido a Fliess sino<br />
además lo que con él también perdía: “Es<br />
que yo quería hacer de ti mi público.” 59<br />
Quería..., copretérito que paulatinamente<br />
cobraría densidad. Todavía<br />
unos meses más tarde Freud pedía: “Me<br />
hace falta un nuevo impulso de ti, pasado<br />
un tiempo se me acaba.” 60<br />
Apelando al tiempo transcurrido en<br />
amistad, Freud intentaba evitar la debacle:<br />
“... torno a congratularme de que<br />
hace ya once años se me haya presentado<br />
como una necesidad estimarte a fin de<br />
aumentar el contenido de mi vida”. 61<br />
Pero tres años después, todo se había<br />
consumado: “Me apenó perder al ‘único<br />
público’, como dice nuestro Nestroy.<br />
¿Para quién seguiría escribiendo yo?<br />
Porque si tú en el momento en que te<br />
incomoda una interpretación de mi parte<br />
estás, por eso solo, dispuesto a aceptar<br />
que el ‘lector del pensamiento’ nada adivina<br />
en el otro sino que apenas proyecta<br />
E 096 Invierno 2005 / 2006<br />
sus propios pensamientos, has dejado de<br />
ser efectivamente mi público.” 62<br />
No es casualidad que la declinación<br />
de la amistad con Fliess (marcada por el<br />
“congreso” celebrado en Breslau la penúltima<br />
semana de diciembre de 1897),<br />
fuera paralela al trato abierto que los dos<br />
amigos dispensaron al tema de la homosexualidad.<br />
En dicho encuentro, Fliess<br />
expuso a Freud una correlación entre la<br />
bisexualidad y la bilateralidad (varones femeninos<br />
o mujeres masculinas tendrían,<br />
según Fliess, condición de zurdos).<br />
Freud no aceptó esta conjetura y<br />
respondió: “... la cuestión que se relaciona<br />
con [la zurdera] es la primera desde<br />
hace mucho tiempo en que las vislumbres<br />
e inclinaciones de los dos no van<br />
por el mismo camino”. Y remató con una<br />
ironía: “No he tenido todavía tiempo de<br />
cruzar una palabra con mi femenino.” 63<br />
En la carta siguiente a la recién citada,<br />
Freud lleva al extremo sus reservas<br />
sobre la zurdera como evidencia de<br />
homosexualidad y enrostra a Fliess una<br />
broma que no le sería perdonada:<br />
... me pareció que me considerabas<br />
a mí mismo un poco zurdo; en tal<br />
caso, debiste decírmelo, porque ese<br />
autoconocimiento no tiene nada de<br />
ofensivo para mí. Depende sólo de<br />
ti que no estés al tanto de todas mis<br />
intimidades; en ese sentido me conoces<br />
desde hace largo tiempo. Ahora bien,<br />
nada sé de una predilección por la<br />
izquierda ahora o en la niñez, más<br />
bien diría que años antes he tenido dos<br />
manos zurdas.64<br />
Quien siete años después disertaría sobre<br />
el chiste y su relación con lo inconsciente,<br />
iniciaba con esta broma el ocaso de
una de sus amistades más entrañables.<br />
Mucho tiempo después Freud confiaría<br />
a Ferenczi una reflexión clínica más<br />
acabada sobre lo sucedido con Fliess:<br />
A una carta en la que Ferenczi le<br />
pide una sinceridad mutua (sabiendo,<br />
dice, la justificada desconfianza con toda<br />
la gente desde lo sucedido con Fliess),<br />
Freud responde:<br />
Usted no sólo ha notado, sino<br />
también ha comprendido y atribuido<br />
correctamente a su origen traumático,<br />
que ya no deseo la plena revelación<br />
de la personalidad [...] Desde el caso<br />
Fliess, en cuya superación acaba de<br />
verme ocupado, esta necesidad se ha<br />
extinguido en mí. Se ha retirado una<br />
cantidad de catexis homosexual a<br />
favor del crecimiento del propio yo.<br />
He conseguido lo que no consigue el<br />
paranoico. 65<br />
Fechada en 1910, esta carta permite<br />
colegir que el paranoico aludido era<br />
Schreber, a cuyas memorias Freud había<br />
dedicado un extenso análisis que por entonces<br />
estaba concluyendo. 66<br />
Pero otro aludido era quizá Fliess<br />
mismo, a juzgar por una carta enviada<br />
a Jung ocho meses antes de la carta antecitada,<br />
donde Feud anota: “Fliess ha<br />
desarrollado una hermosa paranoia,<br />
una vez que se desprendió de una no<br />
escasa inclinación hacia mí.” 67 Esto es,<br />
PALIMPSESTO<br />
he triunfado (en la reconducción de mi<br />
catexis homosexual) ahí donde Fliess<br />
fracasó.<br />
Ferenczi responde que no quiere<br />
“abandonar la esperanza de que [Freud]<br />
quiera reanimar una parte de la libido<br />
homosexual retirada” y aduce como<br />
justificación que [Ferenczi mismo] es<br />
“un terapeuta incorregible”, 68 lo que ha<br />
sido interpretado por Nicolás Caparrós<br />
como una invitación a que Freud ¡accediera<br />
a hincar un reanálisis! 69<br />
Esta conjetura no es descabellada a<br />
juzgar por la respuesta que Freud diera<br />
a esa supuesta insinuación: “[Usted]<br />
probablemente se esté imaginando unos<br />
secretos totalmente diferentes de los<br />
que me reservado o piense que estoy<br />
sufriendo por lo que pasó [con Fliess],<br />
cuando lo que me pasa es que me siento<br />
a la altura de las circunstancias y que<br />
estoy contento de haber superado mi<br />
homosexualidad”. 70<br />
Habría que esperar todo lo que<br />
Lacan teorizaría sobre la sexuación como<br />
posicionamiento psíquico para matizar<br />
los asertos sobre lo femenino y lo masculino.<br />
Reserva que Freud había ya anticipado<br />
en su texto titulado Algunas consecuencias<br />
psíquicas de la diferencia anatómica<br />
entre los sexos (1925) donde escuetamente<br />
sentencia: “... la masculinidad y feminidad<br />
puras siguen siendo construcciones<br />
teóricas de contenido incierto”, 71 aserto<br />
de una actualidad incontrovertible.<br />
Invierno 2005 / 2006 097 E
PALIMPSESTO<br />
notas · bibliografía<br />
1 Ernest Jones, Vida y obra de Sigmund Freud, vol. II,<br />
Lumen-Hormé, Buenos Aires, 1997, p.439.<br />
2 Carta del 7 de julio de 1898, en: Freud, Sigmund,<br />
Cartas a Wilhelm Fliess (1887-1904), Amorrortu,<br />
Buenos Aires, 1986, pp. 348-349. También citado en La<br />
interpretación de los sueños (1900[1899]), en: Freud,<br />
Sigmund, Obras completas, Amorrortu, Buenos Aires,<br />
1993, vol. IV, p. 243.<br />
3 Paul-Lauren Assoun, Freud y la mujer, Nueva Visión,<br />
Buenos Aires, 1994, p. 43.<br />
4 Tres ensayos de teoría sexual (1905), en Freud,<br />
Sigmund, Obras completas, Amorrortu, Buenos Aires,<br />
1993, vol. VII, p. 137.<br />
5 Sobre las teorías sexuales infantiles (1908), en<br />
Freud, Sigmund, Obras completas, Amorrortu, Buenos<br />
Aires, vol. IX, 1993, p. 189.<br />
6 “¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis?” (1926),<br />
en Freud, Sigmund, Obras completas, Amorrortu,<br />
Buenos Aires, 1993, vol. xx, p. 199.<br />
7 Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis<br />
(1933[1932]), 33ª conferencia, “La feminidad”, en<br />
Freud, Sigmund, Obras completas, Amorrortu, Buenos<br />
Aires, 1993, vol. XXII, p. 125.<br />
8 Estudios sobre la histeria (1895), “Historiales clínicos.<br />
2. Señora Emma von N.”, en Freud, Sigmund,<br />
Obras completas, Amorrortu, Buenos Aires, vol. II,<br />
1993, p.90.<br />
9 Estudios sobre la histeria (1895), “Sobre la psicoterapia<br />
de la histeria. 2”, en Freud, Sigmund, Obras completas,<br />
Amorrortu, Buenos Aires, 1993, vol. II, p. 287.<br />
10 Estudios sobre la histeria (1895), “Sobre el mecanismo<br />
psíquico de los fenómenos histéricos.<br />
Comunicación preliminar (Breuer y Freud)”, en Freud,<br />
Sigmund, Obras completas, Amorrortu, Buenos Aires,<br />
1993, vol. II, pp. 29-33.<br />
11 Carta del 18 de diciembre de 1892, en Freud,<br />
Sigmund, Cartas a Wilhelm Fliess (1887-1904),<br />
Amorrortu, Buenos Aires, 1986, p. 24.<br />
12 Estudios sobre la histeria (1895), “Historiales clínicos.<br />
2. Señora Emma von N.”, en Freud, Sigmund,<br />
Obras completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1993, vol.<br />
II, pp. 100-101.<br />
13 “Introducción al comentario de Jean Hyppolite sobre<br />
la Verneinung de Freud” (1954), en Lacan, Jacques,<br />
Escritos, México, Siglo XXI, 2000, p. 361.<br />
14 “La dirección de la cura y los principios de su poder”.<br />
Parte 1: “¿Quién analiza hoy?”, en Lacan,<br />
Jacques, Escritos, México, Siglo XXI, 2000, p. 566.<br />
E 098 Invierno 2005 / 2006<br />
15 Estudios sobre la histeria (1895), “Historiales clínicos.<br />
2. Señora Emma von N.”, en Freud, Sigmund,<br />
Obras completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1993, vol.<br />
II, p. 102.<br />
16 Paul-Laurent Assoun, Freud y la mujer, Nueva<br />
Visión, Buenos Aires, 1994, p. 86.<br />
17 Estudios sobre la histeria (1895), “Historiales clínicos.<br />
2. Señora Emma von N.”, en Freud, Sigmund,<br />
Obras completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1993, vol.<br />
II, p. 84.<br />
18 De esta última importa acotar lo siguiente: aunque<br />
publicada hasta 1905, lo esencial ya estaba redactado<br />
muy probablemente desde 1901. Cf. las notas introductorias<br />
de James Strachey a los Fragmentos<br />
de análisis de un caso de histeria (1905) y El chiste<br />
y su relación con el inconsciente (1905), en Freud,<br />
Sigmund, Obras completas, Amorrortu, Buenos Aires,<br />
1993, vols. VII, pp. 3-107 y VIII, pp. 3-223. respectivamente.<br />
Cf. asimismo la carta a Fliess del 11 de septiembre<br />
de 1899 donde Freud afi rma que “el aparente<br />
ingenio de todos los procesos inconscientes se entrama<br />
de manera íntima con la teoría de lo chistoso y de<br />
lo cómico”, en una clara anticipación de lo que plasmaría<br />
en su obra sobre el Witz (en Freud, Sigmund,<br />
Cartas a Wilhelm Fliess (1887-1904), Amorrortu,<br />
Buenos Aires, 1986, p. 407).<br />
19 Acaso estas cartas desaparecieron en 1908, cuando<br />
Freud destruyó por segunda vez (la primera aconteció<br />
en 1885) gran cantidad de documentos.<br />
20 Reproducidas en la “Introducción” de J.M. Masson,<br />
en Freud, Sigmund, Cartas a Wilhelm Fliess (1887-<br />
1904), Amorrortu, Buenos Aires, 1986, p. XIX. Estas<br />
cartas son resguardadas actualmente en el Archivo<br />
Fliess de Jerusalén.<br />
21 Carta a M. Bernays del 28 de abril de 1885, en<br />
Caparrós, Nicolás (editor), Correspondencia de<br />
Sigmund Freud (tomo I), Biblioteca Nueva, Madrid,<br />
1997, p. 378.<br />
22 Cf. Meter Gay, Freud. Una vida de nuestro tiempo,<br />
Paidós, México, 1989, pp. 601 y 679-681.<br />
23 Las cartas relativas a la ruptura con Fliess fueron<br />
localizadas en el Archivo Fliess de Jerusalén, y se reproducen<br />
en la edición completa que Masson hiciera<br />
de la correspondencia.<br />
24 Carta del 9 de junio de 1898, en Freud, Sigmund,<br />
Cartas a Wilhelm Fliess (1887-1904), Amorrortu,<br />
Buenos Aires, 1986, p. 344.<br />
25 Carta del 20 de junio de 1898, Ibid., p. 346.
26 Además de ser íntimo amigo de Anna Freud, Kriss<br />
había contraído nupcias con Marianne Rie, sobrina de<br />
Ida, la mujer de Fliess.<br />
27 En un aparente error, Masson consigna un número<br />
distinto (168). Cf. su “Introducción” en Freud,<br />
Sigmund, Cartas a Wilhelm Fliess (1887-1904),<br />
Amorrortu, Buenos Aires, 1986, p. xxvi. La mutilación<br />
del epistolario motivó en Lacan una alusión a “las<br />
cartas a Fliess, que algunas manos testamentarias o<br />
testimoniales nos han comunicado con una serie de<br />
cortes y expurgaciones que el lector, cualquiera sea<br />
su justifi cación, no puede dejar de vivenciar como<br />
escandalosos. Nada puede justifi car que un texto sea<br />
cortado en el punto en que un complemento, por más<br />
caduco o débil que se lo considere, esclarecería el<br />
pensamiento de Freud (en Lacan, Jacques, El seminario,<br />
libro 3, Las psicosis (1955-56), Paidós, Buenos<br />
Aires, 1993, p. 219.<br />
28 La interpretación de los sueños (1900[1899]), capítulo<br />
VI, “El trabajo del sueño”, apartado h, 2ª parte, “Los<br />
afectos en el sueño”, en Freud, Sigmund, Obras completas,<br />
Amorrortu, Buenos Aires, 1993, vol. V, p. 479.<br />
29 Carta del 14 de julio de 1894, en Freud, Sigmund,<br />
Cartas a Wilhelm Fliess (1887-1904), Amorrortu,<br />
Buenos Aires, 1986, p. 82.<br />
30 Carta del 21 de mayo de 1894, Ibid., p. 67.<br />
31 Carta del 7 de agosto de 1894, Ibid., p. 84.<br />
32 Carta del 13 de septiembre de 1894, Ibid., p. 93.<br />
33 Carta del 26 de abril de 1895, Ibid., p. 128.<br />
34 Carta del 25 de mayo de 1895, Ibid., p. 130.<br />
35 Carta del 22 de junio de 1895, Ibid., p. 136.<br />
36 Carta del 23 de septiembre de 1895, Ibid., p. 143.<br />
37 Carta del 18 de mayo de 1898, Ibid., p. 342.<br />
38 Carta del 29 de septiembre de 1893, Ibid., p. 50.<br />
39 Carta del 3 de diciembre de 1895, Ibid., p. 160.<br />
40 Carta del 1° de enero de 1896, Ibid., p. 165.<br />
41 Carta del 21 de mayo de 1894, Ibid., p. 68.<br />
42 Jacques Lacan, El seminario, Libro II, El yo en la<br />
teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica (1954-<br />
1955), Paidós, Buenos Aires, 1992, p. 247.<br />
43 Carta del 16 de marzo de 1896, en Freud, Sigmund,<br />
Cartas a Wilhelm Fliess (1887-1904), Amorrortu,<br />
Buenos Aires, 1986, p. 190.<br />
44 Carta del 16 de agosto de 1895, Ibid., p. 139.<br />
45 Carta del 7 de marzo de 1896, Ibid., p. 188.<br />
46 Carta del 2 de mayo de 1897, Ibid., p. 254.<br />
47 Carta del 30 de junio de 1896, Ibid., p. 205.<br />
48 Carta del 21 de diciembre de 1899, Ibid., p. 431.<br />
PALIMPSESTO<br />
49 Carta del 14 de agosto de 1897, Ibid., p. 281.<br />
50 Carta del 21 de septiembre de 1897, Ibid., pp. 285-<br />
286.<br />
51 Carta del 30 de mayo de 1896, Ibid., p. 202.<br />
52 Carta del 12 de agosto de 1896, Ibid., pp.207-208.<br />
53 Carta del 7 de agosto de 1901, Ibid., p. 491.<br />
54 Carta del 4 de junio de 1896, Ibid., p. 202.<br />
55 Ibid., p. XVI.<br />
56 Carta del 7 de agosto de 1901, Ibid., p. 492.<br />
57 Carta del 7 de mayo de 1900, Ibid., p. 451.<br />
58 Carta del 30 de enero de 1899, Ibid., p. 374.<br />
59 Carta del 28 de abril de 1897, Ibid., p. 252.<br />
60 Carta del 18 de junio de 1897, Ibid., p. 271.<br />
61 Carta del 26 de agosto de 1898, Ibid., p. 354.<br />
62 Carta del 19 de septiembre de 1901, Ibid., p. 494.<br />
63 Carta del 29 de diciembre de 1897, Ibid., p. 317.<br />
64 Carta del 4 de enero de 1898, Ibid., p. 318.<br />
65 Carta a Ferenczi del 6 de octubre de 1910, en<br />
Sigmund Freud / Sandor Ferenczi. Correspondencia<br />
completa, vol. I, Síntesis, Madrid, 2001, p. 265. (Otras<br />
traducciones de la última parte de esta cita rezan:<br />
“He tenido éxito ahí donde fracasan los paranoicos”,<br />
en Caparrós, Nicolás (editor), Correspondencia de<br />
Sigmund Freud. (Tomo III), Biblioteca Nueva, Madrid,<br />
1997, pp. 207-208; “He salido airoso donde el paranoico<br />
fracasa”, en Freud, Sigmund, Cartas a Wilhelm<br />
Fliess (1887-1904), Buenos Aires, Amorrortu, Buenos<br />
Aires, 1986, p. XVI, n. 2)<br />
66 Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia<br />
(Dementia paranoides) descrito autobiográfi camente<br />
(1911[1910]), en Freud, Sigmund, Obras completas,<br />
Amorrortu, Buenos Aires, 1993, vol. XII, pp. 1-76.<br />
67 Carta a Jung del 17 de febrero de 1908, en Caparrós,<br />
Nicolás (editor), Correspondencia de Sigmund Freud.<br />
(Tomo II), Biblioteca Nueva, Madrid, 1997, p. 627.<br />
68 Carta de Ferenczi a Freud del 12 de octubre de 1910,<br />
en Sigmund Freud / Sandor Ferenczi. Correspondencia<br />
completa, vol. I, Síntesis, Madrid, 2001, p. 268.<br />
69 Nicolás V. Caparrós (editor), Correspondencia de<br />
Sigmund Freud, (Tomo III), Biblioteca Nueva, Madrid,<br />
1997, p. 207.<br />
70 Carta a Ferenczi del 17 de octubre de 1910, en<br />
Sigmund Freud / Sandor Ferenczi. Correspondencia<br />
completa, vol. I, Síntesis, Madrid, 2001, p. 270.<br />
71 Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia<br />
anatómica entre los sexos (1925), en Freud, Sigmund,<br />
Obras completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1993, vol.<br />
XIX, p. 276.<br />
Invierno 2005 / 2006 099 E
0100<br />
Vicisitudes de la<br />
feminización de la psicosis<br />
N a t a l i a P é r e z V i l a r<br />
PALIMPSESTO<br />
El grito de Hamlet.
Dios pide un goce continuo, en correspondencia a las condiciones de existencia de las almas con arreglo al<br />
orden del universo; es mi misión ofrecérselo [...] en la forma del más vasto desarrollo de la voluptuosidad<br />
del alma, y toda vez que algo de goce sensual sobre para mí, tengo derecho a tomarlo como una pequeña<br />
compensación por el exceso de padecimientos y privaciones que desde hace años me ha sido impuesto.<br />
Feminización:<br />
las distintas concepciones<br />
Homosexualidad, feminización, goce<br />
transexual, empuje-a-la-mujer. Distintas<br />
acepciones del mismo fenómeno sucedidas<br />
en el avatar psicótico, en los resquicios<br />
delirantes que cubren los agujeros<br />
de lo que ha dejado de inscribirse.<br />
En 1910, Freud termina de escribir<br />
el texto sobre el caso Schreber. Ahí<br />
postula su tesis fundamental acerca de<br />
la etiología de la paranoia: una defensa<br />
frente a la homosexualidad latente. Sin<br />
embargo dos años antes ya aparecen los<br />
primeros atisbos de esta idea en dos cartas<br />
que escribe casi simultáneamente a<br />
dos de sus colegas más cercanos.<br />
La primera de ellas es remitida a<br />
Sandor Ferenczi y está fechada el 11 de<br />
febrero de 1908. En ella Freud trata el<br />
caso de la señora Marton, una mujer<br />
celotípica derivada por el psicoanalista<br />
húngaro, y versa así:<br />
Teóricamente he aprendido de este<br />
1 Freud-Ferenczi, Correspondencia completa 1908-1911, Síntesis, Madrid, 2001, p. 49.<br />
<strong>Da</strong>niel Paul Schreber<br />
caso, es la confirmación de lo que sabía,<br />
de que estas formas de paranoia<br />
son el desprendimiento de la libido<br />
del componente homosexual. Todas<br />
esas mujeres por las que sospecha de<br />
su marido, en realidad le gustan a ella<br />
por una fijación homosexual juvenil.<br />
Se rebela contra ese deseo y lo proyecta<br />
sobre el marido; su libido hacia el<br />
marido es reforzada por el desprendimiento<br />
de la mujer. Mediante los celos<br />
realiza en el marido su ideal de juventud<br />
de la potencia fabulosa, etc. 1<br />
Seis días más tarde le escribe a Carl<br />
Gustav Jung lo siguiente:<br />
Por fin alcanzo la ciencia. En la práctica,<br />
he estado en contacto con algunos<br />
casos de paranoia y puedo revelarte<br />
un secreto. (Escribo paranoia y no demencia<br />
precoz ya que considero a la<br />
primera como un buen tipo clínico y<br />
a la segunda como un pobre término<br />
nosográfico.) La forma paranóica está<br />
Invierno 2005 / 2006 101 E
PALIMPSESTO<br />
probablemente condicionada por una restricción<br />
al componente homosexual […]<br />
Mi amigo de entonces, Fliess, desarrolló<br />
un terrible caso de paranoia luego<br />
de haberse desembarazado de su inclinación<br />
hacia mí, lo cual era definitivamente<br />
considerable. Le debo esta idea<br />
a él, es decir a su comportamiento. Se<br />
debe tratar de aprender algo de cada<br />
experiencia. El derrumbamiento de<br />
las sublimaciones en la paranoia pertenece<br />
al mismo contexto. 2<br />
En Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un<br />
caso de paranoia descrito autobiográfi camente,<br />
Freud afina esta tesis a propósito de la<br />
feminización observada en el presidente<br />
Schreber.<br />
A partir de la idea que le adviene a<br />
este último, en estado de duermevela,<br />
sobre lo hermoso que sería ser una mujer en el<br />
momento del coito, se provoca “el estallido<br />
de una moción homosexual” y con ello<br />
2 Freud-Jung. The Freud / Jung letters, Princeton<br />
University Press, Princeton, 1994, p. 58. Strachey, en la introducción<br />
al caso Schreber, comete el error de mencionar<br />
esta carta con fecha del 27 de enero de 1908, cuando en<br />
E 102 Invierno 2005 / 2006<br />
la fantasía de emasculación, de transformación<br />
en mujer, la cual al ser rechazada<br />
genera un delirio persecutorio.<br />
Freud lo plantea así:<br />
Creo que ya no nos revolveremos más<br />
contra el supuesto de que la ocasión de<br />
contraer la enfermedad fue la emergencia<br />
de una fantasía de deseo femenina<br />
(homosexual pasiva), cuyo objeto<br />
era la persona del médico. La personalidad<br />
de Schreber le contrapuso una intensa<br />
resistencia, y la lucha defensiva,<br />
que acaso habría podido consumarse<br />
igualmente en otras formas, escogió,<br />
por razones para nosotros desconocidas,<br />
la forma del delirio persecutorio.<br />
El ansiado devino entonces el perseguidor,<br />
y el contenido de la fantasía de<br />
deseo pasó a ser el de la persecución. 3<br />
El delirio de persecución es una de las<br />
diferentes modalidades paranoicas que<br />
realidad es del 17 de febrero del mismo año.<br />
3 S. Freud, “Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso<br />
de paranoia descrito autobiográfi camente” [1911], Obras<br />
completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1992, p. 45.<br />
LA HOMOSEXUALIDAD NO ES CANCELADA,<br />
DICE FREUD, SINO SUBLIMADA EN RELACIONES<br />
CUYA META SEXUAL ES INHIBIDA: AMISTAD,<br />
CAMARADERÍA, VÍNCULOS SOCIALES, ETC. SIN EMBARGO<br />
ESTA SUBLIMACIÓN PUEDE FALLAR,<br />
ESTALLANDO LA LIBIDO HOMOSEXUAL<br />
INCONSCIENTE Y PROVOCANDO<br />
QUE EL SUJETO, EN UN INTENTO<br />
POR DEFENDERSE DE ELLA,<br />
GENERE UN DELIRIO PARANOICO.
surgen a partir de los cambios gramaticales<br />
de la frase “yo [un varón] lo amo [a<br />
un varón]” 4 y del mecanismo proyectivo<br />
que entra en juego. En este caso se lleva<br />
a cabo una contradicción al verbo al<br />
transformar el amor por el odio: “Yo no<br />
lo amo — pues yo lo odio.” La proyección<br />
interviene generando que este sentimiento<br />
provenga del exterior; es decir,<br />
“él me odia, me persigue y por eso yo lo<br />
odio”. El perseguidor será, entonces, la<br />
persona más amada.<br />
En el delirio de celos se contradice<br />
al sujeto: “Yo no lo amo — es ella quien<br />
lo ama.” El mecanismo proyectivo aquí<br />
radica en imputar a la mujer los amoríos<br />
con los hombres que él quisiera amar.<br />
La erotomanía se instaura en una contradicción<br />
al objeto: “Yo no lo amo — pues<br />
yo la amo” y proyectivamente, “porque ella<br />
me ama”. De esta manera el núcleo delirante<br />
radica en ser amado por el otro, esto<br />
es, en la percepción del sentimiento venido<br />
desde afuera. Sin embargo, dice Freud,<br />
el interludio (“yo la amo”) podría devenir<br />
consciente, ya que su relación con la frase<br />
inicial no es completamente discordante<br />
como sucedería en el caso de la persecución.<br />
Así, se puede amarla haciendo semblante<br />
de heterosexualidad.<br />
En 1955 Lacan aportó nuevas consideraciones<br />
al estudio del discurso delirante<br />
paranoico. Analizó las tres distintas<br />
formas del delirio a partir del mensaje,<br />
esto es, de la vinculación con el otro por<br />
medio de las transformaciones de la frase<br />
original. La cuestión es “distinguir el<br />
sujeto, el que habla, y el otro con el que<br />
está preso en la relación imaginaria, cen-<br />
4 Ibid., pp. 58-59.<br />
5 J. Lacan, Seminario 3: Las psicosis [1955-6]. Clase del<br />
30 de noviembre de 1955, Paidós, Buenos Aires, 1997,<br />
pp. 66-67.<br />
PALIMPSESTO<br />
tro de gravedad de su yo individual, y en<br />
el que no hay palabra”. 5<br />
De esta manera, en la celotipia, el<br />
mensaje es llevado por el otro en una<br />
“alienación invertida”; la inversión radica<br />
en el género del sujeto: “el ego habla por<br />
intermedio del alter ego, quien, en el intervalo,<br />
cambió de sexo”. 6 Así, la identificación<br />
con el partenaire implica que éste<br />
lleve el mensaje del sujeto hacia el objeto<br />
o los objetos multiplicados al infinito.<br />
En la persecución se lleva a cabo una<br />
“alienación convertida” del mensaje. El<br />
amor es convertido en odio y el otro es<br />
convertido en persecutor, es decir, quien<br />
lleva el mensaje, de tal manera que el<br />
filo mortífero de la relación imaginaria<br />
se exacerba al máximo.<br />
La erotomanía, a su vez, implica<br />
una “alienación divertida” de la frase.<br />
Divertida (divertie, en la versión original)<br />
del latín divirtere, significa apartar,<br />
distraer. En francés, el verbo Divertir, se<br />
encuentra ligado a Détoruner, desviar 7 .<br />
Así, la erotomanía se manifiesta a partir<br />
de una alienación desviada, apartada<br />
del mensaje en cuanto al objeto al que<br />
se orienta. El otro se despersonaliza porque<br />
el mensaje del sujeto no se dirige a<br />
él en cuanto tal, esto es, no es necesaria<br />
una relación precisa entre semejantes<br />
sino que el otro “a menudo es un objeto<br />
alejado, con el cual al sujeto le basta comunicarse<br />
por una correspondencia que<br />
ni siquiera sabe si llega o no a destino<br />
[…] El delirio erotomaniaco se dirige<br />
a un otro tan neutralizado que llega a<br />
agrandarse hasta adquirir las dimensiones<br />
del mundo”. 8<br />
6 Ibid., p. 65.<br />
7 V. Petit Larousse, Larousse, Paris, 1940.<br />
8 J. Lacan, Op. cit. [1955-6], Clase del 30 de noviembre<br />
de 1955, Paidós, Buenos Aires, 1997, p. 66.<br />
Invierno 2005 / 2006 103 E
PALIMPSESTO<br />
Sin embargo, aun con las distinciones<br />
que caracterizan que un delirio<br />
paranoico sea de un tipo o de otro, el<br />
mecanismo principal es, según Freud, el<br />
mismo: la respuesta a una pulsión homosexual<br />
liberada mediante el fracaso de la<br />
represión.<br />
Ahora bien, Freud plantea las predisposiciones<br />
patológicas a partir de la<br />
fijación de la libido a distintas etapas del<br />
desarrollo. En la paranoia “nos vemos<br />
llevados a suponer que el punto débil de<br />
su desarrollo ha de buscarse en el tramo<br />
entre autoerotismo, narcisismo y homosexualidad,<br />
y allí se situará su predisposición<br />
patológica”. 9<br />
La fijación al narcisismo implica<br />
que se estanque el camino que va del<br />
autoerotismo a la relación de objeto,<br />
esto es, si el primer objeto a libidinizar<br />
es el cuerpo propio, “la continuación de<br />
ese camino lleva a elegir un objeto con<br />
genitales parecidos; por tanto, lleva a<br />
la heterosexualidad a través de la elección<br />
homosexual de objeto. Respecto de<br />
quienes luego serán homosexuales manifiestos,<br />
suponemos que nunca se han<br />
librado de la exigencia de unos genitales<br />
iguales a los suyos en el objeto”. 10<br />
La homosexualidad no es cancelada,<br />
dice Freud, sino sublimada en relaciones<br />
cuya meta sexual es inhibida: amistad,<br />
camaradería, vínculos sociales, etc. Sin<br />
embargo esta sublimación puede fallar,<br />
estallando la libido homosexual inconsciente<br />
y provocando que el sujeto, en un<br />
intento por defenderse de ella, genere<br />
un delirio paranoico.<br />
La restitución delirante de emasculación<br />
es también una respuesta al miedo<br />
ante la amenaza de castración del padre.<br />
11 Ibid., p. 439.<br />
E 104 Invierno 2005 / 2006<br />
Lacan sintetiza la posición freudiana en<br />
un párrafo:<br />
La teoría de Freud es que el único<br />
modo que tiene Schreber de eludir<br />
lo que resulta del temor a la castración<br />
es la Entmannung, la eviración,<br />
y sencillamente la desmasculinización,<br />
la transformación en mujer:<br />
pero, después de todo, como el propio<br />
Schreber lo indica en algún lado,<br />
¿acaso no es mejor ser una mujer espiritual<br />
que un pobre hombre infeliz,<br />
oprimido, hasta castrado? En suma,<br />
la solución del conflicto introducido<br />
por la homosexualidad latente se encuentra<br />
en un agrandamiento a la par<br />
del universo. 11<br />
Esto es, así como en un primer momento<br />
las fantasías de feminización lo persiguen<br />
posteriormente puede, mediante<br />
un vínculo megalomaniaco (ser la mujer<br />
de Dios y procrear la nueva raza del<br />
mundo) reconciliarse con ellas.<br />
Freud dice:<br />
Si era imposible avenirse al papel de la<br />
mujerzuela frente al médico, la tarea<br />
de ofrecer al propio Dios la voluptuosidad<br />
que busca no tropieza con igual<br />
resistencia del yo. La emasculación<br />
deja de ser insultante, deviene “acorde<br />
al orden del universo”, ingresa en un<br />
vasto nexo cósmico, sirve al fin de una<br />
recreación del universo humano sepultado.<br />
“Hombres nuevos de espíritu<br />
schreberiano” honrarán, en el que se<br />
cree perseguido, a su antepasado. Así<br />
se ha encontrado un expediente que<br />
satisface a las dos partes en pugna. El<br />
yo es resarcido por la manía de gran-
deza, y a su vez la fantasía de deseo<br />
femenina se ha abierto paso, ha sido<br />
aceptada. Pueden cesar la lucha y la<br />
enfermedad. 12<br />
En una carta a Fliess fechada el 14 de<br />
noviembre de 1897 Freud dice: “es<br />
probable que la elección de neurosis, la<br />
decisión sobre si se genera una histeria,<br />
una neurosis obsesiva o una paranoia,<br />
dependa de la naturaleza de la oleada<br />
(es decir, de su deslinde en el tiempo)<br />
que posibilita la represión, o sea, que<br />
muda una fuente de placer interior en una<br />
de asco interior”. 13 Es decir que el asco es<br />
la mudanza defensiva frente a un placer<br />
intolerable.<br />
Si se toma la interpretación de Freud<br />
sobre la paranoia, es posible encontrar<br />
en el paranoico una defensa que implica<br />
el rechazo manifiesto de algo que etiológicamente<br />
causa su estructura. Ahora<br />
bien, ¿es realmente posible pensar su<br />
tendencia hacia la feminización desde<br />
este encuadre? Es necesario revisar los<br />
aportes de Lacan al caso Schreber y sus<br />
posteriores contribuciones al estudio de<br />
la feminización en la psicosis.<br />
Existen diferencias significativas entre<br />
la lectura de Freud y aquella que hace<br />
Lacan 45 años después. Sin embargo,<br />
es importante destacar que el primero<br />
funda las bases desde las cuales el segundo<br />
postula su teoría sobre las psicosis.<br />
Citando a Frida Saal:<br />
Lacan continúa y corrige a Freud al<br />
12 S. Freud, Op. cit. [1911], p. 45.<br />
13 S. Freud, “Fragmentos de la correspondencia con<br />
Fliess” [1892-99], en Obras completas, Amorrortu,<br />
Buenos Aires, 1992, p. 313. El subrayado es mío.<br />
14 Frida Saal, “La carta forzada de la clínica”, en<br />
PALIMPSESTO<br />
mismo tiempo [...] Es evidente que el<br />
Schreber de Freud no es el Schreber<br />
de Lacan. Para éste en la causación de<br />
la psicosis no destaca el empuje de la<br />
pulsión homosexual sino la falla en la<br />
función significante. El significante<br />
que falta es el del Nombre-del-Padre.<br />
Mientras que para Freud lo que falta<br />
elaborar es el complejo paterno y la<br />
responsabilidad está del lado del hijo,<br />
para Lacan lo decisivo es la falla del<br />
padre en cuanto a la posibilidad de<br />
instaurar la función simbólica a través<br />
de su metáfora. 14<br />
Asimismo, para Freud el mecanismo que<br />
entra en juego en la constitución de la<br />
paranoia es la represión; para Lacan éste<br />
será privativo de la neurosis postulando<br />
la forclusión para la estructura psicótica.<br />
La homosexualidad latente será<br />
reformulada al introducir la relación<br />
imaginaria, destructiva y mortífera con<br />
el semejante. La reducción a la dualidad<br />
por la forclusión del elemento tercero<br />
(A), produce la más terrible agresividad<br />
frente al otro igual, y sólo puede ser tolerada<br />
mediante la restitución delirante<br />
de la paranoia.<br />
En este sentido, en lugar de fundarse<br />
lo “hetero (otro como A)-sexual”, 15 se<br />
establece una transexualidad, fuera del<br />
registro de la sexuación y de la función<br />
fálica.<br />
Al no haber inscripción del significante<br />
fálico el goce, no circunscrito por<br />
la palabra, se torna ilimitado y desloca-<br />
Morales, Helí, El laberinto de las estructuras, Siglo<br />
XXI, México, 1997, p. 65.<br />
15 Alfredo Eidelsztein, Las estructuras clínicas a partir<br />
de Lacan, Letra Viva, Buenos Aires, 2001, p. 274.<br />
Invierno 2005 / 2006 105 E
PALIMPSESTO<br />
lizado. El Otro goza desmesuradamente<br />
y el sujeto sólo puede rendirse pasivamente<br />
ante eso.<br />
En Schreber “este goce del Otro,<br />
impuesto como deletéreo, efractivo en<br />
relación con las fronteras del cuerpo y<br />
perturbador de sus funciones está ligado<br />
a la amenaza de eviración, término que<br />
Lacan dice no denota la castración sino<br />
su defecto, la significación de un goce no<br />
fálico, lo que excluye que Schreber sea<br />
gozado como hombre y que es mortal<br />
para el sujeto”. 16<br />
En el esquema I, Lacan plantea que<br />
el goce transexualista (i) se encuentra<br />
ligado a la imagen corporal narcisista<br />
(m), la cual se une a su vez, con el yo<br />
delirante en un intento por rodear el<br />
abismo de la significación fálica carente<br />
(Φo). Dicho goce aparece en este escenario<br />
construido desde la forclusión del<br />
Nombre-del-Padre. 17<br />
Colette Soler comenta al respecto:<br />
16 Colette Soler, “Estructura y función de los fenómenos<br />
erotomaniacos de la psicosis”, en Clínica diferencial de<br />
la psicosis, Fundación del Campo Freudiano, Manantial,<br />
Buenos Aires, 1988, p. 210.<br />
17 Ver J. Lacan, “De una cuestión preliminar a todo tra-<br />
LACAN RELACIONA LA EMASCULACIÓN CON EL MOMENTO<br />
DE “LA MUERTE DEL SUJETO”, CUANDO SCHREBER SE<br />
ENCUENTRA SU ESQUELA EN EL PERIÓDICO. LA CAÍDA<br />
DE LAS RESTITUCIONES QUE ENCUBRÍAN LA FALTA<br />
DE REFERENCIA FÁLICA, ESTO ES, DE LAS<br />
COMPENSACIONES IMAGINARIAS DEL SER<br />
HOMBRE, IMPLICÓ PARA ÉL NO SÓLO EL<br />
DERRUMBE DE LA VIRILIDAD,<br />
SINO TAMBIÉN EL DE LA VIDA.<br />
E 106 Invierno 2005 / 2006<br />
“La no menos impresionante regulación<br />
del goce va a la par y se localiza en el<br />
escenario transexual. Schreber frente al<br />
espejo testimonia un goce, que habiéndose<br />
inscripto como femenino, se anuda<br />
sin embargo a la imagen y a la pulsión<br />
escópica”. 18<br />
En este sentido, así como para Freud<br />
la defensa contra la homosexualidad está<br />
relacionada a la amenaza narcisística de<br />
la castración, para Lacan “nunca se trata<br />
de castración en Schreber. El término<br />
latino que sirve en alemán, eviratio-<br />
Entmannung, quiere decir en el texto,<br />
transformación, con todo lo que esta palabra<br />
entraña de transición, en mujer; no<br />
es para nada la castración. No importa,<br />
el análisis de Freud hace girar a toda la<br />
dinámica del sujeto Schreber en torno<br />
al tema de la castración, de la pérdida<br />
del objeto fálico”, 19 cuando justamente<br />
la significación fálica no se inscribió en<br />
este sujeto.<br />
tamiento posible de la psicosis” [1957-1958], en Escritos,<br />
Siglo XXI, México, 1992.<br />
18 Colette Soler, Op. cit. [1988], p. 210.<br />
19 J. Lacan, Op. cit. [1955-56], Clase del 4 de julio de<br />
1956, pp. 444-445.
Entonces, el componente homosexual<br />
puede ser un factor en juego en<br />
la paranoia, pero no la determinación de<br />
ésta.<br />
Schreber vivió muchos años sosteniendo<br />
una posición masculina compensatoria<br />
a pesar de la ausencia del<br />
referente fálico que la contuviera.<br />
Identificaciones a personajes que muestran<br />
el “ser hombre” le aportaron los<br />
elementos necesarios para mantener<br />
en pie su compensación imaginaria; “el<br />
problema de esas identificaciones no articuladas<br />
con la castración y la función<br />
fálica es, por desdicha, su fragilidad, su<br />
labilidad”, 20 y en cualquier momento, al<br />
ser convocado a lugares simbólicos que<br />
exijan la inscripción del significante forcluido,<br />
caerán.<br />
Si la pregunta por el sexo (¿hombre<br />
o mujer?) sólo es posible responderla<br />
desde un posicionamiento frente al falo,<br />
al psicótico únicamente le será posible<br />
ubicarse con elementos imaginarios frágiles<br />
frente a lo real de su anatomía. Su<br />
declaración de sexo ante una mujer es<br />
armada delirantemente para evitar caer<br />
en el abismo ocasionado por Φ0.<br />
Así también, exento del universo<br />
fálico y por lo tanto de la posibilidad<br />
de que el goce condescienda al deseo,<br />
se topa con la invasión desmedida de<br />
sensaciones deslocalizadas, causantes de<br />
ansiedad y relacionadas con los desechos<br />
que caen, como cae él frente al Otro.<br />
En las psicosis el goce no se localiza en<br />
una región del cuerpo, no está refrenado<br />
y limitado por el significante fálico<br />
[…], sino que invade al cuerpo todo<br />
20 G. Morel, Ambigüedades sexuales. Sexuación y psicosis,<br />
Manantial, Buenos Aires, 2002, p. 139.<br />
PALIMPSESTO<br />
que es escenario de metamorfosis que<br />
espeluznan y dejan atónito al sujeto, a<br />
un sujeto que se ve reducido a ser el<br />
escenario pasivo de transformaciones<br />
que obedecen a la oscura voluntad de<br />
un Otro omnisciente que rige y regula<br />
el acontecer orgánico. 21<br />
Ahora bien, la ausencia de significación<br />
fálica tiene dos acepciones dentro del<br />
texto de Schreber, la Entmannung (emasculación)<br />
y Verweiblichung (feminización),<br />
las cuales no son, dice Lacan, equivalentes:<br />
“la primera es el efecto de la forclusión<br />
sobre ‘tener el falo’, mientras que la<br />
segunda sustituye a ‘ser el falo’ […] Pero<br />
la Verweiblichung, como solución del ser<br />
para el sujeto, choca con su rechazo de<br />
la Entmannung. Es necesario, por lo tanto,<br />
pasar previamente por la aceptación<br />
de esta última para realizar aquélla”. 22<br />
Ser y tener son al principio excluyentes<br />
pero ante la carencia fálica, al final, se<br />
confunden.<br />
Lacan relaciona la emasculación con<br />
el momento de “la muerte del sujeto”,<br />
cuando Schreber se encuentra su esquela<br />
en el periódico. La caída de las restituciones<br />
que encubrían la falta de referencia<br />
fálica, esto es, de las compensaciones<br />
imaginarias del ser hombre, implicó para<br />
él no sólo el derrumbe de la virilidad,<br />
sino también el de la vida.<br />
Del enfrentamiento con su imagen<br />
surge la lucha mortífera con su doble<br />
psíquico, con ese otro que en una regresión<br />
al estadio del espejo lo convierte<br />
en un cadáver leproso que carga otro<br />
cadáver leproso y así, se entrega al goce<br />
mortificante del Otro.<br />
21 N. Braunstein, Goce, Siglo XXI, México, 1990, p. 206.<br />
22 Ibid., p. 220.<br />
Invierno 2005 / 2006 107 E
PALIMPSESTO<br />
Si hay Entmannung, es también porque<br />
el sujeto ya es el objeto del goce divino<br />
[…] Así, la formalización de la<br />
Entmannung como ‘muerte del sujeto’<br />
por la cadaverización imaginaria<br />
encubre la mortificación real del sujeto,<br />
como objeto de goce de Dios.<br />
Por lo tanto la Entmannung tiene tres<br />
coordenadas: simbólica, la forclusión<br />
del falo; imaginaria, la cadaverización<br />
en el espejo; real, el sometimiento al<br />
goce divino. 23<br />
La Verweiblichung puede entonces surgir<br />
como restitución imaginaria pues ya no<br />
hay un rechazo viril que la contenga.<br />
Sin posibilidad de “tener el falo”, el sujeto<br />
intentará serlo, y “a falta de poder<br />
ser el falo que falta a la madre, le queda<br />
la solución de ser la mujer que falta a<br />
los hombres”. 24 En este caso será la mujer<br />
que falta, sin faltarle porque de ella<br />
goza, a Dios.<br />
De esta manera la transformación<br />
en mujer logra la aceptación del sujeto<br />
en la medida en que ésta se postergue<br />
hasta el infinito su realización.<br />
IEl empuje-a-la-mujer<br />
En El atolondradicho (1972), Lacan postula:<br />
[…] hice mediante una función hiperbólica,<br />
de la psicosis de Schreber,<br />
demostrar en ella lo que tiene de sardónico<br />
el efecto incita-a-la-mujer que<br />
se especifica en el primer cuantor: habiendo<br />
precisado que es por la irrupción<br />
de Un-padre como sin razón, que<br />
se precipita aquí el efecto experimen-<br />
23 Idem.<br />
24 J. Lacan, Op. cit. [1957-58[, p. 547.<br />
25 J. Lacan, El atolondradicho, “Escansión 1”, Paidós,<br />
Buenos Aires, 1984, 1972, pp. 36-37.<br />
E 108 Invierno 2005 / 2006<br />
tado como forzamiento, en el campo<br />
de un Otro que ha de pensarse como<br />
lo más ajeno a todo sentido. 25<br />
Desglosando la cita, es posible observar<br />
lo siguiente:<br />
El efecto incita-a-la-mujer es traducido<br />
en muchos textos como empuje-ala-mujer.<br />
En el escrito original aparece<br />
como pousse-à-la-femme. El significado de<br />
pousser es empujar y su definición: tender<br />
a desplazar por un esfuerzo. 26 Viene del<br />
latín pulsare, que se define como echar<br />
a uno de un lugar; entregarse a vías de<br />
hecho alguno, maltratar, herir, golpear. 27<br />
Asimismo, incitar, del latín incitare, significa<br />
estimular.<br />
En este sentido la segunda traducción<br />
parece más correcta. El empuje-ala-mujer<br />
es un esfuerzo de desplazamiento,<br />
un cambio de lugar o posicionamiento<br />
psíquico en razón de una entrega al goce<br />
del Otro que puede maltratar, herir y golpear.<br />
Estimular-a-la-mujer, tendría una<br />
acepción más positiva y menos forzada<br />
como el mismo Lacan refiere al definir<br />
este concepto.<br />
Es la ubicación de Schreber frente<br />
a Dios determinada por su estructura y<br />
por la forclusión del significante lo que<br />
instaura la función fálica aquí elidida.<br />
Convirtiéndose en mujer, en La mujer<br />
puede gozar sin límites pero también ser<br />
gozada ilimitadamente por el Otro, localizando<br />
el goce en ese lugar.<br />
En el Empuje a La Mujer, hay que diferenciar<br />
la significación del delirio,<br />
que puede variar en cada caso, de la<br />
26 V. Petit Laroussse, Larousse, Paris, 1940.<br />
27 V. Blánquez, A., Diccionario manual latino-español y español-latino,<br />
Editorial Ramón Sopena, Barcelona, 1956.
lógica que lo rige. Se trata del empuje<br />
a constituir el Todo, fundado por la<br />
forclusión del Nombre-del-Padre. Al<br />
no contar con su función operatoria<br />
para organizar el conjunto de los significantes,<br />
constituyendo el lugar de<br />
la excepción, el sujeto inventa como<br />
solución el inscribirse él mismo en ese<br />
lugar. De allí su sacrificio, la supresión<br />
de su singularidad, de su condición<br />
misma de sujeto, para advenir en ese<br />
nuevo significante que nombra su ser<br />
y que toma una forma precisa: “Ser<br />
La Mujer que le falta a Dios”. Esta<br />
invención viene a nominar el goce<br />
enigmático del comienzo. Se encarna<br />
la función de excepción en tanto que<br />
el vacío promovido por la forclusión,<br />
fue ocupado por un goce sin referencia<br />
significante. 28<br />
Esto sólo es posible mediante una función<br />
hiperbólica. Hipérbola, del griego hipérbole,<br />
significa exceso, exageración. 29 El<br />
esquema I está construido por líneas asintóticas<br />
e hiperbólicas, ambas determinando<br />
lo indefinido, lo infinito. Entonces, el<br />
empuje-a-la-mujer se lanza en un exceso de<br />
indefi nición en el tiempo, hacia lo infi nito<br />
de un momento ya inconmensurable.<br />
El empuje-a-la-mujer es, también,<br />
un efecto sardónico. Etimológicamente,<br />
palabra derivada del griego sardónion,<br />
planta que “volvía insensatos a los hombres<br />
[...] ‘de modo que parece que el<br />
enfermo ríe, de donde procede como<br />
28 <strong>Da</strong>niel Millas, Inventar un nuevo amor, Artículo electrónico.<br />
29 Ver J. Corominas, Breve diccionario etimológico de la<br />
lengua castellana, Gredos, Madrid, 1961.<br />
30 G. Morel, Op. cit. [2002], pp. 228-229.<br />
31 En 1966 Lacan propone “una defi nición más precisa<br />
de la paranoia como identifi cando el goce en ese<br />
PALIMPSESTO<br />
proverbio la risa sardónica, para aludir<br />
a una risa desdichada y mortal’”. 30 Es así<br />
una mueca forzada que imita la risa.<br />
Entonces, el empuje-a-la-mujer es<br />
un efecto experimentado como forzamiento,<br />
que contiene a su vez un carácter mortifi<br />
cante debido a que ubica al sujeto como<br />
el objeto de goce del Otro. 31<br />
Se especifi ca en el primer cuantor, alusión<br />
a las fórmulas de la sexuación propuestas<br />
en el seminario 20, Aún, dictado<br />
en 1972-73. 32<br />
Lado masculino Lado femenino<br />
El “Padre” ∃x⎺Φx ∃x ⎺Φx la “inexistencia”<br />
El “todo hombre” ∀x Φx ∀x Φx el “no-todo”<br />
Los cuantores se leen así: ∀ universal<br />
(∀ todo y⎺∀ no todo) y ∃ existencial<br />
(∃ existe y ⎺∃ no existe). Φx es la función<br />
fálica sobre la x del sujeto.<br />
Del lado masculino se encuentra que<br />
a partir de que “existe un x que dice no<br />
a la función fálica”, “función del padre” 33 ,<br />
el Padre originario, mítico, de la horda<br />
primitiva que no se encuentra sometido<br />
a la castración, se hace posible que “todo<br />
x acepte la función fálica”. Esto es, a partir<br />
de la excepción se funda la universalidad<br />
del “todo hombre”.<br />
Del lado femenino, “no existe x que<br />
no esté sometida a la función fálica”, fórmula<br />
de la inexistencia donde La mujer<br />
no existe; siendo un significante ausente<br />
en la cadena sólo es posible escribirlo tachando<br />
el La.<br />
lugar del Otro como tal”. Ver J. Lacan, “Presentación<br />
de la traducción francesa de las memorias del presidente<br />
Schreber” [1966], en Intervenciones y textos 2,<br />
Manantial, Buenos Aires, 1988.<br />
32 También aparecen en las charlas en Ste. Anne: “El<br />
saber del psicoanalista” [1972a], Inédito.<br />
33 J. Lacan, Seminario 20: Aún [1972-73], clase del 13<br />
Invierno 2005 / 2006 109 E
PALIMPSESTO<br />
Ésta es la manera que tienen las mujeres<br />
de colocarse bajo la ley del falo,<br />
mediante el uso de la inexistencia<br />
introducido como negación de la<br />
existencia: no existe uno que diga no<br />
a la Ley del falo. Doble negación…<br />
Mediante esta doble negación una mujer<br />
se somete a la ley universal, la ley<br />
del falo, que coloca a todos los seres<br />
hablantes bajo los alcances de la castración.<br />
Pero en una mujer no todo cae<br />
bajo la ley del falo, lo cual explica que<br />
las mujeres no constituyan una clase,<br />
la clase de la mujer, pues la ley universal<br />
no las somete totalmente como en<br />
el caso de los hombres, que sí llegan<br />
a constituir la clase “el hombre”. Algo<br />
en una mujer se muestra como un goce<br />
Otro, como otro goce, un goce que no<br />
se puede decir. No se puede decir a diferencia<br />
del goce fálico, que es un goce<br />
que sí se puede decir. 34<br />
De ahí que “no toda x acepta la función<br />
fálica”, eludiendo la universalidad las<br />
34 J. Alemán, y S. Larriera, El inconsciente: existencia y<br />
diferencia sexual, Síntesis, España, 2002, p. 121.<br />
35 Idem.<br />
E 110 Invierno 2005 / 2006<br />
mujeres se inscribirán en la lógica del<br />
no-todo, “en tanto puede elegir estar o<br />
no en ⎺∀x Φx”. 35<br />
En El saber del psicoanalista Lacan<br />
organiza estas fórmulas desde los términos:<br />
necesario, contingente, posible<br />
e imposible. 36<br />
De esta manera ubica ∃x⎺Φx como<br />
necesario, es decir, “lo que no cesa de<br />
escribirse”, lo que siempre se escribe: el<br />
Padre originario.<br />
∀x Φx es del orden de lo posible,<br />
“lo que cesa de escribirse”; algo que estaba<br />
escribiéndose deja de escribirse, todos<br />
los hombres posibles están sometidos<br />
a la función fálica, de tal manera que<br />
lo que no cesaba de escribirse (la excepción),<br />
puede cesar (la universalidad).<br />
∃x ⎺Φx es lo imposible, “lo que<br />
no cesa de no escribirse”, lo real de la<br />
inexistencia de La mujer.<br />
Y por último, ⎺∀x Φx es contingente,<br />
“lo que cesa de no escribirse”, las<br />
mujeres, una a una, inscritas en la función<br />
fálica.<br />
36 J. Lacan, El saber del psicoanalista (Charlas en Ste.<br />
Anne) [1972a], Inédito.<br />
LA EROTOMANÍA, ESPECÍFICAMENTE, ES CONSIDERADA<br />
POR ALGUNOS AUTORES COMO UNA AFECCIÓN FEMENINA.<br />
POR EJEMPLO, FRANÇOIS PERRIER PIENSA QUE<br />
“LA EROTOMANÍA PURA ES UN ESTADO<br />
PASIONAL DE LA MUJER”. A LO CUAL<br />
JEAN-PAUL VALABREGA PREGUNTA:<br />
SI “LA EROTOMANÍA ES UNA PASIÓN DE<br />
LA MUJER [... ES] ¿PASIÓN DE LA MUJER<br />
O PASIÓN POR LA MUJER?”
Entonces, el primer cuantor al que<br />
Lacan se refiere en el texto es el de la<br />
inexistencia, aquel que se marca desde<br />
lo imposible, desde lo real que no cesará<br />
nunca de escribirse. Pero como la<br />
sexuación sólo es válida para los sujetos<br />
hablantes, regidos por el falo (en tanto<br />
su goce se ha vuelto por intervención de<br />
la palabra goce fálico), es fundamental<br />
leer esta fórmula separada de la que le<br />
sigue, esto es, elidida de la función fálica<br />
que implica adscribirse al grupo de las<br />
no-todas.<br />
El empuje-a-la-mujer genera entonces<br />
que La mujer exista y que el psicótico<br />
se inscriba en la x del cuantor implicado,<br />
positivizándolo. Es decir, si no existe x<br />
que diga no a la función fálica, La mujer<br />
es esa x que ex-siste al orden del falo.<br />
Todo eso a partir de que el primer<br />
cuantor del lado masculino no funcione,<br />
esto es, que la necesariedad de la inscripción<br />
paterna no se haya escrito jamás: “si<br />
leemos la fórmula de la ‘inexistencia’<br />
como el empuje-a-la-mujer, lo hacemos<br />
en el contexto de la psicosis, en el cual<br />
depende de la forclusión del Nombredel-Padre<br />
y del falo. Es preciso leerla<br />
entonces como ‘el padre no existe’ y ‘la<br />
mujer existe’ […] ‘la’ mujer sólo puede<br />
existir fuera de la ley fálica”. 37<br />
A falta de la existencia que funda la<br />
universalidad de la función fálica, el psicótico<br />
se queda fuera de la inscripción<br />
de la castración, ubicándose en el lugar<br />
de la excepción. “Cuando la función<br />
paterna se encuentra simbolizada, sirve<br />
como protección del rechazo de La mu-<br />
37 G. Morel, Op. cit. [2002], p. 226.<br />
38 J-C. Maleval, Lógica del delirio, Ediciones del Serbal,<br />
Barcelona, 1998, p. 87. El texto citado de Lacan corresponde<br />
a “El despertar de la primavera”. Ver referencia 39.<br />
PALIMPSESTO<br />
jer: el Padre es sólo un semejante, afirma<br />
Lacan, que ‘existiría en el lugar del vacío<br />
donde yo pongo a La mujer’. Cuando la<br />
máscara paterna falta, surgen las figuras<br />
del goce ilimitado entre las cuales La<br />
mujer constituye la más eminente”. 38<br />
Lacan agrega: “Cómo saber si [...],<br />
el Padre mismo, el padre eterno de todos<br />
nosotros, no es más que el Nombre<br />
entre otros de la Diosa blanca, aquella<br />
que su decir se pierde en la noche de<br />
los tiempos, por ser la Diferente, Otra<br />
siempre en su goce —al igual que esas<br />
formas del infinito cuya enumeración<br />
sólo comenzamos al saber que es ella la<br />
que nos suspenderá a nosotros”. 39<br />
Entonces, constituirse en el lugar<br />
imposible de La mujer, podría generar<br />
cierta estabilización así como el<br />
Nombre-del-Padre hace de cuarto lazo,<br />
de sínthoma, pero desde un lugar distante<br />
al orden significante, como restitución<br />
delirante ante los abismos cavados por la<br />
ausencia del falo y del padre.<br />
Si no es de esta manera, al menos (y<br />
no es poco) cumple un papel fundamental<br />
en la limitación del goce deslocalizado,<br />
goce que al no ser restringido por<br />
la castración, se hace infinito e invade al<br />
sujeto.<br />
Miller apunta: En el examen de la<br />
psicosis: cherchez la femme. Buscad la mujer<br />
en el sujeto. Es el estigma clínico más<br />
seguro de la forclusión del Nombre-del-<br />
Padre. Todas las vertientes del delirio<br />
—homosexualidad, travestismo, transexualidad,<br />
etc.— traducen, en el modo<br />
de su delirio, la infinitización del goce.<br />
39 J. Lacan, “El despertar de la primavera” [1974], en<br />
Intervenciones y textos 2, Manantial, Buenos Aires,<br />
1998, pp. 112-113.<br />
Invierno 2005 / 2006 111 E
PALIMPSESTO<br />
La fórmula famosa: ‘Lo que está forcluido<br />
de lo simbólico retorna en lo real’, se<br />
completa así: lo que está forcluido de lo<br />
simbólico como Nombre-del-Padre retorna<br />
en lo real como Goce del Otro.” 40<br />
El empuje-a-la-mujer se presenta<br />
entonces como una interpretación<br />
de ese goce desmedido. “La idea de ‘la’<br />
mujer se impone a un sujeto que debe<br />
interpretar su goce. Esta interpretación<br />
induce el efecto de empuje-a-la-mujer,<br />
sentido como un forzamiento que<br />
Schreber imputa a un Otro gozador.” 41<br />
Lacan plantea que es por la irrupción<br />
de Un-padre como sin razón que tal<br />
efecto se entabla. Un-padre que aparece<br />
en el campo de un Otro que ha de pensarse<br />
como lo más ajeno a todo sentido,<br />
esto es, a partir del llamado del significante<br />
del Nombre-del-padre, el cual es<br />
ajeno por estar forcluido.<br />
“La mujer” constituye una alternativa,<br />
en la estructura, al Nombre-del-<br />
Padre y la significación fálica. De allí<br />
la frecuencia, en la psicosis, de una<br />
polarización del goce por “la mujer”.<br />
Esta orientación femenina es suscitada,<br />
en particular, por lo que evoca el<br />
Nombre-del-Padre forcluido —lo que<br />
Lacan llamó “Un-padre”—, así como<br />
por lo que necesitaría la significación<br />
fálica: la sexualidad infantil, las emociones<br />
pulsionales de la adolescencia,<br />
el acto sexual. 42<br />
Entonces, el efecto de empuje-a-la-mujer<br />
hace existir lo imposible y se lleva a<br />
40 J-A. Miller, Matemas I, Paidós, Buenos Aires, 1987, p. 189.<br />
41 G. Morel, Op. cit. [2002], p. 229.<br />
42 Ibid., p. 232.<br />
43 J-A. Miller, Elucidación de Lacan. Charlas brasileñas,<br />
E 112 Invierno 2005 / 2006<br />
cabo en el momento en que un tercero<br />
irrumpe ejerciendo un llamado incontestable<br />
por la forclusión del Nombredel-Padre<br />
y la elisión de la función fálica;<br />
es un efecto forzado que enfrenta al<br />
sujeto a lo mortífero del goce del Otro<br />
pero que su función hiperbólica permite<br />
cierta reconciliación y localización de<br />
ese goce infinito.<br />
La locura y lo femenino<br />
Existen ciertos lazos entre lo femenino<br />
y la locura en relación con aquello que<br />
se escapa de la palabra, permaneciendo<br />
inefable y oculto.<br />
Miller habla de “un goce que puede<br />
ser intolerable, que es lo que vincula la<br />
locura y la mujer, lazo que se conoce<br />
desde hace mucho tiempo, que lleva a<br />
pensar que las mujeres estarían locas,<br />
porque los locos en algo son mujeres. Es<br />
posible buscar siempre en los locos ese<br />
punto de goce especial y excesivo […]<br />
Lacan escribió el matema: el efecto del<br />
‘empuje a la mujer’ […] un efecto de<br />
feminización del loco que traduce muy<br />
especialmente la forclusión del Nombre<br />
del Padre”. 43<br />
La erotomanía, específicamente, es<br />
considerada por algunos autores como<br />
una afección femenina. Por ejemplo,<br />
François Perrier piensa que “la erotomanía<br />
pura es un estado pasional de la<br />
mujer”. 44 A lo cual Jean-Paul Valabrega<br />
pregunta: si “la erotomanía es una pasión<br />
de la mujer [... es] ¿pasión de la mujer o<br />
pasión por la mujer?” 45<br />
Esta idea contradice, sin embargo,<br />
Paidós, Buenos Aires, 1998, p. 93. El subrayado es mío.<br />
44 F. Perrier, “La erotomanía”, en Aulagnier, Piera, et<br />
al., El deseo y la perversión, Editorial Sudamericana,<br />
Buenos Aires, 1968, p. 150.
a los planteamientos de Freud, quien<br />
trabaja las fórmulas de la paranoia desde<br />
una perspectiva masculina. Aun así, la<br />
tendencia a la feminización, la relación<br />
con el goce inconmensurable y fuera del<br />
alcance simbólico, posibilita la relación<br />
entre la estructura y el posicionamiento<br />
psíquico sexual.<br />
Así, también en el tema de lo amoroso<br />
la forma erotomaniaca se encuentra<br />
vinculada al lado femenino.<br />
Miller trabaja, basándose en un<br />
planteamiento que Lacan expone en<br />
Ideas directivas para un congreso sobre la<br />
sexualidad femenina, que la forma de<br />
amar del hombre es fetichista y la de la<br />
mujer erotomaniaca, en tanto demanda<br />
ser amada:<br />
Del lado femenino, el parlêtre impone<br />
a la pareja una forma distinta en función<br />
de lo ilimitado del goce. Para entenderlo<br />
pensemos en el papel central<br />
de la demanda de amor en la sexualidad<br />
femenina. La demanda de amor<br />
desempeña en la sexualidad femenina<br />
un papel incomparable con el masculino.<br />
La demanda de amor comporta<br />
en sí misma un carácter absoluto y<br />
una tendencia hacia el infinito que es<br />
45 Ibid., p. 175.<br />
46 J-A. Miller, El hueso de un análisis, Tres Haches,<br />
PALIMPSESTO<br />
manifiesta en el hecho de que el Todo<br />
no está formado, el Todo no hace Uno<br />
y eso se abre hacia el infinito, más<br />
allá de todo lo que pueda ofrecérsele<br />
como prueba. Es una demanda que incide<br />
sobre el ser de la pareja y que deja<br />
al desnudo su forma erotomaniaca, la<br />
de que el otro la ame. 46<br />
Es también un amor devastador:<br />
Hablamos de devastación cuando hay<br />
un saqueo que se extiende a todo,<br />
que no termina, que no conoce límites<br />
y es en función de esa estructura<br />
que un hombre puede ser la parejaestrago<br />
de una mujer, para lo mejor<br />
y para lo peor, porque en la palabra<br />
ravage (estrago, devastación) hay ravie<br />
(deslumbrar) y es la palabra ravissement<br />
(deslumbramiento)… entonces<br />
un hombre puede ser una devastación<br />
para una mujer, pero puede también<br />
ser el modo por el que acontece su<br />
deslumbramiento. 47<br />
¿No es esta devastación-deslumbramiento<br />
la relación que entabla Schreber<br />
con el Otro divino a quien ama y teme<br />
a la vez?<br />
Buenos Aires, 1998, p. 78.<br />
47 Ibid., pp. 81-82.<br />
Invierno 2005 / 2006 113 E
114<br />
Andróginos:<br />
la perfección fi gurada<br />
G e r a r d o L i n o<br />
PALIMPSESTO<br />
Hamlet
Quienes han visto la versión de Luchino<br />
Visconti sobre La muerte en Venecia de<br />
Thomas Mann, recuerdan esa silueta de<br />
nardo que pasa por ahí como una aparición<br />
venida de otro mundo: Tadzio,<br />
mozalbete de catorce años, que pone<br />
en jaque sin querer al otrora dueño de<br />
sí Gustav von Aschenbach. A su efigie<br />
turbadora, de pálida tez, cabellera bruñida,<br />
suele tildársele de andrógina sin<br />
mayores consideraciones. También se<br />
piensa que <strong>Da</strong>vid Bowie se disfrazó de<br />
andrógino cuando puso en escena ese<br />
personaje de nombre Ziggy Stardust y<br />
subsiguientes transformaciones al servicio<br />
de la ambigüedad: delgadez extrema,<br />
indumentaria unisex, mirada perdida o<br />
provocadoras declaraciones de bisexualidad<br />
en las inmediaciones de los inocuos<br />
años setenta. Luego vendrán las copias<br />
empeoradas; los ejemplos abundan: las<br />
modas son incesantes y los modistos de<br />
la cultura fatigan sus recursos para tener<br />
a su clientela al día: esto es lo nuevo,<br />
lo inaudito, lo eterno, el non plus ultra.<br />
(Luego veremos que no era para tanto.)<br />
Hubo incluso un tiempo en que se<br />
nos hizo creer que en la androginia estaba<br />
la Última Thule del ser; que en esa<br />
unión residía la verdad; que no era po-<br />
sible otra idea de la perfección sino al<br />
asimilar ese icono en la existencia personal.<br />
Si diluimos su exageración, veremos<br />
que esas pretensiones no andaban<br />
tan erradas: a sabiendas o sin malicia, de<br />
hecho pusieron en circulación un mito<br />
viejo como la memoria registra en diversas<br />
estancias civilizatorias. En cuanto<br />
los mitos poseen la textura de los sueños<br />
—fosfenos caóticos cuyo relato les<br />
otorga sentido—, su maleabilidad permite<br />
que se apliquen a diferentes usos y<br />
conveniencias. Ahí está, entre otras conciliaciones,<br />
“la intención de Coleridge<br />
cuando dijo que una gran inteligencia<br />
es andrógina. [...] Quizá una mente del<br />
todo masculina no puede crear, así como<br />
tampoco una mente del todo femenina,<br />
pensé. Pero convendría saber lo que se<br />
entiende por mujeril viril, e inversamente<br />
por viril mujeril, deteniéndose a<br />
revisar un libro o dos” (Virginia Woolf,<br />
Un cuarto propio, traducción de Jorge<br />
Luis Borges). Con esos ejemplos basta<br />
para entrar en materia.<br />
Un examen general de los avatares<br />
del mito, desde el referido en el célebre<br />
Banquete hasta los provenientes de la<br />
India y otras civilizaciones de que nos informa<br />
Mircea Eliade, puede aproximar-<br />
Invierno 2005 / 2006 115 E
PALIMPSESTO<br />
nos a su comprensión, o, mejor, a discernir<br />
el lugar que todavía merece entre<br />
las figuraciones con que las culturas se<br />
han propuesto asir la idea de la perfección,<br />
la totalidad absoluta del Uno originario<br />
(debería renunciar a preguntarme<br />
por qué diablos queremos saber eso; de<br />
dónde nos viene esa pretensión de lo<br />
absoluto; cómo se nos ocurre que debe<br />
haber más allá y es puro, incontrastable,<br />
perfecto a más no poder, es decir —<br />
para no quedarnos cortos, William—,<br />
un lugar donde hay más cosas de las que<br />
la imaginación alcanza: quienes fueron<br />
hasta allá no han regresado, y a quienes<br />
intentan historiarlo a veces los refunden<br />
en sanatorios mentales).<br />
Volvamos con Mann.<br />
Tadzio, contra lo que el lugar común<br />
asienta, no es un andrógino stricto sensu<br />
—si bien puede adjudicársele cierto<br />
rasgo correspondiente a una derivación<br />
manierista—. Nunca lo representa el<br />
narrador con calificativos que pertenezcan<br />
al campo semántico del andrógino,<br />
salvo cuando parece reunirse lo delicado<br />
y lo varonil en su persona. Las descrip-<br />
E 116 Invierno 2005 / 2006<br />
ciones con que Thomas Mann caracteriza<br />
a Tadzio aluden a otro contexto, aunque<br />
vecino. “Aschenbach advirtió con asombro<br />
que el muchacho tenía una cabeza<br />
perfecta. Su rostro, pálido y hermosamente<br />
austero, encuadrado de cabello<br />
color de miel; su nariz, recta; su boca<br />
fina y una expresión de deliciosa serenidad<br />
divina le recordaron los bustos griegos<br />
de la época más noble. Y siendo su<br />
forma de clásica perfección, había en él<br />
un encanto personal tan extraordinario,<br />
que el observador podía aceptar la imposibilidad<br />
de hallar nada más acabado.”<br />
Por “época más noble” debe entenderse<br />
la clásica; por ese simple dato, nada tiene<br />
que ver entonces con el andrógino que<br />
en su momento fantaseará Platón, pues<br />
de seguro proviene de épocas previas a<br />
los esplendores del siglo V. Rasgos del<br />
inocente, a más de “elegante indolencia”<br />
o “delicada figura”, con que Mann sublima<br />
su arte descriptivo para no dejarnos<br />
con la impresión de una estatua: “Su<br />
andar era gracioso, tanto en la actitud<br />
del busto como en el movimiento de las<br />
rodillas y en la manera de pisar; andaba<br />
“LOS HOMBRES QUE PROCEDEN DE LA SEPARACIÓN<br />
DE AQUELLOS SERES COMPUESTOS QUE SE LLAMABAN<br />
ANDRÓGINOS AMAN A LAS MUJERES,<br />
Y LA MAYOR PARTE DE LOS ADÚLTEROS<br />
PERTENECEN A ESTA ESPECIE,<br />
DE LA QUE TAMBIÉN FORMAN PARTE LAS<br />
MUJERES QUE AMAN A LOS HOMBRES Y<br />
VIOLAN LAS LEYES DEL HIMENEO.”
ligeramente, con altanería y suavidad al<br />
propio tiempo, y su encanto aumentaba<br />
en virtud del pudor infantil, que por dos<br />
veces le obligó a bajar los ojos cuando<br />
miró en torno suyo. Sonriente, y hablando<br />
a media voz en su lenguaje sonoro y<br />
blando, saludó y se sentó. Esta vez estaba<br />
frente a Aschenbach, quien volvió a ver,<br />
con asombro y hasta con miedo, la divina<br />
belleza del niño.” Ese “pudor infantil”<br />
debería dar al traste de una vez por todas<br />
con la equívoca asimilación de Tadzio al<br />
monstruoso engendro perpetrado por<br />
Platón en El banquete. Y no sería tan<br />
monstruoso el engendro platoniano —y<br />
aun simpático podría parecer— si se le<br />
pusiera fuera del alcance de esta imagen:<br />
“La visión de aquella figura viviente, tan<br />
delicada y tan varonil al mismo tiempo,<br />
con sus rizos húmedos y hermosos como<br />
los de un dios mancebo que, saliendo de<br />
lo profundo del cielo y del mar, escapaba<br />
al poder de la corriente, le producía<br />
evocaciones místicas; era como una estrofa<br />
de un poema primitivo que hablara<br />
de los tiempos originarios, del comienzo<br />
de la forma y del nacimiento de los<br />
dioses.” (La muerte en Venecia, Editorial<br />
Andrés Bello —no consigna traductor—,<br />
2001.)<br />
A ver qué se dice en El banquete.<br />
Medio mundo sabe que este diálogo<br />
se ocupa del amor. Para presentarlo,<br />
Platón lució sus mejores prendas<br />
de dramaturgo y consiguió una pieza<br />
llena de atractivo y equilibrio entre<br />
el discurso lógico y la vivacidad de los<br />
personajes —hay que estar allí cuando<br />
aparece Alcibíades rodeado de coristas y<br />
rebosante de vino—, pues corresponde<br />
a su plenitud “como pensador y como<br />
escritor, a esa época que los griegos llamaban<br />
de la acmé de la vida, un apogeo<br />
PALIMPSESTO<br />
en la evolución biográfica que situaban<br />
ya cumplidos los cuarenta años” (Carlos<br />
García Gual en la Introducción a los<br />
Diálogos, Austral [1938], 1999). Varios<br />
de los convidados ya han puesto ante la<br />
mesa su elogio a “ese dios tan grande”,<br />
cuando le toca el turno a Aristófanes, sí,<br />
el poeta cómico, el dueño de la elocuencia<br />
bufa. Luego de aclarar que no va a<br />
hacerlos reír, especifica que para tratar<br />
del poder del amor dirá primero cuál es<br />
la naturaleza del hombre, que era “muy<br />
diferente de como es hoy día” (ib., versión<br />
de Luis Roig de Lluis).<br />
Al principio hubo tres clases de hombres:<br />
los dos sexos que subsisten hoy<br />
día y un tercero compuesto de estos<br />
dos y que ha sido destruido y del cual<br />
sólo queda el nombre. [...] En segundo<br />
lugar, tenían todos los hombres la<br />
forma redonda, de manera que el pecho<br />
y la espalda eran como una esfera<br />
y las costillas circulares, cuatro brazos,<br />
cuatro piernas, dos caras fijas a un cuello<br />
orbicular perfectamente parecidas;<br />
una sola cabeza reunía estas dos caras<br />
opuestas la una a la otra; cuatro orejas,<br />
dos órganos genitales y el resto de la<br />
misma proporción.<br />
Basta de crueldades: dejen de comparar<br />
esas esferas octomembrales, bifrontes<br />
y orbiculares con Tadzio, el dios mancebo,<br />
por más que ambas figuras hayan<br />
sido situadas cual imágenes primordiales<br />
“del comienzo de la forma y del nacimiento<br />
de los dioses”. Ni siquiera con<br />
el delicuescente Ziggy Stardust. Si no<br />
es suficiente, véanlos caminar: “Cuando<br />
querían ir más deprisa se apoyaban sucesivamente<br />
sobre sus ocho miembros<br />
y avanzaban rápidamente por un movi-<br />
Invierno 2005 / 2006 117 E
PALIMPSESTO<br />
HUBO INCLUSO UN TIEMPO EN QUE SE NOS<br />
HIZO CREER QUE EN LA ANDROGINIA<br />
ESTABA LA ÚLTIMA THULE DEL SER;<br />
QUE EN ESA UNIÓN RESIDÍA LA VERDAD;<br />
QUE NO ERA POSIBLE OTRA IDEA DE LA PERFECCIÓN<br />
SINO AL ASIMILAR ESE ICONO EN LA EXISTENCIA PERSONAL.<br />
E 118 Invierno 2005 / 2006<br />
Obra / Claudius.
miento circular, como los que con los<br />
pies en el aire hacen la rueda.” Conste<br />
que Aristófanes no quería hacerlos reír<br />
—no es fortuito que el autor haya puesto<br />
ese relato en boca de ese personaje<br />
(cf. ib. 25)—; pero bueno: sigue contando<br />
que los hombres tuvieron la osadía de<br />
lidiar contra los dioses. Naturalmente<br />
—o divinamente— los olímpicos no podían<br />
dejar sin castigo la insolencia. Para<br />
aplacar su incrédula audacia y aumentar<br />
el número de sirvientes, decidieron separarlos:<br />
el dios “cortó a los hombres<br />
en dos mitades, lo mismo que hacen los<br />
hombres con la fruta cuando la quieren<br />
conservar en almíbar o cuando quieren<br />
salar los huevos cortándolos con una<br />
crin, partiéndolos en dos partes iguales”.<br />
Apolo, por órdenes de Zeus, se ocupa<br />
de componerlos con “la cara y la mitad<br />
del cuello en el lado por donde se había<br />
hecho la separación, a fin de que la vista<br />
del castigo los volviera más modestos”.<br />
Luego viene lo interesante: cada mitad<br />
se propone buscar a la otra “y cuando se<br />
PALIMPSESTO<br />
encontraban se abrazaban y unían con tal<br />
ardor en su deseo de volver a la primitiva<br />
unidad, que perecían de hambre y de<br />
inanición en aquel abrazo, no queriendo<br />
hacer nada la una sin la otra”. Aristófanes<br />
se explaya:<br />
De ahí procede el amor que naturalmente<br />
sentimos los unos por los<br />
otros, que nos vuelve a nuestra primitiva<br />
naturaleza y hace todo para reunir<br />
las dos mitades y restablecernos<br />
en nuestra antigua perfección. Cada<br />
uno de nosotros no es por tanto más<br />
que una mitad de hombre que ha sido<br />
separado de un todo de la misma manera<br />
que se parte en dos un lenguado.<br />
Estas dos mitades se buscan siempre.<br />
Los hombres que proceden de la separación<br />
de aquellos seres compuestos<br />
que se llamaban andróginos aman a las<br />
mujeres, y la mayor parte de los adúlteros<br />
pertenecen a esta especie, de la<br />
que también forman parte las mujeres<br />
que aman a los hombres y violan las<br />
“PRECISAMENTE A PARTIR DE TALES EXPERIENCIAS EXISTENCIALES,<br />
PROVOCADAS POR LA NECESIDAD DE TRASCENDER<br />
LOS CONTRARIOS, ES CUANDO COMIENZAN A ARTICULARSE<br />
LAS PRIMERAS ESPECULACIONES TEOLÓGICAS Y FILOSÓFICAS<br />
A NIVEL DEL PENSAMIENTO<br />
PRESISTEMÁTICO, EL MISTERIO DE<br />
LA TOTALIDAD TRADUCE EL ESFUERZO<br />
DEL HOMBRE POR ACCEDER A UNA<br />
PERSPECTIVA DESDE LA CUAL<br />
LOS CONTRARIOS SE ANULEN.”<br />
Invierno 2005 / 2006 119 E
PALIMPSESTO<br />
leyes del himeneo. Pero las mujeres<br />
que provienen de la separación de las<br />
mujeres primitivas no prestan gran<br />
atención a los hombres y más bien<br />
se interesan por las mujeres; a esta<br />
especie pertenecen las tribadas. Los<br />
hombres procedentes de la separación<br />
de los hombres primitivos buscan de<br />
igual manera el sexo masculino. [...]<br />
La causa es que nuestra primitiva naturaleza<br />
era una y que nosotros éramos<br />
un todo completo. Se da el nombre<br />
de amor al deseo de volver a recobrar<br />
aquel antiguo estado.<br />
Esas figuraciones fueron utilizadas por<br />
Platón para apuntalar un argumento, en<br />
este caso una teoría del amor, no porque<br />
creyera en esos mitos como las consejas<br />
populares los repiten sino para reciclarlos<br />
con otra luz: la del raciocinio que<br />
busca dilucidar una duda con tal de acceder<br />
al conocimiento. Así que no importa<br />
la veracidad de esos seres demediados,<br />
sino dirigir el entendimiento hacia el valor<br />
de la contemplación de la belleza absoluta<br />
—como Diótima en su momento<br />
habrá de enseñar a Sócrates— en cuanto<br />
aspiración de lo perfecto a la que somos<br />
E 120 Invierno 2005 / 2006<br />
llamados por nuestra condición necesitada.<br />
En ello coincide Mefi stófeles y el<br />
andrógino (trad. de Fabián García-Prieto;<br />
Labor/Punto Omega, 1984), cuando<br />
Mircea Eliade (1905-1986) ofrece un<br />
detallado repaso del mito por tiempos y<br />
geografías, principalmente orientales, y<br />
luego se aproxima a los significados por<br />
los que el símbolo del andrógino mantiene<br />
su vigencia en la historia espiritual<br />
de nuestro tiempo.<br />
Una vez establecida la ambivalencia<br />
de la divinidad que ha sido trascendida<br />
a una imagen de fusión, en cuanto que<br />
en ella se reúnen todas las dualidades<br />
en diversas religiones y culturas, Eliade<br />
postula que los mitos del andrógino, ritos<br />
y símbolos sobre la fragmentación<br />
originaria apuntan a otra comprensión:<br />
la de la unidad indisoluble de la realidad<br />
última; que el Grund de la divinidad sobrepasa<br />
la racionalidad y sólo en cuanto<br />
paradoja puede captarse; “que la perfección<br />
divina no puede concebirse como<br />
una suma de cualidades y virtudes, sino<br />
como una libertad absoluta, más allá del<br />
bien y del mal”; que lo absoluto difiere<br />
de lo humano, de su inmediatez y su<br />
inevitable relatividad, pues no consiste<br />
LA COMPARACIÓN SOBRE LOS DISFRACES<br />
INTERCAMBIADOS PARECE CONFIRMAR ESA<br />
CREENCIA DE QUE EL ANDRÓGINO ES SOLAMENTE ESO:<br />
UNA PARODIA RIDÍCULA DE LO FEMENINO<br />
EN LA QUE CONTRASTA APENAS LA<br />
IMAGEN DEL MACHO PARA REFORZARLA.
en modos de ser particulares ni contingentes.<br />
“En una palabra: estos mitos,<br />
ritos y teorías implican la coincidentia<br />
oppositorum” por la cual se entiende que<br />
para aprehender la realidad última, lo<br />
trascendente, los hombres han de “renunciar,<br />
aunque no sea más que por algunos<br />
instantes, a pensar e imaginar a<br />
la divinidad en términos de experiencia<br />
inmediata, pues tal experiencia no conseguiría<br />
percibir más que fragmentos y<br />
tensiones”. Después ofrece ejemplos de<br />
estos esfuerzos, desde la teología irania<br />
hasta las doctrinas védicas, pasando por<br />
cosmogonías de variadas ubicaciones,<br />
en que los contrarios se enfrentan pero<br />
al fin se dirigen hacia una última integración.<br />
Incluso se detiene en la ignota<br />
y exótica tradición cristiana, no sólo de<br />
gnósticos y apócrifos sino de San Pablo y<br />
el Evangelio de Juan, que “consideraban<br />
ya la androginia entre las características<br />
de la perfección espiritual” (morbosos<br />
y de poca fe: está en la p. 135). Para<br />
Stephen Dedalus, estudiante de un colegio<br />
jesuita y alter ego de James Joyce,<br />
puede pensarse así: “En la economía del<br />
cielo, predicha por Hamlet, ya no hay<br />
más matrimonios, dado que el hombre<br />
glorificado, ángel andrógino, es esposa<br />
de sí mismo.” Sin hacer caso de las irreverencias<br />
de la ficción contemporánea,<br />
Mircea Eliade regresa a la Europa del<br />
siglo XIX para referirse con elogios a una<br />
novela de Balzac —cuyo personaje es<br />
un andrógino— influida por las teorías<br />
swedenborgianas sobre el hombre perfecto.<br />
A continuación alude al menoscabo<br />
de los decadentes, que —hay que<br />
tomarlo en cuenta aunque a Eliade no<br />
le interesa— tuvieron que vérselas con<br />
los destrozos del Romanticismo y las no<br />
menos ambiguas incitaciones de los ado-<br />
PALIMPSESTO<br />
radores del Símbolo. Esto me sirve para<br />
destacar un signo que usualmente no se<br />
considera en su real medida: el decadentismo<br />
inglés y francés —como ocurre<br />
con las cíclicas apariciones manieristas—,<br />
a más de una centuria, adquiere<br />
a nuestros ojos una pátina de prestigio<br />
que no siempre es tal; por lo menos en<br />
lo que toca al tema del andrógino, pues<br />
—lo aclara Eliade— sus héroes son perfectos<br />
solamente en el aspecto sensual o<br />
presentan de plano un cariz mórbido;<br />
por tanto se ha disminuido la significación<br />
metafísica del “hombre perfecto” y<br />
acaba por perderse. “Como en todas las<br />
grandes crisis espirituales de Europa,<br />
nos encontramos aquí en presencia de<br />
una degradación del símbolo. [...] Para los<br />
escritores decadentes, el andrógino significa<br />
únicamente un hermafrodita en el<br />
cual los dos sexos coexisten anatómica<br />
y fisiológicamente. Ya no se trata de una<br />
plenitud debida a la fusión de ambos<br />
sexos, sino de una superabundancia de<br />
posibilidades eróticas.” Quizá ignoraron<br />
que el hermafrodita de las esculturas<br />
griegas —explica Mircea— encarnaba<br />
un ideal actualizado simbólicamente en<br />
los rituales: “la totalidad de las potencias<br />
mágico-religiosas solidarias de ambos<br />
sexos”. En cambio, para los románticos<br />
alemanes “el andrógino era el tipo de<br />
hombre perfecto del futuro”. Con eso.<br />
Si el mito sigue diluyéndose en la<br />
literatura treinta siglos después (“innumerables<br />
milenios” dice Mircea), se<br />
debe sin duda a que constituye una fuerza<br />
primigenia de la mente humana. No<br />
sólo en los casos aportados: Tadzio, las<br />
tradiciones orientales, las derivas mediterráneas,<br />
o en una fenomenal pintura<br />
de <strong>Leonardo</strong>: San Juan Bautista: apoteosis<br />
de la androginia, seductor e intocado<br />
Invierno 2005 / 2006 121 E
PALIMPSESTO<br />
varón con sonrisa de Gioconda, pues sí,<br />
pero más joven y más guapa en medio de<br />
ocres resplandecientes; también puede<br />
vislumbrarse en el Orlando de Virginia<br />
Woolf: Orlando no es un andrógino sino<br />
un hombre que un buen día se convirtió<br />
milagrosamente en mujer: sería un<br />
símbolo de la plenitud de la experiencia<br />
humana; ambos sexos —no simultáneos—,<br />
varios siglos en su interacción<br />
con el mundo y en su vida interior. No<br />
es entonces un andrógino, ni siquiera parecido<br />
a Tadzio —salvo por cierta disposición<br />
del pensamiento que va acercándolo<br />
a su transformación, salvo porque<br />
ignoramos qué piensa Tadzio y en cambio<br />
la peripecia mental es la esencia del<br />
Orlando—; Virginia Woolf, que si acaso<br />
pensó en la androginia evitó caer en obviedades,<br />
le imprimió no obstante ese<br />
carácter de ambigua dicha, duda y aislamiento,<br />
al tiempo que determinación<br />
frente a las circunstancias, y suministra<br />
una ficción —igualmente vertida por<br />
Borges— para comprender desde dos<br />
ángulos de lo humano la existencia y la<br />
historia (qué buscan, si no, las especies<br />
de la poesía: relato, novela, ensayo).<br />
E 122 Invierno 2005 / 2006<br />
Mientras seguimos en el reino de lo<br />
transitorio, perdonemos a los modistos<br />
de la cultura y rescatemos a los decadentes,<br />
a manieristas y leonardescos, para<br />
descansar un poco de nuestra aspiración<br />
totalizante. Poso mi cabeza en la piedra<br />
de perdición de Aschenbach (étimo<br />
alemán: “arroyo de cenizas”). Ese efebo<br />
cuya fisonomía delicada se acentúa por<br />
la vestimenta varonilmente adusta y el<br />
corte de pelo de niño mimado, no deja<br />
ver un joven ni tampoco una doncella:<br />
Tadzio trasluce la figura femenina. No<br />
da lo mismo: cuando una muchacha se<br />
viste de hombre, no veo un hombre ni<br />
una mujer sino una muchacha vestida<br />
de varón; pero ese “varón” no se ve viril<br />
sino afeminado (aun el personaje actuado<br />
por Hilary Swank en Boys don’t cry). Por<br />
el contrario, un muchacho disfrazado de<br />
mujer no se ve masculino; se ve afeminado<br />
también (aunque en el caso de Tadzio<br />
no hay disfraz alguno sino un modo de<br />
estar o, mejor dicho, de ser —porque<br />
no es una pose ni un amaneramiento ni<br />
una búsqueda—; modo de ser, sí, ambiguo,<br />
sí, pero en el que prevalece lo<br />
femenino, ese talante extraño que todos<br />
POSO MI CABEZA EN LA PIEDRA DE PERDICIÓN<br />
DE ASCHENBACH (ÉTIMO ALEMÁN: “ARROYO DE CENIZAS”).<br />
ESE EFEBO CUYA FISONOMÍA DELICADA<br />
SE ACENTÚA POR LA VESTIMENTA VARO-<br />
NILMENTE ADUSTA Y EL CORTE DE PELO<br />
DE NIÑO MIMADO, NO DEJA VER UN JOVEN<br />
NI TAMPOCO UNA DONCELLA
poseemos en proporción diversa y que<br />
sólo en ciertos individuos se equilibra<br />
con lo masculino —no menos extraño—<br />
hasta el desasosiego). La comparación<br />
sobre los disfraces intercambiados<br />
parece confirmar esa creencia de que el<br />
andrógino es solamente eso: una parodia<br />
ridícula de lo femenino en la que contrasta<br />
apenas la imagen del macho para<br />
reforzarla. De estas percepciones deriva<br />
la falsa idea de que el andrógino es un<br />
afeminado, cuando lo importante es la<br />
idea de lo femenino. Mircea Eliade pone<br />
en su lugar las cosas luego de extenderse<br />
acerca de la androginización ritual:<br />
Si tenemos en cuenta que los disfraces<br />
se encontraban muy extendidos<br />
durante el carnaval o en las fiestas de<br />
primavera en Europa, e igualmente<br />
en diversas ceremonias agrícolas en la<br />
India, en Persia y en otras comarcas de<br />
Asia, se comprende la principal función<br />
de este rito: se trata, en suma, de<br />
salir de sí mismo, de trascender una<br />
situación particular, fuertemente historizada,<br />
y de recobrar una situación<br />
original transhumana y transhistórica,<br />
puesto que precede a la constitución<br />
de la sociedad humana; una situación<br />
paradójica, imposible de mantener<br />
en la duración profana, en el tiempo<br />
histórico, pero que interesa reintegrar<br />
periódicamente a fin de restaurar,<br />
aunque sólo sea por un instante, la<br />
plenitud inicial, la fuente intacta de la<br />
sacralidad y de la potencia.<br />
Entra en escena de nuevo Aristófanes,<br />
y puedo oír su voz ya transformada por<br />
un discernimiento distinto: “volver a la<br />
primitiva unidad” para recobrar “nuestra<br />
antigua perfección”. Ah, la fascinación<br />
PALIMPSESTO<br />
de los comienzos. Sigue una paráfrasis<br />
que cifra el ensayo del historiador de las<br />
religiones: “En el comienzo existía, pues<br />
—tanto en el plano cósmico como en el<br />
plano antropológico—, la plenitud, que<br />
contenía todas las virtualidades.” La plenitud:<br />
como estamos aquí transidos de<br />
dolencia y de deseo, por medio del rito<br />
hurgamos en la orgía, en la androginización<br />
o en la regresión del caos, debido<br />
a “la tendencia del espíritu a regresar al<br />
uno-todo” —aun a riesgo de quedar en<br />
bestia, en cosa—. Accedemos entonces<br />
a un plano inconcebible para la razón<br />
sino como paradoja: un mundo que se<br />
exime “de las tensiones y conflictos que<br />
definen todo universo”; un lugar edénico,<br />
donde la imagen del andrógino se reúne<br />
con “el retorno al estado de la infancia”.<br />
(Recuerdo la vocación de Alejandro<br />
Meneses por el verso de Saint-John<br />
Perse: “—Si no la infancia, ¿qué había<br />
entonces allí que no hay ahora?”.)<br />
Haciendo algunas consideraciones sobre<br />
el simbolismo religioso (tema al que no<br />
quería volver), Eliade me dejó estupefacto<br />
al exponer una noción básica que<br />
normalmente se pierde bajo los escombros<br />
de tantas especulaciones:<br />
Concretando: aunque los conceptos de<br />
la polaridad y de la coincidentia oppositorum<br />
hayan sido utilizados de manera<br />
sistemática desde los comienzos de las<br />
especulaciones filosóficas, los símbolos<br />
que los revelaban oscuramente no<br />
eran el producto de la reflexión crítica,<br />
sino el resultado de una tensión<br />
existencial. [...] Uno de los mayores<br />
descubrimientos del espíritu humano<br />
fue espontáneamente presentido el día<br />
en que, a través de ciertos símbolos<br />
Invierno 2005 / 2006 123 E
PALIMPSESTO<br />
religiosos, el hombre adivinó que las<br />
polaridades y los antagonismos pueden<br />
ser articulados e integrados en<br />
una unidad.<br />
Eso: no como parte de una doctrina que<br />
se trasmite hasta el asco; no en cuanto<br />
series adocenadas de preguntas y respuestas;<br />
vaya: ni siquiera como efecto<br />
de un sistema racional claro y distinto;<br />
nada: la dispersión de las cosas, la relatividad<br />
de lo inmediato, el desgarre entre<br />
ver y desear decir y no saber, tanteados<br />
por ritos y por símbolos, nos revelan<br />
esa tensión existencial por la que llegamos<br />
—en unos cuantos miles de años, claro—<br />
a conceptos, las herramientas de<br />
la escritura, la posibilidad de tener a la<br />
mano un todo ordenado y humanamente<br />
apreciable gracias al cual bien puede<br />
uno aventurarse por las arcaicas preguntas,<br />
meterse en los mismos problemas<br />
irresueltos o volar con las imágenes más<br />
logradas como si ellas fuesen ya la realidad<br />
(aunque renuncié en medio de las<br />
fatigas a preguntarme de dónde viene la<br />
pretensión de lo absoluto, recuerdo una<br />
respuesta de épocas pretéritas: la convulsa<br />
belleza de las mujeres nos ha hecho<br />
imaginar que debe haber un grado de<br />
perfección del que son reflejos, avisos,<br />
concitaciones; luego se nos ocurre que<br />
debe haber un lugar donde la imaginación<br />
no alcanza: entonces se componen<br />
las obras no referenciales de la música,<br />
que de suyo es ya una sugerencia de que<br />
lo absoluto es posible —quien tenga oídos,<br />
que se disponga ante un cuarteto de<br />
Beethoven o una fuga de Bach—, o se<br />
componen las rarezas de la poesía).<br />
Siempre puede sentirse que algo<br />
hace falta, pues aun desde la plenitud<br />
se sueña en otra cara. Quien se siente<br />
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colmado porque al fin ejecutó una obra<br />
con sazón, sabe que esas sensaciones duran<br />
poco. Quizá no hay experiencia más<br />
cercana al conocimiento del vacío que<br />
cuando uno ya no tiene nada que agregar,<br />
cuando lo hecho está bien acabado y<br />
un toque más lo desmejoraría: entonces<br />
emprendemos la ejecución de un nuevo<br />
engendro hasta llegar a convertirlo en<br />
ese roce de perfección según entendemos<br />
que debe ser un summum de la belleza.<br />
Efímera prefiguración de la Idea:<br />
ahí viene la antigua sensación, la íntima<br />
dolencia: nos hace falta algo. Por eso<br />
volvemos a caer en la tentación e indagamos<br />
con el cuerpo, con la boca y con<br />
las manos en la materia del mundo, con<br />
ojos y oídos y olfato —pues errado anda<br />
quien crea que el espíritu sopla sin respiración<br />
y subsiste sin los poros por donde<br />
la piel transpira—, hasta que se configura<br />
otro reflejo de nuestra necesidad,<br />
a la que ya puede compararse —si no lo<br />
confundimos con un resumidero— con<br />
lo inalcanzable perpetuo, que llamamos<br />
“obra de arte” y, si acaso sobreviene la<br />
Excepción, “obra maestra”, ominoso<br />
testigo de las transfiguraciones que sólo<br />
se dan —cuando se dan— por un instante.<br />
Eliade lo pone más claro que el agua<br />
al preguntarse qué revelan esos mitos y<br />
esos símbolos, ritos y técnicas y creencias<br />
que implican la coincidentia oppositorum,<br />
la unión de los contrarios:<br />
Ante todo manifiestan una profunda<br />
insatisfacción del hombre por su situación<br />
actual, por lo que se llama la<br />
condición humana. El hombre se siente<br />
desgarrado y separado. No siempre<br />
puede darse perfecta cuenta de la naturaleza<br />
de esta separación, pues unas
veces se siente separado de “algo” poderoso,<br />
de lo completamente diferente a sí<br />
mismo, y otras veces se siente separado<br />
de un “estado” indefinible, atemporal,<br />
del cual no tiene ningún recuerdo preciso,<br />
pero que, sin embargo, recuerda<br />
en lo más profundo de su ser: un estado<br />
primordial del que gozaba antes del<br />
tiempo, antes de la historia.<br />
Nótese: insatisfacción; y no cualquiera:<br />
profunda. Porque no se trata de “temas”<br />
que deben memorizarse o actividades<br />
que se hacen por inercia familiar, meras<br />
costumbres cuya causa se ha olvidado,<br />
sino trances surgidos de esa tensión<br />
existencial de quien sale de la precaria<br />
condición de su casa y percibe que otros<br />
mundos ruedan todos los días a través de<br />
complejidades difíciles de asir; y cuando<br />
va entendiendo que le falta mucho por<br />
andar, que la consumación de su deseo<br />
será todo menos gratuita, supone que<br />
otras formas de vida anuncian otros universos.<br />
Va Eliade:<br />
Precisamente a partir de tales experiencias<br />
existenciales, provocadas<br />
por la necesidad de trascender los<br />
contrarios, es cuando comienzan a<br />
articularse las primeras especulaciones<br />
teológicas y filosóficas. Antes de<br />
convertirse en conceptos filosóficos<br />
por excelencia, el uno, la unidad, la<br />
totalidad constituían nostalgias que se<br />
revelaban en los mitos y en las creencias,<br />
y eran realzados en los ritos y en<br />
las técnicas místicas. A nivel del pensamiento<br />
presistemático, el misterio<br />
PALIMPSESTO<br />
de la totalidad traduce el esfuerzo del<br />
hombre por acceder a una perspectiva<br />
desde la cual los contrarios se anulen.<br />
Para acabar: lo que más ansía el alma del<br />
hombre, con todo su intelecto y todo<br />
su cuerpo —cuando ya dilapidó por fin<br />
su estado de craso mineral—, es recobrar<br />
la unidad perdida: vislumbrar el<br />
Uno: comprender (me resisto a renunciar<br />
a preguntarme cómo se nos ocurre<br />
que debe haber más de lo que alcanza<br />
la imaginación —que ya es mucho decir—,<br />
y por qué lo suponemos puro, y<br />
postulamos que debe serlo porque de<br />
lo contrario sería absurdo como lo que<br />
nuestros sentidos apenas nos dejan ver;<br />
me resisto a renunciar a interrogarme<br />
si donde dice “fuerza primigenia de la<br />
mente humana” debería decir “debilidad<br />
perenne” o “contingencia congénita”<br />
y entonces indagar de dónde viene<br />
la pretensión de lo perfecto: iría hasta<br />
allá con tal de referirlo aun dentro de<br />
ese sanatorio mental que es la escritura:<br />
ver la materia del absoluto: elucidar<br />
si la convulsa belleza de las mujeres, la<br />
de las varitas de nardo o la de los más<br />
leonardescos varones expresa su grado<br />
de perfección o meramente son reflejos,<br />
concitaciones del solo cuerpo; si es verdad<br />
tanta belleza o serpentinamente nos<br />
hemos alcanzado la cola al dar tres vueltas<br />
cuando buscábamos el sueño —i.e.:<br />
dormir— y a tal anomalía circadiana le<br />
llamamos “infinito”, “la plenitud”, “lo<br />
eterno”, “el non plus ultra”; luego callar<br />
ante la Forma o atenerme a la música sin<br />
alusiones fuera de lo humano).<br />
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