17.05.2013 Views

Contenido - Universidad Leonardo Da Vinci

Contenido - Universidad Leonardo Da Vinci

Contenido - Universidad Leonardo Da Vinci

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

PALIMPSESTO<br />

E 032 Invierno 2005 / 2006


Veleño.<br />

pág textos<br />

La conquista del falo: refl exiones sobre<br />

034 la masculinidad :: <strong>Da</strong>niel Gerber<br />

La estructuración psíquica de lo femenino<br />

038 en Freud y en Lacan :: Antonio Bello Quiroz<br />

Cómo pensar la constitución psíquica<br />

062 de la mujer :: José Eduardo Tappan Merino<br />

Freud y lo femenino<br />

080 :: Alfonso Herrera<br />

Vicisitudes de la feminización en la psicosis<br />

100 :: Natalia Pérez Vilar<br />

Andróginos: la perfección fi gurada<br />

114<br />

:: Gerardo Lino


0034<br />

La conquista del falo:<br />

refl exiones sobre<br />

la masculinidad*<br />

D a n i e l G e r b e r<br />

Masculino-femenino: significantes ante<br />

todo, elementos de carácter opositivo,<br />

relativo y diferencial. Nada pueden significar<br />

por sí mismos; sólo su posición en<br />

una estructura, que implica diferentes relaciones,<br />

puede decidir por su sentido.<br />

A partir de Lacan, el psicoanálisis opta por<br />

una definición de los términos en función de<br />

su lugar en una estructura, echando así por<br />

tierra toda pretensión esencialista. Nada se<br />

define por ni se representa por sí mismo. De<br />

este modo, la vieja metafísica de lo idéntico<br />

consigo mismo —metafísica que postula un<br />

principio de identidad según el cual las cosas<br />

poseen una esencia que perdura más allá de<br />

dónde, con quién o con qué estén— sufre<br />

un cuestionamiento radical.<br />

En el campo de la subjetividad, este principio<br />

de identidad —que considera un sujeto<br />

homogéneo, idéntico a sí mismo, un sujeto<br />

que nunca podría ser otro— es puesto en<br />

entredicho por el psicoanálisis, para quien<br />

el sujeto, por definición, está dividido.<br />

Este sujeto dividido con quien el psicoanálisis<br />

opera es aquel que, más allá de su ilusión de<br />

ser siempre el mismo, es otro del que cree:<br />

sujeto dividido en tanto efecto del lenguaje<br />

PALIMPSESTO<br />

que habla en él. El concepto de inconsciente<br />

forjado por Freud es el nombre de esa determinación<br />

del sujeto por el lenguaje.<br />

¿Cómo podría entonces hablarse de identidad,<br />

en cualquier aspecto del que se<br />

trate, incluyendo desde luego la multimencionada<br />

identidad sexual? ¿No resulta<br />

significativo el hecho de que Freud nunca<br />

haya formulado definiciones acabadas de<br />

términos como masculino y femenino,<br />

advertido como estaba del hecho de que<br />

cualquier definición hubiera significado<br />

una racaída en esas concepciones esencialistas<br />

que él mismo puso en entredicho?<br />

Con el psicoanálisis, la idea de identidad se<br />

derrumba con el cuestionamiento del viejo<br />

principio filosófico que la sostiene para<br />

convertirse en un efecto imaginario de determinaciones<br />

simbólicas. Las identidades<br />

pasan a ser meros semblantes, consecuencia<br />

de identificaciones. Éstas llevarán a los<br />

sujetos a posicionarse en el terreno de la<br />

diferencia de los sexos, diferencia que no<br />

depende ni de características anatómicas<br />

ni de un tipo de cultura sino del significante,<br />

entidad esencialmente diferencial.<br />

No hay significante antes de su diferencia<br />

* Presentado en el encuentro “Estudios de masculinidad”, llevado a cabo en la <strong>Universidad</strong> Autónoma Metropolitana,<br />

Unidad Xochimilco, el 13 de noviembre de 1996.


Polonius-D.<br />

Invierno 2005 / 2006 035 E


PALIMPSESTO<br />

con otro sino como consecuencia de ésta.<br />

Así, la diferencia significante es constitutiva<br />

del lenguaje y, por lo tanto, de la cultura.<br />

Diferencia, por otra parte, implica falta:<br />

cada significante sólo puede definirse por<br />

el hecho de no ser el otro, es decir, por lo<br />

que le falta. Desde el momento en que hay<br />

significante hay falta y, por esto mismo,<br />

existe el falo: significante mítico que se inscribe<br />

en el sitio de la diferencia para anularla,<br />

pero también para señalar su lugar.<br />

Determinado por el significante, el sexo es<br />

sección, corte, separación: posicionamiento<br />

respecto del falo, el significante que instaura<br />

el corte. Lo subversivo de la teoría sexual<br />

freudiana es el planteamiento de que la diferencia<br />

sexual no es sancionada por la anatomía,<br />

pero tampoco por la cultura; es establecida<br />

por el significante, esto es, por el falo.<br />

Hombres y mujeres responden a la pregunta<br />

abierta por la diferencia significante asumiendo<br />

imágenes, modelos, estereotipos<br />

que testimonian de su posicionamiento frente<br />

al falo. Por esto, hay una manera de ir más<br />

allá de los equívocos que se generan cuando<br />

se responde a las preguntas acerca de que es<br />

ser hombre o mujer en términos de identidades<br />

específicas: plantear la respuesta en<br />

función del falo, significante de valor fundamental<br />

en tanto puede significar de manera<br />

diferente a las respectivas anatomías posicionando<br />

a los sujetos en lugares diferenciales<br />

como los de hombre o mujer. Se trata de un<br />

posicionar seccionando, cortando: el mismo<br />

vocablo “anatomía” posee, etimológicamente,<br />

la significación de “corte”.<br />

Desde 1923, con su muy controvertido<br />

concepto de “fase fálica”, Freud dejó esta-<br />

E 036 Invierno 2005 / 2006<br />

blecido que el falo debe considerarse como<br />

verdadero operador de ese corte que produce<br />

el sexo, imponiendo desde el orden<br />

simbólico efectos imaginarios específicos.<br />

Para Freud, el falo sólo existe como premisa,<br />

consecuencia específica de una diferencia<br />

que es constitutiva del sexo. Pero “ser el<br />

falo”, es decir, ser aquello que nulificaría la<br />

diferencia —y por lo tanto la falta— será<br />

siempre la “identidad” imposible. Ahora<br />

bien, a falta de serlo, será posible aparentarlo,<br />

hacer semblante de él: tal es la función<br />

de la “mascarada” femenina que está<br />

destinada a provocar el deseo del hombre<br />

conjurando por medio de un cierto ocultamiento<br />

la amenaza de castración que el<br />

encuentro con el otro sexo actualiza.<br />

Sin embargo, más difícil que aparentar ser el<br />

falo resulta tenerlo, meta inalcanzable que se<br />

confundiría con el acceso a una potencia tal<br />

que haga posible un goce no limitado por ley<br />

alguna, sea biológica o simbólica. Aun así, “tener<br />

el falo” es la meta específica de la posición<br />

masculina, el único camino que al hombre le<br />

queda ante, por un lado, la imposibilidad de<br />

serlo, y, por el otro, la feminización a que quedaría<br />

condenado en caso de aparentarlo.<br />

La posesión del atributo anatómico, el<br />

pene, sometido a la inevitabilidad de<br />

la detumescencia cuando se alcanza un<br />

cierto grado de goce, impone al hombre<br />

una exigencia que no opera para quienes<br />

carecen de él: “estar a la altura de”, ¿a la<br />

altura de qué?, precisamente de ser el poseedor<br />

de ese falo omnipotente que aseguraría<br />

un goce absoluto sin límites.<br />

En Las fantasías histéricas y su relación con la<br />

1 S. Freud: Las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad, en Obras completas, Tomo IX. Amorrortu,<br />

Buenos Aires, 1979, p. 141.


isexualidad, Freud señala que “en los varones<br />

[las fantasías son] de naturaleza erótica<br />

o ambiciosa”. 1 Esto se puede vincular con<br />

su afirmación de un texto anterior, Tres<br />

ensayos de teoría sexual, donde señala que la<br />

ambición está dominada por el erotismo<br />

uretral, como lo ilustra el conocido desafío<br />

que el niño dirige a sus congéneres: “a<br />

ver quién orina más lejos”, paradigma de<br />

toda búsqueda de afirmación fálica.<br />

En efecto, llegar lejos, atravesar el espacio,<br />

conquistar títulos, emblemas que en<br />

última instancia pueden ser ofrendas destinadas<br />

a “la dama”, son manifestaciones<br />

de la posición específicamente masculina<br />

respecto del falo: para el varón se trata de<br />

obtener esos emblemas fálicos con los que<br />

podrá “conquistar” a la dama para hacer finalmente<br />

de ella ese falo que a él le falta.<br />

Se habla de “posición masculina” en este<br />

contexto porque en todas las circunstancias<br />

hombre y mujer no son más que significantes<br />

que definen posiciones, posiciones<br />

respecto del falo que no necesariamente<br />

concuerdan en los sujetos —temporaria o<br />

permanentemente— con su sexo biológico.<br />

De este modo, por efecto del significante<br />

fálico, las posiciones de los sujetos en<br />

el plano estrictamente imaginario se distinguen<br />

por el hecho de que mientras la posición<br />

femenina se define como un parecer,<br />

una mascarada destinada a ocultar la falta<br />

para causar así el deseo de su partenaire, la<br />

postura masculina tiene como modo específico<br />

el intento de contrarrestar los efectos<br />

de la castración por medio de la búsqueda<br />

de alcanzar el falo como la vía para adquirir<br />

la convicción de poseerlo, lo que lo haría<br />

no faltante. Mascarada femenina en contraposición<br />

con parada masculina: así se<br />

definen los posicionamientos en el plano<br />

imaginario en relación con el sexo.<br />

PALIMPSESTO<br />

Ahora bien, el falo como tal —como La<br />

mujer, al decir de Lacan— no existe; lo<br />

que existe es sólo la diferencia sexual en<br />

el plano simbólico de la cual el falo no es<br />

sino su metáfora. De ahí que “querer alcanzar”<br />

el falo no puede dejar de conducir<br />

a un impasse que es característico del<br />

erotismo masculino: el hombre no puede<br />

acceder más que a un semblante de falo, lo<br />

que vendrá a determinar que la diferencia<br />

—y por lo tanto la falta— reaparezca una<br />

y otra vez. De este modo, el momento del<br />

encuentro con una mujer será para todo<br />

hombre el de una pregunta: “¿será verdaderamente<br />

ella?”, es decir, “¿será el falo?”<br />

Es la razón por la cual Lacan va a afirmar<br />

que “para un hombre, una mujer es un<br />

síntoma”, esto es, el lugar donde se ubica<br />

lo que obtura la pregunta por lo que<br />

el Otro quiere. En cambio, la posición<br />

específicamente femenina que es la del<br />

interrogante que se dirige a ella misma:<br />

más que “¿qué quiere él?” es “¿qué quiero<br />

yo?” El enigma de lo femenino es enigma,<br />

ante todo, para la mujer misma.<br />

Entonces, la posición específicamente<br />

masculina se define como el interrogante<br />

por el enigma de otro sexo. Su pregunta<br />

es “¿qué quiere ella?” El hombre<br />

quiere saber lo que ella quiere, quiere el<br />

saber siempre imposible sobre el objeto<br />

que puede causar el deseo del Otro<br />

porque para él éste sería el camino para<br />

responder a su falta y hacer del Otro su<br />

falo. Por esto ella encarna su síntoma,<br />

síntoma cuyas manifestaciones diversas,<br />

que pueden abarcar desde la inhibición<br />

sexual hasta el donjuanismo desenfrenado,<br />

revela una imposibilidad insoportable<br />

—la de la posesión en última<br />

instancia del falo— que es inherente a la<br />

posición del varón.<br />

Invierno 2005 / 2006 037 E


0038<br />

La estructuración psíquica<br />

de lo femenino en Freud<br />

y en Lacan<br />

Antonio Bello Quiroz<br />

PALIMPSESTO<br />

Gertrudis-D.


para Gaby, a tus manos<br />

Es por lo que no es por lo que pretende ser deseada al mismo tiempo que amada.<br />

Jacques Lacan<br />

Para un hombre, una mujer, representa la hora de la verdad.<br />

Jacques Lacan<br />

Desde el psicoanálisis, la conformación<br />

de la diferencia sexual está más cerca de<br />

ser un resultado que algo dado o innato,<br />

se trata de una construcción más que una<br />

evidencia centrada en la materialidad del<br />

órgano. Si se toma como punto de partida<br />

para el establecimiento de la diferencia<br />

sexual la propuesta freudiana de<br />

un sujeto originariamente bisexual, con<br />

todo lo complejo que para Freud resulte<br />

la idea misma, 1 es válido suponer la existencia<br />

de un momento de bifurcación en<br />

el desarrollo que inauguraría la distinción<br />

de lo femenino y lo masculino.<br />

En la construcción de la teoría psi-<br />

1 En su trabajo de 1908 sobre “Las fantasías histéricas<br />

y su relación con la bisexualidad” Freud formula que<br />

detrás de los síntomas histéricos siempre hay dos fantasmas<br />

sexuales, uno de carácter masculino y otro de<br />

coanalítica se ha tomado a los llamados<br />

complejo de Edipo y complejo de castración<br />

como núcleo en donde se anudan<br />

los elementos significantes de la<br />

constitución subjetiva. Es a través del<br />

pasaje por este núcleo constitutivo del<br />

ser que se podrán establecer los derroteros<br />

que lleven al sujeto a simbolizar la<br />

diferencia sexual.<br />

En este trabajo se busca comunicar<br />

un ejercicio de lectura sobre el pasaje<br />

que se propone en la estructuración de<br />

la diferencia sexual, en particular de lo<br />

femenino, en principio desde Freud que,<br />

como sabemos, considera que la simbo-<br />

carácter femenino; sin embargo, deja ver más adelante<br />

que lo que en realidad revela este fantasma es el carácter<br />

de bi-goce en la histérica.<br />

ES EN LA PUBERTAD DONDE TOMA PRIMACÍA EL PAPEL DE LOS<br />

GENITALES ENTRE TODAS LAS OTRAS ZONAS<br />

Y FUENTES DISPENSADORAS DE PLACER,<br />

CONSTRIÑENDO DE ESA MANERA AL EROTISMO<br />

A ENTRAR AL SERVICIO DE LA FUNCIÓN<br />

REPRODUCTORA.<br />

Invierno 2005 / 2006 039 E


PALIMPSESTO<br />

lización de la feminidad como posición<br />

subjetiva tiene como resolución de excelencia<br />

al hijo, la maternidad, y más<br />

adelante desde Lacan que propone, de<br />

alguna manera, que la feminidad arriba<br />

gracias a un particular posicionamiento<br />

respecto a la castración, cuyo agente es<br />

el padre, lo que va a expresarse en una<br />

elección de objeto y una identificación<br />

determinada.<br />

I<br />

En su andamiaje teórico más temprano,<br />

a Freud se le impone como significante<br />

fundamental la idea de la bisexualidad<br />

psíquica. Esta noción marca un punto<br />

inaugural del psicoanálisis, a partir de<br />

la cual se sigue por un sinuoso rumbo<br />

que marca el surgimiento y prevalencia<br />

del psicoanálisis y se puede ver de manera<br />

repetitiva a todo lo largo de la obra<br />

freudiana, desde 1908 hasta 1937, con<br />

análisis terminable e interminable, y de<br />

ninguna manera va a quedar fuera de la<br />

lectura de Lacan. Desde este concepto<br />

Freud desprende la idea central de la<br />

existencia de una sola libido: la viril, desde<br />

la cual se inicia el recorrido para que<br />

los sujetos lleguen a participar psíquica<br />

y socialmente de un sexo; este punto<br />

de partida monosexual va más allá de lo<br />

anatomofisiológico, como lo proponía<br />

su amigo Fliess, debido a que lo biológico<br />

se muestra fácilmente incompetente<br />

para dar explicaciones a las abundantes<br />

desviaciones a sus reglas en el ser humano.<br />

Es así como los conceptos de sexo y<br />

de sexualidad en Freud van a referirse<br />

a aspectos bastante más amplios que lo<br />

meramente genital y reproductivo, para<br />

E 040 Invierno 2005 / 2006<br />

dirigirse a sus vertientes psíquica y anímica,<br />

es decir, a la cualidad del sujeto de<br />

estar comandado más por la pulsión y la<br />

libido, antes que por el instinto o cualquier<br />

orden natural o extraterreno.<br />

Otra premisa esencial del psicoanálisis,<br />

que ha sido motivo de incomodidad<br />

y rechazo por parte de la sociedad científica<br />

en general, incluyendo las llamadas<br />

ciencias humanas, es que la sexualidad<br />

está presente desde la más temprana<br />

infancia, contraponiéndose de manera<br />

abierta a la idea imperante en su tiempo<br />

de que la sexualidad aparecía sólo desde<br />

la pubertad. Esta propuesta, formalizada<br />

ya desde 1905 en Tres ensayos de teoría<br />

sexual, 2 viene a cuestionar la idea de una<br />

infancia asexuada e inocente para dirigir<br />

todos los reflectores sobre la sexualidad<br />

infantil en tanto que le reconoce un papel<br />

fundamental en el desarrollo global<br />

del sujeto. Es la puesta en juego de lo<br />

sexual desde temprano lo que permitirá<br />

el establecimiento de un punto de anclaje<br />

a partir del cual más tarde el sujeto<br />

“elegirá” sus objetos amorosos y determinará,<br />

generalmente sin que el sujeto<br />

lo sepa, muchas otras elecciones en diversos<br />

ámbitos de la vida.<br />

Sin embargo, el recorrido por el<br />

proceso de la sexualidad infantil no es<br />

de fácil dilucidación, en tanto que va a<br />

depender de múltiples factores individuales<br />

y contextuales, ninguno de ellos<br />

determinante por sí mismo.<br />

Frente a la extraordinaria diversidad<br />

de elementos co-variantes que inciden en<br />

la constitución subjetiva, hay que tener<br />

en consideración además que el proceso<br />

de desarrollo psicosexual de la infancia,<br />

2 Donde además establece otra premisa igualmente trascendente y por ello de la mayor incomodidad, me refi ero a<br />

la puesta en evidencia de la incompatibilidad entre sujeto y objeto.


en su mayor parte, permanece oculto y<br />

queda en el olvido durante un largo periodo<br />

denominado latente. Olvido con<br />

el que se ve favorecido que se piense<br />

que la sexualidad sólo se expresa desde<br />

la pubertad, dificultando así, incluso en<br />

algunos círculos académicos, que se reconozca<br />

la existencia de la sexualidad infantil.<br />

Freud lamentaba esta pobreza en<br />

lo social que se iba contrastando con los<br />

relatos clínicos de sus pacientes.<br />

No es de ninguna manera válido darse<br />

a pensar que al darle tal importancia a la<br />

sexualidad en la infancia sea en detrimento<br />

de la pubertad; Freud incluso le otorga<br />

a este momento un papel importante en<br />

la configuración psíquica de la sexualidad,<br />

en tanto que reconoce que es en la pubertad<br />

donde toma primacía el papel de<br />

los genitales entre todas las otras zonas y<br />

fuentes dispensadoras de placer, constriñendo<br />

de esa manera al erotismo a entrar<br />

al servicio de la función reproductora.<br />

Así, como se podrá constatar aquí,<br />

para el psicoanálisis el recorrido previo<br />

para llegar a la expresión de la sexualidad<br />

adulta pasa por una serie de vicisitudes.<br />

Recorrido que poco o nada tiene<br />

que ver con cualquier idea evolucionista,<br />

cognitiva o desarrollista de carácter<br />

lineal o discurso de género alguno.<br />

Para la teoría surgida desde Freud,<br />

la fuerza de la pulsión, como conductora<br />

de la vida anímica (de la libido), al principio<br />

se expresa de manera caótica y se<br />

apuntala en lo que tenga disponible. Por<br />

eso, el inicio de la sexualidad infantil está<br />

comandado por pulsiones parciales que<br />

van preponderando según la investidura<br />

de distintas zonas erógenas, las cuales se<br />

apuntalan en las necesidades vitales de<br />

alimentación y excreción, al principio, y<br />

el oído y la vista más tarde.<br />

PALIMPSESTO<br />

Las pulsiones parciales van preponderando<br />

según la investidura de diferentes<br />

periferias del cuerpo que prevalecerán<br />

más tarde como zonas erógenas, de<br />

alguna manera destacándose en principio<br />

aquellas directamente relacionadas con<br />

los cuidados vitales: la oral y la anal, para<br />

más tarde dirigirse a otras zonas. Sólo al<br />

momento de primar los genitales, las pulsiones<br />

parciales se subordinan y orientan<br />

en la consecución de la reproducción.<br />

En los estadios previos a la organización<br />

fálica, no existe propiamente la<br />

diferencia entre femenino y masculino;<br />

desde Freud se formula la diferencia, en<br />

principio, en términos de pasivo y activo<br />

como antecedentes de la diferencia<br />

sexual. Para este momento bien puede<br />

ocurrir que la diferencia anatómica<br />

haya sido descubierta; sin embargo, se<br />

presume que todavía no ha podido tomar<br />

significación psíquica; entonces la<br />

evidencia anatómica se ve disuelta en la<br />

teoría inconsciente (que puede en algunos<br />

casos expresarse conscientemente)<br />

de la existencia universal del pene. En<br />

este sentido, Freud estableció de manera<br />

reiterativa que en el infante la diferencia<br />

anatómica no es en principio una preocupación,<br />

pues atribuye a ambos sexos<br />

idénticos genitales: los masculinos.<br />

Como los niños no necesariamente<br />

alcanzan a entender —psíquicamente—<br />

la diferencia anatómica que se pone en<br />

evidencia, se ven enfrentados a ciertos<br />

enigmas respecto de su propia sexualidad;<br />

para responder exploran su cuerpo<br />

y las distintas sensaciones que de éste<br />

emanan, comparan su cuerpo con el de<br />

sus amigos y sus padres, etcétera.<br />

Estas interrogantes exigen respuestas,<br />

y los niños no tardan en esbozar por ellos<br />

mismos explicaciones que les brinden<br />

Invierno 2005 / 2006 041 E


PALIMPSESTO<br />

sentido, explicaciones a las que Freud denomina<br />

como teorías sexuales infantiles.<br />

Una de las teorías sexuales infantiles<br />

más destacada por Freud en la<br />

configuración sexual de los infantes es<br />

su convicción, ya mencionada, de que<br />

todos los seres humanos poseen pene.<br />

La importancia creciente que empieza<br />

a tener el pene nos revela que los niños<br />

atraviesan por un estadio en que los<br />

genitales juegan un papel central. Esto<br />

abona la llegada de un momento en que<br />

los apuntalamientos parciales de las pulsiones<br />

logran una cierta estabilidad, un<br />

cierto orden dual en donde castrado y<br />

no castrado son las posibilidades de diferenciación,<br />

aunque en pincipio referido,<br />

como se dijo ya, a la existencia sólo de<br />

un sexo válido: el masculino. Es la llamada<br />

etapa fálica, en la que, como su denominación<br />

nos indica, hay un primado<br />

central: el falo. Freud señala que aquí las<br />

pulsiones parciales se subordinan a esta<br />

significación de lo anatómico; así niños y<br />

niñas se subordinan al “primado del falo”<br />

y la pulsión tiende a perseguir la función<br />

reproductiva. En la niña, esta fase sigue<br />

igual camino que en el niño, sirviéndose<br />

de su clítoris como si fuera un pene, por<br />

lo que se considera que el pene (en la<br />

mujer el clítoris) es la zona erógena rectora<br />

y el principal objeto autoerótico.<br />

EN EL TRÁNSITO POR EL COMPLEJO DE EDIPO<br />

EL NIÑO SERÁ DESAFIADO A TRAMITAR LA ENTRADA<br />

DE ESTA TERCERA FIGURA QUE ES EL PADRE Y<br />

REORDENAR SU POSICIÓN RESPECTO AL<br />

OBJETO DE AMOR EN FUNCIÓN DE DOS<br />

POLARIDADES (PADRE O MADRE).<br />

E 042 Invierno 2005 / 2006<br />

Hay que mencionar que Freud en<br />

ocasiones habla de pene y en otras de<br />

falo; ante la carencia de mayor precisión,<br />

es posible pensar que al referirse al<br />

falo, de lo que trata es de recurrir a un<br />

significante que le permita trascender lo<br />

orgánico, dando cuenta de su significado<br />

psíquico. Es desde aquí que se puede dilucidar<br />

la brecha entre el pene y el falo,<br />

entre el órgano y el significante, dado<br />

que si bien la diferencia se apuntala en<br />

lo genital, pronto se diferenciará de ésta,<br />

adquiriendo un carácter simbólico que<br />

porta en sí la diferencia sexual.<br />

Desde el punto de vista de lo anímico,<br />

complementando la descripción de la<br />

lógica de diferenciación sexual, existen<br />

logros nada despreciables. Los principales<br />

giran en torno a la posibilidad de establecer<br />

la separación entre sujeto y objeto,<br />

entre adentro y afuera, yo/no-yo,<br />

que, por otro lado, no podemos asegurar<br />

exista en las demás especies animales.<br />

En este proceso es la madre quien ocupa<br />

una función primordial en tanto que se<br />

constituye como primer objeto de amor.<br />

En esta etapa señalada por Freud, resulta<br />

por demás observable que ella toma<br />

este rol central y luego se va separando<br />

del niño. Tanto en niños como niñas, la<br />

madre deviene como primer objeto de<br />

amor y como tal, imprime su sello en


todas las posteriores elecciones de objeto.<br />

Freud es muy claro al señalar que el<br />

objeto hallado resulta ser casi idéntico al<br />

primer objeto de la pulsión placentera. A<br />

esta etapa primera Freud la denomina ligazón-madre,<br />

y más adelante, en un trabajo<br />

de 1917 denominado “Desarrollo libidinal<br />

y organizaciones sexuales”, señala<br />

que como en cualquiera de los amores<br />

posteriores, no se puede olvidar que si<br />

bien el amor designa el aspecto anímico<br />

de las aspiraciones sexuales, en su base<br />

están los requerimientos pulsionales de<br />

carácter corporal. Así: “Si el pequeño<br />

muestra la más franca curiosidad sexual<br />

hacia su madre, si pide dormir con ella<br />

por las noches, si presiona para asistir<br />

a su toilette o intenta seducirla, como la<br />

madre tan a menudo lo comprueba y lo<br />

cuenta riendo, la naturaleza erótica del<br />

vínculo con la madre queda certificada.”<br />

Sin embargo, cumplido su objetivo,<br />

finalmente este vínculo estrecho con la<br />

madre cede, producto de una constelación<br />

de hechos que se dan en conjunto:<br />

la ambivalencia del vínculo con la madre,<br />

marcada por una sucesión de frustraciones<br />

y la aparición de la ley a través<br />

de la función paterna. Ésta, sin tener<br />

ninguna necesidad de ser ejercida por<br />

el padre biológico, sirve a la separación<br />

entre madre y niño, fundamental para la<br />

construcción de un sujeto (en el sentido<br />

de su ser social) y que marca el arribo<br />

del complejo de Edipo.<br />

Para ambos sexos este paso por el<br />

complejo de Edipo porta en sí logros<br />

esenciales en el camino hacia la conformación<br />

psíquica y la consumación de la<br />

sexualidad genital adulta.<br />

En el tránsito por el complejo de<br />

Edipo, el niño será desafiado a tramitar<br />

la entrada de esta tercera figura que es el<br />

PALIMPSESTO<br />

padre y reordenar su posición respecto al<br />

objeto de amor en función de dos polaridades<br />

(padre o madre). Así, después de<br />

jugar un papel tan central en la primera<br />

infancia, esta alteridad que se introduce<br />

para configurar el núcleo triangulado<br />

del Edipo no puede pasar sin dejar importantes<br />

marcas en el modo en que<br />

los sujetos dispongan a futuro su vida<br />

amorosa. En este proceso se imprimen<br />

diferencias que más tarde tendrán consecuencias<br />

psíquicas según se esté frente<br />

a un niño o a una niña. Al respecto, en<br />

un necesario texto de 1924, denominado<br />

precisamente “El sepultamiento del<br />

complejo de Edipo”, Freud señala sobre<br />

el infante: “Pudo situarse de manera<br />

masculina en el lugar del padre y, como<br />

él, mantener comercio con la madre, a<br />

raíz de lo cual el padre fue sentido pronto<br />

como un obstáculo; o quiso sustituir<br />

a la madre y hacerse amar por el padre,<br />

con lo cual la madre quedó sobrando.”<br />

Como veremos a continuación con<br />

mayor detenimiento, para Freud el complejo<br />

de Edipo tendrá dos metas primordiales:<br />

en primer lugar, abandonar el autoerotismo,<br />

permutar el objeto situado<br />

en el cuerpo propio por un objeto ajeno;<br />

en segundo lugar, unificar los diferentes<br />

objetos de las pulsiones singulares, sustituirlos<br />

por un objeto único.<br />

Resulta factible apreciar en lo que se<br />

lleva de recorrido que, para Freud, la diferencia<br />

anatómica juega un papel relevante<br />

en la constitución psíquica humana; sin<br />

embargo, al mismo tiempo, resulta necesario<br />

destacar la evidencia de que no es<br />

suficiente para determinarla por sí sola.<br />

De esta manera, en síntesis, aunque<br />

la diferencia anatómica sea evidente, en<br />

las primeras etapas de la infancia niños y<br />

niñas recorren idéntico camino, obvian-<br />

Invierno 2005 / 2006 043 E


PALIMPSESTO<br />

do la diferencia anatómica que resulta<br />

evidente y afirmando la existencia universal<br />

del pene. Por otro lado, también<br />

como ya se pudo decir, la niña descubre<br />

prontamente su clítoris, que toma<br />

el lugar del pene dadas las sensaciones<br />

placenteras que obsequia. En opinión de<br />

Freud, el onanismo clitorídeo se transforma<br />

en un obstáculo necesario para el<br />

desarrollo sexual femenino, puesto que<br />

este quehacer sexual tiene un carácter<br />

masculino (al tomar el lugar de pene);<br />

por lo tanto, dice Freud, “hace falta una<br />

oleada represiva en la pubertad para que,<br />

por remoción de esta sexualidad masculina,<br />

surja la mujer”. Dicho de otra manera,<br />

es necesario que la niña resigne esta<br />

zona erógena para encaminarse hacia una<br />

constitución propiamente femenina.<br />

En el tránsito por el Edipo, para la<br />

salida por la feminidad, aparece la primera<br />

dificultad cuando la niña comienza<br />

a atisbar la realidad de su privación anatómica,<br />

hecho que en general atribuye<br />

a una tardanza en el crecimiento de sus<br />

genitales. Pero en algún momento ocurre<br />

que ya no puede sostener su afirmación<br />

de poseer un pene; la explicación<br />

que se ha dado (y que ha defendido con<br />

ahínco) de que es pequeño pero pronto<br />

crecerá, se muestra endeble.<br />

Entendiendo que estos procesos son<br />

inconscientes, en esta fase del proceso<br />

se desarrolla un sentimiento de inferioridad,<br />

que Freud llama de una manera<br />

muy particular, la cual ocasiona descalificativos<br />

y sentencias por parte de grupos<br />

feministas y feministoides; se refiere<br />

a la penisneid: la envidia del pene. Como<br />

3 Devenir de la mujer es una expresión de Serge André,<br />

que menciona: “si no hay un sexo femenino enunciable<br />

como tal, la feminidad no puede concebirse como un<br />

ser sino como un devenir” (el subrayado es del autor).<br />

Cf. André, S. 1995, ¿Qué quiere una mujer?, Siglo XXI,<br />

E 044 Invierno 2005 / 2006<br />

podremos apreciar, esta envidia tiene un<br />

lugar central en el devenir 3 de la sexualidad<br />

femenina. El sentimiento de perjuicio<br />

que conlleva la envidia del pene puede<br />

ser débil y remitir rápidamente, pero<br />

también puede intensificarse, llegando a<br />

sobrepasar los límites propios de la situación.<br />

Entonces, la niñita puede llegar a<br />

desear ser hombre, de modo que, como<br />

señala Freud: “En este lugar se bifurca el<br />

llamado complejo de masculinidad de la<br />

mujer, que eventualmente, si no logra<br />

superarlo pronto, puede deparar grandes<br />

dificultades al prefigurado desarrollo<br />

hacia la feminidad. La esperanza de recibir<br />

alguna vez, a pesar de todo, un pene,<br />

igualándose así al varón, puede conservarse<br />

hasta épocas inverosímilmente tardías<br />

y convertirse en motivo de extrañas<br />

acciones, de otro modo incomprensible.<br />

O bien sobreviene el proceso que me<br />

gustaría designar desmentida, que en la<br />

vida anímica infantil no es raro ni muy<br />

peligroso, pero que en el adulto llevaría<br />

a una psicosis”. [En su extremo] “la niñita<br />

se rehúsa a aceptar el hecho de su castración,<br />

se afirma y acaricia la convicción<br />

de que empero posee un pene, y se ve<br />

compelida a comportarse en lo sucesivo<br />

como si fuera un varón”. 4<br />

Por lo tanto, siguiendo esto, resulta<br />

ser fundamental la renuncia de la niña<br />

a los placeres obtenidos de su pequeño<br />

pene para la aparición de la feminidad.<br />

Freud considera esta remoción, más el<br />

sentimiento de haber sido perjudicada,<br />

como fundamentales para que en un segundo<br />

momento, sea inaugurada la vagina<br />

como zona erógena. Así, es posible<br />

México, 2002. p. 65.<br />

4 Sigmund Freud 1925, “Algunas consecuencias psíquicas<br />

de la diferencia anatómica entre los sexos”,<br />

en Obras completas, Amorrortu. Bs. As., Tomo XIX. pp.<br />

271-272.


decir que la vagina es el final del recorrido<br />

de investiduras que se iniciaron con<br />

la zona erógena de la boca, siguieron con<br />

el ano y el clítoris, para finalmente establecer<br />

a la vagina como zona erógena<br />

rectora, proceso que no puede ser sino<br />

una verdadera conquista.<br />

En condiciones favorables, a decir<br />

de Freud, la niña reprime el complejo de<br />

masculinidad y sucumbe a la envidia del<br />

pene, para llegar a la feminidad acabada.<br />

Freud observa que en esta conjunción de<br />

envidia del pene-aparición de la vaginaremisión<br />

del complejo de masculinidad,<br />

existen tres posibles consecuencias psíquicas,<br />

o posiciones que la niña podría<br />

adoptar. La primera es la explicación de<br />

esta “afrenta a su narcisismo” como un<br />

castigo personal. La segunda posición<br />

posible es responsabilizar a su madre por<br />

no haberla dotado de un pene o haberla<br />

dotado insuficientemente. Y la última,<br />

que tras el descubrimiento de la inferioridad<br />

del clítoris, la niña renuncie tenazmente<br />

a la práctica sexual (onanista), en<br />

cualquier circunstancia.<br />

Este enfrentamiento de la realidad<br />

anatómica, es decir, con la castración,<br />

imprime marcas que matizará diferente<br />

para los sexos la constelación edípica.<br />

Considerando así al complejo de castración<br />

como un punto fundamental en la<br />

salida y sepultamiento del complejo de<br />

Edipo, marcando distancia con la estrcuturación<br />

de la diferencia sexual, podemos<br />

entender que la castración como<br />

fantasma simbólico es una realidad para<br />

la niña: “[...] la niñita acepta la castración<br />

como un hecho consumado, mientras<br />

5 S. Freud (1924), “El sepultamiento del complejo de<br />

Edipo”, en Obras completas, Amorrortu. Bs. As., Tomo<br />

PALIMPSESTO<br />

que el varoncito tiene miedo a la posibilidad<br />

de su consumación”. 5<br />

En el trabajo del maestro vienés<br />

donde desarrolla expresamente sus<br />

ideas sobre las consecuencias psíquicas<br />

de la diferencia anatómica de los sexos,<br />

plantea que en la niña se da una especie<br />

de complejo de Edipo en negativo con<br />

respecto al varón, que gobernaría su<br />

prehistoria edípica, a través de la castración<br />

como hecho (psíquico) consumado:<br />

“De esta manera, el conocimiento de la<br />

diferencia anatómica entre los sexos esfuerza<br />

a la niña pequeña a apartarse de la<br />

masculinidad y del onanismo masculino,<br />

y a encaminarse por nuevas vías que llevan<br />

al despliegue de la feminidad.” 6<br />

Como se aprecia, el aspecto genital<br />

aporta a la niña una realidad a la cual es<br />

necesario que ella otorgue un estatuto<br />

psíquico. Lo que está en juego son las zonas<br />

erógenas y por tanto, la fuente desde<br />

donde se ubicará y apuntalará preferentemente<br />

la pulsión.<br />

Así, es posible destacar que en el<br />

Edipo, como lugar de establecimiento<br />

del punto de anclaje del desarrollo psicosexual<br />

del que Freud nos habla, se enlaza<br />

la vivencia del cuerpo y la falta, la castración.<br />

Que la castración sea “real” en la<br />

niña, que haya operado en su cuerpo, es<br />

para Freud un obstáculo, pues se inscribe<br />

como una dificultad en el advenimiento<br />

de la feminidad que implica reconocer las<br />

propiedades de lo femenino, simbolizado<br />

por la vagina como genital. Ahora bien,<br />

si suponemos como Freud, que la mujer<br />

debe elegir un hombre como objeto y<br />

gozar a través del coito vaginal, aparece<br />

xix, pp. 185-186.<br />

6 Ibid., p. 274.<br />

Invierno 2005 / 2006 045 E


PALIMPSESTO<br />

una segunda dificultad: el objeto. Lo que<br />

obliga a una nueva vuelta.<br />

Veamos: el primer objeto de amor<br />

en la niña, como ya se dijo, es la madre.<br />

Esto quiere decir que la niña expresa todas<br />

sus pulsiones pregenitales hacia ella<br />

con exclusividad, mostrando exactamente<br />

las mismas curiosidades sexuales<br />

que el niño hacia su madre. Esta relación<br />

primaria de objeto, denominada según<br />

se ha mencionado como fase de la ligazón-madre,<br />

tiene una gran importancia<br />

para el desarrollo de la mujer.<br />

Si algo resulta interesante de esta<br />

dinámica amorosa hacia la madre en la<br />

mujer, es la manera en que se ubica en<br />

la dialéctica de la relación de objeto, que<br />

parece mucho más patente que en el<br />

hombre, dado que la niña debe transitar<br />

desde la madre como objeto de amor a<br />

la madre como objeto de identificación.<br />

Esto no sucede en el hombre, pues la<br />

mujer será para él siempre (en términos<br />

teóricos, desde luego) un objeto representado<br />

por sus subrogados.<br />

Ahora bien, el recorrido por el<br />

Edipo en el caso de la niña, iniciado, a<br />

la inversa del niño, es decir, por la evidencia<br />

de la castración, deja una serie<br />

de cuestionamientos para dilucidar de<br />

qué manera la mujer ha de conseguir<br />

una vuelta hacia el objeto heterosexual,<br />

es decir, a ubicar al padre como objeto<br />

de amor, entendiendo que es ésta la mudanza<br />

que debe hacer para no quedar en<br />

un estadio previo de amor homosexual,<br />

cuestión que hace detenerse en los avatares<br />

para deshacerse de la ligazón-madre.<br />

La ligazón-madre es un momento del<br />

desarrollo psicosexual, y como tal, con<br />

diferentes consecuencias, está condenado<br />

E 046 Invierno 2005 / 2006<br />

a irse a pique. Hay varias particularidades<br />

de este vínculo que coadyuvan a extrañarse<br />

de la madre y abre paso al objeto<br />

padre. Freud nos apercibe algunas razones<br />

de desengaño. En su trabajo de 1931,<br />

“Sobre la sexualidad femenina”, señala:<br />

“[la madre] omitió dotar a la niñita con el<br />

único genital correcto, la nutrió de manera<br />

insuficiente, la forzó a compartir con<br />

otro el amor materno, no cumplió todas<br />

las expectativas de amor, y por último, incitó<br />

primero el quehacer sexual propio y<br />

luego lo prohibió”. Sin embargo, parece<br />

fácil dilucidar que la razón de fondo es la<br />

profunda ambivalencia e hiperintensidad<br />

del vínculo. Incluso en esta misma ocasión<br />

y más adelante, expresa que “[...] era preciso<br />

admitir la posibilidad de que cierto<br />

número de personas del sexo femenino<br />

permanecieran atascadas en la ligazónmadre<br />

originaria y nunca produjeran una<br />

vuelta cabal hacia el varón”. 7<br />

Entre las razones citadas, Freud<br />

antepone y destaca la envidia del pene<br />

como una de las más poderosas razones<br />

para que se ponga distancia con respecto<br />

a la ligazón madre: “al final de esta primera<br />

fase de la ligazón-madre emerge<br />

como el más intenso motivo de extrañamiento<br />

de la hija respecto de la madre<br />

el reproche de no haberla dotado de un<br />

genital correcto, vale decir, de haberla<br />

parido mujer”. A esto se viene a añadir<br />

de manera importante el descubrimiento<br />

de la castración materna, la caída de<br />

la madre fálica. Primero como falta anatómica,<br />

en el sentido que la madre es<br />

mujer y tampoco posee un pene. Luego,<br />

en el sentido que busca otros objetos de<br />

gratificación fuera de la hija. Así, dice<br />

Freud, “la muchacha al comienzo consi-<br />

7 S. Freud 1931, “Sobre la sexualidad femenina”, en Obras completas, Amorrortu, Bs. As., Tomo XXI. p. 235-236.


dera la castración como una desventura<br />

personal, sólo poco a poco la extiende a<br />

otras personas del sexo femenino y, por<br />

último, también a la madre”.<br />

La desilusión por la castración de la<br />

madre, además de la culpa de no haberle<br />

dado el sexo válido, ayudan a que el vínculo<br />

con la madre decaiga, abriendo la<br />

escena para que el padre vaya deviniendo<br />

como objeto de amor.<br />

La ligazón-madre imprimirá un sello<br />

en la vida amorosa, que se expresará<br />

también en el vínculo que se establezca<br />

con el padre. Si bien en cierta medida<br />

esta ligazón-madre se va al fundamento<br />

(inconsciente), como nos dice Freud, a<br />

la vez queda como telón de fondo de la<br />

ligazón-padre, y muy probablemente,<br />

de todas las siguientes investiduras de<br />

objeto. “Todo analista ha tomado conocimiento<br />

de mujeres que perseveran con<br />

particular intensidad y tenacidad en su<br />

ligazón-padre y en el deseo de tener un<br />

hijo de él, en que ésta culmina. Hay buenas<br />

razones para suponer que esta fantasía<br />

fue también la fuerza pulsional de su<br />

onanismo infantil, y uno fácilmente recibe<br />

la impresión de hallarse frente a un<br />

hecho elemental, no susceptible de ulterior<br />

resolución, de la vida sexual infantil.<br />

Pero precisamente un análisis de estos<br />

8 S. Freud (1925), “Algunas consecuencias psíquicas<br />

de la diferencia anatómica entre los sexos”, en Obras<br />

PALIMPSESTO<br />

casos, llevado más a fondo, muestra algo<br />

diverso: que el complejo de Edipo tiene<br />

en ellos una larga prehistoria y es, por<br />

así decir, una formación secundaria.” 8<br />

Según Freud, en este camino que<br />

ha de recorrer la mujer para desasirse<br />

del dictamen materno que pesa sobre su<br />

sexualidad, puede contraer una neurosis.<br />

Sin embargo, es de fundamental importancia<br />

para la clínica entender, que aun<br />

cuando el vínculo se mantenga actualizado<br />

en una mujer adulta, en “todos los<br />

casos, las manifestaciones de la reacción<br />

neurótica no están determinadas por el<br />

vínculo presente con la madre actual, sino<br />

por los vínculos infantiles con la imagen<br />

materna del tiempo primordial”.<br />

Hasta aquí tenemos que para la<br />

mujer, desde Freud, que el padre pueda<br />

llegar a ocupar la posición de objeto<br />

de amor es un logro que implica nada<br />

menos que un desasimiento de la ligazón-madre.<br />

Esta transferencia se deja<br />

ver como una formación secundaria<br />

que re-edita el primer vínculo de amor.<br />

Vistas así las cosas, la conformación de<br />

la feminidad requiere el logro de dos tareas<br />

íntimamente relacionadas: que sea<br />

cambiada la zona erógena (del clítoris<br />

a la vagina) y modificado el objeto de<br />

amor (de la madre al padre)<br />

completas, Amorrortu, Bs. As., Tomo XIX, p. 270.<br />

EL PRIMER OBJETO DE AMOR EN LA NIÑA ES LA MADRE.<br />

ESTO QUIERE DECIR QUE LA NIÑA EXPRESA TODAS SUS<br />

PULSIONES PREGENITALES HACIA ELLA CON EXCLUSIVIDAD,<br />

MOSTRANDO EXACTAMENTE<br />

LAS MISMAS CURIOSIDADES SEXUALES<br />

QUE EL NIÑO HACIA SU MADRE.<br />

Invierno de 2005 / 2006 047 E


PALIMPSESTO<br />

HAY DOS FORMAS DE GOCE, ES DECIR, EXISTE UN GOCE<br />

PARTICULAR Y PROPIO DE LO FEMENINO, UN GOCE<br />

SUPLEMENTARIO, EL “GOCE OTRO”, QUE ESTARÍA MÁS ALLÁ<br />

DEL FALO Y QUE SE EXPRESA MARCADO POR EL ENIGMA.<br />

SU CARACTERÍSTICA ES SER INNOMBRABLE,<br />

PUES SI BIEN LAS MUJERES LO EXPERIMENTAN,<br />

NO PUEDEN DECIR NADA DE ÉL.<br />

LO QUE ES COMPRENSIBLE DESDE EL HECHO<br />

DE QUE EL FALO ES EL SIGNIFICANTE DE LA<br />

DIFERENCIA SEXUAL:<br />

¿CÓMO HABLAR DE ALGO SEXUAL<br />

FUERA DE SU REGISTRO?<br />

Sabemos que para que la niña realice<br />

un paso tan relevante durante la etapa de<br />

latencia, como resignar el clítoris en su<br />

calidad de órgano de placer, es necesario<br />

que opere el mecanismo de la represión.<br />

Como hemos visto, en la niña el complejo<br />

de Edipo es una formación secundaria.<br />

La ligazón-madre y las repercusiones del<br />

complejo de castración le preceden y lo<br />

preparan. Esto trae como consecuencia,<br />

en cuanto al nexo entre complejo de<br />

Edipo y complejo de castración, que se<br />

establezca una oposición fundamental<br />

entre los dos sexos. Freud lo señala así:<br />

“Mientras que el complejo de Edipo del<br />

varón se va al fundamento debido al complejo<br />

de castración, el de la niña es posibilitado<br />

e introducido por este último.” 9<br />

9 Ibid., p. 275.<br />

10 El concepto Penisneid es la expresión en alemán de la<br />

“envidia del pene” (penis: pene; neid: envidia).<br />

Se le ha defi nido como un elemento constitutivo de la<br />

E 048 Invierno 2005 / 2006<br />

Es en estas coordenadas que el complejo<br />

de Edipo posibilita a la niña superar<br />

la hostilidad hacia su madre y, además,<br />

darle un significado a la envidia del pene<br />

(penisneid) 10 que vaya más allá del perjuicio.<br />

En cuanto a la hostilidad, parece<br />

evidente que proviene de dos momentos<br />

diferentes, probablemente relacionados.<br />

Uno, preedípico, que versa sobre la responsabilidad<br />

materna en la castración y,<br />

el otro, edípico, en que la hostilidad se<br />

dirige hacia la madre en tanto rival respecto<br />

del amor del padre.<br />

A través del objeto padre, enseña<br />

Freud en el texto que seguimos sobre “Las<br />

consecuencias psíquicas de la diferencia<br />

anatómica de los sexos”: “La muchacha<br />

se desliza —a lo largo de una ecuación<br />

sexualidad femenina; se puede presentar en formas diversas<br />

representadas por el deseo inconsciente de poseer<br />

un pene, lo mismo que el deseo de gozar del pene en el<br />

coito, o, por sustitución, el deseo de tener un hijo.


Claudius-D. Detalle.<br />

PALIMPSESTO<br />

Invierno 2005 / 2006 049 E


PALIMPSESTO<br />

simbólica, diríamos— del pene al hijo; su<br />

complejo de Edipo culmina en el deseo,<br />

alimentado por mucho tiempo, de recibir<br />

como regalo un hijo del padre, parirle un<br />

hijo.” Como se puede apreciar, el deseo<br />

de hijo se inserta gracias a una relación<br />

particular respecto de la castración, conformando<br />

lo que Freud nos señala como<br />

una feminidad acabada. Podemos advertir<br />

que se establece una elección de objeto<br />

heterosexual: “y entonces, siguiendo<br />

una antigua equivalencia simbólica, el<br />

hijo aparece en lugar del pene, así, el antiguo<br />

deseo masculino de poseer el pene<br />

sigue trasluciéndose a través de la feminidad<br />

consumada. Pero quizá debiéramos<br />

ver en este deseo del pene, más bien, un<br />

deseo femenino por excelencia. Con la<br />

transferencia del deseo hijo-pene al padre,<br />

la niña ha ingresado en la situación<br />

del complejo de Edipo”.<br />

Y más adelante nos apercibe de<br />

manera reiterativa sobre las dolorosas<br />

desilusiones con la que está marcada esta<br />

transferencia de mociones amorosas.<br />

En apretada síntesis, podría decirse<br />

que la escena edípica, en Freud, es una<br />

escena triangular, y por lo tanto implica<br />

un llamado a establecer una posición, que<br />

puede ser sintetizada en la ubicación, en<br />

una cierta identificación y una elección<br />

de objeto. Este llamado puede ser resuelto<br />

a través de distintas vías que a su vez<br />

matizarán la subjetividad y proporcionan<br />

la ubicación en una vertiente femenina<br />

o masculina. Freud propone que existen<br />

tres vías como posibles ubicaciones<br />

de la mujer en relación con la pregunta<br />

edípica: “La primera lleva al universal<br />

extrañamiento de la sexualidad […], la<br />

segunda línea, en porfiada autoafirma-<br />

11 S. André 1995, ¿Qué quiere una mujer?, Siglo XXI, México, 2002, p. 65.<br />

E 050 Invierno 2005 / 2006<br />

ción retiene la masculinidad amenazada.<br />

También este ‘complejo de masculinidad’<br />

de la mujer puede terminar en una<br />

elección de objeto homosexual manifiesta.<br />

[…] Sólo un tercer desarrollo,<br />

que implica sin duda rodeos, desemboca<br />

en la final configuración femenina que<br />

toma al padre como objeto y así halla la<br />

forma femenina del complejo de Edipo.”<br />

Las posiciones nos llevarían a pensar la<br />

salida primero por el desinterés por lo<br />

sexual, la segunda vía quedaría ilustrada<br />

en la homosexualidad, que desde luego<br />

va más allá de los factores conductuales.<br />

Por último, la tercera vía le colocaría en<br />

el plano de la maternidad.<br />

La solución por el hijo es la salida<br />

que Freud establece para el enigma de<br />

la constitución psíquica de la mujer es<br />

decir, el maestro vienés ubica en la maternidad<br />

la solución a la psicosexualidad<br />

femenina.<br />

Intentaremos a continuación dar<br />

cuenta de lo que el psicoanálisis lacaniano<br />

pone en juego respecto a la estructuración<br />

psíquica y el logro de la<br />

feminidad. Podemos señalar, aunque sea<br />

a manera de nota al calce, en tanto que<br />

su abordaje requiere de una elaboración<br />

mayor, que, como señala Serge André, en<br />

Freud se suceden dos vías para abordar<br />

la pregunta por la feminidad: “la primera<br />

es la de un innombrable, es decir, un<br />

real que hace un agujero en la palabra;<br />

la segunda, por el contrario, se apoya<br />

sobre lo nombrado: la primacía del falo<br />

que nombra la falta en la castración. 11<br />

Como es posible ver, en la primera parte<br />

de este ejercicio didáctico, desde Freud<br />

seguimos preferentemente esta última<br />

vía, y en lo que sigue podremos apreciar


cómo Lacan da cabida a la primera, el<br />

camino por el goce innombrable.<br />

II<br />

Tomando como punto de partida el<br />

modelo de pensamiento planteado por<br />

Freud, el psicoanalista francés Jacques<br />

Lacan toma los postulados básicos del<br />

psicoanálisis en relación con la conformación<br />

del aparato psíquico. En este sentido,<br />

considera también que la estructuración<br />

psíquica es moldeada fundamentalmente<br />

en la infancia y que está determinada por<br />

el paso que el sujeto realiza por el momento<br />

preedípico y por el complejo de<br />

Edipo y su salida, posibilitando una identificación,<br />

una elección de objeto y una<br />

cierta regulación del deseo.<br />

En este apartado se ensayará un recorrido<br />

—que dista mucho de ser exhaustivo—<br />

por las aportaciones de Lacan<br />

que nos permitan ver cómo se llega al<br />

complejo de Edipo, a una identificación,<br />

a una elección de objeto, al registro simbólico<br />

y la regulación del deseo, como<br />

elementos básicos de la experiencia humana,<br />

y en particular en la constitución<br />

psíquica de lo femenino.<br />

Desde lo preedípico podemos advertir<br />

que Lacan sigue a Freud —no podría<br />

ser de otra manera—, al considerar<br />

que el primer objeto de amor que marca<br />

el proceso de la estructuración psíquica<br />

del niño es la madre. Lacan, sin embargo,<br />

precisa que entiende esta primera<br />

vinculación entre madre e hijo como una<br />

relación fundamentalmente imaginaria,<br />

lo que hace referencia a que en esta relación<br />

el niño vive la ilusión de totalidad,<br />

de síntesis y de semejanza con la madre.<br />

La madre en este momento no es para el<br />

niño completamente un semejante, sino<br />

PALIMPSESTO<br />

Otro; dado que lo único existente para<br />

el niño es el mundo materno, ella representa<br />

su contacto con lo humano, la cultura,<br />

lo simbólico, etc. La madre es todo<br />

lo Otro y aquello que el niño encuentre<br />

en su incipiente mundo será concebido<br />

según la imagen materna. Puestas así<br />

las cosas, la función materna es desde el<br />

comienzo simbólica, aun cuando la relación<br />

con ella sea imaginaria.<br />

La marca que deja en la psiquis este<br />

vínculo con la madre es de tal relevancia<br />

que resulta obligado detenerse en<br />

este momento fundamental. Desde las<br />

observaciones del psicoanálisis se sabe<br />

que los intercambios en esta relación<br />

parten de ciertas expresiones primarias,<br />

muy “primitivas”, inclusive vitales en el<br />

sentido de lo biológico. Partiendo de la<br />

prematuración con que nace el cachorro<br />

humano, como es de esperar, lo primero<br />

que se juega es la supervivencia, puesto<br />

que la indefensión bastante prolongada<br />

del recién nacido hace que su posibilidad<br />

de vivir dependa en gran medida de<br />

los cuidados de Otro, representado por<br />

la madre. Sin embargo, esta relación se<br />

aleja, como ya sabemos desde Freud, de<br />

lo puramente primitivo. Principalmente<br />

por el hecho de que la madre arma y representa<br />

un mundo de relación hacia su<br />

hijo que va más allá de la satisfacción de<br />

necesidades biológicas, y a su vez, el niño<br />

algo más reclama que la madre intenta<br />

colmar. Lo que nos va a proponer Lacan,<br />

es que la necesidad de cualquier índole<br />

que se le presente al niño puede ser satisfecha<br />

por la madre, pero aquello que<br />

se espera apunta más allá y se constituye<br />

en una demanda de amor incondicional<br />

que resulta insaciable, sobrepasando la<br />

voluntad materna; tan sólo por el hecho<br />

muy simple de que la madre puede<br />

Invierno 2005 / 2006 051 E


PALIMPSESTO<br />

estar y en otros momentos no estar. De<br />

esta manera, la estructura de esta relación<br />

imaginaria comienza a mostrar una<br />

cierta inadecuación estructural: lo que<br />

el niño reclama por sobre sus necesidades,<br />

no puede ser satisfecho con ningún<br />

objeto o demostración amorosa. Es esto<br />

lo que Lacan refiere como el salto que<br />

el ser humano hace desde la necesidad a<br />

la demanda, pues lo que el niño demanda<br />

tiene relación con la necesidad y a la<br />

vez con algo más que bien podría leerse<br />

como llamado al deseo materno. Lo que<br />

nos dice la demanda es que se ha abierto<br />

un espacio en la medida en que hay algo<br />

que la madre no da, hay una falta que<br />

marca la primera separación entre madre<br />

e hijo. Esta falta primaria, que Lacan<br />

designa como frustración, inaugura todos<br />

los tipos de vacío que el ser humano<br />

pueda experimentar, todos los tipos de<br />

falta de objeto. Esta falta se incorporará<br />

al psiquismo humano primero imaginariamente,<br />

y se pondrá en acto cada vez<br />

que el niño se enfrente a la ausencia materna,<br />

cuando la madre no pueda descifrar<br />

su llanto, cuando no esté disponible<br />

en cada momento. El niño vivirá la frustración<br />

como un daño imaginario.<br />

Es en virtud de esta inadecuación<br />

estructural que propicia una falta y sus<br />

incidencias sobre el desarrollo psíquico<br />

del niño, que puede abrirse paso al<br />

deseo; en la medida en que la madre<br />

“hace falta”, puede inaugurarse la aspiración<br />

de un espacio más allá de ella. Esta<br />

connotación de la falta, dice Lacan, no<br />

es negativa, sino el propio motor de la<br />

relación del sujeto con el mundo.<br />

12 Al respecto del uso del signifi cante Falo, Lacan aclara<br />

ciertas distinciones que ya estaban implícitas en la<br />

obra de Freud; así, suele reservar el término “pene”<br />

E 052 Invierno 2005 / 2006<br />

Esta escena configura el primer<br />

tiempo de la subjetividad y los primeros<br />

esbozos del orden simbólico. Es el principio<br />

del proceso que habrá de llevar al<br />

complejo de Edipo. Lacan enseña que la<br />

dialéctica de la frustración constituye su<br />

terreno preparatorio, su base y su fundamento,<br />

ubicándose como crucial en el<br />

desarrollo psíquico del niño. Sin embargo,<br />

este momento con todo lo que tiene<br />

de fundamental, es por sí solo insuficiente<br />

para entender la entrada del niño a<br />

la problemática edípica propiamente, y<br />

mucho menos, su salida. Pero sí es fundamental<br />

al permitir una apertura hacia<br />

otros espacios, alejando al niño de quedar<br />

a merced de su primer objeto de amor;<br />

es decir, de quedar totalmente cautivado<br />

y cautivo por el deseo de su madre.<br />

La primera separación entre madre<br />

e hijo, va configurando la posibilidad de<br />

que el niño comience a ser un otro sobre<br />

la ruptura de la ilusión de completud;<br />

así, en sus inconsistencias, al sacar al niño<br />

de la posición únicamente de objeto de<br />

la madre, se establece un espacio entre la<br />

madre y el niño, llamando a ser llenado,<br />

a modo de intercambio. Esto intercambiado<br />

entre ellos es lo que conocemos<br />

con el nombre de falo, 12 presentado en<br />

esta relación como un objeto imaginario.<br />

El falo aparece en este espacio entre,<br />

se nos revela en su intercambio, siempre<br />

está más allá de toda relación, es lo que<br />

se juega en la relación.<br />

El falo es, entonces, la noción que<br />

denota los objetos de intercambio entre<br />

madre y niño. Al existir entre ellos algo<br />

que trasciende su relación directa, el<br />

para el órgano biológico, y “falo” para las funciones<br />

imaginaria y simbólica de ese órgano.


intercambio fálico muestra en el niño la<br />

existencia de un cierto espacio subjetivo.<br />

Cuando ocurre la aparición de este espacio<br />

en que el falo como objeto imaginario<br />

se pone en juego entre la madre y el niño,<br />

estamos frente a un movimiento lógico y<br />

psíquico: el paso de la díada a la tríada.<br />

Como podemos ver, hasta aquí, en el<br />

tránsito que conducirá a la constitución<br />

subjetiva, tenemos tres términos: la función<br />

materna, el niño ya no como organismo<br />

sino como demandante, y el falo<br />

como objeto de intercambio. Esta escena<br />

es lo que Lacan delimita como el primer<br />

momento del Edipo. El niño está capturado<br />

en el mundo del deseo y de él ha<br />

de valerse en su relación con la madre. El<br />

falo se ubica entre el niño y la madre, él<br />

desea que la madre lo desee, lo que Lacan<br />

ha designado como “deseo de deseo”.<br />

En este momento se va desplegando<br />

todo un mundo de relaciones; un mundo<br />

que, sin embargo, funciona con la dialéctica<br />

imaginaria del “o bien o bien”,<br />

en tanto sólo existen dos posibilidades:<br />

la madre está o no está, el falo lo tiene<br />

ella o el niño.<br />

Si las posibilidades en torno a la presencia-ausencia<br />

eran que la madre tuviera<br />

el falo o que el falo lo tuviera el niño,<br />

lo que tenemos aquí es la imagen de la<br />

madre como madre fálica. Sin embargo,<br />

esta imagen no se sostiene, puesto que<br />

en algún momento el niño comienza a<br />

advertir que la madre no tiene el falo<br />

sino que lo desea precisamente porque<br />

ella tampoco lo tiene. Cuando el niño<br />

descubre que la madre es deseante, que<br />

desea más allá de él, cae la madre fálica,<br />

y aparece el fantasma de la penisneid de la<br />

cual ya conocemos la referencia freudiana,<br />

que muestra a una madre carente y<br />

privada de algo que busca fuera.<br />

PALIMPSESTO<br />

Sólo es ante la carencia de la madre<br />

que se abre la posibilidad de que el niño<br />

se ponga en la posición de falo materno.<br />

Mientras el deseo del niño sea ser deseado<br />

por la madre, podrá servirse del falo<br />

como vestimenta para atrapar el deseo<br />

materno, lo que Lacan designa como el<br />

juego del señuelo. En él, señala en el seminario<br />

IV, sobre La relación de objeto, el<br />

niño supone un deseo en la madre: “Lo<br />

que se trata de satisfacer es un deseo en<br />

segundo grado y como es un deseo que<br />

no puede ser satisfecho, sólo se le puede<br />

engañar”; en el intento de satisfacerla,<br />

jugando a hacer de él mismo un objeto<br />

de amor perfecto, a llenar esa falta, ese<br />

espacio que se abre entre ambos y a esta<br />

madre deseante. La posición que el niño<br />

toma para la madre es la de “sustituto,<br />

como compensación, en suma, en una<br />

referencia, sea cual sea, a lo que le falta<br />

esencialmente a la mujer [el falo]”. Con<br />

el juego del señuelo estamos aún en un<br />

terreno mayoritariamente imaginario. Si<br />

bien la introducción en lo imaginario es<br />

fundamental, la dialéctica con la madre<br />

no es suficiente, los términos que esta<br />

relación introduce no son suficientes<br />

por sí mismos. En este sentido, Lacan<br />

nos enseña que no se puede construir<br />

todo el sistema de relaciones del significante<br />

en toda su amplitud con base en el<br />

hecho de que algo a lo que se ama está o<br />

no está. No podemos conformarnos con<br />

dos términos, se necesitan más.<br />

El niño vive y padece esta discordancia,<br />

en ocasiones de manera angustiante<br />

en extremo, que lo lleva necesariamente<br />

a la duda de si podrá o no llenar esa<br />

imagen fálica que la madre pide. En este<br />

sentido, y es importante resaltarlo, será<br />

para el sujeto decisivo que “[...] a la madre<br />

le falta ese falo, que ella misma es<br />

Invierno 2005 / 2006 053 E


PALIMPSESTO<br />

deseante, no sólo de algo distinto de él,<br />

sino simplemente deseante; es decir, que<br />

algo hace mella en su potencia”. 13 En este<br />

sentido y trascendencia es que se destaca<br />

la caída del fantasma tan destacado por<br />

el psicoanálisis de la madre fálica, fantasma<br />

que cae debido a la inadecuación de<br />

la dialéctica de la frustración, y entonces<br />

comienza a esbozarse otro registro de la<br />

falta. Lacan lo plantea de manera relevante<br />

en el mismo seminario sobre la relación<br />

de objeto, muchas páginas adelante:<br />

“Al principio [el niño] se encuentra<br />

capturado en la relación tramposa en la<br />

que de entrada se desarrolla el juego del<br />

falo. Con esto es suficiente para que su<br />

madre y él mantengan un movimiento<br />

progresivo cuyo sentido, su perspectiva<br />

es la identificación perfecta con el objeto<br />

del amor materno. Entonces aparece un<br />

elemento nuevo”. 14<br />

Y ante esto se abre la cuestión fundamental<br />

de si tres términos son suficientes<br />

para la estructuración psíquica.<br />

Al respecto Lacan plantea en este mismo<br />

lugar que el Edipo, desde luego, nos da<br />

tres, pero sin duda implica un cuarto<br />

término, porque el niño ha de franquear<br />

el Edipo. Por lo tanto, aquí ha de intervenir<br />

alguien, y éste es el padre.<br />

Esta intervención de la ley paterna,<br />

en principio por el discurso de la madre,<br />

marca el segundo momento del Edipo<br />

con la instalación de la prohibición del<br />

incesto, estableciendo otro paso más<br />

y contundente en la distancia entre el<br />

niño y la madre. Esta prohibición marca<br />

posiciones para ambos, como navaja de<br />

13 J. Lacan (1956), Seminario IV, La relación de objeto.<br />

IV La dialéctica de la frustración, Paidós, Barcelona,<br />

1994, p. 73.<br />

14 J. Lacan (1956), Ibid., en XVII El signifi cante y el chis-<br />

E 054 Invierno 2005 / 2006<br />

doble filo que impone para el infante el<br />

desalojo definitivo de la posición ideal de<br />

falo materno y la privación de su objeto<br />

de deseo. Para la madre significa sacar al<br />

niño de la posición de falo, denotando<br />

que ahí no saciará sus deseos ni sus anhelos<br />

reivindicativos.<br />

La función paterna se instala a partir<br />

de la decepción fundamental del niño,<br />

ya que él habrá de reconocer que no es<br />

el objeto único de la madre, además,<br />

desde luego, que a la madre le interesa,<br />

de forma más o menos acentuada según<br />

los casos, el falo, que se ubica fuera de<br />

la relación madre-hijo. Quien ejerce esta<br />

función de corte, de sanción, es el padre<br />

simbólico. 15<br />

Este padre simbólico es lo que<br />

Lacan ha designado como significante<br />

del Nombre-del-Padre, que habrá de ser<br />

entendido, como enseña el psicoanalista<br />

francés, como el significante fundamental<br />

que permite que la significación<br />

proceda normalmente, lo cual significa<br />

la prohibición edípica, el “no” del tabú<br />

del incesto.<br />

Este momento fundamental cambia<br />

la posición de la madre para el niño:<br />

ella deja de ser un objeto en tanto imagen,<br />

el Otro que siempre estuvo fuera;<br />

ahora desde el punto de vista del niño<br />

re-establece su lugar, siendo de aquí en<br />

adelante la madre para su hijo un otro,<br />

un semejante. El cambio en la relación<br />

con la madre, tiene un correlato en el<br />

cambio en el estatuto del objeto. Los<br />

objetos de intercambio entre la madre y<br />

el niño paulatinamente pasan de ser ob-<br />

te; p. 300.<br />

15 Es necesario señalar que en el Edipo, para Lacan,<br />

interviene el padre en sus tres registros: simbólico,<br />

imaginario y real.


jetos imaginarios a ostentar la cualidad<br />

de “dones”. La madre que ha caído de la<br />

posición de completud, es ahora alguien<br />

que tiene la posibilidad de dar o negar<br />

objetos con el signo del amor. Que el<br />

don pueda ser negado, es lo que a su vez<br />

posibilita y denota su entrega como símbolo<br />

de amor, pues como señala Lacan:<br />

“No hay don que no esté constituido por<br />

el acto que previamente lo había anulado<br />

o revocado. Sobre este fondo, como<br />

signo de amor, primero anulado para reaparecer<br />

luego como pura presencia, el<br />

don se da o no se da al llamar.” Los objetos,<br />

ahora más que tener un valor por lo<br />

que pudieran ser, pasan a tener valor por<br />

lo que significan, en tanto simbolizan el<br />

amor materno.<br />

Dicho de manera más sencilla, el<br />

paso desde una estructura diádica a una<br />

tríada en que el falo ocupa el tercer lugar,<br />

y luego la entrada del padre simbólico,<br />

es una elaboración psíquica propia<br />

del ser humano. Hecho que marca de<br />

manera significativa el tránsito sinuoso<br />

entre lo preedípico y lo edípico.<br />

PALIMPSESTO<br />

Con la entrada del padre a la escena,<br />

ya tenemos los términos necesarios para<br />

pensar la resolución de la escena edípica,<br />

es decir para su salida, lo que se designa<br />

como tercer momento del Edipo. En<br />

este tiempo lógico ingresa el padre real<br />

(el padre encarnado), y de su función se<br />

espera que lo que el padre ha prometido<br />

lo mantenga y para hacerlo es preciso que<br />

dé una prueba de que lo tiene (el falo).<br />

De esta manera podemos ver que<br />

el padre real, reafirmando al padre simbólico,<br />

sostiene la posición de poseedor<br />

del falo, esto quiere decir, que se incluye<br />

como quien lo usa y por eso es preferido<br />

por la madre. De esta manera, el<br />

padre otorga respuesta a la pregunta por<br />

el deseo materno. La problemática del<br />

segundo momento era “ser o no ser”;<br />

pues bien, ahora se trata de tener o no<br />

tener (el falo).<br />

Sin embargo, para que sea posible<br />

desembocar en todo lo anterior, es necesario<br />

que el padre real tome una posición<br />

y función particular: la de agente de la<br />

castración. Función que, según establece<br />

EL FALO ES LA NOCIÓN QUE DENOTA LOS OBJETOS<br />

DE INTERCAMBIO ENTRE MADRE Y NIÑO. AL EXISTIR ENTRE<br />

ELLOS ALGO QUE TRASCIENDE SU RELACIÓN DIRECTA,<br />

EL INTERCAMBIO FÁLICO MUESTRA EN EL NIÑO<br />

LA EXISTENCIA DE UN CIERTO ESPACIO SUBJETIVO.<br />

CUANDO OCURRE LA APARICIÓN DE ESTE<br />

ESPACIO EN QUE EL FALO COMO OBJETO<br />

IMAGINARIO SE PONE EN JUEGO ENTRE<br />

LA MADRE Y EL NIÑO, ESTAMOS FRENTE A<br />

UN MOVIMIENTO LÓGICO Y PSÍQUICO:<br />

EL PASO DE LA DÍADA A LA TRÍADA.<br />

Invierno 2005 / 2006 055 E


PALIMPSESTO<br />

Lacan, “[...] traslada al plano puramente<br />

imaginario todo lo que está en juego en<br />

relación al falo. Precisamente por este<br />

motivo conviene que el pene real quede<br />

al margen. La intervención del padre introduce<br />

aquí el orden simbólico [...] El<br />

orden simbólico interviene precisamente<br />

en el plano imaginario. La castración<br />

afecta al falo imaginario [...]”. 16<br />

Es a través de la amenaza de castración<br />

que el padre da pruebas de su atribución<br />

fálica, introduciendo un re-ordenamiento<br />

de las posiciones que ya habían<br />

sido reguladas con la prohibición del incesto,<br />

de manera que el estatuto de la falta<br />

se traslada, desde el más allá de la madre<br />

y el niño, hacia el registro simbólico. Este<br />

nuevo estatuto de la falta será vivido como<br />

una deuda simbólica que funciona de manera<br />

diferenciada para niños y niñas.<br />

En esta postura Lacan se va a distanciar<br />

nuevamente, al establecer que la<br />

primera diferencia en como opera la castración<br />

es su posición de entrada o salida<br />

en el complejo de Edipo. La niña entra a la<br />

escena edípica con una relación directa a<br />

la castración, con una puesta en evidencia,<br />

en la medida en que no tiene el falo simbólicamente;<br />

mientras que el niño sale, o<br />

puede salir, en tanto cae presa de la amenaza<br />

de castración. El padre puede privar<br />

en la medida en que lo tiene; pero que lo<br />

tenga, no significa necesariamente que lo<br />

haya tenido siempre, lo que lleva al niño a<br />

pensar que alguien le donó al padre el falo<br />

que hoy detenta y algún día le será donado.<br />

En palabras de Lacan podemos leer, él<br />

al referirse al Edipo en el seminario que<br />

seguimos, que el niño, en tanto que en<br />

la experiencia edípica esencial es privado<br />

16 J. Lacan 1956, Op. cit., p. 229.<br />

E 056 Invierno 2005 / 2006<br />

del objeto por quien lo tiene y sabe que<br />

lo tiene, puede concebir que ese mismo<br />

objeto simbólico le será dado algún día.<br />

Tanto en el caso del niño como en el de<br />

la niña, el padre hace una promesa, que<br />

si bien es distinta para cada uno, para ambos<br />

significa depositar una cierta fe en la<br />

inscripción de la ley. Este momento podría<br />

expresarse como: no soy, no tengo,<br />

entonces qué hacer para tener.<br />

De manera muy general, podría<br />

señalarse que para el niño, la promesa<br />

inconsciente es la de algún día ser el<br />

padre, es decir, quien tenga el falo. Así,<br />

puede identificarse al padre y acceder a<br />

la promesa de que algún día lo detentará,<br />

con el costo de renunciar a la madre<br />

como objeto de amor. Para la niña, por<br />

otro lado y también a nivel inconsciente,<br />

la promesa girará en torno a tener un<br />

hijo del padre, con lo que obtendrá el<br />

falo. De modo que la elección de objeto<br />

consumada conlleva la renuncia al padre<br />

como objeto de amor y la búsqueda del<br />

falo en otros objetos. Para ello, se servirá<br />

de la identificación con la madre, en<br />

tanto la madre ya ha encontrado a quien<br />

dirigirse en la búsqueda.<br />

En el complejo recorrido planteado,<br />

para hablar de la constitución psíquica<br />

de la feminidad, es todavía muy general.<br />

Es por esta razón que vale detenerse en<br />

las particularidades de la salida del complejo<br />

de Edipo en la mujer para desde<br />

ahí describir de manera genérica algunas<br />

de sus consecuencias.<br />

III<br />

Como se ha visto, el recorrido por los<br />

tiempos del Edipo está plagado de di-


ficultades y por tanto resulta complejo<br />

generalizar respecto a las especificidades<br />

de la salida por lo femenino. Sin embargo,<br />

con ciertas limitaciones, es posible<br />

marcar ciertas particularidades, sus elaboraciones<br />

psíquicas y las resonancias<br />

sociales que sobre ellas se imprimen.<br />

Estas condiciones ubican a la niña y luego,<br />

a la mujer, frente a desafíos psíquicos<br />

que parecen serle propios.<br />

Lacan sigue a Freud en lo fundamental<br />

del desarrollo psíquico; de este<br />

modo, la mujer significa su realidad anatómica<br />

como una falta, un no tener. Se<br />

distingue esta experiencia de la del hombre<br />

en tanto la mujer vive su sexualidad<br />

como un estar desprovista de algo, que<br />

tiene un carácter o está en una categoría<br />

deseable. Es decir, la mujer integra primero<br />

la falta, la castración, y luego sus<br />

propiedades sexuales, que deben advenir,<br />

ser conquistadas.<br />

El enunciar la complejidad de la<br />

relación al falo en la mujer, no hace necesariamente<br />

referencia a una dificultad<br />

mayor en la entrada y salida de la escena<br />

edípica femenina. Esto es claro: en tanto<br />

la relación al falo en la mujer adquiere<br />

una complejidad bastante mayor, la llegada<br />

al padre en el complejo de Edipo<br />

de la mujer es mucho más simple. En<br />

la escena edípica de la mujer, se trata<br />

del deslizamiento de un falo que tiene<br />

situado en un imaginario más allá de la<br />

madre, de lo imaginario a lo real; movimiento<br />

que se da por el descubrimiento<br />

gradual de la insatisfacción de la madre<br />

en la relación con su hija. Insatisfacción<br />

que como vimos, no es sin consecuencias<br />

en el psiquismo de la niña, hecho que se<br />

expresa con un fuerte sentimiento de<br />

hostilidad y marcado por los reproches.<br />

Lacan expresa con una palabra el tono<br />

PALIMPSESTO<br />

de esta relación: devastación. Se trata de<br />

una relación que, a decir de Serge André,<br />

“posee todos los rasgos de una relación<br />

pasional cuyos partenaires no logran encontrar<br />

una salida sino en términos de<br />

ruptura”. 17 En este escenario real es en<br />

donde aparece el padre, y es lógico que<br />

la niña se prenda de él en su búsqueda<br />

falicizante. La respuesta paterna hacia la<br />

niña, está dada en la donación: un niño.<br />

Su búsqueda será el falo, donación<br />

que podrá hacerle el padre, en relación<br />

con la falta de órgano real que se ha simbolizado<br />

y se entiende como participación<br />

en un intercambio simbólico centrado en<br />

el pene. Por tanto, “la niña encuentra el<br />

pene real allí donde está, más allá, en<br />

aquel que puede darle un hijo, o sea -nos<br />

dice Freud-, en el padre. Por no tenerlo<br />

como pertenencia, incluso por haber renunciado<br />

a él netamente en este terreno,<br />

podrá tenerlo como don del padre”. Esta<br />

relación del niño al falo es la equivalencia<br />

simbólica a la que Freud se refiere, y que<br />

Lacan enfatiza. Como al buscarlo la niña<br />

renuncia a esta pertenencia (falo), que es<br />

del padre, la mujer se ubica en una dependencia<br />

con relación al hombre, de lo<br />

que le debe ser donado.<br />

Ésta es la salida edípica en la niña, de<br />

esta forma se instalará en la psiquis femenina<br />

la metáfora paterna, y el falo tomará<br />

su lugar como significante nudo de<br />

lo simbólico. Lo particular es que, ante<br />

la ausencia de una amenaza de pérdida,<br />

la niña no estará tan completamente jugada<br />

como el niño en la represión de su<br />

deseo de falo. Su búsqueda estará orientada<br />

a la participación en el intercambio<br />

simbólico y no, como el niño, al intento<br />

de salvaguardar algo preciado, para lo<br />

cual estará dispuesto a hacer sacrificios,<br />

como someterse a una regulación de su<br />

Invierno 2005 / 2006 057 E


PALIMPSESTO<br />

deseo bastante más estricta.<br />

El punto central de la estructuración<br />

psíquica de la mujer en Lacan, pasa<br />

de manera importante por su relación<br />

al falo. Al preguntarnos por la relación<br />

al falo, estamos en la conceptualización<br />

lacaniana de la relación al sexo, a la toma<br />

de posición sexual.<br />

Este establecimiento posicional está,<br />

como hemos dicho, situado en la infancia.<br />

Es una inscripción que desborda lo<br />

biológico y lo psicológico, instaurándose<br />

como una marca esencialmente inconsciente,<br />

resultado de la inscripción en el<br />

discurso. Para ello se ha de haber estado<br />

puesto en referencia al complejo de<br />

castración, este complejo que no implica<br />

necesariamente la castración real, pero<br />

que sin embargo, refiere a la dirección<br />

del deseo, derivada de cada posición.<br />

Por lo tanto, al estar el falo dentro<br />

de un registro simbólico, y respecto<br />

a esta función simbólica del falo, en la<br />

mujer vemos que ella participa en el intercambio<br />

fálico a título de ausencia, en<br />

17 S. André 1995, Op. cit., p. 185.<br />

18 J. Lacan 1956, Op. cit., p. 97.<br />

E 058 Invierno 2005 / 2006<br />

el sentido de que no lo tiene, y su función<br />

es, entonces, encontrarlo y dar lo<br />

que no tiene. Pero en este intercambio<br />

tiene una participación simbólica real.<br />

Es real en el sentido de que su participación<br />

es psíquicamente efectiva, tanto<br />

para ella como para el otro de la relación.<br />

La diferencia entre el niño y la<br />

niña, respecto a esta participación en el<br />

intercambio, refiere a la manera en que<br />

el don se establece. Mientras que para el<br />

niño es necesario que él haga don de lo<br />

que tiene, para la niña es poner en juego<br />

lo que no tiene: “el sujeto femenino es<br />

siempre convocado, cuando el hombre<br />

lo encuentra, a inscribirse en una especie<br />

de reencuentro que le sitúa de entrada<br />

en una posición caracterizada por la<br />

ambigüedad entre las relaciones naturales<br />

y simbólicas”. 18<br />

El sujeto femenino está siempre marcado<br />

por una suerte de rehallazgo, dado<br />

que, para la niña, el fantasma del falo<br />

implica una búsqueda, una falicización.<br />

Al no estar “dotada” de falo, debe encon-<br />

EL OTRO GOCE DE LA MUJER, SE ARTICULA AL OTRO DE UN<br />

MODO MUCHO MÁS DIRECTO QUE EL GOCE FÁLICO<br />

(O DEL SIGNIFICANTE), POR LO CUAL SE LO HA LLAMADO<br />

GOCE DEL OTRO (O DEL CUERPO). ESTO LLEVA<br />

A QUE LO FÁLICO NO SEA NECESARIO NI SUFICIENTE.<br />

EL INTERCAMBIO FÁLICO DE LA MUJER<br />

LA HACE GOZAR Y PARTICIPAR DE MODO<br />

PROVECHOSO DE ÉL. SIN EMBARGO,<br />

LA REPETICIÓN FÁLICA PUEDE SER<br />

UN TANTO MONÓTONA.


trarlo. En la noción misma del rehallazgo<br />

se encierra la idea de la imposibilidad, lo<br />

imposible de saciar. Es ésta su tarea en la<br />

resolución de la escena edípica, aun cuando<br />

no existe la urgencia que en el caso<br />

del varón, pues ella no está amenazada en<br />

esta resolución. La evidencia del constante<br />

fracaso en la tarea de la mujer le lleva<br />

a un cierto rechazo del semblante y a la<br />

convocatoria a un realismo que se expresa<br />

en un llamado permanente a “poner<br />

los pies en la tierra”.<br />

Esta participación de la mujer en el<br />

intercambio fálico permite su entrada en<br />

el complejo de Edipo, en tanto que “la<br />

niña no tiene este falo, es decir, también<br />

porque lo tiene en el plano simbólico,<br />

porque entra en la dialéctica simbólica<br />

de tener o de no tener el falo, así es<br />

como entra en esa relación ordenada y<br />

simbolizada que es la diferenciación de<br />

los sexos, relación interhumana asumida,<br />

disciplinada, tipificada, ordenada<br />

[...]. Esto es lo que quiere decir Freud<br />

cuando escribe que la niña entra en el<br />

complejo de Edipo por medio de lo que<br />

él llama la idea de la castración —precisamente<br />

ésta, que ella no tiene el falo,<br />

pero que no lo tiene simbólicamente,<br />

de modo que puede tenerlo—, mientras<br />

que el niño, así es como sale”. 19 Lo<br />

que nos muestra que la mujer entra en<br />

la escena edípica a resolver su pregunta<br />

por dónde encontrarlo, y entonces debiera<br />

salir con una promesa de poseerlo;<br />

es decir, con una cierta regulación de su<br />

deseo, una suerte de en dónde sí y en<br />

dónde no. Regulación que es lo que conforma<br />

las reglas del súper yo.<br />

Lo interesante de estas afirmaciones,<br />

19 Ibid., p. 155.<br />

PALIMPSESTO<br />

es que ciertamente la mujer y el hombre<br />

no se distinguen por un objeto en particular,<br />

vale decir, algo que sea posible de<br />

detentar u ostentar. En este sentido, la<br />

diferencia, enseña Lacan, no es diferencia<br />

entre hombre y mujer, sino entre hombre<br />

y mujer en virtud de algo tercero.<br />

Ahora bien, el uso simbólico que<br />

la mujer hace del falo tiene sus especificidades.<br />

En Lacan, la cualidad de esta<br />

donación de lo que no tiene, adquiere<br />

una dimensión particular que ha denominado<br />

“la mascarada”, haciendo referencia<br />

a una utilización del falo como<br />

vestimenta.<br />

La falicización que hemos mencionado,<br />

como un paso que la mujer debe<br />

lograr en su referencia al complejo de<br />

castración durante la escena edípica, es<br />

como sabemos, una conquista. El deseo<br />

femenino, instalado quizás desde antes,<br />

con la significación anatómica propia, es<br />

cuestionado por la diferencia anatómica<br />

y la posibilidad con ella establecida de<br />

tener una otra cosa. Ésta es la pregunta<br />

que instala Lacan respecto al deseo<br />

femenino, pues si el falo se conquista,<br />

entonces puede haber una parte de la<br />

mujer que no se encuentre referida a<br />

él. Esto se ha conceptualizado desde el<br />

psicoanálisis como la característica en la<br />

mujer del No-Toda.<br />

La mujer puede estar en un momento<br />

referida a lo fálico, de un modo contingente,<br />

aun cuando pudiera estar en<br />

relación a otra cosa, otro deseo.<br />

Así, si el niño vive la castración<br />

como una amenaza, dado que si bien posee<br />

el órgano representante de la masculinidad,<br />

en cualquier momento podría<br />

Invierno 2005 / 2006 059 E


PALIMPSESTO<br />

perderlo, en manos del agente padre. La<br />

mujer, en cambio, es depositaria de una<br />

castración real (psíquicamente efectiva).<br />

20 Lacan sostiene, por tanto, que no<br />

hay ningún sujeto que pueda escapar de<br />

esta castración, ni siquiera el padre. Sin<br />

embargo, por otro lado sostendrá que<br />

habrá algo más allá de la función fálica,<br />

ya que no estará toda castrada.<br />

Esta posición frente a la castración<br />

abre dos vertientes del goce, uno llamado<br />

precisamente fálico, y otro que<br />

podría decirse goce otro o femenino.<br />

Ante esto, resulta necesario comenzar<br />

por introducir que el goce es permitido,<br />

introducido y existente gracias a nuestra<br />

relación con lo simbólico. La entrada en<br />

lo simbólico en sí misma hace renunciar<br />

al goce, entendiendo que la castración<br />

significa que el goce debe ser rechazado<br />

para poder alcanzarlo en la escala invertida<br />

de la ley del deseo. Esto genera la<br />

ilusión de ser algo alcanzable, y entonces,<br />

al estar referido a una prohibición<br />

con su correspondiente deseo de transgredirla,<br />

el goce se revela en sí mismo,<br />

esencialmente transgresor.<br />

El concepto de “goce” en Lacan se<br />

asemeja al de “libido” en Freud, en el<br />

doble sentido de que es algo así como<br />

una “sustancia corporal”, y en principio<br />

se presenta indiferenciado; es decir, el<br />

goce, como la libido, es esencialmente<br />

fálico. Sin embargo vale destacar que<br />

sólo es en principio; después se puede<br />

apreciar una primera bifurcación entre<br />

actividad y pasividad, lo que posibilita la<br />

hipótesis lacaniana, destacada de alguna<br />

forma por Serge André, 21 de que si bien<br />

20 Jacques-Alain Miller señala que en la mujer la castración<br />

es originaria y, en ese sentido, se puede decir que<br />

la mujer, en tanto que no-toda, está más cerca de lo<br />

E 060 Invierno 2005 / 2006<br />

existe una libido, hay dos formas de goce;<br />

decir, es que existe un goce particular y<br />

propio de lo femenino, un goce suplementario,<br />

el “goce otro”, que estaría más<br />

allá del falo y que se expresa marcado<br />

por el enigma. Su característica es ser<br />

innombrable, pues si bien las mujeres lo<br />

experimentan, no pueden decir nada de<br />

él. Lo que es comprensible desde el hecho<br />

de que el falo es el significante de la<br />

diferencia sexual: ¿cómo hablar de algo<br />

sexual fuera de su registro?<br />

El otro goce de la mujer, se articula<br />

al Otro de un modo mucho más directo<br />

que el goce fálico (o del significante), por<br />

lo cual se lo ha llamado goce del Otro (o<br />

del cuerpo). Esto lleva a que lo fálico no<br />

sea necesario ni suficiente; entonces vale<br />

preguntarse: “¿Qué mujer no ha estado<br />

desilusionada por los efectos de su mascarada?;<br />

el intercambio fálico de la mujer<br />

la hace gozar y participar de modo<br />

provechoso de él. Sin embargo, ante la<br />

posibilidad de esta Otra cosa que aparece,<br />

la repetición fálica puede ser un tanto<br />

monótona. Por esto, la mujer, en su relación<br />

más inmediata hacia el Otro, puede<br />

llamar a la fantasía de la pareja a flexibilizarse,<br />

es decir, remover el automatismo<br />

de su fantasma, puramente fálico.<br />

La relación edípica en la niña apuntará,<br />

al igual que el niño, a regular su relación<br />

de objeto y su identificación, posicionándola<br />

dentro de una estructura.<br />

Ahora bien, más allá de esta estructura<br />

en la que se inscriba, es posible advertir<br />

que la feminidad, como ya se dijo,<br />

se construye a partir de una vivencia de<br />

falta, de carencia fundamental, que en<br />

real. Cf. Miller, Jacques-Alain, De mujeres y semblantes,<br />

Cuadernos del Pasador, Bs. As., 1994, p. 62.<br />

21 S. André, Op. cit., p. 24.


algún sentido es la penisneid, entendida,<br />

como ya se mencionó, como un fantasma<br />

y no como la falta de órgano en lo real.<br />

Además, si luego de la salida del Edipo<br />

su objeto de identificación es la madre,<br />

tenemos que se identifica a un sujeto<br />

igualmente privado de falo. Entonces,<br />

si el sujeto no tiene algo, ¿qué empuja<br />

a su padre, un hombre, que lo tiene, a<br />

desear a la madre? Parece ser que esta<br />

misma condición, el no tener, tiene algo<br />

de lo que la hace ser deseada y amada<br />

por el padre. Hay algo, en esta posición<br />

de privación, que se erige como objeto<br />

de deseo para otro (el padre), de manera<br />

que la niña, a modo de semejanza con<br />

la madre, intentará adivinar en sí misma<br />

este algo deseado, que podría llevarle a<br />

abrir la posibilidad de ese “goce otro”,<br />

en palabras de Lacan, del que ella misma<br />

no sabe.<br />

La falta se inscribirá, por un lado,<br />

como carencia e intento de resarcimiento,<br />

en múltiples objetos, ¿ortopedias? de<br />

su falta. Pero, por otro lado, mostrará<br />

una veta a descubrir, una sospecha secreta<br />

y femenina que no sólo alude a la<br />

posibilidad del llamado goce Otro, sino<br />

también, a que esa falta, ese agujero, es<br />

en sí mismo paradójicamente deseable.<br />

En su constante deseo de resarcir la<br />

falta fálica, la mujer queda en una relación<br />

de dependencia en cuanto a su elec-<br />

22 Ibid., p. 261.<br />

PALIMPSESTO<br />

ción de objeto: ella deseará al hombre<br />

que la desee como su padre deseó a su<br />

madre y buscará, de un modo narcisista,<br />

que su deseo sea saciado en ser amada.<br />

Desde otro punto de vista, podemos pensar<br />

que deseará a quien pueda ocupar la<br />

posición de donante del falo que a ella le<br />

falta, amando a los hombres en tanto donadores<br />

de objetos. He aquí dos aspectos<br />

propios del tono femenino y que sirven<br />

de guía para su deseo y están en la base<br />

de la estructuración psíquica: por una<br />

parte, el narcisismo, propiedad derivada<br />

de la significación que adquiere la falta<br />

en su vertiente identificatoria; por otra,<br />

la dependencia en su objeto de deseo, el<br />

otro debe donar algo, cumplir la promesa<br />

inconsciente de un padre mítico.<br />

La posición femenina, como vemos,<br />

se configura en el plano de lo innombrable,<br />

de lo enigmático, de lo que no<br />

puede ser alcanzado, como metáfora del<br />

Otro. Serge André lo hace reconocer y<br />

menciona de manera muy clara: “[...] la<br />

feminidad no puede alcanzarse o designarse<br />

sino por el sesgo de un semblante.<br />

Ser mujer es, quiérase o no, hacer semblante<br />

de ser mujer. Esta relación no es<br />

lo que se cree con excesiva facilidad, una<br />

coquetería o una mentira. Es en principio<br />

un asunto de estructura puesto que<br />

el lenguaje sitúa a la mujer fuera de lo<br />

que pueda decirse”. 22<br />

Invierno 2005 / 2006 061 E


0062<br />

PALIMPSESTO Ophelia muerta-D.


Cómo pensar la<br />

constitución psíquica<br />

de la mujer<br />

(cuatro obstáculos<br />

epistemológicos y<br />

una hipótesis<br />

desesperada)<br />

J o s é E d u a r d o T a p p a n M e r i n o<br />

INTRODUCCIÓN<br />

EL PROBLEMA DE “CÓMO PENSAR LAS COSAS” HA SIDO CUESTIONADO DESDE LOS ORÍGENES<br />

MISMOS DE LA FILOSOFÍA. SIN EMBARGO, REFLEXIONAMOS MUY POCO SOBRE EL ACTO MISMO<br />

DE PENSAR, LA MANERA EN QUE NOS HACEMOS DE CONOCIMIENTOS, ACEPTAMOS UNA SERIE DE<br />

ARGUMENTOS AL SER PROPUESTOS POR AUTORES A QUIENES SUPONEMOS PRESTIGIO O QUE SUPO-<br />

NEMOS COMO EXPERTOS, SIN DETENERNOS SIQUIERA A CUESTIONAR Y MUCHO MENOS REALIZAR<br />

UN ANÁLISIS MINUCIOSO Y CRÍTICO. EXISTE UN CONJUNTO DE TEMAS SOBRE LOS QUE SE PUEDE<br />

OBSERVAR UNA SERIE DE PROBLEMAS QUE NOS DIFICULTAN LA TAREA DE PENSARLOS ABIERTA Y<br />

TRANQUILAMENTE, YA QUE SE TRATA DE FENÓMENOS SOBRE LOS QUE POR LO GENERAL EXISTEN<br />

MUCHOS PREJUICIOS Y EN OCASIONES UNA ABUNDANTE BIBLIOGRAFÍA, COMO ES EL CASO DE LA<br />

SEXUALIDAD EN GENERAL, PERO ESPECIALMENTE LA CONSTITUCIÓN PSÍQUICA DE LA SEXUALIDAD<br />

DE LA MUJER, ASUNTO DEL QUE ME ENCARGARÉ AHORA, A PARTIR DE UNA DIRECCIÓN ANALÍ-<br />

TICA QUE BUSCA LO QUE GASTON BACHELARD LLAMA LOS OBSTÁCULOS EPISTEMOLÓGICOS. ES<br />

DECIR, INTENTO LOCALIZAR Y ENFRENTAR ESTAS CERTEZAS Y CONVENCIONES CORRIENTES QUE<br />

EN REALIDAD SON OBSTÁCULOS PARA PENSAR LIBRE Y CRÍTICAMENTE UN TEMA. PERO ES NECE-<br />

SARIO PRIMERO MOSTRAR LA RELEVANCIA DE LA DISCUSIÓN DE LAS MANERAS COMO PENSAMOS<br />

LAS COSAS, PORQUE DE ESTO SE DESPRENDE LO QUE SERÁN PARA NOSOTROS LAS COSAS MISMAS.<br />

SE TRATA DE SALIRNOS DEL REALISMO Y EL EMPIRISMO INGENUO, QUE CONSIDERA QUE LO QUE<br />

Invierno 2005 / 2006 063 E


PALIMPSESTO<br />

ESTÁ FRENTE A NOSOTROS, LO QUE PERCIBEN NUESTROS SENTIDOS ES LO REAL, CUANDO LA TA-<br />

REA ES SIMPLEMENTE DESCRIBIRLO, PARA DESPUÉS ENCONTRAR LAS LEYES UNIVERSALES QUE LO<br />

GOBIERNAN Y POR LO TANTO EXPLICAN SU COMPORTAMIENTO.<br />

UN MATEMÁTICO Y FILÓSOFO, ESPECIALIZADO EN FILOSOFÍA DE LA CIENCIA, MORRIS<br />

BERMAN, PROPONE, COMO LO HIZO ALGUNOS AÑOS ANTES LA FILOSOFÍA EXISTENCIAL SARTREA-<br />

NA Y EL PSICOANALISTA INGLÉS BALINT, QUE EXISTE UNA FALLA BÁSICA, UN VACÍO QUE NOS RE-<br />

SULTA TERRIBLE Y DEL QUE NOS FUGAMOS CONSTANTEMENTE, YA QUE RESULTA INSOPORTABLE EL<br />

ENFRENTAMIENTO A ESTE HUECO. SIN EMBARGO, TODA REFERENCIA TIENE QUE VER CON ÉSTE Y DE<br />

ÉL NACEN ENTONCES TODAS LAS CONSTRUCCIONES HUMANAS. “MUCHO DE LO QUE CONOCEMOS<br />

COMO ‘CULTURA’ Y ‘PERSONALIDAD’ EN NUESTRA SOCIEDAD, TIENDEN A CAER DENTRO DE ESTA<br />

CATEGORÍA SUSTITUTIVA, Y ES EN EFECTO EL RESULTADO DE HUIR DEL SILENCIO [Y EL VACÍO].” 1<br />

ES ENTONCES UNA PERSPECTIVA QUE COLOCA AL VACÍO Y AL SILENCIO EN EL CENTRO MISMO<br />

DE LA EXISTENCIA HUMANA. EL NOVELISTA BRITÁNICO JOHN FOWLES LLAMA A ESTE VACÍO EL<br />

“NEMO” Y LO DESCRIBE COMO UN ANTIEGO, UN ESTADO DE SER NADIE. “NADIE QUIERE SER<br />

NADIE”, ESCRIBE FOWLES. “TODOS NUESTROS ACTOS ESTÁN PARCIALMENTE CONCEBIDOS PARA<br />

LLENAR O PARA MARCAR EL VACÍO QUE SENTIMOS EN EL FONDO.” 2 POR ELLO, EL CONOCIMIENTO<br />

HUMANO EN MUCHAS OCASIONES MÁS QUE INTENTAR EXPLICAR UN FENÓMENO, LO QUE HACE<br />

ES CONSTRUIR UNA SUPUESTA EXPLICACIÓN, PARA APACIGUAR LA ANGUSTIA QUE OCASIONA<br />

EL SABER QUE NO SABEMOS. ENTONCES, MUCHAS DE LAS EXPLICACIONES QUE TENEMOS SON<br />

TORPES Y FALACES Y FUNGEN SIMPLEMENTE COMO TAPADERAS FRENTE A LA ANGUSTIA QUE NOS<br />

PRODUCE LA IGNORANCIA.<br />

“NUESTRA VIDA SOCIAL Y POLÍTICA ES TAMBIÉN UNA CHARADA, QUE NOS PIDE TOMAR<br />

EN SERIO LAS ACTIVIDADES SUPLETORIAS. ESTO ES ESPECIALMENTE CIERTO EN EL CASO DE LAS<br />

IDEOLOGÍAS DOMINANTES EN EL MUNDO, QUE SON [...] “RELLENOS DE NEMOS”. 3 LA CULTURA<br />

SE ENCUENTRA REPLETA DE ESTOS RELLENOS, COMO TODOS LOS “ISMOS”, (MATERIALISMOS,<br />

FEMINISMOS, MACHISMOS, CAPITALISMOS) QUE ENRARECEN LA VISIÓN Y DIFICULTAN TODA<br />

APROXIMACIÓN MESURADA Y RIGUROSA A LOS FENÓMENOS, ESPECIALMENTE A LOS DE LA CUL-<br />

TURA. EL ESCÁNDALO, LA TRIVIALIZACIÓN Y LA VULGARIZACIÓN APARECEN COMO RESISTENCIA,<br />

TRATANDO DE MANTENER LAS EMPOBRECIDAS MANERAS DE MIRAR Y COMPRENDER EL MUNDO.<br />

CÓMO PREGUNTARNOS SOBRE LA SEXUALIDAD, SI ÉSTA NOS INQUIETA TANTO, SOBRE LA QUE<br />

EXISTEN INFINIDAD DE PROVERBIOS, SABIDURÍA DE NUESTROS MAYORES, TRADICIONES. CÓMO<br />

PREGUNTARNOS SOBRE ALGO QUE NOS TOCA TAN ÍNTIMAMENTE Y DE LO QUE EN REALIDAD NO<br />

TENEMOS MUCHA DISTANCIA SUBJETIVA.<br />

GEORGE DEVEREUX EN LOS AÑOS SESENTA DEL SIGLO PASADO SE INTERROGÓ SOBRE LAS<br />

MANERAS DE PENSAR LOS FENÓMENOS DE LA CULTURA Y DEL COMPORTAMIENTO HUMANO,<br />

LLEGANDO A LA CONCLUSIÓN DE QUE LA PRETENDIDA NEUTRALIDAD, IMPARCIALIDAD Y ASEPSIA<br />

IDEOLÓGICA DE LOS INVESTIGADORES NO EXISTE, SE TRATA SIMPLEMENTE DE UNA MODA, DE<br />

OTRO “ISMO”: EL POSITIVISMO, EL CIENTIFICISMO. POR ELLO, PARA NO CAER EN UNA MERA<br />

INTELECTUALIZACIÓN, LOS SENTIMIENTOS DE LOS INVESTIGADORES DEBEN SER PUESTOS DIREC-<br />

TAMENTE EN EL MISMO ESCENARIO DE LA INVESTIGACIÓN. DEVEREUX NO PRECONIZA LA ELI-<br />

1 Morris Berman, Cuerpo y espíritu. La historia oculta<br />

de Occidente, Cuatro Vientos, Santiago de Chile, 1992.<br />

E 064 Invierno 2005 / 2006<br />

2 Op. cit., p. 4.<br />

3 Op. cit., p. 5.


PALIMPSESTO<br />

MINACIÓN DE LOS FILTROS TEÓRICOS O METODOLÓGICOS, SÓLO INSISTE EN LA ELIMINACIÓN DE<br />

LA ILUSIÓN DE QUE LA SUBJETIVIDAD DEL INVESTIGADOR DEBA SER SUPRIMIDA, EN POS DE UNA<br />

SUPUESTA OBJETIVIDAD, QUE SE ALCANZA AL NO HACERSE CARGO DE LO QUE EL INVESTIGADOR<br />

SIENTE (CUANDO NO TOMA EN CUENTA ESTOS SENTIMIENTOS, SIMPLEMENTE LOS CALLA, LOS<br />

SILENCIA; PERO NO POR ESTAR AMORDAZADOS DEJAN DE PRESENTARSE EN SUS JUICIOS, IN-<br />

CLUSO DETERMINANDO SUS ANÁLISIS, SÓLO QUE AHORA DE MANERA CLANDESTINA, OCULTA).<br />

BUSCAMOS RESPUESTAS RÁPIDAS SIMPLEMENTE POR NO RESISTIR A LA ANSIEDAD Y A LA ANGUS-<br />

TIA QUE APARECE AL ABANDONAR LAS CERTEZAS, E INCURSIONAR REALMENTE EN UN PROCESO<br />

DE INVESTIGACIÓN, POR LO QUE EL INVESTIGADOR SE VE TENTADO A ESCINDIRSE DE LA PROPIA<br />

INVESTIGACIÓN, JUSTIFICANDO ESTE PROCEDER QUE EN REALIDAD ES UNA COBARDÍA, ALUDIEN-<br />

DO A SUPUESTOS CRITERIOS METODOLÓGICOS, CUANDO EN REALIDAD ES POR EL MIEDO QUE LE<br />

PRODUCEN LAS RESPUESTAS QUE ESTÁ ENCONTRANDO. “CUANTO MAYOR ANSIEDAD OCASIONA<br />

UN FENÓMENO, MENOS CAPAZ PARECE EL HOMBRE DE OBSERVARLO DEBIDAMENTE, DE PENSARLO<br />

OBJETIVAMENTE Y DE CREAR MÉTODOS ADECUADOS PARA DESCRIBIRLO, ENTENDERLO, CONTRO-<br />

LARLO Y PRONOSTICARLO.” 4<br />

SIN EMBARGO EXISTEN ADEMÁS TEMAS QUE SON MUCHO MÁS DIFÍCILES DE SER ESTUDIA-<br />

DOS, PORQUE REPRESENTAN TABÚES SOCIALES: “TODOS LOS HOMBRES TIENEN LAS IDEAS MÁS<br />

TONTAS ACERCA DE LA SEXUALIDAD QUE, DIGAMOS, DE LA COMIDA, SENCILLAMENTE PORQUE EL<br />

HOMBRE SE EMOCIONA MÁS CON LO SEXUAL QUE CON EL ALIMENTO”. 5 ESTO REVELA LA ENOR-<br />

ME DIFICULTAD DE PENSAR Y ESTUDIAR TODO LO CONCERNIENTE A LA SEXUALIDAD.<br />

Cuatro obstáculos<br />

¿Existe algún indicio, rastro o estilo en<br />

la producción de algún objeto manufacturado,<br />

o bien en alguna artesanía o en<br />

alguna obra de arte, que pudiera mostrar<br />

o bien se pueda saber si fue elaborado<br />

por un hombre o por una mujer?<br />

Se dice que la condición de la mujer es<br />

pasiva y el hombre activo; que la mujer<br />

es un continente oscuro; ¿el del hombre<br />

es claro?; que la mujer trata de la otredad;<br />

¿el hombre de la mismidad?; se habla<br />

de la mujer como un más allá; y ¿el<br />

hombre es un más acá?; se dice también<br />

que los hombres piensan de manera distinta<br />

a como lo hace una mujer; que los<br />

hombres son de Marte y las mujeres de<br />

Venus; que los hombres somos racionales<br />

y las mujeres pasionales; sin embar-<br />

4 George Devereux, De la ansiedad al método en las<br />

ciencias del comportamiento, Siglo XXI, México, 1977.<br />

go, la cultura lo que nos ha enseñado es<br />

a pensar que entre hombres y mujeres<br />

existen diferencias que legitiman el status<br />

quo, el stablischmen, con lo que las teorías<br />

sociales y psicológicas no hacen más<br />

que confirmar nuestras suposiciones y<br />

nuestros prejuicios.<br />

Para Gaston Bachelard el conocimiento<br />

filosófico y científico es efecto<br />

de operar un sistema dialéctico, al que<br />

llama “racionalismo aplicado”. No se trata<br />

de una racionalismo abstracto (construido<br />

a partir de teorías y modelos), no se<br />

trata del seguimiento burocrático de un<br />

método, se trata más bien de una actitud<br />

atenta a la realidad para poder preguntarse,<br />

para aprender dialogando con<br />

ella, viendo con claridad los sentimientos<br />

que la experiencia de conocimiento nos<br />

5 Op. cit., p. 28.<br />

Invierno 2005 / 2006 065 E


PALIMPSESTO<br />

suscita, que el tema de investigación nos<br />

provoca, buscando abiertamente una interlocución<br />

que todo investigador debería<br />

realizar con sus propias observaciones<br />

y conjeturas. La realidad para este autor<br />

no es capturada pasivamente a partir de<br />

la experiencia, con lo que abandona toda<br />

forma simplista de empirismo; para él no<br />

hay conocimiento inmediato y no existe<br />

nada dado, todo es construido por la propia<br />

mirada del investigador y delimitado<br />

por sus preguntas. Por eso mismo el psicoanálisis,<br />

la ciencia y la filosofía no son<br />

efecto del mismo tipo de experiencia de<br />

conocimiento, sino de distintas clases de<br />

experiencia instruida: todo dato ha de ser<br />

entendido como un resultado, todo dato<br />

ha sido obtenido bajo la mirada de otro investigador<br />

y su subjetividad se encuentra<br />

depositada en ese dato. No existen datos<br />

o ideas ingenuas, todo informe de investigación<br />

tiene tras de sí un humano, una<br />

subjetividad apostada en cada palabra.<br />

La labor constructiva del pensamiento<br />

consiste para Bachelard, en buena medida,<br />

en la superación de los “obstáculos<br />

epistemológicos” (obstáculo epistemológico<br />

es todo aquello que, en el espíritu<br />

o la razón humana, impide el análisis del<br />

objeto: opiniones, prejuicios, meras percepciones<br />

sensibles del objeto, el juzgar<br />

por las apariencias, o lo inmediato y no<br />

reflexivo, etc.). Por eso, conocer supone<br />

una actitud, misma que debe ser necesariamente<br />

activa, no pasiva ni burocrática,<br />

que avanza en la medida en que va realizando<br />

rupturas epistemológicas, discontinuidades<br />

con los anteriores planos de<br />

conocimiento; se trata de un proceso de<br />

6 Hay que diferenciar entre el criticón, que realiza una<br />

tarea estéril en la que simplemente anima el deseo<br />

de destruir, de la actitud crítica, que supone necesariamente<br />

una distancia frente al fenómeno u objeto<br />

E 066 Invierno 2005 / 2006<br />

ruptura y discontinuidad con lo inmediato<br />

y lo que es de sentido común. En el<br />

plano de la historia de la ciencia, no se<br />

trata entonces de un progreso por acumulación<br />

de continuidades (cosa propia<br />

del conocimiento común). Todo auténtico<br />

conocimiento está constituido por la<br />

negación de todas las “intuiciones perezosas”.<br />

Siempre se parte de conocimientos<br />

anteriores: “Se conoce contra un conocimiento<br />

anterior.” La verdad es un punto<br />

de llegada, pero nunca es saber definitivo<br />

de algo. Por eso hay que hablar de un conocimiento<br />

sólo aproximado, que avanza<br />

a partir de revoluciones y no de gradualistas<br />

evoluciones.<br />

Por ello frente a un tipo de problematizaciones<br />

es conveniente hacer<br />

explícitas las dificultades que entraña<br />

conocerlas; es mejor tomar una actitud<br />

crítica, 6 aunque no sea propositivamente;<br />

es mejor mostrar los inconvenientes<br />

y los obstáculos que surgen en la tarea<br />

de conocer, que sumarnos pasivamente a<br />

la cómoda corriente del sentido común,<br />

llena de aplausos y recompensas de la<br />

comunidad que no fue confrontada.<br />

El primer obstáculo epistemológico<br />

que tenemos que vencer para pensar el<br />

asunto de la diferencia y la constitución<br />

sexual, tiene que ver con la tradición falocéntrica<br />

y machista que se encuentra<br />

subsumida en la cultura; es una perspectiva<br />

que determina nuestros juicios sobre<br />

las cosas y la manera en que pensamos (en<br />

hombres y mujeres), y por lo tanto todas<br />

las áreas de la cultura intervienen de<br />

manera implícita determinando nuestros<br />

esquemas, juicios, perspectivas sobre los<br />

que se desea investigar y sobre lo que se ha dicho del<br />

mismo, para construir, para generar un conocimiento,<br />

por lo que en realidad toda actitud crítica es necesariamente<br />

propositiva.


fenómenos y las relaciones que establecemos,<br />

de manera que se mantiene una larga<br />

hermandad con todas las producciones<br />

humanas. Con lo anterior regresamos a la<br />

pregunta que se hacían los socios lingüistas<br />

Eduard Sapir y Eric Wolf: ¿pensamos<br />

como hablamos o hablamos como pensamos?<br />

Se trataba de averiguar en última<br />

instancia “qué determina a qué”, pregunta<br />

a la que se ofrecen varias respuestas, pero<br />

que en todos los casos nos permite entender<br />

la servidumbre que tiene nuestro<br />

pensamiento del léxico, el idioma, de las<br />

formas del habla, etc. Lo importante de<br />

esta pregunta de los sociolingüistas para<br />

el tema que nos ocupa, es que la propia<br />

actividad de pensar está determinada<br />

por los pre-juicios de la cultura. ¿Podrá<br />

evitarse esto? Es evidente que no, pero<br />

existen muchos procedimientos de los<br />

que podemos echar mano para cerrarle<br />

la puerta a algunos prejuicios. La filosofía<br />

de Friedrich Nietzsche propone un pathos<br />

fundante, en donde la condición humana<br />

es entonces por esencia patológica. Lo que<br />

ocupa a la cultura es que no aparezcan estas<br />

proporciones humanas, les teme. Ese<br />

pathos es en realidad el “nemo”, ese vacío<br />

que nos abisma, ese lugar al que no queremos<br />

mirar para que no nos regrese la<br />

mirada, un hueco que nos da vértigo.<br />

El conjunto de la filosofía de Nietzsche<br />

es, por una parte, una crítica radical a los<br />

fundamentos de la cultura occidental, crítica<br />

que se dirige a la metafísica, la religión<br />

y la moral que han suplantado e invertido<br />

los valores vitales; por ello todo conocimiento<br />

debe superar los obstáculos epistemológicos<br />

propios de la cultura, ya que<br />

además es un producto del resentimiento<br />

contra la vida. Nietzsche es mucho más<br />

que un filósofo, es un perspicaz crítico, un<br />

psicólogo y médico de la cultura, su pen-<br />

PALIMPSESTO<br />

samiento también intenta una superación<br />

de la decadencia de la cultura. La obra más<br />

representativa en este sentido es El nacimiento<br />

de la tragedia en el espíritu de la música<br />

(1872). En este libro examina los aspectos<br />

generales que han dado lugar al nacimiento<br />

de la cultura occidental, a partir de dos<br />

categorías: lo apolíneo y lo dionisiaco. Lo<br />

apolíneo es lo que da lugar a la figura, al<br />

orden, a la medida de la razón; por otro<br />

lado, lo dionisiaco expresa la embriaguez,<br />

la desmesura, la renovación, la fuerza, la<br />

vitalidad, la intuición, el ímpetu por la<br />

vida. Pero la fuerza, la profundidad y la<br />

grandeza del pensamiento y el arte griego<br />

antiguo proceden de la íntima unión de estos<br />

dos aspectos. Esta unidad supuesta en<br />

la Grecia de los siglos VI al III, se romperá a<br />

partir de Sócrates, cuya filosofía es artífice<br />

del sometimiento de la vida a la razón, de<br />

lo dionisiaco a lo apolíneo y, por tanto, de<br />

la disolución de los dos aspectos, ya que en<br />

la cultura antigua ambos eran correlativos.<br />

De ahí surge la base degradada de la cultura<br />

occidental, en la que el mundo real<br />

del devenir aparece entendido en función<br />

de un falso mundo estático y dictado por<br />

leyes racionales, disecado, esquematizado,<br />

que pone a la vida en función de la razón,<br />

en lugar de poner la razón al servicio de<br />

la vida; convierte lo complejo y misterioso<br />

del mundo y del hombre en un simple<br />

modelo, en una tergiversada copia de una<br />

pretendida realidad “más verdadera” que la<br />

propia realidad.<br />

Nietzsche ya había subrayado la importancia<br />

de la propuesta de la dialéctica<br />

de Heráclito en cuanto pone en juego un<br />

gran número de fuerzas, frente a la esquemática<br />

dialéctica hegeliana que hace de la<br />

dialéctica un asunto de contrapartes, de<br />

tesis y antítesis. La dialéctica es mucho<br />

más compleja que eso. Por ello, dice de<br />

Invierno 2005 / 2006 067 E


PALIMPSESTO<br />

sí mismo que hace filosofía con el martillo,<br />

pues ataca los cimientos mismos de la<br />

filosofía que se sustentan en el socratismo<br />

y el platonismo —que además son lo que<br />

podríamos llamar moneda corriente—, a<br />

partir de la cual la virtud se coloca como<br />

cualidad abstracta y se declara que la idea<br />

es lo auténticamente real, contra el instinto,<br />

contra el sentimiento y contra la vida.<br />

Son las ideas, por sí mismas, las que alcanzan<br />

el privilegio de atraer la atención de<br />

los filósofos, lo cual se ejemplifica además<br />

con el cristianismo: la negación de la vida,<br />

el desprecio hacia el cuerpo a partir de la<br />

noción de pecado. Se convierte entonces<br />

el sacrificio en un valor y el placer en algo<br />

moralmente condenable, se legitima el<br />

sacrificio en esta vida por la promesa de<br />

otra mejor.<br />

¿Cómo plantear la constitución de la<br />

sexualidad de la mujer desligando nuestro<br />

ejercicio de análisis de las inercias<br />

históricas y las matrices culturales del<br />

proceso civilizatorio occidental? Existe<br />

infinidad de justificaciones culturales<br />

para legitimar a la mujer por su condición<br />

de otredad.<br />

La tradición judeocristiana coloca a la<br />

mujer como un ser inmoral o, en el mejor<br />

de los casos, como amoral: ¿no es ella la<br />

que ofrece la manzana del árbol del bien y<br />

del mal a Adán? ¿No es la mujer algo impuro,<br />

por lo que se encuentran excluidas<br />

de la mayoría de las religiones? ¿No se<br />

establecen supuestos roles, los propios de<br />

cada género, por los cuales la mujer queda<br />

siempre subordinada? ¿No es siempre<br />

lo dionisiaco un sinónimo de condición<br />

femenina y lo apolíneo de lo masculino?<br />

¿No es lo dionisiaco sinónimo de desmesura,<br />

falta de control, arrebato y enferme-<br />

E 068 Invierno 2005 / 2006<br />

dad en nuestra cultura? ¿No es lo apolíneo<br />

lo socialmente considerado adecuado, sinónimo<br />

de lo sensato, lo prudente, lo razonable<br />

y por lo tanto de lo sano?<br />

Dice José Luis Etcheverry: “Un texto<br />

de Kant sobre [...] los comienzos de la<br />

historia humana.[...] En los comienzos de<br />

la humanidad, el instinto (instint), es voz<br />

de Dios que todos los animales obedecen,<br />

tiene que haber gobernado a la criatura.<br />

Era lo que la llevaba a tomar ciertos alimentos<br />

y le prohibía otros. [...] El rehusamiento<br />

(Weigerung) fue el artificio que<br />

permitió pasar de los estímulos meramente<br />

sentidos a los estímulos ideales, de<br />

los apetitos puramente animales al amor,<br />

y, con este último, del sentimiento de lo<br />

meramente agradable al gusto por la belleza.”<br />

7 Pero el personaje que se encargó<br />

de este proceso de rehusamiento de la ley<br />

divina fue Eva; Adán se encontraba atrapado<br />

en las certezas que gobernaban su<br />

vida, era obediente como el resto de los<br />

animales, de los que en realidad no tenía<br />

ninguna distancia. Es Eva quien decide<br />

preguntarse sobre por qué, si estaban en<br />

el paraíso, existía la prohibición de comer<br />

el fruto del árbol del saber, del bien y del<br />

mal, de la ciencia. Es ella quien encara la<br />

responsabilidad y prueba el fruto, es ella<br />

la desobediente, como no se le olvida a<br />

la Iglesia católica, la cual aún hoy la continúa<br />

castigando por haberse atrevido a<br />

compartir su descubrimiento con Adán,<br />

por lo que tuvieron que ser expulsados<br />

del paraíso, es decir, en términos de<br />

Kant, del reino de los instintos, del reino<br />

animal. Indiscutiblemente la posibilidad<br />

hominizadora del rehusamiento aparece<br />

como parte de la condición de Eva,<br />

mientras que la ciega obediencia, el no<br />

7 José Luis Etcheverry, De la ansiedad al método en las cienciasdel comportamiento. Ed. XXI México. 1977.


preguntarse, es la característica de Adán,<br />

conclusión a la que llegan diferentes pensadores.<br />

Podríamos entonces decir, desde<br />

este mito de fundación de la condición de<br />

género, que es la mujer la portadora de la<br />

pregunta, de la metáfora, de la insurgencia<br />

o del cuestionamiento a la autoridad<br />

y a la ley. Ella sabe que no lo sabe todo,<br />

mientras que el hombre es el respeto y<br />

acatamiento a la ley, es quien se mantiene<br />

en un orden metonímico: lleno de certezas,<br />

no sabe que ignora. Eva sabe que atrás<br />

de todo hay una oscura intención, sobre la<br />

que es posible dirigir la mirada.<br />

En una cita de Nietzsche encontramos<br />

una propuesta en donde existe de<br />

hecho una contraposición entre lo dionisiaco<br />

y lo apolíneo, entre la intuición<br />

y la razón, en donde habla del género<br />

humano, entendido como el conjunto de<br />

los hombres y mujeres. Nos dice: “El impulso<br />

hacia la construcción de metáforas,<br />

ese impulso fundamental del hombre del<br />

que no se puede prescindir ni un solo instante,<br />

pues si así se hiciese se prescindiría<br />

del hombre mismo, no queda en verdad<br />

sujeto y apenas si domado por el hecho<br />

de que sus evanescentes productos, los<br />

conceptos, resulta construido un nuevo<br />

mundo regular rígido que le sirve de<br />

fortaleza. Busca un nuevo campo para su<br />

actividad y otro cauce y lo encuentra en<br />

el mito y, sobre todo, en el arte.” 8<br />

El obstáculo espistemológico tiene<br />

que ver con la superposición de conceptos:<br />

femenino = mujer, masculino =<br />

hombría, sexo = género, diferencia sexual<br />

es la diferencia entre hombres y mujeres.<br />

Cada una de las posiciones supuestamente<br />

es responsable de la parcela de la realidad<br />

de la que da cuenta; en este caso, aparece<br />

8 Friedrich Nietzsche, Sobre verdad y mentira, Tecnos, Madrid, 1990, p. 34.<br />

PALIMPSESTO<br />

el punto de vista de la mujer, como el de<br />

la insurgencia, el que se genera preguntas,<br />

el que cuestiona las certezas y la ley. El<br />

lado hombre de esta historia muestra el<br />

acatamiento de la ley, la perspectiva obediente<br />

y sin cuestionamientos. Esta doble<br />

vertiente puede ser llevada más lejos, hasta<br />

decir que lo femenino tiene que ver con el<br />

acto mismo de fundación de lo humano,<br />

mientras lo masculino representaría el rastro<br />

atávico de nuestra compulsión de someternos<br />

al ciego orden de los instintos,<br />

de evitar toda exploración y mantenernos<br />

bajo el cómodo y tranquilo seguimiento<br />

de la voz de Dios.<br />

El segundo obstáculo epistemológico,<br />

que en realidad es una derivación del<br />

anterior, tiene que ver con las escuelas y<br />

teorías que se construyen alrededor de los<br />

problemas sociales y de la cultura, como<br />

los que atienden a la constitución psíquica<br />

de la sexualidad. Existe una tradición en<br />

el pensamiento que se llama humanista,<br />

la cual no presentaremos ya que conduce,<br />

simplemente, a verificar el esquema axiológico<br />

y teleológico de la cultura occidental:<br />

el hombre es bueno por naturaleza y su<br />

bestialismo es o bien por corrupción o por<br />

la condición de animalidad que aún está<br />

presente en él. La ruptura con esta tradición<br />

del humanismo ha sido protagonizada<br />

por varias plumas, principalmente las de<br />

Marx, Nietzsche y Freud, ya que los tres,<br />

desde tres perspectivas distintas, muestran<br />

la insuficiencia de la noción de lo humano<br />

como algo que se generó de manera<br />

gradual y evolutiva, lo cual había sido el<br />

punto de partida del humanismo y la filosofía<br />

moderna, que sostienen su punto de<br />

vista sobre la crítica al modelo del cogito<br />

cartesiano: “pienso, luego existo”, mos-<br />

Invierno 2005 / 2006 069 E


PALIMPSESTO<br />

trando que el pensamiento se encuentra<br />

totalmente enrarecido, distorsionado,<br />

enmarcado y limitado por sus condiciones<br />

históricas. Marx se opone a la noción clásica<br />

de conciencia, al introducir el concepto<br />

de “falsa conciencia” y de alinenación,<br />

que se inscriben como una falsa manera de<br />

ser en el mundo, al generar necesidades<br />

y valores artificiales a partir de su lugar<br />

en el proceso productivo y del modo de<br />

producción. Freud niega la idea de conciencia<br />

como determinante de la conducta<br />

humana, que está más bien regida por<br />

el inconsciente, por la pulsión, sabiendo<br />

que la conciencia y el pensamiento, al ser<br />

las moradas del yo, tienen la única encomienda<br />

de desangustiarnos, mentirnos,<br />

evitar los conflictos. Finalmente y como<br />

ya hemos visto, Nietzsche denuncia la falsedad<br />

de la filosofía y de la sociedad que<br />

se encuentra sostenida por los valores que<br />

legitiman nuestra condición de sumisión<br />

y de rebaño, además de proponer que el<br />

pathos es lo sustancial de lo humano.<br />

Estos tres pensadores de la ruptura,<br />

llamados por Paul Ricoeur filósofos de<br />

la sospecha en 1965, ya que su actitud<br />

se transforma en un método, sospechan<br />

de todos los valores y consensos sociales,<br />

luchan por arrancar las máscaras de<br />

E 070 Invierno 2005 / 2006<br />

El umbral, fragmento.


PALIMPSESTO<br />

LA TRADICIÓN JUDEOCRISTIANA<br />

COLOCA A LA MUJER COMO<br />

UN SER INMORAL O, EN EL MEJOR<br />

DE LOS CASOS, COMO AMORAL:<br />

¿NO ES ELLA LA QUE OFRECE LA MANZANA<br />

DEL ÁRBOL DEL BIEN Y DEL MAL A ADÁN?<br />

¿NO ES LA MUJER ALGO IMPURO, POR LO QUE<br />

SE ENCUENTRAN EXCLUIDAS DE LA MAYORÍA<br />

DE LAS RELIGIONES? ¿NO SE ESTABLECEN<br />

SUPUESTOS ROLES, LOS PROPIOS DE CADA<br />

GÉNERO, POR LOS CUALES LA MUJER QUEDA<br />

SIEMPRE SUBORDINADA?¿NO ES SIEMPRE<br />

LO DIONISIACO UN SINÓNIMO DE CONDICIÓN<br />

FEMENINA Y LO APOLÍNEO DE LO MASCULINO?<br />

¿NO ES LO DIONISIACO SINÓNIMO DE<br />

DESMESURA, FALTA DE CONTROL, ARREBATO<br />

Y ENFERMEDAD EN NUESTRA CULTURA?<br />

¿NO ES LO APOLÍNEO LO SOCIALMENTE<br />

CONSIDERADO ADECUADO, SINÓNIMO<br />

DE LO SENSATO, LO PRUDENTE,<br />

LO RAZONABLE Y POR LO TANTO DE LO SANO?<br />

Invierno 2005 / 2006 071 E


PALIMPSESTO<br />

la hipocresía, cada uno desde diferentes<br />

posiciones; sus efectos precipitan la crisis<br />

de la filosofía de la modernidad, al desvelar<br />

la insuficiencia de la noción del ser,<br />

del significado de persona y al desvelar los<br />

significados ocultos de la cultura que en<br />

realidad no buscan mejores condiciones<br />

de existencia para los hombres, subrayan<br />

la complicidad implícita y explícita de un<br />

proceder institucional de la filosofía y la<br />

ciencia. Estos autores han señalado que,<br />

más allá de la noción clásica de ser humano<br />

se esconden unos elementos condicionantes,<br />

lo que permite sospechar la<br />

existencia de una falacia que dibuja una<br />

filosofía que no explica nada en realidad,<br />

que lo que busca es legitimar el mismísimo<br />

orden social; también es sospechosa la<br />

noción de conciencia, como si ésta fuera<br />

libre de prejuicios y guiada siempre por<br />

intereses altos de acercarnos a la verdad.<br />

Esto tiene que ver con las formas de conocimiento<br />

que en realidad terminan verificando<br />

los parámetros proporcionados<br />

por la cultura, en la que los seres humanos<br />

somos buenos, siempre alentados por el<br />

deseo de mejorar (eudaimonía).<br />

¿Cuáles son los parámetros para estudiar<br />

lo que es lo masculino y lo que es<br />

lo femenino, hombre y mujer, es decir<br />

sobre lo que entendemos como género?<br />

Estas preguntas, aparentemente abiertas,<br />

encubren en realidad las respuestas que<br />

ya tenemos y que ha generado la cultura<br />

y determinan nuestra manera de ver las<br />

cosas, por lo que encierran un determinismo<br />

sociocultural, en cuanto a que los<br />

papeles que han podido desempeñar las<br />

mujeres a lo largo de la historia han sido<br />

los de madres y de sexo débil, siempre<br />

gobernadas por hombres, como se puede<br />

comprobar en la historia de cualquier<br />

parte del mundo. Incluso si vemos el<br />

E 072 Invierno 2005 / 2006<br />

mundo animal, se confirma esta idea. Sin<br />

embargo, existe en este análisis histórico<br />

un conjunto de fenómenos a los que los<br />

historiadores no han prestado la debida<br />

atención, para tener una idea más clara de<br />

los papeles que realmente han jugado las<br />

mujeres en la historia: primero, desde el<br />

triunfo de la idea de homogenización de<br />

los cultos a partir del cristianismo, con<br />

la intromisión de la Iglesia como institución<br />

y con la seguridad de que las mujeres<br />

eran las portadoras del mal a la humanidad<br />

o simplemente eran las preferidas<br />

del demonio, se legitimó una de las más<br />

sangrientas campañas genocidas, dirigida<br />

a exterminar a todas las mujeres que ocupaban<br />

puestos de responsabilidad, prestigio<br />

o poder comunitario en las diferentes<br />

sociedades europeas. Se trataba de inculcar<br />

el temor a Dios por la vía de la espada,<br />

decapitar y desaparecer las tradiciones y<br />

formas populares que le transferían algún<br />

tipo de poder a las mujeres, dentro de los<br />

sistemas formales e informales. Se trata<br />

de un feminicidio y de una persecución<br />

que han permanecido sin ser denunciados,<br />

sin ser examinados las magnitudes<br />

de estos fenómenos. De lo que estamos<br />

hablando es que las condiciones sociales<br />

en que han vivido las mujeres fueron artificialmente<br />

creadas, por una política de<br />

exterminio continua a lo largo de por lo<br />

menos quinientos años, en donde millares<br />

y quizá millones de mujeres fueron acusadas<br />

de brujería, de tener pactos con el<br />

demonio, de insumisas, de infieles, etc.,<br />

y asesinadas. Por lo cual, al preguntarnos<br />

sobre el papel que tuvieron las mujeres<br />

en la sociedad, no podemos suponer que<br />

se trató de un desarrollo natural, sino de<br />

una guerra en la que diferentes instituciones<br />

sociales han mantenido la supremacía<br />

fálica. Segundo: frente a esta práctica sis-


temática y permanente de persecuciones,<br />

asesinato y castigo, el miedo ha pasado a<br />

ser una constante en la vida de las mujeres:<br />

se les ha enseñado a temer, viven<br />

bajo un temor de siglos que ejerce una<br />

condena clara sobre las posibilidades de<br />

manifestación de su sexualidad, sobre sus<br />

ideas, por lo que se trata de una tradición<br />

social que legitima un tipo de violencia<br />

sexista que deja pocas posibilidades de<br />

expresión a las mujeres. Esto representa<br />

para nuestra investigación un obstáculo<br />

espistemológico, ya que lo que conocemos<br />

de la condición de la mujer ha sido<br />

artificialmente generado, lo que enrarece<br />

cualquier aproximación al adjunto de la<br />

condición de la mujer, que no considera<br />

esta práctica histórica de persecución y<br />

destrucción de las mujeres físicamente y<br />

de lo que es considerado como una cualidad<br />

femenina.<br />

El tercer obstáculo epistemológico<br />

tiene que ver con la tradición biologicista<br />

que introduce <strong>Da</strong>rwin. Será Herbert<br />

Spencer (1820-1903), filósofo evolucionista<br />

inglés, quien la consolida como<br />

propuesta filosófica. A los cuarenta años<br />

concibió un vasto sistema filosófico evolucionista<br />

que integra la propuesta darwiniana<br />

(como evolución efecto de la<br />

selección natural), en el cual desarrolló<br />

la idea de que la evolución, entendida<br />

como concepto unificador, rige toda la<br />

realidad fenoménica, desde el sistema<br />

solar hasta la naturaleza humana, desde<br />

lo inorgánico hasta lo social, desde lo<br />

moral hasta la vida anímica, como formas<br />

que se desarrollan y son sujetas a<br />

la herencia.<br />

Identificó evolución con progreso,<br />

concibió la vida como un ajuste constante<br />

entre el entorno externo y el mundo<br />

interno de cada viviente. Sustenta una<br />

PALIMPSESTO<br />

concepción fenomenológica del conocimiento.<br />

Para realizar su programa, al<br />

que llama sistema de filosofía sintética,<br />

Spencer fue estudiando las diferentes<br />

formas en que la evolución se manifiesta<br />

en la biología, la psicología, la sociología<br />

y la ética, para llegar incluso a afirmar<br />

que las verdades que consideramos a<br />

priori, tales como las leyes matemáticas y<br />

lógicas, las nociones de espacio, tiempo<br />

o causalidad, por ejemplo, así como los<br />

valores morales, son fruto de una herencia<br />

transmitida por nuestros antepasados,<br />

herencia de la especie que va mejorando<br />

en el curso de la evolución, trasladando<br />

la noción de progreso como un asunto<br />

connatural al desarrollo histórico.<br />

Esta percepción de la naturaleza ha<br />

sido conceptualizada como el orden de los<br />

órdenes, como una especie de patrón, de<br />

coordenadas que determinan lo correcto,<br />

frente a las desviaciones que mostrarían<br />

lo incorrecto. De hecho la mayoría de los<br />

parámetros tienden a tomar a la naturaleza<br />

como la medida a ser seguida como ejemplo.<br />

En la naturaleza se presenta el macho<br />

y la hembra, con roles claros y diferenciados.<br />

Por lo tanto, cualquier desviación de<br />

estos parámetros naturales debe ser una<br />

aberración. Entre los mamíferos superiores<br />

encontramos una serie de comportamientos<br />

claramente diferenciados entre<br />

machos y hembras, como el del poder<br />

sobre los recursos, el control de la manada<br />

o el grupo, el de cuidados de los cachorros,<br />

el proveer de alimentos, la defensa,<br />

etc. Esto ha llevado a pensar que el género<br />

determina los papeles y es algo que se produce<br />

de manera espontánea y, por lo tanto,<br />

natural. Implica que todo aquello que<br />

distraiga a los animales de sus “responsabilidades”<br />

y de la sexualidad procreativa es<br />

una aberración, un atentado directo al or-<br />

Invierno 2005 / 2006 073 E


PALIMPSESTO<br />

den, es contranatural. Entonces se crea un<br />

modelo a partir del cual se piensan todas<br />

las cosas, en donde lo adecuado en cuanto<br />

a la materia sexual es que existan macho<br />

y hembra en una relación genital y fundamentalmente<br />

procreativa, cada uno ocupado<br />

de diferentes tareas, familiarmente<br />

necesarias, como si se tratara de un orden<br />

del que los seres humanos no pudieran y<br />

no debieran sustraerse.<br />

Los etólogos muestran este ordenamiento<br />

natural, según el cual las funciones<br />

de cada uno de los miembros de una manada<br />

están determinadas fundamentalmente<br />

por tres elementos: jerarquía, edad y género.<br />

Sin embargo, cuando vemos lo que<br />

se considera como un rol de género, en el<br />

caso de las hembras está principalmente<br />

determinado por su posibilidad genitora,<br />

alrededor de que pueda tener cachorros<br />

y el cuidado que con éstos tiene. Más que<br />

encontrar un rol específico para las hembras<br />

encontramos un papel específico para<br />

las genitoras. En cuanto a los machos, las<br />

observaciones de los etólogos son más<br />

específicas: muestran la importancia que<br />

tienen el poder y la territorialidad. ¿No<br />

están los estudios de los propios etólogos<br />

atravesados por los prejuicios de la cultura?<br />

¿Tienen ellos una correcta y desprejuiciada<br />

visión de la naturaleza sin desnaturalizarla<br />

con sus ideas y conceptos? En las formas familiares<br />

organizadas a partir de un sistema<br />

de harén, las hembras tienen también la encomienda<br />

de proveer de alimentos, como<br />

sucede con los gorilas y los leones.<br />

El psicoanálisis ha incluido parte de<br />

este argumento, ya que piensa que algo<br />

de este código “natural” nos es propio y<br />

lo llama ello, por lo tanto el ello es eso<br />

que en el humano pertenece al reino de<br />

la naturaleza y que nos es filogenéticamente<br />

transmitido. En el aparato psíqui-<br />

E 074 Invierno 2005 / 2006<br />

co el ello tiene un papel fundamental, ya<br />

que se encuentra en la constitución del<br />

psiquismo. El ello es donde surgen los<br />

instintos que una vez desnaturalizados<br />

se transformarán en pulsiones. Pulsión<br />

es el concepto límite entre lo psíquico y<br />

lo somático, entre lo natural y lo construido.<br />

El ello es el reservorio de las pulsiones,<br />

el lugar en donde se cocinan las<br />

pasiones. ¿Qué del ello es sexuado? ¿En<br />

qué medida participa en la diferencia<br />

sexual? ¿En la constitución de la sexualidad?<br />

¿Existe la posibilidad de hablar de<br />

“ellos” masculinos o femeninos?<br />

Existe otra implicación biologicista:<br />

tiene que ver con los órganos genitales.<br />

Se piensa bajo esta perspectiva que la<br />

presencia de cualquiera de ellos tiene<br />

una determinación sobre la sexualidad.<br />

En este sentido, la constitución psíquica<br />

de la mujer se encuentra fuertemente<br />

apuntalada por la falta de pene, según<br />

algunas perspectivas, y por la presencia<br />

de la vagina, según otras propuestas. No<br />

se trata de órganos que apuntalen la diferencia<br />

sexual, sino que determinan la<br />

diferencia sexual, como si algo del órgano<br />

atrapara o dejara de atrapar los procesos<br />

de la subjetividad humana.<br />

Parece innegable que existen diferencias<br />

notables entre machos y hembras, así<br />

como entre hombres y mujeres; lo que<br />

resulta torpe es el intento de definir las<br />

características de unos u otros de manera<br />

desarticulada, estática, sin contemplar al<br />

otro, es decir, como si se pudiera estudiar<br />

a los machos o a las hembras de manera<br />

aislada, como si no se tratara de un asunto<br />

relacionado lo uno con lo otro. El asunto<br />

es además flexible en cuanto formador de<br />

identidades y diferencias entre los sexos,<br />

por lo que buscar ontológicamente la diferencia<br />

sexual en un “ser” de la hembra


y un “ser” del macho, es vano y absurdo.<br />

Las características de género se establecen<br />

a partir de la diferencia, no como características<br />

propias o inmanentes, por lo menos<br />

en lo que a los seres humanos se refiere,<br />

además de que el simplismo de reducir la<br />

condición humana al seguimiento ciego de<br />

un conjunto de leyes de orden biológico,<br />

simplemente confirma la pereza intelectual<br />

de quienes la postulan. Tenemos suficiente<br />

información como para sostener lo que se<br />

ha propuesto desde el siglo XIX y es que lo<br />

humano propiamente dicho, es efecto de<br />

procesos de desnaturalización, en donde el<br />

legado histórico si bien nos determina no<br />

nos esclaviza. Podemos rehusarnos a sus<br />

leyes. Tenemos ejemplos etnográficos e<br />

históricos que muestran una gran gama de<br />

opciones en cuanto a los papeles que desarrollan<br />

hombres y mujeres.<br />

De un gran número de obstáculos<br />

epistemológicos, sólo he dedicado mi<br />

atención a cuatro. De éstos el último es<br />

el psicologismo. Esta perspectiva se ha<br />

construido a partir de reduccionismos,<br />

acartonamientos, propuestas desarticuladas<br />

y argumentos falaces que abundan<br />

en las diferentes “disciplinas psi”. Ésta es<br />

una perspectiva que se permite hacer<br />

generalizaciones con muy pocos argumentos<br />

que las respalden, sin importar<br />

el rigor discursivo ni la validez de los<br />

elementos de juicio. Se trata, por lo general,<br />

de argumentos y teorías de carácter<br />

doctrinario que se aceptan sin mayor<br />

elaboración o discusión crítica, ya que<br />

al argumentar que las raíces son inconscientes,<br />

uno no puede más que creerlo o<br />

no; prácticamente es un asunto de fe.<br />

Bajo esta perspectiva existe una<br />

caja oscura que dispara todas las conductas<br />

humanas, por lo que suponemos<br />

que las personas no son enteramente<br />

PALIMPSESTO<br />

responsables de lo que hacen: son víctimas<br />

de traumas acaecidos en la infancia,<br />

son mártires de familias disfuncionales,<br />

de desórdenes en el desarrollo psicosexual,<br />

etc., etc. Se construyen así,<br />

diversas teorías en medio de la más absoluta<br />

negrura, en donde cabe casi cualquier<br />

tipo de argumentos, que justifican<br />

que el ser humano es en realidad víctima<br />

pasiva de complejas formas familiares.<br />

Se trata de propuestas que además<br />

se autovalidan por descabelladas que<br />

parezcan. Los profesionales de estos<br />

campos, por lo general, no dan cuenta<br />

de su decir, ni del camino que siguen<br />

sus pensamientos, simplemente profieren<br />

juicios universales sobre lo que<br />

está bien y lo que está mal. No se trata<br />

tampoco de comprender, ya que nos<br />

explican eso que supuestamente saben.<br />

Eso estaría del lado de la conciencia, y<br />

estamos hablando de resortes psíquicos<br />

que son inconscientes e incognoscibles<br />

por la conciencia. ¿Como saben ellos<br />

eso? ¿Nosotros no lo sabemos?<br />

Se trata entonces de una perspectiva<br />

sumamente peligrosa, porque se sienten<br />

autorizados a decir prácticamente cualquier<br />

cosa. ¿Quién se atrevería a decirle<br />

al psicólogo que va desnudo? Temiendo<br />

ser el “supuesto tonto” que no alcanza a<br />

apreciar un hermosísimo ropaje que sólo<br />

aprecian los inteligentes y que en realidad<br />

fue realizado por timadores y por el cual<br />

los portadores se encuentran igualmente<br />

engañados. Lo que quiero resaltar es que<br />

se hacen posibles estas ostentaciones, por<br />

la falta de crítica y por la legitimación<br />

casi religiosa que hacen de sí mismos los<br />

psicólogos pertenecientes a las distintas<br />

“doctrinas psi”. Decimos doctrinas, porque<br />

su manera de comportarse es a partir<br />

de juicios prácticamente religiosos que,<br />

Invierno 2005 / 2006 075 E


PALIMPSESTO<br />

como hemos dicho, deben ser aprendidos<br />

sin mayor problematización. Además<br />

existen en la mayoría de las “perspectivas<br />

psi” ritos iniciáticos, generando el sentimiento<br />

de pertenencia. En estas propuestas<br />

se abrogan el conocimiento universal<br />

de lo humano y saben lo que es correcto<br />

para él, lo que es maduro, sano, adecuado,<br />

sensato o razonable, y por supuesto<br />

lo opuesto: lo enfermo, impropio, lo<br />

patológico, lo desadaptado, etc. Se trata<br />

entonces de un supuesto saber sobre un<br />

conjunto de certezas poco cuestionadas,<br />

desconociendo en realidad las raíces de la<br />

subjetividad humana.<br />

La materia prima con la que se edifican<br />

estas propuestas paradigmáticas son<br />

los ideales sociales, los prototipos culturales,<br />

la imaginarización a partir de parámetros<br />

abstractos proyectados sobre los<br />

supuestos objetos de estudio, los valores<br />

morales, estéticos y políticos, las taxonomías<br />

y teleologías sociales, etcétera.<br />

Buscar y encontrar<br />

Según esta manera de mirar y pensar la<br />

condición de lo femenino, la mujer es<br />

una actriz que debe desempeñar adecuadamente<br />

el papel que la sociedad le<br />

exige: en general debe ser pasiva, un<br />

hombre sin pene, una larva que espera<br />

su maduración, es decir su posibilidad<br />

de lograr su ser materno, el cual sería su<br />

meta más alta. Realmente cuando pensamos<br />

en mujeres las pensamos en torno al<br />

asunto de la concepción y el maternaje.<br />

La psicología supone que las maneras<br />

sociales de comportarse y sus papeles se<br />

encuentran psíquicamente determinados,<br />

por lo que existen síndromes que explican<br />

su subordinación, su volubilidad, su<br />

cercanía a los sentimientos por haberse<br />

prohibido el rol dominante y activo que<br />

E 076 Invierno 2005 / 2006<br />

se le permite e insta a que desarrolle el<br />

varón, y se le hace suponer que eso no es<br />

malo, que puede ser desplegada su feminidad<br />

sin que le sea adversa. Como si se le<br />

dijera al esclavo que existen maneras muy<br />

honrosas y autoafirmantes de llevar su esclavitud<br />

decorosamente, donde la emancipación<br />

que busca es por supuesto entendida<br />

como un problema de adaptación.<br />

Además de que los prototipos de lo que<br />

es el género, es decir de lo masculino y lo<br />

femenino, lo que es considerado salud y<br />

enfermedad, son extraídos de la sociedad<br />

occidental del primer mundo.<br />

En este sentido aparecen argumentos<br />

que, por ejemplo, en el proceso del<br />

Edipo, los niños se identifican con la figura<br />

paterna y toman como objeto de<br />

amor a la madre, mientras las niñas se<br />

identifican con la madre y toman como<br />

objeto de amor al padre. Parece un proceso<br />

simple e indiscutible, al no ser que<br />

de entrada ya se encuentran sexuados<br />

hay niños y niñas, por lo que esta manera<br />

simple de entender una teoría profundamente<br />

compleja, en realidad más que<br />

dar cuenta de los resortes de la constitución<br />

sexual, lo ponen como un asunto de<br />

afirmación. La diferencia sexual bajo esa<br />

propuesta —masculino o femenina—<br />

está en el origen del psiquismo, no es el<br />

resultado o el efecto de la operación del<br />

Edipo, sino se encuentra en el mismísimo<br />

origen, en la puerta de entrada al<br />

Edipo. No es tan simple como: los niños<br />

que ya son niños se identifican con el padre<br />

y las niñas con la madre.<br />

Otro botón de muestra del simplismo<br />

se presenta cuando se supone que<br />

los hijos son como plastilina y pueden<br />

ser modelados, son maleables por los<br />

padres. Esto supone que nada de los<br />

propios niños se pone en juego; son bajo


esta perspectiva víctimas de las familias,<br />

productos pasivos de las expectativas,<br />

ideales y acciones de los padres.<br />

La hipótesis desesperada tiene que<br />

ver con la propuesta freudiana del papel<br />

fundamental de la diferenciación y<br />

la identificación en la constitución del<br />

psiquismo. Freud señala que la primera<br />

inscripción, el demiurgo de todos los<br />

rasgos en la constitución del psiquismo,<br />

se trata de un monto de afecto muy alto,<br />

que al no existir defensas ni resistencia,<br />

genera una causa de dolor; este dolor es<br />

el primer registro de mismidad, es este<br />

dolor lo que generará la posibilidad de<br />

futuras inscripciones, es ese dolor lo<br />

que organizará un sistema incipiente<br />

que bascula entre el placer y el displacer.<br />

Sin embargo, ese dolor nos arrancó de<br />

nuestra condición anónima, por lo que<br />

no queda del todo rehusado, rechazado,<br />

abandonado o abolido. El dolor es el<br />

principio, el sentimiento más claro, más<br />

propio, más antiguo, más familiar, por<br />

lo tanto de él guardamos un paradójico<br />

vínculo de cercanía en cuanto a que es<br />

un reducto de mismidad y de odio en<br />

cuanto es crispante y nos lastima.<br />

Después, y como efecto de este cauce<br />

doloroso, aparece el rehusamiento de<br />

un estado de naturaleza, de un bienestar<br />

original, que en realidad sería una diferenciación<br />

propiamente dicha, la constitución<br />

de la diferencia, entre presencia y<br />

ausencia, entre placer y displacer. Es del<br />

orden simbólico, constituido por sistemas<br />

de pares de opuestos. Es un sistema polar<br />

y binario que se emplea para organizar<br />

nuestra subjetividad y que será condición<br />

necesaria para el surgimiento de la operación<br />

del lenguaje, a partir de la cual podemos<br />

entender que Freud proponga que<br />

existe un antes muy arcaico en el que el<br />

PALIMPSESTO<br />

sujeto aún no tiene un “yo”, se encuentra<br />

incluso antes de los procesos de catectización,<br />

es decir de la construcción de una<br />

realidad, de un cuerpo erógeno, de un sí<br />

mismo; éstos son los procesos de identificación,<br />

que orbitarán alrededor de una<br />

diferencia encarnada y caracterizada por<br />

esa dolorosa marca en que se constituye<br />

el ser, en una forma transitiva, ser-siendo,<br />

encontrándose en el placer, en la satisfacción,<br />

en negándose en el displacer.<br />

Estos procesos de identificación ponen<br />

necesariamente en juego otros procesos:<br />

los de diferenciación. ¿En qué consisten<br />

estos procesos? Que por ser familiar y<br />

doloroso es reprimido, transformándose<br />

en un centro de atracción a futuras representaciones<br />

dolorosas o displacenteras,<br />

para construir un lugar que se encuentre<br />

libre de conflictos, por lo que aparecerá<br />

la conciencia, en donde pueda advenir<br />

el yo, moi, ego, y que da lugar a su vez al<br />

proceso de identificación y diferenciación<br />

secundaria ya no con rasgos o fragmentos,<br />

ahora con complejas construcciones,<br />

collages intrincados previamente catectizados,<br />

investidos libidinalmente. Se realiza<br />

una compleja transacción económica de<br />

depósitos, cobro de réditos y quiebras<br />

libidinales, operaciones en las que el yo,<br />

como supuesto socio del ello, comienza a<br />

realizar transferencias para atraer estos recursos<br />

libidinales del ello. Estas operaciones<br />

mucho tienen de fraudulentas, todo<br />

con referencia a la diferencia que ha sido<br />

reprimida. Es evidente que el conjunto de<br />

elementos que se encuentren alrededor<br />

del principio del placer tendrán características<br />

consideradas como identificables a<br />

la satisfacción, al bienestar, mientras que<br />

los elementos que participan en el displacer<br />

serán colocados en el conjunto de los<br />

idealizados como malos, incómodos, insa-<br />

Invierno 2005 / 2006 077 E


PALIMPSESTO<br />

tisfactorios. Sin embargo, aquí comienzan<br />

las particularidades: no todo lo displacentero<br />

para alguien lo es para otro.<br />

Es en este proceso de identificación<br />

y diferenciación en el que las personas<br />

que se encuentran realizando las labores<br />

nutricias, de cuidado, limpieza y cariño<br />

tienen un papel muy importante. En los<br />

procesos de identificación con la sobrevivencia,<br />

el placer y la sexualidad, son muy<br />

importantes, pero Freud nos advierte que<br />

nos identificamos en el primer momento<br />

únicamente a rasgos, no a totalidades.<br />

Éstos son efecto de las construcciones,<br />

edificadas con cada uno de esos rasgos a<br />

manera de ladrillos, es decir con las personas.<br />

El resultado del proceso de identificación<br />

es un collage, un calidoscopio de<br />

retazos, trozos, fragmentos que se realizan<br />

en una etapa muy temprana. Por lo tanto<br />

la identificación construye siempre fenómenos<br />

inéditos, inclasificables, singulares,<br />

característicos de cada una de las personas,<br />

conteniendo elementos y posiciones<br />

E 078 Invierno 2005 / 2006<br />

de la subjetividad que posteriormente<br />

podrán ser entendidos como masculinos<br />

y/o femeninos, sádicos y/o masoquistas,<br />

apolíneos y/o dionisiacos, crueles y/o<br />

comprensivos, activos y/o pasivos.<br />

Lo mismo sucede con “el otro”, con<br />

el partenaire que es construido también<br />

a partir de trozos, fragmentos de identificaciones<br />

y diferenciaciones, como<br />

un rompecabezas. Esta dinámica de<br />

identificación y diferenciación no existe<br />

como proceso terminado, ni como conjunto<br />

finito es más, de hecho se trata de<br />

constelaciones cambiantes sobre bases<br />

estructurales determinadas, donde no<br />

es posible todo, hay límites, reglas en<br />

donde además no podremos caber íntegramente<br />

bajo los parámetros sociales<br />

o culturales que definirán nuestro sexo.<br />

Identificamos el de nuestro partenaire<br />

con base en el mismo proceso que se va<br />

modificando constantemente, en la medida<br />

en que entran más elementos a ser<br />

jugados en la constelación que es la iden-<br />

EL MIEDO HA PASADO A SER UNA CONSTANTE EN LA VIDA<br />

DE LAS MUJERES: SE LES HA ENSEÑADO A TEMER,<br />

VIVEN BAJO UN TEMOR DE SIGLOS QUE EJERCE<br />

UNA CONDENA CLARA SOBRE LAS POSIBILIDADES<br />

DE MANIFESTACIÓN DE SU SEXUALIDAD,<br />

SOBRE SUS IDEAS, POR LO QUE SE TRATA<br />

DE UNA TRADICIÓN SOCIAL QUE LEGITIMA<br />

UN TIPO DE VIOLENCIA SEXISTA<br />

QUE DEJA POCAS POSIBILIDADES<br />

DE EXPRESIÓN A LAS MUJERES.


tidad sexual. Las identificaciones, como<br />

decíamos, no tienen que ver con el ser,<br />

sino con el siendo, con hacer aquello<br />

en donde nos sentimos mejor o menos<br />

incómodos. Ahí encontramos índices y<br />

rastros de las identificaciones que encontramos<br />

en nuestra vida, como si esos<br />

rastros tuvieran que ver con nosotros.<br />

Picasso decía: “yo no busco, ¡encuentro!”<br />

Es exactamente de lo que estamos<br />

hablando, en la constitución de la sexualidad.<br />

Sin embargo, como dije, no todo<br />

es posible, existen límites que nos impiden<br />

y nos limitan. Sólo frente a la prohibición<br />

existe la posibilidad de delimitar<br />

un deseo. Pero podríamos decir que la<br />

manera de habitar el mundo es sexuada,<br />

las relaciones entre esos fragmentos es<br />

sexuada; es decir, la constelación, como<br />

lazo entre los fragmentos, es sexuada.<br />

Lacan veía la sexuación (palabra que<br />

él inventa) como una posición sexuada<br />

frente a las relaciones que se establecen<br />

con el mundo. Esta posición no es efecto<br />

de un proceso de maduración psicosexual<br />

en la que el sujeto es víctima de circunstancias<br />

externas —podía rechazar y/o<br />

rehusar— que generan profundas consecuencias,<br />

como el caso del hombre de<br />

los lobos que rehusara su posición homosexual,<br />

en el plano de la realización genital<br />

y se repliega a una manera de sexualidad<br />

repleta de goce, de insatisfacción, en<br />

la que el placer no es un elemento que rija<br />

esta sexualidad. Por todo ello, los continentes<br />

hombre y mujer, heterosexual y<br />

homosexual, son pobres para dar cuenta<br />

de la diversidad de posiciones sexuales.<br />

No obstante, es necesario recordar que<br />

cada posición implica, no sólo una elec-<br />

PALIMPSESTO<br />

ción sino también la no elección de otras<br />

opciones, una responsabilidad como acto<br />

de verdad frente al deseo.<br />

La sexuación tiene que ver con la<br />

forma y contenido, lo que contiene y lo<br />

que es contenido. Lacan propone que la<br />

imposibilidad de salirse del sentido, de ir<br />

más allá del campo de las significaciones<br />

y del lenguaje es una posición “hombre”,<br />

mientras quien se deja habitar por un instante<br />

en ese lugar que no tiene referencias,<br />

en un lugar que circula alrededor de<br />

la falta, es la posición “mujer”. Según esto<br />

las personas con pene y con vagina, no<br />

pueden estar completamente en el lado<br />

mujer. Eso es como en la producción artística<br />

y en la satisfacción, aparece siempre<br />

irrumpiendo y es efímero. Sin embargo,<br />

existen estructuras que cancelan<br />

estos breves momentos, manteniéndose<br />

en la rigidez de las formas y el lenguaje.<br />

Para confirmarlo es suficiente un<br />

ejemplo, que me comentó un colega<br />

cuando le hablaba del tema de este artículo.<br />

Se trata de una persona transexual<br />

que después de algún tiempo y removidos<br />

los órganos sexuales masculinos, comenzó<br />

una relación con una mujer lesbiana. Al<br />

parecer lograron mantener una relación<br />

de pareja sumamente satisfactoria para<br />

ambos. No podemos, entonces, proponer<br />

que el sexo o género de una persona tiene<br />

que ver con el sexo de su partenaire. Con<br />

lo que más que responder a las preguntas<br />

que se plantearon desde el principio y de<br />

subrayar los obstáculos epistemológicos,<br />

quiero simplemente mostrar que el tema<br />

de la sexualidad femenina, es un asunto<br />

que se encuentra aún muy lejos de permitirnos<br />

tener ideas concluyentes.<br />

Invierno 2005 / 2006 079 E


0080<br />

Freud y lo femenino<br />

Alfonso Herrera<br />

Que lo femenino haya estado presente<br />

desde los primeros tiempos del psicoanálisis,<br />

hace significativa la confidencia<br />

que Freud hiciera a Marie Bonaparte:<br />

“La gran pregunta que nunca ha obtenido<br />

respuesta y que hasta ahora no he sido<br />

capaz de contestar, a pesar de mis treinta<br />

años de investigación del alma femenina<br />

es ésta: ¿qué es lo que desea la mujer?” 1<br />

La traducción al castellano de la monumental<br />

obra de Jones sobre la vida de<br />

Freud plantea un problema de entrada:<br />

“¿Was will das Weib?”, si bien no autoriza<br />

a implicar el deseo de una mujer,<br />

pues Freud no habla de Wunsch (deseo)<br />

y es sabido que en psicoanálisis desear<br />

y querer no designan el mismo campo<br />

semántico. Así, “¿qué es lo que la mujer<br />

quiere?” es la pregunta.<br />

Si se toma al pie de la letra la confesión<br />

hecha a Marie Bonaparte, Freud<br />

asumía que —como el caballero de uno<br />

de sus chistes predilectos— su investigación<br />

sobre lo femenino había “sido<br />

escrita enteramente siguiendo el dictado<br />

de lo inconsciente según el famoso principio<br />

de Itzig el Caballero del Domingo.<br />

—‘Itzig, ¿hacia dónde cabalgas?’. —<br />

‘¿Qué sé yo?, pregúntale al corcel’”. 2<br />

En efecto, “ese caballo de Troya que<br />

la mujer trae para instalar en el centro<br />

del edificio tan bien construido del psicoanálisis,<br />

al punto que se convierte en<br />

una máquina de guerra, sólo puede com-<br />

PALIMPSESTO<br />

prenderse si se resuelve lo que el propio<br />

Freud interpela. Lo que ella pone en peligro<br />

es la identidad del saber analítico<br />

consigo mismo, es decir, su pretensión<br />

de verdad”. 3<br />

Hacia 1905, Freud lamentaba que<br />

la vida amorosa del varón fuera “la única<br />

que se ha hecho asequible a la investigación,<br />

mientras que la de la mujer permanece<br />

envuelta en una oscuridad todavía<br />

impenetrable”. 4<br />

Tres años más tarde, sostendría que<br />

“debido a circunstancias externas e internas<br />

poco propicias, las comunicaciones<br />

que siguen se refieren predominantemente<br />

al desarrollo sexual de uno de<br />

los sexos, a saber, el masculino”. 5<br />

Así, la vía de acceso a lo hasta entonces<br />

inexplorado (la histeria conversiva<br />

de sus primeras comunicaciones<br />

clínicas de 1895), luego de tres décadas<br />

desembocó a un oscuro descampado. No<br />

en balde una de las más célebres metáforas<br />

freudianas sobre lo femenino remite<br />

a una demarcación gnoseológica: “la vida<br />

sexual de la mujer adulta sigue siendo un<br />

dark continent para la psicología”. 6<br />

Es ésta la esencia de la problemática<br />

femenina para el psicoanálisis: se trata de<br />

una jurisdicción donde el saber psicoanalítico<br />

no ha sentado a cabalidad sus reales.<br />

A un público perplejo que hacia 1933<br />

lo escucha disertar sobre la feminidad,<br />

Freud le espeta: “Si ustedes quieren saber


Claudius y el Rey Hamlet.<br />

Invierno 2005 / 2006 081 E


PALIMPSESTO<br />

más acerca de la feminidad, inquieran a<br />

sus propias experiencias de vida, o diríjanse<br />

a los poetas; o aguarden hasta que la<br />

ciencia pueda darles una información más<br />

profunda y mejor entramada.” 7<br />

Así, en la última recta de su vida,<br />

Freud reconocía que lo colegido por el<br />

psicoanálisis sobre la condición femenina<br />

era, simplemente, fragmentario e<br />

incompleto.<br />

La histeria freudiana<br />

Freud hizo una lectura sintomática de lo<br />

femenino aunque sólo fuera por haber<br />

recogido ahí la verdad de una disfunción<br />

corporizada, encarnada: la de la histeria<br />

conversiva.<br />

Estudios sobre la histeria (1895) es un<br />

sintagma que merece una reflexión detenida.<br />

Freud nombra la entidad clínica,<br />

no a las mujeres ahí implicadas; esto es,<br />

subsume la condición subjetiva a un espectro<br />

sintomático determinado. Pero,<br />

¿no es el conjunto de mujeres escuchadas<br />

lo que determina el marco nosológico?<br />

Pues de histeria se puede hablar<br />

sólo en la medida en que una serie de<br />

fenómenos mórbidos concurren en un<br />

campo cuyas coordenadas piden ser teorizadas.<br />

En este caso, parece como si Freud<br />

privilegiara el registro estructural como<br />

causa de lo que sus casos ilustran a manera<br />

de viñetas clínicas probatorias, cuando<br />

lo que está en juego es exactamente<br />

lo inverso: es la histeria como estructura<br />

el efecto de todas y cada una de las historias<br />

clínicas evocadas.<br />

Algo similar ocurre entre la designación<br />

nosológica del cuadro mórbido<br />

(histeria) y la descripción de sus causas:<br />

para Freud, un sujeto histérico padece<br />

de reminiscencias. Claramente, homo-<br />

E 082 Invierno 2005 / 2006<br />

loga la causa (el recuerdo por el que el<br />

padecimiento aflora), con la condición<br />

histérica misma. Dicho de otro modo,<br />

la entidad nosológica (histeria) deviene<br />

nosografía (al describir el padecimiento)<br />

pero… por vía etiológica (la reminiscencia<br />

como fuente).<br />

La cura, por tanto, debe dirigirse<br />

a proveer las vías eferentes adecuadas<br />

para que la nocividad de la reminiscencia<br />

cese.<br />

Examinando el relato de Emma von<br />

N., es claro que para Freud la reminiscencia<br />

determina el complejo sintomático<br />

que obliga a una maniobra terapéutica específica<br />

(la abreacción), repetida cuantas<br />

veces fuera necesario:<br />

… sólo se podía aportarle alivio<br />

dándole la oportunidad de apalabrar<br />

en la hipnosis la reminiscencia que<br />

la estaba martirizando, con todo el<br />

gasto de talante que le correspondía y<br />

sus exteriorizaciones corporales […]<br />

Tras esa purificación en la hipnosis, se<br />

sentía enteramente bien, y presente,<br />

durante algunas horas. Breve tiempo<br />

después irrumpía, según su orden en<br />

la serie, la próxima reminiscencia. 8<br />

Una vez tramitada la reminiscencia es<br />

posible un desmantelamiento general<br />

del cuadro sintomático. Cuantas más<br />

reminiscencias estén estranguladas, más<br />

virulenta es la manifestación mórbida:<br />

Uno aprende entonces a distinguir sin<br />

dificultad entre el reposo anímico por<br />

falta efectiva de toda reminiscencia, y<br />

la tensión y los signos de afecto bajo los<br />

cuales el enfermo busca desmentir, al<br />

servicio de la defensa, la reminiscencia<br />

que aflora. 9


Es evidente que para Freud hay un estricto<br />

nexo causal entre el evento ocasionador<br />

y el fenómeno psicopatológico<br />

de ahí derivado. Su detallada argumentación<br />

en la comunicación que antecede<br />

a sus Estudios sobre la histeria (1895) lo<br />

remarca:<br />

hace una serie de años investigamos,<br />

en las más diversas formas y síntomas<br />

de la histeria, su ocasionamiento: el<br />

proceso en virtud del cual el fenómeno<br />

en cuestión se produjo la primera vez<br />

[...] el nexo causal del trauma psíquico<br />

ocasionador con el fenómeno histérico<br />

no es tal que el trauma, como agent<br />

provocateur, desencadenaría al síntoma,<br />

el cual subsistiría luego, ya devenido<br />

autónomo. Antes bien, debemos<br />

aseverar que el trauma psíquico, o<br />

bien el recuerdo de él, obra al modo<br />

de un cuerpo extraño que aún mucho<br />

tiempo después de su intrusión tiene<br />

que ser considerado como de eficacia<br />

presente [...] Descubrimos, en efecto,<br />

al comienzo para nuestra máxima<br />

sorpresa, que los síntomas histéricos<br />

singulares desaparecían enseguida y sin<br />

retornar cuando se conseguía despertar<br />

con plena luminosidad el recuerdo del<br />

proceso ocasionador, convocando al<br />

mismo tiempo el efecto acompañante<br />

[...] Por inversión del apotegma cessante<br />

causa cessat effectus, tenemos derecho a<br />

concluir de estas observaciones que el<br />

proceso ocasionador produce efectos<br />

de algún modo durante años todavía,<br />

no indirectamente por mediación<br />

de una cadena de eslabones causales<br />

intermedios, sino de manera inmediata<br />

como causa desencadenante, al modo<br />

en que un dolor psíquico recordado<br />

en la conciencia despierta suscita en<br />

PALIMPSESTO<br />

un momento posterior la secreción<br />

lacrimal: el histérico padece por la<br />

mayor parte de reminiscencias. 10<br />

Tan estrecho es el vínculo entre el agente<br />

etiológico activo (la reminiscencia) y<br />

el método terapéutico eficaz (la abreacción),<br />

que Freud se refiere a ambos de<br />

manera indistinta englobándolos bajo el<br />

rubro teoría de la histeria, según se lee<br />

en una carta a Fliess: “Me alegra poder<br />

comunicarte que nuestra teoría de la histeria<br />

(reminiscencia, abreacción, etc.) se<br />

podrá leer el 1° de enero de 1893…” 11<br />

Este largo recuento es para mostrar<br />

cierta inflexibilidad de Freud con sus<br />

pacientes histéricas cuando los síntomas<br />

no cedían a pesar de haber pesquisado<br />

el incidente ocasionador. En efecto, si<br />

la causa de un cúmulo sintomático es la<br />

reminiscencia, una vez que ésta ha sido<br />

abreaccionada deben ceder las manifestaciones<br />

patológicas. Esto es, si la razón<br />

de lo mórbido es un recuerdo y si éste<br />

fue ya tramitado, sería irracional que el<br />

síntoma permaneciera.<br />

Que ignorar la verdad de lo inconsciente<br />

cause enfermedad, valga. Pero<br />

que una vez elucidada dicha verdad, persista<br />

la patología pone en entredicho el<br />

método terapéutico empleado. Antes de<br />

modificar sus presupuestos, Freud optó<br />

por adoptar el lugar de un amo. Júzguese<br />

el siguiente incidente acaecido en el curso<br />

del análisis de Emma von N., relatado<br />

por Freud mismo:<br />

La visité un día mientras almorzaba, y<br />

la sorprendí arrojando algo envuelto en<br />

papel al jardín, donde lo recogían los<br />

hijos del portero. Ante mi pregunta,<br />

confesó que era su pastel (seco), que<br />

cotidianamente solía seguir el mismo<br />

Invierno 2005 / 2006 083 E


PALIMPSESTO<br />

camino. Esto me movió a considerar<br />

los restos de los otros platos, y hallé<br />

que de ellos sobraba más de lo que<br />

podía haber comido. Interpelada por<br />

su poco comer, respondió que no<br />

estaba acostumbrada a tomar más,<br />

y aun le haría daño; sostuvo tener la<br />

misma naturaleza que su difunto padre,<br />

quien igualmente había sido de poco<br />

comer. Cuando le indagué qué bebía,<br />

respondió que sólo toleraba líquidos<br />

densos, como leche, café, chocolate,<br />

etc.; siempre que bebía agua surgente<br />

o mineral se le estropeaba el estómago.<br />

Todo eso llevaba el inequívoco sello<br />

de una elección nerviosa. Le tomé un<br />

análisis de orina y se la halló en exceso<br />

concentrada y sobrecargada de uratos.<br />

Por eso juzgué adecuado indicarle<br />

que bebiera más, y también me<br />

propuse hacerle aumentar la ingesta<br />

de alimento. Si bien no presentaba<br />

una delgadez llamativa, me pareció<br />

que alguna sobrealimentación era<br />

deseable. Cuando en mi siguiente<br />

visita le prescribí un agua alcalina y<br />

le prohibí que hiciera correr al postre<br />

su suerte habitual, su agitación no<br />

fue poca: “Lo haré porque usted me<br />

lo demanda, pero le anticipo que<br />

será para mal, porque mi naturaleza<br />

lo rechaza, y mi padre era igual.” Al<br />

preguntarle en la hipnosis por qué<br />

no podía comer más ni beber agua,<br />

le acudió esta respuesta bastante<br />

hosca: “No sé.” Al día siguiente,<br />

la enfermera me confirmó que la<br />

señora Emmy se había sobrepuesto<br />

a su porción íntegra y había bebido<br />

una copa de agua alcalina. Pero me<br />

refirió haberla hallado luego yacente,<br />

presa de profunda desazón y de muy<br />

mal humor. Se quejaba de unos muy<br />

E 084 Invierno 2005 / 2006<br />

violentos dolores de estómago: “Yo se<br />

lo había dicho. Ahora se han perdido<br />

todos los logros que tanto tiempo y<br />

tantas penas nos llevó conseguir. Me he<br />

arruinado el estómago como siempre<br />

que me alimento en demasía o bebo<br />

agua, y me veré obligada a guardar<br />

una dieta total durante cinco a ocho<br />

días antes que tolere algo.” Le aseguré<br />

que no sería necesaria esa abstinencia,<br />

pues era de todo punto imposible<br />

que el agua le arruinara a uno el<br />

estómago de esa manera; sus dolores<br />

sólo se debían a la angustia con que<br />

había comido y bebido. Era evidente<br />

que no le había causado impresión<br />

alguna con este esclarecimiento, pues<br />

cuando poco después quise dormirla<br />

la hipnosis fracasó por primera vez; y<br />

por la furiosa mirada que me arrojó<br />

supe que estaba en plena rebeldía<br />

y que la situación era muy seria.<br />

Renuncié a la hipnosis, y le dije que<br />

le daba veinticuatro horas para que<br />

reflexionara hasta admitir el punto de<br />

vista de que sus dolores de estómago<br />

sólo se debían a su miedo; pasado<br />

ese plazo yo vendría a preguntarle<br />

si todavía opinaba que uno podía<br />

arruinarse el estómago ocho días<br />

enteros a causa de una copa de agua<br />

mineral y de una frugal comida; en<br />

caso de afirmarlo ella, le rogaría que<br />

partiese. Esta pequeña escena estaba<br />

en agudísimo contraste con nuestras<br />

relaciones de ordinario muy amistosas.<br />

Veinticuatro horas después la encontré<br />

humilde y dócil. Al preguntarle su<br />

opinión sobre el origen de sus dolores<br />

de estómago, respondió, incapaz de<br />

disimular: “Creo que se deben a mi<br />

angustia, pero sólo porque usted lo<br />

dice.” 12


Mucho se ha avanzado en este rubro atinente<br />

a la técnica psicoanalítica. Baste<br />

recordar la sentencia de Lacan que reza:<br />

“no hay en análisis otra resistencia que la<br />

del analista”. 13 Pero seis décadas antes de<br />

este aserto, el fundador del psicoanálisis<br />

entendía de otra manera el ser analista:<br />

sorprende a Emmy tirando un pastel seco<br />

y ella no puede sino confesar su falta. Le<br />

indica beber y comer más a pesar de las<br />

razones que ella aduce y que para Freud<br />

sólo significan el inequívoco sello de una<br />

elección nerviosa. Le prohíbe desechar<br />

el pastel y prescribe como causa de los<br />

dolores gástricos que la paciente acusa la<br />

angustia que acompañó a la ingesta. Pero<br />

cuando ella se niega a ser hipnotizada,<br />

Freud truena y la condiciona (dándole<br />

veinticuatro horas para decidirse): o resigna<br />

sus síntomas o renuncia al analista.<br />

Emmy cede. Acepta beber y comer, se<br />

somete a la hipnosis, se torna humilde<br />

y dócil; lo que no obsta para externar<br />

sus razones: Lo haré porque usted me lo<br />

demanda… [acepto] sólo porque usted<br />

lo dice.<br />

Es evidente que Freud se encuentra<br />

en los primeros tanteos de una técnica<br />

que estaba por ser construida. Influir a<br />

los pacientes es sugestión, no psicoanálisis,<br />

pues —hoy se sabe a cabalidad—,<br />

“el psicoanalista sin duda dirige la cura.<br />

El primer principio de esta cura, el que le<br />

deletrean en primer lugar, y que vuelve a<br />

encontrar en todas partes en su formación<br />

hasta el punto de que se impregna en<br />

él, es que no debe dirigir al paciente”. 14<br />

Emma es complaciente con Freud<br />

y acepta una verdad impuesta: la que el<br />

psicoanálisis de la época exigía como evidencia<br />

probatoria de un incipiente método<br />

terapéutico. La razón de mis dolores<br />

no es la que usted me impone, pero si el<br />

PALIMPSESTO<br />

precio de mi indocilidad es perderlo, sea<br />

entonces lo que usted diga.<br />

Emmy trasmuda la dócil sumisión en<br />

ironía. Dos meses después del incidente<br />

le escribe a Freud: “Como muy bien y<br />

he aumentado mucho de peso. Llevo bebidas<br />

cuarenta botellas de agua mineral.<br />

¿Cree usted que debo continuar así?” 15<br />

Con notable agudeza, Assoun interpreta<br />

el subtexto de este mensaje<br />

así: “¿Qué dosis de saber deberé tragar?<br />

¿Hasta dónde deberé obedecer para que<br />

finalmente sepas... lo que yo quiero?”<br />

Pues: “No soy yo quien aprueba, aunque<br />

diga que sí; no hago más que repercutir<br />

el discurso que emitiste en mi lugar”. 16<br />

Será gracias a Emmy que Freud arribará<br />

a dos claves de la técnica psicoanalítica<br />

aún vigentes. En el transcurso de<br />

una sesión de hipnosis, narra Freud lo<br />

siguiente:<br />

Por algún camino doy en preguntarle<br />

por qué ha tenido dolores de<br />

estómago, y de dónde provienen<br />

[...] Su respuesta, bastante renuente,<br />

fue que no lo sabe. Le doy plazo<br />

hasta mañana para recordarlo. Y hete<br />

aquí que me dice, con expresión de<br />

descontento, que no debo estarle<br />

preguntando siempre de dónde viene<br />

esto y estotro, sino dejarla contar lo<br />

que tiene para decirme. 17<br />

Lo que hoy día se conoce como la regla<br />

fundamental —esto es, que el paciente<br />

diga en asociación libre todo lo que le<br />

pase por la cabeza— y el silencio del<br />

analista (dos prescripciones técnicas fundamentales<br />

en la dirección de una cura),<br />

tienen su punto de partida en esta oposición<br />

de Emmy a una (nueva) imposición<br />

de Freud.<br />

Invierno 2005 / 2006 085 E


PALIMPSESTO<br />

Hoy día es tan importante lo que<br />

un analista dice como aquello que calla.<br />

Decir importa menos que dejar decir y<br />

Emmy supo hacérselo entender al primer<br />

analista.<br />

Así, la incertidumbre expresada<br />

a Marie Bonaparte (“¿qué es lo que la<br />

mujer quiere?”) inquiere también por la<br />

pertinencia del saber analítico frente al<br />

misterio ahí formulado. Cabe, pues, la<br />

pregunta concomitante: ¿se trata de saber<br />

lo que una mujer quiere o de lo que<br />

el psicoanálisis quiere de una mujer (entendida<br />

como el enigmático reservorio<br />

de un saber que no debería ser distónico<br />

al saber analítico.<br />

La mujer en Freud<br />

(las cartas a Fliess)<br />

La edición parcial que Ernst Kriss diera<br />

a conocer en 1950 del intercambio<br />

epistolar que Freud y Fliess sostuvieran<br />

a lo largo de 17 años (1887-1904), llevó<br />

a Jeffrey Moussaieff Masson a proponer<br />

en 1978 una edición completa de ese<br />

epistolario a Anna Freud.<br />

Masson adujo que en las cartas elididas<br />

seguramente había elementos fundamentales<br />

para documentar la historia<br />

del psicoanálisis. La intervención de<br />

K.R. Eissler, amigo y consejero de Anna,<br />

terminaría por persuadirla de la importancia<br />

de una empresa tal.<br />

Wilhelm Fliess sería el tercero de<br />

los corresponsales caros al Freud de finales<br />

del siglo antepasado: los otros dos<br />

habían sido Eduard Silberstein, su gran<br />

amigo de juventud, y Martha Bernays,<br />

su entonces prometida y —a la postre—<br />

esposa.<br />

La correspondencia con Fliess abarca<br />

un periodo esencial en la reflexión freudiana<br />

en el que son forjados conceptos<br />

E 086 Invierno 2005 / 2006<br />

nodales (psicoanálisis, meta-psicología)<br />

y son escritas las tres obras fundamentales<br />

del pensamiento psicoanalítico: La<br />

interpretación de los sueños (1900[1899]),<br />

Psicopatología de la vida cotidiana (1901)<br />

y El chiste y su relación con el inconsciente<br />

(1905). 18<br />

Aún más, en el flujo epistolar con<br />

Fliess, Freud delínea la génesis de cada<br />

una de estas tres obras. Hacia 1887 (año<br />

de inicio de esta correspondencia), Fliess<br />

(con 29 años a la sazón) era un reconocido<br />

otorrinolaringólogo berlinés y Freud<br />

(de 31) era Privatdozent de neuropatología<br />

en Viena.<br />

Aunque Fliess tenía un marcado interés<br />

por la biología (campo en el que<br />

propuso tesis audaces que hoy son consideradas<br />

insostenibles), no se limitaba<br />

a ella. Prueba inequívoca de lo anterior<br />

fue la particular atención que dedicó<br />

a las conjeturas metapsicológicas de<br />

Freud, quien devino el más íntimo entre<br />

sus amigos y privilegiado confidente de<br />

asuntos públicos y privados.<br />

Tan delicados asuntos fueron tratados<br />

en esta correspondencia que en un<br />

primer intercambio epistolar entre Freud<br />

y —la ya para entonces viuda de Fliess—<br />

Ida Bondy, aquél expresa su deseo de que<br />

las cartas no se hagan públicas.<br />

Un tema sensible en el flujo de este<br />

intercambio epistolar es la marcada inclinación<br />

hacia Fliess comandada —como<br />

Freud reconocería más tarde— por mociones<br />

homosexuales. En concordancia<br />

con la tesis sobre la condición bisexual de<br />

todo sujeto, la mujer que en Freud habitaba<br />

emerge con una fuerza asombrosa,<br />

como se intentará ilustrar más adelante.<br />

Varias son las mujeres implicadas<br />

en esta historia: Ida Bondy (mujer<br />

de Fliess), Martha Bernays (esposa de


Freud), Anna Freud y Marie Bonaparte.<br />

La mujer en Freud jugó asimismo su<br />

parte, en abierta complicidad con la que<br />

en Fliess también anidaba.<br />

He aquí un apretado relato de la trama<br />

que estas seis mujeres urdieron:<br />

En diciembre de 1928 (dos meses<br />

después de la muerte de Wilhelm), Ida<br />

Fliess escribió a Freud:<br />

No sé ciertamente si usted me ha de<br />

considerar con derecho a ello, pero<br />

sin embargo [tengo] un pedido que<br />

[yo] ensayaré someterle. Quizá se<br />

encuentre usted en posesión de cartas<br />

que Wilhelm le dirigió antes de la época<br />

de la desavenencia. Probablemente<br />

no han sido destruidas, aunque las<br />

desfavoreciera la pérdida de la íntima<br />

relación con usted, y, si es así: ¿tendría<br />

usted, estimado profesor, la confianza<br />

y la bondad de depositar esas cartas en<br />

mis manos, como en las de aquel, entre<br />

todos los seres humanos, que tiene el<br />

más íntimo interés en ellas? Doy fe que<br />

no persigo con ello ningún otro fin, o,<br />

si hubiera de ser así, las recibiría sólo<br />

en préstamo y por un plazo limitado.<br />

Este deseo me ha franqueado el camino<br />

hasta usted, por largo tiempo cerrado;<br />

me pregunto si [yo] podré recorrerlo de<br />

nuevo para agradecerle cordialmente.<br />

Su devotísima Ida Fliess.<br />

Freud respondió el 7 de diciembre del<br />

mismo año:<br />

Estimada señora: Me apresuro a<br />

responder su carta, aunque hoy<br />

todavía no pueda comunicarle nada<br />

conducente al cumplimiento de su<br />

deseo. Mi recuerdo me dice que<br />

he destruido gran parte de nuestra<br />

PALIMPSESTO<br />

correspondencia en algún momento<br />

posterior a 1904. 19 Pero queda abierta<br />

la posibilidad de que un número<br />

escogido de cartas se haya conservado<br />

y de que una cuidadosa búsqueda en<br />

los lugares donde habito desde hace<br />

37 años las pueda descubrir. Le pido,<br />

pues, que me dé plazo hasta Navidad.<br />

Lo que encuentre, lo he de poner a<br />

disposición de usted sin condición<br />

alguna. Si no encuentro nada, deberá<br />

usted suponer que nada se salvó de<br />

la destrucción. Ciertamente, me<br />

gustaría enterarme también yo de<br />

que mis cartas a su esposo, mi amigo<br />

íntimo durante muchos años, han<br />

tenido un destino que las preserve de<br />

cualquier empleo futuro. Me atengo a<br />

la tácita colaboración impuesta por las<br />

circunstancias. Su devoto Freud.<br />

Freud dice que de encontrar cartas de<br />

Fliess a él dirigidas las devolverá “sin condición<br />

alguna” a la viuda de éste, sin embargo,<br />

atento a la denegación de Ida Fliess<br />

(“no persigo con ello ningún otro fin”,<br />

aclara sin necesidad alguna), la misiva de<br />

respuesta exige un gesto de reciprocidad:<br />

que el “destino” de las cartas que él dirigiera<br />

a Fliess fuera que Ida las preservara<br />

“de cualquier empleo futuro”.<br />

El 30 de diciembre, Freud escribe:<br />

Estimada señora: Hasta hoy no he<br />

encontrado nada y me inclino a suponer<br />

que toda la correspondencia ha sido<br />

destruida. Pero como tampoco he<br />

encontrado otras cosas que ciertamente<br />

quería conservar, como las cartas<br />

de Charcot, no considero el asunto<br />

concluido. Naturalmente, para el caso<br />

en que algo encuentre, mi promesa<br />

Invierno 2005 / 2006 087 E


PALIMPSESTO<br />

sigue en pie. Su devotísimo Freud. 20<br />

“Me deja usted una luz tenue, y sería posible<br />

que un buen día apareciera alguna<br />

que otra carta que la casualidad hubiera<br />

preservado”, responde Ida Fliess a Freud<br />

el 3 de enero de 1929.<br />

La preocupación de Freud sobre el<br />

incierto destino de sus cartas a Fliess<br />

no era gratuito. Era de suponerse que<br />

Ida Fliess las conservaba y, dado el muy<br />

activo papel que ella había jugado en la<br />

ruptura entre los dos amigos, era ingenuo<br />

apostar a que al final primaría la<br />

discreción.<br />

En efecto, indiferente a la propuesta<br />

de Freud para una “tácita colaboración<br />

[entiéndase el discreto manejo de<br />

las cartas que aún existieran] impuesta<br />

por las circunstancias” (de la muerte de<br />

Wilhelm), y contra la petición expresa<br />

de asegurar para esos documentos “un<br />

destino que las preserve de cualquier<br />

empleo futuro”, años después Ida Fliess<br />

vendería al mejor postor las cartas de<br />

Freud que en vida recibiera su marido.<br />

De todo esto sabemos por la princesa<br />

Marie Bonaparte, quien el 30 de diciembre<br />

de 1936 le informa a Freud:<br />

Hoy se me presentó un señor Stahl<br />

de Berlín. Ha obtenido de la viuda de<br />

Fliess las cartas y manuscritos de usted<br />

que se conservaban entre los papeles de<br />

Fliess. La primera intención de la viuda<br />

era donar todo a la Biblioteca Nacional<br />

Prusiana, pero desde que las obras de<br />

usted fueron quemadas en Alemania,<br />

renunció a ello y vendió los manuscritos<br />

a este señor Stahl, que causa una muy<br />

buena impresión personal y que es<br />

escritor y comerciante de objetos de<br />

arte. Dice que ha recibido ofertas en<br />

América por esta colección de escritos<br />

E 088 Invierno 2005 / 2006<br />

de usted, pero antes de resignarse a<br />

ver partir hacia América estos valiosos<br />

documentos, se ha dirigido a mí, y he<br />

resuelto comprarle todo. Con tal de<br />

que esto quede en Europa y en mis<br />

manos, me ha concedido un precio<br />

inferior, 12 000 francos en total por<br />

250 cartas de usted (varias de Breuer)<br />

y esbozos teóricos muy intensos de<br />

su pluma, que al parecer forman la<br />

mayoría. Me alegro de haber podido<br />

hacer esto, porque me pesaría que<br />

todo ello anduviera dando vueltas por<br />

el ancho mundo. Que es de la pluma<br />

de usted, ¡ninguna duda! ¡Conozco su<br />

letra!.<br />

El 3 de enero de 1937, Freud le responde:<br />

Querida Marie: [...] la cuestión de<br />

la correspondencia con Fliess me ha<br />

sacudido. Después de su muerte, la<br />

viuda me pidió que le devolviera las<br />

cartas que él me había dirigido. Se lo<br />

concedí sin condición alguna, pero no<br />

las pude encontrar. Si las he destruido<br />

o si simplemente las he escondido<br />

habilidosamente, todavía hoy no lo<br />

sé. Nuestra correspondencia era la<br />

más íntima que usted pueda imaginar.<br />

Habría sido penoso en extremo que<br />

cayera en manos ajenas [...] Por eso<br />

es un servicio extraordinario que<br />

usted las haya adquirido y haya alejado<br />

todo peligro. Sólo me apena el gasto<br />

en que ha incurrido. ¿Puedo rogarle<br />

participar con la mitad del monto?<br />

Me habría visto obligado a comprar<br />

yo mismo las cartas si este hombre<br />

se hubiera dirigido directamente a<br />

mí. No me gustaría que nada de esto<br />

llegara a conocimiento de la llamada<br />

posteridad [...] Otra vez un sincero


agradecimiento de su Freud.<br />

Como ya se mencionó, Freud concedió<br />

“sin condición alguna” a Ida la devolución<br />

de las cartas que Fliess le había dirigido<br />

(en caso de encontrarlas), confiando que<br />

en reciprocidad ella no haría públicas<br />

las que él mismo había escrito al finado<br />

amigo. Como es obvio, tal confianza no<br />

fue honrada cuando Ida Fliess decidió<br />

lucrar con esos documentos. Con Marie<br />

Bonaparte Freud vuelve a ser claro en<br />

expresar el temor de que las cartas se<br />

hagan públicas. “Nuestra correspondencia<br />

era la más íntima que usted pueda<br />

imaginar [...] No me gustaría que nada<br />

de esto llegara a conocimiento de la llamada<br />

posteridad.”<br />

De nuevo el fantasma aludido en<br />

una carta a Martha Bernays ¡más de medio<br />

siglo atrás!: “He destruido todos mis<br />

escritos correspondientes a los últimos<br />

catorce años, así como cartas, resúmenes<br />

científicos y manuscritos de mis trabajos.<br />

[...] No podría madurar ni morir<br />

sin preocuparme ante la idea de quién se<br />

me meterá en los viejos papeles. [...] En<br />

cuanto a los biógrafos, que se las compongan<br />

como puedan. No hay por qué<br />

facilitárselos tanto [...] ya me divierto<br />

imaginando cómo se van a equivocar. 21<br />

Marie Bonaparte replicaría el 7 de<br />

enero de 1937:<br />

El señor Stahl ha venido recientemente<br />

y me ha entregado la primera parte de<br />

los papeles-Fliess: ensayos científicos<br />

que se encontraban dispersos entre<br />

las cartas de usted, y que él agrupó<br />

por separado. El resto, las cartas<br />

propiamente dichas, que incluyen<br />

de 200 a 250 piezas, sigue todavía en<br />

Alemania, desde donde dentro de<br />

PALIMPSESTO<br />

algunas semanas las hará traer por<br />

alguien a París. Las cartas y manuscritos<br />

me fueron ofrecidos bajo la condición<br />

de que no los vendería, de manera<br />

directa ni indirecta, a la familia Freud,<br />

porque se temía una destrucción de este<br />

material importante para la historia del<br />

psicoanálisis. Esto no habría supuesto<br />

para mí una razón decisiva para no<br />

discutir la cuestión con usted, pero no<br />

le ha de asombrar, porque conoce mis<br />

ideas y sentimientos sobre este punto,<br />

que personalmente tenga un enorme<br />

rechazo a la destrucción de sus cartas<br />

y manuscritos. Usted mismo [...] quizá<br />

no perciba toda su grandeza. Es usted<br />

parte del pensamiento humano como<br />

Platón, digamos, o Goethe. ¿Qué no<br />

habríamos perdido nosotros, pobre<br />

posteridad, si las conversaciones de<br />

Goethe con Eckermann hubieran sido<br />

destruidas, o los diálogos de Platón,<br />

estos últimos por piedad hacia la figura<br />

de Sócrates, digamos, a fin de que la<br />

posteridad no supiera que Sócrates se<br />

había dado a la pederastia con Fedro<br />

o Alcibíades? ¡Es imposible que en<br />

sus cartas haya nada parecido! ¡Nada,<br />

si se lo conoce a usted, que pudiera<br />

empequeñecerlo! Y usted mismo, en<br />

su bello trabajo, ha escrito en contra<br />

de la idealización à tout prix de los<br />

grandes hombres, de las grandes<br />

figuras paternas de la humanidad. ¡Y<br />

si no me equivoco, se perdería algo<br />

de la historia del psicoanálisis, esta<br />

nueva y única ciencia, creación de<br />

usted, que es más importante que<br />

las ideas del propio Platón, si, por<br />

algunas observaciones personales que<br />

estas cartas contuvieran, hubiera de<br />

destruirse todo el material! Mi idea<br />

fue la siguiente: obtener las cartas para<br />

Invierno 2005 / 2006 089 E


PALIMPSESTO<br />

que no fueran publicadas, quien sabe<br />

por quién, y conservarlas durante años,<br />

p.ej., en una biblioteca municipal, en<br />

Ginebra, digamos, donde son menos<br />

de temer los peligros de guerras y<br />

revoluciones, con el mandato de que<br />

no pudieran ser consultadas hasta 80<br />

o 100 años después de la muerte de<br />

usted. ¿Quién podría ser lastimado<br />

entonces, ni aún los miembros de su<br />

familia, no importa lo que hubiera<br />

ahí dentro? Además, no sé lo que ahí<br />

se contiene. No he de leer nada de<br />

sus cartas si ésa es su voluntad. Sólo<br />

una he mirado hoy, que estaba entre<br />

los ensayos, una carta anexa, ¡y no<br />

había nada comprometedor en ella!<br />

¿Recuerda usted verdaderamente<br />

lo que contienen, después de tanto<br />

tiempo? Pero si hasta ha olvidado si<br />

destruyó o escondió las cartas de Fliess<br />

[...] Tiene que haber sido penosísima<br />

la ruptura de esa amistad. Es probable<br />

que se haya expresado usted con toda<br />

libertad sobre mucha gente. Incluso<br />

sobre su familia [...] quizás haya dicho<br />

mucho sobre usted mismo. Por lo<br />

demás, todavía no tengo las cartas, sólo<br />

dentro de algunas semanas las recibiré.<br />

Si usted quiere, a principios de marzo,<br />

durante el viaje que para entonces<br />

haré a Grecia, podría detenerme un<br />

día o dos en Viena para discutir con<br />

usted esta cuestión. Lo amo [...] y lo<br />

venero, por eso le he escrito en este<br />

tono. Marie. [PS:] Quiero adquirir yo<br />

sola las cartas; ¡hablaremos con más<br />

libertad sobre ello!”<br />

El 10 de enero de 1937, Freud respondería:<br />

Me decepciona que mis cartas a Fliess<br />

E 090 Invierno 2005 / 2006<br />

no estén todavía en casa de usted sino<br />

en Berlín [...] me resulta difícil aceptar<br />

sus ideas y las comparaciones que<br />

usted traza. Sólo me digo que dentro<br />

de 80 o 100 años el interés por el<br />

contenido de la correspondencia será<br />

sustancialmente menos que hoy. Desde<br />

luego me parece bien que tampoco<br />

usted lea las cartas, pero no debe creer<br />

que no contienen otra cosa que graves<br />

indiscreciones; dada la naturaleza<br />

tan íntima de nuestro trato, estas<br />

cartas discurren naturalmente sobre<br />

todos los temas posibles, cuestiones<br />

tanto objetivas como personales, y<br />

lo objetivo, que se refiere a todas las<br />

anticipaciones y los caminos errados<br />

del análisis germinal, es en este caso<br />

también genuinamente personal [...]<br />

Por eso me gustaría tanto saber que<br />

el material se encuentra en sus manos<br />

[...] Tomo agradecido su promesa de<br />

venir en marzo a Viena, aunque sea un<br />

par de días. Cordialmente, su Freud.<br />

El 12 de enero de 1937, Marie Bonaparte<br />

tranquilizaba a Freud:<br />

Quiero tranquilizarlo también con<br />

respecto a las cartas a Fliess. Aunque<br />

siguen en Alemania, ya no están<br />

en manos de la “bruja”, sino que<br />

pertenecen al señor Stahl, quien se las<br />

adquirió junto con toda su biblioteca.<br />

Están en su posesión, y una amiga de<br />

él las ha de traer aquí.<br />

Finalmente, el 10 de febrero de 1937<br />

le anuncia a Freud: “Hoy me traerán sus<br />

cartas. Una dama las ha llevado consigo<br />

a Londres, y ahora están en París, y las<br />

recibiré esta noche.” 22<br />

Masson encontró en el escritorio de


Freud (en la que fuera su residencia de<br />

exilio de Maresfield Mardens, Londres),<br />

unos manuscritos fechados el 24 de noviembre<br />

de 1937 y redactados en francés<br />

por Marie Bonaparte, que relatan los<br />

avatares de esta correspondencia:<br />

Cuando escribí a Freud, desde París,<br />

que Ida Fliess había vendido sus cartas y<br />

que yo las había adquirido de Reinhold<br />

Stahl, quedó muy conmovido. Vio en<br />

ello un acto en extremo hostil de la<br />

viuda de Fliess y le alegró saber que las<br />

cartas al menos se encontraban en mis<br />

manos y no viajarían a algún lugar de<br />

América, donde indudablemente se las<br />

habría publicado enseguida [...] Freud<br />

se ofreció a pagar la mitad del precio<br />

de las cartas, a lo que me rehusé.<br />

Después me dijo que sólo había<br />

hecho esta propuesta de compartir el<br />

desembolso porque tenía la seguridad<br />

de que yo no aceptaría un ofrecimiento<br />

de pagarlo todo. En una carta a Freud<br />

le pregunté si estaba autorizada a<br />

leer su correspondencia. Primero<br />

me respondió que prefería que no la<br />

leyese. Pero cuando después, a fines<br />

de febrero o comienzos de marzo de<br />

1937, lo visité en Viena, y él me dijo<br />

que prefería que sus cartas fueran<br />

quemadas, me negué. Le pedí que me<br />

autorizara a leerlas para formarme un<br />

juicio acerca de su carácter, y Freud me<br />

concedió el permiso. “Espero todavía<br />

convencerla para que las destruya”,<br />

me dijo un día. Martin y Anna [Freud]<br />

opinan, como yo, que las cartas deben<br />

ser preservadas para publicarlas más<br />

adelante. Freud, en cambio, me contó,<br />

el 20 de noviembre de 1937, cuando yo<br />

otra vez y desde hacía ya cinco meses<br />

me ocupaba activamente de sus cartas,<br />

PALIMPSESTO<br />

la historia del urogallo: “Un cazador ha<br />

abatido a un urogallo. Pregunta a un<br />

amigo cómo debe prepararlo. El amigo<br />

responde que debe desplumarlo,<br />

eviscerarlo y, después, cavar un<br />

agujero en la tierra. En el agujero, hay<br />

que poner ramas de abeto, depositar<br />

al pájaro sobre ellas, cubrirlo con más<br />

ramas y tapar todo con tierra. —¿Y<br />

después?, pregunta el cazador.<br />

Pasadas dos semanas, lo desentierras.<br />

—¿Y después? — Después lo arrojas<br />

al tacho de basura”. [...] [Freud] me<br />

llamó la atención sobre el hecho de<br />

que faltaban cartas: todas las referidas<br />

a la ruptura con Fliess (Stahl afirma<br />

que quedaron con los expedientes del<br />

proceso judicial), y una acerca de un<br />

sueño que se relacionaba con Martha<br />

Freud. 23<br />

He aquí la referencia al famoso “sueño<br />

perdido” que —a sugerencia de Fliess—<br />

Freud no incluyó en la redacción final de<br />

La interpretación de los sueños (1900[1899]).<br />

Pruebas de esta afirmación pueden rastrearse<br />

en la correspondencia entre los<br />

entonces todavía amigos:<br />

Cordiales gracias por tu bello retrato<br />

[...] Y el mismo agradecimiento,<br />

además, por tu crítica. Sé que has<br />

aceptado una tarea ingrata. Tengo<br />

la razonabilidad de admitir que<br />

necesito de tu cooperación crítica<br />

porque yo mismo he perdido en este<br />

caso el sentimiento de vergüenza<br />

indispensable al autor. El sueño, en<br />

consecuencia, ha sido condenado. Pero<br />

después de pronunciada la sentencia<br />

quiero derramar una lágrima y<br />

confesar que me pesa y que no espero<br />

Invierno 2005 / 2006 091 E


PALIMPSESTO<br />

hallar uno mejor como sustituto. 24<br />

En la carta inmediatamente posterior,<br />

Freud enfatiza: “El duelo por el sueño<br />

perdido no ha terminado todavía”. 25<br />

La peculiar historia sobre la correspondencia<br />

Freud-Fliess puede completarse<br />

con el testimonio de Ernst Jones:<br />

Por suerte ella [Marie Bonaparte] tuvo<br />

el coraje de oponerse a su analista y<br />

maestro, y las depositó [las cartas]<br />

durante el invierno de 1937/38 en<br />

el banco Rothschild de Viena con<br />

el propósito de volver a estudiarlas<br />

tras su regreso en el verano. Cuando<br />

en marzo Hitler invadió Austria,<br />

un banco judío había dejado de ser<br />

seguro, y Marie Bonaparte se apresuró<br />

a dirigirse a Viena, donde, por ser ella<br />

una princesa de Grecia y Dinamarca,<br />

se le permitió, en presencia de la<br />

Gestapo, recoger el contenido de<br />

su cofre. La Gestapo sin duda habría<br />

destruido la correspondencia si la<br />

hubiera descubierto en esa ocasión o<br />

con anterioridad en Berlín. Cuando<br />

Marie Bonaparte, en febrero de 1940<br />

—cuatro meses antes de la invasión<br />

alemana—, debió abandonar París,<br />

depositó los preciosos documentos<br />

en la legación danesa en París. No era<br />

el lugar más seguro; pero gracias al<br />

general Von Choltitz, que desconoció<br />

las órdenes de Hitler en el momento<br />

de la liberación, París y, junto con él,<br />

la legación danesa se salvaron. Después<br />

que las cartas pasaron por todos estos<br />

peligros, debieron enfrentar todavía<br />

las minas del Canal de la Mancha,<br />

y llegaron indemnes a Londres<br />

envueltas en un material impermeable<br />

y capaz de flotar, en previsión de un<br />

naufragio.<br />

E 092 Invierno 2005 / 2006<br />

Finalmente, Marie Bonaparte entregaría<br />

a Anna Freud el total de las cartas a la<br />

muerte de Freud (1939). En 1950 se publicaría<br />

en Londres una edición alemana<br />

titulada Sigmund Freud, Aus den Anfängen<br />

der Psychoanalyse. Briefe an Wilhelm Fliess,<br />

Abhandlungen und Notizen aus den Jahren<br />

1887-1902; figuran como compiladores<br />

Marie Bonaparte (París), Anna Freud<br />

(Londres) y Ernst Kriss (Nueva York). 26<br />

Esta edición parcial contenía 153 de las<br />

283 cartas que se conservan de Freud<br />

a Fliess. 27<br />

Por decisión de Anna Freud, desde<br />

1980, la Library of Congress resguarda<br />

el epistolario completo. Dos años antes<br />

(1978) Anna había confiado a Jeffrey<br />

Moussaieff Masson una edición completa<br />

de la correspondencia. Tras siete años<br />

de intenso trabajo, en 1985 —cien años<br />

después de haber sido escritas— apareció<br />

en Londres la monumental obra titulada<br />

The Complete Letters of Sigmund Freud<br />

to Wilhelm Fliess, 1887-1902.<br />

Esta edición consigna 287 cartas,<br />

de las cuales 283 fueron escritas por<br />

Freud a Fliess y una más (carta 114) a<br />

la mujer de éste, Ida. Tres misivas son de<br />

W. Fliess a Freud (dos fueron localizadas<br />

en el Archivo Fliess de la Biblioteca<br />

Nacional Universitaria de Jerusalén<br />

—cartas 284 y 286— y la otra —carta<br />

282— fue encontrada en el escritorio<br />

que Freud tuviera en su última residencia<br />

de Londres).<br />

Ahora sabemos que el paquete adquirido<br />

por Marie Bonaparte a Reinhold<br />

Stahl estaba conformado por 281 cartas;<br />

dos más fueron proporcionadas<br />

a Masson por Robert Fliess (hijo de<br />

Wilhelm) y por su —para entonces ya<br />

viuda— Eleonora (cartas 36 y 114 respectivamente).


Fliess, el único público<br />

“Un amigo íntimo y un enemigo odiado<br />

fueron siempre los requerimientos<br />

necesarios de mi vida afectiva; siempre<br />

supe crearme a ambos de nuevo, y no<br />

rara vez ese ideal infantil se impuso hasta<br />

el punto de que amigo y enemigo coincidieron<br />

en la misma persona, desde luego<br />

que ya no al mismo tiempo.” 28<br />

Estas palabras ilustran a cabalidad<br />

los avatares de la relación que Freud<br />

sostuvo con Fliess a lo largo de casi dos<br />

décadas.<br />

Como en toda relación amorosa,<br />

lo que fue “néctar y ambrosía” 29 devino<br />

catástrofe subjetiva. Hacia 1904 (año de<br />

la última misiva entre ambos), muy atrás<br />

quedaban los tiempos en que Freud escribía<br />

arrobado: “No es precisamente un<br />

particular favor del destino que disponga<br />

más o menos de cinco horas por año<br />

para intercambiar ideas contigo cuando<br />

difícilmente puedo prescindir de los<br />

otros y tú eres el único otro, el alter.” 30<br />

Primeros tiempos de un enamoramiento<br />

sustentado en la alienación y la<br />

especularidad absolutas: un otro yo era<br />

Fliess para Freud.<br />

Ausencia padecida que se traduce en<br />

incertidumbre sobre la propia condición<br />

es lo que trasluce en más de una carta:<br />

“Cuando pienso en las muchas semanas en<br />

las que me he sentido inseguro de la vida,<br />

mi necesidad de estar de nuevo contigo se<br />

acrecienta mucho.” 31<br />

Si Fliess tardaba en responder, Freud<br />

desesperaba hecho un manojo de nervios:<br />

“Llevo ahora tanto a la espera de noticias,<br />

sin querer responderme lo que en verdad<br />

contiene semejante silencio.” 32<br />

Fliess es para Freud un mensaje cifrado.<br />

Toda clase de conjeturas le acuden<br />

si Fliess no acusa recibo del amor que le<br />

PALIMPSESTO<br />

es dirigido: “Querido hechicero: Pareces<br />

estar enojado si te envuelves en tan celoso<br />

silencio. Tienes razón si estás enojado<br />

por no haberte enviado yo, en una<br />

distracción inconcebible, las pruebas de<br />

galeras anunciadas.” 33<br />

Y el regocijo al menor indicio de<br />

—en su sentido lato— correspondencia:<br />

“Tu carta me ha alegrado de corazón<br />

y me ha hecho lamentar nuevamente lo<br />

que siento como la gran laguna en mi<br />

vida, que no estés visible para mí de otra<br />

manera.” 34<br />

Pero toda constatación es insuficiente<br />

y ningún encuentro mitiga la inminente<br />

—e insoportable— separación:<br />

“No sé cómo conseguiré abstenerme<br />

después nuevamente de ti.” 35<br />

Fliess es la razón de la puesta en letra<br />

freudiana. En ocasiones, le escribe<br />

poco porque sólo para él escribe: “Te escribo<br />

tan poco sólo porque escribo tanto<br />

para ti.” 36<br />

Alter ego, público, lector, amigo,<br />

crítico: Fliess lo era todo: “Estoy infinitamente<br />

complacido de que me regales<br />

un otro, un crítico y lector, y, por añadidura,<br />

de tu calidad. Enteramente sin<br />

público no puedo escribir, pero puedo<br />

conformarme enteramente con escribirlo<br />

sólo para ti.” 37<br />

A Fliess también se le ofrendaba una<br />

fe ciega: “... tú siempre me destruyes la<br />

crítica y, en verdad, te creo todo”. 38<br />

A él dedica su escritura y —si el<br />

destino le fuera favorable— ofrendaría<br />

su descendencia: “Si hubiera sido un hijo<br />

varón, te lo habría anunciado por telégrafo<br />

porque él... habría llevado tu nombre.<br />

Como nació una hijita de nombre Anna,<br />

la noticia les llega con atraso.” 39<br />

Es una mujer (de los hijos, la única<br />

que recogió la antorcha analítica) la que<br />

Invierno 2005 / 2006 093 E


PALIMPSESTO<br />

se interpone en el deseo de Freud: Anna<br />

(que nunca se casaría por estar al lado de<br />

su amado padre) y no Wilhelm.<br />

Pero Freud no desfallece en su querencia:<br />

sólo hacia Fliess propende su<br />

fervor:<br />

Los de tu especie no deberían<br />

extinguirse, mi querido amigo;<br />

nosotros, los demás, tenemos<br />

demasiada necesidad de tus iguales.<br />

Todo te lo debo en consuelo,<br />

comprensión, estímulo en mi soledad,<br />

en contenido de vida, que de ti lo<br />

tomo, y por añadidura en salud, que<br />

ningún otro habría podido devolverme.<br />

En esencia, es por tu ejemplo que<br />

he ganado en lo intelectual la fuerza<br />

de confiar en mis juicios aun en los<br />

puntos en que me dejan solo —es<br />

cierto que tú no—, y que, como tú<br />

lo haces, voy al encuentro, con una<br />

humildad juiciosa, de las dificultades<br />

que el futuro acaso depare. Tú no me<br />

necesitas tanto como yo a ti, y sin<br />

embargo sé que tengo asegurado mi<br />

lugar en tu inclinación. 40<br />

Fliess ofreció una escucha atenta en los<br />

momentos de mayor soledad teórica<br />

para Freud. Varias cartas lo testimonian:<br />

“Aquí estoy bastante solo con la explicación<br />

de las neurosis. Ellos me miran<br />

casi como a un monómano mientras que<br />

yo tengo la clara sensación de haber tocado<br />

uno de los grandes misterios de la<br />

naturaleza.” 41<br />

Fliess fue el privilegiado interlocutor<br />

de Freud en la elucidación de<br />

los más intrincados enigmas psíquicos.<br />

Lacan afirmaba que “la experiencia del<br />

descubrimiento fundamental fue para<br />

Freud un cuestionamiento vivencial de<br />

E 094 Invierno 2005 / 2006<br />

los fundamentos mismos del mundo”. 42<br />

Ni más ni menos.<br />

“En general estoy satisfecho con<br />

mi progreso, pero recibo hostilidades y<br />

vivo en un aislamiento tal como si hubiera<br />

descubierto las mayores verdades.<br />

Nuestro congreso debe servir de genuino<br />

restablecimiento y recreo.” 43 Nuestro<br />

congreso. Así se refería Freud a los encuentros<br />

con Fliess (lo que recuerda la<br />

insigne Academia Española que sólo los<br />

adolescentes Freud y Eduard Silberstein<br />

conformaban; academias y congresos...<br />

de dos): “En los primeros días de septiembre<br />

estaré pues contigo y ya pondré<br />

ojo para que tú, a pesar de toda tu actividad,<br />

muestres plena participación en<br />

el congreso privado.” 44 Congreso que se<br />

tornó imprescindible para la consolidación<br />

de varios de los postulados freudianos<br />

fundamentales: “Todo lo externo es<br />

muy monótono, a menudo desagradable,<br />

y directamente pide ser interrumpido<br />

por un congreso privado.” 45<br />

Claramente, la euforia de Freud por<br />

los “congresos” no era vivida a la par por<br />

Fliess: “Con pesar de que el congreso<br />

no te haya dado lo que a mí, rejuvenecimiento<br />

y nuevos bríos. Desde entonces<br />

estoy en continuada euforia y trabajo<br />

como un joven.” 46<br />

Tampoco el espaciamiento entre un<br />

congreso y otro era subjetivado de la<br />

misma manera por los dos amigos: “Estoy<br />

bastante ensombrecido y sólo puedo decir<br />

que me congratulo por el congreso como<br />

por el saciamiento de hambre y sed.” 47<br />

Así, el fin de un encuentro sólo marcaba<br />

el tiempo de espera por el siguiente:<br />

“Envejezco, pues, en una paciente<br />

espera de ulteriores resultados. Un congreso<br />

sería un bello interludio... pero en<br />

suelo italiano al fin.” 48


Es claro también que a Freud le estorbaban<br />

las respectivas esposas en los<br />

encuentros con Fliess: “Para un congreso<br />

con las dos señoras hace falta calcular<br />

necesariamente más tiempo que si estuviéramos<br />

solos.” 49<br />

En alguna carta, Freud escribe sin<br />

empacho: “¿Dispones del día para un idilio<br />

de dos.” 50<br />

La molestia de Ida Bondy es patente<br />

en algunas misivas: “¿Y tu querida esposa,<br />

que a despecho de todas las influencias<br />

no me ha vuelto la espalda? La vida<br />

sigue siendo muy difícil, ¿no te parece?” 51<br />

“Tu querida Ida debe pasar por alto rápidamente<br />

este pasaje para que las semillas<br />

breuerianas no maduren en ella.” 52<br />

Breuer, el otrora mentor de Freud,<br />

advirtió a Ida Fliess que la relación con<br />

Freud ponía en peligro su matrimonio.<br />

Por la primera de las cartas antecitadas,<br />

se colige que Fliess informó de esto a<br />

Freud (las influencias aludidas son las<br />

semillas breuerianas que en efecto buscaban<br />

lastimar las relaciones de Ida con<br />

Freud, lo que a la postre sucedería):<br />

En absoluto se puede disimular que<br />

nosotros dos nos hemos separado un<br />

poco más. En esto y en aquello noto<br />

la distancia. Así también en el juicio<br />

sobre Breuer. Hace tiempo que yo no<br />

lo desprecio, he sentido su fuerza. Si<br />

para ustedes ha muerto, no deja de<br />

tener su eficacia póstuma. ¿Qué hace<br />

tu esposa si no es llevar a la práctica<br />

en el oscuro mandato la incitación que<br />

Breuer le depositó antaño en el alma<br />

cuando le deseó por su felicidad que<br />

yo no viviera en Berlín porque podía<br />

perturbar su matrimonio? 53<br />

Martha Bernays tenía a veces la enco-<br />

PALIMPSESTO<br />

mienda tácita de tranquilizar las sospechas<br />

de Ida Bondy, según se deduce del<br />

siguiente extracto: “Que Martha me<br />

acompañe para neutralización y solaz de<br />

tu esposa está excluido desdichadamente<br />

por ahora.” 54<br />

Marie Bonaparte aporta un testimonio<br />

interesante sobre las esposas de<br />

Freud y Fliess: “Ida Fliess, ‘una mujer<br />

malévola’ hizo por celos todo lo posible<br />

por enemistar a los dos amigos, mientras<br />

que Martha Freud comprendía bien<br />

que Fliess podía brindar a su esposo algo<br />

muy distinto que ella.” 55<br />

Que Fliess ofrecía a Freud algo distinto<br />

de lo que Martha podía dar, es ratificado<br />

por Freud mismo en una misiva<br />

en la que reprocha a Fliess las reservas<br />

frente al amor que recorría toda la correspondencia<br />

entre ambos:<br />

... no comparto tu desprecio<br />

por la amistad entre hombres,<br />

probablemente porque soy parte<br />

en alto grado. A mí la mujer, como<br />

sabes, nunca me ha sustituido en<br />

la vida al camarada, al amigo. Si la<br />

inclinación masculina de Breuer no<br />

fuera tan retorcida, tan timorata, tan<br />

contradictoria como todo lo anímico<br />

en él, sería un bello ejemplo de las<br />

proezas en que la corriente andrófila<br />

admite sublimación en el hombre. 56<br />

Otra misiva despeja —si la hubiera—<br />

toda duda: “... el intercambio con el<br />

amigo, que un particular costado —tal<br />

vez femenino— exige, nadie me lo sustituye”.<br />

57<br />

Martha no podría sustituirte, es lo<br />

que Freud dice a Fliess con todas las letras.<br />

Y para apuntalar su argumento, arremete<br />

contra Breuer, el gran antecesor de<br />

Invierno 2005 / 2006 095 E


PALIMPSESTO<br />

Fliess en la inclinación afectiva de Freud<br />

por el amigo íntimo y el odiado enemigo<br />

que dice haber necesitado siempre.<br />

Bien sabido es que Breuer había reculado<br />

frente a la audacia especulativa de<br />

Freud (recuérdese el deslinde que lo llevó<br />

a redactar su propia introducción a los<br />

Estudios sobre la histeria (1895) explicitando<br />

las diferencias teóricas con su entonces<br />

protegido. Fliess, en cambio, acogió<br />

favorablemente a quien sin saberlo haría<br />

en el transcurso de sus confidencias su<br />

autoanálisis. De ahí que Fliess fuera para<br />

Freud su único público: “Anoto con diligencia<br />

las curiosidades para exponértelas<br />

en el congreso. Me haces falta como<br />

público.” 58<br />

Acontecida la ruptura, Freud se quejaría<br />

amargamente (tal como lo teorizaría<br />

años después en su Duelo y melancolía)<br />

no sólo de haber perdido a Fliess sino<br />

además lo que con él también perdía: “Es<br />

que yo quería hacer de ti mi público.” 59<br />

Quería..., copretérito que paulatinamente<br />

cobraría densidad. Todavía<br />

unos meses más tarde Freud pedía: “Me<br />

hace falta un nuevo impulso de ti, pasado<br />

un tiempo se me acaba.” 60<br />

Apelando al tiempo transcurrido en<br />

amistad, Freud intentaba evitar la debacle:<br />

“... torno a congratularme de que<br />

hace ya once años se me haya presentado<br />

como una necesidad estimarte a fin de<br />

aumentar el contenido de mi vida”. 61<br />

Pero tres años después, todo se había<br />

consumado: “Me apenó perder al ‘único<br />

público’, como dice nuestro Nestroy.<br />

¿Para quién seguiría escribiendo yo?<br />

Porque si tú en el momento en que te<br />

incomoda una interpretación de mi parte<br />

estás, por eso solo, dispuesto a aceptar<br />

que el ‘lector del pensamiento’ nada adivina<br />

en el otro sino que apenas proyecta<br />

E 096 Invierno 2005 / 2006<br />

sus propios pensamientos, has dejado de<br />

ser efectivamente mi público.” 62<br />

No es casualidad que la declinación<br />

de la amistad con Fliess (marcada por el<br />

“congreso” celebrado en Breslau la penúltima<br />

semana de diciembre de 1897),<br />

fuera paralela al trato abierto que los dos<br />

amigos dispensaron al tema de la homosexualidad.<br />

En dicho encuentro, Fliess<br />

expuso a Freud una correlación entre la<br />

bisexualidad y la bilateralidad (varones femeninos<br />

o mujeres masculinas tendrían,<br />

según Fliess, condición de zurdos).<br />

Freud no aceptó esta conjetura y<br />

respondió: “... la cuestión que se relaciona<br />

con [la zurdera] es la primera desde<br />

hace mucho tiempo en que las vislumbres<br />

e inclinaciones de los dos no van<br />

por el mismo camino”. Y remató con una<br />

ironía: “No he tenido todavía tiempo de<br />

cruzar una palabra con mi femenino.” 63<br />

En la carta siguiente a la recién citada,<br />

Freud lleva al extremo sus reservas<br />

sobre la zurdera como evidencia de<br />

homosexualidad y enrostra a Fliess una<br />

broma que no le sería perdonada:<br />

... me pareció que me considerabas<br />

a mí mismo un poco zurdo; en tal<br />

caso, debiste decírmelo, porque ese<br />

autoconocimiento no tiene nada de<br />

ofensivo para mí. Depende sólo de<br />

ti que no estés al tanto de todas mis<br />

intimidades; en ese sentido me conoces<br />

desde hace largo tiempo. Ahora bien,<br />

nada sé de una predilección por la<br />

izquierda ahora o en la niñez, más<br />

bien diría que años antes he tenido dos<br />

manos zurdas.64<br />

Quien siete años después disertaría sobre<br />

el chiste y su relación con lo inconsciente,<br />

iniciaba con esta broma el ocaso de


una de sus amistades más entrañables.<br />

Mucho tiempo después Freud confiaría<br />

a Ferenczi una reflexión clínica más<br />

acabada sobre lo sucedido con Fliess:<br />

A una carta en la que Ferenczi le<br />

pide una sinceridad mutua (sabiendo,<br />

dice, la justificada desconfianza con toda<br />

la gente desde lo sucedido con Fliess),<br />

Freud responde:<br />

Usted no sólo ha notado, sino<br />

también ha comprendido y atribuido<br />

correctamente a su origen traumático,<br />

que ya no deseo la plena revelación<br />

de la personalidad [...] Desde el caso<br />

Fliess, en cuya superación acaba de<br />

verme ocupado, esta necesidad se ha<br />

extinguido en mí. Se ha retirado una<br />

cantidad de catexis homosexual a<br />

favor del crecimiento del propio yo.<br />

He conseguido lo que no consigue el<br />

paranoico. 65<br />

Fechada en 1910, esta carta permite<br />

colegir que el paranoico aludido era<br />

Schreber, a cuyas memorias Freud había<br />

dedicado un extenso análisis que por entonces<br />

estaba concluyendo. 66<br />

Pero otro aludido era quizá Fliess<br />

mismo, a juzgar por una carta enviada<br />

a Jung ocho meses antes de la carta antecitada,<br />

donde Feud anota: “Fliess ha<br />

desarrollado una hermosa paranoia,<br />

una vez que se desprendió de una no<br />

escasa inclinación hacia mí.” 67 Esto es,<br />

PALIMPSESTO<br />

he triunfado (en la reconducción de mi<br />

catexis homosexual) ahí donde Fliess<br />

fracasó.<br />

Ferenczi responde que no quiere<br />

“abandonar la esperanza de que [Freud]<br />

quiera reanimar una parte de la libido<br />

homosexual retirada” y aduce como<br />

justificación que [Ferenczi mismo] es<br />

“un terapeuta incorregible”, 68 lo que ha<br />

sido interpretado por Nicolás Caparrós<br />

como una invitación a que Freud ¡accediera<br />

a hincar un reanálisis! 69<br />

Esta conjetura no es descabellada a<br />

juzgar por la respuesta que Freud diera<br />

a esa supuesta insinuación: “[Usted]<br />

probablemente se esté imaginando unos<br />

secretos totalmente diferentes de los<br />

que me reservado o piense que estoy<br />

sufriendo por lo que pasó [con Fliess],<br />

cuando lo que me pasa es que me siento<br />

a la altura de las circunstancias y que<br />

estoy contento de haber superado mi<br />

homosexualidad”. 70<br />

Habría que esperar todo lo que<br />

Lacan teorizaría sobre la sexuación como<br />

posicionamiento psíquico para matizar<br />

los asertos sobre lo femenino y lo masculino.<br />

Reserva que Freud había ya anticipado<br />

en su texto titulado Algunas consecuencias<br />

psíquicas de la diferencia anatómica<br />

entre los sexos (1925) donde escuetamente<br />

sentencia: “... la masculinidad y feminidad<br />

puras siguen siendo construcciones<br />

teóricas de contenido incierto”, 71 aserto<br />

de una actualidad incontrovertible.<br />

Invierno 2005 / 2006 097 E


PALIMPSESTO<br />

notas · bibliografía<br />

1 Ernest Jones, Vida y obra de Sigmund Freud, vol. II,<br />

Lumen-Hormé, Buenos Aires, 1997, p.439.<br />

2 Carta del 7 de julio de 1898, en: Freud, Sigmund,<br />

Cartas a Wilhelm Fliess (1887-1904), Amorrortu,<br />

Buenos Aires, 1986, pp. 348-349. También citado en La<br />

interpretación de los sueños (1900[1899]), en: Freud,<br />

Sigmund, Obras completas, Amorrortu, Buenos Aires,<br />

1993, vol. IV, p. 243.<br />

3 Paul-Lauren Assoun, Freud y la mujer, Nueva Visión,<br />

Buenos Aires, 1994, p. 43.<br />

4 Tres ensayos de teoría sexual (1905), en Freud,<br />

Sigmund, Obras completas, Amorrortu, Buenos Aires,<br />

1993, vol. VII, p. 137.<br />

5 Sobre las teorías sexuales infantiles (1908), en<br />

Freud, Sigmund, Obras completas, Amorrortu, Buenos<br />

Aires, vol. IX, 1993, p. 189.<br />

6 “¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis?” (1926),<br />

en Freud, Sigmund, Obras completas, Amorrortu,<br />

Buenos Aires, 1993, vol. xx, p. 199.<br />

7 Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis<br />

(1933[1932]), 33ª conferencia, “La feminidad”, en<br />

Freud, Sigmund, Obras completas, Amorrortu, Buenos<br />

Aires, 1993, vol. XXII, p. 125.<br />

8 Estudios sobre la histeria (1895), “Historiales clínicos.<br />

2. Señora Emma von N.”, en Freud, Sigmund,<br />

Obras completas, Amorrortu, Buenos Aires, vol. II,<br />

1993, p.90.<br />

9 Estudios sobre la histeria (1895), “Sobre la psicoterapia<br />

de la histeria. 2”, en Freud, Sigmund, Obras completas,<br />

Amorrortu, Buenos Aires, 1993, vol. II, p. 287.<br />

10 Estudios sobre la histeria (1895), “Sobre el mecanismo<br />

psíquico de los fenómenos histéricos.<br />

Comunicación preliminar (Breuer y Freud)”, en Freud,<br />

Sigmund, Obras completas, Amorrortu, Buenos Aires,<br />

1993, vol. II, pp. 29-33.<br />

11 Carta del 18 de diciembre de 1892, en Freud,<br />

Sigmund, Cartas a Wilhelm Fliess (1887-1904),<br />

Amorrortu, Buenos Aires, 1986, p. 24.<br />

12 Estudios sobre la histeria (1895), “Historiales clínicos.<br />

2. Señora Emma von N.”, en Freud, Sigmund,<br />

Obras completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1993, vol.<br />

II, pp. 100-101.<br />

13 “Introducción al comentario de Jean Hyppolite sobre<br />

la Verneinung de Freud” (1954), en Lacan, Jacques,<br />

Escritos, México, Siglo XXI, 2000, p. 361.<br />

14 “La dirección de la cura y los principios de su poder”.<br />

Parte 1: “¿Quién analiza hoy?”, en Lacan,<br />

Jacques, Escritos, México, Siglo XXI, 2000, p. 566.<br />

E 098 Invierno 2005 / 2006<br />

15 Estudios sobre la histeria (1895), “Historiales clínicos.<br />

2. Señora Emma von N.”, en Freud, Sigmund,<br />

Obras completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1993, vol.<br />

II, p. 102.<br />

16 Paul-Laurent Assoun, Freud y la mujer, Nueva<br />

Visión, Buenos Aires, 1994, p. 86.<br />

17 Estudios sobre la histeria (1895), “Historiales clínicos.<br />

2. Señora Emma von N.”, en Freud, Sigmund,<br />

Obras completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1993, vol.<br />

II, p. 84.<br />

18 De esta última importa acotar lo siguiente: aunque<br />

publicada hasta 1905, lo esencial ya estaba redactado<br />

muy probablemente desde 1901. Cf. las notas introductorias<br />

de James Strachey a los Fragmentos<br />

de análisis de un caso de histeria (1905) y El chiste<br />

y su relación con el inconsciente (1905), en Freud,<br />

Sigmund, Obras completas, Amorrortu, Buenos Aires,<br />

1993, vols. VII, pp. 3-107 y VIII, pp. 3-223. respectivamente.<br />

Cf. asimismo la carta a Fliess del 11 de septiembre<br />

de 1899 donde Freud afi rma que “el aparente<br />

ingenio de todos los procesos inconscientes se entrama<br />

de manera íntima con la teoría de lo chistoso y de<br />

lo cómico”, en una clara anticipación de lo que plasmaría<br />

en su obra sobre el Witz (en Freud, Sigmund,<br />

Cartas a Wilhelm Fliess (1887-1904), Amorrortu,<br />

Buenos Aires, 1986, p. 407).<br />

19 Acaso estas cartas desaparecieron en 1908, cuando<br />

Freud destruyó por segunda vez (la primera aconteció<br />

en 1885) gran cantidad de documentos.<br />

20 Reproducidas en la “Introducción” de J.M. Masson,<br />

en Freud, Sigmund, Cartas a Wilhelm Fliess (1887-<br />

1904), Amorrortu, Buenos Aires, 1986, p. XIX. Estas<br />

cartas son resguardadas actualmente en el Archivo<br />

Fliess de Jerusalén.<br />

21 Carta a M. Bernays del 28 de abril de 1885, en<br />

Caparrós, Nicolás (editor), Correspondencia de<br />

Sigmund Freud (tomo I), Biblioteca Nueva, Madrid,<br />

1997, p. 378.<br />

22 Cf. Meter Gay, Freud. Una vida de nuestro tiempo,<br />

Paidós, México, 1989, pp. 601 y 679-681.<br />

23 Las cartas relativas a la ruptura con Fliess fueron<br />

localizadas en el Archivo Fliess de Jerusalén, y se reproducen<br />

en la edición completa que Masson hiciera<br />

de la correspondencia.<br />

24 Carta del 9 de junio de 1898, en Freud, Sigmund,<br />

Cartas a Wilhelm Fliess (1887-1904), Amorrortu,<br />

Buenos Aires, 1986, p. 344.<br />

25 Carta del 20 de junio de 1898, Ibid., p. 346.


26 Además de ser íntimo amigo de Anna Freud, Kriss<br />

había contraído nupcias con Marianne Rie, sobrina de<br />

Ida, la mujer de Fliess.<br />

27 En un aparente error, Masson consigna un número<br />

distinto (168). Cf. su “Introducción” en Freud,<br />

Sigmund, Cartas a Wilhelm Fliess (1887-1904),<br />

Amorrortu, Buenos Aires, 1986, p. xxvi. La mutilación<br />

del epistolario motivó en Lacan una alusión a “las<br />

cartas a Fliess, que algunas manos testamentarias o<br />

testimoniales nos han comunicado con una serie de<br />

cortes y expurgaciones que el lector, cualquiera sea<br />

su justifi cación, no puede dejar de vivenciar como<br />

escandalosos. Nada puede justifi car que un texto sea<br />

cortado en el punto en que un complemento, por más<br />

caduco o débil que se lo considere, esclarecería el<br />

pensamiento de Freud (en Lacan, Jacques, El seminario,<br />

libro 3, Las psicosis (1955-56), Paidós, Buenos<br />

Aires, 1993, p. 219.<br />

28 La interpretación de los sueños (1900[1899]), capítulo<br />

VI, “El trabajo del sueño”, apartado h, 2ª parte, “Los<br />

afectos en el sueño”, en Freud, Sigmund, Obras completas,<br />

Amorrortu, Buenos Aires, 1993, vol. V, p. 479.<br />

29 Carta del 14 de julio de 1894, en Freud, Sigmund,<br />

Cartas a Wilhelm Fliess (1887-1904), Amorrortu,<br />

Buenos Aires, 1986, p. 82.<br />

30 Carta del 21 de mayo de 1894, Ibid., p. 67.<br />

31 Carta del 7 de agosto de 1894, Ibid., p. 84.<br />

32 Carta del 13 de septiembre de 1894, Ibid., p. 93.<br />

33 Carta del 26 de abril de 1895, Ibid., p. 128.<br />

34 Carta del 25 de mayo de 1895, Ibid., p. 130.<br />

35 Carta del 22 de junio de 1895, Ibid., p. 136.<br />

36 Carta del 23 de septiembre de 1895, Ibid., p. 143.<br />

37 Carta del 18 de mayo de 1898, Ibid., p. 342.<br />

38 Carta del 29 de septiembre de 1893, Ibid., p. 50.<br />

39 Carta del 3 de diciembre de 1895, Ibid., p. 160.<br />

40 Carta del 1° de enero de 1896, Ibid., p. 165.<br />

41 Carta del 21 de mayo de 1894, Ibid., p. 68.<br />

42 Jacques Lacan, El seminario, Libro II, El yo en la<br />

teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica (1954-<br />

1955), Paidós, Buenos Aires, 1992, p. 247.<br />

43 Carta del 16 de marzo de 1896, en Freud, Sigmund,<br />

Cartas a Wilhelm Fliess (1887-1904), Amorrortu,<br />

Buenos Aires, 1986, p. 190.<br />

44 Carta del 16 de agosto de 1895, Ibid., p. 139.<br />

45 Carta del 7 de marzo de 1896, Ibid., p. 188.<br />

46 Carta del 2 de mayo de 1897, Ibid., p. 254.<br />

47 Carta del 30 de junio de 1896, Ibid., p. 205.<br />

48 Carta del 21 de diciembre de 1899, Ibid., p. 431.<br />

PALIMPSESTO<br />

49 Carta del 14 de agosto de 1897, Ibid., p. 281.<br />

50 Carta del 21 de septiembre de 1897, Ibid., pp. 285-<br />

286.<br />

51 Carta del 30 de mayo de 1896, Ibid., p. 202.<br />

52 Carta del 12 de agosto de 1896, Ibid., pp.207-208.<br />

53 Carta del 7 de agosto de 1901, Ibid., p. 491.<br />

54 Carta del 4 de junio de 1896, Ibid., p. 202.<br />

55 Ibid., p. XVI.<br />

56 Carta del 7 de agosto de 1901, Ibid., p. 492.<br />

57 Carta del 7 de mayo de 1900, Ibid., p. 451.<br />

58 Carta del 30 de enero de 1899, Ibid., p. 374.<br />

59 Carta del 28 de abril de 1897, Ibid., p. 252.<br />

60 Carta del 18 de junio de 1897, Ibid., p. 271.<br />

61 Carta del 26 de agosto de 1898, Ibid., p. 354.<br />

62 Carta del 19 de septiembre de 1901, Ibid., p. 494.<br />

63 Carta del 29 de diciembre de 1897, Ibid., p. 317.<br />

64 Carta del 4 de enero de 1898, Ibid., p. 318.<br />

65 Carta a Ferenczi del 6 de octubre de 1910, en<br />

Sigmund Freud / Sandor Ferenczi. Correspondencia<br />

completa, vol. I, Síntesis, Madrid, 2001, p. 265. (Otras<br />

traducciones de la última parte de esta cita rezan:<br />

“He tenido éxito ahí donde fracasan los paranoicos”,<br />

en Caparrós, Nicolás (editor), Correspondencia de<br />

Sigmund Freud. (Tomo III), Biblioteca Nueva, Madrid,<br />

1997, pp. 207-208; “He salido airoso donde el paranoico<br />

fracasa”, en Freud, Sigmund, Cartas a Wilhelm<br />

Fliess (1887-1904), Buenos Aires, Amorrortu, Buenos<br />

Aires, 1986, p. XVI, n. 2)<br />

66 Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia<br />

(Dementia paranoides) descrito autobiográfi camente<br />

(1911[1910]), en Freud, Sigmund, Obras completas,<br />

Amorrortu, Buenos Aires, 1993, vol. XII, pp. 1-76.<br />

67 Carta a Jung del 17 de febrero de 1908, en Caparrós,<br />

Nicolás (editor), Correspondencia de Sigmund Freud.<br />

(Tomo II), Biblioteca Nueva, Madrid, 1997, p. 627.<br />

68 Carta de Ferenczi a Freud del 12 de octubre de 1910,<br />

en Sigmund Freud / Sandor Ferenczi. Correspondencia<br />

completa, vol. I, Síntesis, Madrid, 2001, p. 268.<br />

69 Nicolás V. Caparrós (editor), Correspondencia de<br />

Sigmund Freud, (Tomo III), Biblioteca Nueva, Madrid,<br />

1997, p. 207.<br />

70 Carta a Ferenczi del 17 de octubre de 1910, en<br />

Sigmund Freud / Sandor Ferenczi. Correspondencia<br />

completa, vol. I, Síntesis, Madrid, 2001, p. 270.<br />

71 Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia<br />

anatómica entre los sexos (1925), en Freud, Sigmund,<br />

Obras completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1993, vol.<br />

XIX, p. 276.<br />

Invierno 2005 / 2006 099 E


0100<br />

Vicisitudes de la<br />

feminización de la psicosis<br />

N a t a l i a P é r e z V i l a r<br />

PALIMPSESTO<br />

El grito de Hamlet.


Dios pide un goce continuo, en correspondencia a las condiciones de existencia de las almas con arreglo al<br />

orden del universo; es mi misión ofrecérselo [...] en la forma del más vasto desarrollo de la voluptuosidad<br />

del alma, y toda vez que algo de goce sensual sobre para mí, tengo derecho a tomarlo como una pequeña<br />

compensación por el exceso de padecimientos y privaciones que desde hace años me ha sido impuesto.<br />

Feminización:<br />

las distintas concepciones<br />

Homosexualidad, feminización, goce<br />

transexual, empuje-a-la-mujer. Distintas<br />

acepciones del mismo fenómeno sucedidas<br />

en el avatar psicótico, en los resquicios<br />

delirantes que cubren los agujeros<br />

de lo que ha dejado de inscribirse.<br />

En 1910, Freud termina de escribir<br />

el texto sobre el caso Schreber. Ahí<br />

postula su tesis fundamental acerca de<br />

la etiología de la paranoia: una defensa<br />

frente a la homosexualidad latente. Sin<br />

embargo dos años antes ya aparecen los<br />

primeros atisbos de esta idea en dos cartas<br />

que escribe casi simultáneamente a<br />

dos de sus colegas más cercanos.<br />

La primera de ellas es remitida a<br />

Sandor Ferenczi y está fechada el 11 de<br />

febrero de 1908. En ella Freud trata el<br />

caso de la señora Marton, una mujer<br />

celotípica derivada por el psicoanalista<br />

húngaro, y versa así:<br />

Teóricamente he aprendido de este<br />

1 Freud-Ferenczi, Correspondencia completa 1908-1911, Síntesis, Madrid, 2001, p. 49.<br />

<strong>Da</strong>niel Paul Schreber<br />

caso, es la confirmación de lo que sabía,<br />

de que estas formas de paranoia<br />

son el desprendimiento de la libido<br />

del componente homosexual. Todas<br />

esas mujeres por las que sospecha de<br />

su marido, en realidad le gustan a ella<br />

por una fijación homosexual juvenil.<br />

Se rebela contra ese deseo y lo proyecta<br />

sobre el marido; su libido hacia el<br />

marido es reforzada por el desprendimiento<br />

de la mujer. Mediante los celos<br />

realiza en el marido su ideal de juventud<br />

de la potencia fabulosa, etc. 1<br />

Seis días más tarde le escribe a Carl<br />

Gustav Jung lo siguiente:<br />

Por fin alcanzo la ciencia. En la práctica,<br />

he estado en contacto con algunos<br />

casos de paranoia y puedo revelarte<br />

un secreto. (Escribo paranoia y no demencia<br />

precoz ya que considero a la<br />

primera como un buen tipo clínico y<br />

a la segunda como un pobre término<br />

nosográfico.) La forma paranóica está<br />

Invierno 2005 / 2006 101 E


PALIMPSESTO<br />

probablemente condicionada por una restricción<br />

al componente homosexual […]<br />

Mi amigo de entonces, Fliess, desarrolló<br />

un terrible caso de paranoia luego<br />

de haberse desembarazado de su inclinación<br />

hacia mí, lo cual era definitivamente<br />

considerable. Le debo esta idea<br />

a él, es decir a su comportamiento. Se<br />

debe tratar de aprender algo de cada<br />

experiencia. El derrumbamiento de<br />

las sublimaciones en la paranoia pertenece<br />

al mismo contexto. 2<br />

En Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un<br />

caso de paranoia descrito autobiográfi camente,<br />

Freud afina esta tesis a propósito de la<br />

feminización observada en el presidente<br />

Schreber.<br />

A partir de la idea que le adviene a<br />

este último, en estado de duermevela,<br />

sobre lo hermoso que sería ser una mujer en el<br />

momento del coito, se provoca “el estallido<br />

de una moción homosexual” y con ello<br />

2 Freud-Jung. The Freud / Jung letters, Princeton<br />

University Press, Princeton, 1994, p. 58. Strachey, en la introducción<br />

al caso Schreber, comete el error de mencionar<br />

esta carta con fecha del 27 de enero de 1908, cuando en<br />

E 102 Invierno 2005 / 2006<br />

la fantasía de emasculación, de transformación<br />

en mujer, la cual al ser rechazada<br />

genera un delirio persecutorio.<br />

Freud lo plantea así:<br />

Creo que ya no nos revolveremos más<br />

contra el supuesto de que la ocasión de<br />

contraer la enfermedad fue la emergencia<br />

de una fantasía de deseo femenina<br />

(homosexual pasiva), cuyo objeto<br />

era la persona del médico. La personalidad<br />

de Schreber le contrapuso una intensa<br />

resistencia, y la lucha defensiva,<br />

que acaso habría podido consumarse<br />

igualmente en otras formas, escogió,<br />

por razones para nosotros desconocidas,<br />

la forma del delirio persecutorio.<br />

El ansiado devino entonces el perseguidor,<br />

y el contenido de la fantasía de<br />

deseo pasó a ser el de la persecución. 3<br />

El delirio de persecución es una de las<br />

diferentes modalidades paranoicas que<br />

realidad es del 17 de febrero del mismo año.<br />

3 S. Freud, “Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso<br />

de paranoia descrito autobiográfi camente” [1911], Obras<br />

completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1992, p. 45.<br />

LA HOMOSEXUALIDAD NO ES CANCELADA,<br />

DICE FREUD, SINO SUBLIMADA EN RELACIONES<br />

CUYA META SEXUAL ES INHIBIDA: AMISTAD,<br />

CAMARADERÍA, VÍNCULOS SOCIALES, ETC. SIN EMBARGO<br />

ESTA SUBLIMACIÓN PUEDE FALLAR,<br />

ESTALLANDO LA LIBIDO HOMOSEXUAL<br />

INCONSCIENTE Y PROVOCANDO<br />

QUE EL SUJETO, EN UN INTENTO<br />

POR DEFENDERSE DE ELLA,<br />

GENERE UN DELIRIO PARANOICO.


surgen a partir de los cambios gramaticales<br />

de la frase “yo [un varón] lo amo [a<br />

un varón]” 4 y del mecanismo proyectivo<br />

que entra en juego. En este caso se lleva<br />

a cabo una contradicción al verbo al<br />

transformar el amor por el odio: “Yo no<br />

lo amo — pues yo lo odio.” La proyección<br />

interviene generando que este sentimiento<br />

provenga del exterior; es decir,<br />

“él me odia, me persigue y por eso yo lo<br />

odio”. El perseguidor será, entonces, la<br />

persona más amada.<br />

En el delirio de celos se contradice<br />

al sujeto: “Yo no lo amo — es ella quien<br />

lo ama.” El mecanismo proyectivo aquí<br />

radica en imputar a la mujer los amoríos<br />

con los hombres que él quisiera amar.<br />

La erotomanía se instaura en una contradicción<br />

al objeto: “Yo no lo amo — pues<br />

yo la amo” y proyectivamente, “porque ella<br />

me ama”. De esta manera el núcleo delirante<br />

radica en ser amado por el otro, esto<br />

es, en la percepción del sentimiento venido<br />

desde afuera. Sin embargo, dice Freud,<br />

el interludio (“yo la amo”) podría devenir<br />

consciente, ya que su relación con la frase<br />

inicial no es completamente discordante<br />

como sucedería en el caso de la persecución.<br />

Así, se puede amarla haciendo semblante<br />

de heterosexualidad.<br />

En 1955 Lacan aportó nuevas consideraciones<br />

al estudio del discurso delirante<br />

paranoico. Analizó las tres distintas<br />

formas del delirio a partir del mensaje,<br />

esto es, de la vinculación con el otro por<br />

medio de las transformaciones de la frase<br />

original. La cuestión es “distinguir el<br />

sujeto, el que habla, y el otro con el que<br />

está preso en la relación imaginaria, cen-<br />

4 Ibid., pp. 58-59.<br />

5 J. Lacan, Seminario 3: Las psicosis [1955-6]. Clase del<br />

30 de noviembre de 1955, Paidós, Buenos Aires, 1997,<br />

pp. 66-67.<br />

PALIMPSESTO<br />

tro de gravedad de su yo individual, y en<br />

el que no hay palabra”. 5<br />

De esta manera, en la celotipia, el<br />

mensaje es llevado por el otro en una<br />

“alienación invertida”; la inversión radica<br />

en el género del sujeto: “el ego habla por<br />

intermedio del alter ego, quien, en el intervalo,<br />

cambió de sexo”. 6 Así, la identificación<br />

con el partenaire implica que éste<br />

lleve el mensaje del sujeto hacia el objeto<br />

o los objetos multiplicados al infinito.<br />

En la persecución se lleva a cabo una<br />

“alienación convertida” del mensaje. El<br />

amor es convertido en odio y el otro es<br />

convertido en persecutor, es decir, quien<br />

lleva el mensaje, de tal manera que el<br />

filo mortífero de la relación imaginaria<br />

se exacerba al máximo.<br />

La erotomanía, a su vez, implica<br />

una “alienación divertida” de la frase.<br />

Divertida (divertie, en la versión original)<br />

del latín divirtere, significa apartar,<br />

distraer. En francés, el verbo Divertir, se<br />

encuentra ligado a Détoruner, desviar 7 .<br />

Así, la erotomanía se manifiesta a partir<br />

de una alienación desviada, apartada<br />

del mensaje en cuanto al objeto al que<br />

se orienta. El otro se despersonaliza porque<br />

el mensaje del sujeto no se dirige a<br />

él en cuanto tal, esto es, no es necesaria<br />

una relación precisa entre semejantes<br />

sino que el otro “a menudo es un objeto<br />

alejado, con el cual al sujeto le basta comunicarse<br />

por una correspondencia que<br />

ni siquiera sabe si llega o no a destino<br />

[…] El delirio erotomaniaco se dirige<br />

a un otro tan neutralizado que llega a<br />

agrandarse hasta adquirir las dimensiones<br />

del mundo”. 8<br />

6 Ibid., p. 65.<br />

7 V. Petit Larousse, Larousse, Paris, 1940.<br />

8 J. Lacan, Op. cit. [1955-6], Clase del 30 de noviembre<br />

de 1955, Paidós, Buenos Aires, 1997, p. 66.<br />

Invierno 2005 / 2006 103 E


PALIMPSESTO<br />

Sin embargo, aun con las distinciones<br />

que caracterizan que un delirio<br />

paranoico sea de un tipo o de otro, el<br />

mecanismo principal es, según Freud, el<br />

mismo: la respuesta a una pulsión homosexual<br />

liberada mediante el fracaso de la<br />

represión.<br />

Ahora bien, Freud plantea las predisposiciones<br />

patológicas a partir de la<br />

fijación de la libido a distintas etapas del<br />

desarrollo. En la paranoia “nos vemos<br />

llevados a suponer que el punto débil de<br />

su desarrollo ha de buscarse en el tramo<br />

entre autoerotismo, narcisismo y homosexualidad,<br />

y allí se situará su predisposición<br />

patológica”. 9<br />

La fijación al narcisismo implica<br />

que se estanque el camino que va del<br />

autoerotismo a la relación de objeto,<br />

esto es, si el primer objeto a libidinizar<br />

es el cuerpo propio, “la continuación de<br />

ese camino lleva a elegir un objeto con<br />

genitales parecidos; por tanto, lleva a<br />

la heterosexualidad a través de la elección<br />

homosexual de objeto. Respecto de<br />

quienes luego serán homosexuales manifiestos,<br />

suponemos que nunca se han<br />

librado de la exigencia de unos genitales<br />

iguales a los suyos en el objeto”. 10<br />

La homosexualidad no es cancelada,<br />

dice Freud, sino sublimada en relaciones<br />

cuya meta sexual es inhibida: amistad,<br />

camaradería, vínculos sociales, etc. Sin<br />

embargo esta sublimación puede fallar,<br />

estallando la libido homosexual inconsciente<br />

y provocando que el sujeto, en un<br />

intento por defenderse de ella, genere<br />

un delirio paranoico.<br />

La restitución delirante de emasculación<br />

es también una respuesta al miedo<br />

ante la amenaza de castración del padre.<br />

11 Ibid., p. 439.<br />

E 104 Invierno 2005 / 2006<br />

Lacan sintetiza la posición freudiana en<br />

un párrafo:<br />

La teoría de Freud es que el único<br />

modo que tiene Schreber de eludir<br />

lo que resulta del temor a la castración<br />

es la Entmannung, la eviración,<br />

y sencillamente la desmasculinización,<br />

la transformación en mujer:<br />

pero, después de todo, como el propio<br />

Schreber lo indica en algún lado,<br />

¿acaso no es mejor ser una mujer espiritual<br />

que un pobre hombre infeliz,<br />

oprimido, hasta castrado? En suma,<br />

la solución del conflicto introducido<br />

por la homosexualidad latente se encuentra<br />

en un agrandamiento a la par<br />

del universo. 11<br />

Esto es, así como en un primer momento<br />

las fantasías de feminización lo persiguen<br />

posteriormente puede, mediante<br />

un vínculo megalomaniaco (ser la mujer<br />

de Dios y procrear la nueva raza del<br />

mundo) reconciliarse con ellas.<br />

Freud dice:<br />

Si era imposible avenirse al papel de la<br />

mujerzuela frente al médico, la tarea<br />

de ofrecer al propio Dios la voluptuosidad<br />

que busca no tropieza con igual<br />

resistencia del yo. La emasculación<br />

deja de ser insultante, deviene “acorde<br />

al orden del universo”, ingresa en un<br />

vasto nexo cósmico, sirve al fin de una<br />

recreación del universo humano sepultado.<br />

“Hombres nuevos de espíritu<br />

schreberiano” honrarán, en el que se<br />

cree perseguido, a su antepasado. Así<br />

se ha encontrado un expediente que<br />

satisface a las dos partes en pugna. El<br />

yo es resarcido por la manía de gran-


deza, y a su vez la fantasía de deseo<br />

femenina se ha abierto paso, ha sido<br />

aceptada. Pueden cesar la lucha y la<br />

enfermedad. 12<br />

En una carta a Fliess fechada el 14 de<br />

noviembre de 1897 Freud dice: “es<br />

probable que la elección de neurosis, la<br />

decisión sobre si se genera una histeria,<br />

una neurosis obsesiva o una paranoia,<br />

dependa de la naturaleza de la oleada<br />

(es decir, de su deslinde en el tiempo)<br />

que posibilita la represión, o sea, que<br />

muda una fuente de placer interior en una<br />

de asco interior”. 13 Es decir que el asco es<br />

la mudanza defensiva frente a un placer<br />

intolerable.<br />

Si se toma la interpretación de Freud<br />

sobre la paranoia, es posible encontrar<br />

en el paranoico una defensa que implica<br />

el rechazo manifiesto de algo que etiológicamente<br />

causa su estructura. Ahora<br />

bien, ¿es realmente posible pensar su<br />

tendencia hacia la feminización desde<br />

este encuadre? Es necesario revisar los<br />

aportes de Lacan al caso Schreber y sus<br />

posteriores contribuciones al estudio de<br />

la feminización en la psicosis.<br />

Existen diferencias significativas entre<br />

la lectura de Freud y aquella que hace<br />

Lacan 45 años después. Sin embargo,<br />

es importante destacar que el primero<br />

funda las bases desde las cuales el segundo<br />

postula su teoría sobre las psicosis.<br />

Citando a Frida Saal:<br />

Lacan continúa y corrige a Freud al<br />

12 S. Freud, Op. cit. [1911], p. 45.<br />

13 S. Freud, “Fragmentos de la correspondencia con<br />

Fliess” [1892-99], en Obras completas, Amorrortu,<br />

Buenos Aires, 1992, p. 313. El subrayado es mío.<br />

14 Frida Saal, “La carta forzada de la clínica”, en<br />

PALIMPSESTO<br />

mismo tiempo [...] Es evidente que el<br />

Schreber de Freud no es el Schreber<br />

de Lacan. Para éste en la causación de<br />

la psicosis no destaca el empuje de la<br />

pulsión homosexual sino la falla en la<br />

función significante. El significante<br />

que falta es el del Nombre-del-Padre.<br />

Mientras que para Freud lo que falta<br />

elaborar es el complejo paterno y la<br />

responsabilidad está del lado del hijo,<br />

para Lacan lo decisivo es la falla del<br />

padre en cuanto a la posibilidad de<br />

instaurar la función simbólica a través<br />

de su metáfora. 14<br />

Asimismo, para Freud el mecanismo que<br />

entra en juego en la constitución de la<br />

paranoia es la represión; para Lacan éste<br />

será privativo de la neurosis postulando<br />

la forclusión para la estructura psicótica.<br />

La homosexualidad latente será<br />

reformulada al introducir la relación<br />

imaginaria, destructiva y mortífera con<br />

el semejante. La reducción a la dualidad<br />

por la forclusión del elemento tercero<br />

(A), produce la más terrible agresividad<br />

frente al otro igual, y sólo puede ser tolerada<br />

mediante la restitución delirante<br />

de la paranoia.<br />

En este sentido, en lugar de fundarse<br />

lo “hetero (otro como A)-sexual”, 15 se<br />

establece una transexualidad, fuera del<br />

registro de la sexuación y de la función<br />

fálica.<br />

Al no haber inscripción del significante<br />

fálico el goce, no circunscrito por<br />

la palabra, se torna ilimitado y desloca-<br />

Morales, Helí, El laberinto de las estructuras, Siglo<br />

XXI, México, 1997, p. 65.<br />

15 Alfredo Eidelsztein, Las estructuras clínicas a partir<br />

de Lacan, Letra Viva, Buenos Aires, 2001, p. 274.<br />

Invierno 2005 / 2006 105 E


PALIMPSESTO<br />

lizado. El Otro goza desmesuradamente<br />

y el sujeto sólo puede rendirse pasivamente<br />

ante eso.<br />

En Schreber “este goce del Otro,<br />

impuesto como deletéreo, efractivo en<br />

relación con las fronteras del cuerpo y<br />

perturbador de sus funciones está ligado<br />

a la amenaza de eviración, término que<br />

Lacan dice no denota la castración sino<br />

su defecto, la significación de un goce no<br />

fálico, lo que excluye que Schreber sea<br />

gozado como hombre y que es mortal<br />

para el sujeto”. 16<br />

En el esquema I, Lacan plantea que<br />

el goce transexualista (i) se encuentra<br />

ligado a la imagen corporal narcisista<br />

(m), la cual se une a su vez, con el yo<br />

delirante en un intento por rodear el<br />

abismo de la significación fálica carente<br />

(Φo). Dicho goce aparece en este escenario<br />

construido desde la forclusión del<br />

Nombre-del-Padre. 17<br />

Colette Soler comenta al respecto:<br />

16 Colette Soler, “Estructura y función de los fenómenos<br />

erotomaniacos de la psicosis”, en Clínica diferencial de<br />

la psicosis, Fundación del Campo Freudiano, Manantial,<br />

Buenos Aires, 1988, p. 210.<br />

17 Ver J. Lacan, “De una cuestión preliminar a todo tra-<br />

LACAN RELACIONA LA EMASCULACIÓN CON EL MOMENTO<br />

DE “LA MUERTE DEL SUJETO”, CUANDO SCHREBER SE<br />

ENCUENTRA SU ESQUELA EN EL PERIÓDICO. LA CAÍDA<br />

DE LAS RESTITUCIONES QUE ENCUBRÍAN LA FALTA<br />

DE REFERENCIA FÁLICA, ESTO ES, DE LAS<br />

COMPENSACIONES IMAGINARIAS DEL SER<br />

HOMBRE, IMPLICÓ PARA ÉL NO SÓLO EL<br />

DERRUMBE DE LA VIRILIDAD,<br />

SINO TAMBIÉN EL DE LA VIDA.<br />

E 106 Invierno 2005 / 2006<br />

“La no menos impresionante regulación<br />

del goce va a la par y se localiza en el<br />

escenario transexual. Schreber frente al<br />

espejo testimonia un goce, que habiéndose<br />

inscripto como femenino, se anuda<br />

sin embargo a la imagen y a la pulsión<br />

escópica”. 18<br />

En este sentido, así como para Freud<br />

la defensa contra la homosexualidad está<br />

relacionada a la amenaza narcisística de<br />

la castración, para Lacan “nunca se trata<br />

de castración en Schreber. El término<br />

latino que sirve en alemán, eviratio-<br />

Entmannung, quiere decir en el texto,<br />

transformación, con todo lo que esta palabra<br />

entraña de transición, en mujer; no<br />

es para nada la castración. No importa,<br />

el análisis de Freud hace girar a toda la<br />

dinámica del sujeto Schreber en torno<br />

al tema de la castración, de la pérdida<br />

del objeto fálico”, 19 cuando justamente<br />

la significación fálica no se inscribió en<br />

este sujeto.<br />

tamiento posible de la psicosis” [1957-1958], en Escritos,<br />

Siglo XXI, México, 1992.<br />

18 Colette Soler, Op. cit. [1988], p. 210.<br />

19 J. Lacan, Op. cit. [1955-56], Clase del 4 de julio de<br />

1956, pp. 444-445.


Entonces, el componente homosexual<br />

puede ser un factor en juego en<br />

la paranoia, pero no la determinación de<br />

ésta.<br />

Schreber vivió muchos años sosteniendo<br />

una posición masculina compensatoria<br />

a pesar de la ausencia del<br />

referente fálico que la contuviera.<br />

Identificaciones a personajes que muestran<br />

el “ser hombre” le aportaron los<br />

elementos necesarios para mantener<br />

en pie su compensación imaginaria; “el<br />

problema de esas identificaciones no articuladas<br />

con la castración y la función<br />

fálica es, por desdicha, su fragilidad, su<br />

labilidad”, 20 y en cualquier momento, al<br />

ser convocado a lugares simbólicos que<br />

exijan la inscripción del significante forcluido,<br />

caerán.<br />

Si la pregunta por el sexo (¿hombre<br />

o mujer?) sólo es posible responderla<br />

desde un posicionamiento frente al falo,<br />

al psicótico únicamente le será posible<br />

ubicarse con elementos imaginarios frágiles<br />

frente a lo real de su anatomía. Su<br />

declaración de sexo ante una mujer es<br />

armada delirantemente para evitar caer<br />

en el abismo ocasionado por Φ0.<br />

Así también, exento del universo<br />

fálico y por lo tanto de la posibilidad<br />

de que el goce condescienda al deseo,<br />

se topa con la invasión desmedida de<br />

sensaciones deslocalizadas, causantes de<br />

ansiedad y relacionadas con los desechos<br />

que caen, como cae él frente al Otro.<br />

En las psicosis el goce no se localiza en<br />

una región del cuerpo, no está refrenado<br />

y limitado por el significante fálico<br />

[…], sino que invade al cuerpo todo<br />

20 G. Morel, Ambigüedades sexuales. Sexuación y psicosis,<br />

Manantial, Buenos Aires, 2002, p. 139.<br />

PALIMPSESTO<br />

que es escenario de metamorfosis que<br />

espeluznan y dejan atónito al sujeto, a<br />

un sujeto que se ve reducido a ser el<br />

escenario pasivo de transformaciones<br />

que obedecen a la oscura voluntad de<br />

un Otro omnisciente que rige y regula<br />

el acontecer orgánico. 21<br />

Ahora bien, la ausencia de significación<br />

fálica tiene dos acepciones dentro del<br />

texto de Schreber, la Entmannung (emasculación)<br />

y Verweiblichung (feminización),<br />

las cuales no son, dice Lacan, equivalentes:<br />

“la primera es el efecto de la forclusión<br />

sobre ‘tener el falo’, mientras que la<br />

segunda sustituye a ‘ser el falo’ […] Pero<br />

la Verweiblichung, como solución del ser<br />

para el sujeto, choca con su rechazo de<br />

la Entmannung. Es necesario, por lo tanto,<br />

pasar previamente por la aceptación<br />

de esta última para realizar aquélla”. 22<br />

Ser y tener son al principio excluyentes<br />

pero ante la carencia fálica, al final, se<br />

confunden.<br />

Lacan relaciona la emasculación con<br />

el momento de “la muerte del sujeto”,<br />

cuando Schreber se encuentra su esquela<br />

en el periódico. La caída de las restituciones<br />

que encubrían la falta de referencia<br />

fálica, esto es, de las compensaciones<br />

imaginarias del ser hombre, implicó para<br />

él no sólo el derrumbe de la virilidad,<br />

sino también el de la vida.<br />

Del enfrentamiento con su imagen<br />

surge la lucha mortífera con su doble<br />

psíquico, con ese otro que en una regresión<br />

al estadio del espejo lo convierte<br />

en un cadáver leproso que carga otro<br />

cadáver leproso y así, se entrega al goce<br />

mortificante del Otro.<br />

21 N. Braunstein, Goce, Siglo XXI, México, 1990, p. 206.<br />

22 Ibid., p. 220.<br />

Invierno 2005 / 2006 107 E


PALIMPSESTO<br />

Si hay Entmannung, es también porque<br />

el sujeto ya es el objeto del goce divino<br />

[…] Así, la formalización de la<br />

Entmannung como ‘muerte del sujeto’<br />

por la cadaverización imaginaria<br />

encubre la mortificación real del sujeto,<br />

como objeto de goce de Dios.<br />

Por lo tanto la Entmannung tiene tres<br />

coordenadas: simbólica, la forclusión<br />

del falo; imaginaria, la cadaverización<br />

en el espejo; real, el sometimiento al<br />

goce divino. 23<br />

La Verweiblichung puede entonces surgir<br />

como restitución imaginaria pues ya no<br />

hay un rechazo viril que la contenga.<br />

Sin posibilidad de “tener el falo”, el sujeto<br />

intentará serlo, y “a falta de poder<br />

ser el falo que falta a la madre, le queda<br />

la solución de ser la mujer que falta a<br />

los hombres”. 24 En este caso será la mujer<br />

que falta, sin faltarle porque de ella<br />

goza, a Dios.<br />

De esta manera la transformación<br />

en mujer logra la aceptación del sujeto<br />

en la medida en que ésta se postergue<br />

hasta el infinito su realización.<br />

IEl empuje-a-la-mujer<br />

En El atolondradicho (1972), Lacan postula:<br />

[…] hice mediante una función hiperbólica,<br />

de la psicosis de Schreber,<br />

demostrar en ella lo que tiene de sardónico<br />

el efecto incita-a-la-mujer que<br />

se especifica en el primer cuantor: habiendo<br />

precisado que es por la irrupción<br />

de Un-padre como sin razón, que<br />

se precipita aquí el efecto experimen-<br />

23 Idem.<br />

24 J. Lacan, Op. cit. [1957-58[, p. 547.<br />

25 J. Lacan, El atolondradicho, “Escansión 1”, Paidós,<br />

Buenos Aires, 1984, 1972, pp. 36-37.<br />

E 108 Invierno 2005 / 2006<br />

tado como forzamiento, en el campo<br />

de un Otro que ha de pensarse como<br />

lo más ajeno a todo sentido. 25<br />

Desglosando la cita, es posible observar<br />

lo siguiente:<br />

El efecto incita-a-la-mujer es traducido<br />

en muchos textos como empuje-ala-mujer.<br />

En el escrito original aparece<br />

como pousse-à-la-femme. El significado de<br />

pousser es empujar y su definición: tender<br />

a desplazar por un esfuerzo. 26 Viene del<br />

latín pulsare, que se define como echar<br />

a uno de un lugar; entregarse a vías de<br />

hecho alguno, maltratar, herir, golpear. 27<br />

Asimismo, incitar, del latín incitare, significa<br />

estimular.<br />

En este sentido la segunda traducción<br />

parece más correcta. El empuje-ala-mujer<br />

es un esfuerzo de desplazamiento,<br />

un cambio de lugar o posicionamiento<br />

psíquico en razón de una entrega al goce<br />

del Otro que puede maltratar, herir y golpear.<br />

Estimular-a-la-mujer, tendría una<br />

acepción más positiva y menos forzada<br />

como el mismo Lacan refiere al definir<br />

este concepto.<br />

Es la ubicación de Schreber frente<br />

a Dios determinada por su estructura y<br />

por la forclusión del significante lo que<br />

instaura la función fálica aquí elidida.<br />

Convirtiéndose en mujer, en La mujer<br />

puede gozar sin límites pero también ser<br />

gozada ilimitadamente por el Otro, localizando<br />

el goce en ese lugar.<br />

En el Empuje a La Mujer, hay que diferenciar<br />

la significación del delirio,<br />

que puede variar en cada caso, de la<br />

26 V. Petit Laroussse, Larousse, Paris, 1940.<br />

27 V. Blánquez, A., Diccionario manual latino-español y español-latino,<br />

Editorial Ramón Sopena, Barcelona, 1956.


lógica que lo rige. Se trata del empuje<br />

a constituir el Todo, fundado por la<br />

forclusión del Nombre-del-Padre. Al<br />

no contar con su función operatoria<br />

para organizar el conjunto de los significantes,<br />

constituyendo el lugar de<br />

la excepción, el sujeto inventa como<br />

solución el inscribirse él mismo en ese<br />

lugar. De allí su sacrificio, la supresión<br />

de su singularidad, de su condición<br />

misma de sujeto, para advenir en ese<br />

nuevo significante que nombra su ser<br />

y que toma una forma precisa: “Ser<br />

La Mujer que le falta a Dios”. Esta<br />

invención viene a nominar el goce<br />

enigmático del comienzo. Se encarna<br />

la función de excepción en tanto que<br />

el vacío promovido por la forclusión,<br />

fue ocupado por un goce sin referencia<br />

significante. 28<br />

Esto sólo es posible mediante una función<br />

hiperbólica. Hipérbola, del griego hipérbole,<br />

significa exceso, exageración. 29 El<br />

esquema I está construido por líneas asintóticas<br />

e hiperbólicas, ambas determinando<br />

lo indefinido, lo infinito. Entonces, el<br />

empuje-a-la-mujer se lanza en un exceso de<br />

indefi nición en el tiempo, hacia lo infi nito<br />

de un momento ya inconmensurable.<br />

El empuje-a-la-mujer es, también,<br />

un efecto sardónico. Etimológicamente,<br />

palabra derivada del griego sardónion,<br />

planta que “volvía insensatos a los hombres<br />

[...] ‘de modo que parece que el<br />

enfermo ríe, de donde procede como<br />

28 <strong>Da</strong>niel Millas, Inventar un nuevo amor, Artículo electrónico.<br />

29 Ver J. Corominas, Breve diccionario etimológico de la<br />

lengua castellana, Gredos, Madrid, 1961.<br />

30 G. Morel, Op. cit. [2002], pp. 228-229.<br />

31 En 1966 Lacan propone “una defi nición más precisa<br />

de la paranoia como identifi cando el goce en ese<br />

PALIMPSESTO<br />

proverbio la risa sardónica, para aludir<br />

a una risa desdichada y mortal’”. 30 Es así<br />

una mueca forzada que imita la risa.<br />

Entonces, el empuje-a-la-mujer es<br />

un efecto experimentado como forzamiento,<br />

que contiene a su vez un carácter mortifi<br />

cante debido a que ubica al sujeto como<br />

el objeto de goce del Otro. 31<br />

Se especifi ca en el primer cuantor, alusión<br />

a las fórmulas de la sexuación propuestas<br />

en el seminario 20, Aún, dictado<br />

en 1972-73. 32<br />

Lado masculino Lado femenino<br />

El “Padre” ∃x⎺Φx ∃x ⎺Φx la “inexistencia”<br />

El “todo hombre” ∀x Φx ∀x Φx el “no-todo”<br />

Los cuantores se leen así: ∀ universal<br />

(∀ todo y⎺∀ no todo) y ∃ existencial<br />

(∃ existe y ⎺∃ no existe). Φx es la función<br />

fálica sobre la x del sujeto.<br />

Del lado masculino se encuentra que<br />

a partir de que “existe un x que dice no<br />

a la función fálica”, “función del padre” 33 ,<br />

el Padre originario, mítico, de la horda<br />

primitiva que no se encuentra sometido<br />

a la castración, se hace posible que “todo<br />

x acepte la función fálica”. Esto es, a partir<br />

de la excepción se funda la universalidad<br />

del “todo hombre”.<br />

Del lado femenino, “no existe x que<br />

no esté sometida a la función fálica”, fórmula<br />

de la inexistencia donde La mujer<br />

no existe; siendo un significante ausente<br />

en la cadena sólo es posible escribirlo tachando<br />

el La.<br />

lugar del Otro como tal”. Ver J. Lacan, “Presentación<br />

de la traducción francesa de las memorias del presidente<br />

Schreber” [1966], en Intervenciones y textos 2,<br />

Manantial, Buenos Aires, 1988.<br />

32 También aparecen en las charlas en Ste. Anne: “El<br />

saber del psicoanalista” [1972a], Inédito.<br />

33 J. Lacan, Seminario 20: Aún [1972-73], clase del 13<br />

Invierno 2005 / 2006 109 E


PALIMPSESTO<br />

Ésta es la manera que tienen las mujeres<br />

de colocarse bajo la ley del falo,<br />

mediante el uso de la inexistencia<br />

introducido como negación de la<br />

existencia: no existe uno que diga no<br />

a la Ley del falo. Doble negación…<br />

Mediante esta doble negación una mujer<br />

se somete a la ley universal, la ley<br />

del falo, que coloca a todos los seres<br />

hablantes bajo los alcances de la castración.<br />

Pero en una mujer no todo cae<br />

bajo la ley del falo, lo cual explica que<br />

las mujeres no constituyan una clase,<br />

la clase de la mujer, pues la ley universal<br />

no las somete totalmente como en<br />

el caso de los hombres, que sí llegan<br />

a constituir la clase “el hombre”. Algo<br />

en una mujer se muestra como un goce<br />

Otro, como otro goce, un goce que no<br />

se puede decir. No se puede decir a diferencia<br />

del goce fálico, que es un goce<br />

que sí se puede decir. 34<br />

De ahí que “no toda x acepta la función<br />

fálica”, eludiendo la universalidad las<br />

34 J. Alemán, y S. Larriera, El inconsciente: existencia y<br />

diferencia sexual, Síntesis, España, 2002, p. 121.<br />

35 Idem.<br />

E 110 Invierno 2005 / 2006<br />

mujeres se inscribirán en la lógica del<br />

no-todo, “en tanto puede elegir estar o<br />

no en ⎺∀x Φx”. 35<br />

En El saber del psicoanalista Lacan<br />

organiza estas fórmulas desde los términos:<br />

necesario, contingente, posible<br />

e imposible. 36<br />

De esta manera ubica ∃x⎺Φx como<br />

necesario, es decir, “lo que no cesa de<br />

escribirse”, lo que siempre se escribe: el<br />

Padre originario.<br />

∀x Φx es del orden de lo posible,<br />

“lo que cesa de escribirse”; algo que estaba<br />

escribiéndose deja de escribirse, todos<br />

los hombres posibles están sometidos<br />

a la función fálica, de tal manera que<br />

lo que no cesaba de escribirse (la excepción),<br />

puede cesar (la universalidad).<br />

∃x ⎺Φx es lo imposible, “lo que<br />

no cesa de no escribirse”, lo real de la<br />

inexistencia de La mujer.<br />

Y por último, ⎺∀x Φx es contingente,<br />

“lo que cesa de no escribirse”, las<br />

mujeres, una a una, inscritas en la función<br />

fálica.<br />

36 J. Lacan, El saber del psicoanalista (Charlas en Ste.<br />

Anne) [1972a], Inédito.<br />

LA EROTOMANÍA, ESPECÍFICAMENTE, ES CONSIDERADA<br />

POR ALGUNOS AUTORES COMO UNA AFECCIÓN FEMENINA.<br />

POR EJEMPLO, FRANÇOIS PERRIER PIENSA QUE<br />

“LA EROTOMANÍA PURA ES UN ESTADO<br />

PASIONAL DE LA MUJER”. A LO CUAL<br />

JEAN-PAUL VALABREGA PREGUNTA:<br />

SI “LA EROTOMANÍA ES UNA PASIÓN DE<br />

LA MUJER [... ES] ¿PASIÓN DE LA MUJER<br />

O PASIÓN POR LA MUJER?”


Entonces, el primer cuantor al que<br />

Lacan se refiere en el texto es el de la<br />

inexistencia, aquel que se marca desde<br />

lo imposible, desde lo real que no cesará<br />

nunca de escribirse. Pero como la<br />

sexuación sólo es válida para los sujetos<br />

hablantes, regidos por el falo (en tanto<br />

su goce se ha vuelto por intervención de<br />

la palabra goce fálico), es fundamental<br />

leer esta fórmula separada de la que le<br />

sigue, esto es, elidida de la función fálica<br />

que implica adscribirse al grupo de las<br />

no-todas.<br />

El empuje-a-la-mujer genera entonces<br />

que La mujer exista y que el psicótico<br />

se inscriba en la x del cuantor implicado,<br />

positivizándolo. Es decir, si no existe x<br />

que diga no a la función fálica, La mujer<br />

es esa x que ex-siste al orden del falo.<br />

Todo eso a partir de que el primer<br />

cuantor del lado masculino no funcione,<br />

esto es, que la necesariedad de la inscripción<br />

paterna no se haya escrito jamás: “si<br />

leemos la fórmula de la ‘inexistencia’<br />

como el empuje-a-la-mujer, lo hacemos<br />

en el contexto de la psicosis, en el cual<br />

depende de la forclusión del Nombredel-Padre<br />

y del falo. Es preciso leerla<br />

entonces como ‘el padre no existe’ y ‘la<br />

mujer existe’ […] ‘la’ mujer sólo puede<br />

existir fuera de la ley fálica”. 37<br />

A falta de la existencia que funda la<br />

universalidad de la función fálica, el psicótico<br />

se queda fuera de la inscripción<br />

de la castración, ubicándose en el lugar<br />

de la excepción. “Cuando la función<br />

paterna se encuentra simbolizada, sirve<br />

como protección del rechazo de La mu-<br />

37 G. Morel, Op. cit. [2002], p. 226.<br />

38 J-C. Maleval, Lógica del delirio, Ediciones del Serbal,<br />

Barcelona, 1998, p. 87. El texto citado de Lacan corresponde<br />

a “El despertar de la primavera”. Ver referencia 39.<br />

PALIMPSESTO<br />

jer: el Padre es sólo un semejante, afirma<br />

Lacan, que ‘existiría en el lugar del vacío<br />

donde yo pongo a La mujer’. Cuando la<br />

máscara paterna falta, surgen las figuras<br />

del goce ilimitado entre las cuales La<br />

mujer constituye la más eminente”. 38<br />

Lacan agrega: “Cómo saber si [...],<br />

el Padre mismo, el padre eterno de todos<br />

nosotros, no es más que el Nombre<br />

entre otros de la Diosa blanca, aquella<br />

que su decir se pierde en la noche de<br />

los tiempos, por ser la Diferente, Otra<br />

siempre en su goce —al igual que esas<br />

formas del infinito cuya enumeración<br />

sólo comenzamos al saber que es ella la<br />

que nos suspenderá a nosotros”. 39<br />

Entonces, constituirse en el lugar<br />

imposible de La mujer, podría generar<br />

cierta estabilización así como el<br />

Nombre-del-Padre hace de cuarto lazo,<br />

de sínthoma, pero desde un lugar distante<br />

al orden significante, como restitución<br />

delirante ante los abismos cavados por la<br />

ausencia del falo y del padre.<br />

Si no es de esta manera, al menos (y<br />

no es poco) cumple un papel fundamental<br />

en la limitación del goce deslocalizado,<br />

goce que al no ser restringido por<br />

la castración, se hace infinito e invade al<br />

sujeto.<br />

Miller apunta: En el examen de la<br />

psicosis: cherchez la femme. Buscad la mujer<br />

en el sujeto. Es el estigma clínico más<br />

seguro de la forclusión del Nombre-del-<br />

Padre. Todas las vertientes del delirio<br />

—homosexualidad, travestismo, transexualidad,<br />

etc.— traducen, en el modo<br />

de su delirio, la infinitización del goce.<br />

39 J. Lacan, “El despertar de la primavera” [1974], en<br />

Intervenciones y textos 2, Manantial, Buenos Aires,<br />

1998, pp. 112-113.<br />

Invierno 2005 / 2006 111 E


PALIMPSESTO<br />

La fórmula famosa: ‘Lo que está forcluido<br />

de lo simbólico retorna en lo real’, se<br />

completa así: lo que está forcluido de lo<br />

simbólico como Nombre-del-Padre retorna<br />

en lo real como Goce del Otro.” 40<br />

El empuje-a-la-mujer se presenta<br />

entonces como una interpretación<br />

de ese goce desmedido. “La idea de ‘la’<br />

mujer se impone a un sujeto que debe<br />

interpretar su goce. Esta interpretación<br />

induce el efecto de empuje-a-la-mujer,<br />

sentido como un forzamiento que<br />

Schreber imputa a un Otro gozador.” 41<br />

Lacan plantea que es por la irrupción<br />

de Un-padre como sin razón que tal<br />

efecto se entabla. Un-padre que aparece<br />

en el campo de un Otro que ha de pensarse<br />

como lo más ajeno a todo sentido,<br />

esto es, a partir del llamado del significante<br />

del Nombre-del-padre, el cual es<br />

ajeno por estar forcluido.<br />

“La mujer” constituye una alternativa,<br />

en la estructura, al Nombre-del-<br />

Padre y la significación fálica. De allí<br />

la frecuencia, en la psicosis, de una<br />

polarización del goce por “la mujer”.<br />

Esta orientación femenina es suscitada,<br />

en particular, por lo que evoca el<br />

Nombre-del-Padre forcluido —lo que<br />

Lacan llamó “Un-padre”—, así como<br />

por lo que necesitaría la significación<br />

fálica: la sexualidad infantil, las emociones<br />

pulsionales de la adolescencia,<br />

el acto sexual. 42<br />

Entonces, el efecto de empuje-a-la-mujer<br />

hace existir lo imposible y se lleva a<br />

40 J-A. Miller, Matemas I, Paidós, Buenos Aires, 1987, p. 189.<br />

41 G. Morel, Op. cit. [2002], p. 229.<br />

42 Ibid., p. 232.<br />

43 J-A. Miller, Elucidación de Lacan. Charlas brasileñas,<br />

E 112 Invierno 2005 / 2006<br />

cabo en el momento en que un tercero<br />

irrumpe ejerciendo un llamado incontestable<br />

por la forclusión del Nombredel-Padre<br />

y la elisión de la función fálica;<br />

es un efecto forzado que enfrenta al<br />

sujeto a lo mortífero del goce del Otro<br />

pero que su función hiperbólica permite<br />

cierta reconciliación y localización de<br />

ese goce infinito.<br />

La locura y lo femenino<br />

Existen ciertos lazos entre lo femenino<br />

y la locura en relación con aquello que<br />

se escapa de la palabra, permaneciendo<br />

inefable y oculto.<br />

Miller habla de “un goce que puede<br />

ser intolerable, que es lo que vincula la<br />

locura y la mujer, lazo que se conoce<br />

desde hace mucho tiempo, que lleva a<br />

pensar que las mujeres estarían locas,<br />

porque los locos en algo son mujeres. Es<br />

posible buscar siempre en los locos ese<br />

punto de goce especial y excesivo […]<br />

Lacan escribió el matema: el efecto del<br />

‘empuje a la mujer’ […] un efecto de<br />

feminización del loco que traduce muy<br />

especialmente la forclusión del Nombre<br />

del Padre”. 43<br />

La erotomanía, específicamente, es<br />

considerada por algunos autores como<br />

una afección femenina. Por ejemplo,<br />

François Perrier piensa que “la erotomanía<br />

pura es un estado pasional de la<br />

mujer”. 44 A lo cual Jean-Paul Valabrega<br />

pregunta: si “la erotomanía es una pasión<br />

de la mujer [... es] ¿pasión de la mujer o<br />

pasión por la mujer?” 45<br />

Esta idea contradice, sin embargo,<br />

Paidós, Buenos Aires, 1998, p. 93. El subrayado es mío.<br />

44 F. Perrier, “La erotomanía”, en Aulagnier, Piera, et<br />

al., El deseo y la perversión, Editorial Sudamericana,<br />

Buenos Aires, 1968, p. 150.


a los planteamientos de Freud, quien<br />

trabaja las fórmulas de la paranoia desde<br />

una perspectiva masculina. Aun así, la<br />

tendencia a la feminización, la relación<br />

con el goce inconmensurable y fuera del<br />

alcance simbólico, posibilita la relación<br />

entre la estructura y el posicionamiento<br />

psíquico sexual.<br />

Así, también en el tema de lo amoroso<br />

la forma erotomaniaca se encuentra<br />

vinculada al lado femenino.<br />

Miller trabaja, basándose en un<br />

planteamiento que Lacan expone en<br />

Ideas directivas para un congreso sobre la<br />

sexualidad femenina, que la forma de<br />

amar del hombre es fetichista y la de la<br />

mujer erotomaniaca, en tanto demanda<br />

ser amada:<br />

Del lado femenino, el parlêtre impone<br />

a la pareja una forma distinta en función<br />

de lo ilimitado del goce. Para entenderlo<br />

pensemos en el papel central<br />

de la demanda de amor en la sexualidad<br />

femenina. La demanda de amor<br />

desempeña en la sexualidad femenina<br />

un papel incomparable con el masculino.<br />

La demanda de amor comporta<br />

en sí misma un carácter absoluto y<br />

una tendencia hacia el infinito que es<br />

45 Ibid., p. 175.<br />

46 J-A. Miller, El hueso de un análisis, Tres Haches,<br />

PALIMPSESTO<br />

manifiesta en el hecho de que el Todo<br />

no está formado, el Todo no hace Uno<br />

y eso se abre hacia el infinito, más<br />

allá de todo lo que pueda ofrecérsele<br />

como prueba. Es una demanda que incide<br />

sobre el ser de la pareja y que deja<br />

al desnudo su forma erotomaniaca, la<br />

de que el otro la ame. 46<br />

Es también un amor devastador:<br />

Hablamos de devastación cuando hay<br />

un saqueo que se extiende a todo,<br />

que no termina, que no conoce límites<br />

y es en función de esa estructura<br />

que un hombre puede ser la parejaestrago<br />

de una mujer, para lo mejor<br />

y para lo peor, porque en la palabra<br />

ravage (estrago, devastación) hay ravie<br />

(deslumbrar) y es la palabra ravissement<br />

(deslumbramiento)… entonces<br />

un hombre puede ser una devastación<br />

para una mujer, pero puede también<br />

ser el modo por el que acontece su<br />

deslumbramiento. 47<br />

¿No es esta devastación-deslumbramiento<br />

la relación que entabla Schreber<br />

con el Otro divino a quien ama y teme<br />

a la vez?<br />

Buenos Aires, 1998, p. 78.<br />

47 Ibid., pp. 81-82.<br />

Invierno 2005 / 2006 113 E


114<br />

Andróginos:<br />

la perfección fi gurada<br />

G e r a r d o L i n o<br />

PALIMPSESTO<br />

Hamlet


Quienes han visto la versión de Luchino<br />

Visconti sobre La muerte en Venecia de<br />

Thomas Mann, recuerdan esa silueta de<br />

nardo que pasa por ahí como una aparición<br />

venida de otro mundo: Tadzio,<br />

mozalbete de catorce años, que pone<br />

en jaque sin querer al otrora dueño de<br />

sí Gustav von Aschenbach. A su efigie<br />

turbadora, de pálida tez, cabellera bruñida,<br />

suele tildársele de andrógina sin<br />

mayores consideraciones. También se<br />

piensa que <strong>Da</strong>vid Bowie se disfrazó de<br />

andrógino cuando puso en escena ese<br />

personaje de nombre Ziggy Stardust y<br />

subsiguientes transformaciones al servicio<br />

de la ambigüedad: delgadez extrema,<br />

indumentaria unisex, mirada perdida o<br />

provocadoras declaraciones de bisexualidad<br />

en las inmediaciones de los inocuos<br />

años setenta. Luego vendrán las copias<br />

empeoradas; los ejemplos abundan: las<br />

modas son incesantes y los modistos de<br />

la cultura fatigan sus recursos para tener<br />

a su clientela al día: esto es lo nuevo,<br />

lo inaudito, lo eterno, el non plus ultra.<br />

(Luego veremos que no era para tanto.)<br />

Hubo incluso un tiempo en que se<br />

nos hizo creer que en la androginia estaba<br />

la Última Thule del ser; que en esa<br />

unión residía la verdad; que no era po-<br />

sible otra idea de la perfección sino al<br />

asimilar ese icono en la existencia personal.<br />

Si diluimos su exageración, veremos<br />

que esas pretensiones no andaban<br />

tan erradas: a sabiendas o sin malicia, de<br />

hecho pusieron en circulación un mito<br />

viejo como la memoria registra en diversas<br />

estancias civilizatorias. En cuanto<br />

los mitos poseen la textura de los sueños<br />

—fosfenos caóticos cuyo relato les<br />

otorga sentido—, su maleabilidad permite<br />

que se apliquen a diferentes usos y<br />

conveniencias. Ahí está, entre otras conciliaciones,<br />

“la intención de Coleridge<br />

cuando dijo que una gran inteligencia<br />

es andrógina. [...] Quizá una mente del<br />

todo masculina no puede crear, así como<br />

tampoco una mente del todo femenina,<br />

pensé. Pero convendría saber lo que se<br />

entiende por mujeril viril, e inversamente<br />

por viril mujeril, deteniéndose a<br />

revisar un libro o dos” (Virginia Woolf,<br />

Un cuarto propio, traducción de Jorge<br />

Luis Borges). Con esos ejemplos basta<br />

para entrar en materia.<br />

Un examen general de los avatares<br />

del mito, desde el referido en el célebre<br />

Banquete hasta los provenientes de la<br />

India y otras civilizaciones de que nos informa<br />

Mircea Eliade, puede aproximar-<br />

Invierno 2005 / 2006 115 E


PALIMPSESTO<br />

nos a su comprensión, o, mejor, a discernir<br />

el lugar que todavía merece entre<br />

las figuraciones con que las culturas se<br />

han propuesto asir la idea de la perfección,<br />

la totalidad absoluta del Uno originario<br />

(debería renunciar a preguntarme<br />

por qué diablos queremos saber eso; de<br />

dónde nos viene esa pretensión de lo<br />

absoluto; cómo se nos ocurre que debe<br />

haber más allá y es puro, incontrastable,<br />

perfecto a más no poder, es decir —<br />

para no quedarnos cortos, William—,<br />

un lugar donde hay más cosas de las que<br />

la imaginación alcanza: quienes fueron<br />

hasta allá no han regresado, y a quienes<br />

intentan historiarlo a veces los refunden<br />

en sanatorios mentales).<br />

Volvamos con Mann.<br />

Tadzio, contra lo que el lugar común<br />

asienta, no es un andrógino stricto sensu<br />

—si bien puede adjudicársele cierto<br />

rasgo correspondiente a una derivación<br />

manierista—. Nunca lo representa el<br />

narrador con calificativos que pertenezcan<br />

al campo semántico del andrógino,<br />

salvo cuando parece reunirse lo delicado<br />

y lo varonil en su persona. Las descrip-<br />

E 116 Invierno 2005 / 2006<br />

ciones con que Thomas Mann caracteriza<br />

a Tadzio aluden a otro contexto, aunque<br />

vecino. “Aschenbach advirtió con asombro<br />

que el muchacho tenía una cabeza<br />

perfecta. Su rostro, pálido y hermosamente<br />

austero, encuadrado de cabello<br />

color de miel; su nariz, recta; su boca<br />

fina y una expresión de deliciosa serenidad<br />

divina le recordaron los bustos griegos<br />

de la época más noble. Y siendo su<br />

forma de clásica perfección, había en él<br />

un encanto personal tan extraordinario,<br />

que el observador podía aceptar la imposibilidad<br />

de hallar nada más acabado.”<br />

Por “época más noble” debe entenderse<br />

la clásica; por ese simple dato, nada tiene<br />

que ver entonces con el andrógino que<br />

en su momento fantaseará Platón, pues<br />

de seguro proviene de épocas previas a<br />

los esplendores del siglo V. Rasgos del<br />

inocente, a más de “elegante indolencia”<br />

o “delicada figura”, con que Mann sublima<br />

su arte descriptivo para no dejarnos<br />

con la impresión de una estatua: “Su<br />

andar era gracioso, tanto en la actitud<br />

del busto como en el movimiento de las<br />

rodillas y en la manera de pisar; andaba<br />

“LOS HOMBRES QUE PROCEDEN DE LA SEPARACIÓN<br />

DE AQUELLOS SERES COMPUESTOS QUE SE LLAMABAN<br />

ANDRÓGINOS AMAN A LAS MUJERES,<br />

Y LA MAYOR PARTE DE LOS ADÚLTEROS<br />

PERTENECEN A ESTA ESPECIE,<br />

DE LA QUE TAMBIÉN FORMAN PARTE LAS<br />

MUJERES QUE AMAN A LOS HOMBRES Y<br />

VIOLAN LAS LEYES DEL HIMENEO.”


ligeramente, con altanería y suavidad al<br />

propio tiempo, y su encanto aumentaba<br />

en virtud del pudor infantil, que por dos<br />

veces le obligó a bajar los ojos cuando<br />

miró en torno suyo. Sonriente, y hablando<br />

a media voz en su lenguaje sonoro y<br />

blando, saludó y se sentó. Esta vez estaba<br />

frente a Aschenbach, quien volvió a ver,<br />

con asombro y hasta con miedo, la divina<br />

belleza del niño.” Ese “pudor infantil”<br />

debería dar al traste de una vez por todas<br />

con la equívoca asimilación de Tadzio al<br />

monstruoso engendro perpetrado por<br />

Platón en El banquete. Y no sería tan<br />

monstruoso el engendro platoniano —y<br />

aun simpático podría parecer— si se le<br />

pusiera fuera del alcance de esta imagen:<br />

“La visión de aquella figura viviente, tan<br />

delicada y tan varonil al mismo tiempo,<br />

con sus rizos húmedos y hermosos como<br />

los de un dios mancebo que, saliendo de<br />

lo profundo del cielo y del mar, escapaba<br />

al poder de la corriente, le producía<br />

evocaciones místicas; era como una estrofa<br />

de un poema primitivo que hablara<br />

de los tiempos originarios, del comienzo<br />

de la forma y del nacimiento de los<br />

dioses.” (La muerte en Venecia, Editorial<br />

Andrés Bello —no consigna traductor—,<br />

2001.)<br />

A ver qué se dice en El banquete.<br />

Medio mundo sabe que este diálogo<br />

se ocupa del amor. Para presentarlo,<br />

Platón lució sus mejores prendas<br />

de dramaturgo y consiguió una pieza<br />

llena de atractivo y equilibrio entre<br />

el discurso lógico y la vivacidad de los<br />

personajes —hay que estar allí cuando<br />

aparece Alcibíades rodeado de coristas y<br />

rebosante de vino—, pues corresponde<br />

a su plenitud “como pensador y como<br />

escritor, a esa época que los griegos llamaban<br />

de la acmé de la vida, un apogeo<br />

PALIMPSESTO<br />

en la evolución biográfica que situaban<br />

ya cumplidos los cuarenta años” (Carlos<br />

García Gual en la Introducción a los<br />

Diálogos, Austral [1938], 1999). Varios<br />

de los convidados ya han puesto ante la<br />

mesa su elogio a “ese dios tan grande”,<br />

cuando le toca el turno a Aristófanes, sí,<br />

el poeta cómico, el dueño de la elocuencia<br />

bufa. Luego de aclarar que no va a<br />

hacerlos reír, especifica que para tratar<br />

del poder del amor dirá primero cuál es<br />

la naturaleza del hombre, que era “muy<br />

diferente de como es hoy día” (ib., versión<br />

de Luis Roig de Lluis).<br />

Al principio hubo tres clases de hombres:<br />

los dos sexos que subsisten hoy<br />

día y un tercero compuesto de estos<br />

dos y que ha sido destruido y del cual<br />

sólo queda el nombre. [...] En segundo<br />

lugar, tenían todos los hombres la<br />

forma redonda, de manera que el pecho<br />

y la espalda eran como una esfera<br />

y las costillas circulares, cuatro brazos,<br />

cuatro piernas, dos caras fijas a un cuello<br />

orbicular perfectamente parecidas;<br />

una sola cabeza reunía estas dos caras<br />

opuestas la una a la otra; cuatro orejas,<br />

dos órganos genitales y el resto de la<br />

misma proporción.<br />

Basta de crueldades: dejen de comparar<br />

esas esferas octomembrales, bifrontes<br />

y orbiculares con Tadzio, el dios mancebo,<br />

por más que ambas figuras hayan<br />

sido situadas cual imágenes primordiales<br />

“del comienzo de la forma y del nacimiento<br />

de los dioses”. Ni siquiera con<br />

el delicuescente Ziggy Stardust. Si no<br />

es suficiente, véanlos caminar: “Cuando<br />

querían ir más deprisa se apoyaban sucesivamente<br />

sobre sus ocho miembros<br />

y avanzaban rápidamente por un movi-<br />

Invierno 2005 / 2006 117 E


PALIMPSESTO<br />

HUBO INCLUSO UN TIEMPO EN QUE SE NOS<br />

HIZO CREER QUE EN LA ANDROGINIA<br />

ESTABA LA ÚLTIMA THULE DEL SER;<br />

QUE EN ESA UNIÓN RESIDÍA LA VERDAD;<br />

QUE NO ERA POSIBLE OTRA IDEA DE LA PERFECCIÓN<br />

SINO AL ASIMILAR ESE ICONO EN LA EXISTENCIA PERSONAL.<br />

E 118 Invierno 2005 / 2006<br />

Obra / Claudius.


miento circular, como los que con los<br />

pies en el aire hacen la rueda.” Conste<br />

que Aristófanes no quería hacerlos reír<br />

—no es fortuito que el autor haya puesto<br />

ese relato en boca de ese personaje<br />

(cf. ib. 25)—; pero bueno: sigue contando<br />

que los hombres tuvieron la osadía de<br />

lidiar contra los dioses. Naturalmente<br />

—o divinamente— los olímpicos no podían<br />

dejar sin castigo la insolencia. Para<br />

aplacar su incrédula audacia y aumentar<br />

el número de sirvientes, decidieron separarlos:<br />

el dios “cortó a los hombres<br />

en dos mitades, lo mismo que hacen los<br />

hombres con la fruta cuando la quieren<br />

conservar en almíbar o cuando quieren<br />

salar los huevos cortándolos con una<br />

crin, partiéndolos en dos partes iguales”.<br />

Apolo, por órdenes de Zeus, se ocupa<br />

de componerlos con “la cara y la mitad<br />

del cuello en el lado por donde se había<br />

hecho la separación, a fin de que la vista<br />

del castigo los volviera más modestos”.<br />

Luego viene lo interesante: cada mitad<br />

se propone buscar a la otra “y cuando se<br />

PALIMPSESTO<br />

encontraban se abrazaban y unían con tal<br />

ardor en su deseo de volver a la primitiva<br />

unidad, que perecían de hambre y de<br />

inanición en aquel abrazo, no queriendo<br />

hacer nada la una sin la otra”. Aristófanes<br />

se explaya:<br />

De ahí procede el amor que naturalmente<br />

sentimos los unos por los<br />

otros, que nos vuelve a nuestra primitiva<br />

naturaleza y hace todo para reunir<br />

las dos mitades y restablecernos<br />

en nuestra antigua perfección. Cada<br />

uno de nosotros no es por tanto más<br />

que una mitad de hombre que ha sido<br />

separado de un todo de la misma manera<br />

que se parte en dos un lenguado.<br />

Estas dos mitades se buscan siempre.<br />

Los hombres que proceden de la separación<br />

de aquellos seres compuestos<br />

que se llamaban andróginos aman a las<br />

mujeres, y la mayor parte de los adúlteros<br />

pertenecen a esta especie, de la<br />

que también forman parte las mujeres<br />

que aman a los hombres y violan las<br />

“PRECISAMENTE A PARTIR DE TALES EXPERIENCIAS EXISTENCIALES,<br />

PROVOCADAS POR LA NECESIDAD DE TRASCENDER<br />

LOS CONTRARIOS, ES CUANDO COMIENZAN A ARTICULARSE<br />

LAS PRIMERAS ESPECULACIONES TEOLÓGICAS Y FILOSÓFICAS<br />

A NIVEL DEL PENSAMIENTO<br />

PRESISTEMÁTICO, EL MISTERIO DE<br />

LA TOTALIDAD TRADUCE EL ESFUERZO<br />

DEL HOMBRE POR ACCEDER A UNA<br />

PERSPECTIVA DESDE LA CUAL<br />

LOS CONTRARIOS SE ANULEN.”<br />

Invierno 2005 / 2006 119 E


PALIMPSESTO<br />

leyes del himeneo. Pero las mujeres<br />

que provienen de la separación de las<br />

mujeres primitivas no prestan gran<br />

atención a los hombres y más bien<br />

se interesan por las mujeres; a esta<br />

especie pertenecen las tribadas. Los<br />

hombres procedentes de la separación<br />

de los hombres primitivos buscan de<br />

igual manera el sexo masculino. [...]<br />

La causa es que nuestra primitiva naturaleza<br />

era una y que nosotros éramos<br />

un todo completo. Se da el nombre<br />

de amor al deseo de volver a recobrar<br />

aquel antiguo estado.<br />

Esas figuraciones fueron utilizadas por<br />

Platón para apuntalar un argumento, en<br />

este caso una teoría del amor, no porque<br />

creyera en esos mitos como las consejas<br />

populares los repiten sino para reciclarlos<br />

con otra luz: la del raciocinio que<br />

busca dilucidar una duda con tal de acceder<br />

al conocimiento. Así que no importa<br />

la veracidad de esos seres demediados,<br />

sino dirigir el entendimiento hacia el valor<br />

de la contemplación de la belleza absoluta<br />

—como Diótima en su momento<br />

habrá de enseñar a Sócrates— en cuanto<br />

aspiración de lo perfecto a la que somos<br />

E 120 Invierno 2005 / 2006<br />

llamados por nuestra condición necesitada.<br />

En ello coincide Mefi stófeles y el<br />

andrógino (trad. de Fabián García-Prieto;<br />

Labor/Punto Omega, 1984), cuando<br />

Mircea Eliade (1905-1986) ofrece un<br />

detallado repaso del mito por tiempos y<br />

geografías, principalmente orientales, y<br />

luego se aproxima a los significados por<br />

los que el símbolo del andrógino mantiene<br />

su vigencia en la historia espiritual<br />

de nuestro tiempo.<br />

Una vez establecida la ambivalencia<br />

de la divinidad que ha sido trascendida<br />

a una imagen de fusión, en cuanto que<br />

en ella se reúnen todas las dualidades<br />

en diversas religiones y culturas, Eliade<br />

postula que los mitos del andrógino, ritos<br />

y símbolos sobre la fragmentación<br />

originaria apuntan a otra comprensión:<br />

la de la unidad indisoluble de la realidad<br />

última; que el Grund de la divinidad sobrepasa<br />

la racionalidad y sólo en cuanto<br />

paradoja puede captarse; “que la perfección<br />

divina no puede concebirse como<br />

una suma de cualidades y virtudes, sino<br />

como una libertad absoluta, más allá del<br />

bien y del mal”; que lo absoluto difiere<br />

de lo humano, de su inmediatez y su<br />

inevitable relatividad, pues no consiste<br />

LA COMPARACIÓN SOBRE LOS DISFRACES<br />

INTERCAMBIADOS PARECE CONFIRMAR ESA<br />

CREENCIA DE QUE EL ANDRÓGINO ES SOLAMENTE ESO:<br />

UNA PARODIA RIDÍCULA DE LO FEMENINO<br />

EN LA QUE CONTRASTA APENAS LA<br />

IMAGEN DEL MACHO PARA REFORZARLA.


en modos de ser particulares ni contingentes.<br />

“En una palabra: estos mitos,<br />

ritos y teorías implican la coincidentia<br />

oppositorum” por la cual se entiende que<br />

para aprehender la realidad última, lo<br />

trascendente, los hombres han de “renunciar,<br />

aunque no sea más que por algunos<br />

instantes, a pensar e imaginar a<br />

la divinidad en términos de experiencia<br />

inmediata, pues tal experiencia no conseguiría<br />

percibir más que fragmentos y<br />

tensiones”. Después ofrece ejemplos de<br />

estos esfuerzos, desde la teología irania<br />

hasta las doctrinas védicas, pasando por<br />

cosmogonías de variadas ubicaciones,<br />

en que los contrarios se enfrentan pero<br />

al fin se dirigen hacia una última integración.<br />

Incluso se detiene en la ignota<br />

y exótica tradición cristiana, no sólo de<br />

gnósticos y apócrifos sino de San Pablo y<br />

el Evangelio de Juan, que “consideraban<br />

ya la androginia entre las características<br />

de la perfección espiritual” (morbosos<br />

y de poca fe: está en la p. 135). Para<br />

Stephen Dedalus, estudiante de un colegio<br />

jesuita y alter ego de James Joyce,<br />

puede pensarse así: “En la economía del<br />

cielo, predicha por Hamlet, ya no hay<br />

más matrimonios, dado que el hombre<br />

glorificado, ángel andrógino, es esposa<br />

de sí mismo.” Sin hacer caso de las irreverencias<br />

de la ficción contemporánea,<br />

Mircea Eliade regresa a la Europa del<br />

siglo XIX para referirse con elogios a una<br />

novela de Balzac —cuyo personaje es<br />

un andrógino— influida por las teorías<br />

swedenborgianas sobre el hombre perfecto.<br />

A continuación alude al menoscabo<br />

de los decadentes, que —hay que<br />

tomarlo en cuenta aunque a Eliade no<br />

le interesa— tuvieron que vérselas con<br />

los destrozos del Romanticismo y las no<br />

menos ambiguas incitaciones de los ado-<br />

PALIMPSESTO<br />

radores del Símbolo. Esto me sirve para<br />

destacar un signo que usualmente no se<br />

considera en su real medida: el decadentismo<br />

inglés y francés —como ocurre<br />

con las cíclicas apariciones manieristas—,<br />

a más de una centuria, adquiere<br />

a nuestros ojos una pátina de prestigio<br />

que no siempre es tal; por lo menos en<br />

lo que toca al tema del andrógino, pues<br />

—lo aclara Eliade— sus héroes son perfectos<br />

solamente en el aspecto sensual o<br />

presentan de plano un cariz mórbido;<br />

por tanto se ha disminuido la significación<br />

metafísica del “hombre perfecto” y<br />

acaba por perderse. “Como en todas las<br />

grandes crisis espirituales de Europa,<br />

nos encontramos aquí en presencia de<br />

una degradación del símbolo. [...] Para los<br />

escritores decadentes, el andrógino significa<br />

únicamente un hermafrodita en el<br />

cual los dos sexos coexisten anatómica<br />

y fisiológicamente. Ya no se trata de una<br />

plenitud debida a la fusión de ambos<br />

sexos, sino de una superabundancia de<br />

posibilidades eróticas.” Quizá ignoraron<br />

que el hermafrodita de las esculturas<br />

griegas —explica Mircea— encarnaba<br />

un ideal actualizado simbólicamente en<br />

los rituales: “la totalidad de las potencias<br />

mágico-religiosas solidarias de ambos<br />

sexos”. En cambio, para los románticos<br />

alemanes “el andrógino era el tipo de<br />

hombre perfecto del futuro”. Con eso.<br />

Si el mito sigue diluyéndose en la<br />

literatura treinta siglos después (“innumerables<br />

milenios” dice Mircea), se<br />

debe sin duda a que constituye una fuerza<br />

primigenia de la mente humana. No<br />

sólo en los casos aportados: Tadzio, las<br />

tradiciones orientales, las derivas mediterráneas,<br />

o en una fenomenal pintura<br />

de <strong>Leonardo</strong>: San Juan Bautista: apoteosis<br />

de la androginia, seductor e intocado<br />

Invierno 2005 / 2006 121 E


PALIMPSESTO<br />

varón con sonrisa de Gioconda, pues sí,<br />

pero más joven y más guapa en medio de<br />

ocres resplandecientes; también puede<br />

vislumbrarse en el Orlando de Virginia<br />

Woolf: Orlando no es un andrógino sino<br />

un hombre que un buen día se convirtió<br />

milagrosamente en mujer: sería un<br />

símbolo de la plenitud de la experiencia<br />

humana; ambos sexos —no simultáneos—,<br />

varios siglos en su interacción<br />

con el mundo y en su vida interior. No<br />

es entonces un andrógino, ni siquiera parecido<br />

a Tadzio —salvo por cierta disposición<br />

del pensamiento que va acercándolo<br />

a su transformación, salvo porque<br />

ignoramos qué piensa Tadzio y en cambio<br />

la peripecia mental es la esencia del<br />

Orlando—; Virginia Woolf, que si acaso<br />

pensó en la androginia evitó caer en obviedades,<br />

le imprimió no obstante ese<br />

carácter de ambigua dicha, duda y aislamiento,<br />

al tiempo que determinación<br />

frente a las circunstancias, y suministra<br />

una ficción —igualmente vertida por<br />

Borges— para comprender desde dos<br />

ángulos de lo humano la existencia y la<br />

historia (qué buscan, si no, las especies<br />

de la poesía: relato, novela, ensayo).<br />

E 122 Invierno 2005 / 2006<br />

Mientras seguimos en el reino de lo<br />

transitorio, perdonemos a los modistos<br />

de la cultura y rescatemos a los decadentes,<br />

a manieristas y leonardescos, para<br />

descansar un poco de nuestra aspiración<br />

totalizante. Poso mi cabeza en la piedra<br />

de perdición de Aschenbach (étimo<br />

alemán: “arroyo de cenizas”). Ese efebo<br />

cuya fisonomía delicada se acentúa por<br />

la vestimenta varonilmente adusta y el<br />

corte de pelo de niño mimado, no deja<br />

ver un joven ni tampoco una doncella:<br />

Tadzio trasluce la figura femenina. No<br />

da lo mismo: cuando una muchacha se<br />

viste de hombre, no veo un hombre ni<br />

una mujer sino una muchacha vestida<br />

de varón; pero ese “varón” no se ve viril<br />

sino afeminado (aun el personaje actuado<br />

por Hilary Swank en Boys don’t cry). Por<br />

el contrario, un muchacho disfrazado de<br />

mujer no se ve masculino; se ve afeminado<br />

también (aunque en el caso de Tadzio<br />

no hay disfraz alguno sino un modo de<br />

estar o, mejor dicho, de ser —porque<br />

no es una pose ni un amaneramiento ni<br />

una búsqueda—; modo de ser, sí, ambiguo,<br />

sí, pero en el que prevalece lo<br />

femenino, ese talante extraño que todos<br />

POSO MI CABEZA EN LA PIEDRA DE PERDICIÓN<br />

DE ASCHENBACH (ÉTIMO ALEMÁN: “ARROYO DE CENIZAS”).<br />

ESE EFEBO CUYA FISONOMÍA DELICADA<br />

SE ACENTÚA POR LA VESTIMENTA VARO-<br />

NILMENTE ADUSTA Y EL CORTE DE PELO<br />

DE NIÑO MIMADO, NO DEJA VER UN JOVEN<br />

NI TAMPOCO UNA DONCELLA


poseemos en proporción diversa y que<br />

sólo en ciertos individuos se equilibra<br />

con lo masculino —no menos extraño—<br />

hasta el desasosiego). La comparación<br />

sobre los disfraces intercambiados<br />

parece confirmar esa creencia de que el<br />

andrógino es solamente eso: una parodia<br />

ridícula de lo femenino en la que contrasta<br />

apenas la imagen del macho para<br />

reforzarla. De estas percepciones deriva<br />

la falsa idea de que el andrógino es un<br />

afeminado, cuando lo importante es la<br />

idea de lo femenino. Mircea Eliade pone<br />

en su lugar las cosas luego de extenderse<br />

acerca de la androginización ritual:<br />

Si tenemos en cuenta que los disfraces<br />

se encontraban muy extendidos<br />

durante el carnaval o en las fiestas de<br />

primavera en Europa, e igualmente<br />

en diversas ceremonias agrícolas en la<br />

India, en Persia y en otras comarcas de<br />

Asia, se comprende la principal función<br />

de este rito: se trata, en suma, de<br />

salir de sí mismo, de trascender una<br />

situación particular, fuertemente historizada,<br />

y de recobrar una situación<br />

original transhumana y transhistórica,<br />

puesto que precede a la constitución<br />

de la sociedad humana; una situación<br />

paradójica, imposible de mantener<br />

en la duración profana, en el tiempo<br />

histórico, pero que interesa reintegrar<br />

periódicamente a fin de restaurar,<br />

aunque sólo sea por un instante, la<br />

plenitud inicial, la fuente intacta de la<br />

sacralidad y de la potencia.<br />

Entra en escena de nuevo Aristófanes,<br />

y puedo oír su voz ya transformada por<br />

un discernimiento distinto: “volver a la<br />

primitiva unidad” para recobrar “nuestra<br />

antigua perfección”. Ah, la fascinación<br />

PALIMPSESTO<br />

de los comienzos. Sigue una paráfrasis<br />

que cifra el ensayo del historiador de las<br />

religiones: “En el comienzo existía, pues<br />

—tanto en el plano cósmico como en el<br />

plano antropológico—, la plenitud, que<br />

contenía todas las virtualidades.” La plenitud:<br />

como estamos aquí transidos de<br />

dolencia y de deseo, por medio del rito<br />

hurgamos en la orgía, en la androginización<br />

o en la regresión del caos, debido<br />

a “la tendencia del espíritu a regresar al<br />

uno-todo” —aun a riesgo de quedar en<br />

bestia, en cosa—. Accedemos entonces<br />

a un plano inconcebible para la razón<br />

sino como paradoja: un mundo que se<br />

exime “de las tensiones y conflictos que<br />

definen todo universo”; un lugar edénico,<br />

donde la imagen del andrógino se reúne<br />

con “el retorno al estado de la infancia”.<br />

(Recuerdo la vocación de Alejandro<br />

Meneses por el verso de Saint-John<br />

Perse: “—Si no la infancia, ¿qué había<br />

entonces allí que no hay ahora?”.)<br />

Haciendo algunas consideraciones sobre<br />

el simbolismo religioso (tema al que no<br />

quería volver), Eliade me dejó estupefacto<br />

al exponer una noción básica que<br />

normalmente se pierde bajo los escombros<br />

de tantas especulaciones:<br />

Concretando: aunque los conceptos de<br />

la polaridad y de la coincidentia oppositorum<br />

hayan sido utilizados de manera<br />

sistemática desde los comienzos de las<br />

especulaciones filosóficas, los símbolos<br />

que los revelaban oscuramente no<br />

eran el producto de la reflexión crítica,<br />

sino el resultado de una tensión<br />

existencial. [...] Uno de los mayores<br />

descubrimientos del espíritu humano<br />

fue espontáneamente presentido el día<br />

en que, a través de ciertos símbolos<br />

Invierno 2005 / 2006 123 E


PALIMPSESTO<br />

religiosos, el hombre adivinó que las<br />

polaridades y los antagonismos pueden<br />

ser articulados e integrados en<br />

una unidad.<br />

Eso: no como parte de una doctrina que<br />

se trasmite hasta el asco; no en cuanto<br />

series adocenadas de preguntas y respuestas;<br />

vaya: ni siquiera como efecto<br />

de un sistema racional claro y distinto;<br />

nada: la dispersión de las cosas, la relatividad<br />

de lo inmediato, el desgarre entre<br />

ver y desear decir y no saber, tanteados<br />

por ritos y por símbolos, nos revelan<br />

esa tensión existencial por la que llegamos<br />

—en unos cuantos miles de años, claro—<br />

a conceptos, las herramientas de<br />

la escritura, la posibilidad de tener a la<br />

mano un todo ordenado y humanamente<br />

apreciable gracias al cual bien puede<br />

uno aventurarse por las arcaicas preguntas,<br />

meterse en los mismos problemas<br />

irresueltos o volar con las imágenes más<br />

logradas como si ellas fuesen ya la realidad<br />

(aunque renuncié en medio de las<br />

fatigas a preguntarme de dónde viene la<br />

pretensión de lo absoluto, recuerdo una<br />

respuesta de épocas pretéritas: la convulsa<br />

belleza de las mujeres nos ha hecho<br />

imaginar que debe haber un grado de<br />

perfección del que son reflejos, avisos,<br />

concitaciones; luego se nos ocurre que<br />

debe haber un lugar donde la imaginación<br />

no alcanza: entonces se componen<br />

las obras no referenciales de la música,<br />

que de suyo es ya una sugerencia de que<br />

lo absoluto es posible —quien tenga oídos,<br />

que se disponga ante un cuarteto de<br />

Beethoven o una fuga de Bach—, o se<br />

componen las rarezas de la poesía).<br />

Siempre puede sentirse que algo<br />

hace falta, pues aun desde la plenitud<br />

se sueña en otra cara. Quien se siente<br />

E 124 Invierno 2005 / 2006<br />

colmado porque al fin ejecutó una obra<br />

con sazón, sabe que esas sensaciones duran<br />

poco. Quizá no hay experiencia más<br />

cercana al conocimiento del vacío que<br />

cuando uno ya no tiene nada que agregar,<br />

cuando lo hecho está bien acabado y<br />

un toque más lo desmejoraría: entonces<br />

emprendemos la ejecución de un nuevo<br />

engendro hasta llegar a convertirlo en<br />

ese roce de perfección según entendemos<br />

que debe ser un summum de la belleza.<br />

Efímera prefiguración de la Idea:<br />

ahí viene la antigua sensación, la íntima<br />

dolencia: nos hace falta algo. Por eso<br />

volvemos a caer en la tentación e indagamos<br />

con el cuerpo, con la boca y con<br />

las manos en la materia del mundo, con<br />

ojos y oídos y olfato —pues errado anda<br />

quien crea que el espíritu sopla sin respiración<br />

y subsiste sin los poros por donde<br />

la piel transpira—, hasta que se configura<br />

otro reflejo de nuestra necesidad,<br />

a la que ya puede compararse —si no lo<br />

confundimos con un resumidero— con<br />

lo inalcanzable perpetuo, que llamamos<br />

“obra de arte” y, si acaso sobreviene la<br />

Excepción, “obra maestra”, ominoso<br />

testigo de las transfiguraciones que sólo<br />

se dan —cuando se dan— por un instante.<br />

Eliade lo pone más claro que el agua<br />

al preguntarse qué revelan esos mitos y<br />

esos símbolos, ritos y técnicas y creencias<br />

que implican la coincidentia oppositorum,<br />

la unión de los contrarios:<br />

Ante todo manifiestan una profunda<br />

insatisfacción del hombre por su situación<br />

actual, por lo que se llama la<br />

condición humana. El hombre se siente<br />

desgarrado y separado. No siempre<br />

puede darse perfecta cuenta de la naturaleza<br />

de esta separación, pues unas


veces se siente separado de “algo” poderoso,<br />

de lo completamente diferente a sí<br />

mismo, y otras veces se siente separado<br />

de un “estado” indefinible, atemporal,<br />

del cual no tiene ningún recuerdo preciso,<br />

pero que, sin embargo, recuerda<br />

en lo más profundo de su ser: un estado<br />

primordial del que gozaba antes del<br />

tiempo, antes de la historia.<br />

Nótese: insatisfacción; y no cualquiera:<br />

profunda. Porque no se trata de “temas”<br />

que deben memorizarse o actividades<br />

que se hacen por inercia familiar, meras<br />

costumbres cuya causa se ha olvidado,<br />

sino trances surgidos de esa tensión<br />

existencial de quien sale de la precaria<br />

condición de su casa y percibe que otros<br />

mundos ruedan todos los días a través de<br />

complejidades difíciles de asir; y cuando<br />

va entendiendo que le falta mucho por<br />

andar, que la consumación de su deseo<br />

será todo menos gratuita, supone que<br />

otras formas de vida anuncian otros universos.<br />

Va Eliade:<br />

Precisamente a partir de tales experiencias<br />

existenciales, provocadas<br />

por la necesidad de trascender los<br />

contrarios, es cuando comienzan a<br />

articularse las primeras especulaciones<br />

teológicas y filosóficas. Antes de<br />

convertirse en conceptos filosóficos<br />

por excelencia, el uno, la unidad, la<br />

totalidad constituían nostalgias que se<br />

revelaban en los mitos y en las creencias,<br />

y eran realzados en los ritos y en<br />

las técnicas místicas. A nivel del pensamiento<br />

presistemático, el misterio<br />

PALIMPSESTO<br />

de la totalidad traduce el esfuerzo del<br />

hombre por acceder a una perspectiva<br />

desde la cual los contrarios se anulen.<br />

Para acabar: lo que más ansía el alma del<br />

hombre, con todo su intelecto y todo<br />

su cuerpo —cuando ya dilapidó por fin<br />

su estado de craso mineral—, es recobrar<br />

la unidad perdida: vislumbrar el<br />

Uno: comprender (me resisto a renunciar<br />

a preguntarme cómo se nos ocurre<br />

que debe haber más de lo que alcanza<br />

la imaginación —que ya es mucho decir—,<br />

y por qué lo suponemos puro, y<br />

postulamos que debe serlo porque de<br />

lo contrario sería absurdo como lo que<br />

nuestros sentidos apenas nos dejan ver;<br />

me resisto a renunciar a interrogarme<br />

si donde dice “fuerza primigenia de la<br />

mente humana” debería decir “debilidad<br />

perenne” o “contingencia congénita”<br />

y entonces indagar de dónde viene<br />

la pretensión de lo perfecto: iría hasta<br />

allá con tal de referirlo aun dentro de<br />

ese sanatorio mental que es la escritura:<br />

ver la materia del absoluto: elucidar<br />

si la convulsa belleza de las mujeres, la<br />

de las varitas de nardo o la de los más<br />

leonardescos varones expresa su grado<br />

de perfección o meramente son reflejos,<br />

concitaciones del solo cuerpo; si es verdad<br />

tanta belleza o serpentinamente nos<br />

hemos alcanzado la cola al dar tres vueltas<br />

cuando buscábamos el sueño —i.e.:<br />

dormir— y a tal anomalía circadiana le<br />

llamamos “infinito”, “la plenitud”, “lo<br />

eterno”, “el non plus ultra”; luego callar<br />

ante la Forma o atenerme a la música sin<br />

alusiones fuera de lo humano).<br />

Invierno 2005 / 2006 125 E

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!