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La observación atribuida a Napoleón «Conozco a los ... - Educabolivia

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<strong>La</strong> administración de <strong>Napoleón</strong>: F. Charles-Roux, Bonaparte Governorof'Egypt<br />

(1937).<br />

El trabajo del Instituí: E. GeofFroy Saint-Hilaire. Etudes progressives d'un<br />

Naturaliste (1835); Lettres écrites d'Egypte (1901); T. Cahn, <strong>La</strong> Vie et 1'Oeuvre<br />

d'Etienne Geoffroy Saint-Hilaire (1962); D.V. Denon, Voy age dans la Basse et la<br />

Haute Egypte pendant les campagnes du general Bonaparte (1802).<br />

<strong>Napoleón</strong> y la infidelidad de Josefina: Copies of original lettersfrom the army of<br />

General Bonaparte (1798).<br />

Comparación de la vida con «un puente tendido sobre un río de curso rápido»:<br />

A. V. Arnault, Souvenirs d'un sexagénaire (1833).<br />

Mientras estuvo en Tierra Santa, <strong>Napoleón</strong> visitó él valle donde está la Piedra<br />

de Hebrón. «¿Recuerda —dijo después a Benhollet y a Monge—, que atravesé el<br />

valle con el Génesis en la mano y me sorprendió confirmar la exactitud perfecta del<br />

libro hebreo?» Conde Mole, Sa vie et ses mémoires (1922), capítulo 7.<br />

Caffarelli: B. U.; su corazón: Remacle.<br />

11. UNA NUEVA CONSTITUCIÓN.<br />

<strong>La</strong> escena entre <strong>Napoleón</strong> y Josefina, el 18 de octubre, nos ha llegado en dos<br />

versiones distintas, ninguna muy fidedigna: C. de Rémusat, Mémoires (1880), y<br />

Bourrienne, que se apoya en lo que <strong>Napoleón</strong> presuntamente dijo a Collot,<br />

proveedor del ejército.<br />

F. Rocquain, LEtat de la France au 18Brumaire(Í.87¿í). <strong>La</strong> novela de Joseph,<br />

Moina, o la joven aldeana de Monte Ceñís, se refiere a un pastor y a una pastora<br />

alpinos que viven felices en un molino, completamente separados del mundo<br />

exterior por una avalancha: es una proyección de la vida del propio Joseph en<br />

Mortefbntaine. En la novela de Lucien, <strong>La</strong> tribu india, el joven inglés Edward se<br />

embarca para Oriente en una nave que se dirige a las Indias Orientales y que se<br />

denomina Bellerophon (sin duda por uno de <strong>los</strong> barcos de Nelson en la bahía de<br />

Abukir). Edward naufraga frente a Ceilán, y erra a través de la jungla, y allí<br />

encuentra a una bella cazadora que descansa sobre la piel de un elefante. <strong>La</strong><br />

relación de amor entre ambos termina trágicamente. Si bien denuncia la<br />

«inmoderada ansia de riqueza», Lucien es esencialmente un escapista: en lugar de<br />

proponer remedios, exalta desconocidas y lejanas tierras «que no poseen nada que<br />

pueda atraer a <strong>los</strong> codiciosos especuladores europeos».<br />

Los hechos precedentes al 18 Brumario; A. Vandal, LAvenement de Bonaparte<br />

(1903-1907). El plan de Barras trazado con el fin de traer de regreso a Luis XVIII<br />

había sido aprobado por Jorge III. El memorándum de Fauche Borel al conde de<br />

Anois, fechado en Hamburgo el 24 de julio de 1799, en Dropmore PapersV (1906),<br />

177 y ss. Acerca de Sieyés, P. Bastid, Sieyés etsapensée (1939).<br />

El golpe de Estado: Vandal; A. Ollivier, 18 Brumaire (1959).<br />

<strong>La</strong> escritura de <strong>Napoleón</strong>: G. Rousseau, Evolution des Ecritures de <strong>Napoleón</strong><br />

(1922).<br />

Elaboración de la Constitución: Vandal; F. Papillard, Cambacérés (1961); P.<br />

Vialles, LArchichancelier Cambacérés d'apres des documents inédits (1908). Con<br />

respecto a la opinión de que <strong>Napoleón</strong> era un dictador, G. Lefebvre, <strong>Napoleón</strong> (1.a<br />

edición 1936). <strong>La</strong> opinión de Lefebvre ha sido rechazada por una serie de<br />

estudiosos, y sobre todo por E Piétri, <strong>Napoleón</strong> et le Parlement (1955). Véase<br />

también A. Cobban, A History of Modern France (1963); Cobban destaca que la<br />

Convención, presentada por Lefebvre como la piedra angular de la democracia,<br />

representaba el voto real de sólo aproximadamente el 7,5 por ciento de todo el<br />

electorado.<br />

El tributo de <strong>Napoleón</strong> a Washington era sincero, y él puso término<br />

rápidamente a la guerra con la joven república norteamericana. <strong>La</strong> firma de paz, el<br />

3 de octubre de 1800, originó un divenido incidente. <strong>Napoleón</strong> había ordenado la<br />

preparación de cajas de rapé que valían 40.000 francos, para regalarlas a <strong>los</strong><br />

plenipotenciarios norteamericanos —Ellsworth, Davie y Van Murray—, pero las<br />

cajas no fueron entregadas a tiempo. Sucedió que en Monefontaine había algunas<br />

monedas de oro y medallas de la República Romana, descubiertas poco antes.<br />

menos lo mismo, la joven pareja podía prever un ingreso anual de alrededor de<br />

670 libras, principalmente en especies, equivalentes a 700 libras esterlinas<br />

actuales.<br />

De modo que el airoso joven desposó a la bella hija del oficial militar, y después<br />

de que se marchó el último invitado la llevó a vivir a la planta alta de su espaciosa<br />

casa, con ventanas que daban a la calle estrecha, cerca del mar. En la planta baja<br />

vivían la madre de Carlo y el rico tío Luciano, un hombre aquejado por la gota que<br />

ocupaba el cargo de archidiácono de Ajaccio; en la planta alta vivían algunos<br />

primos, que a veces podían mostrarse difíciles. Letizia era esbelta y menuda, medía<br />

poco más de un metro cincuenta. Sus ojos eran oscuros, <strong>los</strong> cabel<strong>los</strong> castaños, <strong>los</strong><br />

dientes blancos; y poseía dos rasgos de linaje: una nariz fina de delicado puente y<br />

largas manos blancas. A pesar de su belleza, era sumamente tímida, a veces hasta<br />

el extremo de mostrarse torpe. También podía considerársela desusadamente<br />

devota, incluso para tratarse de una corsa. Asistía a misa todos <strong>los</strong> días, práctica<br />

que habría de conservar a lo largo de su vida.<br />

En este momento Córcega atraía la atención a causa de sus esfuerzos para<br />

conquistar la independencia. En 1755 un alférez de veintinueve años de la Guardia<br />

Corsa que servía al rey de Napóles, un hombre llamado Pasquale Paoli, regresó a la<br />

isla, se puso al frente de las guerrillas y expulsó a <strong>los</strong> genoveses de todo el<br />

territorio central de Córcega, obligándo<strong>los</strong> a encerrarse en unos pocos puertos,<br />

entre el<strong>los</strong> Ajaccio.<br />

Después, dio a <strong>los</strong> corsos una constitución democrática, él mismo ocupó el<br />

cargo de presidente, y procedió a gobernar sensatamente. Eliminó a <strong>los</strong> bandidos,<br />

construyó algunos caminos y fundó escuelas e incluso una pequeña universidad.<br />

Como todos <strong>los</strong> corsos, Carlo Buonaparte detestaba el dominio genovés, que<br />

imponía pesados gravámenes a <strong>los</strong> corsos y reservaba <strong>los</strong> mejores empleos para<br />

<strong>los</strong> antiguos nobles genoveses. Deseaba que su país conquistase la libertad total y,<br />

lo que es más, estaba dispuesto a actuar en ese sentido. Era demasiado joven para<br />

presentarse candidato a un cargo o incluso para votar, pero visitó a Paoli, y dos<br />

años después de su matrimonio llevó consigo a Letizia en un viaje de tres días a<br />

caballo hasta Corte, la capital y fortaleza de Paoli. En general, Letizia salía sólo<br />

para asistir a misa y es evidente que Carlo quiso mostrar públicamente a su<br />

notable y joven esposa.<br />

Paoli era un hombre corpulento, de cabel<strong>los</strong> rubios rojizos y penetrantes ojos<br />

azules. Vivía en una casa guardada por cinco grandes perros, y él mismo se parecía<br />

un tanto a un mastín amistoso. Con su uniforme verde bordado de oro, iba y venía<br />

todo el día, caminaba de un extremo al otro de la habitación, vibrante de energía,<br />

gritando a su secretario o citando a Livio y a Plutarco. Extraía su fuerza de <strong>los</strong><br />

clásicos, como otros hombres la obtienen de la Biblia, y solía decir: «Desafío a<br />

Roma, a Esparta o a Tebas a que me muestren treinta años de tanto patriotismo<br />

como el que late en Córcega».<br />

Paoli era un solterón de cuarenta y un años, y además vivía sólo para la<br />

independencia corsa. Pero tomó aprecio a la tímida Letizia, al extremo de que al<br />

atardecer interrumpía su paseo, acercaba una silla y jugaba a reversi —un juego de<br />

naipes— con ella. Letizia ganaba con tanta frecuencia que Paoli le dijo que llevaba<br />

el juego en la sangre.<br />

Paoli todavía tenía muchos rasgos del jefe guerrillero. Explicó a Carlo que se<br />

proponía lanzar un ataque de distracción sobre la cercana isla genovesa de Capraia,<br />

de modo que las tropas genovesas que ocupaban <strong>los</strong> puertos corsos marcharan<br />

presurosas en defensa de Capraia.<br />

Esta iniciativa irritaría al Papa, que inicialmente había entregado Córcega y<br />

Capraia a Genova, y Paoli pidió a Carlo que viajase a Roma como embajador con el<br />

fin de impedir que se tomasen represalias. Era un honor, una señalada muestra de<br />

confianza en el joven Carlo, que entonces tenía veinte años.<br />

Letizia quedó en compañía de la madre de Carlo cuando él partió en dirección a<br />

Roma. Se le había encomendado una tarea nada fácil, pues <strong>los</strong> cinco obispos de<br />

Córcega, todos designados en Genova, enviaron a Roma informes contrarios a

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