La observación atribuida a Napoleón «Conozco a los ... - Educabolivia
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había sido algo semejante a un romance de ensoñación, pues en definitiva, ¿qué<br />
tenían en común él y Eugénie, fuera del gusto por la música y la imposibilidad de<br />
escribir correctamente las palabras más sencillas? Al principio Eugénie lloró y dijo<br />
que siempre amaría a <strong>Napoleón</strong>, pero pronto secó sus lágrimas y tuvo un<br />
matrimonio feliz con Jean Bernadotte, otro prometedor oficial joven por cuyas<br />
venas corría sangre meridional.<br />
esto. Vio que <strong>los</strong> nativos del lugar eran pobres, y decidió ayudar<strong>los</strong> a mejorar su<br />
vida.<br />
Comenzó inmediatamente. Como lo esencial era conseguir que Elba atendiese a<br />
su propia subsistencia, <strong>Napoleón</strong> inició una campaña en favor del cultivo de la<br />
patata, la lechuga, la cebolla y el rábano. Plantó olivos importados de Córcega<br />
entre <strong>los</strong> viñedos para sustituir a la higuera ubicua, que impedía que las uvas<br />
madurasen bien. Plantó castaños jóvenes sobre las laderas de las montañas para<br />
contener la erosión.<br />
Con el fin de conseguir más tierra cultivable, ¡incluso colonizó! Había leído que<br />
en <strong>los</strong> tiempos romanos la isla de Pianosa, que se encuentra a veinticuatro<br />
kilómetros al sur de Elba, producía trigo, y así el 20 de mayo <strong>Napoleón</strong> embarcó en<br />
el Caroline, una nave de un solo cañón perteneciente a su nueva flota de cuatro<br />
embarcaciones, para posesionarse de una colonia hasta el momento<br />
completamente olvidada. Allí dejó soldados a quienes encomendó la construcción<br />
de un fuerte y de varios cuarteles, para proveer a la defensa contra <strong>los</strong> posibles<br />
piratas; trazó planes que contemplaban la instalación de un centenar de familias y<br />
cultivó trigo; entretanto, soltó ovejas para que pastasen en las laderas verdes.<br />
El propio <strong>Napoleón</strong> dio el ejemplo. Arregló su propio huerto, probó a labrar con<br />
el arado de bueyes, aunque sus surcos dejaban mucho que desear; salió mar<br />
adentro con <strong>los</strong> atuneros y arponeó el atún. Se levantaba a las cinco de la mañana,<br />
trabajaba en el calor del día hasta las tres de la tarde, y después cabalgaba tres<br />
horas, según explicó al comisionado británico, «para relajarse».<br />
Después, <strong>Napoleón</strong> consagró su atención a Portoferraio. Antes se permitía que<br />
<strong>los</strong> desperdicios se pudriesen en las calles. <strong>Napoleón</strong> ordenó que <strong>los</strong> recolectores de<br />
residuos, con grandes canastos de mimbre a la espalda, recorriesen la localidad<br />
tocando la trompeta, la señal que avisaba a las amas de casa que debían vaciar sus<br />
cubos de residuos en <strong>los</strong> canastos. De este modo fue posible eliminar las moscas.<br />
También estableció que <strong>los</strong> miembros de una familia no debían dormir más de cinco<br />
en una misma cama. Pavimentó las calles, colocó lámparas cada siete u ocho<br />
metros, hizo sembrar zonas de hierba frente a <strong>los</strong> cuarteles, e instaló bancos a lo<br />
largo de <strong>los</strong> muelles. Plantó árboles en las calles y <strong>los</strong> caminos de Elba. «Planten<br />
únicamente moreras, que son útiles en un país sin prados, y que después pueden<br />
suministrar alimento para el gusano de seda.» Halló en Poggio un surtidor natural<br />
de agua que aliviaba su disuria; de modo que ayudó á sus habitantes a explotar<br />
comercialmente el flujo del surtidor, bajo el nombre de Acqua minerale antíurica.<br />
Todos éstos eran progresos reales, pero obligaban a <strong>los</strong> isleños a realizar un<br />
esfuerzo desacostumbrado. Durante <strong>los</strong> primeros meses <strong>Napoleón</strong> fatigó a todo el<br />
mundo, mientras decía a cada momento:<br />
«¡Qué isla tan tranquila!».<br />
Decidió vivir en Portoferraio, junto a <strong>los</strong> fuertes, en una casa denominada I<br />
Mulini, es decir «Los Molinos». Agregó un piso, y por supuesto dirigió<br />
personalmente a <strong>los</strong> albañiles; también mejoró el huerto, que se extendía, con<br />
vista al mar, a unos treinta metros de altura. Le agradaba pasearse por el jardín al<br />
atardecer, iluminado por la tenue luz de las lámparas fijadas en dos vasos de<br />
alabastro.<br />
Para pasar el verano, construyó una casita en las montañas, cerca de San<br />
Martino. El salón estaba pintado de modo que pareciese un templo egipcio, con<br />
diseños de trampantojo copiados de la Descripción de Egipto. Benjamín Haydon, el<br />
pintor inglés de temas históricos, estaba usando el mismo libro en París en ese<br />
momento, y copiaba antiguos vestidos egipcios. «<strong>La</strong> expedición francesa a Egipto —<br />
observó Haydon en su diario—, ha sido un gran servicio prestado a <strong>los</strong> eruditos,<br />
porque reveló la existencia de temp<strong>los</strong> a <strong>los</strong> que ningún viajero había podido llegar<br />
antes».<br />
Nada de todo esto era muy grandioso. El lecho de <strong>Napoleón</strong> en I Mulini era su<br />
propio catre de campaña; el empapelado de la pared estaba descolorido, la<br />
alfombra deshilacliada; y el tejido amarillo que cubría las sillas y <strong>los</strong> sofás aparecía<br />
descolorido también. Pero <strong>Napoleón</strong> era el soberano, e I Mulini su palacio. De modo