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La observación atribuida a Napoleón «Conozco a los ... - Educabolivia

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<strong>Napoleón</strong> abandonó su sórdido hotel y fue a ocupar una casa decente en la Rué<br />

des Capucines, un alojamiento que se le asignó en función de su nuevo cargo.<br />

Olvidó sus decepciones y sus planes de viaje a Turquía. «Ahora, nuestra familia no<br />

carecerá de nada», escribió a su hogar. Envió a Letizia 50.000 luises. Consiguió<br />

para Joseph la designación de cónsul en Italia, para Lucien el puesto de<br />

comisionado en el Ejército del None. Louis recibió el grado de teniente en el antiguo<br />

regimiento de <strong>Napoleón</strong>, y un mes después se convirtió en su ayudante de campo.<br />

Jerome fue enviado a un buen internado. «Mira —escribió <strong>Napoleón</strong> a Joseph, en<br />

una actitud de disculpable exageración—, vivo únicamente por el placer que puedo<br />

aportar a mi familia».<br />

En realidad, gozaba de dos placeres igualmente grandes. En primer lugar,<br />

comenzaba a desarrollar sus cualidades —su propia definición de la felicidad—.<br />

Segundo, se había conseguido modificar el curso de la Revolución, apartándolo de<br />

su sangrienta aberración. En efecto, uno de <strong>los</strong> últimos actos de la Convención<br />

había sido abolir la pena de muerte y modificar el nombre de la plaza donde tantos<br />

habían sido guillotinados; ya no era la Place de la Révolution sino la Place de la<br />

Concorde. <strong>Napoleón</strong> resumió sus nuevas esperanzas en una cana enviada a Joseph:<br />

«<strong>La</strong> gente se siente muy satisfecha con la nueva Constitución, que promete<br />

felicidad, tranquilidad y un amplio futuro para Francia...<br />

No dudo de que poco a poco asistiremos a una recuperación total; para eso se<br />

necesitan a lo sumo unos pocos años».<br />

Inconstante revestirlo con nuevas planchas de cobre, y prepararlo para zarpar en el<br />

plazo de nueve días. <strong>La</strong> nave debía ser repintada como un bergantín inglés, se la<br />

armaría con veintiséis cañones, y debía embarcar bizcochos, arroz, verduras,<br />

queso, brandy, vino y agua para ciento veinte hombres durante tres meses. Con<br />

cierta lógica, Drouot llegó a la conclusión de que el barco se dirigiría a Estados<br />

Unidos. Con el fin de confundir todavía más a <strong>los</strong> espías, <strong>Napoleón</strong> ordenó que dos<br />

berlinas y un lando, así como varios cajones con toda su plata, fuesen cargados en<br />

otro barco que se dirigía a Ñapóles. El 21, <strong>Napoleón</strong> y sus jefes de intendencia<br />

distribuyeron uniformes completos y dos pares de botas a cada soldado. <strong>La</strong> noche<br />

del 22 ordenó que se cargasen cajas de cartuchos y provisiones en el Inconstant,<br />

que ya había salido del dique, y el LÉtoile, la pequeña nave de tres mástiles.<br />

Durante el día ordenó a sus granaderos que prepararan arriates de flores y<br />

plantasen árboles. A pesar de estas precauciones, el día 23, el principal espía del<br />

gobierno francés en Elba, un hombre a quien se conocía como «el vendedor de<br />

aceite», supo que Francia era el verdadero destino de la nave, y decidió partir al<br />

día siguiente con la noticia, embarcado en un pesquero.<br />

<strong>La</strong> noche del 23 al 24 de marzo sucedió algo imprevisto: el bergantín inglés<br />

Partridge, el mismo que Campbell acostumbraba a usar, llegó a Portoferraio.<br />

<strong>Napoleón</strong> creyó que Campbell había regresado dos días antes, y se dispuso a<br />

detenerlo. También ordenó que el Inconstant saliese al mar antes del amanecer, de<br />

modo que no pudiesen ver la pintura de estilo inglés. A las nueve de la mañana el<br />

capitán Adye, comandante del Partridge, bajó a tierra. Dijo a Bertrand que no era<br />

nada más que un viaje de rutina; embarcaría a Campbell el 26, de acuerdo con lo<br />

planeado.<br />

Vio a <strong>los</strong> granaderos trabajando en el jardín, y no le pareció que hubiese nada<br />

sospechoso.<br />

El vendedor de aceite, que podría haberle aclarado la situación, con el<br />

razonamiento tortuoso de un espía había llegado a convencerse de que <strong>los</strong> ingleses<br />

estaban trabajando contra el gobierno francés y cooperando en la fuga de<br />

<strong>Napoleón</strong>. De modo que no dijo nada, y Adye partió el mismo día sin saber lo que<br />

estaba sucediendo. Cuando el vendedor de aceite trató de salir en el pesquero,<br />

<strong>Napoleón</strong> ya había prohibido <strong>los</strong> viajes fuera de la isla.<br />

<strong>Napoleón</strong> apresuró la carga de una nave grande y seis embarcaciones<br />

pequeñas. Tenía oro por valor de ochocientos mil francos guardado en baúles. Para<br />

evitar preguntas inconvenientes, no se dejó ver durante el día 25. Por la noche<br />

jugó a <strong>los</strong> naipes con Pauline y su madre. Se sentía especialmente animado. De<br />

pronto, interrumpió el juego y salió al jardín. Un rato después se acercó su madre.<br />

A la luz de la luna vio que <strong>Napoleón</strong> apoyaba la cabeza en la rama de una higuera.<br />

Se acercó a él y le preguntó qué sucedía. «Me dispongo a salir de Elba», dijo<br />

<strong>Napoleón</strong>.<br />

Pero ella no debía revelarlo a nadie, ni siquiera a Pauline. Se dirigía a París. «¡A<br />

París! ¡Por San Cristino!», exclamó su madre, invocando instintivamente al patrono<br />

de Elba. Con un beso. <strong>Napoleón</strong> le preguntó qué pensaba del asunto. Ella cerró <strong>los</strong><br />

ojos un momento, y trató de olvidar que era su madre. «Estás haciendo bien —dijo<br />

al fin—. Mejor morir espada en mano que en un retiro indigno».<br />

<strong>La</strong> mañana siguiente, domingo, cuando <strong>los</strong> notables llegaron como de<br />

costumbre a I Mulini, <strong>Napoleón</strong> les dijo que partía esa tarde. A las cuatro se sirvió<br />

sopa a las tropas, y a las cinco comenzaron a embarcar.<br />

<strong>La</strong> fuerza principal estaba formada por unos seiscientos cincuenta oficiales y<br />

hombres de la Vieja Guardia. Aparte de éstos, <strong>los</strong> únicos veteranos eran ciento<br />

ocho lanceros polacos, con sus monturas pero sin cabal<strong>los</strong>. Tenían menos valor<br />

trescientos voluntarios corsos y nativos de Elba, y cincuenta gendarmes. Los<br />

miembros de la nómina imperial con sus esposas y <strong>los</strong> niños elevaban el número<br />

total a 1.150 personas divididas entre <strong>los</strong> siete barcos de la flotilla.<br />

Al anochecer, <strong>Napoleón</strong> se despidió de su madre y su hermana.<br />

Ambas sabían que <strong>Napoleón</strong> iniciaba la más peligrosa de todas sus<br />

expediciones, y Pauline se enjugó las lágrimas con un pañuelo de encaje.

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