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La observación atribuida a Napoleón «Conozco a los ... - Educabolivia

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fundamental dar a Francia un nuevo sistema de gobierno. Halló al país en una<br />

condición muy distinta a la que prevalecía en 1814. <strong>La</strong>s ideas inglesas habían<br />

inundado el país, y originaban dudas acerca de la antigua Constitución imperial. Los<br />

liberales eran ahora una fuerza política importante y reclamaban nuevas garantías<br />

de una monarquía, incluso de la napoleónica. Once meses de Luis XVIII habían<br />

devuelto a Francia a 1792, y <strong>Napoleón</strong> descubrió que nuevamente debía<br />

representar el papel de reconciliador, esta vez entre su propio partido y <strong>los</strong><br />

liberales. Como el pueblo no deseaba la antigua Constitución del Imperio, ni la<br />

Constitución borbona con su pequeño y privilegiado cuerpo de electores, debía dar<br />

a Francia un nuevo instrumento. Éste conservaría <strong>los</strong> mejores elementos del<br />

Imperio, pero aportaría las salvaguardias reclamadas por <strong>los</strong> liberales.<br />

El más organizado de <strong>los</strong> liberales era Benjamín Constant, que en ese momento<br />

tenía cuarenta y siete años. Constant era un individuo alto, cargado de hombros,<br />

un solterón que usaba gafas, sufría un tic, y vestía un desaliñado traje de un<br />

extraño color amarillo que destacaba sus cabel<strong>los</strong> rojos. Vacilante por naturaleza,<br />

durante <strong>los</strong> últimos días se había enamorado platónicamente de la bella madame<br />

Récamier, y para Constant el amor era una forma de torturada esclavitud.<br />

Sostenido firmemente por la mano realista de madame Récamier, había atacado a<br />

<strong>Napoleón</strong> en el Journal des Débats el mismo día que Luis estaba haciendo las<br />

maletas.<br />

«Ha reaparecido —escribió Benjamín Constant—, ¡ese hombre teñido con<br />

nuestra sangre! Es otro Atila, otro Genghis Khan, pero más terrible y odioso porque<br />

dispone de <strong>los</strong> recursos de la civilización.» Después, Constant había ido a Nantes,<br />

pues como explicó en el mismo artículo: «No soy un traidor. No me arrastraré de<br />

un gobierno al siguiente, envuelto en el vergonzoso manto del sofisma, ni<br />

balbucearé palabras impías para salvar una vida manchada por el deshonor».<br />

<strong>Napoleón</strong>, que respetaba a un antagonista franco, invitó a Benjamín Constant a<br />

visitarlo en las Tullerías. Constant se presentó como un cordero. <strong>Napoleón</strong> le<br />

explicó sus intenciones. Necesitaba que Francia se uniese sólidamente tras él, y a<br />

su vez Francia reclamaría ciertas libertades, sobre todo la de prensa, que había<br />

sido conseguida y después anulada por <strong>los</strong> Borbones. «<strong>La</strong>s tendrá», declaró<br />

<strong>Napoleón</strong>. Después, invitó a Constant a redactar una nueva Constitución. Constant,<br />

sorprendido y complacido, aceptó. Redactó una Constitución que contemplaba la<br />

existencia de un gobierno de dos cámaras, <strong>los</strong> colegios electorales —formados por<br />

unas quince mil personas bajo <strong>los</strong> Borbones—, se elevarían a cien mil, como<br />

durante el imperio. <strong>La</strong>s Asambleas celebrarían reuniones públicas y tendrían el<br />

derecho de modificar las leyes propuestas por el gobierno. Otras garantías serían el<br />

juicio con jurado y la libertad total de expresión. <strong>La</strong> Constitución no agradó<br />

especialmente a <strong>Napoleón</strong>, porque iba a dificultar su gobierno; pero de todos<br />

modos la aprobó. Otro tanto hizo el Consejo de Estado. Fue promulgada el 22 de<br />

abril y aprobada por el pueblo en un plebiscito, con 1.305.206 votos a favor, y<br />

4.206 en contra.<br />

<strong>La</strong> Acte additionelcomo se denominó a la nueva Constitución, porque <strong>Napoleón</strong><br />

deseaba, no que este documento reemplazara, sino que jnódificase al que había<br />

regido en tiempos del imperio, fue un intento sincero de <strong>Napoleón</strong> de adaptarse a<br />

la nueva atmósfera política. Como dijo Constant en un folleto en el que justificó su<br />

colaboración, el emperador había aplicado medidas democráticas «cuando se había<br />

posesionado de la dictadura; y cuando, si hubiese deseado el despotismo, podría<br />

haber tratado de conservarlo. Debe afirmarse que su interés contrariaba dicho<br />

esfuerzo, sin duda, ¿pero eso no implica afirmar que su interés armoniza con la<br />

libertad pública? ¿Y ésa no es razón suficiente para despertar la confianza?».<br />

Aunque Sismondi, el gran historiador liberal suizo, la elogió en el Moniteur, la<br />

Acte additionel fue recibida con decepción por la prensa.<br />

Como representaba una política interna no satisfizo ni a <strong>los</strong> bonapartistas<br />

extremos ni a <strong>los</strong> liberales extremos. Más aún, durante el último año se había<br />

puesto en tela de juicio el concepto general de lo que un gobierno debía tratar de<br />

hacer, y como en <strong>los</strong> tiempos tempranos de la Revolución la prensa había publicado<br />

fusilaron a doscientos oficiales y hombres de la artillería naval. Dos días más tarde<br />

fusilaron a otros doscientos hombres y mujeres, sin proceso. Un funcionario del<br />

gobierno llamado Fouché escribió a Collot d'Herbois, del Comité de Salud Pública:<br />

«Hay un solo modo de celebrar esta victoria; esta noche 213 insurgentes cayeron<br />

bajo nuestro rayo. Adieu, amigo mío, lágrimas de alegría inundan mi alma»; y<br />

pocos días después, «estamos derramando mucha sangre impura, pero lo hacemos<br />

por la humanidad y el deber».<br />

Dugommier trató de detener el baño de sangre, provocó la hostilidad de <strong>los</strong><br />

comisionados y renunció a su mando. <strong>Napoleón</strong>, que se desplazaba con dificultad,<br />

también hizo lo posible para salvar vidas inocentes en la ciudad rebautizada como<br />

Pon de la Montagne. Cuando supo que la familia Chabrillan había sido encarcelada<br />

sin otro motivo que su noble cuna, <strong>Napoleón</strong> consiguió que se ocultase en cajas de<br />

munición vacías, y después despachó la carga a Hyéres, donde <strong>los</strong> Chabrillan<br />

pudieron abordar un barco y emigrar.<br />

<strong>La</strong> captura de Tolón fue una victoria muy importante. Expulsó de suelo francés<br />

a las fuerzas combinadas de cuatro naciones y sofocó la rebelión en el Sur. Por eso<br />

mismo, se convirtió en tema de canciones patrióticas y de «un drama heroico e<br />

histórico» de Pellet Desbarreaux, pieza representada en Tolouse. <strong>Napoleón</strong> no<br />

aparece en la obra, pero sí está Saliceti, que exhorta a las tropas: «Sois libres; ahí<br />

están <strong>los</strong> españoles y <strong>los</strong> ingleses... esclavos. ¡<strong>La</strong> libertad os mira!» Otros<br />

personajes son un norteamericano llamado Williams, que ha sido obligado a servir<br />

en la marina inglesa y decide desertar para unirse a <strong>los</strong> franceses: «He depuesto<br />

mis armas para correr a <strong>los</strong> brazos de mis hermanos», y un convicto cargado de<br />

cadenas por haber desafiado «la tiranía de <strong>los</strong> nobles»; Saliceti lo elogia porque<br />

afirma que es un «ser virtuoso». Ni una palabra de <strong>los</strong> fusilamientos; más aún,<br />

Saliceti proclama «una actitud humana hacia nuestros enemigos derrotados».<br />

También para <strong>Napoleón</strong>, Tolón fue un hito. Por primera vez saboreaba el<br />

verdadero combate; y vale la pena destacar que esa batalla fue librada para<br />

expulsar a <strong>los</strong> ingleses del suelo francés. Había demostrado capacidad de decisión<br />

rápida, buen criterio y audacia. Si la carnicería de las Tullerías 1 o había puesto<br />

enfermo, aquí consiguió controlar su sensibilidad, e incluso dio pruebas de dureza,<br />

esa cualidad esencial en un oficial de primera clase. Su papel había sido limitado,<br />

pero lo había representado bien, y Dugommier escribió al ministro de la Guerra:<br />

«No tengo palabras para describir el mérito de Bonaparte: gran capacidad técnica,<br />

igual grado de inteligencia y enorme gallardía; ahí tienen un mal boceto de este<br />

oficial de peculiares cualidades...».<br />

El 22 de diciembre <strong>Napoleón</strong> fue ascendido a brigadier general; había ascendido<br />

desde el grado de capitán en cuatro meses. Cobraba 15.000 libras anuales, es<br />

cierto que libras inflacionarias, pero de todos modos, una suma considerable; e<br />

inmediatamente comenzó a atender las necesidades de su familia. <strong>La</strong> trasladó de la<br />

pobreza de Marsella a una bonita casa de campo cerca de Antibes, un lugar llamado<br />

<strong>La</strong> Sallé, rodeado de palmas, eucaliptus y naranjos. <strong>Napoleón</strong> tomó criados, pero<br />

Letizia, que siempre mantenía un elevado nivel de pulcritud, insistió en ocuparse<br />

personalmente del lavado de la ropa en un pequeño arroyo que corría cerca del<br />

fondo del jardín.<br />

El brigadier Bonapane, entonces tenía veinticuatro años, pasó unos días de<br />

permiso en <strong>La</strong> Sallé. Inició a Louis, que tenía quince años, en la lectura de Pablo y<br />

Virginia, una mezcla de historia de amor y libro de viajes acerca de la isla tropical<br />

de Mauricio. Louis, que ya mostraba una preocupación escrupu<strong>los</strong>a por el detalle,<br />

escribió al autor, Bernardin de Saint-Pierre, para preguntarle qué partes eran reales<br />

y qué aspectos correspondían a la ficción. «Tiene precisamente las cualidades que<br />

me agradan —escribió <strong>Napoleón</strong>—: calidez, buena salud, talento, precisión en sus<br />

tratos, y bondad.» Paulino, la otra favorita de <strong>Napoleón</strong>, confeccionaba<br />

encantadores vesriditos; también robaba alcachofas e higos maduros del huerto<br />

contiguo, y el propietario la perseguía con ruidosos juramentos y un rodrigón de la<br />

parra. Ya era atractiva para <strong>los</strong> hombres, y había trastornado a Andoche Junot,<br />

designado ayudante de campo por <strong>Napoleón</strong>.

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