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La observación atribuida a Napoleón «Conozco a los ... - Educabolivia

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caído herido poco antes. El 16 de septiembre Saliceti designó a <strong>Napoleón</strong><br />

comandante en funciones en reemplazo de Dommartin.<br />

El nuevo jefe de <strong>Napoleón</strong> era el general Carteaux, bajo cuyas órdenes había<br />

servido en Aviñón, pero a quien no había conocido profundamente. Carteaux había<br />

sido pintor de la corte, pero aunque pintaba a <strong>los</strong> reyes, evidentemente no <strong>los</strong><br />

apreciaba, pues se consagró a la Revolución, aprendió el arte militar y, a <strong>los</strong><br />

cuarenta y dos años, obtuvo el rango de general.<br />

<strong>Napoleón</strong> se divertía con las actitudes de Carteaux. Advirtió que el pintorgeneral<br />

se atusaba constantemente el largo bigote negro y que montaba un<br />

magnífico caballo que otrora había sido propiedad del príncipe de Conde; montaba<br />

el corcel como posando para su retrato, con una mano sobre su sable, y cualquiera<br />

fuese el contexto insistía en la misma orden: «Ataque en columna de tres».<br />

Al día siguiente, al alba, Carteaux fue con <strong>Napoleón</strong>, siguiendo un sendero de<br />

montaña, hasta el lugar en que se encontraba la artillería. En la cocina de una<br />

granja cercana, <strong>los</strong> artilleros utilizaban fuelles de bronce para preparar la metralla<br />

al rojo vivo. Carteaux preguntó a <strong>Napoleón</strong> cómo creía que la metralla podía<br />

cargarse en <strong>los</strong> cañones. <strong>Napoleón</strong> dijo que el mejor modo era con una gran pala<br />

de hierro; pero puesto que no había ninguna disponible, podía trabajarse con una<br />

de madera.<br />

Carteaux ordenó a <strong>los</strong> artilleros que cargasen uno de <strong>los</strong> cañones con metralla<br />

al rojo vivo siguiendo las indicaciones de <strong>Napoleón</strong>, y anunció que en poco rato<br />

más procederían a incendiar la flota inglesa. <strong>Napoleón</strong> pensó que se trataba de un<br />

error, pues las naves inglesas estaban por lo menos a unos cinco kilómetros de<br />

distancia; pero Carteaux hablaba en serio. «¿No sería mejor disparar un cañonazo<br />

para calcular la distancia?», preguntó <strong>Napoleón</strong>. Ni Carteaux ni sus ayudantes<br />

tenían una idea clara de lo que eso significaba, pero repitieron con gesto<br />

aprobador: «¿Calcular la distancia? Sí, sin duda.» Cargaron el cañón con una bala<br />

de hierro. Con un relámpago, un rugido y una nube de humo, la bala partió y cayó<br />

a menos de dos kilómetros de distancia, ni siquiera llegó al mar. El comentario de<br />

Carteaux divirtió a <strong>Napoleón</strong>: «¡Esos canallas de Marsella nos han enviado pólvora<br />

inservible!» Carteaux ordenó entonces que pusieran en posición una culebrina, una<br />

suerte de tosco cañón con un tubo muy largo, y que la disparasen sobre <strong>los</strong> barcos<br />

ingleses. Al tercer disparo la culebrina quedó destrozada. Ese día no fue posible<br />

incendiar la flota inglesa.<br />

Pese a esta farsa inicial, <strong>Napoleón</strong> comprendió que había llegado su gran<br />

oportunidad. En Tolón había 18.000 soldados extranjeros, la mayor parte ingleses.<br />

Habían venido para destruir la Revolución y sentar a Luis XVII en el trono. Cuanto<br />

más tiempo permanecieran, más impulso imprimirían a las insurrecciones<br />

regionales y a la anarquía que, por otro lado, también podían destruir a la<br />

Revolución. Una victoria en Tolón podía salvar a la Revolución, <strong>los</strong> derechos del<br />

hombre, la justicia al amparo de la ley, todos <strong>los</strong> ideales en <strong>los</strong> cuales creía<br />

<strong>Napoleón</strong>. Y él estaba seguro de que era posible capturar la ciudad... con cañones.<br />

<strong>Napoleón</strong> pidió a Gasparin, uno de <strong>los</strong> comisionados con experiencia militar,<br />

que le diese vía libre con la artillería. Se accedió a su petición a pesar de las<br />

protestas originadas en el cuartel general de Carteaux, en el sentido de que<br />

<strong>Napoleón</strong> era uno de <strong>los</strong> oficiales de Luis Capelo y un sucio aristócrata.<br />

Entonces, <strong>Napoleón</strong> comenzó a trabajar de firme. Retiró de la ciudadela de<br />

Antibes y Monaco <strong>los</strong> cañones que no necesitaban allí; trajo bueyes de tiro desde<br />

lugares tan lejanos como Montpellier, organizó brigadas de carreteros para traer<br />

cien mil sacos de tierra de Marsella, con el propósito de construir parapetos. Utilizó<br />

a tejedores de canastos para fabricar gaviones, y organizó un arsenal con ochenta<br />

forjas, así como un taller para reparar mosquetes.<br />

Cuando llegaron <strong>los</strong> cañones, <strong>Napoleón</strong> <strong>los</strong> apostó a la orilla del mar y comenzó<br />

a atacar a la flota. Cuatro días después de que <strong>Napoleón</strong> asumiera el mando, un<br />

oficial inglés comentó: «<strong>La</strong>s cañoneras sufrieron bastante... Setenta hombres<br />

heridos o muertos... Lord Hood comenzó a inquietarse por <strong>los</strong> barcos.» Pero en el<br />

donde casi capturó a Blücher, que cayó de su caballo. Pero a causa del retraso de<br />

Ney, no pudo aprovechar la victoria para avanzar esa noche sobre Bruselas.<br />

<strong>Napoleón</strong> durmió en el cercano castillo de Fleurus. <strong>La</strong> mañana siguiente visitó<br />

Ligny y las aldeas vecinas, y habló con <strong>los</strong> heridos prusianos, les dio brandy y<br />

ordenó que fuesen atendidos exactamente como <strong>los</strong> franceses. Después, envió<br />

treinta mil soldados al mando de Grouchy para perseguir a <strong>los</strong> prusianos en<br />

retirada, y él y Ney, bajo una tormenta, avanzando por caminos convertidos en<br />

lodazales, persiguieron a <strong>los</strong> ingleses, que se retiraban hacia Bruselas. Seis<br />

kilómetros al norte, en Genappe, <strong>Napoleón</strong> perdió un cañón y su dotación a causa<br />

de la nueva arma inglesa: <strong>los</strong> llameantes cohetes Congreve. Diez kilómetros más<br />

lejos <strong>Napoleón</strong> descubrió que Wellington había ocupado posiciones sólidas en una<br />

elevación llamada Mont Saint-Jean, cerca de la aldea de Waterloo. Todavía bajo<br />

una lluvia torrencial, <strong>Napoleón</strong> detuvo a sus tropas al sur de la colina, cerca de una<br />

granja llamada <strong>La</strong> Belle Alliance.<br />

<strong>Napoleón</strong> estableció su cuartel general en Le Caillou, una granja rosada y<br />

blanca. Allí se quitó las ropas empapadas y descansó sobre un jergón, mientras sus<br />

prendas se secaban frente al fuego. Durante la noche salió tres veces bajo la<br />

intensa lluvia para reconocer la llanura.<br />

Cuando <strong>los</strong> centinelas le daban el alto, él gritaba el santo y seña usado esa<br />

noche: Biron, Brest, Bonté.<br />

A las seis <strong>Napoleón</strong> desayunó con sus generales y su hermano Jéróme, quien<br />

había dormido en la posada Roi d'Espagne, en Genappe, y un camarero le dijo que<br />

había oído que uno de <strong>los</strong> ayudantes de Wellington explicaba durante la cena cómo<br />

el ejército prusiano marcharía desde Wavre para reunirse con <strong>los</strong> ingleses. Jetóme<br />

transmitió la novedad a <strong>Napoleón</strong>. «¡Qué estupidez! —dijo <strong>Napoleón</strong>—. Después de<br />

una batalla como Ligny no pueden unir fuerzas.» Lo alivió comprobar que había<br />

cesado la lluvia, lo cual significaba que cuando el suelo se secara él podría<br />

maniobrar <strong>los</strong> cañones. Siempre de excelente espíritu, dijo a sus generales:<br />

«Tenemos noventa posibilidades a nuestro favor, y ni siquiera diez contra<br />

nosotros».<br />

Montado en su yegua blanca Désirée, <strong>Napoleón</strong> inspeccionó a sus tropas,<br />

mientras la banda ejecutaba Veillons au salut de 1'Empire. Después, <strong>los</strong> generales<br />

llevaron a sus unidades a las posiciones de un frente muy corto, de cuatro<br />

kilómetros. <strong>Napoleón</strong> decidió dejar que el suelo se secara un poco más. «Ahora son<br />

las diez —dijo ajotóme—. Dormiré hasta las once. Seguro que me despertaré, pero<br />

si no lo hago me llamas».<br />

A las once, <strong>Napoleón</strong>, descansado, ocupó una posición en terreno alto, cerca de<br />

la granja de Rossomme; tuvieron que colocarle bajo <strong>los</strong> pies manojos de paja para<br />

evitar que resbalara. Desde allí dirigiría la batalla. Tenía 72.000 hombres y 246<br />

cañones, y Wellington 68.000, de <strong>los</strong> cuales sólo 24.000 eran británicos, y 156<br />

cañones. <strong>Napoleón</strong> propuso irrumpir en el centro enemigo y tomar el camino<br />

principal. Diez divisiones de artillería abrirían un paso, y después, d'Erlon<br />

desencadenaría el ataque principal.<br />

A las 11.25 <strong>Napoleón</strong> ordenó que sus cañones abriesen fuego. Entretanto, envió<br />

a Jéróme contra la derecha enemiga, instalada en el Cháteau d'Hougoumont. <strong>La</strong><br />

intención era que ese movimiento fuese sólo para distraer tropas del centro de<br />

Wellington. Pero Jetóme luchó tan valerosamente que un movimiento de distracción<br />

se convirtió en una fiera batalla a muerte.<br />

Después de una hora y media, <strong>Napoleón</strong> juzgó que el momento para el ataque<br />

había llegado. Envió el primer cuerpo de d'Erlon, cuatro divisiones de infantería,<br />

cada una sobre un frente de ciento veinte metros.<br />

Los hombres estaban en excelente forma, cantaban, y su banda tocaba la<br />

marcha Triunfo de Trajano de Lesueur.<br />

Wellington conocía por experiencia el daño que <strong>los</strong> cañones franceses podían<br />

infligir, y había adoptado precauciones. Su infantería y su caballería estaban bien<br />

protegidas por las laderas del lado opuesto de la montaña, y de este modo las

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