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La observación atribuida a Napoleón «Conozco a los ... - Educabolivia

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alas de <strong>los</strong> cañones franceses les provocaban a lo sumo pequeñas pérdidas.<br />

Cuando las tropas de d'Erlon cargaron cuesta arriba con la bayoneta calada, la<br />

infantería de Wellington ocupó la cima del risco y abrió fuego con rapidez y<br />

precisión. Los franceses flaquearon y no pudieron desplegarse. Después, llegaron<br />

<strong>los</strong> Greys escoceses y lanzaron un ataque. Un destacamento de 1.200 jinetes<br />

persiguió a <strong>los</strong> franceses a través del valle, y <strong>los</strong> obligó a retroceder.<br />

<strong>Napoleón</strong> advirtió que <strong>los</strong> ingleses estaban a un paso de capturar el pivote de<br />

sus líneas, la meseta de <strong>La</strong> BelleAlliance. Montado en su yegua blanca atravesó el<br />

campo de batalla y lanzó contra <strong>los</strong> Greys escoceses <strong>los</strong> regimientos 6.° y 9.° de<br />

coraceros del general Farine. Los coraceros, con la ayuda de <strong>los</strong> lanceros, barrieron<br />

a <strong>los</strong> bravos escoceses, pero esto no reconfortó mucho a <strong>Napoleón</strong>, pues cinco mil<br />

franceses habían caído o fueron capturados. Había perdido el primer asalto.<br />

A la 1.30 <strong>Napoleón</strong> trasladó su cuartel general un kilómetro y medio más<br />

adelante, a <strong>La</strong> Belle Alliance. Desde allí observó que por el flanco derecho se<br />

aproximaba una fuerte columna de tropas. Era la vanguardia de Blücher. <strong>Napoleón</strong><br />

se había equivocado al creer que la derrota sufrida en Ligny había desalentado por<br />

completo a <strong>los</strong> prusianos. Ahora reaparecían, y probablemente otras tropas del<br />

mismo ejército <strong>los</strong> seguirían.<br />

<strong>Napoleón</strong> tuvo que destacar diez mil hombres de la reserva de infantería para<br />

contener<strong>los</strong>, y durante el resto del día se vería obligado a librar dos batallas; la<br />

principal contra Wellington y la menos importante, sobre el flanco derecho, contra<br />

<strong>los</strong> prusianos.<br />

<strong>La</strong> batalla principal adoptó la forma de ataques de caballería sin apoyo contra el<br />

centro de <strong>los</strong> aliados. Ney, en cabeza, dirigía una carga tras otra contra <strong>los</strong><br />

chaquetas rojas, y varias veces <strong>los</strong> disparos enemigos abatieron el caballo que<br />

montaba. <strong>Napoleón</strong> dejó que Ney se enzarzarse en la lucha, y a las cuatro ordenó a<br />

su reserva de caballería que sacase a Ney de una situación difícil.<br />

A las 6.30 Ney capturó un punto clave, la granja de <strong>La</strong> Haye Sainte, y <strong>Napoleón</strong><br />

decidió arriesgarlo todo en un último esfuerzo contra Wellington, antes de que más<br />

prusianos tuviesen tiempo de llegar. Enviaría a la Guardia, la invencible Guardia, a<br />

atacar las desnudas laderas de Mont Saint-Jean. Una hora después, redoblando <strong>los</strong><br />

tambores, mientras la banda de <strong>los</strong> granaderos ejecutaba la Marche des Bonnets a<br />

poil de Gebauer, <strong>Napoleón</strong> dirigió a cinco batallones de guardias hasta el pie de la<br />

ladera. Allí Ney asumió el mando, y comenzó a trepar por la colina en formación de<br />

sesenta hombres en fondo. Fueron recibidos por un fuego preciso y rápido. Muchos<br />

cayeron, pero <strong>los</strong> mejores continuaron el avance. Durante veinte minutos la batalla<br />

estuvo indecisa.<br />

Un segundo cuerpo prusiano, al mando de Ziethen, había llegado a la escena y<br />

amenazaba la derecha de <strong>Napoleón</strong>. Informado del hecho, Wellington agitó tres<br />

veces el sombrero en dirección a <strong>los</strong> franceses. Tres regimientos de húsares<br />

cargaron descendiendo la ladera de la montaña.<br />

Rompieron un cuadro de la Guardia. <strong>La</strong> caballería de Ziethen cargó también por<br />

el flanco derecho. <strong>La</strong> terrible noticia recorrió el campo de batalla: «¡Los guardias<br />

están retrocediendo!» Eso nunca había sucedido antes. Cuando cayó la noche, <strong>los</strong><br />

franceses cedieron y se dispersaron.<br />

<strong>Napoleón</strong> ordenó que se tocase la Grenadiere, y con el general Petit consiguió<br />

reagrupar a <strong>los</strong> guardias que habían sido atrapados por el torrente de tropas en<br />

retirada. Comprendió que la batalla estaba perdida, y sólo quiso retirarse hacia el<br />

sur con su Guardia en buen orden. En la distancia alcanzaba a oírse a <strong>los</strong> soldados<br />

de Blücher que cantaban el himno luterano, Herr Gott, Dich loben wir, y las bandas<br />

inglesas que ejecutaban God Save the King.<br />

<strong>Napoleón</strong> llegó a Genappe en el centro de uno de <strong>los</strong> dos cuadros de guardias.<br />

Subía a su carruaje de campaña cuando de pronto se avistó a la caballería<br />

prusiana, que perseguía a <strong>los</strong> franceses en retirada. <strong>Napoleón</strong> saltó del carruaje y<br />

montó su yegua; después, con una pequeña escolta de lanceros, fue a Charleroi.<br />

guardias nacionales, y a su vez sufrieron bajas infligidas por el<strong>los</strong>. Los civiles<br />

también mataron y a su vez fueron muertos; al entrar en Aviñón, <strong>los</strong> guardias<br />

nacionales habían masacrado a sangre fría a treinta civiles.<br />

<strong>Napoleón</strong> se sintió profundamente conmovido por su experiencia en Aviñón.<br />

Todos <strong>los</strong> impulsos generosos de la Revolución parecían haberse convertido en lo<br />

contrario, y aquí, cuatro años después de 1789, él estaba disparando contra sus<br />

compatriotas en defensa de un gobierno terrorista. Estaba tan conmovido que cayó<br />

enfermo, y fue a descansar a la cercana Beaucaire. Allí explicó su conflicto íntimo<br />

en forma de un diálogo titulado Le Souper de Beaucaire.<br />

Los interlocutores son un oficial militar, sin duda <strong>Napoleón</strong>, y un hombre de<br />

negocios de Marsella, un republicano moderado. El hombre de negocios afirma que<br />

<strong>los</strong> sureños tienen el derecho de luchar en defensa de sus opiniones políticas, y<br />

condena a Carteaux como asesino, <strong>Napoleón</strong> demuestra simpatía por las opiniones<br />

moderadas del hombre de negocios, pero condena a <strong>los</strong> sureños porque han<br />

cometido el crimen imperdonable de hundir a Francia en la guerra civil, y per la<br />

locura que significa prolongar la disputa en presencia de obstácu<strong>los</strong> infranqueables.<br />

Los cambios deben ser legales, no el fruto de la rebelión armada. <strong>La</strong> mayoría de<br />

<strong>los</strong> franceses apoya al gobierno, y sólo el ejército regular, con su disciplina y su<br />

lealtad, puede restablecer el orden. Aunque personalmente detesta la guerra civil<br />

«donde <strong>los</strong> hombres se destrozan unos a otros y matan sin saber a quién matan»<br />

defiende a Carteaux, y afirma que es un ser humano honesto: en Aviñón «nadie<br />

robó ni un alfiler». Concluye exhortando al hombre de negocios a desechar sus<br />

opiniones rebeldes y a «acercarse a <strong>los</strong> muros de Perpiñán, para obligar a <strong>los</strong><br />

españoles, que se han envanecido con un pequeño éxito, a bailar la Carmagnole».<br />

Esta idea devuelve el buen humor al grupo; el hombre de negocios paga el<br />

champán, y él y <strong>Napoleón</strong> se sientan a beber hasta las dos de la madrugada.<br />

Como se ve en Le Souper de Beaucaire, <strong>Napoleón</strong> justifica lo que está haciendo,<br />

pero en realidad se trata de un alegato que exhorta a terminar la guerra civil. Con<br />

esa intención ordenó imprimir ejemplares y probablemente <strong>los</strong> distribuyó en <strong>los</strong><br />

sitios donde podían ejercer influencia benéfica. Pero su folleto no logró provocar la<br />

impresión deseada, y la guerra civil continuó. En agosto, <strong>Napoleón</strong> participó en un<br />

sangriento ataque a Marsella, y por entonces Stanislas Fréron llegó en<br />

representación del gobierno para investigar y depurar. «Ya hemos descubierto<br />

cuatro casas de juego donde las personas se dirigen unas a otras llamándose<br />

monsieurymadame», escribió Fréron.<br />

Hastiado de la guerra civil y de las purgas, <strong>Napoleón</strong> escribió al Ministerio de la<br />

Guerra para pedir que lo enviasen al Ejército del Rin.<br />

Deseaba luchar contra <strong>los</strong> enemigos de Francia, no contra <strong>los</strong> franceses, y antes<br />

de que terminase el mes se le ofreció la oportunidad, aunque no del modo que él<br />

había previsto.<br />

Los 28.000 habitantes de Tolón durante un tiempo habían alzado el estandarte<br />

de la rebelión contra el gobierno. Cuando Aviñón y Marsella cayeron, llegaron a la<br />

conclusión de que la única esperanza de Francia estaba en un rey Borbón y en sus<br />

aliados. El 27 de agosto enarbolaron una bandera blanca adornada con flores de lis,<br />

proclamaron rey al niño Luis XVII y afirmaron que «el año 1793 era el primer año<br />

de la regeneración de la monarquía francesa». Al día siguiente abrieron el puerto a<br />

las naves inglesas y españolas, y las puertas de la ciudad a las tropas inglesas,<br />

españolas e italianas.<br />

Pocos días después de estos hechos <strong>Napoleón</strong> se dirigía a Niza al frente de un<br />

convoy de municiones. En Beausset, a unos 15 kilómetros de Tolón, encontró a<br />

Saliceti, uno de <strong>los</strong> cuatro comisionados oficiales responsables del sitio de Tolón.<br />

Saliceti, un abogado alto y delgado de treinta y seis años, con el rostro picado de<br />

viruelas, era íntimo amigo de <strong>los</strong> Bonaparte: él y Joseph se habían iniciado poco<br />

antes en la logia masónica Perfecta Sinceridad, en Marsella. De manera que cuando<br />

<strong>Napoleón</strong> pidió que lo enviasen a luchar contra <strong>los</strong> ingleses y <strong>los</strong> españoles en<br />

Tolón, Saliceti lo escuchó con simpatía. Otro golpe de suerte para <strong>Napoleón</strong> fue el<br />

hecho de que el teniente coronel Dommartin, que mandaba la artillería, hubiese

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