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La observación atribuida a Napoleón «Conozco a los ... - Educabolivia

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CAPÍTULO CINCO<br />

Salvando la Revolución<br />

Con su familia de refugiados, <strong>Napoleón</strong> desembarcó en Tolón el 14 de junio de<br />

1793. Ese difícil verano comprobaría que Francia tenía un nuevo gobierno, el<br />

Comité de Salud Pública. Sus miembros eran casi todos abogados de la clase<br />

media. El más influyente, Maximiliano Robespierre, era un teórico libresco y<br />

puritano, que creía que <strong>los</strong> hombres son naturalmente morales y buenos. Es<br />

extraño que pensara así, pues entre sus colegas del Comité estaba Collot d'Herbois,<br />

actor y dramaturgo fracasado, que tenía una vena patológica de violencia; Hérault<br />

de Séchelles era un disipado amoral, y había expresado su vena de sangriento<br />

egoísmo en una Teoría de la ambición; el joven Saint-Jusí compuso un poema<br />

pornográfico y huyó con la plata de su madre viuda. Lo que unía a <strong>los</strong> doce era la<br />

creencia de que el bien estaba en el republicanismo, según el<strong>los</strong> mismos lo<br />

definían; y de que todo el resto, siendo perverso, debía desaparecer. De acuerdo<br />

con la idea de Saint-Just: «<strong>La</strong> República está constituida por la destrucción total de<br />

todo lo que se le opone.» Los doce comenzaron con el cristianismo, actitud<br />

comprensible puesto que el nombre adoptado, Comité de Salut Publique —salut<br />

significa salvación tanto como seguridad— implicaba que la política se había<br />

impuesto al cristianismo. En noviembre de 1793 suprimirían el calendario cristiano,<br />

con sus domingos y días festivos, en favor de la décade, un período de diez días, y<br />

<strong>los</strong> meses fueron designados con <strong>los</strong> nombres de las estaciones. <strong>La</strong> República, no la<br />

Encarnación, fue el punto de referencia, y el 22 de septiembre de 1792 del antiguo<br />

calendario fue considerado el comienzo del año I.<br />

<strong>La</strong> descristianización sería bien recibida por algunos, entre el<strong>los</strong> Lucien, que<br />

cambió su nombre de pila por el de Bruto, y la aldea de Bruto Bonaparte, donde él<br />

trabajaba en el departamento de suministros militares, pasó de ser Saint-Maximin<br />

a Maratón. Ya desde el principio de la Revolución <strong>los</strong> «Doce Hombres Justos»<br />

mostraron un odio sin igual a <strong>los</strong> que no vieron con buenos ojos esa política; a <strong>los</strong><br />

girondinos o republicanos moderados, a todos <strong>los</strong> que hablaban bien de <strong>los</strong> reyes; a<br />

todos <strong>los</strong> que se mostraban hostiles a <strong>los</strong> poderes dictatoriales e inconstitucionales<br />

del Comité. Traicionando <strong>los</strong> Derechos del Hombre, comenzaron a matar a esas<br />

personas a causa de sus opiniones políticas y religiosas, a menudo sin proceso y sin<br />

compasión, pues de acuerdo con Robespierre, «la clemencia es bárbara».<br />

Muchos franceses se negaron a aceptar esta nueva oleada de terror.<br />

Diez departamentos, desde Bretaña hasta Saintonge, se habían alzado contra el<br />

Comité, y algunos protestaban contra el encarcelamiento de «sospechosos», y<br />

otros contra la profanación de estatuas y cruces por <strong>los</strong> soldados, otros aun contra<br />

la escasez y el elevado precio del pan. Lyon se había rebelado así como Tolón. Gran<br />

pane de la región de Marsella estaba en armas. Francia no sólo estaba en guerra<br />

con cinco naciones, sino que guerreaba consigo misma.<br />

Después de poner a salvo a su familia en Marsella, <strong>Napoleón</strong> volvió a su<br />

regimiento y recibió la orden de dirigirse a Pontet para servir a las órdenes del<br />

general Carteaux. Los guardias nacionales de Marsella habían ocupado Aviñón, un<br />

importante centro de municiones, y el 24 de julio <strong>Napoleón</strong> participó en el exitoso<br />

ataque de Carteaux a la ciudad. Para <strong>Napoleón</strong> fue una sombría lección acerca de<br />

<strong>los</strong> horrores de la guerra civil. Sus propias tropas dispararon y mataron a <strong>los</strong><br />

Había perdido 25.000 hombres muertos o heridos, además de 16.000 prisioneros;<br />

Wellington había sufrido cerca de 15.000 bajas, y <strong>los</strong> prusianos 7.000.<br />

Al día siguiente, Wellington declaró queWaterloo era «el triunfo más ajustado<br />

que jamás se hubiese visto en la vida». ¿Qué pensaba del asunto <strong>Napoleón</strong>?<br />

Francamente, estaba desconcertado. No podía entender qué había salido mal. Él<br />

mismo se encontraba en buenas condiciones; la historia de las hemorroides es un<br />

mito, y la única orden de puño y letra que ha llegado a nosotros está escrita con<br />

claridad y pulcritud, que en el caso de <strong>Napoleón</strong>, fue siempre un signo de bienestar<br />

físico y moral.<br />

A la pregunta: ¿Por qué perdió <strong>Napoleón</strong>?, la respuesta está menos en el campo<br />

de batalla de Waterloo, donde una vez que <strong>los</strong> cañones comenzaron a tronar había<br />

poco que <strong>Napoleón</strong> pudiese hacer para modificar el resultado, que en tres errores<br />

cometidos antes del combate.<br />

<strong>La</strong> mañana del 17 <strong>Napoleón</strong> tuvo una oportunidad única de aplastar a<br />

Wellington con una superioridad abrumadora, mientras <strong>los</strong> prusianos estaban en<br />

plena retirada. En lugar de aprovecharla, malgastó la mañana visitando a <strong>los</strong><br />

heridos, y a causa de errores de organización que son imputables al propio<br />

<strong>Napoleón</strong>, no atinó a impartir a Ney la orden de ataque. Esa mañana <strong>Napoleón</strong> se<br />

comportó, no como un gran general, sino como un soldado retirado que acaba de<br />

ser convocado nuevamente a prestar servicio y aún está adaptándose a la guerra.<br />

Al proceder así, «perdió el momento favorable que en la guerra lo decide todo».<br />

El segundo error de <strong>Napoleón</strong> fue que juzgó equivocadamente a <strong>los</strong> ingleses; no<br />

sólo a <strong>los</strong> soldados, que para sorpresa de <strong>Napoleón</strong> mantuvieron la calma y la<br />

capacidad de reacción bajo fuego, sino también a Wellington. <strong>La</strong> táctica de<br />

<strong>Napoleón</strong> continuaba siendo la misma, pero Wellington había aprendido a<br />

afrontarla, sobre todo mediante el uso de <strong>los</strong> sectores protegidos de la montaña.<br />

El tercer error de <strong>Napoleón</strong> fue el exceso de confianza. En las primeras horas<br />

del día 18 debió proceder basándose en la información de Jetóme acerca de <strong>los</strong><br />

prusianos. Tuvo que haber postergado la batalla, o por lo menos haber ordenado<br />

prudentemente a Grouchy que se dirigiese aWahain; en ese caso, a lo sumo un<br />

solo cuerpo del ejército de Blücher habría podido intervenir en Waterloo. Pero<br />

<strong>Napoleón</strong> confió en que Ligny habría quitado a <strong>los</strong> prusianos hasta el más mínimo<br />

deseo de combatir. Esa confianza —que cuando tiene éxito se llama audacia, y<br />

cuando fracasa exceso de confianza— había sido siempre una característica de<br />

nuestro hombre. Se había manifestado en 1793 cuando bombardeó desde el mar la<br />

ciudadela de Ajaccio, y creyó que sus conciudadanos se unirían a <strong>los</strong> franceses. Se<br />

manifestó después en Elba: quiso sembrar para quinientos sacos de trigo en una<br />

tierra que generalmente rendía cien; y cuando mes tras mes esperó la llegada de<br />

María Luisa y el rey de Roma. Se vio fortalecida por el magnífico «vuelo del águila».<br />

Y en la mañana del 18 de junio esa confianza lo condujo a la derrota militar.<br />

<strong>La</strong> primera reacción de <strong>Napoleón</strong> después de Waterloo fue reagrupar sus tropas<br />

en Charleroi y continuar la lucha. «Mi lugar está aquí», declaró. Pero sus consejeros<br />

le advirtieron que la Asamblea, que estaba reunida en sesión, podía dejarse<br />

dominar por el pánico y rendirse a sus espaldas. Como percibió la fuerza de este<br />

argumento. <strong>Napoleón</strong> retornó rápidamente a París, a donde llegó a las siete de la<br />

mañana del 21 de junio. Se sentía muy mal. No sólo había pasado tres noches sin<br />

dormir sino que, como resultado de la tensión nerviosa, sufría dolores de<br />

estómago, y una sensación de sofoco. Caulaincourt afirma que tenía la piel<br />

amarillenta y cerosa.<br />

<strong>Napoleón</strong> se sumergió en un baño muy caliente, y allí recibió a su ministro de la<br />

Guerra. «¡Ah, Davoutí» <strong>Napoleón</strong> alzó <strong>los</strong> brazos en un gesto de bienvenida, y<br />

después, muy nervioso, de nuevo <strong>los</strong> dejó caer en el agua del baño, salpicando el<br />

uniforme del mariscal. Davout le informó que la Asamblea tenía una actitud hostil.<br />

«Esto paralizará el patriotismo del pueblo. Su Majestad debe disolver la Asamblea.»<br />

<strong>Napoleón</strong> salió de su baño y conferenció con el Consejo de Estado. Allí, también<br />

Luden le rogó que disolviese la Asamblea. Pero <strong>Napoleón</strong> no podía creer que <strong>los</strong><br />

diputados se volverían contra él. En cambio, decidió pedirles plenos poderes.

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