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La observación atribuida a Napoleón «Conozco a los ... - Educabolivia

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partían para Inglaterra. «¿Cómo está el emperador?», preguntó uno de el<strong>los</strong> a<br />

Cipriani. «Más o menos bien. Aunque usted puede imaginar cómo se encuentra una<br />

persona que tiene que vender su plata para vivir.» Hudson Lowe se volvió irritado<br />

contra Cipriani. «¿Por qué necesitan tanto dinero?» «Para comprar alimentos,<br />

excelencia», respondió Cipriani.<br />

«¿Cómo? ¿No tienen bastante? ¿Por qué compran tanta mantequilla, o tantas<br />

aves?» <strong>Napoleón</strong> concluyó el incidente de la plata con una <strong>observación</strong> digna de<br />

Lear: «Después, tendré que vender mis ropas.» <strong>Napoleón</strong> comprobó que Longwood<br />

era un lugar sumamente húmedo; las paredes y el cuero rápidamente aparecían<br />

revestidos por una capa verde blancuzca de moho. Se quejó de que no se les<br />

suministrara suficiente carbón y leña. Lowe ordenó que se duplicase la cuota de<br />

carbón, pero la madera, escasa en Santa Elena, continuaría en el mismo nivel. De<br />

nuevo <strong>Napoleón</strong> aprovechó ventajosamente la ofensa.<br />

Cuando necesitó leña nuevamente, ordenó que utilizaran para hacer fuego una<br />

cama y algunos estantes. <strong>La</strong> noticia se difundió y determinó que el prisionero<br />

conquistase nuevas simpatías.<br />

«De todas mis privaciones —afirmó <strong>Napoleón</strong>—, la más dolorosa, aquella a la<br />

cual nunca me acostumbraré, es verme separado de mi esposa y mi hijo.» Muchas<br />

veces repitió <strong>los</strong> versos doloridos que se refieren a Astyanax, en Andromaque:<br />

J'allais, Seigneur, pleurer un moment avec lui.<br />

Je ne 1'aipoint encoré embrassé aujourd'hui.<br />

(Señor, quería llorar un momento con él.<br />

Hoy todavía no he podido abrazarlo).<br />

El ansia de <strong>Napoleón</strong> por ver a su hijo llegó a conocerse en Europa, y la firma<br />

italiana de Beaggini decidió enviar a <strong>Napoleón</strong> un busto del rey de Roma. Confiaron<br />

el busto a un maestro artillero del mercante Baring, que se dirigía a Santa Elena.<br />

Sucedió que el mensajero sufrió un ataque de apoplejía, cayó presa del delirio y<br />

entonces reveló el secreto.<br />

Apenas el Baring atacó, entregaron el busto a Lowe.<br />

En circunstancias normales nada impedía que Lowe entregase el busto a<br />

<strong>Napoleón</strong>. Tal como señaló su representante, era mármol, no yeso, y no podía<br />

contener un mensaje. Pero durante <strong>los</strong> últimos meses <strong>Napoleón</strong> había manipulado<br />

las cosas de tal modo que Lowe se veía obligado constantemente, en defensa<br />

propia o por otra razón, a proceder o parecer que procedía mezquinamente. <strong>La</strong><br />

mezquindad para con su prisionero estaba convirtiéndose en costumbre. Así, Lowe<br />

decidió retener el busto, en espera de la llegada de órdenes de lord Bathurst.<br />

<strong>Napoleón</strong> se enteró. Incluso le dijeron que Lowe se proponía destruir el busto,<br />

la imagen de su hijo bienamado. Su cólera fue terrible, e inmediatamente comenzó<br />

a editar un folleto que, según dijo, lograría que «a todos <strong>los</strong> ingleses se les erizaran<br />

<strong>los</strong> cabel<strong>los</strong> de horror... una narración que conseguiría que las madres inglesas<br />

execraran a Lowe como a un monstruo en forma humana». Barry 0'Meara, el<br />

médico irlandés de <strong>Napoleón</strong>, antes médico del Bellerophon, que espiaba tanto para<br />

<strong>Napoleón</strong> como para <strong>los</strong> ingleses, dijo a Lowe que <strong>Napoleón</strong> se había enterado de la<br />

llegada del busto. Lowe comprendió que se vería en dificultades si retenía<br />

públicamente el busto, y lo envió a Longwood. El placer que <strong>Napoleón</strong> sintió al<br />

recibir el busto, que colocó sobre la repisa de la chimenea de su dormitorio, de<br />

ningún modo suavizó la cólera que sentía contra Lowe. Mirando con afecto la obra,<br />

comentó para beneficio de 0'Meara: «El hombre que impartió la orden de destruir<br />

esa imagen sería capaz, si estuviese en su poder, de hundir un cuchillo en el<br />

corazón del original».<br />

A <strong>Napoleón</strong> le molestaba la costumbre de Lowe de llamarlo general Bonaparte;<br />

decía que era «una bofetada en la cara». Propuso cambiar su nombre por el de<br />

coronel Muiron o el de barón Duroc, <strong>los</strong> dos oficiales por quienes había sentido más<br />

afecto. Bathurst prohibió el cambio, probablemente porque el derecho a adoptar un<br />

nombre supuesto era privilegio de <strong>los</strong> soberanos, y el gobierno inglés nunca había<br />

regimiento y cuando la casa de campo rural del barón Du Teil fue incendiada,<br />

<strong>Napoleón</strong> ciertamente lo desaprobó. Era hijo de abogado, y deseaba que ese<br />

movimiento popular se manifestara constitucionalmente en el marco de <strong>los</strong> Estados<br />

Generales.<br />

Esto es lo que le sucedió a su tiempo. En febrero de 1789 cierto Emmanuel<br />

Joseph Sieyés, ex sacerdote de Fréjus, publicó un folleto que impresionó al país<br />

entero. «¿Qué es el Tercer Estado? —preguntaba Sieyés—. Todo. ¿Qué pide? Llegar<br />

a ser algo.» El pueblo llano había encontrado una pluma, y poco después halló una<br />

voz, la de Mirabeau.<br />

Mirabeau era un noble con sangre meridional en las venas, y como <strong>Napoleón</strong>,<br />

conocía la historia inglesa. Rechazado por sus colegas <strong>los</strong> nobles, había sido elegido<br />

por el Tercer Estado de Aix, y en nombre de ese sector Mirabeau habló; según dijo<br />

era «el defensor de una monarquía limitada por la ley y el apóstol de la libertad<br />

garantizada por una monarquía».<br />

El 14 de julio de 1789 un grupo de parisienses asaltó la Bastilla, pero a <strong>los</strong> ojos<br />

de <strong>Napoleón</strong>, que estaba lejos de París, este episodio seguramente fue algo<br />

análogo a <strong>los</strong> disturbios de Seurre. Le interesaban <strong>los</strong> decretos de la Asamblea<br />

Constituyente, como se aurodenominaban <strong>los</strong> Estados Generales. <strong>La</strong> Asamblea<br />

abolió algunos de <strong>los</strong> privilegios de <strong>los</strong> nobles y del clero y otorgó el voto a más de<br />

cuatro millones y medio de hombres que poseían por lo menos una pequeña<br />

parcela o una propiedad, y en 1791 propuso a Francia su primera Constitución,<br />

elaborada por Mirabeau, y prologada por una «Declaración de <strong>los</strong> Derechos<br />

Humanos y del Ciudadano», en la cual <strong>los</strong> dos artícu<strong>los</strong> fundamentales son el<br />

primero y el cuarto: «Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en<br />

derecho. <strong>La</strong>s diferencias sociales pueden basarse únicamente en el servicio<br />

público...»; «<strong>La</strong> libertad consiste en el poder de hacer todo lo que no perjudica a<br />

otros».<br />

¿Cuál fue la reacción de <strong>Napoleón</strong> frente a estas leyes? Era un noble francés.<br />

Sus amigos y colegas de la oficialidad también eran nobles franceses, y <strong>los</strong><br />

hermanos de éstos probablemente iban camino de convertirse en obispos o incluso<br />

cardenales. Puesto que como nobles derramaban, o estaban dispuestos a derramar<br />

su sangre por el rey, no pagaban impuestos. Pertenecían a una élite, quizá medio<br />

millón de un total de veinticinco millones de individuos. En su condición de noble,<br />

<strong>Napoleón</strong> podía elevarse a la jerarquía de mariscal de Francia, y el hecho de que<br />

<strong>los</strong> plebeyos no tuviesen ese privilegio, aumentaba en gran manera sus<br />

posibilidades de llegar a la cumbre. Y de pronto se anulaban esos privilegios, y<br />

muchos miraban con hostilidad la medida. Más de la mitad de <strong>los</strong> oficiales colegas<br />

de <strong>Napoleón</strong> se negaron a aceptar la nueva situación y muchos, entre el<strong>los</strong> su<br />

mejor amigo, Alexandre des Mazis, decidieron emigrar.<br />

<strong>Napoleón</strong> no consideró la situación por referencia al interés propio.<br />

Veía en todo esto una Constitución que limitaba la monarquía a través de la ley.<br />

Eso era precisamente lo que él deseaba desde hacía varios años.<br />

Veía también que el poder pasaba al pueblo francés, y que el patriotismo más<br />

estrecho quedaba ahora englobado en el más general, y pensaba que eso facilitaría<br />

la situación de Córcega: estaba seguro de que el pueblo francés simpatizaría con el<br />

pueblo corso, y pondría fin al dominio colonial. Si en el fermento del nuevo<br />

movimiento popular perdía sus privilegios, era un precio reducido que él mismo se<br />

veía obligado a pagar.<br />

No soñaba con la perspectiva de salir al extranjero para unirse a <strong>los</strong> príncipes<br />

de la sangre que estaban decididos a salvar al antiguo régimen.<br />

<strong>La</strong> soberanía había sido transferida por la Asamblea del rey a todos <strong>los</strong><br />

ciudadanos; de modo que él debía fidelidad, no a Luis XVI, sino al pueblo francés.<br />

<strong>Napoleón</strong> muy bien pudo haber aprobado en silencio la Constitución y dejado<br />

las cosas en ese punto. Puesto que era oficial de artillería, tenía que cumplir<br />

obligaciones cotidianas. Pero en su ensayo acerca de la felicidad había afirmado el<br />

deber de comprometerse, de actuar en defensa de sus semejantes. <strong>La</strong> Constitución

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