17.05.2013 Views

La observación atribuida a Napoleón «Conozco a los ... - Educabolivia

La observación atribuida a Napoleón «Conozco a los ... - Educabolivia

La observación atribuida a Napoleón «Conozco a los ... - Educabolivia

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

ecibieran la bendición del padre superior. Al día siguiente <strong>los</strong> varones se<br />

despidieron de sus hermanos y la hermana, del archidiácono agobiado por la gota,<br />

de las muchas tías y <strong>los</strong> innumerables primos que formaban una familia corsa, y de<br />

Camila, las lágrimas corrieron por la mejilla de la mujer cuando vio partir a «su<br />

<strong>Napoleón</strong>».<br />

Después se alejaron a caballo a través de las montañas con el equipaje cargado<br />

en muías, camino de Corte, donde Marbeuf había dispuesto que un carruaje <strong>los</strong><br />

trasladase a Bastía. Formaba parte del grupo Giuseppe Fesch, hermanastro de<br />

Letizia, que también con la ayuda de Marbeuf ingresaba en el seminario de Aix, un<br />

muchacho simpático, sonrosado y regordete, de dieciséis años. En el sur de la isla<br />

siempre había un primo o un tío en cuyas casas alojarse, pero no era el caso en<br />

Bastía, y tuvieron que pasar la noche en una sencilla posada. Un anciano arrastró<br />

varios colchones hasta una habitación helada, pero había muy pocos, de modo que<br />

<strong>los</strong> cinco se acurrucaron y trataron de dormir. A la mañana siguiente <strong>Napoleón</strong><br />

abordó la nave que debía llevarlo a Francia; un varón de nueve años y medio que<br />

abandonaba el hogar por primera vez. Cuando su madre le dio el beso de<br />

despedida intuyó lo que el niño sentía, y pronunció una última palabra al oído de<br />

<strong>Napoleón</strong>: «Courage!»<br />

fundamentales. Por ejemplo, Bacourt agrega por lo menos 32 líneas a la entrevista<br />

en Nantes, donde se discutieron <strong>los</strong> problemas españoles.<br />

Presenta aTalleyrand —que había exhortado a destronar a <strong>los</strong> Borbones de<br />

España— como defensor del rey español, preocupado por reparar <strong>los</strong> agravios<br />

infligidos a la dinastía española; ¡e incluso aparece allí abrumando a <strong>Napoleón</strong> con<br />

reproches injuriosos!.<br />

Otro que traicionó a <strong>Napoleón</strong> es el mariscal Marmont. Cuando escribe sus<br />

Memorias, publicadas en 1856, cuatro años después de su muerte, Marmont trató<br />

de justificar su traición del único modo que en su caso era posible: presentando a<br />

<strong>Napoleón</strong> como un déspota a quien era necesario derrocar a toda costa. Nos ofrece<br />

pocos detalles nuevos, a lo sumo agravios generales. Por ejemplo, en la sección<br />

correspondiente a 1812, describe a <strong>Napoleón</strong> como un individuo «agotado,<br />

indiferente a todo, que cree en <strong>los</strong> hechos sólo cuando concuerdan con sus<br />

pasiones, sus intereses y sus caprichos, satánicamente orgul<strong>los</strong>o e imbuido de una<br />

actitud de total desprecio por <strong>los</strong> hombres». Su retrato de <strong>Napoleón</strong> siempre fue<br />

considerado con sospecha, pero por la época en que llegó a escribir sus Memorias,<br />

el nombre de Marmont se había incorporado al idioma francés como sinónimo de<br />

traidor, más o menos como el de Quisling en la Segunda Guerra Mundial.<br />

Duquesa de Ábranles. Hasta <strong>los</strong> ocho años, vistieron de varón a <strong>La</strong>ure Permon,<br />

y toda su vida mostró una acritud de afirmación masculina. Era muy conocida en su<br />

carácter de liante ingeniosa y manirrota, una mujer capaz de hacer casi todo por<br />

dinero. Provocó la enemistad de madame Mere y Paulino, y se inclinó del lado de<br />

<strong>los</strong> realistas; <strong>Napoleón</strong> no le permitía residir a menos de cincuenta leguas de París.<br />

<strong>La</strong>ure dio la bienvenida a <strong>los</strong> Borbones, pero la Restauración no terminó con las<br />

dificultades financieras de la dama. Llegó a ser amiga del joven Balzac, le<br />

suministró material para sus novelas, y a su vez se vio alentada a escribir sus<br />

Memorias. Cuando Balzac vio las notas preparatorias, exclamó: «Es dinero contante<br />

y sonante.» No exageraba, pues con su ayuda <strong>La</strong>ure vendió 18 volúmenes de<br />

Memorias por la enorme suma de setenta mil francos. Se había convertido en<br />

adicta al opio cuando esta obra apareció en 1835, y las Memorias son más fantasía<br />

que hechos reales. <strong>La</strong>ure se especializa en prolongadas conversaciones íntimas con<br />

<strong>Napoleón</strong>, y en el curso de las mismas el emperador le desvela su corazón en todos<br />

<strong>los</strong> temas, de la literatura a la política internacional —precisamente <strong>Napoleón</strong>, que<br />

nunca confiaba ni siquiera uno de sus pensamientos secretos a una mujer—. <strong>La</strong>s<br />

Memorias de <strong>La</strong>ure han merecido la desconfianza de <strong>los</strong> historiadores incluso<br />

cuando aparecieron por primera vez, y se las apreció todavía menos a partir del<br />

descubrimiento y la publicación, en 1927, de su espeluznante Diario íntimo y su<br />

Cuaderno rojo.<br />

Chaptal. Jean Chaptal fue designado ministro de Interior de <strong>Napoleón</strong> el 6 de<br />

noviembre de 1800. Era un hombre de sentimientos humanitarios, desempeñó bien<br />

sus funciones y se especializó en la mejora de <strong>los</strong> hospitales. En 1804 renunció, sin<br />

duda en un gesto de irritación, cuando supo que <strong>Napoleón</strong> lo había suplantado en el<br />

afecto de mademoiselle Bourgoin, una actriz de la Comedie Francaise. Se le asignó<br />

un escaño en el Senado, pero nunca retornó al alto cargo que habría deseado<br />

tener. Cuando <strong>Napoleón</strong> cayó, en 1815, Chaptal quiso jugar nuevamente un papel<br />

político, pero en primer lugar, como Claire de Rémusat, tenía que hacer una<br />

reverencia a <strong>los</strong> Borbones. En 1817 escribió sus Memorias, que fueron difundidas<br />

en <strong>los</strong> salones apropiados, pero no publicadas, y en 1819 recibió su recompensa de<br />

Luis XVIII en la forma de un asiento en la Cámara de <strong>los</strong> Pares. Allí, Chaptal<br />

representó un papel activo hasta su fallecimiento, sobrevenido en 1832.<br />

Se recuerda hoy a Chaptal como el hombre que agregó azúcar al vino para<br />

conseguir que durase; pero volcó escasa dulzura en sus Memorias.<br />

Publicadas en 1892, adoptan el punto de vista de que durante el período en que<br />

él, Chaptal, fue ministro, <strong>Napoleón</strong> tenía una actitud liberal; pero tan pronto llegó a<br />

ser emperador se transformó en déspota. Como Eugéne Melchior de Vogüé observó<br />

cuando redactó la crítica de estas Memorias, el año en que aparecieron, en un<br />

artículo publicado en la Revue des Deux Mondes, las Memorias de Chaptal parecen

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!