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La observación atribuida a Napoleón «Conozco a los ... - Educabolivia

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desdibujadas por una extraña animosidad, que se origina quizás en el episodio de<br />

la actriz. Para nuestros fines, es más importante la contradicción entre la conducta<br />

de Chaptal bajo el Imperio con la opinión formulada en sus Memorias de que<br />

<strong>Napoleón</strong> se había convertido en ese momento en un déspota a quien un hombre<br />

decente no podía servir. Observamos que Chaptal pronunció en 1806 un entusiasta<br />

discurso de elogio a <strong>Napoleón</strong>, y que se lo recompensó con el título de conde de<br />

Chanteloup. En noviembre de 1813 propuso al Senado que autorizara a <strong>Napoleón</strong> a<br />

elegir por propia iniciativa al presidente del Cuerpo Legislativo, y en diciembre<br />

aceptó un cargo de comisionado especial en la región de Lyon con el propósito de<br />

promover la autoridad de <strong>Napoleón</strong>. No se volvió contra <strong>Napoleón</strong> hasta el 31 de<br />

marzo de 1814. Sin embargo, durante <strong>los</strong> Cien Días aceptó el cargo de director<br />

general de Comercio e Industria, llegó a ser ministro y en junio pronunció un<br />

discurso en que elogiaba tanto al Acte additionnelcomo a <strong>Napoleón</strong>, «héros qui a<br />

épuisé toutes les sources de la gloire militaire de chercher á se rivaliser, á se<br />

renouveler, á se surpasser par la conquéte de la gloire civile». Prefiero creer en lo<br />

que Chaptal dijo e hizo por esta época más que en lo que escribió después para <strong>los</strong><br />

ojos de <strong>los</strong> Borbones. Por esa razón utilizo con mucha prudencia sus Memorias.<br />

El barón Thiébault es otro personaje que se unió a <strong>los</strong> Borbones y pagó el<br />

precio de un buen empleo difundiendo un manuscrito donde insultaba no sólo a<br />

<strong>Napoleón</strong>, sino a todos <strong>los</strong> hombres de la Revolución y el Imperio. Sobre la base de<br />

las notas de Thiébault, un periodista que escribía por cuenta de terceros, un tal<br />

Calmettes, confeccionó las Memorias que aparecieron en 1893-1894, medio siglo<br />

después de la muerte de Thiébault. Hace mucho que <strong>los</strong> historiadores han<br />

reconocido su carácter tendencioso.<br />

En cambio, Miot de Melito no prestó servicio con <strong>los</strong> Borbones.<br />

Había sido íntimo amigo de Joseph, que lo empleó en Ñapóles y le confirió el<br />

título de conde. Pero las Memorias publicadas bajo el nombre de Miot en 1858 en<br />

realidad no le pertenecían. Fueron redactadas a partir de las notas de un diario por<br />

su yerno, el general Fleischman. A esa altura de las cosas, la leyenda borbónica de<br />

<strong>Napoleón</strong>, el advenedizo ambicioso, desde un principio ansioso de conquistar el<br />

trono, había ganado terreno, y por supuesto, las Memorias de Bourrienne<br />

fortalecieron la tesis. Cuando desarrolló las notas de Miot, Fleischman tuvo en<br />

cuenta este aspecto, y en el capítulo VI vemos una escena en la cual, sin razón que<br />

lo justifique, <strong>Napoleón</strong> abre su corazón a Miot en Montebello, el año 1797:<br />

«Croyez-vous que ce soit pour faire la grandeur des avocats du directoire, des<br />

Carnets, des Barras, que je triomphe en Italie? Croyez-vous aussi que ce soit pour<br />

fonder une république? Quelle idee... II faut á la nation un chef, un chefillustré par<br />

la gloire, et non pas des théories de gouvernement, des phrases, des discours<br />

d'idéologues auxqueis les Francais n'entendent rien. Qu'on leur donne des hochets,<br />

cela leur sufrir...» («¿Usted cree que yo triunfo en Italia para mayor gloria de <strong>los</strong><br />

abogados del Directorio, de <strong>los</strong> Carnot, <strong>los</strong> Barras? ¿Cree también que lo hago para<br />

fundar una república? Qué absurdo... <strong>La</strong> nación necesita un jefe, un jefe ilustrado<br />

por la gloria, y no por las teorías del gobierno, las frases, <strong>los</strong> discursos de <strong>los</strong><br />

ideólogos, todo lo cual es incomprensible para <strong>los</strong> franceses. Que les den bagatelas,<br />

con eso les basta...»).<br />

Ahora bien, este pasaje es sospechoso sobre la base de la prueba interna.<br />

Hochet, una palabra poco usual, se generalizó sólo mucho después, cuando<br />

<strong>Napoleón</strong> propuso crear la Legión de Honor, y uno de sus consejeros afirmó que<br />

esas recompensas eran hochets, es decir bagatelas.<br />

Entonces <strong>Napoleón</strong> recogió la palabra y formuló su famosa réplica: «Esas<br />

bagatelas conducen a <strong>los</strong> hombres».<br />

Algunas partes de las Memorias de Miot son fidedignas, sobre todo el período<br />

de Ñapóles, en relación con el cual se encontró el Diario original, pero <strong>los</strong> pasajes<br />

como el que acabamos de transcribir deben ser desechados en vista del cúmulo de<br />

pruebas en contra. Ciertamente, es muy tentador interpretar las primeras sonatas<br />

de Beethoven en términos de la Novena Sinfonía.<br />

de <strong>Napoleón</strong>, a quien había que castigar para que asistiese a misa. Fuerte y peleón,<br />

era más probable que tuviese el talento de <strong>los</strong> Ramolino para la carrera militar.<br />

De modo que decidieron que <strong>Napoleón</strong> debía intentar el ingreso en la Academia<br />

Militar.<br />

Marbeuf apoyó las peticiones de Carlo y envió <strong>los</strong> documentos a París, con<br />

testimonios en el sentido de que Carlo no podía pagar <strong>los</strong> gastos de educación. En<br />

1778 llegaron las decisiones reales. Giuseppe podía ir a Aix, pero sólo cuando<br />

tuviese dieciséis años. Era evidente que hasta que llegase ese momento debía<br />

recibir cierta educación francesa, y Carlo no podía pagarla. Nuevamente intervino<br />

Marbeuf. Su sobrino era obispo de Autun, y el colegio de Autun era una excelente<br />

escuela, el Eton francés. Giuseppe podría asistir a ese instituto hasta que tuviese<br />

edad suficiente para ir a Aix, y Marbeuf, que no tenía hijos, se ocuparía de pagar<br />

<strong>los</strong> gastos. Con respecto a <strong>Napoleón</strong>, se lo aceptaba en principio en la Academia<br />

Militar de Brienne, aunque la confirmación definitiva tendría que esperar un nuevo<br />

certificado de nobleza, proveniente del especialista real en heráldica de Versalles.<br />

Los funcionarios de la corte eran notoriamente lentos, y el certificado podía tardar<br />

meses. Con <strong>los</strong> gastos de nuevo a cargo de Marbeuf, decidieron que <strong>Napoleón</strong><br />

pasara esos meses en compañía de su hermano en Autun, con gran alivio por parte<br />

de Carlo y Letizia.<br />

Carlo pudo ofrecer una pequeña muestra de su gratitud. Había sido líder<br />

guerrillero, abogado, agricultor y político, y se convirtió en poeta, quizá bajo la<br />

influencia de su nueva biblioteca. Cuando después de la muerte de su primera<br />

esposa, Marbeuf desposó a una joven dama, mademoiselle de Fenoyí —aunque sin<br />

que se atenuara en lo más mínimo su amor por Letizia—, Carlo compuso y le<br />

presentó un soneto en italiano que copió orgul<strong>los</strong>amente en su libro de cuentas, al<br />

lado de las listas domésticas de productos del campo, ropa blanca, prendas de<br />

vestir y utensilios de cocina. Es un soneto bastante bueno que refleja el amor del<br />

propio Carlo a <strong>los</strong> niños y las esperanzas que depositaba en sus hijos. Formula el<br />

voto de que Marbeuf y su esposa pronto gocen de la bendición de un hijo, que<br />

arrancará lágrimas de alegría a sus ojos, y como prolongación de la encumbrada<br />

carrera de sus antepasados, derramará lustre sobre la flor de lis y el honor de <strong>los</strong><br />

padres.<br />

<strong>Napoleón</strong>, que tenía nueve años, muy bien podía sentirse complacido con la<br />

vida. Vivía en una hermosa casa levantada en la ciudad más bonita de una isla de<br />

sorprendente belleza. Estaba orgul<strong>los</strong>o de que su familia hubiese luchado al lado de<br />

Paoli, pero era demasiado joven para experimentar resentimientos contra las<br />

tropas o <strong>los</strong> oficiales franceses, que en realidad invertían dinero en <strong>los</strong> planes de<br />

modernización de Córcega, Tenía hermanos y una hermana, y aunque no era el<br />

mayor, podía imponerse a Giuseppe si se trataba de reñir. Admiraba a su padre,<br />

que había alcanzado una cierta posición, y amaba a su madre, que, como él mismo<br />

decía, era «al mismo tiempo tierna y rigurosa». Sin duda le desagradaba la idea de<br />

abandonar el hogar, pero todos afirmaban que se le ofrecía una gran oportunidad,<br />

y él proyectaba aprovecharla todo lo posible. Cuando asistía a la escuela su madre<br />

solía entregarle un trozo de pan blanco para el almuerzo. En el camino lo cambiaba<br />

con uno de <strong>los</strong> soldados de la guarnición por el áspero pan negro. Como Letizia lo<br />

reprendió, <strong>Napoleón</strong> contestó que en vista de que sería soldado debía<br />

acostumbrarse a las raciones militares; y que de todos modos, prefería el pan<br />

negro al blanco.<br />

<strong>Napoleón</strong> observaba a su madre, ya muy atareada con su pequeña hija,<br />

mientras ella preparaba y marcaba el gran número de camisas, cuel<strong>los</strong> y toallas<br />

exigidos por <strong>los</strong> pensionados. Además, <strong>Napoleón</strong> debía llevar un tenedor y una<br />

cuchara de plata y un vaso con las armas de <strong>los</strong> Buonaparte: un escudo rojo<br />

cruzado en diagonal por tres fajas de plata, y dos estrellas azules de seis puntas,<br />

todo rematado por una corona.<br />

<strong>La</strong> noche del 11 de diciembre de 1778 Letizia, siguiendo en esto una costumbre<br />

corsa, llevó a Giuseppe y a <strong>Napoleón</strong> al convento de <strong>los</strong> lazaristas, con el fin de que

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