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La observación atribuida a Napoleón «Conozco a los ... - Educabolivia

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Ordenó confeccionar uniformes de húsar, y cuando llegara la señal del conde<br />

d'Artois, <strong>los</strong> hombres seleccionados se vestirían como húsares e intervendrían en el<br />

desfile que se realizaría en la place du Carrousel. Cuando <strong>Napoleón</strong> pasara frente a<br />

las filas, uno de el<strong>los</strong> debía presentarle una petición, mientras el resto atacaba con<br />

sus dagas.<br />

Poco después de las siete de la mañana del 14 de febrero de 1804, <strong>Napoleón</strong>,<br />

que vestía su bata de pluma de ganso, estaba de pie, afeitándose, en su cuarto de<br />

vestir. Mientras Constant sostenía el espejo, <strong>Napoleón</strong> manipulaba la navaja con<br />

mango de madreperla y se afeitaba. De pronto se abrió la puerta y un lacayo<br />

introdujo en la habitación a Real, subjefe de policía. Era evidente que Real estaba<br />

excitado, y <strong>Napoleón</strong> le ordenó que hablase. «Hay una novedad, algo fantástico...»<br />

Real miró dubitativo al valet. «Continúe —dijo <strong>Napoleón</strong>—, puede hablar en<br />

presencia de Constant.» Real continuó. Explicó que Pichegru había cruzado el<br />

Canal, proveniente de Londres, y ya estaba en París. No sólo eso, sino que se había<br />

reunido con el general Moreau, el mimado de <strong>los</strong> salones visitados por <strong>los</strong><br />

descontentos. <strong>Napoleón</strong> se sobresaltó, y casi se cortó con la navaja. Enseguida<br />

cubrió con su mano la boca de Real. Después, terminó de afeitarse, despidió a<br />

Constant e invitó a Real a leer su informe. Al parecer, la policía había arrestado a<br />

Bouvet de Lozier, el segundo de Cadoudal, y el detenido había hablado. De acuerdo<br />

con Bouvet, Pichegru, Moreau y Cadoudal habían mantenido varias reuniones, pero<br />

sin ponerse de acuerdo. Moreau estaba dispuesto a dirigir un golpe, pero sólo para<br />

elevarse a la condición de dictador militar. No quería un rey. Pichegru había<br />

discutido con él, pero sin éxito. En consecuencia, Cadoudal y Pichegru estaban<br />

haciendo tiempo hasta la llegada —se esperaba que muy pronto— de un príncipe<br />

de la Casa de Borbón.<br />

<strong>Napoleón</strong> se tomó muy en serio la conspiración. En tiempos de paz habría sido<br />

una situación bastante grave, pero Francia estaba en guerra y las antiguas<br />

facciones se agitaban. Ordenó a Real que a toda costa encontrase a Cadoudal,<br />

quien había permanecido oculto en la trastienda de una frutería, pero la noche del<br />

9 de marzo decidió cambiar de escondite.<br />

Disfrazado como mozo de cuerda del mercado y tocado con el ancho sombrero<br />

de cuero del oficio, salió de su escondrijo y saltó a un cabriolé que pasaba en ese<br />

momento. «Fustigue a su caballo», ordenó. «¿Adonde vamos?», preguntó el<br />

cochero. «A cualquier sitio.» Pero un policía de mirada dura ya había advertido la<br />

presencia de la figura de cuello de toro, con su metro ochenta de estatura, «la<br />

nariz rota y una cicatriz en la frente», según lo describían <strong>los</strong> diarios. El policía saltó<br />

al estribo del cabriolé, y después, dos policías más se apoderaron de las riendas.<br />

Cadoudal mató de un tiro al primer policía, e hirió a otro antes de ser dominado.<br />

Cuando lo interrogaron dijo: «Yo debía atacar al primer cónsul sólo cuando un<br />

príncipe llegase a París. Y el príncipe todavía no ha llegado.» Por otra parte, llegó<br />

un informe policial del Oeste, en él que se decía que <strong>los</strong> realistas bretones creían<br />

que «el ci-devant duque d'Enghien pronto regresaría a Francia».<br />

Louis Anroine, príncipe de la Casa de Borbón y duque d'Enghien, era un joven y<br />

decente oficial de treinta y un años, <strong>los</strong> cabel<strong>los</strong> castaños y la famosa nariz aquilina<br />

de <strong>los</strong> Conde. Vivía solo en la ciudad alemana de Ettelheim, y dividía su tiempo<br />

entre la caza del faisán y algunas salidas secretas a Estrasburgo, donde con la<br />

ayuda de una red de agentes, durante <strong>los</strong> últimos meses había estado tramando<br />

una insurrección un tanto descabellada en Francia oriental.<br />

El duque d'Enghien había nacido y se había criado en Francia. Vivía en<br />

Alemania, pero en su condición de francés estaba sometido a la ley francesa. Ya se<br />

contaba con pruebas suficientes para probar prima facie la acusación contra él; sus<br />

papeles privados y el interrogatorio quizá revelaran otras cosas. Acicateado por<br />

Talleyrand, <strong>Napoleón</strong> decidió actuar. <strong>La</strong> noche del 14 al 15 de marzo ordenó al<br />

general Ordener que cruzara el Rin con tres brigadas de gendarmes y trescientos<br />

dragones, con las herraduras de <strong>los</strong> cabal<strong>los</strong> revestidas de lienzo para amortiguar<br />

el ruido. En silencio rodearon la gran residencia de Ettelheim, en ese momento<br />

silenciosa y cerrada, y se apoderaron del príncipe que dormía.<br />

las guineas y pronto <strong>los</strong> suizos estuvieron acuchillándose unos a otros. Para Francia<br />

se trataba de una situación intolerable, pues Inglaterra había usado durante mucho<br />

tiempo a Suiza, de acuerdo con las palabras de <strong>Napoleón</strong>, «como una segunda<br />

Jersey, desde la cual fomentar la agitación». <strong>Napoleón</strong> envió tropas francesas para<br />

terminar con la guerra civil, convocó a París a <strong>los</strong> principales ciudadanos suizos y<br />

con el<strong>los</strong> elaboró otra Constitución. Este documento otorgaba una medida más<br />

amplia de gobierno propio a cada cantón que la Constitución a la cual reemplazaba,<br />

y conservaba <strong>los</strong> tradicionales <strong>La</strong>ndsgemeinden o consejos ejecutivos. Pero <strong>los</strong><br />

camones tendrían un circulante común y gozarían del libre comercio interno. Se<br />

mantendría la tradicional neutralidad suiza, pero de todos modos se firmó un<br />

tratado defensivo por cincuenta años con Francia.<br />

Los suizos recibieron de buen grado el Acta de Mediación, como se denominó a<br />

la Constitución de <strong>Napoleón</strong>, y la han conservado hasta hoy como base de su<br />

Federación. Pero esta situación no convenía de ningún modo a Inglaterra. El<br />

subsecretario de Estado Moore fue enviado «para alentar y estimular al partido<br />

oligárquico»; pero llegó demasiado tarde y encontró cerrada la frontera. Mientras<br />

las potencias continentales aceptaron el documento de <strong>Napoleón</strong> por lo que era, es<br />

decir, un amistoso arreglo democrático de una situación peligrosa, sin que eso<br />

implicase exceder la política francesa precedente aplicada desde 1789, el gobierno<br />

inglés y <strong>los</strong> círcu<strong>los</strong> banCar<strong>los</strong> ingleses, que ya habían gastado mucho, formularon<br />

varias críticas. En el Parlamento un orador lamentó que Francia «interfiriese<br />

audazmente para privar a <strong>los</strong> valerosos suizos del derecho a afirmar sus<br />

libertades».<br />

Jorge III y <strong>los</strong> oligarcas nunca se habían reconciliado con el Tratado de Amiens.<br />

Proyectaban romper la paz conservando Malta antes y no después que <strong>Napoleón</strong><br />

levantase un dedo para extender la influencia francesa en Europa. Piamonte y<br />

Egipto habían sido actos provocativos, pero utilizaron la acción de <strong>Napoleón</strong> en<br />

Suiza como el pretexto que necesitaban para endurecer la línea oficial. En adelante<br />

lo atribuyeron todo a la personalidad de <strong>Napoleón</strong>. Whitworth podía referirse a la<br />

«ambiciosa carrera» de <strong>Napoleón</strong>; ambicionaba «un imperio universal, así como<br />

convencer al mundo de que todo debía someterse a su voluntad». El 1 de febrero<br />

de 1803 el Moming Post describió al primer cónsul como «un ser inclasificable,<br />

mitad africano, mitad europeo, un mulato del Mediterráneo». Llegó a ser tan usual<br />

que <strong>los</strong> caricaturistas ingleses dibujasen a un pigmeo de piel amarilla con una nariz<br />

enorme, que cuando el capellán de la embajada británica llegó a París se asombró<br />

al comprobar que <strong>Napoleón</strong> era un hombre «bien proporcionado y apuesto». Otros<br />

periódicos, encabezados por ¿'Ambigú y el Courier de Londres, escritos en francés y<br />

publicados en Londres, difundieron relatos maliciosos acerca de Josefina y Barras,<br />

de la esterilidad que ella padecía y del desagrado que por lo tanto sentía ante «<strong>los</strong><br />

defectos de la constitución consular», defectos provocados por el hecho de que<br />

<strong>Napoleón</strong> prefería dormir con Hortense, la hija de Josefina. Los artícu<strong>los</strong>, que<br />

incluso a <strong>los</strong> ojos de Whitworth eran repulsivos, representaban algo más que<br />

ataques personales; apuntaban a debilitar al gobierno francés, y <strong>Napoleón</strong> <strong>los</strong><br />

consideraba actos sumamente inamistosos.<br />

El 21 de febrero de 1803 <strong>Napoleón</strong> convocó a Whitworth. «Dijo que para él era<br />

causa de suma decepción que el Tratado de Amiens, en lugar de dar paso a la<br />

conciliación y la amistad... hubiese producido sólo ce<strong>los</strong> y desconfianzas<br />

permanentes y cada vez más acentuados.» Después señaló que Malta y Alejandría<br />

aún no habían sido evacuadas. «Me disponía a señalar —continúa Whitworth—, el<br />

aumento de territorios e influencia obtenidos por Francia después del Tratado,<br />

cuando él me interrumpió diciendo: "Imagino que se refiere a Piamonte y Suiza; ce<br />

sontdes bagatelles''.» Whitworth observa que la expresión que <strong>Napoleón</strong> utilizó en<br />

realidad «fue demasiado trivial y vulgar para ser incluida en un despacho, o en otro<br />

lugar cualquiera, que no sea la boca de un cochero inculto». El santurrón<br />

comentario de Whitworth representa la etapa final de la caracterización de<br />

<strong>Napoleón</strong> por la clase gobernante británica.<br />

Ese corso, ese jacobino, ese conquistador ambicioso no era un caballero.

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