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La observación atribuida a Napoleón «Conozco a los ... - Educabolivia

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Como no se había dicho nada acerca de la condición de Píamente en Lunéville o<br />

Amiens, <strong>Napoleón</strong> se anexionó la región, actitud recibida con agrado por <strong>los</strong><br />

piamonteses, pues de ese modo obtenían un gobierno democrático y un régimen de<br />

tolerancia religiosa. Dos años antes Inglaterra había unido a Irlanda con la corona,<br />

contraviniendo <strong>los</strong> deseos del pueblo irlandés, y allí, como en la propia Inglaterra,<br />

se excluía a <strong>los</strong> católicos no sólo de <strong>los</strong> cargos sino también de las elecciones. Pero<br />

el gobierno inglés, en un tono de fingida virtud, denunció esta nueva prueba del<br />

imperialismo francés.<br />

<strong>La</strong> segunda área de peligro era Egipto. En enero de 1803 el gobierno inglés aún<br />

no había evacuado Alejandría, pese a que había prometido hacerlo en septiembre.<br />

Más aún, el 18 de enero de 1803 The Times, un diario íntimamente vinculado con<br />

el ministerio, reseñó con simpatía y extensos extractos, una History ofthe British<br />

Expedirían to Egypt, de sir Robert Wiison, que volcaba desprecio sobre la campaña<br />

de <strong>Napoleón</strong> y veneno sobre su líder: un «hombre de principios tan<br />

maquiavélicos», que gozaba con el derramamiento de sangre, y que con una dosis<br />

excesiva de opio había asesinado a 580 de sus propios soldados enfermos enjaffa.<br />

<strong>Napoleón</strong> se irritó mucho ante la calumnia, que afectaba su sentido del honor y<br />

debilitaba al Consulado. Decidió responder a las insinuaciones acerca de las armas<br />

francesas y al mismo tiempo inducir a Inglaterra a cumplir sus compromisos en<br />

Egipto publicando en Le Moniteur, el 30 de enero, un informe del coronel francés<br />

Sebastian!, que acababa de regresar de una misión en Medio Oriente. Pero antes.<br />

<strong>Napoleón</strong> suavizó <strong>los</strong> pasajes que probablemente irritarían al gobierno británico, y<br />

subrayó otros; por ejemplo, la opinión en El Cairo de que en el lapso de dos años<br />

<strong>los</strong> franceses regresarían. Pero <strong>Napoleón</strong> dejó intacto el eje principal del trabajo de<br />

Sebastian! y su tono fanfarrón. Si <strong>los</strong> ingleses no cumplían las obligaciones del<br />

tratado, Francia intervendría, y «seis mil hombres bastarían para reconquistar<br />

Egipto».<br />

<strong>La</strong> publicación del informe de Sebastian! por <strong>Napoleón</strong> fue una de esas torpezas<br />

psicológicas cometidas con tanta frecuencia por <strong>los</strong> continentales cuando tratan con<br />

<strong>los</strong> ingleses. Lo que una nación latina habría considerado una advertencia, en<br />

Inglaterra fue interpretado como una amenaza. <strong>La</strong> opinión contra Francia comenzó<br />

a endurecerse y <strong>los</strong> partidarios de la paz perdieron terreno. El informe originó<br />

preocupación también en Rusia, que apoyó la actitud cada vez más firme del<br />

gobierno inglés.<br />

<strong>La</strong> tercera zona de peligro para Francia era Suiza. Antes de 1798 <strong>los</strong> trece<br />

cantones estaban gobernados por una adinerada clase privilegiada que depositaba<br />

su dinero en <strong>los</strong> bancos ingleses, pero ese año el Directorio envió tropas para<br />

ayudar a un movimiento popular y crear la República Helvética. En 1799 Inglaterra,<br />

Austria y Rusia trataron de restablecer el gobierno aristocrático, e Inglaterra envió<br />

a Wickham con un abundante caudal de guineas; las dos naciones restantes<br />

enviaron tropas. Wickham comprobó que la tarea era muy difícil, y el 20 de julio de<br />

1799 escribió desde el cantón de Schweitz: «Los magistrados y las antiguas<br />

familias... no sólo han perdido por completo la confianza y el aprecio del público,<br />

sino que se han convertido en medida considerable en blanco del odio de <strong>los</strong><br />

campesinos, al extremo de que si no fuera por la presencia de <strong>los</strong> austríacos estoy<br />

persuadido de que muchos de el<strong>los</strong> se convertirían en el objetivo inmediato de la<br />

furia popular.» Con respecto al pueblo de Zürich, «no se satisfarán con nada menos<br />

que una república constituida según el ejemplo de Francia».<br />

Massena derrotóal ejército austrorruso,yen mayo de 1801 <strong>Napoleón</strong> confirmó la<br />

República Helvética, aunque en una forma nueva, como federación de cantones. Al<br />

final, se comprobó que la Federación era insatisfactoria, pues <strong>los</strong> cantones grandes<br />

y ricos presionaban a <strong>los</strong> pequeños.<br />

En 1802 <strong>Napoleón</strong> reemplazó la Constitución original por otra, más centralizada<br />

y con garantías para <strong>los</strong> pequeños cantones. Al mismo tiempo, retiró las tropas<br />

francesas.<br />

El gobierno inglés envió a Wickham a Constanza, con más dinero y la orden de<br />

movilizar a <strong>los</strong> aristócratas contra la Constitución de <strong>Napoleón</strong>. Wickham distribuyó<br />

Mientras se enviaban sus papeles a <strong>Napoleón</strong>, Enghien fue llevado al castillo de<br />

Vincennes. Durante el trayecto afirmó que «había jurado odio implacable contra<br />

<strong>Napoleón</strong> Bonaparte así como contra <strong>los</strong> franceses, y que aprovecharía todas las<br />

ocasiones favorables para hacerles la guerra».<br />

<strong>Napoleón</strong> leyó <strong>los</strong> papeles de Enghien al mismo tiempo que el informe del<br />

capitán Rosey, un oficial francés que por orden del gobierno había visitado el 4 de<br />

marzo a Francis Drake, agente inglés en Munich.<br />

Rosey fingió ser el ayudante de campo de un general francés descontento y<br />

entregó a Drake el plan de una insurrección centrada en Besancon.<br />

Drake replicó que era mejor centrar la conspiración en Estrasburgo, «donde<br />

Moreau tiene muchos amigos». Por supuesto, Estrasburgo era la ciudad que<br />

Enghien visitaba a menudo en secreto. «Es imperativo que ustedes se<br />

desembaracen de Bonaparte —agregó Drake—. Es el modo más seguro de<br />

recuperar la libertad y dar la paz al mundo.» Después, entregó a Rosey letras de<br />

cambio por valor de 10.117 libras esterlinas, 17 chelines y 6 peniques, suma<br />

destinada a contribuir a la financiación del movimiento.<br />

Cuando leyó estos documentos y las declaraciones de <strong>los</strong> conspiradores,<br />

<strong>Napoleón</strong> experimentó una serie de emociones intensas. Sobre todo, cólera<br />

mezclada con desprecio ante las sórdidas tácticas de <strong>los</strong> Borbones. «Que levanten a<br />

Europa entera en armas contra mí, y me defenderé —dijo—. Un ataque así será<br />

legítimo. En cambio, tratan de atraparme volando parte de París y matando e<br />

hiriendo a cien personas; y ahora han enviado a cuarenta bandidos para<br />

asesinarme. Por eso <strong>los</strong> obligaré a derramar lágrimas de sangre. Les enseñaré a<br />

legalizar el asesinato».<br />

Si tales eran <strong>los</strong> sentimientos de un corso, cabe señalar que <strong>Napoleón</strong> también<br />

experimentaba cólera en un plano más razonable. Había intentado concertar la paz<br />

con <strong>los</strong> realistas. Había otorgado una amnistía, y autorizado la vuelta a Francia de<br />

cuarenta mil emigrados. Él y Josefina habían ayudado a muchos de el<strong>los</strong> con su<br />

propio dinero. Había hecho todo lo posible para cicatrizar las viejas heridas. Y ahora<br />

<strong>los</strong> Borbones le pagaban de este modo. No era que temiese por su propia vida.<br />

Pero temía por Francia. En 1801, después de una conspiración anterior que<br />

buscaba su muerte, había confiado a Roederer la angustia que sentía: «Si muero<br />

dentro de cuatro o cinco años, el reloj tendrá cuerda y continuará funcionando. Si<br />

muero antes, no sé qué sucederá...» Pasado el tiempo formuló nuevamente la idea.<br />

«Estos fanáticos terminarán matándome y llevando al poder a un grupo de<br />

jacobinos irritados. Yo soy quien representa la Revolución Francesa».<br />

Sobre la base de las pruebas disponibles, y nuevamente acicateado por<br />

Talleyrand, <strong>Napoleón</strong> decidió que si el golpe de Cadoudal hubiera tenido éxito, el<br />

duque d'Enghien habría invadido Aisacia, para marchar luego sobre París. «El<br />

duque d'Enghien no es más que uno de tantos conspiradores; debemos tratarlo<br />

como tal.» Es decir, no debía recibir un trato preferencial sólo porque era un<br />

Borbón. En su carácter de francés acusado de conspirar en tiempo de guerra, debía<br />

sometérselo a un tribunal militar, y precisamente en armonía con este principio<br />

<strong>Napoleón</strong> ordenó que un tribunal de siete coroneles juzgase a Enghien.<br />

Interrogado por <strong>los</strong> coroneles, Enghien afirmó que había estado recibiendo<br />

4.200 guineas anuales de Inglaterra «con el fin de combatir, no a Francia, sino a un<br />

gobierno al que él se mostraba hostil por su propia cuna. Pregunté a Inglaterra si<br />

podía servir en sus ejércitos, pero ese país replicó que era imposible; yo debía<br />

esperar a orillas del Rin, donde representaría inmediatamente un papel, y en efecto<br />

estaba esperando».<br />

Los coroneles fueron unánimes en su fallo: Enghien era culpable en virtud del<br />

artículo número 2 de la ley del 6 de octubre de 1791: «<strong>La</strong> conspiración y el complot<br />

destinados a perturbar al Estado mediante la guerra civil, y armando a unos<br />

ciudadanos contra otros, o contra la autoridad legal, serán castigados con la<br />

muerte».<br />

Apremiado por Cambacérés con el fin de que interviniese, <strong>Napoleón</strong> replicó que<br />

la muerte de Enghien sería considerada «una justa represalia». «<strong>La</strong> Casa de Borbón

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