La observación atribuida a Napoleón «Conozco a los ... - Educabolivia
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debe saber que <strong>los</strong> ataques que ella dirige contra otros pueden volverse contra ella<br />
misma.» <strong>Napoleón</strong> contestó a Josefina, que rogó por la vida de Enghien: «Si no se<br />
lo castiga, las facciones volverán a prosperar, y tendré que perseguir, deportar y<br />
condenar sin descanso».<br />
<strong>Napoleón</strong> podía mostrarse compasivo cuando así lo decidía. Cuando la princesa<br />
Hatzfeid fue a rogar por su esposo, a quien habían sorprendido espiando, <strong>Napoleón</strong><br />
arrojó al fu(^b la carta incriminatoria y anunció que el marido de su visitante era<br />
un hombre libre. Y otra, cuando George Cadoudal y sus cómplices fueron llevados a<br />
juicio y veinte de el<strong>los</strong> merecieron la sentencia de muerte, <strong>Napoleón</strong> intervino y<br />
rescató a diez, entre el<strong>los</strong> al príncipe Armand de Polignac, íntimo amigo del conde<br />
d'Artois. Pero esta vez no demostró piedad. <strong>Napoleón</strong> entendió que la muerte de<br />
Enghien era el ajuste de una antigua deuda y un disuasor necesario; por esta doble<br />
razón permitió que la justicia siguiera su curso, y la mañana del 21 de marzo, en<br />
<strong>los</strong> terrenos de Vincennes, un pelotón fusiló al duque d'Enghien.<br />
Fue uno de <strong>los</strong> actos más controvertidos de <strong>Napoleón</strong>. En Francia apenas<br />
provocó inquietud, pero en el extranjero, y en las diferentes cortes provocó una<br />
tormenta de cólera. Muchos de <strong>los</strong> que habían favorecido a <strong>Napoleón</strong> o se habían<br />
mostrado neutrales, se volvieron contra él.<br />
Pero <strong>Napoleón</strong> siempre asumió la responsabilidad total de la ejecución, y<br />
continuó creyendo que, en definitiva, había procedido con acierto.<br />
<strong>La</strong>s conspiraciones destinadas a matar a <strong>Napoleón</strong> proponían un problema<br />
fundamental que no podía resolverse mediante las balas. <strong>Napoleón</strong> había afirmado<br />
que representaba a la Revolución Francesa, y había mucho de verdad en esa<br />
pretensión. En 1802, por iniciativa de Cambacérés y como signo de gratitud por<br />
haber dado la paz y el Concordato a Francia, las asambleas habían declarado a<br />
<strong>Napoleón</strong> cónsul vitalicio, y <strong>los</strong> franceses habían aprobado esa decisión por tres<br />
millones y medio de votos contra ocho mil. Después, <strong>Napoleón</strong> fue designado<br />
primer magistrado de la República por el resto de su vida. En él se condensó de un<br />
modo original no sólo la Revolución sino la República que se había originado en<br />
aquélla. Pero supongamos, se preguntaban <strong>los</strong> franceses, que el cochero de<br />
<strong>Napoleón</strong> no hubiese bebido, o que Moreau hubiera aceptado colaborar con<br />
Cadoudal. Imaginemos que <strong>Napoleón</strong> caía en combate o era víctima de la daga de<br />
otro asesino. En tal caso, la República se derrumbaría: tendría que someterse a <strong>los</strong><br />
Borbones, a una dictadura militar o a <strong>los</strong> jacobinos con su guillotina.<br />
Por lo tanto, el problema era el modo de asegurar mejor a la República, y sobre<br />
todo, vista la posibilidad de que se cortara el delgado hilo de vida de un hombre, el<br />
modo de obtener continuidad. Como dijo a un amigo el consejero Regnault:<br />
«Quieren matar a Bonaparte; tenemos que defenderlo y conseguir que sea<br />
inmortal».<br />
A principios de 1802 un coronel llamado Bonneville Ayral publicó un folleto<br />
titulado Mi opinión acerca de la recompensa debida a Bonaparte. En ese trabajo<br />
exhortaba al pueblo francés a designar a <strong>Napoleón</strong> Bonaparte primer emperador de<br />
<strong>los</strong> ga<strong>los</strong>, y a depositar en su familia el poder hereditario. Los artícu<strong>los</strong> de <strong>los</strong><br />
periódicos, <strong>los</strong> discursos y las cartas dirigidas al gobierno comenzaron a expresar<br />
una opinión análoga.<br />
El deseo de convertir a <strong>Napoleón</strong> en emperador se originó en el deseo del<br />
pueblo francés de exaltar al hombre a quien se consideraba un héroe, de elevarlo a<br />
alturas cada vez más encumbradas. Esa actitud se fortaleció con cada una de las<br />
conspiraciones descubiertas. Como dijo de <strong>Napoleón</strong> un agente realista: «Él tiene<br />
sólo su espada, y lo que se transfiere es un cetro».<br />
Después de la conspiración de Cadoudal, <strong>Napoleón</strong> comenz» a tomar en serio<br />
las demandas en el sentido de que afirmase su magistratura con ese título<br />
sobrecogedor que podía traspasarse a <strong>los</strong> miembros de su familia. Consideró el<br />
tema desde el punto de vista de un republicano convencido. Ya se utilizaba la<br />
palabra «imperio» para designar a todas las conquistas francesas fuera de Francia,<br />
y el término no chocaba con el concepto de «república». Más aún, la famosa<br />
canción Defendamos el bienestar del imperio había sido cantada por <strong>los</strong><br />
Como habían fracasado en el Parlamento, <strong>los</strong> partidarios de la guerra iniciaron<br />
una campaña subrepticia en <strong>los</strong> corredores del poder. Grenville afirmó que el<br />
primer cónsul era «un tigre al que habían soltado para que devorase a la<br />
humanidad», y su gobierno «una pandilla de ladrones y asesinos». Windham hojeó<br />
y explicó a <strong>los</strong> amigos un informe de cuarenta y siete páginas escritas por un<br />
emigrado francés, Charles de Tinseau.<br />
«Acerca de la necesidad, <strong>los</strong> propósitos y <strong>los</strong> métodos de una nueva coalición<br />
contra Francia.» Pitt, que en público apoyaba la paz, en privado denunciaba a<br />
<strong>Napoleón</strong> y afirmaba que era un déspota militar. Los metodistas se unieron a la<br />
campaña, y afirmaron que <strong>Napoleón</strong> expresaba el espíritu de la irreligiosidad, pues<br />
incitaba a <strong>los</strong> cristianos a abandonar <strong>los</strong> lugares que Dios les había asignado. Mary<br />
Berry, que había tenido un contacto directo con Francia, se refirió «a <strong>los</strong> insultos<br />
que vomitan diariamente todos <strong>los</strong> periódicos ministeriales y <strong>los</strong> órganos<br />
supuestamente imparciales contra Bonaparte y este nuevo orden de cosas. Antes<br />
decían que estaban combatiendo y ayudando al otro bando porque era imposible<br />
hacer la paz con un gobierno absolutamente democrático; ahora que se ha creado<br />
un gobierno absolutamente aristocrático, ¿qué nos importa si lo preside Luis Capeto<br />
o Luis Bonaparte?».<br />
<strong>La</strong> oportunidad de establecer mejores relaciones llegó en noviembre de 1802,<br />
cuando Inglaterra y Francia intercambiaron embajadores. Pero mientras <strong>Napoleón</strong><br />
envió a Andréossy, un hombre de espíritu conciliador que estaba bien dispuesto<br />
hacia Inglaterra, Addington, con el fin de apaciguar a Grenville y a <strong>los</strong> partidarios<br />
de la guerra, cuyo apoyo necesitaba si deseaba que su ministerio sobreviviese,<br />
designó a lord Whitworth, uno de <strong>los</strong> principales enemigos del Tratado de Amiens, e<br />
íntimo amigo de Grenville. Whitworth llegó a París en noviembre, con su nueva y<br />
altanera esposa, la ex duquesa de Dorset, que tenía una renta propia de 13.000<br />
libras anuales. De acuerdo con un testigo inglés, ambos exhibieron una conducta<br />
arrogante e infligieron todos <strong>los</strong> desaires posibles al gobierno consular.<br />
Antes de haber visto al primer cónsul, Whitworth ya estaba escribiendo a<br />
Londres acerca del rencor y la indignación de <strong>Napoleón</strong>, su envidia y su odio.<br />
Contraviniendo todas las pruebas existentes, salvo la charla ociosa del Faubourg<br />
Saint-Germain, Whitworth declaró: «<strong>La</strong> conducta del primer cónsul merece, de<br />
nueve personas de cada diez que no estén vinculadas inmediatamente con el<br />
gobierno de este país, una repulsa tan vigorosa como en Inglaterra.» Pocos días<br />
después de su llegada, y hablando nuevamente de oídas, Whitworth predijo que<br />
<strong>Napoleón</strong> pronto intentaría apoderarse de Egipto. Gracias a esta y otras cartas<br />
análogas presentadas al primer ministro, Grenville y sus amigos pudieron<br />
convencer a Addington de que demorase la aplicación del Tratado de Amiens.<br />
Inglaterra había prometido evacuar Malta hacia septiembre de 1802. En diciembre<br />
sus tropas continuaban allí, aunque <strong>Napoleón</strong> había cumplido la cláusula paralela<br />
con la evacuación de Tarento.<br />
Cuando pasaron las semanas e Inglaterra no mostró indicios de que cumpliría<br />
las condiciones del tratado, <strong>Napoleón</strong> comenzó a preocuparse cada vez más. El<br />
gobierno consular tenía sólo tres años; cada semana de demora infundía nuevas<br />
esperanzas a <strong>los</strong> realistas, <strong>los</strong> jacobinos y otros que se oponían a un gobierno de<br />
posición centrista. <strong>La</strong>s cortes de Viena, Berlín, San Petersburgo, Roma y Napóles<br />
eran semilleros de propaganda antifrancesa, y sólo esperaban la señal de Inglaterra<br />
para privar a Francia de sus conquistas recientes. A pesar de las audaces<br />
proclamas que emitía. <strong>Napoleón</strong> se sentía inseguro. Sabía que Francia no estaba en<br />
una posición fuerte, ni mucho menos, y precisamente por esa razón siempre que se<br />
manifestaba un peligro él actuaba con fuerza o hacía una manifestación de poder.<br />
El primer peligro durante ese otoño y ese invierno tensos fue Piamonre.<br />
Después de conquistar por segunda vez el país en 1800, <strong>Napoleón</strong> invitó al rey<br />
Car<strong>los</strong> Emmanuel, que había huido a Roma, a que regresase a su trono. Car<strong>los</strong><br />
Emmanuel, un individuo sumamente débil que estaba dominado por <strong>los</strong> sacerdotes,<br />
declinó la invitación. <strong>Napoleón</strong> consideró peligroso dejar un vacío entre Francia y la<br />
República Cisalpina, porque <strong>los</strong> austríacos podían llenarlo de un momento a otro.