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La observación atribuida a Napoleón «Conozco a los ... - Educabolivia

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CAPÍTULO QUINCE<br />

¿Paz o guerra?<br />

Jorge III, rey de Inglaterra y autodenominado rey de Francia, tenía sesenta y<br />

dos años en 1800, y había regido concienzudamente a su pueblo durante cuarenta<br />

años. El linaje nortealemán del rey caracterizaba su apariencia y su carácter. Era<br />

un hombre alto de rostro redondo, frente estrecha, cabel<strong>los</strong> muy rubios, ojos<br />

azules prominentes bajo las cejas pálidas, casi invisibles, <strong>los</strong> labios gruesos y el<br />

mentón débil. Se movía lentamente, pensaba lentamente, y escribía en un estilo<br />

pesado, utilizando veinte palabras donde otro usaría sólo diez. Era muy aficionado<br />

a la música, y sobre todo a Haendel. Tenía elevada opinión de su función real y<br />

trataba de promover el bienestar de sus subditos. Padecía una deficiencia del<br />

metabolismo, que se manifestaba de vez en cuando en síntomas afines a <strong>los</strong> de la<br />

locura. En tan tristes ocasiones —el primer episodio sobrevino en 1788— sus<br />

cortesanos tenían que ceñirle una camisa de fuerza.<br />

William Pitt, primer ministro del rey, de cuarenta y un años, era un hombre<br />

tímido, rígido y arrogante, como lo reconocían incluso sus colaboradores más<br />

estrechos. Era soltero, poseía suma capacidad, y durante dieciséis años había sido<br />

jefe del gobierno. El ministro de Relaciones Exteriores de Pitt era su primo William<br />

Grenville, que había contraído matrimonio con otra Pitt, es decir Anne, hermana de<br />

lord Camelford. William Grenville era un hombre muy inteligente de cuarenta y un<br />

años, sin hijos, y que gozaba de la reputación de hombre difícil. Como todos <strong>los</strong><br />

Grenville, creía ser la sal de la tierra y dedicaba su vida a sermonear y reprender.<br />

El marqués de Buckingham, hermano de Grenville, era útil tanto a Pitt como a<br />

William Grenville, porque controlaba muchos escaños del Parlamento. Otro<br />

miembro destacado del grupo Pitt era William Windham, conocido en Eton como «el<br />

combativo Wmdham»; era un firme creyente en las virtudes de la lucha. Los<br />

belicosos discursos de Windham no eran del gusto de sus electores, pero cuando<br />

perdió su escaño de Norwich en <strong>los</strong> Comunes, Buckingham muy pronto le encontró<br />

otro en Cornwail: «El único postulado político al que lo obligará el electorado de St.<br />

Mawes es la opinión de que la sardina es el mejor pez que uno puede imaginar.»<br />

Detrás de la postura y el buen humor un hecho gravitaba sobre estos hombres de<br />

alta cuna, sobre sus amigos y el rey: la derrota de Inglaterra en 1783 por <strong>los</strong><br />

colonos norteamericanos, y la ulterior pérdida de <strong>los</strong> trece estados. Esta derrota<br />

había sido un doloroso golpe personal para el rey, y un golpe doloroso para el<br />

orgullo, el tesoro y el comercio inglés. <strong>La</strong> derrota había endurecido la opinión<br />

política en Windsor, así como en las residencias de la minoría gobernante. Y ahora<br />

comenzaba a elevarse una segunda república de advenedizos que acababa de<br />

derrotar a la monarquía. Inglaterra había cedido una vez, pero no estaba dispuesta<br />

a repetir la experiencia.<br />

Mientras Jorge III cerraba filas con sus colegas reales, <strong>los</strong> tories dieron la<br />

bienvenida en Inglaterra a barcos enteros cargados de nobles franceses, entre el<strong>los</strong><br />

el conde d'Artois; les suministraron dinero y <strong>los</strong> equiparon para combatir a sus<br />

compatriotas franceses. Cuando Francia, que estaba en guerra contra Austria,<br />

invadió a Bélgica, que era posesión austríaca, tanto <strong>los</strong> oligarcas como <strong>los</strong> hombres<br />

de negocio ingleses se alarmaron, pues Amberes y el estuario del Scheldt eran la<br />

puerta principal del comercio inglés con Europa. El 31 de enero de 1793 William Pitt<br />

<strong>Napoleón</strong> y Cambacérés decidieron arreglarse con un óleo preparado con aceite<br />

de oliva y bálsamo, y como gesto que simbolizaba la sencillez republicana en lugar<br />

de las nueve unciones habría sólo dos; sobre la frente y en las manos.<br />

En San Pedro, Carlomagno había sido coronado por el Papa; en general, el<br />

arzobispo de Reims coronaba a <strong>los</strong> reyes franceses. De acuerdo con <strong>los</strong> artícu<strong>los</strong><br />

galicanos, el Papa estaba obligado a respetar las costumbres de la Iglesia de<br />

Francia, y por lo tanto era lógico que un eclesiástico francés coronase a <strong>Napoleón</strong>,<br />

pero eso también habría humillado a Pío. No como se ha dicho a veces por<br />

arrogancia sino «con el propósito de evitar disputas entre dignatarios acerca de<br />

quién entregaría la corona», <strong>Napoleón</strong> decidió que él mismo depositaría sobre su<br />

frente la corona de laurel.<br />

Bajo el antiguo régimen, el francés debía lealtad a su rey; pero a causa de la<br />

ley sálica, nunca a una reina. Los republicanos habían modificado el género al<br />

principio soberano. Desde 1792 un francés debía lealtad a la patria, que era<br />

femenina, y también se representaba como una mujer a la República; por ejemplo,<br />

en el periódico del ejército difundido por <strong>Napoleón</strong> durante su campaña de Italia.<br />

En todo esto se percibía el eco de una época anterior, <strong>los</strong> sig<strong>los</strong> XIII y XIV, en que<br />

<strong>los</strong> caballeros realizaban hazañas por sus damas, y se representaba a la Madonna<br />

con una corona. Con su acentuado sentido del honor, <strong>Napoleón</strong> se mostró<br />

especialmente sensible a esta nueva actitud, y la expresó promoviendo un cambio<br />

muy importante en el ceremonial. En la Edad Media habían sido coronadas algunas<br />

reinas, pero en <strong>los</strong> tiempos modernos se había hecho lo mismo sólo con María de<br />

Mediéis. Deseoso de honrar a su esposa —de acuerdo con la fraseología<br />

contemporánea— como la inspiración de su gloria, <strong>Napoleón</strong> decidió que Josefina<br />

debía compartir su dignidad imperial, y por lo tanto le correspondía ungirla y<br />

coronarla.<br />

Planeaba su propia coronación, una tarea agradable para <strong>Napoleón</strong>, pero la<br />

actitud de su familia disminuyó el placer. Joseph ansiaba que se lo designase<br />

heredero de <strong>Napoleón</strong>, pero como sus dos descendientes eran niñas, <strong>Napoleón</strong> no<br />

deseaba que el título fuese a manos de Joseph.<br />

Era el mayor de <strong>los</strong> hermanos, se ofendió y no lo disimuló. <strong>Napoleón</strong> habría<br />

preferido a Lucien; pero Lucien no aceptaba romper su unión con madame<br />

Jouberthon, un matrimonio irregular que nunca fue aceptado por <strong>Napoleón</strong>; <strong>los</strong> dos<br />

hermanos disputaron en relación con este tema y el encolerizado Lucien se fue a<br />

vivir a Italia. El hermano siguiente de <strong>Napoleón</strong> era Louis, casado con Hortense,<br />

pero padecía una extraña enfermedad de la sangre, y ya soportaba una invalidez<br />

parcial. <strong>Napoleón</strong> quería adoptar al hijo de Louis, pero éste se opuso<br />

enérgicamente a que se lo ignorase e hizo una escena. Se armó un escándalo tan<br />

grave que <strong>Napoleón</strong> postergó el momento de designar heredero.<br />

<strong>La</strong>s hermanas de <strong>Napoleón</strong> se mostraron igualmente irritadas. Él concedió el<br />

título de Alteza a las esposas de Joseph y Louis, y entonces sus hermanas Caroline<br />

y Elisa se encolerizaron. Deseaban también ellas el título de Alteza. Sobre todo<br />

Caroline, que era muy ambiciosa, se irritó a causa de la «afrenta», y durante una<br />

cena ofrecida por <strong>Napoleón</strong> para celebrar el otorgamiento de <strong>los</strong> nuevos títu<strong>los</strong>,<br />

«bebió un vaso tras otro de agua» para ahogar su enojo. Al día siguiente, ella y<br />

Elisa se quejaron profusamente a <strong>Napoleón</strong>. Él se mostró sorprendido y un tanto<br />

dolido.<br />

«Al oírlas, uno creería que acabo de despojarlas de la herencia de nuestro<br />

finado padre el rey».<br />

<strong>Napoleón</strong> cedió, y otorgó a sus hermanas el título de Alteza. Pero ellas se<br />

opusieron a la idea de llevar la cola del vestido de Josefina, pues les parecía que<br />

«llevar» la cola del vestido las rebajaba. Finalmente, se convenció a las cuatro<br />

princesas de que «sostuviesen» la cola del vestido, aunque incluso esto pareció<br />

excesivo a Julie, esposa de Joseph, quien se había convertido en una mujer<br />

regordeta, de frente estrecha, que miraba con ma<strong>los</strong> ojos el estilo galante de su<br />

bonita cuñada, y así comentó que sostener la cola del vestido de Josefina era «muy<br />

doloroso para una mujer virtuosa».

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