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La observación atribuida a Napoleón «Conozco a los ... - Educabolivia

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cuarto de libras por cada cien mil soldados que Rusia pusiera en campaña. <strong>La</strong><br />

Tercera Coalición comenzó a cobrar forma. Austria se unió a Inglaterra y Rusia en<br />

julio de 1805, y dos meses después, atacó Baviera, el aliado más reciente de<br />

<strong>Napoleón</strong>.<br />

Los ejércitos de <strong>Napoleón</strong> estaban agrupados contra Inglaterra, sobre la costa<br />

del Canal. En menos de un mes, <strong>Napoleón</strong> salvó 650 kilómetros a través de<br />

Francia, cruzó el Rin y entró en Baviera. Allí, en una campaña de catorce días,<br />

derrotó por completo a un ejército austríaco mandado por el general Mack, y<br />

capturó 49.000 prisioneros. En otro alarde de rapidez, se desplazó 550 kilómetros<br />

hacia el este, ocupó la capital austríaca, y en Austerlitz, unos 110 kilómetros al<br />

noreste de Viena, dividió en dos al ejército austrorruso.<br />

Con una fuerza que era la mitad de la que tenían sus enemigos, <strong>Napoleón</strong><br />

arrebató al enemigo 27.000 hombres y se apoderó de 180 cañones; por su parte,<br />

perdió sólo 8.000 hombres. Fue la victoria más aplastante de <strong>los</strong> tiempos<br />

modernos. Después, Alejandro se sentó entre <strong>los</strong> rusos muertos y lloró.<br />

<strong>Napoleón</strong> había entrado tres veces en campaña contra Austria desde la primera<br />

ocasión en que asumiera el mando de un ejército, en 1796, y tres veces la había<br />

derrotado. Decidió que ese país no atacaría por cuarta vez a Francia. De acuerdo<br />

con el Tratado de Presburgo, <strong>Napoleón</strong> incorporó Venecia a la República Cisalpina<br />

—rebautizada con el nombre de reino de Italia— y anexionó a Francia las restantes<br />

posesiones de Austria en el Adriático, es decir Istria y Dalmacia; entregó Suabia a<br />

su aliado Württemberg, y el Tirol a otra aliada, Baviera. Después, en 1806, como<br />

una suerte de tapón contra Austria y Rusia, agrupó dieciséis pequeños estados<br />

alemanes en una sola entidad, y él mismo asumió la función de Protector. <strong>La</strong><br />

Confederación del Rin, como <strong>Napoleón</strong> denominó a este grupo, se convirtió en un<br />

Estado en el marco del Imperio francés.<br />

Federico Guillermo, rey de Prusia, era un hombre melancólico y vacilante, a<br />

quien <strong>Napoleón</strong> describió justicieramente como un tonto.<br />

Vacilaba entre el deseo de emular a su tío abuelo Federico el Grande en alianza<br />

con el zar Alejandro, y el de desarrollarse pacíficamente en unión con Francia.<br />

Tenía dos ministros de Relaciones Exteriores en lugar del funcionario único<br />

acostumbrado, y de acuerdo con el consejo de estos personajes, concertaba<br />

convenios unas veces con Rusia y otras con Francia. Entre 1803 y 1806 cambió de<br />

bando por lo menos seis veces.<br />

<strong>Napoleón</strong> aseguró a Federico Guillermo que la Confederación del Rin no estaba<br />

dirigida contra Prusia, pero Inglaterra y Rusia aportaron al rey advertencias en<br />

sentido contrario. Otro tanto hizo su esposa Louise, una mujer enérgica que<br />

revestía periódicamente el uniforme e inspeccionaba el ejército prusiano.<br />

Finalmente, durante el verano de 1806, Federico Guillermo se unió a la Cuarta<br />

Coalición, formada por Inglaterra, Sajonia, Rusia y Suecia, y el 7 de octubre envió<br />

una advertencia a <strong>Napoleón</strong>: debía evacuar inmediatamente sus tropas de la<br />

Confederación del Rin o Prusia iría a la guerra. <strong>La</strong> respuesta de <strong>Napoleón</strong> fue una<br />

campaña de seis días, durante la cual aniquiló al ejército prusiano en las batallas de<br />

Jena y Auerstadt. Como en la guerra de la Tercera Coalición, después avanzó hacia<br />

<strong>los</strong> rusos. Otra aplastante victoria en Friedland repitió la lección de Austerlitz, y<br />

Alejandro no tuvo más alternativa que firmar la paz.<br />

Con el Tratado de Tilsit, <strong>Napoleón</strong> debilitó a Prusia, del mismo modo que con el<br />

Tratado de Presburgo había debilitado a Austria. Se apoderó del territorio prusiano<br />

entre el Oder y el Niemen, y lo convirtió en un nuevo Estado, el Gran Ducado de<br />

Varsovia, también incluido en el Imperio francés.<br />

Entretanto, hacia el sur, dos reinas enérgicas unidas con maridos Borbones<br />

degenerados habían estado conspirando contra <strong>Napoleón</strong>:<br />

María Carolina, la neurótica reina de Napóles y hermana de María Antonieta, se<br />

unió a la coalición anglorrusa contra Francia. Era la cuarta vez que esta «criminal<br />

mujer», como la denominó <strong>Napoleón</strong>, quebrantaba un compromiso solemne de<br />

neutralidad. Decidido a «expulsarla de su trono», <strong>Napoleón</strong> envió tropas francesas,<br />

debía sujetarse a las decisiones de un Consejo ecuménico. Incluso con <strong>los</strong> artícu<strong>los</strong><br />

orgánicos como paliativo, <strong>Napoleón</strong> pudo conseguir que el Tribunado aprobase su<br />

Concordato por sólo siete votos.<br />

En abril de 1802 <strong>Napoleón</strong> reabrió las iglesias de Francia. Los campanarios<br />

eclesiásticos, que habían guardado silencio durante una década, resonaron en el<br />

país entero, desde <strong>los</strong> prados de Normandía hasta <strong>los</strong> valles montañeses del Jura.<br />

En Clermont Ferrand el nuevo obispo Dampierre fue instalado solemnemente.<br />

«Ahora no podemos comprender —dice un oficial acantonado en la guarnición<br />

local—, qué extraños parecieron por entonces las ceremonias religiosas y <strong>los</strong><br />

honores rendidos a un obispo. En la catedral, el capitán que estaba al frente de la<br />

banda ordenó se ejecutasen las melodías más ridiculas; por ejemplo, cuando el<br />

obispo entró y se procedió a la elevación de la hostia. Ahí le bel oiseau, maman.»<br />

De todos modos. <strong>Napoleón</strong> había adivinado acertadamente el estado de ánimo del<br />

pueblo; ninguno de <strong>los</strong> actos de su gobierno sería más popular. Una anciana, con<br />

lágrimas en <strong>los</strong> ojos, habló a un viajero inglés que recorría el camino de Calais a<br />

París de su gratitud al primer cónsul que «nos ha devuelto el domingo».<br />

Después de reabrir las iglesias, <strong>Napoleón</strong> afrontó la tarea sin precedentes de<br />

elegir nada menos que sesenta obispos. Deseaba contar con cristianos creyentes de<br />

costumbres decentes, que representasen el papel de conciliadores. Encontró un<br />

total de dieciséis entre <strong>los</strong> ex obispos constitucionales y treinta y dos que nunca<br />

habían ocupado una sede.<br />

Incluso sus críticos de Roma tuvieron que reconocer que <strong>Napoleón</strong> realizó una<br />

excelente selección. En lugar de petimetres como el cardenal de Rúan, que había<br />

cortejado a María Anronieta con un collar de diamantes que no había pagado,<br />

suministró a Francia pastores de almas de vidas sencillas. Tampoco puede<br />

afirmarse que todos fuesen candidatos obvios. Fesch, tío de <strong>Napoleón</strong>, no había<br />

dicho misa durante nueve años y dividía el tiempo entre su galería de cuadros, el<br />

juego, <strong>los</strong> bailes y el teatro, pero <strong>Napoleón</strong> lo designó arzobispo de Lyon. En<br />

adelante llevó una vida ejemplar e hizo más que cualquier otro francés por la<br />

educación de <strong>los</strong> sacerdotes. «Pongan a mi tío en un alambique —bromeó un día<br />

<strong>Napoleón</strong>—, y obtendrán seminarios».<br />

«¡Nada de monjes! —fue una de las órdenes de <strong>Napoleón</strong>—. Denme buenos<br />

obispos y buenos curas, nada más.» Y también: «<strong>La</strong> humillación monacal destruye<br />

todo lo que es virtud, toda la energía, todo el sentido de la acción.» Se trataba de<br />

un característico prejuicio revolucionario contra <strong>los</strong> hombres que «no son útiles».<br />

<strong>Napoleón</strong> no permitió conventos franciscanos ni dominicanos, y aceptó solamente<br />

treinta casas de benedictinos: había 1.500 bajo el antiguo régimen. Los monjes<br />

«útiles» eran otra cosa. Al cruzar <strong>los</strong> Alpes, durante su segunda campaña italiana,<br />

<strong>Napoleón</strong> observó con aprobación el trabajo realizado por <strong>los</strong> cartujos, que<br />

rescataban a <strong>los</strong> viajeros atrapados en la nieve con la ayuda de perros San<br />

Bernardo que llevaban barrilitos de brandy. En 1801 instaló a <strong>los</strong> trapenses en el<br />

paso del Mont-Cenis con el fin de que realizaran un trabajo análogo de salvamento.<br />

También sucedió que cuatro años más tarde <strong>Napoleón</strong> fue sorprendido por una<br />

tormenta de nieve mientras cruzaba ese mismo paso. Se refugió en el convento de<br />

<strong>los</strong> trapenses, donde, sin pérdida de tiempo, el prior le cortó las botas de cuero y<br />

con fricciones consiguió devolver la circulación a <strong>los</strong> pies medio helados.<br />

<strong>Napoleón</strong> también alentó a las órdenes de monjas «útiles». En 1805 designó a<br />

su madre protectora de las Hermanas de la Caridad. Tres años más tarde tenían<br />

260 casas. El mismo año, la orden docente de las ursulinas tenía 500 casas. Y<br />

precisamente durante el régimen de <strong>Napoleón</strong>, santa Sophie Barat fundó la orden<br />

de sus Dames du Sacre Coeur, con la misión de enseñar a las jóvenes de la clase<br />

superior; todavía hoy sus institutos de enseñanza se cuentan entre <strong>los</strong> mejores de<br />

Francia.<br />

En general, <strong>Napoleón</strong> adoptó una actitud abierta frente a la religión.<br />

Cuando el cura de Saint-Roch se negó a oficiar el funeral de Marie Adrienne<br />

Chameroi, con el argumento de que ella había sido actriz, <strong>Napoleón</strong> lo envió de<br />

regreso al seminario un par de meses, con el fin de que aprendiese que «las

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