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La observación atribuida a Napoleón «Conozco a los ... - Educabolivia

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hallarán detalles útiles de estos años en sus Souvenirs d'un sexagénaire. También<br />

es importante, ya que se trata de una de las primeras biografías de <strong>Napoleón</strong>, la<br />

obra del mismo autor titulada Vie Politique et Militaire de <strong>Napoleón</strong> (París 1822-<br />

61).<br />

Llegamos ahora a tres obras de hombres honrados: registros llevados día a día<br />

y que por lo tanto poseen un alto grado de inmediatez y autenticidad. Son el Diario<br />

del general Desaix, con quien <strong>Napoleón</strong> mantuvo conversaciones íntimas durante la<br />

campaña de Italia; el Diario de Roederer, valioso en lo que se refiere a todo el<br />

período consular; y las Memorias de Caulaincourt, cuya suerte arroja luz sobre las<br />

vicisitudes del material napoleónico.<br />

Alrededor de 1826 Caulaincourt, que padecía cáncer de estómago, fue a tomar<br />

las aguas de Plombiéres. Allí conoció a la novelista Charlotte de Sor, alias madame<br />

Eillaux. Ella lo interrogó acerca de <strong>Napoleón</strong> y lo convenció de que le mostrase<br />

algunas páginas de sus Memorias manuscritas. Caulaincourt falleció en 1827 y diez<br />

años más tarde Charlotte de Sor publicó sus Souvenirs du Duc de Vicenze, en dos<br />

volúmenes. Tanto éxito tuvo la obra que la autora publicó dos volúmenes más, y<br />

nuevamente afirmó que su trabajo se basaba en <strong>los</strong> papeles de Caulaincourt.<br />

<strong>La</strong>s Memorias auténticas de Caulaincourt no fueron publicadas hasta 1933, en<br />

una admirable edición de Jean Hanoteau, que entonces pudo afirmar que las obras<br />

de De Sor eran «un tejido de absurdos, falsedades y expresiones rencorosas, cuyo<br />

valor histórico es nulo». ¡Sin embargo, habían sido utilizadas liberalmente por<br />

biógrafos precedentes de <strong>Napoleón</strong>! <strong>La</strong>s Memorias de Caulaincourt, escritas entre<br />

1822 y 1825, se basan en notas recogidas diariamente cuando él estaba<br />

relacionado con <strong>Napoleón</strong>. Los dos hombres discrepaban acerca de muchas cosas,<br />

entre ellas el carácter del zar Alejandro, pero en Santa Elena <strong>Napoleón</strong> afirmó que<br />

su ex Asistente Mayor era «un hombre que es al mismo tiempo sensible y<br />

honesto», y sus Memorias se cuentan entre las fuentes más valiosas que ahora<br />

podemos utilizar.<br />

El período de Santa Elena merece un examen especial. <strong>La</strong>s Memorias abundan,<br />

pero de nuevo es necesario mostrar suma cautela. Le Memorial de Sainte-Hétene,<br />

de <strong>La</strong>s Cases, publicado en 1822, de ningún modo está exento de propaganda, y<br />

ofrece una interpretación imprecisa de muchas de las actitudes de <strong>Napoleón</strong>; por<br />

ejemplo, afirma que <strong>Napoleón</strong> se proponía organizar <strong>los</strong> Estados Unidos de Europa.<br />

<strong>La</strong>s Cases además tiende a interpretar la obertura por referencia al final, y vincula<br />

con la batalla de Lodi el deseo de <strong>Napoleón</strong> de representar un papel político<br />

decisivo. Hallamos pruebas completamente opuestas por ejemplo en la carta de<br />

<strong>Napoleón</strong> al Directorio, el 19 de abril de 1797, donde ofrece su renuncia, «ayant<br />

acquis plus de gloire qu'il n'en faut pour étre heureux» («habiendo conquistado<br />

toas gloria de la que se necesita para ser feliz»).<br />

Antommarchi solía ser la fuente principal del período de Santa Elena, pero<br />

sabemos que era un individuo totalmente indigno de confianza. En cambio,<br />

tenemos el diario fidedigno de Marchand, <strong>los</strong> Récits de Montholon, el diario de<br />

Gourgaud —he utilizado el ejemplar sin corregir de la BibliothéqueThiers, donde<br />

abunda el lenguaje cuartelero— y sobre todo <strong>los</strong> Cahiers del general Bertrand, obra<br />

que nos aporta las propias palabras de <strong>Napoleón</strong> durante <strong>los</strong> últimos siete años de<br />

su vida, y muchos comentarios acerca de episodios anteriores. Bosweil había<br />

influido sobre el joven <strong>Napoleón</strong>, y no deja de ser curioso que Life of Johnson de<br />

Bosweil, famosa hacia 1815, probablemente haya representado un papel en las<br />

motivaciones que indujeron a Bertrand a registrar con sumo detalle las<br />

conversaciones de otro hombre muy conversador.<br />

habían apoderado de esas tierras, y utilizaban las rentas para financiar escuelas.<br />

Carlo trató constantemente de demostrar su derecho legal a Mitelli, pero carecía de<br />

pruebas documentales, y cuando en 1780 comenzó a llevar un libro de cuentas y<br />

de fechas notables de la familia, exhortó a «<strong>los</strong> más dotados de sus hijos» a<br />

continuar las detalladas anotaciones; y en una alusión a Mitelli, a «vengar a<br />

nuestra familia por las tribulaciones que hemos sufrido en el pasado».<br />

Carlo demostraba una admirable energía, pero su vida continuaba ajustándose<br />

al esquema del pasado. Gracias a <strong>los</strong> franceses, seguiría una dirección<br />

completamente nueva. Los franceses dividieron a la sociedad en tres clases: <strong>los</strong><br />

nobles, <strong>los</strong> clérigos y <strong>los</strong> plebeyos. Este sistema bien definido fue aplicado en<br />

Córcega. Si un corso deseaba continuar haciendo política, como le sucedía a Carlo,<br />

ya no podía actuar con carácter individual, y debía desenvolverse como miembro<br />

de una de las tres clases.<br />

Un corso cuya familia había vivido en la isla durante doscientos años y podía<br />

demostrar que había mantenido la condición de noble durante ese período, recibía<br />

privilegios análogos a <strong>los</strong> de la nobleza francesa, incluso la exención impositiva, y<br />

el derecho a sentarse con <strong>los</strong> nobles en la asamblea de la isla.<br />

Carlo decidió aceptar esta oferta. Los Buonaparte se habían mantenido en<br />

contacto con la rama toscana de Florencia, y muy pronto Carlo pudo presentar once<br />

cuarteles de nobleza, siete más que el mínimo estipulado. Se lo anotó debidamente<br />

como corresponde a un noble francés, y ocupó su lugar cuando <strong>los</strong> Estados<br />

Generales corsos se reunieron por primera vez, en mayo de 1772. Sus colegas lo<br />

apreciaban, pues lo eligieron miembro del Consejo de Doce Nobles, que tenía voz<br />

en <strong>los</strong> asuntos de gobierno de Córcega.<br />

Cuando tenía tres años, <strong>Napoleón</strong> seguramente advirtió cierto cambio en la<br />

apariencia de su padre. Carlo, un hombre de elevada estatura, se acostumbró a<br />

usar una peluca rizada y empolvada, adornada con una doble cinta de seda negra.<br />

Vestía chalecos bordados, elegantes pantalones hasta la rodilla, medias de seda y<br />

zapatos con hebilla de plata. Llevaba a la cintura la espada que simbolizaba su<br />

noble rango, y la gente local acabó llamándolo Buonaparte el Magnífico. También<br />

hubo cambios en la casa de la familia. Carlo construyó un salón donde podía<br />

ofrecer grandes cenas y fiestas, y compró libros, lo cual era una rareza en Córcega.<br />

Pronto tuvo una biblioteca de un millar de volúmenes. Así sucedió que <strong>Napoleón</strong>, a<br />

diferencia de sus antepasados, creció cerca de <strong>los</strong> libros y de su caudal de saber.<br />

Cuando <strong>Napoleón</strong> tenía siete años, <strong>los</strong> corsos eligieron a su padre como uno de<br />

<strong>los</strong> tres nobles que debían transmitir <strong>los</strong> respetos de fidelidad de la isla al rey Luis<br />

XVI. De manera que Buonaparte el Magnífico marchó hacia el palacio de Versalles,<br />

donde conoció al balbuceante y bondadoso rey y quizá también a María Antonieta,<br />

que acostumbraba a importar arbustos floridos de Córcega para su jardín del<br />

Trianón. Durante esta visita, y la que hizo en 1779, Carlo intentó sin éxito que se lo<br />

compensara por el legado de Odone, pero en todo caso obtuvo un subsidio con<br />

destino a la plantación de moreras —se abrigaba la esperanza de iniciar la<br />

producción de seda en Córcega—. A su regreso, Carlo pudo vanagloriarse de que<br />

había hablado con Su Majestad, pero fue una vanagloria cara. «En París —escribió<br />

en su libro de cuentas—, recibí 4.000 francos del rey y un honorario de 1.000<br />

coronas del gobierno, pero regresé sin un céntimo.».<br />

Carlo podía tener la jerarquía de un noble francés, pero estaba lejos de ocupar<br />

una posición acomodada. En 1775, cuando <strong>Napoleón</strong> tenía seis años, nació un<br />

tercer hijo llamado Lucciano, y dos años después una hija, Marie Anne, de modo<br />

que tenía que mantener y educar a cuatro hijos con un sueldo de 900 libras. Como<br />

lo había comprobado a su propia costa, Francia era cara; sin duda, a lo sumo podía<br />

abrigar la esperanza de mantener a sus varones en la escuelita del padre Recco, y<br />

a <strong>los</strong> dieciséis años enviar<strong>los</strong> a Pisa, el destino de muchas generaciones de<br />

Buonaparte, para estudiar leyes. Felizmente para Carlo y sus hijos, el problema<br />

pronto se resolvería de un modo imprevisto.<br />

Paoli había salido de Córcega, y su lugar, el que correspondía al hombre más<br />

importante, fue ocupado por el comandante civil y militar francés, Louis Charles

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