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La observación atribuida a Napoleón «Conozco a los ... - Educabolivia

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Louis la creó. <strong>Napoleón</strong> tuvo que intervenir y obligarlo a anular lo hecho. Cuando<br />

<strong>los</strong> holandeses protestaron porque el embargo continental napoleónico <strong>los</strong><br />

arruinaba, Louis cerró <strong>los</strong> ojos a la importación de artícu<strong>los</strong> ingleses. <strong>Napoleón</strong><br />

acusó a Louis de desobedecer aquel primer mandamiento: «nunca dejes de ser<br />

francés». Se había convertido, dijo <strong>Napoleón</strong>, «en holandés, un comerciante de<br />

quesos», a lo cual Louis replicó que eso era lo que debía ser un rey de Holanda.<br />

Louis era un hombre excesivamente concienzudo para aceptar compromisos; el<br />

empeoramiento de la situación militar también impidió que <strong>Napoleón</strong> concertase un<br />

compromiso, y así en 1810 anexó Holanda a Francia.<br />

Pero hasta hoy <strong>los</strong> holandeses consideran que su enfermizo y bondadoso<br />

comerciante de quesos fue «el buen rey Louis».<br />

Jéróme, el hermano menor de <strong>Napoleón</strong>, era muy distinto de Louis.<br />

Un individuo un tanto malcriado, apuesto, alegre, desbordante de energía, no<br />

muy inteligente pero sumamente pagado de sí mismo. Cuando era alférez había<br />

abandonado su barco en Estados Unidos para casarse con Elizabeth Patterson, una<br />

muchacha de origen irlandés residente en Baltimore. <strong>La</strong> joven pareja viajó a<br />

Europa, y Elizabeth estaba convencida de que conquistaría a <strong>Napoleón</strong> «con el<br />

encanto de mi belleza». Pero nunca se le ofreció siquiera la oportunidad de mostrar<br />

a <strong>Napoleón</strong> su nariz griega y sus bonitos bucles. El emperador se negó a aceptar<br />

que el matrimonio fuese válido —pues Jéróme era menor de edad—, criticó<br />

agriamente a su hermano porque había desertado de su puesto, afirmó que era<br />

«un hijo pródigo», y lo exhortó a arrepentirse. Jéróme, que sentía un saludable<br />

temor por su hermano mayor, obedeció estas órdenes. Mientras se arreglaba el<br />

viaje de la señorita Patterson a Camberweil, donde dio a luz un hijo, y luego el<br />

retorno a Baltimore, con una pensión de sesenta mil francos anuales de la lista civil<br />

de <strong>Napoleón</strong>, éste casó a Jéróme con Catherine, la tímida y tierna hija del rey de<br />

Württemberg —<strong>los</strong> matrimonios eran un aspecto fundamental de su política<br />

imperial— y lo sentó en el trono recién creado de Westfalia.<br />

«Los beneficios del Código <strong>Napoleón</strong> —escribió <strong>Napoleón</strong> a Jéróme el 15 de<br />

noviembre de 1807—, el juicio público y el juicio con jurado serán <strong>los</strong> rasgos<br />

fundamentales de tu gobierno. Y para decirte la verdad, cuento más con <strong>los</strong> efectos<br />

de estos medios para la ampliación y la consolidación de tu gobierno que con las<br />

más resonantes victorias.<br />

Deseo que tus subditos gocen de un grado de libertad, igualdad y prosperidad<br />

hasta ahora desconocido por el pueblo alemán.» Con la ayuda de dos ministros<br />

franceses, el solemne Simeón y el ingenioso Beugnot, Jéróme se puso a trabajar.<br />

Administró la vacunación gratuita a treinta mil habitantes. Liberalizó el comercio,<br />

reduciendo de 1.682 a diez el número de artícu<strong>los</strong> sujetos a impuesto. Abolió <strong>los</strong><br />

impuestos especiales aplicados a <strong>los</strong> judíos, que por primera vez gozaron de la<br />

igualdad civil y política. Fomentó las artes, y aunque no era un gran lector —en el<br />

lapso de seis años tomó prestado un solo libro de la biblioteca Wilherimshohe, una<br />

Vida de madame du Barry— utilizó como biblioteCarlo real al joven Jacob von<br />

Grimm, más tarde famoso por sus Cuentos de Hadas, y según el propio Grimm<br />

recuerda, Jéróme se comportó con él «de un modo amistoso y decente».<br />

Joseph tenía una actitud fi<strong>los</strong>ófica frente a su reinado, Louis se mostraba<br />

concienzudo, pero la experiencia complacía realmente a Jéróme.<br />

Una de las pocas palabras alemanas que aprendió fue lustig, es decir, alegre; la<br />

usaba con frecuencia y solía denominárselo «el alegre monarca».<br />

Para Jéróme la alegría consistía en gastar pródigamente. En su establo tenía 92<br />

carruajes y doscientos cabal<strong>los</strong>. En su residencia empleaba catorce chambelanes y<br />

<strong>los</strong> vestía de escarlata y oro (todo lo que era plata en París se convertía en oro en<br />

Kassel). Regalaba cabal<strong>los</strong> de raza a sus generales, y diamantes a sus amantes, y a<br />

todo el que se le cruzaba en el camino le ofrecía veinticinco jéromes, la moneda<br />

que ostentaba su imagen. Como explicó cierta vez a sus ministros, no le interesaba<br />

ser rey si no le deparaba el placer de dar.<br />

<strong>Napoleón</strong> fijó ajoróme una asignación de cinco millones de francos que hubiera<br />

debido bastarle, pues la asignación del rey de Prusia era de tres millones, y de dos<br />

millones. Entretanto, también aumentó la población francesa: en el departamento<br />

de Seine Inférieure, por ejemplo, de 609.743 en el año VIII a 630.000 cinco años<br />

más tarde.<br />

Lo que es más importante, había sobrevenido un cambio que no aparece<br />

registrado en la estadística. En Seine Inférieure un funcionario oficial había escrito<br />

en vísperas de Brumario: «El delito impune, el fomento de la deserción, la<br />

degradación del republicanismo, las leyes de letra muerta, el bandidaje protegido»,<br />

y continuaba describiendo de qué modo la diligencia Le Havre-Ruán era detenida y<br />

saqueada regularmente. En 1805 el prefecto Beugnot, un hombre de mente<br />

equilibrada, pudo ofrecer un cuadro muy distinto. <strong>La</strong> gente pagaba sus impuestos,<br />

se aplicaba la ley, <strong>los</strong> niños asistían a la escuela, no se conocían casos de asalto a<br />

mano armada en <strong>los</strong> caminos, <strong>los</strong> agricultores estaban aplicando métodos nuevos,<br />

la gente tenía verdadero dinero para gastar.<br />

«Hace quince años había un solo teatro en Rúan, y se abría tres veces por<br />

semana, ahora hay dos, que funcionan todos <strong>los</strong> días... Una obra de Moliere atrae<br />

público más numeroso en Rúan que en París.» En resumen, <strong>los</strong> engranajes estaban<br />

moviéndose y la máquina funcionaba. Y <strong>los</strong> franceses —hasta donde su facultad<br />

crítica lo permitía en cada caso— se sentían agradecidos. En 1799 prevalecía el<br />

«disgusto con el gobierno»; en 1805 Beugnot comprobó «un excelente espíritu<br />

público».

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