La observación atribuida a Napoleón «Conozco a los ... - Educabolivia
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y el Col de Tenda. Utilizó exp<strong>los</strong>ivos para volar la ladera de la montaña, fijando<br />
profundos fundamentos de granito a <strong>los</strong> que la helada no podía mover, y<br />
construyendo caminos con docenas de recodos cerrados, pero con una pendiente<br />
tan fácil que casi cualquier vehículo de ruedas podía recorrer<strong>los</strong>. Gracias a estos<br />
caminos, incluso durante una nevada, fue posible circular libremente entre Francia,<br />
Suiza e Italia.<br />
En Francia, entre 1804 y 1813, <strong>Napoleón</strong> gastó 277 millones en caminos, y<br />
para tener la certeza de que estaban protegidos del sol, en 1811 promovió una ley<br />
que decía que todos <strong>los</strong> caminos «que no estuviesen bordeados por árboles, y que<br />
pudiesen tener<strong>los</strong>, debían ser protegidos de ese modo». Más que un decreto real, o<br />
un palacio real, esta sencilla ley habría de modificar la fisonomía de Francia.<br />
Siempre que percibía la oportunidad de realizar obras públicas, con la condición<br />
de que no fuesen muy costosas. <strong>Napoleón</strong> la aprovechaba.<br />
En 1802 ordenó que se construyese el primer pavimento de París, la rué du<br />
Mont Blanc, hoy la Chaussée d'Antin. En 1810 fundó la primera brigada de<br />
bomberos de París. Con el fin de proteger <strong>los</strong> ríos y <strong>los</strong> bosques creó la junta<br />
denominada Administration des Eaux et Foréts.<br />
Todavía hoy funciona, lo mismo que la Bolsa, otra de las creaciones de<br />
<strong>Napoleón</strong>.<br />
El oro depositado en el tesoro y un presupuesto equilibrado —por primera vez<br />
desde 1738—; un nuevo código de leyes aplicadas en general con equidad; un<br />
sistema educacional que abría al talento todas las carreras; honras para quienes<br />
realizaran esfuerzos excepcionales; obras públicas que eran realmente útiles —ésas<br />
fueron las «masas graníticas», por utilizar la frase de <strong>Napoleón</strong>, sobre las cuales<br />
construyó una Francia nueva y próspera—. Durante el gobierno de <strong>Napoleón</strong>, y a<br />
pesar de las guerras, Francia gozó de una prosperidad que no había conocido desde<br />
hacía 130 años. Podemos evaluar esa prosperidad porque <strong>Napoleón</strong>, el matemático,<br />
fundó en 1801 la primera oficina estadística de Francia, y este organismo publicó<br />
informes anuales.<br />
Francia era principalmente un país de pequeños agricultores, y bajo el gobierno<br />
de <strong>Napoleón</strong> la agricultura floreció. Antes de la Revolución, Francia había tenido<br />
que importar mantequilla, queso y aceites vegetales; hacia 1812 estaba<br />
exportando <strong>los</strong> tres productos. Bajo <strong>Napoleón</strong>, <strong>los</strong> agricultores franceses produjeron<br />
más maíz y más trigo.<br />
Por ejemplo, en Normandía la gente que consumía carne una vez por semana<br />
en 1799 la comía tres veces por semana en 1805. Al importar de España doce mil<br />
carneros merinos, <strong>Napoleón</strong> mejoró el ganado ovino francés. Mediante la<br />
inauguración de seis yeguadas nacionales y treinta cuadras de sementales confirió<br />
a la cría de cabal<strong>los</strong> una importancia que conserva todavía hoy.<br />
También la industria prosperó. En 1789 Francia exportaba tejidos de seda por<br />
valor de 26 millones, y hacia 1812 la cifra se había elevado a 64 millones; en 1789<br />
importaba telas de algodón por valor de 24 millones; en 1812 exportó 17 millones.<br />
Cuando sobrevenían años difíciles, <strong>Napoleón</strong> subsidiaba la industria. Durante la<br />
crisis invernal de 1806-1807 gastó dos millones de su propio bolsillo privado para<br />
comprar sedas de Lyon, y un millón para comprar paño del distrito de Rúan; en<br />
1811 adelantó en secreto a <strong>los</strong> apremiados tejedores de Amiens dinero suficiente<br />
para pagar a sus obreros.<br />
Había sido un principio de la Revolución que un ejército francés en un país<br />
extranjero, ya fuera que estuviese liberando del feudalismo a un pueblo o<br />
protegiéndolo de la invasión de <strong>los</strong> estados contrarrevolucionarios, tenía derecho a<br />
su manutención. <strong>Napoleón</strong> continuó aplicando este principio, y su gran ejército<br />
costó muy poco al contribuyente francés. Esto fue un factor importante del éxito de<br />
<strong>Napoleón</strong> en Francia, pero no corresponde sobrestimarlo. Desde 1792 <strong>los</strong> gobiernos<br />
franceses habían gozado de la misma ventaja sin recoger <strong>los</strong> beneficios que<br />
<strong>Napoleón</strong> aportó a Francia: ocupación plena, precios estables y una balanza<br />
comercial más ventajosa. <strong>La</strong>s exportaciones pasaron de 365 millones en 1788 a<br />
383 millones en 1812 y las importaciones descendieron de 290 millones a 257<br />
y medio la del emperador de Austria, pero se comprobó que era insuficiente para<br />
pagar la serie de fiestas, el teatro privado, <strong>los</strong> rega<strong>los</strong> de diamantes y <strong>los</strong> elevados<br />
sueldos —cada uno de sus embajadores cobraba 80.000 francos—. Durante el<br />
primer año de su reinado el alegre monarca contrajo deudas por valor de dos<br />
millones de francos. <strong>Napoleón</strong> escribió irritado: «Vende tus muebles, tus cabal<strong>los</strong>,<br />
<strong>los</strong> adornos... El honor tiene prioridad sobre el resto.» No antes que pasarlo bien,<br />
debió de pensar Jéróme, que continuó gastando cuantiosas sumas. Fue la única<br />
sombra de un reinado por lo demás brillante. <strong>Napoleón</strong> tenía que reprenderlo<br />
constantemente. En una carta criticó como de costumbre la tendencia de Jéróme al<br />
exhibicionismo, su falta de discreción. Pero al final se suavizó, y agregó una<br />
posdata de puño y letra:<br />
«Mi querido muchacho, te amo, pero todavía eres terriblemente joven».<br />
<strong>La</strong>s tres hermanas de <strong>Napoleón</strong> tenían caracteres tan diferentes como sus<br />
cuatro hermanos. Pauline, la favorita de <strong>Napoleón</strong>, tenía el corazón tierno, y era<br />
encantadora y despistada; Caroline, la única que tenía <strong>los</strong> cabel<strong>los</strong> rubios, era<br />
mundana, derrochadora y ambiciosa; Elisa era más masculina que las dos<br />
restantes. De feas facciones, se destacaba como administradora y, a semejanza de<br />
<strong>Napoleón</strong>, mostraba mucha inclinación por las artes. Su marido, Félix Bedocchi, era<br />
una persona moderada y vulgar —después de salir del ejército, se consagró al<br />
violín— y <strong>Napoleón</strong> tendió cada vez más a convertirse en el hombre de la vida de<br />
Elisa. Pidió a su hermano que le asignara un papel en el gobierno del Imperio, y en<br />
1805 recibió, con su marido, el principado de Lucca, una bonita región montañosa<br />
con bosques de cipreses y olivos de 150.000 habitantes.<br />
Elisa aplicó el orden y el método aprendidos durante sus siete años en Saint-<br />
Cyr, consiguió doblar la producción de seda, y llamó a expertos de Genova y Lyon<br />
para mejorar la calidad. Logró también que las tenerías, las refinerías y la fábrica<br />
de jabón de Lucca recuperasen su rentabilidad. En concordancia con las órdenes de<br />
<strong>Napoleón</strong> en el sentido de promover la difusión de <strong>los</strong> artícu<strong>los</strong> franceses,<br />
compraba <strong>los</strong> últimos mode<strong>los</strong> de Leroy, de París, y <strong>los</strong> usaba personalmente —<br />
compartía con <strong>Napoleón</strong> la afición al blanco—. Fundó dos grandes bibliotecas, una<br />
facultad de medicina y el Instituto para niñas de buena familia.<br />
Convirtió Lucca en centro musical; Paganini era el virtuoso de la corte, y<br />
Spontini dedicó a su amiga Elisa lo que fue quizá su mejor ópera; <strong>La</strong> Vestale.<br />
El éxito más notable de Elisa fue el que obtuvo con las canteras de mármol,<br />
blanco como la nieve, de Carrara. Entre 1790 y 1802, dos mil carrareses y<br />
trescientos escultores habían emigrado por falta de trabajo, y cuando las canteras<br />
pasaron a manos de Elisa, en marzo de 1806, de hecho estaban paralizadas. Elisa<br />
fundó un pequeño banco para financiar la explotación de las canteras, y reabrió la<br />
Academia, instalada en el palacio ducal. Allí, hacia 1810 cinco profesores estaban<br />
formando a veintinueve alumnos de dibujo, a treinta y tres escultores y cuatro<br />
arquitectos.<br />
Elisa pidió a <strong>Napoleón</strong> que designase un director, y él eligió a Bartolini <strong>La</strong>urent,<br />
hijo de un herrero de Prato, que ya había demostrado su capacidad con la batalla<br />
de Austerlitz, destinada a la columna Vendóme.<br />
Bartolini desempeñó el cargo durante siete años y consiguió que fuesen a<br />
Carrara <strong>los</strong> alemanes Tieck y Rauch, el danés Thorwaidsen, y Canova.<br />
Se desarrolló una gran industria exportadora de tumbas, chimeneas,<br />
pedestales, vasos, relojes e incluso una mezquita entera, destinada a Túnez, con<br />
cien columnas de seis metros. Pero la demanda permanente —y esto sin duda<br />
complacía a Elisa— estaba representada por <strong>los</strong> bustos de <strong>Napoleón</strong> y las réplicas<br />
de la co<strong>los</strong>al estatua de Canova. Llegaban pedidos de todos <strong>los</strong> rincones de Europa;<br />
el precio de venta en París era de 448 francos. En septiembre de 1808 por lo<br />
menos quinientos bustos embalados esperaban en barcazas en la desembocadura<br />
del canal Briare.<br />
En 1808 <strong>Napoleón</strong> ascendió a Elisa a la jerarquía de gran duquesa de <strong>los</strong><br />
departamentos de Toscana. Elisa se trasladó al palacio Pitti de Florencia, lo<br />
redecoró por completo y allí, con el trasfondo de <strong>los</strong> so<strong>los</strong> de arpa ejecutados por