La observación atribuida a Napoleón «Conozco a los ... - Educabolivia
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<strong>La</strong> limitada enseñanza de las ciencias experimentales en <strong>los</strong> colegios<br />
secundarios, como veremos después, habría de tener repercusiones graves.<br />
El fracaso de <strong>Napoleón</strong> en este punto es tanto más extraño si se tiene en<br />
cuenta que gastó elevadas sumas, a veces de su propio bolsillo, para subsidiar a<br />
<strong>los</strong> científicos adultos y estimular la aparición de invenciones nuevas: ofreció un<br />
premio de un millón de francos por una máquina destinada a producir lienzo,<br />
recompensó con una pensión anual de tres mil francos a Jacquard, inventor de un<br />
telar de seda perfeccionado, y con un premio de cuarenta mil francos a Fouques,<br />
que logró producir azúcar a partir de la uva.<br />
Formulada esta salvedad, puede afirmarse que <strong>Napoleón</strong> hizo mucho para<br />
mejorar la educación francesa. Gastó en ella más dinero que en cualquier otro<br />
capítulo, y esto sucedió en el curso de una década de guerra. Abrió antiguas<br />
escuelas, fundó otras nuevas y halló el personal necesario para dotarlas. A pesar de<br />
la oposición, permitió que continuase la educación privada. En Francia, antes de<br />
<strong>Napoleón</strong>, las escuelas y <strong>los</strong> colegios estaban vacíos; bajo el gobierno de <strong>Napoleón</strong>,<br />
atestados. Sin duda recordando el tiempo que había pasado en Brienne, insistió en<br />
que no debían existir diferencias entre <strong>los</strong> alumnos subsidiados por el Estado y <strong>los</strong><br />
que pagaban matrícula: «<strong>La</strong> igualdad tiene que ser el primer elemento de la<br />
educación.» El examen del bachillerato, el liceo, la Escuela normal superior, y la<br />
estructura de la educación oficial, aspectos todos originados en <strong>Napoleón</strong>, perduran<br />
hasta hoy.<br />
<strong>La</strong> igualdad es el principio básico del sistema impositivo, el código legal y las<br />
reformas educacionales de <strong>Napoleón</strong>. Pero <strong>Napoleón</strong> creía que la igualdad era en sí<br />
misma insuficiente para aportar lo mejor al pueblo. Se necesitaba algo más positivo<br />
que el mero hecho de nivelar a la gente. Tenía conciencia de que en una sociedad<br />
<strong>los</strong> incentivos son la fuente de energía. En una sociedad comercial el incentivo es el<br />
dinero.<br />
Pero <strong>Napoleón</strong> nunca había demostrado interés por el dinero. Si se esforzaba<br />
inmensamente para cumplir una tarea, o arriesgaba la vida bajo el fuego enemigo,<br />
lo hacía sobre rodo movido por el sentido del honor. Llegó a la conclusión de que<br />
Francia se asemejaba a él en ese aspecto. Lo que <strong>los</strong> franceses apreciaban era la<br />
gloria, la reputación de honor. Pues bien, ése sería el incentivo.<br />
El antiguo régimen había contado con varias órdenes honoríficas, desde la de<br />
Saint Michel, creada en 1469 para <strong>los</strong> caballeros, a la del Mérito Militar, creada en<br />
1759 con destino a <strong>los</strong> oficiales suizos o <strong>los</strong> extranjeros de convicción protestante.<br />
<strong>La</strong> Convención había arrojado todo eso al fuego en 1793, y lo había sustituido,<br />
como recompensa por <strong>los</strong> actos civiles, por espadas grabadas y coronas de hojas<br />
de roble, acompañadas por un certificado en pergamino. <strong>Napoleón</strong> amplió el<br />
repertorio con el fin de incluir mosquetes, hachas, granadas de oro, palil<strong>los</strong> de<br />
tambor y clarinetes de plata; entregó casi dos mil objetos de este tipo durante <strong>los</strong><br />
dos años y medio iniciales del Consulado.<br />
Pero <strong>Napoleón</strong> no estaba satisfecho con estos recordatorios meramente<br />
militares. En 1802 propuso al Consejo de Estado una orden honorífica abierta a<br />
todos <strong>los</strong> franceses. Un consejero protestó contra esas «fruslerías». «¿Fruslerías?<br />
—replicó <strong>Napoleón</strong>, quizá porque estaba recordando su presentación de <strong>los</strong><br />
estandartes a <strong>los</strong> regimientos en Italia—. Se conduce a <strong>los</strong> hombres con<br />
fruslerías... Voltaire describió a <strong>los</strong> soldados como Alejandros que reciben cinco<br />
sueldos diarios. Tenía razón. ¿Ustedes creen que se derrota a un ejército enemigo<br />
mediante el análisis? Jamás. En una república —continuó—, <strong>los</strong> soldados<br />
ejecutaban grandes hazañas sobre todo por el sentido del honor. Sucedió lo mismo<br />
bajo Luis XIV... No afirmo que una orden honorífica salvará a la República, pero la<br />
ayudará».<br />
<strong>Napoleón</strong> denominó a su orden Legión de Honor. <strong>La</strong> palabra «Legión» era un<br />
eco elegante de la República Romana. Y «Honor» era, de acuerdo con el Diccionario<br />
de 1762, «el amor a la gloria en la persecución de la virtud». El consejero Mathieu<br />
Dumas insistió en que la recompensa fuese otorgada sólo a <strong>los</strong> soldados; para de<br />
este modo fortalecer el sentimiento marcial. «Si establecemos una diferencia entre<br />
y donde durante la década de 1796 a 1806 habían sobrevivido sólo cuatro del total<br />
de 603 huérfanos. Dándolo organizó un nuevo hogar en un convento abandonado y<br />
designó personal adecuado. En 1808 la tasa de supervivencia se había elevado a<br />
más del 50 por ciento.<br />
Cuando se desvanecieron las esperanzas de una paz negociada con Inglaterra,<br />
<strong>Napoleón</strong> contempló la posibilidad de convertir también a ese país en parte del<br />
Imperio. Al principio abrigó la esperanza de conquistar Inglaterra mediante una<br />
invasión; después de Trafalgar creyó que la economía inglesa se desplomaría bajo<br />
el peso de su propia deuda nacional. <strong>Napoleón</strong> tenía ideas muy claras acerca de lo<br />
que haría si llegaba a Londres. Encabezaría al «partido popular» contra <strong>los</strong><br />
oligarcas.<br />
Mantendría la Cámara de <strong>los</strong> Comunes, pero decretaría el sufragio universal.<br />
Revocaría la ley de Navegación, gracias a la cual Inglaterra obligaba a otras<br />
naciones a usar las naves inglesas. Otorgaría la independencia a Irlanda. En otros<br />
aspectos crearía un sistema apropiado para el carácter inglés. En un discurso<br />
pronunciado ante el Consejo de Estado dijo:<br />
El francés vive bajo un cielo despejado, bebe un vino fuerte y alegre, y<br />
consume alimentos que mantiene sus sentidos en permanente actividad. En<br />
cambio, el inglés mora en un suelo húmedo, bajo un sol que apenas calienta, bebe<br />
cerveza blanca o negra, y consume gran cantidad de mantequilla y queso. Como<br />
cada uno tiene distintos elementos en la sangre, <strong>los</strong> caracteres por supuesto son<br />
diferentes. El francés es vanidoso, vivaz, audaz, y aprecia sobre todo la igualdad...<br />
En cambio, el inglés es orgul<strong>los</strong>o más que vanidoso... le interesa mucho más<br />
defender sus propios derechos que avasallar <strong>los</strong> ajenos... Por lo tanto, es absurdo<br />
creer en la posibilidad de dar las mismas instituciones a dos pueb<strong>los</strong> tan diferentes.<br />
Este discurso fue pronunciado a propósito del tema de la Cámara alta<br />
hereditaria. <strong>Napoleón</strong> creía que ese organismo era inapropiado para Francia,<br />
aunque convenía a Inglaterra. Por consiguiente, si se hubiese apoderado de<br />
Londres, <strong>Napoleón</strong> probablemente habría preservado, aunque modificándola, una<br />
Cámara de <strong>los</strong> Lores hereditaria. <strong>Napoleón</strong> era hombre de principios firmes. Pero al<br />
margen de estos principios exhibía una notable amplitud mental. Aunque no<br />
siempre la aplicaba, sin duda creía en el consejo que dio a Pauline cuando ésta<br />
viajó a Roma, en noviembre de 1803: «Adáptate a las costumbres del país; nunca<br />
atrepelles nada; afirma que todo es espléndido; no digas "Lo hacemos mejor en<br />
París"».<br />
El principio rector de <strong>Napoleón</strong> en el Imperio era exportar libertad, igualdad,<br />
justicia y soberanía popular, y como éstas eran ideas francesas, contribuir<br />
indirectamente a la gloria de Francia. Realizó su propósito, pero no con la plenitud<br />
que habría alcanzado si <strong>los</strong> años del Imperio hubiesen sido años de paz. Como <strong>los</strong><br />
cañones eran el permanente telón de fondo, <strong>Napoleón</strong> tuvo que aplicar impuestos<br />
elevados, y en Alemania el servicio militar. Se vio obligado a reducir las<br />
importaciones de productos extranjeros, sobre todo las de azúcar, café y máquinas<br />
inglesas. Por supuesto, estos sacrificios originaron descontento. Lo que <strong>los</strong><br />
alemanes, <strong>los</strong> italianos y <strong>los</strong> holandeses olvidaron a menudo fue que como<br />
contrapartida obtenían otros beneficios materiales; como la liberalización del<br />
comercio y el progreso de las comunicaciones, por no hablar del notable<br />
intercambio de ideas y conocimientos científicos entre las academias del imperio y<br />
el Instituto de Francia, dirigido por Georges Cuvier, el amigo de <strong>Napoleón</strong>.<br />
Es verdad que había manchas en el paisaje imperial. A menudo <strong>Napoleón</strong> se<br />
comportaba bruscamente, y Jéróme gastaba demasiado en sus chambelanes<br />
revestidos de escarlata y sus muchas amantes. Pero en general la administración<br />
era honesta y eficaz. Si en el Imperio muchos detestaban el régimen, no era ése el<br />
caso de la mayoría. Y en general, tampoco era la actitud de la minoría pensante.<br />
Dieron la bienvenida al orden, la justicia y <strong>los</strong> progresos, y fue un símbolo de la<br />
actitud general que el 23 de julio de 1808 <strong>los</strong> profesores de la Universidad de