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Paoli. Pero Carlo era buen conversador, y sus modales corteses suscitaron una impresión favorable. Explicó tan eficazmente la política de Paoli que Roma se abstuvo de tomar represalias. No obstante comprobó que la Ciudad Santa era sumamente cara, y para volver al hogar tuvo que pedir prestado el importe del pasaje a un corso llamado Saliceti, uno de los médicos del Papa. De regreso en Ajaccio, Carlo pudo sentirse satisfecho. La tarea que había realizado satisfizo a Paoli y —quizá las partidas de reversi tuvieron algo que ver en el asunto— la gente decía que veía en Carlo a su probable sucesor. Después de haber afrontado la tristeza de perder primero a un varón, y después a una niña en la infancia, Letizia fue la orgullosa madre de un hijo saludable llamado Giuseppe. Del mismo modo súbito que rompe la tormenta en Córcega, esta felicidad se desvaneció. En cierto sentido, Paoli había tenido demasiado éxito, pues los genoveses, al comprender que el juego había terminado, decidieron vender Córcega. El comprador fue el rey de Francia, Luis XV. Poco ames había perdido Menorca, y ansiaba restablecer su poder en el Mediterráneo. Firmó el acta de compra enVersalles, el 15 de mayo de 1768, e inmediatamente trazó planes con el fin de tomar posesión de la isla. Los corsos celebraron reuniones urgentes. En esa época eran 130.000, un pueblo orgulloso, de ojos brillantes, voz aguda, gestos enérgicos. El corso típico vestía chaqueta corta, pantalones de montar y largas polainas de áspera pana color chocolate; se cubría la cabeza con un gorro puntiagudo de terciopelo negro, cruzaba sobre los hombros un mosquete cargado y llevaba las municiones en un zurrón de cuero. Vivía en una casa de piedra, sin ventanas, iluminada de noche por una llameante rama de pino, y en un rincón guardaba un montón de castañas que molía para preparar su pan. Recogía olivas y uvas de sus propios olivares y viñedos, y cazaba animales —principalmente perdices y jabalíes— con su propia arma. Por lo tanto, no necesitaba trabajar en los campos, y entendía que esa labor lo rebajaba. Tenía pocas necesidades, y como apenas se conocía la moneda, la idea de acumular riqueza no lo tentaba. Por otra parte poseía, en grado poco usual, el sentido de la independencia. De ahí que se mostrase sumamente seguro, y por la misma razón tuviese un concepto cabal de su propia importancia. A la cabeza de estos hombres, Paoli decidió resistir a los franceses. Carlo adoptó la misma actitud. Convocaron grandes asambleas; en una de ellas Carlo pronunció un discurso apasionado y muy sincero: «Si la libertad estuviese al alcance de la mano, todos serían libres, pero una adhesión inflexible a la libertad, que se eleva por sobre todas las dificultades y se basa en hechos y no en apariencias, rara vez se manifiesta en los hombres, y por eso, quienes poseen dicha cualidad merecen que se les considere prácticamente sobrehumanos», precisamente lo que los isleños pensaban de Paoli. En el curso de esa asamblea la mayoría votó en favor de la resistencia, y los hombres se dispersaron gritando «Libertad o muerte». En agosto de 1768 los buques de guerra franceses desembarcaron 10.000 soldados en Bastía, en el extremo de la isla opuesto a Ajaccio. Carlo marchó deprisa a las montañas para reunirse con Paoli. Letizia lo acompañó para cuidarlo en caso de que fuese herido. Con excepción de Paoli, las guerrillas corsas carecían de uniforme, y no tenían cañones; cargaban, no al son de pífanos y tambores, sino respondiendo a la nota aguda y obsesiva de las conchas de Tritón. Nada sabían de disciplina, pero en efecto, conocían cada rincón de la tierra, el espeso matorral de arrayán, madroño, retama, y otras plantas aromáticas que cubren las colinas corsas. Paoli los llevó a la victoria y capturó 500 prisioneros. Los franceses debieron retirarse y su comandante, Chauvelin, renunció avergonzado. La primavera siguiente los franceses volvieron, esta vez con una fuerza de 22.000 hombres, dirigidos por el eficaz conde de Vaux. De nuevo Carlo salió al campo y Letizia lo acompañó. Estaba embarazada, y llevaba a su hijito en brazos. La joven acampó en una caverna de granito del pico más alto de Córcega, el Monte Acerca de los motivos de la expansión francesa: J. Godechot, La Grande Nation (1956). Massena y otros comandantes de división de Napoleón; J. Marshall Cornwail, MarshalMassena (1965). Rosbach, en 1757, fue un ejemplo elocuente de las batallas de viejo estilo. Un ejército de 22.000 prusianos al mando de Federico el Grande se trabó en combate con 55.000 franceses e imperialistas mandados por el favorito de madame de Pompadour, príncipe de Soubise. Los prusianos tuvieron sólo 500 muertos y heridos; los franceses y los imperialistas 2.800. En Elba, Napoleón dijo a Neil Campbell que «la batalla de Rosbach... determinó la Revolución en Francia más que cualquiera otra de las causas que fueron mencionadas». La campaña en general: Corr. I-III; pero Napoleón nunca lanzó la proclama impresa en Corr. 91. Acerca de esta y las siguientes guerras véase: D. G. Chandier, The Campaigns of Napoleón (1967). La paz con Piamonte: H.J. Costa de Beauregard, Souvenirs(\S77). Lodi: G. Agnelli, La Battaglia al Ponte di Lodi (Lodi 1934). Las características del soldado francés: carta de Suikowski del 4 de febrero de 1797, después de Rívoli. Suikowski avec Bonaparte en Italie{1946), 207. Informe de Clarke acerca de Napoleón: A. Dry, Soldáis Ambassadeurs sous le Directoire (1906). Napoleón y el Papado: P.M.J. Du Teil, Rome, Naples et le Directoire (1902). La negativa de Napoleón a fusilar a Wurmser: Benrand II, 430. Innovaciones militares de Napoleón: L. Desaix,7owW(1907). 9. LOS FRUTOS DE LA VICTORIA. J. Bourgeat, Lettres de Napoleón a Joséphine (1943); L. Hastier, Le Grand Amour de Joséphine, donde se incluyen por primera vez las canas de Josefina a Charles. Los cuadros de Napoleón: H. Lemonnier, Gros(l904). Las opiniones religiosas de Napoleón en este momento: Desaix, 276. A. Pingaud, La domination francaise dans 1'Italie du A^m/(19l4); A. Heriot, TheFrench in Italy (1957). ErnstArndt citado en A. Pingaud, Bonaparte, Presiden! de la République Italienne (1914). Napoleón y Parma: U. Benassi, «II genérale Bonapane ed il duca e i giacobini di Parma e Piacenza», en Arch. storico per le province Parmensi, n.s., vol. XII (Parma 1912). «Los más bellos cuadros se venden por nada...»: P. Wescher, «Vivant Denon and the Musée Napoleón», Apollo, setiembre de 1964. A. Lensi, Napoleone a Firenze (Florencia 1936). En 1796-1797 Napoleón envió 227 cuadros de Italia a Francia. De éstos, 110 fueron devueltos en 1815. Por entonces, la carrera de Napoleón había consolidado de tal modo el gusto neoclásico, que los expertos que intervinieron en la restitución devolvieron las esculturas clásicas y las obras de Guercino, Guido Reñí, los Carraca y otros por el estilo, pero dejaron en el Louvre los mejores cuadros del Quattrocento italiano. J. Borel, Genes sous Napoleón ler. (1929). Las negociaciones de paz: Napoleón I, Campagne d'ltalie (1870), 306 y siguientes. 10. MAS ALLÁ DE LAS PIRÁMIDES. C. deLaJonquiére, LExpédition d'Egypte( 1903-1904) ;J. C. Heroíd, Bonaparte in Egypt (1962). Acerca del pedido de Napoleón de que Talleyrand fuese a Turquía: Miot, Mémoires I, 235. Napoleón y Josefina en Tolón: A Dumas, Mémoires II (Bruselas 1852), 65-66. Después de tomar Alejandría, Napoleón inmediatamente libero a los esclavos e indemnizó a los habitantes cuyas casas habían sufrido daños durante el ataque. Distintas órdenes del 10 al 15 Mesidor en VI A. G. 28 de junio. R.I.N. XXXVIII, 93.

Los meses que precedieron aVendimiario: Bourrienne; cartas de Napoleón a su hermano, en Joseph, Mémoires. El plan de Napoleón de ir a Rusia: LeónTolstoi observó en su diario el 13 de diciembre de 1853: «En 1798 el general Támara recibió una propuesta de Napoleón, que deseaba incorporarse al servicio ruso, pero no se pusieron de acuerdo, porque Napoleón reclamaba el rango de mayor.» Tolstoys Diary 1853-185 7 (1927), 58. Es evidente que 1798 se trata deun error; se refiere a 1795, el único año en que Napoleón intentó servir en el extranjero. Plan de Napoleón de ir a Turquía: Corr. 61, 65. 6. ENAMORADO Es posible que Emma haya sido Caroline du Colombier o mademoiselle de Lauberie de Saint-Germain, dos damas para las cuales Napoleón encontró ocupaciones en la corte cuando él se convirtió en emperador. Las cinco cartas, antes propiedad de la princesa Charles de Ligne y vendidas en subasta en 1932, fueron publicadas en La Revue Beige (Bruselas, 15 de mayo de 1925). Los sentimientos de Napoleón no fueron correspondidos, y en la última carta pidió a Emma que le devolviese sus billets-doux. «Puisque vous nen partagez pas les senuments, je dois les désavouer comme une funeste erreur. Vous vous étes plus á mhumilier mais vous étes trop bonne pour vouloir que ees malheureux senriments soit 1'objet de votre dérision...» («Puesto que no compartís los sentimientos, debo considerarlos como un funesto error. Os inclináis a humillarme, pero sois demasiado buena para querer que estos desgraciados sentimientos sean el blanco de vuestra burla...»). El episodio con la prostituta: F. Masson, Napoleón Inconnu, 1,182. Napoleón dice que conoce Nantes. Es posible que durante una de las vacaciones en Brienne fuese a pasar un tiempo con la familia Marbeuf, en Bretaña. El asunto con Désirée: G. Girad de 1'Ain, Désirée Clary, dapres sa correspondance inédite avec Bonapane, Bemadotte etsafamille (1959). El 25 de julio de 1795 Napoleón escribió a Joseph: «Je vois que tu fais exprés de ne pas me parler de Désirée, je ne sais si elle vit encoré» («Veo que te esfuerzas para no hablarme de Désirée, no sé si aún vive»). Al día siguiente escribió a cierta mademoiselle Agier de Ginebra, que lo había atendido durante una indisposición en Lyon, nueve años antes. Esta misiva y dos fragmentos de otra carta están en la Biblioteca Pública de Ginebra. Napoleón expresa interés en la lucha de Lausana contra «el despotismo» de Berna, y el desprecio por los placeres sensuales, y agrega: «le senriment est la logique des gens vertueux» («el sentimiento es la lógica de las personas virtuosas»). 7. JOSEFINA. La vida temprana de Josefina: Reina Hortense, Mémoires (1927); F. Mossiker, Napoleón andJosephine(\^6':>)•,K. Caste\ot,Josephine(l967). «Muy pobre y orgulloso como un escocés...», Stendhal, Vie de Napoleón (1929), II, 91. Las expurgadas Lettres de Napoleón djoséphine (1833) fueron durante casi un siglo la colección más completa utilizable de las cartas de Napoleón a su esposa. Después, llegó la edición de León Cerf, en 1929. En 1941 Jacques Bourgeat elevó a 254 el total de cartas autenticadas. Jean Savant, en Napoleón €tfoséphine(l960) agregó once canas más. La designación de Napoleón como comandante en jefe: Carnet, Mémoires (1861-1864) II, 30; L. M. de la Revelliére-Lépeaux, Mémoires (1895). El recibo de Napoleón por los libros retirados de la Bibliothéque Narionale: B.M. Add. MS. 35.394 f. 170. 8. LA CAMPAÑA DE ITALIA. Rotondo, mientras Carlo dirigía a sus hombres contra los franceses. A veces, ella salía para mirar: «Las balas, silbaban junto a mis oídos, pero yo confiaba en la protección de la Virgen María, a quien había consagrado mi hijo aún no nacido.» Los corsos lucharon tenazmente. Ese año y el precedente mataron o hirieron por lo menos a 4.200 franceses. Pero la desventaja numérica era excesiva, y el 9 de mayo Paoli fue derrotado decisivamente en Ponte Nuovo. Carlo continuaba ofreciendo resistencia en Monte Rotondo cuando dos semanas después llegó un oficial francés portando una bandera blanca. Dijo a Carlo que Corte estaba en poder de los franceses, y que la guerra había terminado. Paoli había decidido exiliarse en Inglaterra. Si Carlo y sus camaradas regresaban a sus hogares no se los molestaría. Carlo y Letizia fueron a Corte. Allí, el conde de Vaux, que había llegado a sentir un saludable respeto por los corsos, les aseguró que los franceses venían, no como opresores, sino como amigos. Carlo afrontaba una decisión difícil: ¿debían él y Letizia exiliarse con Paoli? Después de todo, él mismo era uno de los lugartenientes de confianza de Paoli. Quizá los ingleses los ayudarían a conquistar la libertad, a pesar de que las apelaciones a Inglaterra no habían logrado que los apoyase en esa guerra. ¿O debían aceptar la nueva situación? A diferencia de Paoli, Carlo era un hombre de familia, y comprendió que ganarse la vida en el extranjero como abogado sería muy difícil. Paoli era un idealista «sobrehumano» por su consagración a la libertad, pero Carlo tenía un sesgo más práctico. Dos veces había arriesgado la vida en defensa de la libertad de Córcega. Era suficiente. Permanecería en Ajaccio. Pero se separó cordialmente de Paoli y íiie a Bastía para despedirlo cuando se embarcó en un buque de guerra inglés con otros trescientos cuarenta corsos que preferían el exilio antes que el dominio francés. Con el corazón oprimido, Carlo y Letizia reanudaron la vida en Ajaccio. La nueva guarnición francesa arrió la bandera corsa—una cabeza de moro con una cinta ciñéndole la frente sobre fondo de plata— e izó su bandera azul con flores de lis blancas. El francés fue el nuevo idioma oficial, y mientras Carlo comenzaba a aprenderlo, Letizia esperaba al niño que, como consecuencia de la decisión de Carlo, nacería no como un corso en Londres, sino como un francés en Ajaccio. Julio dejó paso a agosto, un mes de calor agobiante en el pequeño puerto de mar protegido de las brisas. El 15 de agosto es la fiesta de la Asunción, y Letizia, tan devota de la Virgen María, insistió en ir a la catedral para asistir a misa. La misa había comenzado cuando sintió las primeras señales del parto. Con la ayuda de su eficiente cuñada, Geltruda Paravicini, regresó a su casa, a un minuto de camino. No tuvo tiempo de subir a la planta alta para acostarse y se echó en el sofá de la planta baja mientras Geltruda llamaba al médico. En el sofá, poco antes del mediodía y casi sin dolor, Letizia dio a luz un varón. Nació con una membrana amniótica —es decir, parte de la membrana le cubría la cabeza—, y eso en Córcega, lo mismo que en muchos lugares, es interpretado como un signo de buena suerte. Más tarde, llegó un sacerdote de la catedral para bautizar al niño. Seguramente esperaba que incluiría entre sus nombres el de María, pues Letizia lo había consagrado a la Virgen María, y el pequeño había nacido precisamente cuando se celebraba la festividad principal de la Virgen; además era bastante usual agregar el nombre de María al principal: por ejemplo, Carlo era Carlo María. Pero los padres no se sintieron inclinados hacia nada que representase un toque femenino. El niño a quien Letizia había llevado gallardamente en su seno, al lado de su marido guerrero, tendría un solo npmbre. Napoleón, por uno de los tíos de Letizia que había combatido a los franceses y fallecido poco antes. Inicialmente, Napoleón era el nombre de un mártir egipcio que murió en Alejandría durante el régimen de Diocleciano. Letizia lo pronunciaba con una «o» corta, pero en la mayoría de los labios corsos sonaba como Nabullione.

Paoli. Pero Carlo era buen conversador, y sus modales corteses suscitaron una<br />

impresión favorable. Explicó tan eficazmente la política de Paoli que Roma se<br />

abstuvo de tomar represalias. No obstante comprobó que la Ciudad Santa era<br />

sumamente cara, y para volver al hogar tuvo que pedir prestado el importe del<br />

pasaje a un corso llamado Saliceti, uno de <strong>los</strong> médicos del Papa.<br />

De regreso en Ajaccio, Carlo pudo sentirse satisfecho. <strong>La</strong> tarea que había<br />

realizado satisfizo a Paoli y —quizá las partidas de reversi tuvieron algo que ver en<br />

el asunto— la gente decía que veía en Carlo a su probable sucesor. Después de<br />

haber afrontado la tristeza de perder primero a un varón, y después a una niña en<br />

la infancia, Letizia fue la orgul<strong>los</strong>a madre de un hijo saludable llamado Giuseppe.<br />

Del mismo modo súbito que rompe la tormenta en Córcega, esta felicidad se<br />

desvaneció. En cierto sentido, Paoli había tenido demasiado éxito, pues <strong>los</strong><br />

genoveses, al comprender que el juego había terminado, decidieron vender<br />

Córcega. El comprador fue el rey de Francia, Luis XV.<br />

Poco ames había perdido Menorca, y ansiaba restablecer su poder en el<br />

Mediterráneo. Firmó el acta de compra enVersalles, el 15 de mayo de 1768, e<br />

inmediatamente trazó planes con el fin de tomar posesión de la isla.<br />

Los corsos celebraron reuniones urgentes. En esa época eran 130.000, un<br />

pueblo orgul<strong>los</strong>o, de ojos brillantes, voz aguda, gestos enérgicos.<br />

El corso típico vestía chaqueta corta, pantalones de montar y largas polainas de<br />

áspera pana color chocolate; se cubría la cabeza con un gorro puntiagudo de<br />

terciopelo negro, cruzaba sobre <strong>los</strong> hombros un mosquete cargado y llevaba las<br />

municiones en un zurrón de cuero. Vivía en una casa de piedra, sin ventanas,<br />

iluminada de noche por una llameante rama de pino, y en un rincón guardaba un<br />

montón de castañas que molía para preparar su pan. Recogía olivas y uvas de sus<br />

propios olivares y viñedos, y cazaba animales —principalmente perdices y<br />

jabalíes— con su propia arma. Por lo tanto, no necesitaba trabajar en <strong>los</strong> campos, y<br />

entendía que esa labor lo rebajaba. Tenía pocas necesidades, y como apenas se<br />

conocía la moneda, la idea de acumular riqueza no lo tentaba.<br />

Por otra parte poseía, en grado poco usual, el sentido de la independencia. De<br />

ahí que se mostrase sumamente seguro, y por la misma razón tuviese un concepto<br />

cabal de su propia importancia.<br />

A la cabeza de estos hombres, Paoli decidió resistir a <strong>los</strong> franceses.<br />

Carlo adoptó la misma actitud. Convocaron grandes asambleas; en una de ellas<br />

Carlo pronunció un discurso apasionado y muy sincero: «Si la libertad estuviese al<br />

alcance de la mano, todos serían libres, pero una adhesión inflexible a la libertad,<br />

que se eleva por sobre todas las dificultades y se basa en hechos y no en<br />

apariencias, rara vez se manifiesta en <strong>los</strong> hombres, y por eso, quienes poseen<br />

dicha cualidad merecen que se les considere prácticamente sobrehumanos»,<br />

precisamente lo que <strong>los</strong> isleños pensaban de Paoli. En el curso de esa asamblea la<br />

mayoría votó en favor de la resistencia, y <strong>los</strong> hombres se dispersaron gritando<br />

«Libertad o muerte».<br />

En agosto de 1768 <strong>los</strong> buques de guerra franceses desembarcaron 10.000<br />

soldados en Bastía, en el extremo de la isla opuesto a Ajaccio.<br />

Carlo marchó deprisa a las montañas para reunirse con Paoli. Letizia lo<br />

acompañó para cuidarlo en caso de que fuese herido. Con excepción de Paoli, las<br />

guerrillas corsas carecían de uniforme, y no tenían cañones; cargaban, no al son de<br />

pífanos y tambores, sino respondiendo a la nota aguda y obsesiva de las conchas<br />

de Tritón. Nada sabían de disciplina, pero en efecto, conocían cada rincón de la<br />

tierra, el espeso matorral de arrayán, madroño, retama, y otras plantas aromáticas<br />

que cubren las colinas corsas. Paoli <strong>los</strong> llevó a la victoria y capturó 500 prisioneros.<br />

Los franceses debieron retirarse y su comandante, Chauvelin, renunció<br />

avergonzado.<br />

<strong>La</strong> primavera siguiente <strong>los</strong> franceses volvieron, esta vez con una fuerza de<br />

22.000 hombres, dirigidos por el eficaz conde de Vaux. De nuevo Carlo salió al<br />

campo y Letizia lo acompañó. Estaba embarazada, y llevaba a su hijito en brazos.<br />

<strong>La</strong> joven acampó en una caverna de granito del pico más alto de Córcega, el Monte<br />

Acerca de <strong>los</strong> motivos de la expansión francesa: J. Godechot, <strong>La</strong> Grande Nation<br />

(1956).<br />

Massena y otros comandantes de división de <strong>Napoleón</strong>; J. Marshall Cornwail,<br />

MarshalMassena (1965).<br />

Rosbach, en 1757, fue un ejemplo elocuente de las batallas de viejo estilo. Un<br />

ejército de 22.000 prusianos al mando de Federico el Grande se trabó en combate<br />

con 55.000 franceses e imperialistas mandados por el favorito de madame de<br />

Pompadour, príncipe de Soubise. Los prusianos tuvieron sólo 500 muertos y<br />

heridos; <strong>los</strong> franceses y <strong>los</strong> imperialistas 2.800. En Elba, <strong>Napoleón</strong> dijo a Neil<br />

Campbell que «la batalla de Rosbach... determinó la Revolución en Francia más que<br />

cualquiera otra de las causas que fueron mencionadas».<br />

<strong>La</strong> campaña en general: Corr. I-III; pero <strong>Napoleón</strong> nunca lanzó la proclama<br />

impresa en Corr. 91. Acerca de esta y las siguientes guerras véase: D. G. Chandier,<br />

The Campaigns of <strong>Napoleón</strong> (1967).<br />

<strong>La</strong> paz con Piamonte: H.J. Costa de Beauregard, Souvenirs(\S77).<br />

Lodi: G. Agnelli, <strong>La</strong> Battaglia al Ponte di Lodi (Lodi 1934).<br />

<strong>La</strong>s características del soldado francés: carta de Suikowski del 4 de febrero de<br />

1797, después de Rívoli. Suikowski avec Bonaparte en Italie{1946), 207.<br />

Informe de Clarke acerca de <strong>Napoleón</strong>: A. Dry, Soldáis Ambassadeurs sous le<br />

Directoire (1906).<br />

<strong>Napoleón</strong> y el Papado: P.M.J. Du Teil, Rome, Naples et le Directoire (1902).<br />

<strong>La</strong> negativa de <strong>Napoleón</strong> a fusilar a Wurmser: Benrand II, 430.<br />

Innovaciones militares de <strong>Napoleón</strong>: L. Desaix,7owW(1907).<br />

9. LOS FRUTOS DE LA VICTORIA.<br />

J. Bourgeat, Lettres de <strong>Napoleón</strong> a Joséphine (1943); L. Hastier, Le Grand<br />

Amour de Joséphine, donde se incluyen por primera vez las canas de Josefina a<br />

Charles.<br />

Los cuadros de <strong>Napoleón</strong>: H. Lemonnier, Gros(l904).<br />

<strong>La</strong>s opiniones religiosas de <strong>Napoleón</strong> en este momento: Desaix, 276.<br />

A. Pingaud, <strong>La</strong> domination francaise dans 1'Italie du A^m/(19l4); A. Heriot,<br />

TheFrench in Italy (1957). ErnstArndt citado en A. Pingaud, Bonaparte, Presiden!<br />

de la République Italienne (1914).<br />

<strong>Napoleón</strong> y Parma: U. Benassi, «II genérale Bonapane ed il duca e i giacobini di<br />

Parma e Piacenza», en Arch. storico per le province Parmensi, n.s., vol. XII (Parma<br />

1912). «Los más bel<strong>los</strong> cuadros se venden por nada...»: P. Wescher, «Vivant<br />

Denon and the Musée <strong>Napoleón</strong>», Apollo, setiembre de 1964. A. Lensi, Napoleone a<br />

Firenze (Florencia 1936).<br />

En 1796-1797 <strong>Napoleón</strong> envió 227 cuadros de Italia a Francia.<br />

De éstos, 110 fueron devueltos en 1815. Por entonces, la carrera de <strong>Napoleón</strong><br />

había consolidado de tal modo el gusto neoclásico, que <strong>los</strong> expertos que<br />

intervinieron en la restitución devolvieron las esculturas clásicas y las obras de<br />

Guercino, Guido Reñí, <strong>los</strong> Carraca y otros por el estilo, pero dejaron en el Louvre<br />

<strong>los</strong> mejores cuadros del Quattrocento italiano.<br />

J. Borel, Genes sous <strong>Napoleón</strong> ler. (1929).<br />

<strong>La</strong>s negociaciones de paz: <strong>Napoleón</strong> I, Campagne d'ltalie (1870), 306 y<br />

siguientes.<br />

10. MAS ALLÁ DE LAS PIRÁMIDES.<br />

C. de<strong>La</strong>Jonquiére, LExpédition d'Egypte( 1903-1904) ;J. C. Heroíd, Bonaparte in<br />

Egypt (1962).<br />

Acerca del pedido de <strong>Napoleón</strong> de que Talleyrand fuese a Turquía:<br />

Miot, Mémoires I, 235.<br />

<strong>Napoleón</strong> y Josefina en Tolón: A Dumas, Mémoires II (Bruselas 1852), 65-66.<br />

Después de tomar Alejandría, <strong>Napoleón</strong> inmediatamente libero a <strong>los</strong> esclavos e<br />

indemnizó a <strong>los</strong> habitantes cuyas casas habían sufrido daños durante el ataque.<br />

Distintas órdenes del 10 al 15 Mesidor en VI A. G. 28 de junio. R.I.N. XXXVIII, 93.

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