ANTOLOGÍA - Aula Avatares

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LUIS ELORRIAGA
Se abrió el despacho e hicieron pasar a un proveedor.
Ella cayó como en un sueño y recorrió aquellos momentos
pasados con Rodolfo, su calidez, sus caricias, su pasión y
tuvo que apagar el torbellino que de golpe corría por su piel.
Justo se volvió a abrir el despacho y llamaron al Jefe de
Seguridad que también aguardaba ser atendido. Otra vez se
perdió en otros momentos. Vio claramente como fue enamorándose
sin darse cuenta, confiando y divulgando detalles
de su labor que la exponían y la llevaban inexorablemente
hacia el ojo de la tormenta, al centro mismo de la
atención. Seguramente esto provocaría inquietud y haría pensar
a muchos.
Ahora estaba allí, a punto de informar todo aquello que la
atormentaba y de lo cual no quería ser cómplice. Nuevamente
la puerta del despacho se abrió y a continuación la asistente le
indicó que podía pasar. Se encontró con el Gerente, Rodolfo y
su Jefe. La miraron en silencio, la invitaron a sentarse y le
ofrecieron café que también compartieron.
La sirena de la ambulancia llamó la atención de los que aún
permanecían en la empresa. Al entrar los camilleros con el
médico, se constató la muerte por caída de la escalera con
golpes en la nuca y la columna vertebral rota al rodar por
aquella.
Los integrantes del servicio de la limpieza discutían si no
era demasiado la cera con que se mantenía la escalera.
Más tarde, el Gerente, Rodolfo y el Jefe de Operaciones
comentaban apesadumbrados la pérdida de una colaboradora
ejemplar, aconsejando a quien los escuchara que debían
asistir al velatorio para rendir un último y merecido
homenaje. Todos se referían a ella como una empleada
ejemplar.
Lo curioso es que nadie la llamó por su nombre.