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AVATARES II 29<br />
Apoyaste tu espalda sobre el marco frío del ventanal y te<br />
abrazaste con pena, tu mirada se perdió en la luz de un cigarrillo<br />
que se apagada en otro mirador.<br />
Me di vuelta en la cama, creíste que dormía y yo no quise<br />
despertar.<br />
LA BURBUJ BURBUJA BURBUJ EN EN LA CAJ AJ AJ AJA AJ<br />
Algo estaba pasando, de eso ninguno tenía dudas.<br />
Aunque faltaba una semana para desocupar la casa y mudarse,<br />
todo seguía en su lugar.<br />
En su lugar el rayo de luz que se filtraba por la persiana y le<br />
daba en los ojos. En su lugar las pantuflas al levantarse la<br />
primera en las mañanas. En su lugar la bata sobre el puf.<br />
El banquito de carpintero que su hijo hizo en el industrial, la<br />
esperaba como siempre, en su rincón de la cocina, entre la<br />
mesada y la ventana que daba al patio.<br />
Allí tomaba el primer mate del día mirando detrás del vidrio<br />
las plantas en las macetas y los granitos blancos de las baldosas,<br />
que debían ser baldeadas, pero más tarde, cuando el sol<br />
le ayudara a secarlas.<br />
Hasta las cajas vacías que Braulio y Jesús se ocuparon de<br />
conseguir seguían apiladas en el pasillo.<br />
Catorce cajas grandes que Herminia corría para limpiar y<br />
luego las volvía a colocar en donde habían sido dejadas por<br />
ellos.<br />
A pesar de eso, ninguno de los dos tenía el coraje de<br />
hablarle sobre la mudanza.<br />
Jesús no quería herir a su madre y Braulio nunca supo<br />
hablar con su mujer mas que para pedirle lo que necesitaba.<br />
Una tarde Jesús llegó más temprano del estudio donde<br />
hacía de asistente y tomó tres cajas de la pila, besó a Herminia