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14<br />
ANA BAUCHIERO<br />
El gordo increpó duramente al Rata: –Si otra vez me hacés<br />
una parecida, no pisás más mi boliche. ¿Qué querés, que me<br />
lo cierre la cana? ¿Desde cuando las viejas jubiladas te tocan<br />
el corazón? Y yo que creía que a vos te interesaba nada más<br />
que la guita. ¡Con lo que debía costar esa medalla...!<br />
El Rata soltó una estruendosa carcajada: –Ma que corazón,<br />
ni corazón. El “moishe” casi me mata cuando le llevé la<br />
medalla. Una porquería. ¡Lata dorada! No la quiso ni por diez<br />
mangos.<br />
El patrón y el mozo no salían de su asombro. –Pobre vieja.<br />
¿Así que, alguien le había “metido la mula” a los pobres pibes?<br />
¡Qué porquería! ¡Cuando yo digo que éste es un país de chorros!<br />
DE SONIDOS SONIDOS Y COL OL OLORES OL ORES<br />
Él era ciego. Había nacido ciego, pero su desgracia no<br />
había afectado su alma. Tal vez por no haber visto nunca la<br />
luz, su yo interior le había permitido construir su propia realidad<br />
en el mundo de las sombras.<br />
Un día oyó la voz dulce y alegre de Cristina y, desde entonces,<br />
quiso saber más de ese otro universo que él ignoraba.<br />
–¿De qué color son tus ojos?<br />
–Azules, como el cielo sereno y como el mar.<br />
–Pero yo no sé como son ni el mar, ni el cielo. ¿Cómo es<br />
el color azul? ¿Cómo son todos los colores?<br />
La pregunta la perturbó, pero el verdadero amor tiene siempre<br />
todas las respuestas. Buscó en su mochila el porta-casete<br />
y los auriculares y se los colocó. Luego, con una melodía le<br />
dijo: –Esto, Queen, es el amarillo: brillante, estridente, un poco<br />
agresivo. Así son el sol, las hojas de los árboles en el otoño y<br />
la arena de las playas.<br />
–Es alegre el amarillo –dijo él con una sonrisa.