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AVATARES II 103<br />
–Hola, ¡cómo estás!, Me llamo Diana, y ¿vos?<br />
–Tehuelche, esteee… estoy muy contento de conocerte –<br />
balbuceé con timidez.<br />
Diana es una bella perrita, tiene ojos soñadores. Su pelo<br />
suave, de color marrón, brillante como el sol. Y yo me enamoré<br />
perdidamente de Diana.<br />
Nos pusimos a correr, juntos. Diana me sonríe mostrándome<br />
sus dientes como perlas encantadas. Después me mira<br />
quieta, estática, me olfateó. Me muerde una oreja y nuestras<br />
narices húmedas se acercan. Veo en los ojos de Diana, mi pelo<br />
negro y lustroso.<br />
Y... nos unimos en una melancólica armonía.<br />
Pero ¡Qué pena! Escucho una voz aguda.<br />
Diana–... Vamos.<br />
Quiero seguirla, pero estoy un poco viejo, tengo canas. No<br />
puedo correr como ella. Aunque cuando la olfateo mi rabo no<br />
se pueda detener.<br />
“Las maripositas vuelan por el campo<br />
Y al volar agitan sus lindas alitas”<br />
Una bruma me envuelve. Recuerdo que juego, corro, brinco,<br />
salto. Me tiro al suelo. Me revuelco en el pasto, ladro,<br />
gruño... En medio de la luz como una canción.<br />
“Las maripositas vuelan por el campo<br />
Y al volar agitan sus lindas alitas”<br />
La puerta está abierta. No tengo cadena.<br />
Miles de estrellas me alumbran... Diana... Diana...<br />
En el jardín de la vereda creció una flor de Lirolay y lentamente,<br />
como un misterio profundo, una mariposa amarilla se<br />
posa, sin explicación.