Las Artes y los Oficios - Ministerio del Poder Popular del Despacho ...
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En cuanto al perfume, se trata de un agradable aroma, mezcla<br />
de guatapercha con alcohol absoluto, clavo y pastillas de violeta,<br />
que suele quedar fijo para siempre en la memoria olfativa de todo<br />
aquel que ha pasado por las manos de un dentista como el olor de la<br />
pólvora en la de quien ha sufrido <strong>los</strong> horrores de la guerra.<br />
Ahora, el instrumental. Sin caer en la exageración de comparar<br />
la odontología moderna con <strong>los</strong> tormentos de la Inquisición, diremos<br />
que ninguna profesión es más conservadora en el diseño de su<br />
instrumental. Al menos desde el punto de vista <strong>del</strong> profano, es muy<br />
poco lo que han evolucionado <strong>los</strong> “hierros” <strong>del</strong> dentista desde el<br />
medioevo y comienzos <strong>del</strong> Renacimiento, cuando la asistencia dental<br />
corría por cuenta de <strong>los</strong> barberos. Que nos perdone ese honorable<br />
gremio, pero no podemos reprimir un estremecimiento cuando vemos<br />
esa vitrina que adorna el consultorio <strong>del</strong> dentista y en la cual se exhiben<br />
siniestras tenazas, punzones curvos como garfios de pirata y demás<br />
armas punzo-desgarro-confundo-machaco-desbarato-cortantes.<br />
Nadie tiene la culpa, además, si la Odontología maneja vocab<strong>los</strong> tan<br />
feos como ortodoncia, secuestro y piorrea. Mencionemos, para<br />
compensar tanta fealdad, la palabra Alveolitis, que suena como a<br />
nombre de ninfa. A ver qué les parece: “La ninfa Alveolitis, despreciada<br />
por el centauro Periostio, se suicidó lanzándose a la laguna Biscúspide”.<br />
Pero entre <strong>los</strong> instrumentos <strong>del</strong> dentista hay uno que se ha<br />
hecho legendario y ése es<br />
La silla<br />
El potro -perdón, la silla- <strong>del</strong> dentista está a medio camino<br />
entre la silla <strong>del</strong> barbero y la silla eléctrica. De la primera conserva el<br />
aspecto, tal vez en recuerdo <strong>del</strong> origen común de ambos oficios (las<br />
sillas <strong>del</strong> barbero y el dentista son casi idénticas; la diferencia está<br />
en que mientras la <strong>del</strong> barbero sirve para fastidiarse, le garantizamos<br />
que en la <strong>del</strong> dentista no se fastidiará jamás). De la otra, podemos<br />
decir no que se parece, sino que la dental es una silla eléctrica, toda<br />
ANIBAL NAZOA<br />
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