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Las Artes y los Oficios - Ministerio del Poder Popular del Despacho ...

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tramposo. Se dice que “en el juego está la trampa”, y es cierto.<br />

Pero el jugador no hace trampas, sino que conoce las trampas, que<br />

es completamente distinto. Su duro entrenamiento científico está<br />

encaminado, ni más ni menos, a aprenderse las trampas para proceder<br />

dentro de un margen de seguridad. Tomemos como ejemplo el caso<br />

de la celebérrima Rana Saltadora <strong>del</strong> Condado de las Calaveras, de Mark<br />

Twain: como todos recordarán, el Reverendo Smiley puso a Daniel<br />

Webster, su rana de carreras, a competir con la de un forastero y<br />

perdió porque en un descuido suyo el pillo le abrió la boca a Daniel<br />

y la rellenó de perdigones, impidiéndole así moverse de la raya de<br />

partida. Pues bien, este pájaro de cuenta que tan miserablemente<br />

engañó a Smiley -¡Un hombre tan honesto y tan fino, que opinaba<br />

que “todo lo que necesita una rana es educación”!- era un jugador,<br />

no un apostador. Nos atrevemos a apostar cualquier cosa a que si en<br />

el momento de la desigual competencia había presente algún auténtico<br />

apostador de corazón, éste se debe haber embolsado una bonita suma<br />

sin hacer trampa alguna sino limitándose a observar <strong>los</strong> dos ejemplares<br />

y, aplicando sus conocimientos de Anatomía Comparada, determinar<br />

cuál de el<strong>los</strong> había recibido la dosis de plomo. El mismo principio se<br />

aplica a todos <strong>los</strong> deportes: una rana puede estar rellena de plomo<br />

como un boxeador lo puede estar de plata y un candidato presidencial<br />

de petróleo: el todo de la charada es saber dónde esta la “carga”.<br />

Los aportes<br />

Son incalculables <strong>los</strong> aportes que ha hecho el apostador a la<br />

civilización moderna. Muchas instituciones de las más respetables, le<br />

deben su existencia. Para citar un solo ejemplo, una Compañía de<br />

Seguros no es sino un apostador en gran escala: en el momento de<br />

llenar la póliza el cliente está apostando a que se muere, se le incendia<br />

su casa o pierde la vista y la empresa aseguradora a que no. Los Estados<br />

Unidos, que es la nación más poderosa de la tierra, es la tierra clásica<br />

de <strong>los</strong> apostadores. El buen norteamericano es en esencia un<br />

apostador, y por eso la víctima favorita de <strong>los</strong> fulleros de todo el<br />

mundo. En su tierra el norteamericano jamás resiste la tentación de<br />

ANIBAL NAZOA<br />

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