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Las Artes y los Oficios - Ministerio del Poder Popular del Despacho ...

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EL APOSTADOR<br />

La literatura, y particularmente la literatura cursi, nos tiene<br />

acostumbrados a un personaje que a fuerza de ser convencional ha<br />

terminado por convertirse en un bicho tan raro como <strong>los</strong> marcianos<br />

de la ciencia-ficción: es el caballero pálido, distinguido a más no poder,<br />

más bien maduro, de modales aristocráticos, que llega al Casino de<br />

Montecarlo o a uno de <strong>los</strong> cien mil de <strong>Las</strong> Vegas, se sienta a la mesa<br />

de baccará o ante la ruleta y pide fichas. El resto de la historia,<br />

nauseabundamente pedrestre, es bien conocida: el elegante caballero<br />

-que luego resultará ser el Barón de Chantepleure o el Rey de la<br />

Margarina de Baltimore- va perdiendo ficha tras ficha hasta que, con<br />

una sonrisa en <strong>los</strong> labios, camina hacia la terraza. El ruido de un<br />

disparo nos indica que una fortuna ha sido devorada por la banca y<br />

su ex dueño se ha levantado la tapa de <strong>los</strong> sesos a la luz de la luna.<br />

La historia no puede ser más falsa. Para empezar, a Montecarlo<br />

y a <strong>Las</strong> Vegas sólo pueden ir <strong>los</strong> millonarios, y es bien sabido que a<br />

un millonario hay que hablarle mucho para convencerlo y hacerlo<br />

arriesgar diez bolívares en un quinto de lotería, así que es cosa de risa<br />

pensar que vaya a arriesgar toda su fortuna en una vuelta de ruleta. Y<br />

para terminar, ningún ricacho de ésos se levanta la tapa de <strong>los</strong> sesos<br />

así como así, aun en el supuesto de que realmente haya perdido su<br />

fortuna, porque cuando un hombre ya es millonario tiene a la mano<br />

demasiados seguros, trucos y combinaciones para rehacerse<br />

rápidamente. Los suicidios de Montecarlo no son sino eso: pura<br />

literatura.<br />

Pero la imagen que acabamos de presentar corresponde al<br />

jugador, no al apostador. El jugador es un simple tentador de la suerte,<br />

el apostador un hombre de ciencia. La diferencia entre ambos es<br />

aparentemente sutil, pero en verdad es abismal. El apostador es todo<br />

inteligencia, en tanto que el jugador apenas tiene que usar el cerebro<br />

LAS ARTES Y LOS OFICIOS<br />

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