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Las Artes y los Oficios - Ministerio del Poder Popular del Despacho ...

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como una pipa, un sillón o un cuadro, y cultivar alguna afición que<br />

puede ser la pintura, la música o algún deporte, pero teniendo la<br />

precaución de declarar siempre que “lo hago muy mal”, aunque en<br />

el fondo de su corazón se sienta un Rembrandt, un Oistraj o un Pelé,<br />

respectivamente. Advertencia especial para <strong>los</strong> venezolanos: nadie<br />

en Venezuela puede aspirar a surgir en la política si no juega al dominó<br />

como un maestro consumado. Los políticos venezolanos están en la<br />

obligación de dedicar por lo menos dos tercios de su vida este varonil<br />

deporte y, ciertamente, se puede decir que Venezuela es como es, en<br />

gran parte, porque siempre ha sido un país gobernado por jugadores<br />

de dominó. La partida de dominó es la ocasión apropiada para<br />

entrevistar a nuestros políticos, porque es entre jugada y jugada cuando<br />

el<strong>los</strong> están más inspirados y dispuestos a dar declaraciones a la prensa.<br />

Además de una gran biblioteca, colocada detrás <strong>del</strong> escritorio<br />

para fines fotográficos, el político debe poseer una sonrisa. Una sonrisa<br />

especial, una amplia sonrisa capaz de hacer palidecer de envidia a <strong>los</strong><br />

mode<strong>los</strong> de <strong>los</strong> anuncios de dentífricos. Pero esto no quiere decir<br />

que <strong>los</strong> políticos “serios” no puedan también conocer las <strong>del</strong>icias <strong>del</strong><br />

triunfo. Algunos de <strong>los</strong> más grandes representantes de la profesión<br />

se han hecho célebres por sus caras de piedra. Disraelí, por ejemplo,<br />

se dice que no era muy dado a sonreír. Maquiavelo apenas esbozaba<br />

una risita; la famosa risita maquiavélica. Hitler, que durante toda su<br />

actuación sólo mostró una cara de perro envenenado, sin embargo,<br />

se metió a <strong>los</strong> alemanes en el bolsillo y fue dueño de Europa así fuese<br />

por un momento. Nuestro Rómulo Betancourt, el único político de<br />

éxito que ha dado Venezuela en lo que va de siglo, cuando trata de<br />

sonreír apenas logra producir una mueca semejante a la de un<br />

gladiador que se apresta a clavar su tridente en el estómago <strong>del</strong><br />

adversario. La sonrisa, para cerrar este capítulo, forma parte de una<br />

condición más general que en el fondo es la más importante de todas<br />

las necesarias para ejercer la profesión de político: el “arrastre”,<br />

“ángel” o, como se dice en el lenguaje de moda, el “carisma”. El carisma<br />

- término tomado en préstamo a la Teología - define aquella cualidad<br />

<strong>del</strong> político que le permite prometer, ante una multitud enardecida,<br />

ANIBAL NAZOA<br />

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