Las Artes y los Oficios - Ministerio del Poder Popular del Despacho ...
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-Acomódame ese carro allá y métele dos gatos. Te traes una tres cuarto,<br />
una dos y medio, un rache pericoidal y un destornillador de estrías.<br />
Aquí es donde comienza el verdadero calvario <strong>del</strong> cliente y<br />
se pone de manifiesto el carácter esotérico <strong>del</strong> oficio de mecánico.<br />
Los mecánicos constituyen una suerte de casta sacerdotal<br />
impenetrable que actúa y fija sus honorarios sobre la base <strong>del</strong> miedo<br />
reverencial que inspiran en la clientela. El<strong>los</strong> dan por descontadas<br />
dos cosas: la primera, que el cliente apenas sabe por dónde se le echa<br />
agua y por dónde se le echa gasolina al automóvil y la segunda, que<br />
cuando llega al taller está firmemente convencido de que su máquina<br />
no volverá a caminar jamás a menos que se produzca un milagro. Por<br />
eso son tan adustos y parcos en el hablar. Por eso él se limita a escuchar<br />
el atribulado dueño <strong>del</strong> enfermo asintiendo de vez en cuando, bien<br />
con cara de burro embarcado, bien con una sonrisita irónica. Y<br />
mientras el cliente espera un diagnóstico con el corazón en la boca,<br />
él le levanta el capó al vehículo, le tantea las bujías, hala un cablecito<br />
aquí, sacude una varillita allá, prueba un tornillito más atrás. Uno de<br />
<strong>los</strong> actos de magia más impresionantes que ejecuta en ese momento<br />
es el de tocar con un destornillador cierto aparatito que<br />
invariablemente suelta una gran chispa. Más asombroso todavía, hay<br />
cierto recoveco <strong>del</strong> motor donde el mago toca y hace que el auto<br />
arranque sacudiéndose como un perro mojado. Luego ordena a<br />
Medardo que suba al carro y empieza a darle instrucciones:<br />
-Dale por el arranque... Acelera... apaga... dale... chancletéalo... apaga...<br />
acelera a fondo... bueno...<br />
El cliente está a punto de estallar, situación que el mecánico<br />
aprovecha para quedarse pensativo, acariciándose la barba, sin<br />
pronunciar palabra. Por fin, cuando ya la trombosis coronaria prepara<br />
sus cuerdas para trepar al corazón <strong>del</strong> cliente, el hombre se decide a<br />
romper su mutismo.<br />
-Los muñones <strong>del</strong> merodeador externo están vencidos; tiene demasiado<br />
juego en la cama de pivotes convexos; hay que tumbar diferencial, cardán y cubos<br />
LAS ARTES Y LOS OFICIOS<br />
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