Las Artes y los Oficios - Ministerio del Poder Popular del Despacho ...
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<strong>Las</strong> Herramientas<br />
Los principales instrumentos de trabajo <strong>del</strong> abogado son, en<br />
orden de importancia: 1) el bufete; 2) el maletín; 3) el vocabulario, y<br />
4) la Ley.<br />
El bufete. Instalado en un edificio céntrico, ha de ser bien<br />
grande y suntuoso, aunque el abogado tenga que dejar de comer<br />
para pagar el alquiler. Es falsa la creencia según la cual el lujo espanta<br />
a la clientela. Por el contrario, una oficina de gran lujo inspira confianza<br />
en la habilidad de su dueño, en tanto que un cuartucho miserable<br />
aleja al cliente pobre que piensa “¡hum!, éste como que está más bien<br />
para que lo defiendan a él” y al cliente rico a la voz de “¡hum!, éste<br />
como que se quiere amueblar conmigo”. Es absolutamente<br />
indispensable que el doctor esté escondido, aunque sea detrás de un<br />
simple tabique, para que <strong>los</strong> clientes se den cuenta de que el bufete<br />
tiene secretaria. También es indispensable que el abogado tenga a<br />
sus espaldas una biblioteca compuesta por textos de esas asignaturas<br />
que ya olvidó, lujosamente empastados y con sus iniciales en oro. Un<br />
bufete sin libros, dijo Don Quijote a Sancho, es como un molino sin<br />
piedra.<br />
El maletín. Es el arma por excelencia <strong>del</strong> abogado, quien<br />
debe aprender a manejarlo de manera que cada vez que haga el gesto<br />
de abrirlo, el cliente se eche a temblar pensando “¡Ay, mi madre!<br />
¿Cuánto me irá a costar esto?”.<br />
El vocabulario. He aquí el todo: la coraza, el carruaje, las<br />
manos y <strong>los</strong> pies, el sustento mismo <strong>del</strong> abogado. Un jurisconsulto<br />
que hable a sus clientes en vulgar cristiano es hombre perdido. Olvide<br />
el abogado todo lo que estudió pero no las palabras con que lo estudió.<br />
El profesional <strong>del</strong> Derecho ha de hablar no sólo enredado, sino<br />
cuidando en extremo la entonación. Ahuecar mucho la voz para decir,<br />
por ejemplo, “interdicto posesorio” y llegar al susurro en “lo<br />
contencioso”. Advertir al cliente que su contrato es sinalagmático y<br />
ANIBAL NAZOA<br />
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