Las Artes y los Oficios - Ministerio del Poder Popular del Despacho ...
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empieza el otro. Lo que sí sabemos con toda certeza es que a la<br />
hora de cobrar, ni al uno ni al otro se le agua el ojo.<br />
La figura <strong>del</strong> oculista reúne en sí las virtudes de todas las<br />
profesiones consagradas al bienestar físico <strong>del</strong> hombre. Posee la<br />
seriedad <strong>del</strong> médico, la pulcritud <strong>del</strong> dentista, la obsequiosidad <strong>del</strong><br />
pedicuro, la labia <strong>del</strong> sastre, la sonrisa <strong>del</strong> peluquero. Sin olvidar el<br />
oculto poder <strong>del</strong> mago, porque no se puede negar que sólo la magia<br />
puede explicar el que un hombre nos haga descubrir mediante un<br />
simple par de cristales que donde nosotros leíamos “Cataplasma”<br />
dice “Casablanca” y donde veíamos una bicicleta en realidad hay un<br />
cochino. Nada más ni nada menos se requiere para ser oculista. Y<br />
además, en el caso específico de Venezuela, es indispensable llamarse<br />
Behrens Belisario, Belisario Behrens, Behrens Briceño o aunque sea<br />
González Behrens. Quedan exceptuados de este contratiempo<br />
aquel<strong>los</strong> que tienen la fortuna de llevar un apellido alemán como<br />
Kohn, Herschel o Künstler. Un alemán siempre es oculista o por lo<br />
menos tiene algo que ver con la óptica, mientras no se demuestre lo<br />
contrario.<br />
Importancia de <strong>los</strong> anteojos<br />
Es fama que ni <strong>los</strong> tabaqueros fuman ni <strong>los</strong> dueños de bar<br />
beben, como tampoco es adicto el distribuidor de drogas. El oculista,<br />
en cambio, sí usa anteojos, y <strong>los</strong> usa por las mismas razones que la<br />
mayoría de sus clientes: porque <strong>los</strong> anteojos le comunican un aire<br />
profesional que es sumamente útil en su actividad. Cualquiera podría<br />
pensar que cuando un cliente ve a un oculista con anteojos piensa a<br />
su vez “¿cómo puede un hombre que no ve bien saber si yo veo bien?”, pero en<br />
verdad a nadie se le ocurre semejante cosa; la opinión <strong>del</strong> cliente ante<br />
<strong>los</strong> anteojos <strong>del</strong> oculista es justamente la misma que él espera suscitar<br />
entre sus semejantes una vez que le hayan adaptado sus lentes: “¡caray,<br />
éste debe saber muchísimo!”.<br />
El primer tratado de Oftalmología conocido fue escrito a<br />
principios <strong>del</strong> siglo IX por Hunayin Ibn Isaq, médico árabe cristiano<br />
ANIBAL NAZOA<br />
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