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Las Artes y los Oficios - Ministerio del Poder Popular del Despacho ...

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Al lado de la cultura, el don de la palabra, la facilidad de<br />

exposición, una conversación agradable que le permita hacer gala<br />

de sus conocimientos sin parecer pedante ni aburrir a la audiencia,<br />

porque más de la mitad de su trabajo consiste precisamente en<br />

conversar, según veremos más a<strong>del</strong>ante. Por último, paciencia,<br />

mucha paciencia. Un barbero nervioso, precipitado, puede dar al<br />

traste con su propia carrera por exceso de velocidad; no importa<br />

cuán hábil sea usted, cuán precisos sus cortes, no cometa jamás el<br />

error de pelar a un cliente en cinco minutos; al contrario, <strong>del</strong>e vueltas<br />

y más vueltas, intercale pausas lo más largas posibles entre tijeretazo<br />

y tijeretazo, y su prestigio estará a salvo. Al efecto, recuerde que<br />

una afeitada o un corte de pelo son como una consulta médica:<br />

cuanto más larga se siente más seria y se paga con más gusto.<br />

El estudio <strong>del</strong> artista<br />

Quien conoció las antiguas barberías de Caracas, apenas podrá<br />

reprimir un suspiro de nostalgia cuando entra en una de las de ahora.<br />

¡Aquellas si eran barberías! <strong>Las</strong> típicas consistían en un salón con una<br />

o dos sillas “Koken”, separado <strong>del</strong> resto <strong>del</strong> local por un tabique<br />

artísticamente forrado con hojas de diarios y revistas salpicadas de<br />

fotografías de personajes famosos y astros <strong>del</strong> cinematógrafo, entre<br />

<strong>los</strong> cuales siempre ocupaba el sitio de honor Car<strong>los</strong> Gar<strong>del</strong>. Para <strong>los</strong><br />

clientes el leer el tabique era una distracción tan placentera, que casi<br />

nos dolía cuando nos llegaba el turno. En esto de <strong>los</strong> tabiques de<br />

periódico, entre paréntesis, <strong>los</strong> barberos mantenían una ruda<br />

competencia con <strong>los</strong> zapateros. Uno de estos últimos, recordamos,<br />

derrotó a su vecino barbero cuando logró adquirir para su tabique<br />

páginas <strong>del</strong> Frankfurter Illustrierte, de El Sol de Madrid y el Manchester<br />

Guardian. Pero lo más notable que tenían aquellas barberías eran <strong>los</strong><br />

cuadros: colocados estratégicamente para que se duplicaran en <strong>los</strong><br />

espejos con marco pintado de blanco, aquel<strong>los</strong> cromos comunicaban<br />

al negocio el aspecto de un salón de sesiones de sociedad literaria<br />

provinciana. Donde quiera que se pusiera la vista se tropezaba con<br />

frágiles damiselas envueltas en gasas que tocaban el bandolín, o<br />

LAS ARTES Y LOS OFICIOS<br />

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