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Al frente del panteón romano figuraba la tríada Júpiter, Juno y Minerva. Júpiter, señor del cielo, que se manifestaba a través del trueno y del relámpago, se convirtió en dios principal y protector de la ciudad y del poder romano. Los romanos agradecían a Júpiter sus triunfos en la guerra. La procesión triunfal del general victorioso era un acto sagrado en honor de Júpiter quien había triunfado a través del general. El triunfador, cubierto de magníficas vestimentas con adornos de oro, se dirigía en un carro tirado por cuatro caballos blancos al Capitolio. Un esclavo mantenía sobre su cabeza la corona áurea de Júpiter y le repetía las palabras: "Recuerda que eres un mortal". Le seguían los prisioneros de guerra y sus oficiales y soldados que cantaban himnos en alabanza a su jefe. En el Capitolio el triunfador ofrecía los sacrificios de gracia. Los romanos, al entrar en contacto con la cultura griega, identificaron a sus dioses con los dioses griegos: Júpiter fue identificado con Zeus, Venus con Afrodita, Mercurio con Hermes. Al mismo tiempo los romanos empezaron a introducir en Roma a dioses y cultos extraños. Los etruscos introdujeron en Roma la costumbre de erigir estatuas en honor de los dioses. El culto doméstico era ejercido por el padre de familia. Para el culto público había sacerdotes a cuyo frente figuraban los pontífices y el Pontífice Máximo. Las sacerdotisas de Vesta, las vestales, cuidaban en el templo de la diosa el fuego sagrado. Las vestales no debían casarse para dedicarse enteramente al culto divino. Los romanos daban una importancia decisiva a los presagios y augurios. No iniciaban ninguna asamblea, ninguna elección, ninguna guerra sin haber consultado la voluntad de los dioses. Sacerdotes especiales, los augures, debían observar el vuelo de las aves, el relámpago, los intestinos de los animales y otros signos. Las gallinas sagradas desempeñaban un papel importante en la guerra y los cónsules hacían depender sus decisiones de si las gallinas comían o no. La familia romana En la Roma antigua la vida era sencilla y austera. Base de la sociedad fue la familia, institución civil y religiosa, unida por el culto de los antepasados y del hogar. Hombre y mujer se consagraban a los deberes que los dioses y la república les imponían. La casa era sencilla: un edificio de adobes de un piso. La pieza principal en que estaba prendido el fuego del hogar era el atrio. La pieza recibía luz de una abertura en el techo por la cual salía el humo y, en tiempos de lluvia, caía el agua que se juntaba en una pileta. Con el tiempo se agrandó la abertura y se sujetó el techo con columnas. De esta manera se formó un patio interior, parte importante de la casa romana. Hombre y mujer usaban la túnica, una camisa de lana sin mangas. En público, el hombre usaba la toga, privilegio del ciudadano que gozaba de todos los derechos cívicos. El padre de familia tenía derechos absolutos sobre la familia. Era su jefe, juez y sacerdote. Tenía el derecho de vender como esclavos a su mujer y a sus hijos. El representaba a todas las generaciones. Sobre él actuaban Breve Historia Universal – Ricardo Krebs 66 (Montes Inc.)
los genios de los antepasados. Las máscaras mortuorias de éstos estaban colgadas en el atrio, junto con la anotación de sus triunfos y méritos y las insignias de las magistraturas que habían ocupado. Había que honrar a los antepasados y continuar las gloriosas tradiciones de la familia. A pesar de que la mujer estaba sometida a la autoridad absoluta del marido, gozaba de alta estimación y era respetada como la dueña del hogar. A los hijos se les inculcaba una austera disciplina, sentido del deber y de la responsabilidad y acendrado espíritu cívico. Luchas entre patriciado y plebe Originalmente el ejército estuvo formado sólo por los patricios y sus clientes. Se componía de caballería y de infantería con armas livianas. El aumento del poder de Roma y de sus compromisos militares obligó a incrementar el ejército y crear unidades nuevas dotadas de armas pesadas que originaban grandes gastos. Como las fuerzas de los patricios resultaron insuficientes se tuvo que recurrir a los plebeyos. Una amplia reforma, la llamada reforma serviana, dividió a la población romana según su fortuna en 193 centurias y 5 clases. Los ciudadanos más acaudalados formaban 18 centurias de caballería y 80 centurias de infantería con armas pesadas. Las cuatro clases inferiores formaban en total 95 centurias. La asamblea de las centurias, o sea, la asamblea del cuerpo armado, adquirió con el tiempo cada vez mayor importancia y se hizo cargo de las funciones de la vieja asamblea popular patricia. Los comicios centu-riados eran convocados por los cónsules y se reunían en el Campo de Marte en las afueras de la ciudad. Cada centuria tenía un voto. Como las centurias de caballería y de infantería de primera clase tenían mayoría, los aristócratas y los plebeyos ricos podían imponerse en todas las votaciones. A pesar de que las barreras entre el patriciado y la plebe empezaron a caer, los plebeyos siguieron expuestos a las arbitrariedades de los magistrados patricios. El servicio militar se convirtió en pesada carga para los pequeños campesinos. Mientras permanecían bajo las armas, sus tierras quedaban sin cultivo. Al igual que en su tiempo en Ática, también los campesinos en Roma debían responder con su persona por sus deudas y muchos quedaron reducidos a la servidumbre. Los plebeyos se reunieron en asamblea propia y eligieron a sus propios magistrados, los tribunos de la plebe. Estos asumieron la defensa de la plebe frente a los abusos del Senado y de los magistrados. La leyenda refiere que finalmente los antagonismos entre los patricios y los plebeyos llegaron a ser tan fuertes que éstos decidieron abandonar la ciudad y dirigirse a Monte Sagrado para fundar allí una ciudad propia, puramente plebeya. Recién entonces cedieron los patricios y reconocieron a los tribunos de la plebe ciertos derechos: los tribunos eran inviolables, esto es, toda persona que atentaba contra ellos se hacía reo de muerte; ejercían el derecho de auxilio que les permitía acudir en protección de todo plebeyo afectado por una medida arbitraria de un magistrado patricio, y obtuvieron el derecho de veto que los facultaba para vetar medidas administrativas y senadoconsultos. Breve Historia Universal – Ricardo Krebs 67 (Montes Inc.)
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Al frente del panteón romano figuraba la tríada Júpiter, Juno y Minerva. Júpiter, señor del cielo, que se<br />
manifestaba a través del trueno y del relámpago, se convirtió en dios principal y protector de la ciudad y del<br />
poder romano.<br />
Los romanos agradecían a Júpiter sus triunfos en la guerra. La procesión triunfal del general victorioso era<br />
un acto sagrado en honor de Júpiter quien había triunfado a través del general. El triunfador, cubierto de<br />
magníficas vestimentas con adornos de oro, se dirigía en un carro tirado por cuatro caballos blancos al<br />
Capitolio. Un esclavo mantenía sobre su cabeza la corona áurea de Júpiter y le repetía las palabras:<br />
"Recuerda que eres un mortal". Le seguían los prisioneros de guerra y sus oficiales y soldados que cantaban<br />
himnos en alabanza a su jefe. En el Capitolio el triunfador ofrecía los sacrificios de gracia.<br />
Los romanos, al entrar en contacto con la cultura griega, identificaron a sus dioses con los dioses griegos:<br />
Júpiter fue identificado con Zeus, Venus con Afrodita, Mercurio con Hermes. Al mismo tiempo los romanos<br />
empezaron a introducir en Roma a dioses y cultos extraños. Los etruscos introdujeron en Roma la costumbre<br />
de erigir estatuas en honor de los dioses.<br />
El culto doméstico era ejercido por el padre de familia. Para el culto público había sacerdotes a cuyo frente<br />
figuraban los pontífices y el Pontífice Máximo. Las sacerdotisas de Vesta, las vestales, cuidaban en el templo<br />
de la diosa el fuego sagrado. Las vestales no debían casarse para dedicarse enteramente al culto divino.<br />
Los romanos daban una importancia decisiva a los presagios y augurios. No iniciaban ninguna asamblea,<br />
ninguna elección, ninguna guerra sin haber consultado la voluntad de los dioses. Sacerdotes especiales, los<br />
augures, debían observar el vuelo de las aves, el relámpago, los intestinos de los animales y otros signos. Las<br />
gallinas sagradas desempeñaban un papel importante en la guerra y los cónsules hacían depender sus<br />
decisiones de si las gallinas comían o no.<br />
La familia romana<br />
En la Roma antigua la vida era sencilla y austera. Base de la sociedad fue la familia, institución civil y religiosa,<br />
unida por el culto de los antepasados y del hogar. Hombre y mujer se consagraban a los deberes que los<br />
dioses y la república les imponían.<br />
La casa era sencilla: un edificio de adobes de un piso. La pieza principal en que estaba prendido el fuego del<br />
hogar era el atrio. La pieza recibía luz de una abertura en el techo por la cual salía el humo y, en tiempos de<br />
lluvia, caía el agua que se juntaba en una pileta. Con el tiempo se agrandó la abertura y se sujetó el techo<br />
con columnas. De esta manera se formó un patio interior, parte importante de la casa romana.<br />
Hombre y mujer usaban la túnica, una camisa de lana sin mangas. En público, el hombre usaba la toga,<br />
privilegio del ciudadano que gozaba de todos los derechos cívicos.<br />
El padre de familia tenía derechos absolutos sobre la familia. Era su jefe, juez y sacerdote. Tenía el derecho de<br />
vender como esclavos a su mujer y a sus hijos. El representaba a todas las generaciones. Sobre él actuaban<br />
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