16.05.2013 Views

Chávez llama a arreciar la ofensiva revolucionaria - Ciudad CCS

Chávez llama a arreciar la ofensiva revolucionaria - Ciudad CCS

Chávez llama a arreciar la ofensiva revolucionaria - Ciudad CCS

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

SÁBADO 24 DE MARZO DE 2012 / CIUDAD <strong>CCS</strong> / AÑO 2 N° 88<br />

Promesa rota<br />

Por: Gipsy Gastello<br />

(Caracas, 1977)<br />

Siempre solía sentir algo de culpa después<br />

de hacer el amor. Culpa porque era<br />

inevitable. Culpa porque era lo más lindo<br />

que me pasaba cada tres días, a veces<br />

hasta dos. Culpa porque tenía miedo de<br />

que sucediera alguna fatalidad. Culpa<br />

porque sabía que se estaba metiendo en<br />

tremendo lío. Pero era inevitable rendirme<br />

ante esa pizca de cariño que usted me<br />

daba cada vez que <strong>la</strong> señora Rocío se<br />

distraía o salía de compras con <strong>la</strong>s amigas.<br />

A mí nunca me había tocado un hombre.<br />

Y eso que allá en <strong>la</strong> parroquia había<br />

muchos que se paseaban por <strong>la</strong> puerta de<br />

mi casa para invitarme a pasear. Mi papá<br />

siempre los espantaba con un bate de<br />

madera. Decía que primero lo vería<br />

muerto antes de que algún granuja de<br />

esos me pusiera <strong>la</strong>s manos encima. Me<br />

hizo jurar muchas veces que encontraría a<br />

un hombre bueno, trabajador, joven y con<br />

techo antes de dejarme preñar por<br />

alguien. Lo juré muchas veces, pero usted<br />

fue tan distinto que olvidé esa promesa<br />

que le hice a mi viejo.<br />

Todavía creo que usted tenía mucha<br />

razón cada vez que me decía que olvidara<br />

a mi papá, que él no sabía nada sobre <strong>la</strong><br />

vida. Y era tan lindo cuando me decía<br />

cosas al oído, aunque un par de veces<br />

rompí un p<strong>la</strong>to de <strong>la</strong> vajil<strong>la</strong> y luego <strong>la</strong><br />

señora Rocío me lo descontaba de mi<br />

sueldo. Enviaba menos p<strong>la</strong>ta a <strong>la</strong> casa,<br />

pero estaba feliz. Lupe y <strong>la</strong> Rita siempre<br />

me decían que usted era viejo y calvo, que<br />

tenía una “soberana barriga”. Y aunque yo<br />

creía que lo de soberana no tenía que ver<br />

con su panza, sabía que lo criticaban<br />

porque era realmente grande, pero ¿sabe<br />

algo? A mí no me importaba, porque<br />

cuando me daba esos abrazos fuertes, que<br />

casi me ahogaban, para mí era el hombre<br />

más bello del mundo. Creo que es por eso<br />

que <strong>la</strong>s nove<strong>la</strong>s que vendían en el kiosco<br />

decían que el amor es ciego. A lo mejor,<br />

pero qué lindo es estar enamorado y ver<br />

todo bonito. Además, yo tampoco soy una<br />

de esas misses que concursan en <strong>la</strong><br />

televisión. Sólo me importaba ser feliz,<br />

mucho más cuando <strong>la</strong> señora Rocío se iba<br />

a jugar cartas a casa de <strong>la</strong> vecina y usted<br />

tocaba pasito <strong>la</strong> puerta. Y cuando le abría,<br />

no me dejaba ni respirar. Me llenaba de<br />

besos que me hacían sentir friíto en el<br />

estómago. Fue <strong>la</strong> época más feliz de mi<br />

vida. Muchas veces lloré, le confieso.<br />

Muchas veces que usted no lo supo, sólo<br />

me cachó una vez, cuando yo estaba so<strong>la</strong><br />

en <strong>la</strong> casa.<br />

Ustedes se habían ido el fin de semana a<br />

su casa en <strong>la</strong> p<strong>la</strong>ya. Así que aproveché<br />

para llorar en cada uno de los rincones<br />

donde usted me acariciaba cal<strong>la</strong>dito. Pero<br />

El<strong>la</strong> va triste y vacía. Saúl Hernández. Acuare<strong>la</strong>. 2011<br />

llegó antes porque <strong>la</strong> doñita se había<br />

quedado en <strong>la</strong> iglesia. Por eso, mis<br />

domingos eran tan felices, porque <strong>la</strong><br />

señora era muy creyente de mi diosito<br />

nuestro señor. Fue cuando le dije que<br />

estaba enamorada de usted. Que soñaba<br />

con que se escapara conmigo para vivir<br />

juntos como Dios manda. Pero usted se rió<br />

y eso a mí me dolió mucho. Sobre todo<br />

2. Poesía del lector, Américo Silva, un guerrillero un guerrillero<br />

indoblegable de Juan José Requena<br />

2-3. Fragmentos Esa espiga sembrada en Carabobo,de César<br />

Rengifo 4. Poesía, Invocación a <strong>la</strong> poesía de Pablo Mora<br />

cuando le dije que tenía un retraso y usted<br />

me gritó que ese muchacho no era suyo.<br />

Más aún cuando me ofreció p<strong>la</strong>ta para que<br />

me lo sacara. Estaba tan triste que llegué a<br />

odiarlo. Tanto, pero tanto, que le dije a <strong>la</strong><br />

señora Rocío todo lo que hacíamos nosotros<br />

cuando el<strong>la</strong> se iba de compras, cuando<br />

jugaba cartas, cuando iba a <strong>la</strong> iglesia o a<br />

alguna fiesta de esas bien pintadas con<br />

lentejue<strong>la</strong>s. La doña se hizo <strong>la</strong> loca, porque<br />

no me hizo nada. Tampoco le dijo nada a<br />

usted. Creo que era porque ustedes dormían<br />

en cuartos separados. Cosa que nunca<br />

entendí, pero mi mamá siempre decía que <strong>la</strong><br />

gente rica era bien rara. Ahí fue cuando me<br />

di cuenta de que tenía mucha razón. Porque<br />

el<strong>la</strong> era bien viejita y seguía durmiendo con<br />

mi papá, muy a pesar de esos ronquidos que<br />

no dejaban dormir a <strong>la</strong> cuadra entera. Pero<br />

cuando se me empezó a notar <strong>la</strong> barriga, <strong>la</strong><br />

señora Rocío enloqueció. Me dijo que el<strong>la</strong> no<br />

aceptaba a putas en su casa ¿Puta por qué, si<br />

usted nunca me pagó? Eso tampoco lo<br />

entendí. Igual me botó de <strong>la</strong> casa. No me<br />

dejó ni recoger mi maleta. Tiró toda mi ropa<br />

por <strong>la</strong> puerta. Me dio tanta rabia cuando se<br />

mojó mi vestido azul, ese que compré<br />

después de tanto ahorrar porque usted me<br />

había prometido que un día me iba a sacar a<br />

pasear. Estaba lloviendo, ¿recuerda?, pero<br />

usted nunca salió. Se quedó en <strong>la</strong> sa<strong>la</strong><br />

leyendo el periódico y viendo <strong>la</strong> televisión.<br />

Porque eso era lo que usted siempre hacía<br />

los sábados, aunque <strong>la</strong> doña no estuviera en<br />

<strong>la</strong> casa. Sentía mucha vergüenza cuando<br />

regresé a <strong>la</strong> parroquia.<br />

Quebrada y preñada de un viejo que me<br />

triplicaba <strong>la</strong> edad. Me sentí tan culpable de<br />

haber roto <strong>la</strong> promesa que le hice miles de<br />

veces a mi papá. Peor porque a <strong>la</strong> nena, dos<br />

años mayor que yo, le había pasado lo<br />

mismo hace tiempo. Recuerdo que mi<br />

mamá lloró desconso<strong>la</strong>da y mi papá le quitó<br />

el hab<strong>la</strong>. Incluso, cuando <strong>la</strong> nena consiguió<br />

trabajo en otra casa y le dejó el niño a mis<br />

viejos, mi papá ni siquiera se despidió de<br />

el<strong>la</strong>. Eso sí, ese muchachito le ilumina <strong>la</strong><br />

vida a los dos, que se ven chochitos cada vez<br />

que lo llevan a <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> o al río. Pero, ¿sabe<br />

algo?, cuando Rita me fue a visitar a <strong>la</strong> casa,<br />

porque el<strong>la</strong> vivía a dos calles apenas, y me<br />

dijo lo que le pasó a usted, sentí que lo<br />

quería otra vez. Porque comencé a recordar<br />

todas <strong>la</strong>s cosas lindas que me dijo, esas<br />

caricias tan ricas y los besos que no me<br />

dejaban respirar. Por eso, no le guardo<br />

rencor.<br />

Y por eso le pedí a <strong>la</strong> nena que me trajera,<br />

el<strong>la</strong> conoce <strong>la</strong> ciudad mucho<br />

mejor que yo.<br />

Tardé un poco en venir porque no quería<br />

encontrarme con <strong>la</strong> señora Rocío. Me daba<br />

miedo que me gritara otra vez, sobre todo<br />

frente a <strong>la</strong> bebé, que se parece tanto a usted.<br />

Pero Rita me contó por teléfono que <strong>la</strong> doña<br />

se había mudado a <strong>la</strong> casa de <strong>la</strong> p<strong>la</strong>ya,<br />

porque se sentía muy so<strong>la</strong> en esa mansión<br />

tan grande. Disculpe lo de <strong>la</strong>s flores, pero <strong>la</strong><br />

p<strong>la</strong>ta no me dio para más. Lo importante era<br />

traerle a <strong>la</strong> bebé. Está muy chiquita para entender,<br />

pero quería que se despidiera de<br />

su papá.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!