Núm. 102-107 - Fábrica Nacional de Moneda y Timbre

J A I M E L L U I S Y N A V A S
de tantos privilegios, como parecen haber tenido los monederos, tuviera que so-
meterse a los concellers, parece ser un ejemplo claro de la importancia que tenian
éstos. La disposición, por lo demás, dados los privilegios que habían sido conce-
didos a Barcelona, parece equitativa, pues Jaime 11, según Peradaltas (11, había
concedido un privilegio en virtud del cual confirmaba la plata barcelonesa que
había creado su padre, con los mismos pactos, concesiones e inmunidades conce-
didos a los concellers de la Ciudad Condal sobre batimiento de la moneda (2).
Hemos visto que existe un documento del segundo Jaime, concediendo a los
oficiales de la ceca el privilegio de poder elegir dos alcaldes para que juzgasen
sus controversias. Este mismo Rey pidió a los concellers de Barcelona que nom-
brasen dos prohombres para que fueran guardas de la ceca (3). Una vez más, vemos
que la evolución en este aspecto de la vida humana no es generalmente rápido;
por lo demás esta intervención de los concellers no parece criticable, pues dado el
heclio de la existencia (quizá no tan libre de merecer ser criticado) de sus privi-
legios sobre la acuñación, el derecho a nombrar guardas parece una garantía acep-
table para el ejercicio de sus derechos. Claro que para que los del Soberano quedasen
salvaguardados podía ser útil (aunque no imprescindible por poder contar éste
con otros recursos) que el Rey nombrase también guardas (4).
Botet (51, cita varios nombres de los maestros de cecas y de otros empleados
de casas de moneda. No nos extendemos sobre ésto por apartarse algo de nuestro
tema, pero sí queremos indicar que para cada acuñación figuran nombramientos de
altos cargos. Ello parece reflejar que el oficio de monedero no era un cargo inamo-
vible, al menos en las altas esferas, consecuencia probablemente de que la ceca
no estuviera constantemente en actividad y de las ideas laborales de la época.
Incluso juzgado con conceptos de nuestros días este hecho, que no parece haber
despertado quejas entre los contemporáneos de Jaime 11, puede parecer justifi-
cado (aunque no se pueda hacer una afirmación rotunda) si de las condiciones del
contrato (escrito o tácito) de acuiiación y de los medios de vida con que contaban
fuera de la fábrica de moneda quienes trabajaban en ésta, resultaba no ser abusiva
esta carencia de permanencia legalizada en el taller monetario (6).
(1) BOTET: ob. cif., tomo 11, pág. 90, y FRANCISCO PERADALTAS Y PINTO: Memoria acerca de la anfigüedad
y utilidad de la Casa de Moneda de Barcelona, Barcelona, 1843, phg. 18 y siguientes.
(2) Además, estos datos nos ilustran sobre la fuerza de presión social que conservaba Barcelona en
esta época, amparada en gran medida en los derechos que procedfan de los antecesores de Jaime 11.
(3) Véase RADA: ob. cit., pág. 42, y BOTET: ob. cit., tomo 11, página 89.
(4) Ya hemos visto cómo de hecho el escribano real en esta época hace funciones de salvaguarda de
los intereses del Rey. En todo caso, los datos que acabamos de señalar, aparte de las observaciones que
sugieren y antes hemos consignado, nos permiten advertir la enorme importancia del peso del precedente
en la situación de hecho y derecho de la monededa barcelonesa en esta época.
(5) BOTET: ob. cil., tomo 11, pág. 89.
(6) La materia del despido, una de las más delicadas del derecho sobre relaci6n de trabajo, tanto administrativo
como laboral, ha de ser estudiada en funciún de los múltiples factores (juridicos, económicos,
de equidad. etc.) que concurren en el planteamiento de la problemática y de su soluci6n. Como estos factores
no tienen siempre el mismo peso fáctico, no cabe propugnar una solucibn de la cuesti6n váiida para todos
los momentos históricos. En el siglo XIV la solución adoptada para las cecas no parece haber constituido
una fuente de abusos (prueba indiciaria de ello es que no conozcamos el planteamiento de problemas por
tal causa). El alto nivel de empleo (como monedero o como metalfirgico), y la conexión entre los acuñadores
explican que no hubiera lugar a abusos.