Núm. 102-107 - Fábrica Nacional de Moneda y Timbre

J A I M E L L U I S Y N A V A S
Obsérvese cómo en esta industria la división de técnicos (monederos) y obreros,
parece más cercana a nuestro sistema económico que el del gremio medieval; se
explica por ser una diferencia provocada por la extensión de los talleres y número
de gentes y clase de conocimientos que exigen el empleo de máquinas, por rudimentarias
que sean. No obstante, dado el estado general del sistema social del
país, es lógico que no evolucionase Iiacia desavenencias sociales idénticas a las de
nuestros días.
Las reformas de este documento no parecen ser muy grandes. Es posible se
deban, tanto a querer perfilar algunos extremos como a querer recordar leyes
insuficientemente respetadas; en parte sería fruto de los deficientes sistemas de
publicidad de las leyes, en una época en que no se contaba con el auxilio de la imprenta;
en parte se debería a los mismos intereses que entraban en juego y partes
afectadas por estas cuestiones.
~xtinfiuida la línea directa de los condes de Ampurias, el condado pasó a manos
de uno de los hijos del Rey de Aragón, pero el monarca tuvo la precaución de
mermar sus derechos, y entre los perdidos figuró el de tener ceca propia (1). Es
decir, que una vez más nos hallamos ante la tendencia a disminuir el número de
casas de moneda, propia de todo gobierno que aspira a reforzar su autoridad (2).
Fue nombrado maestre y escribano de una de las acuñaciones barcelonesas
Pedro Scarit, el mismo que intervino en las emisiones de la ceca de Sariñena.
También fue en 1311, maestre de la moneda acuñada en Barcelona otro personaje
que Iiabia intervenido en la ceca de Sariñena: Juan Pexonat. Para esta acuñación,
una vez obtenida la autorización de los Concellers encargó el monarca al obispo
enviase a buscar a un tal JIino, el cual estaba en Mallorca, a fin de encomendarle
el cargo de ensayador (3,. Parece, por lo tanto, que, al menos en ciertas ocasiones,
la búsqueda de monederos y sus traslados de un territorio a otro responderia
al hecho de no ser muy abundantes las gentes capaces (por carecer los demás de
habilidad. para ejercer cargos tecnicos o de capital y conocimiento del asunto,
para arriesgar capitales) para dedicarse al arte de monederia. Pero esta explicación
no es completamente satisfactoria. Es decir, debieron intervenir también
otros factores, pues de no ser así no se explicaría la facilidad con que en ciertos
casos se cambian algunos empleos importantes de las cecas (4).
Por cierto que, en la concesión de 1316, el Rey no exigió se le rindieran cuentas
de la acuñación, renunciando además al lucro que pudiera corresponderle; en
cambio exigió se labrara en Barcelona (5). Es posible que esta disposición persi-
(1) BOTET: ob. cit., tomo 11, pBg. 79.
(2) Véase MATEU: El eius rnonetae~ en el obispado y condado ausonense, ~Numario hispBnico*, número
6 (1954), phg. 173 y siguientes, y LLUIS: Le droit rnondfaire dans la rdgion de Fich pendan1 la Reeonqu&te
espagnole, rRevue Numismatique~, serie 5, tomo 18 (1956). pág. 209 y siguientes.
(3) Vdase BOTET: ob. cit., tomo 11, págs. 88 y 89.
(4) Ya hemos señalado que la tertenencia a un Rey común facilitaba el paso de los monederos de una
ceca a otra, al no plantearse el problema de traición de secretos en favor de un Rey extranjero que derivaría
del hecho de servir en cecas que no dependieran de una misma Corona.
(5) BOTET: ob. cil., tomo 11, pág. 89. Al no percibir participación en el lucro, el Rey tendría menos interds
en revisar las cuentas de la ceca. Ello no significa que no hubiera de tener ninguno, dadas las consecuencias,
para la vida mercantil del reino, de tener buena o mala moneda.