Núm. 102-107 - Fábrica Nacional de Moneda y Timbre

J A I A 4 E L L U I S Y N A V A S
con lo que le rinde la acuñación (1). Es una faceta de un problema inherente a todo
coste de servicios públicos. Aqui parecen optar por una tendencia técnica bastante
tmodernao en relación con las fuerzas, intereses, concesiones y sacrificios o transi-
gencia~ de los diversos interesados. De todas maneras, no veamos en esto una ten-
dencia más ((moderna* de la realmente existente, pues estas orientaciones pro-
bablemente no estaban más que en enibrión y no muy conscientemente se orien-
tarían en dicho sentido, ya que una cosa es sustituir el sistema de cobro a destajo
por el de sueldo fijo, y otra especificar a costa de los ingresos de quién se debe
sacar el sueldo de los monederos (que cabe sea a destajo). No obstante, puede ser
un primer paso u orientación en dicho sentido, paso que, por otra parte, puede no
ser completamente nuevo, existente desde que cobran de los beneficios del Rey,
cuestión de simple contabilidad pero que facilita (o mejor dicho, suprime una de
las dificultades) lograr la evolución aludida. Al decir esto no pretendemos más que
delimitar el alcance de dicha indicación, que quizá, más que como medida nueva,
interese como indicación clara de la carga del pago, por cuanto estabiliza la orien-
tación a que así se haga.
La determinación de quienes son los guardas está en relación con la función
de éstos y el papel de las órdenes en la Edad Media; es una forma especial, fruto de
particulares intereses o modos de pensar en resolver un problema, sobre la que
no insistimos por explicarse, al menos en sus rasgos genéricos, por lo indicado en
otros lugares de este estudio (2).
No obstante lo antedicho, seguía imperando el Ió8ico criterio de salvaguardar
la autoridad interna del maestre de ceca. El documento que nos ocupa empieza
por sancionar la regla ccqual maestre deu veer en tot $0 que en la moneda se faca)).
Y si se le reconocia un derecho general de vigilancia es evidente que ello se hacia
para salvaguardar su autoridad.
El documento que nos ocupa, dedica gran parte del mismo a las operaciones
de fabricar moneda. Pero no regula tanto el procedimiento de acuñación (que
se basaría en una técnica consuetudinaria) como las precauciones que se debían
adoptar en el curso del mismo. Es una prueba de la importancia que se atribuia
a la cuestión de la vigilancia, por la gravedad de los fraudes que se pueden cometer
en una monederia (robos, deficiencias en la ley de la moneda acuñada, etc.). A
los efectos indicados, se decía que el maestro (en realidad su agente) tdeu aleyar
en presencia del scriva del Rey e de les guardes (es decir, de los representantes de los
diversos intereses en juego), puys deu liurar al fonedor aquel argent aleyat, que1
fona; a con laya mes a fondre, deu tancar la fondacio e liurar la clau a les guardes:
puys quan sia fos, deu esser l'escriva del senyor Rey en la fondacio, e el maestre,
e les Guardes; E, del dit argent, en presencia dels damunt dis quatre, deuen esser
fetes vergues: E de cascun creso1 deu esser presa una vergua: E les guardes ab lo
(1) Estas intenciones s61o parecen evidentes para los altos cargos de la monederia. El pago directo
por el Rey pudo obedecer a varias concausas: de naturaleza muy diferente, desde el deseo de no gravar
más el coste de la acuñación en atenci6n a los intereses de los súbditos aragoneses, hasta el desarrollo de
la dependencia directa de los acuñadores respecto del Rey y en perjuicio de la autonomia del maestre de ceca.
(2) Véase tambien la nota 1 de la pág. 59.