Núm. 102-107 - Fábrica Nacional de Moneda y Timbre

J A I M E L L U I S Y N A V A S
medidas de precaución resulta que la autoridad del maestro de ceca se extiende
más allá de la propia fábrica. Existe una petición de Pedro IV a los concellers de
Barcelona para batir 100.000 marcos de croats, de 1362 (1). En una carta de este
monarca al obispo de Barcelona se pidió cediese el diezmo que percibía del bati-
miento de la moneda, para poder continuar la guerra contra el Rey de Castilla;
esto ocurria en 1365 (2). Si bien el Soberano se manifestó decidido a hacer ((alguna
modificacións en la moneda en cuestión, no pudo hacer ésta debido a la oposi-
ción de los representantes de Barcelona en las Cortes de Tortosa (3). Como podrli
apreciar el lector, este Príncipe, a pesar de sus intenciones de reforzar la autori-
dad regia, en lo que a las casas de moneda se refiere, estaba muy lejos aún de haber
conseguido un triunfo completo (4). Nótese también cómo, en muchas ocasiones,
estas cortapisas a la autoridad del monarca parecen haber tenido inconvenientes
para el país, pues estos privilegios a costa del Rey parecen anteponer intereses
particulares o locales por encima del interés general del Reino de obtener la vic-
toria. Atendiendo a las quejas de los concellers de Barcelona, el Rey ordenó que
los croats fuesen de un peso igual y que su diferencia no pasase del peso de un grano
de trigo (5). En sí, y desligada de otras circunstancias que podrían hacer variar
el juicio crítico sobre su decisión, ésta parece de suyo bien enfocada, por repre-
sentar una garantía de estabilidad para el comercio.
Según una autorización de 1343, los barceloneses pudieron sacar plata (6).
En cambio, en 1362 se concedió la salvaguarda a quienes aportasen plata o vellón
al taller monetario O), hasta el punto de que podían recibir salvoconducto para
no ser detenidos por deudas (8). Estas diferentes disposiciones habían de afectar
al régimen legal y a la vida de la casa de moneda barcelonesa, y son consecuencia
de los criterios económicos propios del momento en que se dictaron, a la vez que
reflejan el interés de la Corona por fomentar las aportaciones de metal amoneda-
ble a los talleres de acuñación.
Según manifestó el propio Pedro IV, el interés del Rey por proteger las acuña-
ciones, que eran una de sus fuentes de ingreso, y también un servicio publico, le
llevó no sólo a otorgar los conocidos privilegios a los monederos, sino también a
favorecer a quienes llevaran material amonedable a los talleres monetales (9).
Desde un punto de vista doctrinal creemos que dado su dominio eminente sobre
los bienes y su facultad de gracia sobre penas y responsabilidades (fruto de la esencia
de la soberanía), tenía derecho a hacerlo. Respecto a las ideas de la época, tanto
por el modo como se relacionaban soberania y propiedad, como sobre el derecho
de gracia (en la medida en que se tenían ideas claras sobre esta cuestión no se
(1) RADA: ob. cit., pAg. 43.
(2) HEISS: ob. cit., tomo 11, pág. 125.
(3) BOTET: ob. cit., tomo 11, pag. 121.
(4) Estos datos, ademas de interesar para señalar este hecho, interesan desde otros puntos de vista.
Por eso los analizamos más adelante con el conveniente detalle.
(5) BOTET: ob. cit., tomo 11, pagina 118.
(6) RADA: ob. cif., pag. 43.
(7) BOTET: ob. cit., tomo 11, pág. 120.
(8) DA: ob. cit., pag. 43.
(9) SAUT: ob. cit., doc. 33.