Núm. 102-107 - Fábrica Nacional de Moneda y Timbre

AMoNEDACI~N EN LA CORONA DE ARACON Eh7 EL SIGLO SIV
Cada día de trabajo los monederos y obreros ((meten en una bustia dos diners
barceloneses menuts de cascuna fornal de aquel1 contrapeso. Además, cada semana
deberían añadir (csengles diners menuts)), quizá en atención a que se aplicaría un
sistema de pagos semanales, de los salarios.
No se debería aplicar más plata a una hornada que a otra, so pena de seis días
de suspensión de trabajo uabans do e pach per pena y solidos que sien possats en
la bustia dessus ditao. Asimismo, se establecía que los servidores de la ceca ((no
reeben mes compte un mes que altrer).
Es curiosa la regla de que si al maestre le acuciara ((gran nescesitat, tots 10s
obrers e los moneders obren cascun segons son poder)), pues implica un principio
de atención especial a los casos de urgencia, que, por el mismo imperativo de los
mismos, y obligación del empleado de compenetrarse con los intereses del principal,
puesto que se compromete a servirlos, reaparece en la moderna legislación
sobre jornada laboral.
La huida delictiva de la compañia del servicio del maestre daba lugar a que el
culpable quedara expulsado de la compañia de los monederos. Esta regla quizá
se dictó por cuanto el mero hecho de no trabajar en un momento dado, no implicaba
necesariamente la exclusión de la matrícula de los servidores de la ceca.
También contenía la regla de que el obrero enfermo sería atendido económicamente
por sus compañeros (qo es, entre tots con cascu d'ells auroa guanyato. Es
decir, el amparo de los intereses se aplica no sólo en pro del maestro, sino también
de los demás miembros de Ia compañía de servidores de la fábrica de moneda.
Esta medida de rudimentaria previsión social obligatoria implicaba otra idea, y
es que en la relación de trabajo del acuñador con la ceca, había algo más que la
contraprestación diaria trabajo-salario. Este algo más, quizá vagamente intuido,
era la idea de la adscripción de la actividad, de una faceta importante de la personalidad
y de la vida, a la compañia de acuñadores. Ello (unido a la necesidad de
amparo en situación de infortunio, y a la idea de que del trabajo ha de resultar
una pen~ivencia económica general, pues se presta para vi~ir, para subsistir todos
los días, incluso los de paro y dificultad), liabia de dar lugar a un sistema de previsión
que, por rudimentario que fuera, no seria por eso menos eficaz (1).
A renglón seguido se regulaban las previsiones frente a ciertas irregularidades
fáciles de cometer, dada la índole del trabajo de los talleres de numerario: