Nuestra - Memorial da América Latina

DEVANEOS DE LA INTEGRACIÓN LATINA
ALALC
ALADI
MERCOSuL
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A los que no se acuerdan, hay que
decir: el “sueño de Simón Bolívar” se
ha convertido en realidad hace dos años
en Cancún, en México, por decisión de
32 jefes de Estado sonrientes y uniformados
con elegantes guayaberas. Por lo
menos fue eso que varios de ellos alardearon
en la época, mientras creaban la
Comunidad de Estados Latinoamericanos
y Caribeños, la “Celac” – más una
sigla para entrar en la sopa de letritas
de la integración regional de las Américas,
al lado de OEA, Mercosul, Unasul,
CAN, Aladi, Alba, Caricom, Nafta, Alca
(esta, natimuerta) y tantas otras.
“El ideal de una América unida
está más vivo que nunca”, celebró el anfitrión
de la fiesta, el presidente Felipe
Calderón, político de centro-derecha. “Es
de trascendencia histórica”, concordó el
presidente socialista cubano, Raúl Castro,
apuntando para la palabrosa carta de fundación
de la comunidad, cuya versión final
suma 88 páginas.
Además de los arrobos retóricos,
la iniciativa de la Celac, más una vez, demuestra
a los líderes latinoamericanos
que, aunque ellos hagan la Historia, no la
mERcOsUL
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hacen como quieren. Pasados dos años
del lanzamiento de la comunidad “casi”
hemisférica – EE.UU. y Canadá fueron
calculadamente excluídos –, la joven Celac
padece de la inexistencia de un objectivo
político común y factible. Un mal que,
cada vez más, aflige proyectos de integración
regional en América Latina. En
algún lugar, entre ambiciosos objectivos y
la falta de una agenda clara, estacionan las
incontables siglas de la región.
La nueva “comunidad” nació de la
fusión del Grupo del Río (mecanismo de
consulta de 18 países, creado en 1986) con
la Cúpula de América Latina y del Caribe
(Calc). Sus metas son: “impulsar el desarrollo
y la integración” y “consolidar la
identidad latinoamericana y caribeña”. El
dia que vino a la luz, la Celac ganó de la
prensa el apodo de “OEA del B”, en referencia
a la Organização de los Estados
Americanos, con sede en Washington. Si
había algo en común entre los 32 presentes
en Cancún, además de las guayaberas,
era la intención de crear un espacio libre
de la influencia de los EE.UU.
La ausencia norteamericana adquiría
sentidos diversos. Para Cuba, por ejem-
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