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esulta interesante comparar los marcadores de la cadena temática de los protagonistas “buenos” del famoso cuento “Los tres cochinitos” con los de “The Three Little Pigs”. Aunque los procedimientos empleados en ambos textos para las nominaciones secundarias coinciden, su connotación emotivo-evaluativa es muy distinta en ambas culturas. En la cultura española encontramos un lujo de denominaciones emotivo-evaluativas: los tres cochinitos - nuestros tres regordetes - ellos.-el mayor-el muy tunante- el chico-hermanito- el cochinito-el marranito-el guarrete-..., mientras que en la cultura anglosajona vemos en este caso un panorama bastante homogéneo: three little pigs- teir (mother) - they - the first little pig- the second little pig- the third little pig. Parece quedar claro que las normas de comportamiento verbal, en general, y las convenciones textuales, en particular, no son un hecho lingüístico sino cultural. Con este planteamiento, cabe por lógica prescindir de la subdivisión de los factores que determinan la actividad traductora en lingüísticos y extralingüísticos, recogiéndolos todos en un grupo de factores cognitivo-culturales. La justificación filosófica de semejante planteamiento radica en que los recursos lingüísticos por sí solos no tienen sentido (únicamente poseen significado). Adquieren sentido exclusivamente en un acto de comunicación realizado por los “portadores” de ciertas culturas y sistemas conceptuales que incluyen tanto concepciones y normas de comportamiento verbal y no verbal socialmente reconocidas como individuales. El famoso eslogan de que la lengua es el instrumento de la comunicación verbal, no es más que un decir, puesto que la lengua de por sí, fuera de los sistemas conceptuales cuyos portadores son los comunicantes, no es capaz de expresar sentidos y por consiguiente ser instrumento de comunicación. El dominio de una lengua significa saber expresar conceptos conforme a las normas de comportamiento verbal y no verbal admitidas en la respectiva cultura. Ahora bien, al pasar de una cultura a otra, cambian las orientaciones sociales, algunos conceptos y hasta sistemas conceptuales, así como las normas de comportamiento verbal y no verbal. Todos estos cambios pueden ser enfocados a partir del concepto de intertextualidad cultural que motiva “manipulaciones” semánticas del TM con respecto al TO. El alcance de estos cambios depende, aparte de los factores antes mencionados, de la distancia entre las culturas y hasta “civilizaciones” (Santoyo, 1994). El traductor se ve obligado a producir un TM que recoja al máximo posible el programa conceptual del autor del TO y, al mismo tiempo, sea aceptable en la cultura meta, tomando en consideración tanto la diferencia de los sistemas conceptuales como de las normas de comportamiento verbal y no verbal admitidas en la cultura meta. Conclusiones. A partir del concepto de intertextualidad cultural es posible llegar a la conclusión acerca el carácter cognitivo-cultural de los factores que determinan la estrategia y las opciones traductoras, conclusión que parece lógica, puesto que los factores que determinan una actividad deberían ser de la misma naturaleza que ésta. Por otra parte, el enfoque global de intertextualidad cultural permite incluso formular ciertas normas comunicativas de traducción, rechazando así la opinión generalizada de que la traducción no es una actividad normativa. No lo es, por supuesto, desde la lengua, pero debería serlo desde la comunicación. En un principio, estas normas no pueden entrar en contradicción con las normas generales de comunicación verbal, recogiendo, al mismo tiempo, las características específicas de la comunicación intercultural equivalente. A fin de cuentas, estas normas no son otra cosa que un desglose del principio operativo de la traducción (máxima fidelidad posible al programa conceptual del autor del TO y aceptabilidad en la cultura meta), visto desde la óptica de la intertextualidad cultural. En una primera aproximación, son las siguientes:

1. Una traducción nunca debe entrar en contradicción con el programa conceptual del autor del TO, es decir: 1.1. No debe dar lugar a falsas implicaturas, o sea, a aquellas que no se desprendan del TO; 1.2. Debe recoger las implicaturas relevantes del programa conceptual del TO y para su comprensión por el destinatario del TM, independientemente de que estas implicaturas tengan marcadores explícitos o implícitos. 2. Una traducción no debe contradecir los factores relevantes de la nueva situación comunicativa creada en la cultura meta, o lo que es lo mismo, debe ser adecuada a la nueva situación, es decir: 2.1. Debe contener la información necesaria para que el destinatario del TM comprenda el programa conceptual del autor del TO; 2.2. No debe entrar en contradicción con las normas de comportamiento verbal y no verbal de la cultura meta, en general, y con las convenciones textuales (o el idiolecto del autor del TO), en particular, a no ser que la “violación” de estas normas entre en el programa conceptual del autor del TO. Y, por fin, la inclusión de las normas de comportamiento verbal y, en particular, de las convenciones textuales en la problemática de la intertextualidad cultural y, por la tanto, de la traducción, permite trazar una línea interdisciplinar de investigación comparativocontrastiva de estas normas y convenciones para diferentes tipos de textos (Швейцер, 1993). Creo que para formarse una idea más exacta de la no-coincidencia de estas normas / convenciones textuales, deberíamos partir de la idea de parámetros universales del texto y sus manifestaciones concretas en las diferentes culturas. B i b l i o g r a f í a Иовенко, В.А.(1992) Основы концепции детерминизма в переводе. Автореф. докт. дисс. Москва. Klingberg, G. (1986) Children’s Fiction in the Hands of Translators. Lund: CWK Gleerup. Lacan, J. (1992) Seminario 7. La ética del psicoanálisis (1959-1960). Buenos Aires: Paidos. Lotman, Ju. (1979) Semiótica de la cultura. Madrid: Cátedra. Lvovskaya, Z. (1997) Problemas actuales de la traducción. Granada: Granada Linguistica y Método Ediciones. Newmark, P. (1988) A Textbook of Translation. New York: Prentice Hall. Nord, Ch. (1993) ”Alice im Niemandsland”, en Holz-Mänttari (eds.), pp.395- 416. Santoyo, J.C. (1994) “Traducción de cultura, traducción de civilización”, en Estudis sobre la Traducció, Amparo Hurtado (ed.):Universitat Jaume I, pp.141-151.

esulta interesante comparar los marcadores de la cadena temática de los protagonistas<br />

“buenos” del famoso cuento “Los tres cochinitos” con los de “The Three Little Pigs”.<br />

Aunque los procedimientos empleados en ambos textos para las nominaciones secundarias<br />

coinciden, su connotación emotivo-evaluativa es muy distinta en ambas culturas. En la<br />

cultura española encontramos un lujo de denominaciones emotivo-evaluativas: los tres<br />

cochinitos - nuestros tres regordetes - ellos.-el mayor-el muy tunante- el chico-hermanito- el<br />

cochinito-el marranito-el guarrete-..., mientras que en la cultura anglosajona vemos en este<br />

caso un panorama bastante homogéneo: three little pigs- teir (mother) - they - the first little<br />

pig- the second little pig- the third little pig.<br />

Parece quedar claro que las normas de comportamiento verbal, en general, y las<br />

convenciones textuales, en particular, no son un hecho lingüístico sino cultural. Con este<br />

planteamiento, cabe por lógica prescindir de la subdivisión de los factores que determinan la<br />

actividad traductora en lingüísticos y extralingüísticos, recogiéndolos todos en un grupo de<br />

factores cognitivo-culturales. La justificación filosófica de semejante planteamiento radica en<br />

que los recursos lingüísticos por sí solos no tienen sentido (únicamente poseen significado).<br />

Adquieren sentido exclusivamente en un acto de comunicación realizado por los<br />

“portadores” de ciertas culturas y sistemas conceptuales que incluyen tanto concepciones y<br />

normas de comportamiento verbal y no verbal socialmente reconocidas como individuales.<br />

El famoso eslogan de que la lengua es el instrumento de la comunicación verbal, no es más<br />

que un decir, puesto que la lengua de por sí, fuera de los sistemas conceptuales cuyos<br />

portadores son los comunicantes, no es capaz de expresar sentidos y por consiguiente ser<br />

instrumento de comunicación. El dominio de una lengua significa saber expresar conceptos<br />

conforme a las normas de comportamiento verbal y no verbal admitidas en la respectiva<br />

cultura.<br />

Ahora bien, al pasar de una cultura a otra, cambian las orientaciones sociales, algunos<br />

conceptos y hasta sistemas conceptuales, así como las normas de comportamiento verbal y<br />

no verbal. Todos estos cambios pueden ser enfocados a partir del concepto de<br />

intertextualidad cultural que motiva “manipulaciones” semánticas del TM con respecto al<br />

TO. El alcance de estos cambios depende, aparte de los factores antes mencionados, de la<br />

distancia entre las culturas y hasta “civilizaciones” (Santoyo, 1994). El traductor se ve<br />

obligado a producir un TM que recoja al máximo posible el programa conceptual del autor<br />

del TO y, al mismo tiempo, sea aceptable en la cultura meta, tomando en consideración tanto<br />

la diferencia de los sistemas conceptuales como de las normas de comportamiento verbal y<br />

no verbal admitidas en la cultura meta.<br />

Conclusiones. A partir del concepto de intertextualidad cultural es posible llegar a la<br />

conclusión acerca el carácter cognitivo-cultural de los factores que determinan la estrategia y<br />

las opciones traductoras, conclusión que parece lógica, puesto que los factores que<br />

determinan una actividad deberían ser de la misma naturaleza que ésta.<br />

Por otra parte, el enfoque global de intertextualidad cultural permite incluso formular<br />

ciertas normas comunicativas de traducción, rechazando así la opinión generalizada de que la<br />

traducción no es una actividad normativa. No lo es, por supuesto, desde la lengua, pero<br />

debería serlo desde la comunicación. En un principio, estas normas no pueden entrar en<br />

contradicción con las normas generales de comunicación verbal, recogiendo, al mismo<br />

tiempo, las características específicas de la comunicación intercultural equivalente. A fin de<br />

cuentas, estas normas no son otra cosa que un desglose del principio operativo de la<br />

traducción (máxima fidelidad posible al programa conceptual del autor del TO y<br />

aceptabilidad en la cultura meta), visto desde la óptica de la intertextualidad cultural. En una<br />

primera aproximación, son las siguientes:

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